Crítica a los Críticos
VII. Lo que hubiera dicho Anatole

Flavio Cocho Gil


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i- 15.jul.05


¿Y Anatole France? Ya que lo introduje también en la misma "canasta sofista" es obligado hablar un poco de él:
Inaguro esta breve semblanza de Anatole France, en realidad un seudónimo, pues su verdadero apellido era Thibault, asegurando que no mentí al narrar la experiencia toscana del regalo de Anatole, una copia dorada a esacala natural de La Victoria de Samotracia, a su buen amigo Ferrero. Sí, yo habité la mansión de Ferrero y, varios meses, conviví con ese regalo aposentado en su planta baja. Pero de eso a inferir que Anatole France preconizaba la necesidad del ser humano sin flaquezas ni debilidades, el superhombre de Nietzsche, hay un abismo que ni aun un razonamiento muy sofista puede salvar. Trataré de explicarme:

Anatole France era un espíritu irónico y benevolente a la manera de un Lucrecio, un partidario de la doctrina ética de Epicuro, lo que se reflejará en todas sus obras. Y si Epicuro pensaba que lo que más importa es la vida misma vivida sin cortapisas, pues relega a los dioses griegos a un "espacio metafísico" por lo que el ser humano no había de temerlos ni imitarlos, a su imagen y semejanza, Anatole France era un ateo sibarita que preconizaba la valía de la vida sin dogmas ni intransigencias... incluso su estilo literario, suave y a la manera clasicista grecolatina que un Gide acusaría de "amaneramiento", reflejó todo lo anterior. Digamos aun que era algo escéptico; todo irónico lo es. Hay ya aquí una primera diferencia de fondo con Nietzsche, pues la ironía y la benevolencia no fueron atributos de un exaltado intransigente como él. Y, por supuesto, diferencia también hay entre Anatole France y el Eclesiastés bíblico y Lutero, firmes creyentes de ese dios supremo ante el que el ser humano debe abandonarse. Sin embargo, si bien lo anterior desautoriza la reflexión inmediata que añadí al "fragmento inédito" escrito por mí, pues "no caben en la misma canasta" Nietzsche, el Eclesiastés, Lutero y Anatole France, mucho más difícil es argumentar que Anatole France no hubiera avalado el contenido de dicho fragmento ...aun si, claro, con el estilo dramatizante no habría comulgado un benevolente como él.

En efecto, en la obra que cité, Los dioses tienen sed, Anatole proyecta su propia personalidad en Brotteaux, un aristócrata venido a menos por obra de la Revolución Francesa, un tanto filósofo benevolente, irónico y gran lector de Lucrecio. Es algo así como la voz de Anatole France juzgando la época jacobina del Terror. Brotteaux tiene algunos parlamentos memorables:

"Acaso el Tribunal revolucionario destruya por sí el régimen que le ha instituido, amenazando a muchas cabezas. Tiene asustados a muchos. Pudieran reunirse, y para destruir el Tribunal, destruirán el régimen. Supe que disteis a Gamelin un cargo en esa justicia; como es virtuoso y puro será terrible". El Gamelin de la obra es nuestro "manso y puro de solemnidad" como su personaje principal. La pureza y la virtud llevan pues, nos dice Anatole France, en línea recta a la intransigencia homicida, al delito.

En otro párrafo de la obra se añade que "...empezaba Gamelin a concebir una idea religiosa y mística del castigo, atribuyéndole virtudes y méritos propios. Pensaba que al delincuente se le debe la pena y que se le defrauda no aplicándosela". Estamos pues otra vez en lo mismo, ¡el ajusticiamiento cruel transformado en virtud mística por el que nunca había pecado!

En otra parte de la obra Brotteaux dice: "no debéis preocuparos de agradecerme ni pagarme un servicio cuya importancia exageráis, y que no hago por amor hacia vos, pues, aun pareciéndome agradable, os conozco poco para estimaros mucho, ni por amor a la humanidad (...) hago esto por el egoísmo que inspira todos los actos de generosidad y de agradecimiento porque reconocemos nuestra miseria en cada miserable, y compadeciéndole, nos compadecemos a nosotros mismos(...) Lo hago, además, por soberbia, y para sentirme superior a vos..." ¡Todo lo anterior es el exacto lenguaje de "mi Virgilio" en el "fragmento inédito" que escribí!

En otra obra memorable de Anatole France, La rebelión de los ángeles, se nos narra la proposición que ángeles caídos le hacen a Satán de volver a asaltar el cielo, de desplazar del trono celeste a ese dios supremo que denomina Ialdabaoth, un oscuro demiurgo local de los desiertos hebreos que había logrado entronizarse como el dios supremo. La obra termina con la celebre respuesta de Satán: "Compañeros -dijo el arcángel- es preciso renunciar a la conquista del cielo (...) El dios vencido se convertiría en Satán y Satán se convertiría en Dios. ¡Qué los destinos me libren de semejante fortuna! Yo amo el infierno, donde se forjó mi obra; y amo a la Tierra, donde sembré la semilla del bien". Y, dirigiéndose a Nectario, un ángel caído, añade: "tú combatías junto a mí antes del nacimiento del mundo. Entonces nos vencieron, porque no logramos comprender que la victoria era espíritu, y que para destruir a Ialdabaoth hemos de luchar interiormente, a solas, con las pasiones que nos impulsan, hasta ser cada uno dueño de sí". No solamente está ahí el lenguaje de un libre pensador sino que se justifica por entero la validez de la reflexión de "mi Dante" en el fragmento inédito que escribí: "¿QUIÉN manda "allá arriba" realmente? ¿QUIÉN entonces controla todo aquí en las honduras?, ¿o no será al revés?"

Quiere decirse que Anatole France hubiera podido escribir mi "fragmento inédito de La Divina Comedia"... sólo que, en lugar del estilo dramático ahí empleado, seguramente habría usado ese escribir suyo, irónico y benevolente, que acompaña a sus obras. La moraleja de todo lo anterior es que argumentos hay para afirmar que Anatole France "coincide y no coincide al mismo tiempo" con el "fragmento inédito" en análisis... y ello permite todos los razonamientos sofistas que se quieran; demostrar que lo blanco es negro y viceversa confundiendo totalmente al lector.

Nos queda, en mi crítica a mi mismo escrito, hablar un poco de San Agustín, Agustín de Hipona.
Religión e Iglesia no son sinónimos, ¡son cosas muy distintas! La religiosidad en el ser humano es un estado interno de conciencia que llamamos misticismo en el que éste siente que "se transciende a sí mismo" y a la realidad externa a que le rodea ...la Iglesia es otra cosa, muy mundana, que al intentar presentarse como "intermediaria obligada" entre los seres humanos y la divinidad en lo que se transforma es en institución social con vocación muy dominante. En el sentido anterior puede afirmarse que San Agustín fue un religioso, un místico, pero por ello no "un hombre de Iglesia", aun si más tarde y en su nombre se fundó una regla monacal... un gran pecador de juventud que, con los años, se convierte al cristianismo volviéndose un místico. Y en este último sentido no es exageración afirmar que se parece a Lutero: a dios se le lleva dentro sin necesidad de intermediarios. Es incluso históricamente conocida la anécdota de cómo un Lutero criticaba al humanismo de Erasmo por demasiado externo y mundano apoyándose en las enseñanzas de San Agustín. Su misticismo lo expresa claramente San Agustín en su obra fundamental, La Ciudad de Dios, una "ciudad" que identifica no en lo externo sino en la propia conciencia de cada ser humano si es capaz, transcendiéndose, de estar en "estado de gracia" para así poder recibir internamente a dios. Pero de aquí no se infiere, como yo dije sofistamente, en el comentario inmediato a mi "fragmento inédito", que ese recogimiento interno y transcendente que preconizaba San Agustín lo consideraba un medio para "elevarse hasta el infinito" (como, por ejemplo, es el caso del budismo de los inicios del "pequeño camino", como filosofía para llegar a ser Buda) ni, entonces, tampoco es válido inferir en segunda instancia que San Agustín despreciaba a los débiles y a las flaquezas humanas. El "estado de gracia" que buscaba internamente San Agustín era, en último análisis, un abandonarse internamente a la bondadosa voluntad de dios. Por lo que, además, de ninguna manera es posible alinearlo con un Nietzsche, que de abandonos internos del ser humano a dioses supremos que no fueran el ser humano mismo sin debilidades no quería saber absolutamente nada. Aun menos podría asimilarse a San Agustín a un partidario de Epicuro, libre pensador y muy ateo, como Anatole France... no me parece que sea necesario argumentar esta afirmación por evidente. Sólo el razonar sofista puede intentar, como yo hice en la reflexión a mi "fragmento inédito", ocultar lo anterior.

Y hasta aquí mi crítica a mi mismo que, aun habiéndola intentado con la mayor objetividad de que hablando de mí soy capaz, ciertamente no fue benevolente, lo cual ha de antojarse inusitado tanto más que nunca fuí proclive al masoquismo. La pregunta es, entonces, obligada, y sin su respuesta esta autocrítica estaría incompleta: ¿Por qué escribí aquel "fragmento inédito" y su aún más sofista reflexión que la continua apoyándolo? No es fácil responderla pero lo intentaré...

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oximoron, agosto 2005
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