Crítica a los Críticos
VI. Un fraile destemplado y crítico

Flavio Cocho Gil


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i- 15.jul.05


¿Y Lutero? Lutero es una de las personalidades más complejas de la historia, por tanto más aparentemente contradictorias, lo que ha pemitido afirmar de él que o bien fue la representación del malo en el otro extremo, sin excluir multitud de posiciones intermedias, un angel portador de la justicia humana tanto a nivel ideológico, como político y social. Una figura ideal para, a nuestra conveniencia, razonar sofistamente citando ciertas de sus palabras o escritos, haciendo abstracción del contexto histórico en que se produjeron. Empecemos por ejemplificar eso:

En 1519, en Leipzig, escribe: "Quiero ser libre. No quiero hacerme esclavo de ninguna autoridad, ya sea la de un Concilio o la de un poder cualquiera, o de una universidad, o del Papa. Porque proclamaré con confianza lo que creo ser verdad, ya haya sido dicho por un católico o por un herético; ya haya sido aprobado o rechazado por cualquier autoridad." Con esta afirmación aparece el famoso "principio de libre examen" habiéndose, de paso, arrasado la Iglesia hasta los cimientos: un librepensador anti-iglesia, en particular la católica, es lo que emerge de ese texto si sólo a él nos atuvieramos. Sin embargo, veamos otro texto:

En 1521 Lutero envía a su amigo Melanchton de Wartburg una carta que exhibe los párrafos impresionantes que siguen: "Si la predicas, predica una gracia, no ficticia, sino real. Si la gracia es real, es preciso que borre pecados reales: Dios no salva a los pecadores imaginarios. Sé, pues, pecador, y peca fuertemente. Pero más fuertemente pon tu fe, tu alegre esperanza, en Cristo, el vencedor del pecado y de la muerte [...] ¡Vamos, acepta! ¡Sé pecador! ¡Esto peccator! Y no peques a medias, peca decididamente, a fondo, ¡pecca fortier! ¿Pecados de mentirijillas? No; sino verdaderos, sólidos, enormes pecados".

Si nos atenemos exclusivamente al texto anterior no hay que forzar los argumentos para concluir algo como lo siguiente: para Lutero la vida había que vivirla intensamente y sin hipocresías, y son los que tal hacen los finalmente perdonados y premiados por la divinidad, "los que irán arriba" ... y entonces habría quedado justificado lo que dije en "un fragmento inédito de La Divina Comedia" y también avalaría la reflexión que le continua al afirmar que también así pensaba Lutero.

Pero, ¿en qué quedamos? ¿En que Lutero ensalza como verdadero ser humano al libre pensador que sólo busca la verdad sin someterse a autoridad alguna o dogmas?... ¿o bien que preconiza que el ser humano ha de vivir intensamente con "verdaderos, sólidos, enormes pecados" lo que de ninguna manera rima con la integridad del libre pensador que busca la verdad y no los vicios y corrupciones que la deforman? Puede entonces concluirse sofistamente cualquier cosa ae nuestra conveniencia... incluso, fundiendo las conclusiones que obtuvimos de los textos anteriores, el "demostrar" que para Lutero lo único digno es el libre pensamiento que, por serlo, descubre que la única verdad está en el vicio, en el pecar sólidamente... ¡y entonces, más que en Nietzsche que al fin y al cabo era ateo pues su único dios era el hombre mismo transformado en superhombre sin flaquezas, estaríamos ante un avatar del marqués de Sade: debiendo aún añadir que eso es lo que desea la divinidad pues "Dios no salva a los pecadores imaginarios". Lector, razonar sofistamente como lo acabamos de hacer, sacando citas de su contexto histórico y fusionando entonces sus conclusiones según nuestra conveniencia es un razonar propio de la Inquisición, de todas las inquisiciones sean religiosas o laicas. A un Giordano Bruno, por ejemplo, lo condenaron a la pira en Roma en base a acusaciones "razonadas" del estilo que antes acabamos de exhibir. Y por eso otra vez recalco que la razón sofista y sus avatares como los "abogados del diablo" son apología del delito... esa, valga este segundo ejemplo ahora laico y contemporáneo, que llevo al martirio a médicos y bolcheviques de la primera hora en juicios estalinistas de no hace muchas décadas. Pero volvamos a Lutero... tratemos de llegar al verdadero Lutero.

Una cosa fue Lutero y otra distinta el luteranismo y sus posteriores consecuencias influyendo incluso en la formación del pensamiento laico, liberal de Europa occidental en un asimilar para esto último el "principio de libre examen" que ya mencionamos. El luteranismo dió origen a diversas Iglesias nacionales e independientes del control papal, que se asentaron, y aún asientan, básicamente en países anglosajones y nórdicos, pero también, con el liberalismo, se transformó laicamente en parte del sustento del capitalismo occidental desarrollado. Mas como suele acontecer que el presente reformula el pasado para autojustificarse, el luteranismo creó varias versiones históricas de Lutero ...y no debemos olvidar que "crear es combinar retazos de la realidad de nuevas e insólitas maneras que, finalmente, hacen emerger una realidad imaginada". Una de esas "insólitas maneras", la dominante casi desde los días de Lutero hasta el final de la primera mitad del siglo XX, creo que es la que sigue (exponiéndola lo más abraviadamente que soy capaz):

Lutero. Nacido en 1483 en el seno de una familia muy humilde de Turingia parte a los 14 años hacia Magdeburgo en busca de mejor fortuna en la vida pero sin éxito; se verá incluso obligado a mendigar de puerta en puerta para sobrevivir. En 1501, por mandato de su padre, marcha a Erfurt y a su Universidad, a la Facultad de Artes, en donde logrará ser bachiller en 1502 y maestro en 1505, estudios profanos que sin embargo no le permiten elevarse socialmente y aun lo desengañan más del mundo y de sus injusticias: ingresará así en 1505 en el convento agustino de Erfurt, es la época de su "monjazgo" y de sus rigidísimas reglas ascéticas que, años más tarde recordaría. Es así que en 1533 diría: "sólo sé que si el juego hubiera durado un poco más, habría muerto de vigilias, rezos, lecturas y otros trabajos". No encontrará allí la paz espiritual pues escribiría en 1537: "...yo no creía en Cristo sino que lo tomaba por un juez severo y terrible, tal como lo pintan sentado en el arco iris", el dios de los conventos medievales era un dios terrible que no perdonaba ni el mínimo pecado, obligando al ser humano a mil humillaciones y autotorturas. Pero la orden agustina lo envia a Roma en 15l0... y, creyendo que iba hacia la más elevada, piadosa y virtuosa sede del cristianismo, lo que encuentra es a "la prostituta de Babilonia", a la Roma decadente y de todos los vicios de tiempos de los Borgia y de su suceror el Papa Julio: cortesanas, delincuentes, cardenales descreidos y corruptos, un clero simoniaco... una Iglesia Católica que, en sus alturas, está absolutamente podrida. ¡Qué panorama para Lutero! En las alturas corrupción y vicio, a ras de tierra, en los conventos, el aplastamiento autodestructivo del ser humano amenazado por un dios despótico y cruel. En estas condiciones ya en 1510, aun si lo tendrá algunos años callado y sepultado en su conciencia, surgiría su rechazo a todo aquello, la Reforma ya estará desde entonces en su conciencia. Empezará a ser explícita el 31 de octubre de 1517 cuando, ante la puerta de la capilla de Wittemberg, Lutero fija en latín el siguiente anuncio: "Por amor a la verdad, por celo de hacerla triunfar, las proposiciones siguientes serán discutidas en Wittemberg, bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, maestro en artes, doctor en la Santa Teología y lector ordinario en la Universidad..." Se trataba de 95 tesis que atacaban a la corrupción de la Iglesia Católica con motivo del famoso problema de las "indulgencias": el papado romano concedía a sus "príncipes de la Iglesia" el poder de acortar la estancia en el Purgatorio a sus feligreses... por dinero, cuanto más dinero se pagara más se acortarían los tormentos de ultratumba, ¡píngue negocio! Se ha abierto pues la guerra entre Lutero y el papado romano, guerra a la sombra de la cual, durante décadas, una parte de los grandes nobles feudales alemanes, "los electores del imperio", apoyará a Lutero por ver en él una vía para sacudirse la ingerencia del papado romano en sus asuntos así como la de su "brazo secular", el emperador Carlos V. Pero también a esa sombra luterana habría levantamientos campesinos... hoy diríamos literalmente "revolución social". Cada clase social en Alemania, según sus particulares intereses, vería en Lutero un libertador ...y la dureza de la lucha, ya no sólo religiosa sino también política y social, explicaría incluso los excesos verbales y escritos, sus explosiones desmedidas, de Fray Martín: aquello, por ejemplo, de que había que "pecar sólidamente" para poder ser salvado por la divinidad reacción era contra la hipocresía de un papado que, mientras cometía los mil delitos en las alturas exigía "mansedumbre conventual" a nivel del pueblito. Infortunadamente, en los últimos años de su vida, hay un retroceso de Lutero al nivel social, pues incluso condena fieramente los levantamientos campesinos y azuza a la nobleza alemana a su represión. Lutero contradice su anterior trayectoria pero ésto se explica por el cansancio de los años y la fatiga de tan larga lucha contra la represión papal o imperial. Y este último Lutero es el que ya no importa pues "el primer Lutero" ya había provocado una profunda revolución religiosa, política y social, irreversible históricamente.

La anterior es, lector, extraordinariamente abreviada, una historia muy elaborada, y hay que confesar que coherente, que se presentó como la verdadera historia hasta hace pocas décadas. ¿Es una narración totalmente ficticia? No necesariamente, porque es un hecho el que la Reforma cambió la historia de Europa tanto en lo intelectual como en lo material. Pero lo que sí es enteramente equivocado es el tipo de personalidad atribuida a Lutero, implícitamente, por tal narración. Hoy la investigación histórica nos ha aclarado lo siguiente:

¡La principal preocupaciór de Lutero era Lutero mismo!, y ello a nivel espiritual. Le preocupaba acceder a dios internamente, dentro de sí, entregándose a él, sin tratar de practicar inútiles virtudes externas en un considerar vanos los sucesos mundanos ...sólo Dios podía decidir y, para ello, había personal y espiritualmente que entregarse a él, "entrar en estado de gracia" con la divinidad... A Lutero lo que le importa es su salvación espiritual, sin intermediarios externos con la divinidad. Lo anterior es de importancia capital pues, implicando está que Fray Martín rechazaba a la Iglesia Católica no tanto por sí misma sino porque no admitía intermediarios entre su conciencia y Dios, ¡rechazaba todas las iglesias!, lo que de paso implica en Lutero la irrelevancia que concede al mundo externo y sus sucesos, aun si la fuerza de las cosas le hizo participar en él de manera importante. Implica esto último algo más, que Lutero no deseaba ser un jefe o revolucionario social, lo que en el fondo lo vuelve un apoyador social del status quo existente, pues al fin y al cabo todo era obra de Dios y él únicamente salva a los seres humanos si interna y espiritualmente se abandonan a él. Esto, por ejemplo, explica el por qué no hubo retroceso alguno en el Lutero de sus últimos años al condenar las rebeliones campesinas que se levantaban en su nombre ...su coherencia fue total de principio a fin de su vida si nos atenemos al hecho de que lo que realmente le importaba era su salvación espiritual, personal. Que el luteranismo haya levantado Iglesias Protestantes y fundado movimientos políticos y sociales nada pues tiene que ver con el propio Lutero. Por lo dicho, en algo se parece Fray Martín al Eclesiastés hebreo pues consideraba, como él, que el ser humano no podía cambiar el mundo sino sólo abandonarse a la voluntad de la divinidad... pero también con el Eclesiastés difiere, pues éste no habló de "estados de gracia espirituales e internos", abandonándose al Señor, pues aun esto le parecía conceder demasiado albedrío al ser humano: el pensamiento hebreo del Antiguo Testamento hace, por lo contrario, especial énfasis en los hechos externos muy concretos de la vida ya que era en esos hechos externos en los que se pedía humillación a la humanidad ante el Dios hebreo Yahvé, un demiurgo concebido a la imagen y semejanza de un despótico soberano babilónico. Hay que releer el Apocalipsis de San Juan, texto mal colocado al final del Nuevo Testamento, pues en realidad pertenece a las partes incluso iniciales del Antiguo, para comprender lo anterior. Y, ¡desde luego!, es Fray Martín antítesis de un Nietzsche ateo, para el que el único Dios sólo podía ser el hombre sin flaquezas, un superhombre que al serlo se eleva infinitamente sin reconocer superiores. Concluyendo: sólo "muy sofistamente", por intermedio de una reflexión apoyadora de mi "fragmento inédito de La Divina Comedia", pude yo meter "en la misma canasta" a Nietzsche, al Eclesiastés y a Lutero.

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oximoron, agosto 2005
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