Crítica a los Críticos
VIII. La crítica es revolucionaria o no es

Flavio Cocho Gil


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* Metapocatástasis de Civilización
- La Revolución Francesa y sus Falsificaciones
- Tópicos Eclécticos
- Crítica a los Críticos
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i- 15.jul.05


Los lectores y los críticos son dos extremos a los que se enfrenta un escritor, pues es demagogia pura afirmar aquello de que "el verdadero escritor escribe sólo para sí mismo" y una ingenuidad pensar que no será juzgado. A los primeros se dirige siempre, y de los segundos habrá de recibir su opinión... y lo ideal sería que el público lector fuera culto, muy sensible y amplio, y la crítica, siendo a fondo, fuera precisa e imparcial, pues en tanto que los halagos nos hunden en la mediocridad es la crítica justa la que nos esculpe y así eleva. Pero eso es una utopía, pues vivimos en una civilización ontológicamente enferma de egoísmo y desenfrenado culto a las conveniencias del yo personal, que los optimistas dicen al mundo vino hará unos cinco siglos con el advenimiento de la emprendedora y poco escrupulosa burguesía, los pesimistas hacen retroceder siete mil años el nacimiento de esa lesión de civilización... y aun hay pesimistas radicales que afirman que eso es genético y parte irrenunciable de la naturaleza humana. Cualquiera que sea el caso, hoy está en todo su esplendor la enfermedad, egoísmo de solemnidad, y ello vuelve a la gran mayoría de los críticos defensores sociales de sus intereses, intelectuales o materiales, en donde lo que menos importa suele ser la obra literaria, que deberían juzgar... y, en consecuencia, el público lector se marea y confunde, se enajena, que es una forma de decir que se vuelve acrítico e ignorante, pues los prepotentes sociales que dominan a la civilización se han propuesto que la cultura con mayúsculas y el acceso al libre albedrío, afincado en la razón crítica, no se difunda entre la especie humana. Un poco la filosofía de esta "pedagogía" social es la de aquel feroz monarca íbero, Fernando II: "hay que alejar de nuestros subditos la funesta manía de pensar". Anatole France, en su Thais, resumió lo anterior en el siguiente diálogo:

"Hay fuerzas, Lucio, infinitamente más poderosas que la razón y que la ciencia.
¿Cúales?, pregunta Cotta.
La ignorancia y la locura, responde Aristeo."

Y, sí, egoísmo de una civilización que produce y reproduce a la ignorancia y la demencia. ¡Pero eso hay que combatirlo y el único camino es el cultural! Pues es primero en las conciencias de los seres humanos que han de cambiar las cosas para que amanezca, "en lo externo", un mundo mejor. Infortunadamente la palabra "cambio" únicamente tiene contenido si antes se conoce en profundidad las deformaciones que hay que eliminar... y, por esto, yo he intentado en este ensayo hacer una "crítica a la apología del delito como crítica a los críticos" mostrando así también cómo se puede deformar culturalmente, ¡se practica ampliamente!, a los lectores, al ser humano.

Conviene profundizar un poco en esto último:
Hagamos a un lado la nueva creación que emana del juicio de un escritor sobre la obra de otro, es un mérito literario que me infunde gran respeto pero que no creo sea realmente crítica... Ya hablamos de ello en relación a Madame Bovary. Hecha esta salvedad confesaré que tengo la convicción de que si este ensayo se hubiera limitado al "fragmento inédito de La Divina Comedia" y a la reflexión que lo apoya inmediatamente a continuación, las posibles críticas que hubiera recibido son las que intenté reflejar en páginas anteriores ...dictadas, ¡lo vimos!, por los intereses creados, intelectuales o materiales, que genera una civilización enferma de egoísmo. ¿Quiere decir esto que la crítica no podría ser capaz de la precisión con la que yo mismo analicé mi escrito? ¡Claro que sí!, pero como dice el pueblito: "cuando hay intereses que defender cada quien arrima el ascua a su sardina", y lo que menos importa en esa vía es la objetividad sobre la obra misma que se juzga. Al hacer pues yo mi propia "autocrítica", he intentado mostrar lo que, a buen seguro, la crítica hubiera ocultado, pues la sinceridad y la razón crítica no sofista nunca fueron hermanas del individualismo egoísta. Mas, si la crítica es deformante por interesada, al lector se le ponen barreras culturales que lo dejan inerme y empujan hacia la ignorancia, "la ignorancia y la locura", responde Aristeo, que ya nos señalaba Anatole France en su Thais... pues eso es permitir el que se le induzca a confundir a un Nietzsche con un Lutero, con El Eclesiastés, con Anatole France e incluso hasta con San Agustín. Y aún mayor delito es propalar la idea demente, sin atajarla oportunamente, de que la comprensión, la tolerancia y la virtud sinónimos son de la soberbia, de la corrupción y de la egolatría. He querido mostrar que lo anterior es una apología del delito que moneda corriente es de la civilización desviada que nos agobia ...porque va siendo urgente que entendamos que es preciso cambiarla a toda prisa.

Algo más, creo, se desprende del largo análisis que hemos llevado: "en las condiciones incivilizadas que vivimos, el mejor crítico es el propio escritor sobre su propia obra ...si es que tiene el valor y la integridad que ello amerita", pues nadie se conoce mejor que uno mismo. Decía Unamuno que la primera cualidad que respetaba en un ser humano de verded era el que rindiera culto a la verdad, ¡hay que ser sinceros!... pues, si nos desconocemos a nosotros mismos, ¿cómo podríamos pretender cambiar una civilización?

¿Sinceridad? Sí, pero no sólo en la acepción de nuestra cultura occidental que únicamente ve en ella la franqueza, sino también incluso a la manera oriental de la antigua cultura japonesa para la que la sinceridad era ante todo sinónimo de integridad y coherencia con los ideales que se profesan. Y eso viniendo dice que la autocrítica de un escritor no es completa si no la complementa con una alternativa literaria en plena coherencia con lo que se siente y piensa. Y esto es lo que a continuación intentaré... con un "nuevo fragmento inédito de La Divina Comédia". Vamos adelante con esta nueva narración:

"—Amanece el día y se acaba y ya se ha cumplido una jornada de trabajo. Jornada tras jornada llega la Navidad al fin pero se va, volverá otro año y otra vez se irá y con ello la vida. La seca vejez llega y agota las fuerzas. La vida, Dante, son momentos fugaces, los únicos que existen pues la eternidad es sólo un sueño de los seres humanos que por ello pesadilla se vuelve al ser inalcanzable... ¡nervioso el ser humano mal se resigna a su fugacidad!, pues aun entre mil tormentos quisiera ser eterno, que incluso en un infierno quisiera perdurar. Demente porfiar en lo que no podrá lograrse nunca cuando, en un instante, ¡digamos siglo y medio!, todo puede ocurrirle a la humanidad... y, al final de ese instante, quizá llegue otro que resuma todo, el pasado, el presente y aun el devenir. Todo se nos va, pero mientras dura eso es lo que hay.
—Virgilio, ¿de qué me hablas?, ¿siglo y medio sólo es un instante?
—Sí, el que pasó entre tu muerte y la de Jerónimo.
—¿Jerónimo?
—Un ser atormentado que sufrió suplicio por hacerse héroe de ideales muy adelantados para su tiempo. Jerónimo también vivió tormentos muy internos mezclados con sus ideales, todo junto... Siempre va todo junto en cada ser humano, el dolor, las angustias internas y hasta las más bellas ilusiones. Siempre todo junto...
—¿Fue florentino?
—En Perrara nació pero florentino fue de corazón. En el exilio se está en todo lugar, aun en el de nacimiento, si allí la distancia al cielo, ¡las ilusiones y los ideales!, es inmensa... y ese Jerónimo, en tu Florencia, allí los encontró y quiso realizarlos. Florencia fue Jerónimo... y él Florencia.
—Virgilio, tu lenguaje habla de dolores y sueños más intensos que lo que pudiéramos imaginar en ultratumba, por ello imagino que...
[La voz del toscano se apaga, las sombras han cerrado todo menos la voz del latino que aún se oye.]
—Florentino, imaginas lo cierto... estás en lo que fuera tu Florencia siglo y medio más tarde. Hay cánticos de muerte, ajusticiamiento.
Sí, los nuncios papales de Alejandro VI están presenciando la muerte en la horca de aquel gran hereje, de Savonarola... después lo quemarán y al viento irán todas sus cenizas.
—¡Virgilio, esto es infernal!
—Sí... lo infernal es esto y no las ficciones de ultratumba. Grande suplicio de Jerónimo pero, aun así, algo musita repitiendo algún sermón de otros tiempos.
¡Eres la corrupción, iglesia podrida, tiempos decadentes!... El suplicio al que me sometes no me duele tanto como esta angústia interna al ver lo que eres... pero...
—Dante, la voz de Jerónimo se extingue. Mas escuchemos atentos las últimas palabras que aún laten muy calladamente dentro de él. ¿Las oyes?
—Sí...
—¡Sois la corrupción y por ello mi angustia interior... pero... pero a pesar de todo fuí feliz...
—¡Feliz así dice!, exclama Dante.
—Calma, toscano, escucha el último aliento de Jerónimo.
...Pero a pesar de todo, sí, fuí feliz... viví en una Florencia que transformé antaño a la medida de mis ilusiones... justa, amoniosa, luminosa y bella, sin desigualdades... todo era bondad y generosidad... ¿qué importa así hoy la muerte?
[El suplício de Jerónimo acabó, los nuncios papales esparcen sus cenizas. Pero éstas al volar embellecen el cielo de Florencia, como si los últimos alientos de Jerónimo se hubieran transformado en palomas, en ternuras bellas.]
—Esto es así, Dante, porque la muerte cuando llega pasa, las angustias internas también se acaban... pero las mejores ilusiones de la especie humana siempre quedarán volviendo a nacer. Ayer las tuvo Jerónimo, antes tú, mañana los que vendrán..."

Acabó la narración, lector, ¿para qué más palabras literarias si en la concisión se puede decir todo? ¿Qué opinas, lector?

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oximoron, agosto 2005
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