Crítica a los Críticos
II. Si Nietzsche hubiera sido Dante

Flavio Cocho Gil


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i- 15.jul.05


Lo anterior no aconteció pero cuentan que Nietzsche, de haber vivido la época de Dante, el inédito fragmento anterior hubiera deseado introducir en La Divina Comedia del toscano... aun si, por supuesto, a la manera de Giordano Bruno, hubiera terminado abrasado por la Inquisición. Y es que cuando la religión se vuelve Iglesia, institución despótica que expropia las conciencias en el altar de sus altas jerarquías, las inquisiciones son los remedios que aplica para aplastar a los que débilmente no doblan la cerviz muy a lo manso. Pero, ¿por qué aplaudir el propio yugo que ponernos quieren alabando una debilidad que, en su impotencia se disfraza de virtudes ascéticas inalcanzables para la verdadera humanidad cuando careta es sólo de la egolatría? "Tan virtuoso como soy nadie es capaz, merezco pues cencerro en el pescuezo y una bendición". Ya lo dijo el Eclesiastés, vanidad pura que nace una y otra vez cuando amanece el día. ¡Nietzsche sobrado andaba de razón! "Bienaventurados los mansos porque ellos llevarán cencerro y de cabeza al matadero irán". La humanidad merece gallardía, ponerse de pie y no ser débil... que queden los cencerros, mansedumbres y los yugos en exclusiva privacía de rebaños.

Los débiles y "virtuosos", la mansedumbre solemne y reincidente, ¡qué terrible e injusto tribunal pueden constituir contra la humanidad!, pues sólo el poderoso y seguro de sí mismo puede ser justo ya que nada que ganar le va en ello... y no es que haya que avalar lo anterior con la literatura, pues la historia ya lo tiene bien probado. Valgan dos ejemplos: un intemperante fraile de la Reforma y, casi en nuestros días, un libre pensador en clave socialista, el agresivo Fray Martín Lutero y Anatole France.

En sus días dijo Lutero que no doblegaría su conciencia crítica ante ninguna jeraraquía, eclesiástica o no, por elevada que pudiera ser... y cuando se ha dicho eso se han hundido los cimientos y pilares de la Iglesia... y aún más que aquí es lo que ahora importa: se han mandado al basurero de la historia las mansedumbres y mil debilidades que agachar la cabeza hacen ante el poderoso por el mero hecho que lo es, ¡es uno mismo el que, sin claudicaciones, poderoso ha de ser!, pues sólo entre iguales hay respeto, por tanto humanidad.

Anatole France, un tímido que no sabía conversar pero que se venció a sí mismo en su escribir, tiene una obrita, Los dioses tienen sed, que retrato trágico resulta de la época jacobina del Terror de la Revolución Francesa. Su personaje principal es un jovenzuelo casto, piadoso y lleno de virtudes durante toda su niñez y adolescencia, un "manso de solemnidad" que no había pecado ...pero la vorágine de la Revolución lo integra como jurado en sus tribunales y el manso y virtuoso no perdona a nadie los pecados que él jamás tuvo: el "fuego sagrado" revolucionario y exterminador de enemigos arde en su pecho inmolando incesantemente víctimas en el altar de Madame Guillotine. ¡Y es que los "virtuosos", los mansos, suelen ser terribles, antihumanidad! Pero ya que estoy hablando de Anatole France contaré de él una anécdota que, por razones que no vienen al caso, conocí muy de cerca: hará unos quince años viví en La Toscana varios meses, en la mansión señorial de Guillermo Ferrero, un espíritu amplio y emancipado, un precursor contemporáneo de las libertadas italianas y de la continuación del "Risorgimento". Fue Ferrero gran amigo de Anatole France quien, con tal motivo, en cierta ocasión le regaló una imitación a escala natural, ¡un ángel alado y dorado lleno de gallardía y sin debilidades!, de La Victoria de Samotracia que mora en el Museo del Louvre. Esa estatua estaba al pie de la escalinata que conducía al primer piso de la mansión que yo ocupara antaño cierto tiempo. ¡Le pudo haber regalado Anatole un crucifijo, o bien, como era ateo, alguna orfebrería pastoril o mitológica, "bondadosa y muy mansa" a la manera de la ficticia Arcadia de las novelas pastoriles... pero no, lo que Ferrero recibió fue un aliento para no flaquear ante debilidad alguna, ¡la imagen de la victoria, el emblema del ser humano y sin flaquezas, erguido y muy de pie! Ese era Anatole France... por lo que también razón da a un Nietzsche al anatemizar la mansedumbre. ¡Cuidado con los mansos que dicen, por ser pecadores, no tener deseos ni ambiciones! Van contra la vida y terminan, cuando pueden, ajusticiándola "por pecadora".

Nietzsche fue pues egregio y, por ello, resulta difícil quitarle la razón. ¡Viva el ser humano superior!, pues ...¿para qué honrar despojos en un culto a falsos humanitarismos que sólo son vanidad?, fuera hay que exilar a esas mansedumbres que disfraz son de soberbias, corrupciones y egolatrías. ¡Hasta San Agustín, de vivir hoy, habría avalado las reflexiones anteriores! ...Agustín de Hipona fue gran y aprovechado pecador, ¡gozaba de la vida!, en aquella ciudad africana de la antigua Numidia; sólo después de aquello se volvió místico y ascético... pero no manso. ¿No dijo en su Ciudad de Dios que a ella se llega sin claudicaciones ni concesiones débiles a lo que es externo y no propio dentro de uno mismo en un elevarse a sí mismo?... entonces, a la postre, el lenguaje de Friedrich viene resultando alabar con justicia al ser superior que todo lo debe a sí mismo y a su férrea voluntad de elevación.

No es extraño e incluso es fácilmente comprensible, por lo que ya dicho se lleva, que Nietzsche priorizara, en caso de tener que definirse por una religión, al budismo original del "pequeño camino" sobre las mansedumbres muy cristianas. El "pequeño camino", ese budismo filosófico de un principio... y aún no contaminado por "la invención de bodisavas" y dioses de un panteón absurdo nunca existente que bautizaron como la "gran vía". ¡Y es que los débiles necesitan inventar dioses para suplir sus flaquezas propias y falta de entereza! Es un preconizar que el ser humano puede elevarse a sí mismo hasta el infinito si hace a un lado los mil reclamos de debilidades y mansedumbres que el mundo externo le ofrece al lado a cada paso...no hay más dios que uno mismo si se lo propone con voluntad férrea; otros no existen. Eso pensaba Friedrich y tenía razón. ¡Ya está bien de contemporizar con los lloriqueos de los subhumanos que nunca son capaces de elevarse venciéndose a sí mismos! En soberbia, corrupción y egolatría, ya vimos que termina eso... y es por ello que infinitamente provechoso hubiera sido que ese fragmento corrector de La Divina Comedia de Dante, que se expuso al inicio de este escrito, se hubiera realizado en la historia.

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oximoron, agosto 2005
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