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REFLEXIONES EN TORNO A LA HISTORIA DE LA ALIMENTACIÓN.
DIÁLOGOS ENTRE TERESA DE CASTRO Y JUANJO CÁCERES.
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Teresa de Castro y Juanjo Cáceres


SHOT VERSION OF - VERSION MODIFICA DE: Teresa de Castro, «Reflexiones en torno a la historia de la alimentación. Diálogo entre Teresa de Castro y Juan José Cáceres», Exégesis, XII, 34, 1999, pp. 46-53 (Puerto Rico-USA). (Dialogues about the History of Food between Teresa de Castro and Joan Josep Cáceres). Online Version: http://cuhwww.upr.clu.edu/exegesis/34/decastro1.html
Teresa de Castro © 2005-2008, del texto y del diseño gráfico. Artículo sujeto a las leyes de Copyight


ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
CUESTIONES PRELIMINARES
DEBATE
NOTAS


INTRODUCCIÓN

El texto que presentamos a continuación es fruto de las conversaciones mantenidas entre ambos, a propósito de un artículo de Teresa de Castro1. Desearíamos que la revista EXÉGESIS sirviera de foro abierto para la discusión y reflexión entre todos aquellos historiadores que centran su trabajo en el tema de la alimentación, aunque aspiramos asimismo a extender nuestra convocatoria a aquellos investigadores de otros ámbitos que tengan interés en debatir los temas que aquí planteamos.

Advertimos de antemano que nuestras respectivas intervenciones, llenas de buena voluntad y de aquella pasión que a menudo atribuyen a los jóvenes investigadores nuestros viejos y queridos maestros, son producto de la percepción que las nuevas generaciones de historiadores tenemos de determinados debates historiográficos planteados por nuestros predecesores, esperando que ello les confiera un valor añadido y no una razón para el olvido. Esta es, pues, nuestra carta abierta a los historiadores de la alimentación.


CUESTIONES PRELIMINARES

Juan José Cáceres: Tu artículo se abre con una crítica a las metodologías utilizadas hasta ahora para el análisis de las fuentes relativas a la Historia de la Alimentación y concluye con unas reflexiones sobre el Marxismo y otras líneas historiográficas. Ello lo dota de una dimensión muy ambiciosa, ya que parece percibirse un afán por revitalizar una escuela hoy por hoy muy cuestionada. Me pregunto, ¿es éste realmente tu objetivo? ¿Propones una puesta al día de la metodología y los criterios interpretativos del Marxismo o quizás deseas ensanchar el contenido y los objetivos de la investigación histórica? Pareces querer reencontrarte con una escuela marcadamente ideológica, para revisarla y actualizar sus postulados, pero muy especialmente para recuperar su espíritu crítico y aplicarlo nuevamente a la investigación historiográfica.

Teresa de Castro: El trabajo nació con la voluntad de exponer una serie de inquietudes personales a partir de las cuales iniciar un intercambio de pareceres sobre el tema de la alimentación., llevas razón en tus observaciones, no obstante, el fin principal del mismo es rescatar de un determinado modelo interpretativo (Materialismo Histórico) aquello que permita avanzar en el mundo del análisis histórico y aplicarlo al ámbito del que nos ocupamos. Efectivamente, solicito una puesta al día de su metodología y de sus los criterios interpretativos, siendo más que aconsejable ampliar las cuestiones a tratar y la metodología con las que ponerlas en práctica: Al fin y al cabo el objetivo de cualquier investigación histórica debe ser contribuir a explicar fidedignamente --con un fin o sin ninguno, depende de cada persona-- cómo era y por qué el mundo en el que vivían los hombres de determinado período.

JJC: A pesar de que los planteamientos marxistas han caído mayoritariamente en el rechazo y el olvido o han evolucionado hacia otras formas de hacer Historia, algunos trabajos recientes han destacado el papel de la alimentación como signo de diferenciación social y, por lo tanto, como motivo de identidad y de conflicto social, lo que quizás dote de validez a determinadas metodologías propias de esta escuela historiográfica. ¿Qué crees que puede aportar el Marxismo a las fuentes olvidadas de la Historia de la Alimentación? ¿Acaso su inspiración ideológica o su metodología de análisis puede abrir nuevas líneas interpretativas del hecho alimentario?

TdC: La historiografía marxista por regla general ha centrado sus análisis histórico en el estudio de la economía o de las distintas clases sociales, dedicando un interés subsidiario a otros temas igualmente importantes para el conocimiento global de la sociedad estudiada. Es el resultado lógico de la polarización antagónica y artificial de unos conceptos (estructura y superestructura) que no nacieron en oposición 2. Pienso que el Materialismo Histórico, precisamente por incidir en que una sociedad es una combinación inseparable entre ambas categorías, tiende o debe tender a que no haya ningún argumento ni fuente olvidados. De todos modos, insistir en los fenómenos relacionados con las luchas sociales, incluso en el ámbito en que nos movemos, sigue siendo todavía en la actualidad una vía fructífera de trabajo que permite ser aún ser más explotada de lo que lo ha sido.

La «inspiración ideológica de mi propuesta metodológica» es el quid de mi trabajo. Reconocerlo no supone ni mucho menos admitir parcialidad en el discurso o manipulación de los datos sino solamente reconocer la propia subjetividad. Opino que adscribirse a determinadas ideologías es inevitable, por lo que es mejor optar por aquéllas que consideren al mundo en su conjunto y que, por tanto, no reduzcan el campo de visión ni el horizonte. Esa es la virtud esencial, pienso yo, que ofrece el marxismo para el análisis histórico en general y para el estudio del hecho alimentario en particular. Por poner dos ejemplos: el "descubrimiento" de las mentalidades alimentarias pasa de ser una colección de curiosidades a convertirse en el reflejo de la interacción de la economía, la estructura social, los condicionantes geográficos, religiosos, sociales y culturales; el estudio del pan o del vino no será más la historia de un producto aislado sino la de un elemento del régimen alimentario que lo engloba y que queda configurado por un medio económico, social y cultural dados.

JJC: Dado que en tu artículo realizas una crítica a los historiadores que anteriormente trabajaron con estas fuentes, ¿no crees que el cuestionar la metodología de esos medievalistas descalifica en cierta manera su trabajo, especialmente en lo que a sus conclusiones se refiere?

TdC: Asumo el riesgo de empezar censurando a eminentes investigadores, a los que por otra parte admiro y respeto profundamente, pero se trata sobre todo de una verificación empírica. A la mayoría de ellos los justifico pues, también ellos, son hijos de su tiempo, aunque mi reprobación debe entenderse como una llamada de atención hacia su olvido. En realidad no cuestiono su trabajo sino que evidencio como su metodología produce resultados en cierta manera parciales porque olvida, entre otras cosas, usar determinadas fuentes.


DEBATE

JJC: Al valorar tus propuestas metodológicas, entiendo tu recuperación del Marxismo como una respuesta a un presente poco interesado en replantearse los postulados que lo sustentan. La "crisis de ideologías" bajo la que vivimos ha traído consigo el enfriamiento de las discusiones en torno a determinadas ideas abstractas. Mientras que algunas han caído en desuso -como diversos conceptos aportados por el marxismo-, hay muchas otras, como por ejemplo la idea de progreso, que perduran más claramente y a pesar de ser por definición subjetivas, a menudo se consideran desde una perspectiva objetiva. En mi opinión, los investigadores deberían precisar sus propiedades al emplearlas, ya que la visión unidimensional que a menudo las acompaña no es real.

TdC: Mi recuperación del Materialismo Histórico pone de manifiesto unas ansias de cambio manifestadas de una forma esencialmente pasiva, ya que no son tanto un ataque contra aquellos que abominan de ciertas formas de historiar sino el resultado de mi desencanto hacia "sus" formas de historiar. Creo firmemente que vivimos en un mundo que necesita por fuerza releer a los maestros y echar manos de teorías del pasado para encontrar elementos de un nuevo renacimiento que, con la ayuda de nuevas propuestas, eviten que nos veamos abocados al eclecticismo improductivo o al dominio de las modas que imperan en nuestros días dentro de la historiografía.

Por otra parte, el proceso que lleva a un concepto a ser unívoco o unidimensional no creo que sea espontáneo, pues, aunque el análisis de las ideas existe, cada vez más es llevado a cabo por una "élite ilustrada" que intenta imponer o impone sus definiciones. La escasa formación humanística de las últimas generaciones facilita el "control" desde fuera. Está claro que las ideas y su formulación sonoro-gráfica --las palabras-- pueden llegar , dependiendoo del contexto de uso, a tener valores contradictorios. En este sentido, querría subrayar que demasiado a menudo la crítica a ciertos trabajos tiene como base fundamental la corrección de unos términos que sí están generalmente aceptados, mientras que en otros se atribuyen unilateralmente matices a otros que en el contexto en que aparecen originalmente no tienen. Y mientras discutimos de términos ¿quien lo hace de las ideas que los sustentan?

JJC: A mi entender, otra de las consecuencias de la crisis de las ideologías ha sido la orientación de la investigación histórica hacia la descripción de aspectos muy particulares, lo cual a menudo no ha dado como resultado nada más que la identificación de una serie de imágenes que no consiguen informar más allá de lo anecdótico o que adoptan una perspectiva demasiado parcial. Eso es visible en algunas aportaciones englobadas en ciertos ámbitos historiográficos, como el de la Historia de la Vida Cotidiana, donde al mismo tiempo que se reivindican determinados aspectos del conjunto social, especialmente los más escondidos o injustamente olvidados, también se prescinde demasiado de la necesidad de ofrecer una visión global. No sé hasta que punto se puede indagar científicamente en los aspectos privados de nuestros antepasados sin un aparato teórico más genérico que se respalde en planteamientos teórico-prácticos bien elaborados, de tipo psicológico, sociológico, filosófico, etc. y que los reconozca abiertamente. Sin su explicitación o sin su presencia, a menudo se llega a una asociación de impresiones más literarias que históricas y de escasa utilidad si deseamos comprender con el debido rigor la evolución de las sociedades.

Ciertamente ese riesgo también lo corre la Historia de la Alimentación, a causa de su susceptibilidad de ser más atraída por la inspiración personal que por la búsqueda del rigor científico. No se ha ganado aún el mismo respeto que otros campos mucho más reconocidos, como la Historia Económica, y ello no se conseguirá si se opta por la mera descripción o por una explicación fácil o sugerente de todo lo que representa simbólicamente.

TdC: Debo asentir a lo que dices. Hay que reconocer que el tema del "universo de la comida" es caldo de cultivo para los chismes, curiosidades y gracias históricas que se yuxtaponen a veces sin sentido. Lógicamente es más fácil acumular datos que interpretarlos y eso se observa con una frecuencia a veces preocupante en nuestra esfera. Debemos recordar que "historiar" no consiste en recoger y presentar datos sino en interpretarlos de forma orgánica para permitir satisfacer nuestras interrogantes, y eso no se consigue metiendo toda esa información en un sombrero de mago y pronunciando abracadabra sino usando instrumentos cognoscitivos y metodológicos precisos, independientemente de cuales sean. Es como si pretendieramos que ser agricultor consiste sólo en ir al campo a recoger las uvas de las viñas y no tuviésemos en cuenta que para ello es necesario labrar la tierra, proceso que exige el conocimiento del suelo, del clima, de la orografía y las plantas utilizadas, aparte de ser necesario saber manejar la yunta, el azadón, la hoz, la trilla, etc.

Los riesgos, en cualquier caso, son iguales para todos, incluida la Historia de la Alimentación. Porque, debemos recordar, que éstos no son inherentes a las distintas parcelas históricas analizadas sino a las personas que de cada una de ellas se ocupan. La falta de respeto de la que tú hablas yo la explicaría por la consideración de que nuestro ámbito de estudio es un campo menor de la investigación histórica Por ello, me voy a detener un poco más sobre este punto.

Interrogarse si la llamada Historia de la Alimentación tiene la misma categoría que la más valorada Historia Social o Historia Económica tiene como respuesta un sí contundente. Para ser más radical, tiene idéntico valor que preguntarse si es posible hacer historia, reconstruir la historia de los pueblos que nos precedieron. La parcelación de la historia es en sí misma una aberración, al igual que la división de las ciencias sociales en Geografía, Historia, Antropología, Sociología... ¿Acaso no somos seres completos, esto es, seres físicos, pensantes, "sensibles", espirituales? ¿No somos simultáneamente seres individuales y sociales, integrantes de una familia, de una ciudad, de un país, de un estado, de un continente? ¿No vivimos en un mundo que no puede ser comprendido sin entender que "Paco Pérez" está, consciente o inconscientemente, marcado dialécticamente por cuestiones como la economía, la religión, el medio físico y social?

Pero, obviamente, no somos superhombres y tenemos que ocuparnos de campos concretos que puedan ser abarcados por nuestra capacidad personal. Por tanto, las diferentes "historias" -independientemente de la carga política que se les haya asignado- son unas construcciones ficticias, reflejo de las limitaciones del ser humano (individual o en grupo). El éxito o valor de cada una de éstas dependerá no sólo de la valía de los historiadores que se ocupen de ellas, sino también de su competencia para contribuir a explicar, sin excesivos recursos literarios y/o imaginativos, el conjunto del mundo del que forman parte y al que conforman.

De acuerdo con lo dicho, la Historia de la Alimentación puede incluirse dentro de todas las otras «historias» o en ninguna de ellas, pero no posee características intrínsecas propias y específicas que la diferencien esencialmente desde el punto de vista epistemológico de los otros ámbitos historiográficos. Imaginemos un paisaje cualquiera, pongamos en medio una casa y entremos dentro. Hay muchas ventanas situadas en diferentes posiciones. Asomémonos a una de ellas. Lo que vemos es real. Asomémonos a otra ¿verdad que lo que observamos es igual de real? Pues lo mismo pasa con la historia y con el mundo que intenta describir e interpretar, dependiendo de por donde se mire se verá una cosa u otra pero, al final, ese espacio exterior es el mismo. Lo ideal para situarse es utilizar todas las ventanas pero lo que veamos desde una de ellas no es menos claro que lo visto desde otras, siempre que no consideramos esa mirada como la única posible y todo sea interpretado desde esa misma posición. La globalidad es una exigencia impuesta por el sentido común.

La Historia de la alimentación es, desde mi punto de vista, una manera simpática y casera de comprender qué y por qué se comía lo que se comía en un período y época «X», y, con esa excusa, observar cómo funcionaban el resto de los ámbitos del micro y macrocosmos de los hombres de ese lugar y período. No se trata de una varita mágica que dé respuesta satisfactoria a todo, más bien una luz para alumbrar un poco mejor la oscuridad circundante. Es, como hemos evidenciado, un modo de mirar y de ver.

JJC: Además de lo que ya hemos dicho, tu artículo replantea claramente determinadas líneas interpretativas, en consonancia con la revisión de la metodología y cuestiona las perspectivas adoptadas por algunos sectores historiográficos:

1. Algunos aspectos de la Historia de las Mentalidades por la excesiva subjetividad que a veces muestra al analizar las manifestaciones simbólicas.

2. Reivindicas el Materialismo Histórico, rescatando de él sus aspectos metodológicos menos dogmáticos. En mi opinión, el marxismo será criticable por muchas razones, particularmente por su estrechez interpretativa, su carácter excluyente y su elaboración partidista, pero ello no debe ser motivo para su rechazo absoluto, ya que además también creó todo un aparato de análisis para estudiar aquellos conflictos existentes en el interior de las sociedades, que aun resulta útil a todo aquel investigador que quiera realizar una aproximación desde un punto de vista dialéctico de las relaciones entre clases, grupos o individuos.

3. Los estudios por separado de las sociedades andalusí, sefardí y castellana, la falta de comparaciones entre ambas para conocer los contactos y la convivencia mutuos, hecho que ha conllevado forjar mitos que están muy lejos de la realidad histórica, olvidando, añadiría yo, la existencia en los tres mundos de enfrentamientos entre los grupos sociales que los conforman.

4. Defiendes la necesidad de aproximar el estudio del mundo andalusí y el del árabe contemporáneo, alegando la existencia de «contextos comunes» basados en una historia cultural compartida, mediante los cuales la alimentación de ambos puede encontrar determinados nexos, pero personalmente pienso que a pesar de ser una iniciativa interesante y necesaria, debería llevarse a cabo con prudencia.

Si bien esas dos realidades pueden estar tan cerca la una de la otra como para que compartan unas particularidades comunes, se corre un doble riesgo: forzar en exceso el ajuste a las grandes construcciones de familias culturales (mediterráneos, ibéricos, grecolatinos, europeos, orientales, etc.) y trivializar los rasgos originales de cada una, al enmarcarlas en conjuntos mayores. Me parece que la misma iniciativa de la que hablas más adelante sobre la importancia de mostrar la imagen que una sociedad tiene de ella y de las demás también es aquí aplicable y dado que, de momento, no parece que dispongamos aún de estudios bastante microscópicos para evidenciar todavía demasiadas similitudes, debemos estar alerta ante la posibilidad de que algunas construcciones recientes sean engañosas o incluso interesadas.

La identidad no se construye sólo de herencias del pasado sino también de la confluencia de seres y circunstancias en el presente, por lo cual el estudio de la cultura alimentaria debe realizarse en primer lugar estudiando al hombre como individuo y a la sociedad en la que vive como conjunto único, de modo que se manifieste cómo esa sociedad se relaciona con los recursos de que dispone y qué influencia tiene todo esto en su estructura socioeconómica. A partir de aquí ya discutiremos como eso afecta a su cotidianeidad, a su mentalidad, etc. y estableceremos aquellos paralelismos y contrastes que existan respecto a otras.

TdC: Me centraré en responder a los últimos dos puntos visto que ya hemos aludido a los dos primeros. Es un ejercicio intelectual más que aconsejable reivindicar los estudios comparativos siempre que tengan una base mínima de credibilidad, lógicamente muchos serán infructuosos pero no se puede dar nada por descontado hasta comprobarlo empíricamente. La afirmación puede parecer demagógica, aunque lo cierto es que la ausencia de este tipo de estudios tiene como consecuencia directa la pervivencia del mito de la armonía entre culturas que existió en cierto período de la historia hispánica, pero también la de lucha sin cuartel y a muerte entre "moros y cristianos" desde la "invasión musulmana". Las relaciones entre las distintas comunidades religiosas de la España medieval no puede idealizarse ni convertirse en una lucha maniquea.

Concuerdo en que no se puede olvidar la existencia de clases sociales enfrentadas en Al-Andalus y en Sefarad, cuestión que sin embargo interesó bastante al medievalismo español de los años 60-70. Sería bueno que el tema se afrontara en el caso de las otras Españas si bien la formación esencialmente filológica y no histórica de los arabistas es un hecho que no favorece este tipo de análisis, si bien faltaríamos a la verdad si no reconociéramos que las fuentes de ciertos períodos de Al-Andalus tampoco lo permiten.

En cuanto al tercer punto la prudencia es desde luego una sana virtud, pero siempre que no sea excesiva. Es cierto que esos contextos comunes de los que yo hablo han dado lugar a similitudes, evidentes en algunos casos y no tanto en otros, pero en ningún caso creo que haga falta inventar a partir de ellas grandes esquemas ni construir artificiosos árboles genealógicos. Baso todo mi discurso en que para evidenciar las características concretas de una sociedad y ayudarnos a entender sus transformaciones hay que adoptar un punto de vista tridimensional:

1. Definir una sociedad por sí misma, por lo que es, por cómo se ve y cómo se define ella misma.
2. Por oposición a los demás, por lo que no es, y por lo que ella piensa que no es. El concepto de alteridad es básico aquí.
3. Por sus particularidades y generalidades.

Centrándome en este último punto querría reseñar que la categorización de las sociedades, como la clasificación étnico-racial de la población humana es, si me apuras, una verdad a medias. Empezaré con un símil. Sabemos que los componentes biológicos y estructurales de un hombre nórdico y de un masai -su esqueleto, su sangre, su ADN- son básicamente los mismos. La distinción racial sólo es válida en los elementos exteriores -el pelo, el color de la piel, la forma de labios y ojos, etc.- y algunos internos que son reflejo, parece, de su adaptación al medio. Otra cosa es que esa rica diversidad de "exteriores" haya sido utilizada con fines opresivos o para explicar la superioridad de unas razas sobre otras. Tanto esa estructura física como las particularidades que se le añaden son dos caras de una misma moneda: un animal llamado hombre. Más fácil es mirar a las personas y ver su cara que su esqueleto, y no por ello adoptamos una posición extraña. Es lo natural. Pero un médico, también mira dentro...

Pienso que los historiadores cuando estudiamos una sociedad tendríamos que describir las características externas pero también deberíamos mirar de otra manera para ver sus adentros: su estructura (su esqueleto), los elementos que lo complementan (sus músculos, órganos, glándulas, etc.). Es una apuesta que por fuerza debe generalizar y abstraer, y eso supone un sacrificio, pero no tiene por qué dar lugar a conclusiones falaces. Por lo demás, como puedes comprobar, coincidimos en algo obvio, que no se puede efectuar un estudio comparativo sin que primero se conozcan los dos términos de la comparación. Como quiera que sea, no podemos esperar a saber todo de una sociedad para emprender esta tarea pues el análisis de aspectos concretos me parece totalmente factible.

Recapitulando: estudiar una sociedad, debe tender a obtener como resultado una visión fidedigna y global de ella, para lo cual hay que estudiar tanto sus particularidades y características definitorias como los elementos que la acercan o distancian de otras sociedades próximas o lejanas, el mínimo común denominador. De toda esta suma de información se obtendrá seguramente una visión renovada de una sociedad dada.

JJC: Yo no quiero negar esta vía interpretativa porque me parece muy útil pero pienso que en determinados momentos podría hacer olvidar los componentes propios de la sociedad de cada momento. Me gustaría detenerme un poco más en algunos aspectos de los desarrollados arriba. Si explicamos la existencia de unos hábitos alimentarios concretos a través de la observación de su pasado cultural y de la presencia de cocinas, platos o productos comunes corremos el riesgo de eludir una explicación profunda del porqué éstos pervivieron, recurriendo sin más detalle a la tradición cultural, como si ésta ya se explicase por sí sola.

Es bueno recordar algunas cuestiones relativas a la cultura. Ya las escuelas freudianas anunciaron el conflicto existente entre las culturas y el individuo. Sin ánimo de entrar a evaluar sus aportaciones, parece claro que toda aquella información que la mente procesa desde la infancia no dota a los miembros de una misma sociedad de una mentalidad uniforme, sino que por el contrario todo individuo asimila según su propio esquema mental o genético los conocimientos que va adquiriendo.

Ello implica una transmisión de valores culturales entre las generaciones producida de manera particular y no uniforme. Dicho de otro modo, aquellos conceptos o ideas más abstractos que cada sociedad hace suyos y que le permiten fijar su relación con la realidad y dotar de sentido a su vida modifican su contenido en cuanto cambian los individuos. Y en tanto que ese individuo interactúa con una comunidad que se renueva generacionalmente, los valores mutan también en aspectos concretos, por lo cual las lecturas de una sociedad también deben ser particulares en cada momento. Así pues, en una cultura deberían diferenciarse muy claramente aquellos aspectos más perdurables y que se modifican poco, de aquellos otros más transitorios o excepcionales, que deben concretarse más. En esto la historia debe jugar un papel importante por su afán de obtener la mayor precisión cronológica en cada caso.

Ello me conduce a pensar en la cultura mediterránea ¿De veras tenemos tanto en común con los pueblos que pertenecen a esta zona geográfica? Es cierto que hemos estado en contacto durante mucho tiempo, pero siempre desde la distancia. En su interior se han constituido sociedades que han evolucionado de manera divergente, por lo que a priori no deberían de haber demasiados aspectos comunes a todas explicables culturalmente, ya que las particularidades desarrolladas en las mismas deberían tender más a diferenciarnos que a asimilarnos.

No quiero convertirme en un apologista de nada. Sólo me limito a observar que las construcciones culturales pueden ser en algunos casos muy subjetivas. A pesar de las lagunas documentales y del escaso acercamiento a los planteamientos teóricos de otras disciplinas, quizás es aquí donde los análisis microhistóricos en equipos interdisciplinarios podría identificar mejor esas diferencias y similitudes.

TdC: En líneas generales me da la sensación que nuestras discrepancias son más que nada de énfasis en unos elementos sobre otros. Estoy de acuerdo contigo en que se ha idealizado e incluso instrumentalizado el valor interpretativo de la cultura, quizá porque es difícil dar una definición de la misma y es fácil convertirla en un cajón de sastre, y comprendo que eso debe hacernos cautos a la hora de afrontar el tema.

Creo adivinar que tu desconfianza se explica, entre otras razones, por los intereses económicos que se esconden --por poner el caso más conocido-- bajo la denominación de dieta mediterránea y que financian o estimulan cierto tipo de investigaciones que exageran en ocasiones, por poner un caso, las propiedades del vino o del aceite de oliva. A este respecto podemos recordar las interesantes reflexiones de Allen Grieco y de Claude Fischler incluidos en el libro La Alimentación Mediterránea 3.

Ahora bien, no se trata de que la cultura sea la llave de nada, ni de que la convirtamos en el elemento decisivo en la comprensión de las sociedades, sino más bien en un elemento entre otros muchos que puede servir para ver qué tenemos de común y qué de distinto con otros pueblos, en este caso los de nuestro entorno.

Me parece realmente interesante tu reflexión sobre el conflicto cultura-individuo y no voy a negar la interdependencia e interacción existente entre la psicología individual y la social. Pero, si partimos de que la psicología reconoce igualmente que los miembros de una comunidad suelen adoptar dentro de ella comportamientos individuales que se convierten en grupales cuando los intereses o la identidad de la misma se sienten peligrar, te pregunto, ¿no será que la cultura de la que nosotros estamos hablando es una parte de la psicología social, de la conformada por un conjunto de actitudes grupales "fosilizadas"?

Responder de manera adecuada a la cuestión directa que has planteado en último término no es sencillo. Efectiva-mente, no todo son coincidencias en los países de la cuenca mediterránea: recordemos que en ella conviven regiones situadas en continentes diferentes, con lenguas, culturas religiosas diversas cuyas respectivas evoluciones históricas han sido concurrentes en algunos períodos históricos aunque no siempre del mismo modo. Por tanto, a priori existen zonas que presentan mayores facilidades a la hora de establecer estudios etnohistóricos: es más fácil entre Siria y Egipto, o entre Marruecos y Argelia, o entre Francia e Italia. No obstante, no todo son diferencias, y no podemos olvidar que dentro de las distintas subáreas se detectan evoluciones y comportamientos similares a los de otras: así, Grecia tiene más en común con Siria que con España por el simple hecho de haber formado parte del Imperio Otomano, aunque las formas de vida tienen más que ver con las de Europa que con las del país árabe..

Entonces ¿donde encontramos esa Cultura Mediterránea con mayúsculas? Quizás la descubramos poniendo en planos idénticos grupos sociales y zonas concretas que tengan substratos culturales y religiosos semejantes: parangonar Al-Andalus y el reino de Fez medievales o la Italia y la España actuales, o incluso me atrevería a aventurar ciertas zonas de Al-Andalus y ciertas regiones marroquíes o sirias de hace 50 años.

El Mediterráneo, fuera de categorizaciones sentimentales e interesadas, es algo que a pesar de Braudel está aún por definir. No obstante, la mediterraneidad estaría conformada por una serie de espacios en los que encajarían sin problemas distintas piezas de un mismo puzzle , y, para descubrir esos fragmentos , los estudios comparativos por los que vengo abogando son indispensables, y por supuesto la generalización y la abstracción.

JJC: Lo de la fosilización de las actitudes grupales parece exagerado. En las tradiciones pervive su expresión social por el hecho de ser precisamente motivo de sociabilidad pero no necesariamente han de perdurar, al menos de forma idéntica, las mentalidades que la forjaron originariamente. De este modo, si se relacionan los dos períodos históricos mediante un nexo cultural, se corre el riesgo de explicar hereditariamente unos valores culturales similares, sin considerar los fenómenos particulares que se han ido produciendo en el tiempo y que podrían evidenciar una ruptura y un posterior retorno a ellos, un cambio en su significado u otra cosa.

TdC: Las reservas que expones no son exageradas pues los valores y tradiciones que perduran inmutables a lo largo de los siglos no suelen hacerlo congeladas en una cápsula del tiempo. En otro lugar ya evidencié como la pervivencia de un valor como la liberalidad medieval se remontaba a sociedades arcaicas y perduraba hasta los años finales de la Edad Media, señalando que, sin embargo, no fue entendido o apreciado de igual manera en todo este lapsus de tiempo al ser producto y reflejo de sociedades esencialmente diversas4.

También te digo que el sentido de la hospitalidad imperante actualmente en algunos países árabes que he tenido ocasión de visitar (la atención al huésped, el alojamiento, la comida que se ofrece) la he encontrado reflejada claramente en los relatos de algunas fuentes andalusíes: esas actitudes y maneras es lo que yo denomino actitudes grupales fosilizadas-; por tanto, si estoy llevando a cabo una investigación sobre la hospitalidad en el mundo andalusí podré usar esa misma información como elemento descriptivo base para ampliar o corroborar los datos disponibles pero los motivos y los códigos mentales que las sustentan -aún por determinar precisamente por la ausencia de estudios comparativos fundamentados- serán seguramente diferentes.

Por el hecho de asumir los riesgos que conlleva parangonar sociedades de períodos diversos, doy gran importancia al trabajo previo de investigación que permita conocer la evolución histórica de la zona contemporánea: hay que comprobar las transformaciones socioeconómicas sufridas en el ámbito nacional, regional y comarcal elegido para evitar atribuir al pasado elementos que en muchos casos son plenamente contemporáneos y no el resultado de una ficticia inercia histórica. Con posterioridad, los datos individualizados deberán ser tratados e interpretados teniendo en cuenta el contexto en el que se insertan y que los explican, evitando los tentadores riesgos de rellenar lagunas del conocimiento histórico con la importación mecánica de elementos ajenos a ellos. Ahora bien, los riesgos disminuyen considerablemente cuando lo que se quiere conocer son técnicas (hecho básico en el caso de la etno-arqueología) si bien es cierto que ciertas prácticas o comportamientos presentan semejanzas que, como hemos advertido, no podemos atribuir a la casualidad.

Recordaré, para finalizar, que la aproximación antropológica a nuestros vecinos sureños cuenta con más antecedentes que con los de la otra orilla del Mare Nostrum, por proximidad geográfica, por la existencia de períodos históricos compartidos con Al-Andalus y porque gran parte de la población que abandonó el reino de Granada tras su conquista emigró al Magreb, pero también porque todavía falta llevar a cabo un análisis en profundidad de otras zonas que permita confirmar o descartar esta afirmación.

JJC: Retomando la cuestión del marxismo, parece absolutamente necesario revisar por completo sus planteamientos y sus objetivos, especialmente cuando una parte de sus principios fundamentales se antojan, cuando menos, dudosos. Yo siempre lo he notado demasiado preocupado por ilustrar con la mayor precisión las adaptaciones de los distintos modos de producción preestablecidos en las sociedades humanas, cuando ya es sabido que esa parte necesita una profundización de sus principios filosóficos. Pienso que el materialismo histórico podría ser un vehículo y reconozco la necesidad de reivindicar su trabajo en la historiografía, pero debe apostar más por el acercamiento a otras corrientes de pensamiento, con el propósito de mejorarse y a la vez de detectar los problemas de aquéllas, aun a riesgo de que el resultado sea algo totalmente distinto.

TdC: El interés de antaño por adscribir todas las sociedades a un modo de producción determinado, como si moldes idénticos hubiesen dejado su impronta en diferentes materiales, conecta con lo que decías antes de construir grandes genealogías y esquemas de manera forzada y partidaria. En efecto, la revisión es necesaria para la renovación: primero hay que sacar muchas de las propuestas originales del baúl y volver a presentarlas, reactualizarlas, ponerles un traje nuevo. Quizás esté en nuestras manos, jóvenes historiadores, reformar el lenguaje, hacer más inteligible el mensaje, y partiendo de ellos avanzar en aquellos frentes que ellos no consideraron. No obstante, repitiéndome a mí misma a riesgo de ser pretenciosa, concluiré diciendo que: "El bagaje ideológico y metodológico que ellos [nuestros maestros] nos transmitieron encontraron un humus receptivo pero, falto de la pasión inherente en ellos, se asimiló de una manera quizás más natural, menos traumática. Se trata, quizás, de un materialismo paradójica-mente más utópico y más pegado a la realidad: más utópico porque es más un instrumento de interpretación o explicación de la realidad y de la historia que de cambio político, y más real porque se parte de la base de que las escasas y reales capacidades transformadoras del mundo en el que vivimos" 5.

Coincidimos, pues, en que para proceder a renovar la investigación histórica, para contribuir a conocer mejor las sociedades que estudiamos y para hacerlo con nuevos instrumentos, partimos de la colaboración entre un materialismo histórico trasmutado y la antropología en mi caso, a lo que hay que añadir, como tú bien indicas, las aportaciones de la psicología y la filosofía. Lo que queremos hacer es, usando una analogía, un cóctel con muchos ingredientes que al final tenga un sabor y color propios. Ahora sólo queda ponernos manos a la obra...que no es poco.


NOTAS

DE CASTRO, T.: "Fuentes olvidadas para la Historia de la alimentación: Crónicas, biografías y libros de viaje" Arqueología Medieval, 6, 1998, pp.
Vid. DE CASTRO, T.: La alimentación en las crónicas castellanas bajomedievales. Granada. Universidad de Granada. 1996, pp. 11-13
GRIECO, A. J.: ¿Cocina mediterránea o dieta mediterránea (del siglo XIV a principios del XVI)?", La Alimentación Mediterránea. Historia, cultura, nutrición. Barcelona. Institut Català de la Mediterranània. 1996, pp. 117-126. FISCHLER, C.: "El modelo alimentario mediterráneo: mito y/o realidad", Ibidem, pp, 361-376
Vid. DE CASTRO, T.: Op. Cit., pp. 114-115.
DE CASTRO, T.: "Fuentes olvidadas...."


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  Updated: 09/08/2009
 


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Juanjo Cáceres
Centro de Estudio: Universidad de Barcelona
Ámbito de Estudio: Cambios Alimentarios, Riesgos Alimentarios y consumo, Alternativas Alimentarias, Alimentos Locales Catalanes, Alimentos Genéticamente Modificados
Ocupación Actual:
Coordinación Técnica del SEIAHS (Societat per a l'Estudi Interdisciplinari de l'alimentació i els hàbits Socials)
Website: SEIAHS


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