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INDICE DEL TRATADO




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 VERSION CORTA Y SIN NOTAS - SHORT VERSION WITHOUT NOTES OF "El tratado sobre el vestir, calzar y comer del arzobispo Hernando de Talavera", Revista Espacio, Tiempo, Forma, Serie III, Historia Medieval, 14, 2001, pp. 11-92
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    Hernando de Talavera
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1. HERNANDO DE TALAVERA


El fraile jerónimo Hernando de Talavera (1428-1507) fue estudiante y profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Salamanca. En agosto de 1466 ingresó en el monasterio jerónimo de San Leonardo de Alba de Tormes, donde pronto adquirió fama de buen religioso. Cuatro años después se lo disputaban para el cargo de prior dos casas, la suya y la de Nuestra Señora del Prado en Valladolid, pero se decantó por esta última; allí permaneció 16 años ejerciendo una importante labor renovadora de la vida monástica con la reimplantación del ora et labora. Alrededor del año 1475 conoció a la princesa Isabel, futura Reina Católica, convirtiéndose pronto en su confesor. Talavera fue el inspirador del programa de reformas político-religiosas emprendidas tras el final de la guerra civil castellana, así como de aquéllas religiosas instauradas a partir del sínodo de Sevilla de 1478. A partir de 1485 ostentó el cargo de obispo de Ávila, destacando una vez más por su proximidad a las primitivas doctrinas de la Iglesia. Tras la conquista de Granada en 1492 ejerció de administrador apostólico del reino de Granada hasta que en enero de 1493 recibió la bula que lo nombraba arzobispo. Su caída en desgracia empezó a producirse a partir de 1499, coincidiendo con el ocaso personal de la reina Isabel y de sus consejeros políticos. A fines de 1505 fue acusado de hereje pero, a pesar de la dureza del proceso y de las torturas, el papado tomó cartas en el asunto y no aceptó la acusación. Su muerte se produjo el 14 de mayo de 1507.

Fue su trabajo pastoral en Granada el que le hizo uno de los personajes castellanos más controvertidos de la última década del siglo XV, debido no sólo a la relevancia de su cargo eclesiástico y al hecho de ser el consejero de los Reyes Católicos sino también a su implicación directa en la política religiosa de los monarcas. Tras la conquista del reino de Granada, los Reyes Católicos iniciaron una política de conversión de la comunidad musulmana, y para ello eligieron a Hernando de Talavera. Su «mano blanda», su carácter moderado, la preocupación por la comunidad mudéjar y su método centrado en la predicación chocaron con la falta de resultados visibles y con la prisa de los reyes por acelerar el proceso. Ello condujo a su sustitución en 1499 por el cardenal franciscano Francisco Jiménez de Cisneros cuya actuación, marcada por la intransigencia, provocó el inicio de la rebelión mudéjar y la posterior conversión masiva y forzosa de esta comunidad. Todo lo dicho contribuyó a la idealización del personaje frente a su sucesor. De este modo, en la Historia Eclesiástica de Granada escrita por Francisco Bermúdez de Pedraza en el año 1638, Talavera aparece casi santificado: se resaltan su sencillez, su austeridad, sus virtudes predicadoras, su accesibilidad, el amor que le profesaba todo el mundo en la ciudad de Granada, etc.

Hernando de Talavera fue asimismo un prolífico hombre de letras, estando su obra centrada en cuestiones moralistas y ascéticas. Escribió un buen número de tratados, instrucciones y folletos dirigidos tanto a religiosos como a legos. Entre los primeros redactó una instrucción sobre cómo habían de visitarse la iglesias y conventos de monjas; un confesional; un ceremonial, donde se explicaba qué representaban y cuándo se celebraban las distintas ceremonias religiosas; dos oficios sobre la toma de Granada, y dos más dedicados a la festividad de San Juan y la Expectación de la Virgen. Dentro de las obras de carácter divulgativo dirigidas a legos tenemos una instrucción hecha a instancia de la condesa de Benavente sobre en qué habían de gastar el tiempo las señoras de título; una especie de cartilla en las que enseñaba la ley cristiana y un tratado contra la murmuración, aparte de la obra que estudiamos aquí. Finalmente, escribió una impugnación en defensa de la fe católica rebatiendo un libro herético publicado en Sevilla y enmendó la Vita Christi de Fray Francisco Ximénes. Gran parte de sus trabajos fueron impresos, ya que Talavera consideraba que la imprenta era un elemento indispensable para difundir con rapidez y precisión su mensaje apostólico. Fue el fundador de la primera imprenta en Valladolid (1480) y cuando llegó a Granada atrajo a la ciudad a los famosos impresores alemanes Meinardo Ungut y Juan Pegnitzer que habían estado trabajando previamente en Sevilla.


2. EL TRATADO SOBRE LA DEMASÍA EN EL VESTIR, CALZAR Y COMER

La redacción del texto original se produjo en 1477 cuando Hernando de Talavera era todavía prior del monasterio de Santa María de prado en Valladolid, mientras que la edición se produjo en los años inmediatamente posteriores a la conquista de Granada, alrededor del año 1496. El hecho concreto que motivó la redacción de esta obra fue la edición en Valladolid de un decreto de excomunión a las mujeres que se vistiesen con gorgera y caderas anchas y a los hombres que llevasen camisones con cabezones labrados. El escándalo que este edicto creó entre los intelectuales y hombres letrados de la ciudad motivó la consulta de las autoridades eclesiásticas. Hernando de Talavera respondió por escrito dando su opinión, para lo cual redactó los capítulos que componen este tratado en apoyo de la decisión de los religiosos vallisoletanos.

Los argumentos expuestos pretendían dos cosas. Primero, demostrar que los eclesiásticos sí podían dar su opinión sobre el tema de la vestimenta y, por supuesto, legislar al respecto. Segundo, demostrarlo de una forma sencilla y comprensible para todo el mundo, sin que faltase el recurso tradicional a los ejemplos bíblicos y a la Patrística. Para ello adoptó el formato de un tratado de moral ya que la conducta es examinada bajo el prisma de los mandamientos, los pecados capitales, los sacramentos, la vida de los profetas, los padres de la Iglesia, los Apóstoles, algunos santos, etc.

No se trata tanto de dirigir la conducta de los fieles recordándoles qué pueden hacer y qué no, sino de justificar la supremacía moral y política de la Iglesia en la ordenación de los comportamientos sociales. En los años finales del siglo XV y los primeros del XVI el peso de la Iglesia y de sus principios en la vida cotidiana eran decisivos y no se quedaban sólo en el ámbito de lo teórico. Con todo, la moral impuesta por la Iglesia no fue la única, ya que alternó y se combinó con la propuesta por las clases sociales dominantes. A lo largo de toda la Edad Media se había ido produciendo un proceso de laicización, de modo que la incontestabilidad a los principios religiosos de siglos anteriores no existía en los años finales del XV. De hecho, el motivo de la redacción de esta obra fue que: «Agora dubdaron algunas personas que en el junco buscan nudo y lo claro hazen obscuro: si se pudo esto vedar, e si el prelado touo para ello autoridad, y especialmente si se pudo poner sentencia de excomunión en las personas que lo vno o lo al se atreuiessen a traspassar». Y recuerda que «a los pueblos y a los subditos e inferiores pertenece obedecer simplemente, e bien hazer y executar lo que los mayores supieron o supieren mandar y ordenar». Un ejemplo práctico de esta nueva situación social viene testimoniado por la plena vigencia en estos años de las «leyes suntuarias». Estas leyes estaban destinadas a controlar el comportamiento y consumo privados en un período marcado por una alta movilidad y flexibilidad socioeconómica, en el que los grupos sociales ascendentes tendían a mostrar en sus gestos exteriores su riqueza económica o su nueva posición social. El propio Hernando de Talavera llega a afirmar: «porque cada labrador e cada oficial, cada escudero, cada cibdadano y cada cauallero de pequeño y de grande estado excede manifiestamente no de lo natural solamente mas avn de lo que es permisso e tollerado a cada vno segun su estado». Esta dicotomía entre la realidad sociopolítica en la que desarrollaba su labor la Iglesia y los principios morales que ella defendía es la que explica la redacción de un tratado tan singular como el que aquí estudiamos.

La edición del manuscrito original, una vez corregido y cortado, no se puede explicar por casualidad. Su publicación y la simplificación del texto se enmarcan sin lugar a dudas dentro de la labor de adoctrinamiento que Hernando de Talavera empezó a desarrollar en el reino de Granada tras la conquista castellana. En esos años, la labor moralista de la Iglesia era un elemento activo de dominación política y social. La preocupación del arzobispo de Granada por las cuestiones alimentarias estaba totalmente vigente en las fechas en las que compiló esta obra, ya que entre 1492 y 1499 estuvo directamente dedicado a desarrollar su política de integración de los conversos, en la cual era imprescindible la eliminación de sus peculiaridades alimentarias. Por ejemplo, en el Archivo Municipal de Granada encontramos una carta suya pregonada el 22 de marzo de 1498 en la que castigaba con pena de excomunión a cualquier cristiano que vendiera vino a los mudéjares o comprara carne degollada por ellos, o usara parteras musulmanas o alquilara sus casas a los mudéjares para hacer celebraciones de bodas. De fecha indeterminada, pero sin duda de poco después de la conversión general (alrededor de 1501), es una instrucción hecha por Talavera en respuesta a una petición de los vecinos del Albaicín sobre las prácticas cristianas que debían observar, en las que él aconseja abandonar sus costumbres religiosas incluidos los ayunos, las particularidades alimentarias y cualquier otra singularidad cultural. La edición de este tratado en ese contexto histórico pretendía seguramente reforzar el papel de la Iglesia, y de Talavera, dentro de la política de conversión de los mudéjares.


3. NUESTRA EDICIÓN

a) LOS MANUSCRITOS

La edición que efectuamos de El Tratado sobre la demasía en vestir y calzar, comer y beber ha tenido en cuenta tanto la edición manuscrita como la edición impresa de la misma. La obra original, escrita en 1477, se conserva en el manuscrito b.IV.26 de la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Ocupa los folios 31r a 95r de los 95 totales que lo componen, mientras que los restantes corresponden al tratado dedicado a María Pacheco, condesa de Benavente. Se trata de un manuscrito de papel escrito a dos tintas, los títulos y calderones en rojo y el resto en negro, con una caja de 201 x 140 mm.

La obra impresa, un compendio de la original, aparece incluida junto a otros trabajos del autor en el incunable número 2489 de la Biblioteca Nacional de Madrid, que se inicia con la Breve y muy provechosa doctrina cristiana de los que deben saber todo cristiano, su obra más conocida. El conjunto, editado en Granada alrededor de 1496 por Meinardo Ungut y Juan Pegnizer, lo componen 227 folios tamaño 4 impresos a dos tintas y en buen estado de conservación. Está encuadernado con un pergamino flexible del siglo XVI. El tratado que estudiamos comprende únicamente 46 folios, desde el fol. 158 al fol. 204.

b) DIFERENCIAS ENTRE AMBOS TEXTOS

La mayoría de las oscilaciones que hemos observado en ambos textos tienen que ver con las transformaciones lingüísticas que se estaban produciendo en los años en que Talavera escribía, así como en el estilo general de ambas redacciones. De este modo se advierte el uso de una grafía más latinizante en el manuscrito y presencia de más vulgarismos, mientras que en la edición impresa vemos un mayor arcaismo.

El manuscrito presenta una organización expositiva más lógica, pero la estructura de capítulos y subcapítulos dificulta en ocasiones la comprension general, de ahí que seguramente el autor optara por una correlación en la numeración de los capítulos y eliminara los parágrafos dedicados a resumir de qué trata cada parte. En la versión impresa se eliminó la referencia a la fecha de composición del texto y los motivos que a ello le llevaron, y se suprimieron también largos párrafos en los que el autor se entretuvo en enumerar la superfluidad del uso de vestidos y adornos en las vestimenta masculina y femenina, quizá porque su edición en Granada pretendía concentrar el texto en algunos problemas concretos y darle nuevo vigor, tal como hemos señalado antes.

c) OTRAS EDICIONES

Hasta el momento, y a pesar del interés que este tratado de Talavera presenta, no se había emprendido la edición íntegra del mismo. No obstante, los capítulos IV y V del tratado fueron editados por Fr. Benigno FERNÁNDEZ, O.S.A., La ciudad de Dios, LXXXVIII, pp. 167-174 y LXXXIX, pp. 110-118. Algunos de los descartes que no se incluyeron en el incunable fueron impresos por Sentenach en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XII (1903-1904). El uso de la edición impresa fue objeto de estudio en el siglo XVII, en la obra de Bartolomé Jiménez Patón, Reforma de trajes. Doctrina de Fray Hernando de Talavera, ilustrada por el Maestro editado en Baeza en 1638, de la que existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid (R. 137). También aparece ampliamente citada en la obra de Carmen Bernís, que aparece mencionada en la nota 5.

d) NUESTRA EDICIÓN

La presente edición de la obra de Talavera ha cotejado ambos ejemplares e integra aquellas partes que fueron eliminadas en la edición impresa. Los cambios significativos en la redacción entre las dos versiones del tratado vienen señaladas en las notas a pie de página, mientras que los añadidos y la foliación de ambas versiones se incluye en el cuerpo del texto. Para aclarar las diferencias textuales hemos utilizado los siguientes signos acrósticos:

Entre las particularidades paleográficas cabe reseñar la presencia del signo de abreviatura en el texto original sobre como -como reminiscencia de commo-, que no trascribimos, así como el signo de abreviación sobre la y -como recordatorio del et- que en algunos casos se suplió por e, en otros por i y en otros por un signo parecido a una zeta.


4. UTILIDADES PARA EL INVESTIGADOR

Las particularidades lingüísticas son muy numerosas y permiten un estudio detallado del lenguaje utilizado por Hernando de Talavera, y por extensión de aquél usado por los eruditos de la Iglesia al inicio de la Edad moderna. Un estudio de este tipo podría servir para analizar el proceso de vulgarización de la lengua castellana dentro de un grupo altamente latinizado como era el de los intelectuales eclesiásticos. El análisis de los dos textos del tratado evidencia la influencia del latín en la redacción castellana de Talavera: oscilaciones en el uso de la conjunción copulativa y/e, terminaciones en tia en lugar de cia, el uso de dobles consonantes, especialmente cc en lugar de c; alternancia v y u con valor consonántico o vocálico; confusión entre I e Y y entre f y ph; uso de i o j (i larga); oscilación entre uso de no o non cuando se niega al verbo; duda entre el uso de sc y ç, etc. Al mismo tiempo se observan alternancias fonéticas y gramaticales que estaban afectando a la lengua castellana durante aquellos años: confusión c y ç, duda al usar les y los, alternancia entre el uso de n o m antes de p; confusión entre zg y dg; aparición y desaparición de la h; alternancia entre f y h; oscilación entre el uso de erre simple o doble en mitad de palabra, y mucho más.

Un análisis de las fuentes que Hernando de Talavera utiliza para apoyar su discurso permite observar los elementos que la erudición eclesiástica de la época consideraba indispensables en un discurso moral. Además, permite averiguar qué libros y teorías clásicas estaban circulando entre los intelectuales de la época. Talavera cita entre los profetas a Elías, Isaías, Baruch, Isaac, Ezequiel, Daniel, Eliseo, David, Moisés, Sofonias; entre los padres de la Iglesia menciona a Basilio, Ambrosio, Juan Crisóstomo y Cipriano, mientras que los Apóstoles de referencia son Pedro y Pablo. También usa ejemplos procedentes de la vida de algunos santos tales como Gabriel, Cecilia, Martín, Sebastián, Marina, Jerónimo y Tomás; episodios bíblicos procedentes del Génesis, los Salmos, Libro de los Reyes, los Evangelios de Juan y Lucas, el Apocalipsis, los Hechos de los Apóstoles, aparte de referencias a otros episodios del Viejo Testamento. Cita también a Tomás de Aquino e Isidoro de Sevilla, y hace referencias explícitas a Platón y a la Filosofía Natural, aunque la lógica del discurso es fundamentalmente aristotélica. El recurso a la Patrística y a los filósofos clásicos es de primera mano. Sabemos por el testamento de Hernando de Talavera, que su biblioteca la componían 182 volúmenes que incluían obras de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres Latinos, de los grandes teólogos medievales (especialmente Agustín y Tomás de Aquino), de los autores clásicos latinos (Aristóteles, Platón y Cicerón sobre todo), las obras fundamentales del Derecho Civil y Canónico y las de los famosos autores árabes como Avicena y Averroes en su versión o traducción latinas.

Algunos de los apartados del tratado sirven de inventario de los elementos de la vestimenta y el calzado de los años finales del siglo XV, permitiendo por añadidura establecer el simbolismo del uso de ciertos colores y su relación con la jerarquía social. Por lo demás, el tratado de Talavera puede ponerse en relación directa con las llamadas leyes suntuarias o leyes contra el lujo que se extienden a lo ancho de Europa a partir del siglo XIII aunque sin mucho éxito en la aplicación. En el caso de Castilla la primera carta que controlaba el uso de la seda y los adornos personales fue emitida el 30 de septiembre de 1499, y ofrecía tanto normas aplicables al conjunto de la población como concesiones a los caballeros armados, a las personas de las familias que mantenían caballo, así como a los maestros y patrones de naos. En enero de 1500 se publicó en Sevilla otro documento aclarando y corrigiendo la precedente, por el cual se hacía excepción con las mujeres asturianas y vizcaínas en atención a lo antiguo de sus trajes, autorizándose además ciertos adornos al conjunto de la población. En 1506, sin embargo, los procuradores presentes en las Cortes de Valladolid hicieron una petición al rey -nunca atendida- solicitando una reforma de las pragmáticas anteriores con el fin de establecer diferencias mayores entre los distintos grupos sociales, ampliando las concesiones a los más poderosos y reduciendo o anulando los derechos de los más humildes. El estudio de la procedencia de los tejidos y materiales mencionados puede servir además para observar las redes comerciales que existían en torno al mundo de la vestimenta y el calzado en aquella época.

El interés por la cuestión de la vestimenta, que es el prioritario a la hora de escribir esta obra, dio paso al de la comida, tal como reconoce el mismo Talavera: «No era tanto de nuestro propósito dezir de los excessos del comer y del beuer mas como parece de lo susodicho, de lo vno e de lo otro, es quasi vna sentencia e vn mesmo juyzio». Aunque la obra no es un tratado dedicado a los sentidos ni tampoco al gusto o a la comida, lo cierto es que la información que proporciona sobre el comer y el beber nos permite afrontar el tema de la concepción del gusto dentro de la ideología imperante en la moral bajomedieval. Al igual que todo lo creado por Dios, los alimentos son intrínsicamente buenos pero las circunstancias que rodan su consumo son las que se asocian con el pecado. Este hecho permite estudiar el papel de los alimentos y los comportamientos alimentarios dentro de la doctrina cristiana, la relación de la alimentación con el pecado, el simbolismo religioso de determinados alimentos o grupos alimentarios, la relación entre Paraíso y alimentos, la conexión entre jerarquía social y consumo alimentario, etc.

La visión de la jerarquía social, la concepción que los eclesiásticos tenían sobre el papel de la Iglesia en la sociedad bajomedieval, la relación entre jerarquía social, vestimenta, alimentación y sexo, los elementos que componían la normativa dietética cristiana medieval, son sólo algunos ejemplos de las muchas posibilidades que una obra como la que editamos presenta para medievalistas y modernistas.


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 Revisado - Updated: 13/08/2009

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