PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES 
EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA
(*)
Pbro. Dr. Joaqu�n S�enz y Arriaga    

   De la Argentina, en la revista "LA HOSTER�A VOLANTE", tomamos ahora el siguiente art�culo del Dr. Carlos A. Dissandro: 

"PONTIFICADO y PONT�FICE". Una breve quaestio theologica.

   He explicado, en las breves p�ginas de Iglesia y Pontificado (ed. Montonera, Mar del Plata 1969) las coyunturas doctrinales, que reaparecen o se requieren en estos momentos dram�ticos del mundo. Tratar� de completar aqu� la imagen de un Pont�fice -para quien esto escribe "Falso Papa "- que parece cubrir con su presencia la historicidad m�stica del pontificado, aunque en realidad, la erosiona, esclaviza y degrada, y de este modo erosiona, esclaviza y degrada la entera Iglesia, Sacramentum Trinitatis.
   Por el reexamen de las instancias doctrinales, que se refieren a la forma divina de la Iglesia, sabemos que el Pontificado es t�rmino necesario, para el concreto v�nculo hist�rico entre el nivel celeste y el nivel terrestre. Sabemos que es una magistratura y jurisdicci�n personal, cuya continuidad es irrefragable; sabemos, finalmente, que la falencia personal del Pont�fice (en un orden �tico-religioso general) no implica la caducidad de su magistratura (en el caso de simon�a, concubinato, cesaropapismo, etc.); pero que trat�ndose del v�nculo con un nivel teol�gico, que anude fe y autoridad, podr�a ocurrir que el Pont�fice se escindiera de la Iglesia, o, lo que es lo mismo, que el Pontificado quedara vacante, no s�lo por muerte f�sica, sino tambi�n por muerte teol�gica (herej�a y cisma).
   Esta clara posici�n nos distingue de los que defienden clamorosamente a Paulo VI, pero atacan las bases inviolables de su Pontificado (el Cardenal Suenens, por ejemplo, y much�simos otros); y tambi�n de los que subvirtiendo el fundamento dogm�tico de formulaci�n hel�nica de la Fe (Concilios de Nicea, Calcedonia y Efeso) pretenden salvar pontificado y pont�fice, seg�n un nominalismo teol�gico, que lo funda todo en una noci�n incompleta o falsa de autoridad (el cardenal Danielou, por ejemplo, y con �l casi todos los grupos que se tienen por tradicionalistas, al menos aqu� en la Argentina). Combatimos, pues, en este terreno doctrinal y pr�ctico, el nefasto desfonde judaico del progresismo, y el no menos nefasto designio de una falsa tradici�n, que subvierte el v�nculo entre FE y AUTORIDAD.
   Conviene, pues, referirse concretamente a las principales posiciones, que se sostienen hoy en el mundo, y delinear provisoriamente nuestra propia concepci�n del problema. Los que nos acusan de orgullo, exageraci�n, etc. podr�n advertir los matices dif�ciles en todos estos planteos. Resaltar� entonces, con mayor nitidez, que sin negar el tono temperamental, tan leg�timo como cualquier otro, nos ubicamos en el plano de una quaestio disputata y elegimos conscientemente una soluci�n, la m�s delicada y comprometida quiz�, pero no por eso menos l�cida.
   En primer lugar tendr�amos que recordar las dos grandes posiciones: 1� La que acepta la legitimidad de la elecci�n de Juan B. Montini, legitimidad que lo instaura como Paulo VI, sucesor leg�timo de sus predecesores; la 2� La que sostiene que es ab initio un falso Papa, ya que es el resultado de aquel c�nclave �rrito, por motivos que difieren, seg�n diversas consideraciones. La primera posici�n cuenta con una abrumadora mayor�a y parece haber conciliado para siempre el consenso universal de la Iglesia. La segunda posici�n, sostenida por un n�mero reducido de int�rpretes, te�logos y canonistas, no est� exenta, sin embargo, de matices sorprendentes, que no con viene desde�ar, porque interesan de cualquier modo a la quaestio disputata. Como se trata de una opini�n, que puede examinarse m�s r�pidamente, propongamos aqu� su puntualizaci�n.
   Podr�an distinguirse tres causas, que, seg�n los int�rpretes, fundar�an la nulidad de la elecci�n del cardenal Montini, por tanto, la nulidad del pontificado de Paulo VI: a) por las doctrinas her�ticas, sostenidas por Montini, antes y despu�s de su acceso al cardenalato; no habiendo abjurado de tales doctrinas, no podr�a ser leg�tima tal elecci�n del c�nclave; b) por las condiciones bio-espirituales del elegido, pues para investir la suprema magistratura de la Iglesia se requiere un cierto nivel de normalidad en el sujeto elegido (por ejemplo, no podr�a ser electo un cardenal ciego, un impedido mental, un homosexual, etc.); c) por el tr�mite formal de la elecci�n, en la medida en que puede violarse la autenticidad y normalidad de las circunstancias conclavistas, para imponer a la Iglesia un falso Papa demoledor. Ahora bien, las tres posibilidades esenciales, enunciadas esquem�ticamente, en cuanto a la nulidad inicial de este Pont�fice, requerir�an una exhaustiva indagaci�n, cosa hoy pr�cticamente imposible, con excepci�n, tal vez, del primer apartado: "Doctrinas her�ticas del Cardenal Montini", y se enfrentar�an, por lo dem�s, con un consenso mantenido, sin variaci�n, durante siete a�os. Sin embargo, en el vasto mundo enfervorizado, hay quienes sostienen con intrepidez y fundamentos tales interpretaciones, precisamente en homenaje a una total coherencia doctrinal y a una defensa l�cida de la FE y de la AUTORIDAD. Aqu� en la Argentina s�lo el mencionar este tema provoca aullidos, retorcimientos, rasgado de vestiduras seudodoctrinales, improperios e insultos. Pero, las cuestiones disputadas pertenecen al orden de la inteligencia de la fe y no al criterio de una gendarmer�a teol�gica, que esgrima la banderola de la AUTORIDAD, para impedir la vida verdadera de la Iglesia. La FE no es una venda; es un acto de posesi�n del MISTERIO TEANDRICO, con su margen de inteligibilidad claro-obscuro y total penumbra inaccesible. Moverse en esa entra�able dimensi�n, con un cierto fundamento, con una cierta coherencia y un cierto designio constructivo, tal ha sido la labor de los grandes siglos teol�gicos. Dejemos, pues, los aullidos y los improperios; enfrent�monos con decisi�n a estas coyunturas dram�ticas en la vida de la FE y de la IGLESIA.

***

   Pasemos ahora a discriminar los matices en aquella posici�n, que sostiene la legitimidad de la elecci�n de Montini al Pontificado y, por lo tanto, la legitimidad inicial de Paulo VI, 262� sucesor de Pedro en la Sede Romana.
   Aqu� distinguir�amos, a su vez, tres interpretaciones fundamentales, en las que, en realidad, est�n repartidas las tendencias m�s importantes en la Iglesia de hoy. En primer lugar, quienes unen de un modo absoluto y solidario legitimidad inicial y continuidad ininterrumpida de la jurisdicci�n pontificia en Montini, y no pueden concebir ni admitir posibilidad alguna de que cese tal jurisdicci�n, leg�timamente asumida. S�lo la muerte, seg�n estos autores, deja vacante el pontificado. Se unen a esta posici�n tradicionalistas (Danielou), progresistas (Suenens), con todos los matices imaginables.
   En segundo lugar, los que distinguen actos leg�timos e ileg�timos (o �rritos) de Paulo VI: mantienen, pues, la legitimidad jurisdiccional de la persona, pero la invalidan en circunstancias concretas. Cuando �stas ocurren obrar�a, pues, no el Pont�fice, sino Juan Bautista Montini. Convivir�an entonces en un mismo sujeto actos leg�timos (pontificios) y actos ileg�timos (montinianos). En esta interpretaci�n podr�a valer la f�rmula cl�sica: PAPA HAERETICUS EST DEPONENDUS.
   En tercer lugar, los que reconociendo la legitimidad inicial de Paulo VI, sostienen que ha caducado o la ha perdido, con todas las prerrogativas de los sucesores de Pedro, incluso la infalibilidad, por causa de herej�a formal, continuada y expl�cita. El pontificado, pues, estar�a vacante desde un momento dado, y se cumplir�a por lo mismo en el caso de Paulo VI la f�rmula tambi�n cl�sica: PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS.. .

***

   Podr�amos ejemplificar todas estas opiniones, con oportunas consideraciones y discrepancias, sin agregar mayores luces a la problem�tica misma. Entre los que piensan que Paulo VI fue ab initio un Papa leg�timo, est�n, como ya dijimos la casi totalidad de los tradicionalistas y la casi totalidad de los progresistas: est�n asidos a la c�spide de una autoridad equ�voca, lo que permite el movimiento dial�ctico de Paulo VI y su h�bil conducci�n de heresiarca. La Iglesia est� siendo destruida,  mientras lloran los cardenales, los obispos y el propio Montini. �Qui�n la destruye? Mysterium iniquitatis, dicen los m�s audaces.
   Entre los que sostienen esta opini�n de que Montini fue v�lidamente elegido Papa y contin�a siendo un verdadero Papa est� el Padre De Pauw (Catholic Traditionalist Movement, en los Estados Unidos) y el Abb� Georges de Nantes (Contre-Reforme Catholique au XXe. Siecle, en Francia). El Padre De Pauw rechaza de plano y totalmente la "Nueva Misa", pero exime a Paulo VI de la responsabilidad formal y expl�cita de su contexto her�tico. No admite que se discuta la continuidad v�lida del pontificado de Paulo VI, aunque admite que se se�ale la falsedad de sus supuestos actos pontificios. Habla, pues, de "our unaltered belief in the continuity of papal authority, y dice as�:  "Este concepto de la continuidad de la autoridad papal resulta para m�, al menos desde un punto de vista pr�ctico, la condici�n que nos permite un mayor vigor espiritual y una mayor justificaci�n
para nuestro NO a la 'Nueva Iglesia', que todas las dem�s razones jur�dicas, morales y dogm�ticas, examinadas m�s adelante... Cf. Letter, Spring 1970, p�g. 9).
   Sostiene el P. De Pauw que la Iglesia es un barco, que ha sido asaltado y cuyo capit�n, es decir Paulo VI, "Es prisionero de una tripulaci�n amotinada, que da �rdenes falsas en nombre del Papa" (Cf. Las declaraciones al St Louis Globe Democrat, june 10, 1970). Las �rdenes que emite Roma, en m�ltiples y delicadas cuestiones, son, falsas; pero el Pont�fice ha sido, es y ser� leg�timo y verdadero Papa hasta la muerte. Deben ser resistidas sus �rdenes, pero debe defenderse tambi�n la legitimidad de Paulo VI.
   El Abb� Georges de Nantes subraya, como dijimos, la diferencia entre actos paulinos (por ejemplo (la Enc�clica MYSTERIUM FIDEI) y actos montinianos (por ejemplo: REUNI�N CON EL CONGRESO MUNDIAL DE LAS IGLESIAS EN GINEBRA). Adscrito, al parecer, a la f�rmula PAPA HAERE TICUS NON EST DEPOSITUS, SED DEPONENDUS, defiende, en �ltima instancia, la legitimidad actual de Paulo VI, que sigue siendo un verdadero Papa. Sin embargo parece inclinarse, cada vez con mayor fuerza, a sostener el car�cter her�tico de Montini-Paulo VI, si nos atenemos a sus afirmaciones concluyentes en su estudio sobre "EL CATECISMO HOLAND�S" (Contre-Reforme, N� 35 -agosto de 1970).

   "El silencio en la Autoridad suprema de la Iglesia es en s� mismo una complicidad con la herej�a y es un golpe de muerte a la fe... En vista de esta conjuraci�n de la Herej�a Modernista y los Poderes Supremos de la Iglesia, �qu� podemos, qu� debemos hacer?... O bien perder la fe, maldiciendo a Papas y Obispos de siglos pasados, que predicaron e impusieron como verdades divinas lo mismo que ahora es tenido como opiniones superadas y f�bulas inconsistentes... O bien debemos asimos a esa santa e inmutable fe cat�lica y mantenernos en la oposici�n firme a las novedades perniciosas del Modernismo, no ciertamente en nombre de nuestras miserables personas, sino en nombre de la Iglesia, y esto, no obstante el silencio criminal del Papa y de los Obispos. �Quiere esto decir que nosotros los condenamos por nuestro propio juicio? No; no somos nosotros los que los condenamos, sino la fe en nosotros, la fe de la Iglesia que se afirma y resiste, que no encuentra paso ni salida en nosotros, sino a trav�s del Anatema. Esto que nuestra fe efect�a espont�neamente es necesario que la Iglesia del futuro decida hacerlo infaliblemente, cuando Ella quiera restaurar en el mundo la �nica e inmutable certeza de su Fe Cat�lica".
   Es dif�cil conciliar el "silencio criminal del Papa y su supuesta legitimidad actual; pues este silencio se refiere a la substancia de la Fe, y no a un detalle accidental o complementario. No se comprende, entonces, cu�l ser�a el l�mite impuesto por la doctrina, para que cesara este "crimen" y "la Iglesia recobrara su vida verdadera".

***

   Desde un comienzo, en la intrincada cuesti�n doctrinal, hemos sostenido la f�rmula PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS. Hemos convergido, sin saberlo al principio, con los que en Francia publican Trompettes de Jericho, y que hemos dado a conocer por diversas referencias. Las pruebas de la herej�a formal y expl�cita de Paulo VI (8) son abundantes; pueden encontrarse fielmente probadas en los escritos del Abb� de Nantes y del P. Pauw; en Trompettes de Jericho en Das Zeiehen Mariens, etc. Sostenemos, pues, la legitimidad de la elecci�n de Paulo VI, el cual fue Papa leg�timo hasta la signatura del concilio her�tico Vaticano II, que, aunque pastoral, introdujo por su nominalismo teol�gico la herej�a modernista impl�cita. De aqu� arranca todo el drama hist�rico de la Iglesia, si no todo el drama m�stico.
   En efecto, al morir Juan XXIII el concilio estaba autom�ticamente clausurado. De Juan XXIII podemos decir que toler� y foment� la herej�a, aunque no la sign� y confirm� (al menos as� parece). Paulo VI, leg�timamente electo, reabri� el concilio y con su nominalismo her�tico modernista, y con esa seudo-ley en la mano (que llamamos herej�a impl�cita) procedi� a desatar la herej�a expl�cita, conducida por su autoridad personal, caduca en realidad desde ese mismo momento. Los ejemplos de herej�as expl�citas de Montini-Paulo VI son tan numerosos y graves, que convencen a cualquiera que honestamente considere la situaci�n actual, sobre todo despu�s de la abolici�n de la Misa Cat�lica (es decir, despu�s de la abolici�n de la Eucarist�a, que defendi� en un supuesto documento tradicionalista) .
   Todo ello es, en la Iglesia, simplemente �rrito. Paulo VI ha cesado de ser Pont�fice y es, desde la fecha de la signatura del Vaticano II hasta ahora, UN FALSO PAPA Y, POR TANTO, TODOS SUS ACTOS, RESOLUCIONES, DOCUMENTOS, CARECEN DE VALIDEZ JURISDICCIONAL, CAN�NICA, RELIGIOSA, ECLESI�STICA, o como quiera decirse: PAPA HAERETICUS EST DEPOSITUS. La Iglesia est� sometida al poder de un tirano, que inviste los poderes de la Monarqu�a Teol�gica, para subvertir LA FE Y DESTRUIR LA IGLESIA.
   Coinciden substancialmente en esta posici�n, como ya he dicho, Les Trompettes de Jericho (Francia), las que, al establecer la herej�a y el cisma de Paulo VI, consideran as� mismo vacante el pontificado, con oportunas y definitivas reflexiones, confirmadas ahora por la parodia de la "Nueva Misa".
   He expuesto con entera objetividad el conjunto, ciertamente denso y dif�cil de una problem�tica, que no por dolorosa deja de pertenecer a lo m�s entra�able de la FE; he puntualizado las diversas posiciones y matices, propuestas hoy en el mundo. Se�alo adem�s, con entera franqueza, cu�l ha sido y es mi posici�n, que, por modesta que sea mi persona, no cesa de tener significaci�n y valor doctrinal, DE DOCTRINA SE TRATA, NO DE PERSONAS.
   Desde luego lo que afrontamos es tremendo, y m�s tremendo aun lo que se deduce de las diversas opiniones enumeradas y puntualizadas. Sin embargo, estimo que al establecer con fundamentos la posibilidad de la "vacancia del pontificado" y al se�alar como probables esos fundamentos, expl�citos en la coyuntura del actual pont�fice, nos colocamos en la l�nea de mayor claridad hist�rica. En efecto, m�s all� de la cat�strofe, que parece avecinarse, se discierne tambi�n la salida, en la medida en que habr� de hacerse consciente en la Iglesia la reconstrucci�n ulterior de la autoridad doctrinal de un Pont�fi
ce leg�timo y realmente "cat�lico". Otras soluciones ser�n siempre contrarias a la verdadera Tradici�n.
                                                              Carlos A. Disandro.

   El Abb� de Nantes, en su CONTRE-REFORME CATHOLIQUE, noviembre de 1970, cita diversas opiniones sobre este tema candente, que hace ya tiempo conmueve al mundo cat�lico, ante la inc�gnita indescifrable de Paulo VI. Empieza con un art�culo de M. Feuillet: "LAS PRERROGATIVAS DE PEDRO Y DE SUS SUCESORES, SEG�N EL EVANGELIO", que fue publicado en I'Homme Nouveau el 4 de octubre:

   Lo que hace particularmente precioso el texto de San Mateo (XVI, 13-23) es que est� compuesto de dos escenas violentamente antag�nicas: Sim�n Pedro, Roca de la Iglesia (13-20) y Sim�n Pedro, piedra de esc�ndalo, es decir, obst�culo en el camino que conduce a Dios (21-23).
   As�, pues, este pasaje subraya el privilegio personal de Pedro y desv�a con la m�s grande energ�a toda exaltaci�n inconsiderada de la persona de Pedro o de sus sucesores, de aquello que se llama papolatr�a. (Culto indebido a la persona del Papa). Decisivamente descarta el error tan frecuente que confunde la infalibilidad (did�ctica) con la impecabilidad. Pedro, en tanto que esclarecido por el Padre profesa la fe en Cristo, el Hijo de Dios Vivo, es la roca sobre la cual Cristo quiso edificar su Iglesia. Pero, el mismo Pedro, hecha la abstracci�n de la asistencia divina, no es sino un pobre hombre, como todos los hombres; lejos de ser una roca, puede ser una piedra de esc�ndalo y tener los pensamientos de Satan�s: "Ap�rtate de m�, Satan�s, tu eres para m� un esc�ndalo (es decir, una piedra de esc�ndalo, un obst�culo), porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".

........................................................................................................(9)

   El historiador austriaco Herald Zimmermann ha estudiado las deposiciones de papas de la Edad Media (Papstabet- zungen des mitelalters, Wien 1968), obra que ha sido conocida en Francis por un amplio comentario de Robert Folz en ERASMUS (1970, col. 508-511).

   Zimmermann examina una serie de hechos, que aparentemente contradicen la sentencia "PRIMA SEDES A NEMINE IUDICATUR (Nadie puede juzgar a la Sede Primera), formulada despu�s del pontificado de San Simmaco (10) Sin embargo, a pesar de este principio, ha habido deposiciones de Pont�fices: Juan II, Le�n VIII, Bonifacio V... La presentaci�n de estos hechos hist�ricos es seguida de un an�lisis sistem�tico de principios y de m�todos, que justificaron la destituci�n de estos papas, durante la �poca estudiada... entre mediados del siglo s�ptimo y el advenimiento de Gregorio VII.

   PRINCIPIOS: Entre los motivos indicados para intentar la deposici�n de un Papa, el m�s grave era la inculpaci�n de herej�a. Examinada por vez primera por Isidoro de Sevilla, la posibilidad de una semejante inculpaci�n hab�a sido, seg�n los Falsos Decretales, formulada por el mismo Papa Simmaco, que haciendo alusi�n a su propio proceso y a varios procesos de sus predecesores, declara que "las ovejas confiadas a un pastor, no tienen derecho a censurarle, salvo cuando ellas piensan que �l las desv�a de la recta fe". Acusaci�n temible �sta: esta acusaci�n fue lanzada en 963 contra Juan XII y en 998 contra Juan Philagothos, acusados los dos de apostas�a. Otro motivo es la simon�a, bien sea expresamente nombrada, como en el caso del proceso de Formose o en la deposici�n de tres papas en 1046; bien sea calificada de adulterio (espiritual): tal ser�a el sentido del adulterio de que fue reprochado, por ejemplo Le�n III en 799... Todav�a m�s frecuente que la simon�a aparece el reproche de "invasi�n", entendiendo por esta palabra la usurpaci�n de la Sede Apost�lica, que puede darse por alg�n tiempo. Constantino II fue as� condenado por haber tenido acceso al pontificado, siendo un laico, ya que las condiciones de su ordenaci�n eran irregulares; Formose por haber violado la regla que prohib�a las traslaciones de una Sede a otra. Otro motivo todav�a era el perjurio que pod�a entenderse sea de la traici�n de un Papa con relaci�n a otro (Le�n VIII con relaci�n a Juan XII), sea el renegar o cambiar de opini�n, como fue el caso de Bonifacio X, que hab�a pertenecido al partido de la Reforma, antes de su elecci�n.

   PROCEDIMIENTOS. Zirnmermann demuestra que no fue siempre observada la exigencia de "libellus acusatorius": la larga lista de faltas en contra de Juan XII que, seg�n Liutprand de Cr�mone, un cardenal present� delante el concilio presidido por Ot�n I en 963, y ocurri� sin duda alguna. Lo que parec�a mejor es que un eclesi�stico de alta jerarqu�a presentara, como "probator" o "testis legitimus", la acusaci�n; cuando no se presentaba (por ejemplo, en Roma en 800 o en Montoue en 1064), se conclu�a que la acusaci�n era una calumnia y el acusado era restituido a su antigua dignidad. Siempre era exigida una investigaci�n previa: el acusado era citado para defender se a s� mismo; de no acudir a la cita, se le juzgaba como contumaz. La complejidad de tales procesos hizo que el poder secular se encontrase inmiscuido poco a poco en todos los procesos... Pero, si la participaci�n del emperador en estos negocios era considerable y si de hecho los procesos de deposici�n eran frecuentemente motivadas por consideraciones pol�ticas o por rencillas personales, no quedaba sino la instancia suprema, que deb�a sentenciar, que era la del concilio: ninguna condenaci�n fue pronunciada, fuera de una asamblea eclesi�stica. Las fuentes hist�ricas, sin embargo, demuestran las enormes dificultades, que en ocasiones llegaban a provocar un cisma, cuando era puesta en duda la legitimidad de un Papa. En todo caso, el concilio deb�a ser con prioridad romano, pero como la condenaci�n de un Papa interesaba a toda la Iglesia, el asunto pod�a algunas veces tomar un car�cter universal. Etienne III hizo as� ratificar la condenaci�n de Constantino II por los obispos francos. El proceso de rehabilitaci�n de Formoce comenz� en Roma y termin� en Ravena con la participaci�n de los obispos lombardos. Por el contrario, fuertes quejas se elevaron en Francia, en 1046, contra la intervenci�n de Enrique III en los asuntos romanos, porque no hab�a sido consultado el Episcopado de las Galias.

   SENTENCIA.- Se puede entrever muchas veces lo que pasaba en un concilio convocado para juzgar al Papa. El inculpado pod�a justificarse con un juramento purgatorio: Le�n III acept� esta soluci�n, que fue tambi�n ofrecida, aunque en vano, a Juan XII. Cuando la falta era evidente, se prefer�a, con frecuencia, que el interesado la reconociese y demandase perd�n: en ese caso la sentencia de la asamblea no hac�a sino confirmar lo que el mismo Papa hab�a declarado. Las penas con que se castigaba al culpable eran la destituci�n, acompa�ada de la degradaci�n al estado laical. A estas medidas se a�ad�a, a veces, la excomuni�n. Las mutilaciones (de las cuales Juan Philagotos fue en 998 la �ltima v�ctima) ten�an como raz�n esencial de ser el imposibilitar toda posterior restauraci�n del pont�fice.

   Lo que, finalmente, aparece claro, en lo que escribe Zimmermann, es que "Los hombres que juzgaban a tal o cual Papa, por herej�a o usurpaci�n, estaban, como todos convencidos de que nadie puede juzgar a la Sede Primera y que al proceder as� pretend�an tan s�lo salvar a la Iglesia de un seudopont�fice".

   Est�, pues, s�lidamente testificado por la historia que la deposici�n de un Papa notoriamente her�tico, ap�stata, simoniaco (�o drogado?) puede ser leg�timamente pedida y a�n exigida. Tambi�n es cierto que un procedimiento o un proceso es absolutamente necesario y que �ste debe ser conducido por una asamblea eclesi�stica y, con prioridad, en su mayor�a romana. El subsecuente desenvolvimiento dogm�tico me parece que tan s�lo ha precisado que una tal asamblea no pretende colocarse por encima del Papa, ni estar capacitada, a despecho de �l, para zanjar un punto cualquiera de doctrina. Una asamblea semejante s�lo pretender�a constre�ir al Papa en persona a declararse, abiertamente y sin ambages, o fiel cat�lico o hereje, cism�tico, ap�stata. El Papa, al pronunciar sus personales opiniones o creencias, dictar�a para s� su propia sentencia y la asamblea no ser�a entonces sino la receptora del testimonio del Pont�fice y la ejecutora de la sentencia, que �l mismo con su confesi�n hab�a ya pronunciado.

   A d�nde hemos llegado en este oto�o de 1970? Hemos llegado a la triste realidad que el Papa no acepta ya ninguna regla, ninguna autoridad de tradici�n o de derecho; revoluciona los ritos, deja que la moral sea conculcada y sus ense�anzas menospreciadas; respalda a los herejes m�s notorios de estos tiempos; persigue una quim�rica pol�tica, pol�tico-religiosa, despu�s de que esta t�ctica hab�a sido, hace ya mucho tiempo, condenada por la Iglesia, y levanta sus brazos al cielo, como �nica respuesta, a la acusaci�n de herej�a, formulada contra �l. Respuesta indigna, insuficiente e inmoral.

   Ha llegado, pues, el tiempo de: 

  • 1) ense�ar a todo el pueblo cat�lico que un Papa no es siempre infalible, ni mucho menos, impecable; 
  • 2) de explicar a los m�s preparados los errores y faltas p�blicas de Paulo VI, que est�n comprometiendo la misma existencia de la Iglesia, la unidad de la fe y la salvaci�n eterna de las almas; 
  • 3) de recordar al clero romano y, sobre todo, a los cardenales, las prerrogativas que tienen, para poder amonestar y aun coaccionar, y detener, de esta manera, los desbordamientos doctrinales y pastorales de Paulo VI; 
  • 4) de animar a los m�s s�lidos defensores de la fe, para que amenacen al Papa con la convocaci�n de una asamblea eclesi�stica, leg�timamente reunida y constituida, para exigirle que responda a las acusaciones formuladas en contra. de �l; 
  • 5) Si ning�n cardenal -uno al menos-, si ning�n sacerdote o miniistro do Dios de alta jerarqu�a se atreviese a presentarse ante esta asamblea, para sostener estas acusaciones, como PROBATOR ET TESTIS LEGITIMUS, el Abb� de Nantes, que, durante seis a�os, ha dicho, y publicado que �ste es UN PAPA HEREJE, se presentar�a, aunque indigno, para sostener su acusaci�n de herej�a y apostas�a pr�ctica contra Paulo VI, a fin de que el clero romano exija al Papa que responda a estas acusaciones, de una manera clara y definitiva, bajo penas de destituci�n y excomuni�n.

   Provocar la destituci�n de un Papa "incapaz e indigno", seg�n los t�rminos que el mismo Paulo VI ha empleado recientemente para calificarse a s� mismo, es servir a la Iglesia y honrar, sobre todo, al mismo Papado.

   Brasil. La herej�a del Papa provocar� un cisma. (La Croix, 4 de noviembre).

   Estamos en camino de presenciar los primeros signos de la aparici�n de; un cisma. Un grupo de j�venes y adultos, que formaron parte de una Congregaci�n Mariana y que se re�nen ahora con el sigla T.F.P. (Tradici�n, Familia y Propiedad) ha rechazado el nuevo "ORDO" de la Misa y ha declarado que dicho "Ordo" es inaceptable para los cat�licos. Han ido m�s lejos todav�a. Por medio de Dom Castro Mayer, obispo de Campos, en el Estado de R�o de Janeiro, han distribuido un texto en el que demuestran, apoy�ndose en los Padres de la Iglesia, que un Papa que ha incurrido en la herej�a, no merece ya la obediencia de los fieles y cesa de ser Papa. Acusan despu�s a Paulo VI de haber prescrito las "herej�as" contenidas en el nuevo "Ordo" de la Misa. "Yo creo -dice el comentarista de la Croix- que si viene un cisma, ser� de parte de los integristas".

   -Italia. Un te�logo Mgr. Spadafora acusa de hereje al cardenal Willebrands. (La Croix, 4 nov.)

   El semanario de extrema derecha LO SPECCHIO ha publicado, en su n�mero del 25 de octubre, un violento ataque de un Prelado, profesor de ex�gesis, Mgr. Sapadafora contra el cardenal Willebrands, Presidente del Secretariado por la Unidad de los Cristianos. Comentando la intervenci�n del cardenal en la Asamblea Luterana Mundial juzga que su discurso "ofende a la Iglesia Cat�lica, a la verdad hist�rica y es objetivamente her�tico". "Una cosa es cierta, escribe, s�lo un hereje puede rendir homenaje a Lutero (11), (xxx) en nombre de un evangelio definido como her�tico por el Magisterio infalible de Trento".

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