NÚMERO (XII)

 

    

Del Profesor RAFAEL GAMBRA

Prestigioso catedrático, filósofo e historiador español.

Madrid, 6 de junio de 1980.

   Mi distinguido amigo:

   He leído con emoción y angustia el número XI de FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA que ha tenido la atención de enviarme, en el que se plantea la posibilidad de que nos encontremos ya en una "nueva religión" implantada sobre las ruinas de la religión católica al modo como ésta se implantó en el Imperio Bizantino aprovechando a menudo templos, costumbres y fiestas (transfiguradas) de la religión pagana.

   Ciertamente, la posibilidad no es desconcertante para un creyente puesto que está profetizada "la idolatría de los últimos tiempos en que el hombre se adorará a sí mismo" y también, como señal, "la abominación de la desolación instalada en el Lugar Santo". La hipótesis se acaba de ver reforzada por las palabras recientes de Juan Pablo II en París ante una representante islámica y ante la asamblea de la UNESCO.

   Pienso que es difícil a estas alturas negar fundamento a tal hipótesis, siendo los indicios demasiado numerosos e incesantes. Creo también que quien lo vea así no sólo tiene el derecho, sino también el deber, de denunciarlo, de hacerlo ver, de provocar una reacción clarificadora en el pueblo fiel y en la jerarquía eclesiástica. Vivir en el engaño, autoengañarse con buenos deseos o reservar para sí la sospecha y la inquietud no son sólo actitudes ajenas a la fe y a la caridad sino también incompatibles con el recto espíritu humano que busca descansar en la verdad por dura y amarga que pueda ser. Les felicito, pues, por su investigación doctrinal y por su espíritu de valerosa sinceridad.

   Lo que digo a continuación no tiene sentido de discrepancia, puesto que probablemente no existe tampoco en este terreno práctico o prudencial. Pienso con Vds. que la situación no tiene precedentes históricos, y, por lo mismo, las normas de prudencia han de ser extremadas y, en cierto modo, nuevas y de inmensa responsabilidad. No se trata de que, como ante otras herejías, una parte de la Iglesia (existencialmente hablando) la haya aceptado y otra la haya rechazado. En este caso estaríamos obligados a una opción hasta donde nuestra vista alcanzara, incluso aunque supusiera una ruptura con el ámbito eclesiástico circundante a nosotros mismos.

   El caso es, desgraciadamente, otro. Como Vds. escriben, "el conjunto visible de la Iglesia Romana" ha suscripto los textos conciliares, y nadie ha reivindicado seriamente la Autoridad suprema frente a las reformas conciliares. No existe, por lo tanto, un trance de opción, salvo la denuncia y la espera. Por otra parte, con sus propias palabras, "esta perspectiva no cambiará mientras no se produzca un desenlace definitivo del actual ciclo histórico" —lo que, por supuesto, excede de nuestras posibilidades privadas y colectivas.

   Creo, por todo ello, que nuestra actitud ante esta situación nueva sólo puede ser la de dar testimonio de lo que sucede, denunciando lo ambiguo como ambiguo y lo ciertamente falso como falso; la de procurar en lo que podamos la continuidad sacramental mediante ordenaciones sacerdotales en la pureza de la fe, orar, y, en cuanto a nuestras almas, aprovechar para nosotros y para nuestros hijos la gracia sacramental que perviva en esta confusión de la Iglesia, incluso a través de muchos sacerdotes que, por falta de visión, administren los sacramentos según los nuevos ritos pero con una intención claramente cristiana y católica. Es decir, hacer todo lo posible porque no se rompan los lazos sacramentales entre el Cielo y la tierra, y porque la futura y cierta reordenación de la Iglesia se ejerza sobre los más numerosos puentes de continuidad que posible sea. Porque a nadie es lícito abandonar la defensa de su casa y hacienda por más que tema que el terremoto acabará por sepultarlo todo.

   Saben con cuánto afecto les lee y les sigue su afmo. in Xto.

RAFAEL GAMBRA CIUDAD.

NUESTRA RESPUESTA

Buenos Aires, 24 de junio de 1980.

   Me ha causado una gran alegría, y me ha honrado profundamente, su carta del 6-6-80. Sobre todo, por el hecho que haya sabido Vd. interpretar tan bien el sentido religioso del estudio que publicamos en el nº XI de FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA.

   Totalmente de acuerdo con Vd. en que "hay que hacer todo lo posible para que no se rompan los lazos sacramentales entre el Cielo y la tierra, y para que la futura y cierta reordenación de la Iglesia se ejerza sobre los más numerosos puentes de continuidad que posible sea". No obstante pienso personalmente —como bien Vd. dice, esto entra en lo prudencial— que no es posible llevar el esfuerzo hasta la participación en los nuevos ritos en tanto en ellos esté presente la insinuación de una nueva Fe. No me atrevo a decir hasta qué punto la buena intención de un sacerdote podría sanar un rito que en sí fuera espúreo. Yo sé que es duro y difícil verse privado del consuelo sensible de la vida sacramental, pero también debemos creer que la gracia de Dios suple la ausencia de ritos seguros: por tanto no creo que acarree peligro alguno abstenerse de participar de aquello que uno no advierte seguro en la Fe. Por el contrario, la coherencia con los principios de la Fe atraerá sin duda gracias mayores, y el ejemplo moverá a muchos indecisos. Recordemos el ejemplo de San Hermenegildo.

   Tenga Vd. la seguridad que son más de los que pensamos quienes profesan aún la Fe Católica y Apostólica en su integridad. Sólo que están enredados en el problema de la autoridad y la obediencia. Es un problema que tiene su origen en una falsa espiritualidad fundada en la autoridad humana. Desde hace mucho tiempo se nos ha predicado la Fe como un sistema de seguridades de conciencia que nos permite ganar, un poco mercantilmente, el derecho a ingresar en el Cielo. Pero todos estos planteos muestran su endeblez cuando lo que las circunstancias ponen a prueba es la Fe, la doctrina de la Fe, en sí misma. Entonces hay que retornar a la raíz, al fundamento del cristianismo y de la vida espiritual, a la doctrina de los Padres y Doctores, al ejemplo de los Santos. De otro modo, la Fe perece en nosotros y, paradójicamente, aunque participáramos de la vida sacramental, el vínculo con el cielo se debilitaría cada vez más: estaríamos seguros y tranquilos de nuestra salvación, pero la Fe se desdibujaría de nuestro espíritu y, en lo profundo, marcharíamos hacia la ruina.

   En fin, son temas muy arduos. Lo importante es buscar un punto de coherencia entre la vida y la Fe en medio de esta oscura confusión moderna. Dentro de todo, no me negará Vd. que es una época que también tiene su grandeza: porque la medianoche tiene también su grandeza; en medio de una noche oscura y tenebrosa escudriñar el cielo en busca de la luz, a la espera de la aurora . . .

   Le pido sus oraciones y, desde ya, comprometo por Vd. las mías.

   In Xto. et María.

ALVARO RAMÍREZ ARANDIGOYEN

 

   "¿CUAL DEBE SER LA CONDUCTA DE UN CRISTIANO CATÓLICO SI ALGUNA PARTE DE LA IGLESIA SE SEPARA DE LA COMUNIÓN EN LA FE UNIVERSAL? NO CABE DUDA QUE DEBERÁN ANTEPONER LA SALUD DEL CUERPO ENTERO A UN MIEMBRO PODRIDO Y CONTAGIOSO.

   PERO ¿Y SI SE TRATA DE UNA NOVEDAD HERÉTICA QUE NO ESTA LIMITADA A UN PEQUEÑO GRUPO, SINO QUE AMENAZA CON CONTAGIAR A LA IGLESIA ENTERA? EN TAL CASO EL CRISTIANO DEBERÁ HACER TODO LO POSIBLE PARA ADHERIRSE A LA ANTIGÜEDAD, LA CUAL NO PUEDE EVIDENTEMENTE SER ALTERADA POR NINGUNA NUEVA MENTIRA".

SAN VICENTE DE LERINS,

                                                                                                                                                      Commonitorium

                                                                                                                                                              

 

De la Revista "ROMA"

De notoria trayectoria, editada en Buenos Aires. Casilla de Correo 2193, C. Central.

   Señor Dr. don

   Alvaro Ramírez Arandigoyen

   1) Como bien lo dice la revista FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA, la Iglesia Católica, por voluntad de su divino Fundador, es una sociedad jerárquica. Si ningún obispo del mundo ha proclamado la vacancia de la Sede de Pedro, antes bien todos reconocen a Juan Pablo II como Papa, El es Papa legítimo, salvo que las puertas del infierno hayan prevalecido contra la Iglesia, lo que es imposible.

   2) La frase "Ella [María] ha dado la vida humana al Hijo de Dios" es perfectamente ortodoxa. Jesucristo, Hijo de Dios y de María, es Hijo de María por haber recibido de Ella la vida humana. Pero como en Jesucristo hay una sola Persona, es Madre de Dios. No parece correcto retacear una joya más a la corona de Nuestra Señora, que es la advocación Madre de la Iglesia, aunque esta verdad haya sido proclamada en un momento triste de la historia de la Iglesia *[3].

   3) Establecida la legitimidad del actual Romano Pontífice, no se sigue que no haya que resistirle en algún caso, como, por ejemplo, frente a lo expresado en la Encíclica Redemptor Hominis, cuando contradice enseñanzas de sus antecesores, especialmente lo establecido "ex-cathedra" por Pío IX, en la Encíclica Quanta Cura, que condena las libertades de perdición. Pero hay que hacerlo sin salirse de la obediencia debida, con la resistencia que aprueban San Pablo, Santo Tomás de Aquino, San Roberto Belarmino, Vitoria, Suárez (cf. Roma, 46). Nótese que los ilustres autores citados no exigen que el Papa haya caído en herejía para considerar legítima la resistencia.

ANDRÉS de ASBOT

NOTA DE LA REDACCIÓN

   Queremos dejar en claro que la legitimidad de Juan Pablo II está en cuestión para muchos tradicionalistas porque él, al igual que Paulo VI, como precisamente señala el Dr. Andrés de Asboth en esta carta, contradice enseñanzas "ex-cathedra" de sus antecesores. No vemos entonces cómo se podría sostener que no ha caído en herejía. Si un Pontífice pudiera contradecir enseñanzas "ex-cathedra" de sus antecesores, y seguir siendo, legítimo, entonces sí las puertas del infierno prevalecerían contra la Iglesia, lo cual es imposible. En la historia de la Iglesia muchas veces la Santa Sede estuvo ocupada por antipapas. A los anti-papas hay que resistirles.

   En cuanto al "derecho de resistencia" a un Pontífice legítimo, nosotros creemos que es un problema muy espinoso porque se está tocando a la autoridad legítima. Nosotros pensamos que, cuando una autoridad es legítima, en principio, se le debe someter siempre aunque muchas de sus disposiciones no sean correctas, o hasta sean poco justas. Así lo requieren la santa humildad y la obediencia.

Del Padre MOISÉS CARMONA

El R. P. Moisés Carmona es sacerdote de la Divina Providencia, Acapulco, México, iglesia tomada y custodiada por los fieles para el mantenimiento del culto católico tradicional.

26 de junio de 1980.

FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA

República Argentina.

   Van con ésta mis felicitaciones más calurosas para el director Alvaro Daniel Ramírez Arandigoyen, para el secretario de redacción Atilio Carlos Neira, para todos los que integran el Consejo de Redacción: Olga Cristina Moreno, Tomás B. Richards, Pedro López, Holofernes López Badra y José María Arandigoyen, por ofrecernos una revista que expone, con la valentía que hoy se requiere, la Verdad que cobardemente callan quienes están obligados a defenderla y proclamarla; o que estúpidamente niegan, ocultan o desfiguran por una obediencia que no es ni cristiana ni inteligente.

   Estoy totalmente identificado con su manera de pensar sobre las tres cuestiones planteadas en la revista y tengo que decirles que en México sostenemos la vacancia de la Santa Sede, casi desde hace veinte años.

   Espero que la revista nos siga trayendo artículos medulares como estos últimos. La Fe que recibimos de Cristo es furiosa y satánicamente combatida y necesitamos desenmascarar al enemigo y tener los campos completamente deslindados para no ser confundidos . . .

MOISÉS CARMONA.

 

   "EL FONDO DE LA LITERATURA MODERNA SE HALLA EN ESTA BLASFEMIA: EL ESPÍRITU MATA Y LA LETRA VIVIFICA".

                                                                                                                                                     LEÓN BLOY,

En el umbral del Apocalipsis

 

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  • [3] Es necesario precisar que la frase de Juan Pablo II que nosotros señalamos como heterodoxa, no es la que cita equivocadamente esta carta: "Ella (María) ha dado la vida humana al Hijo de Dios." Esto, por cierto, nada tiene de heterodoxo. Pero la frase correctamente citada es: "MARÍA ES MADRE DE LA IGLESIA PORQUE ELLA HA DADO LA VIDA HUMANA AL HIJO DE DIOS." Esto es heterodoxo, según nuestro modo de pensar, por lo que exponemos en el nº XI, al cual remitimos.

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