NÚMERO (XI)

 

 

II. LOS PRINCIPIOS TEOLÓGICOS

DE KAROL WOJTYLA (Cont.)

III. PERSPECTIVA RELIGIOSA ACTUAL

a) LA PODEROSA DINÁMICA REVOLUCIONARIA DE LA TEOLOGÍA MODERNA

   Es evidente, para nosotros, que en la actual circunstancia histórica, la teología moderna, por su propia fuerza, tiende a generar en el mundo una dinámica revolucionaria poderosísima: HAY UN DIOS QUE SE ESTA CONSTRUYENDO EN EL INTERIOR DEL HOMBRE, Y EL MUNDO MODERNO AGUARDA SU ADVENIMIENTO.

   Estamos, pues, frente a una Revolución que se encamina a transmutar, no sólo los órdenes exteriores de la vida humana, sino también el interior del propio hombre. En todas partes, es fácil advertir que se está gestando una Revolución en el interior del ser humano que, en su nivel más profundo es una Revolución religiosa: ES, O PRETENDE SER, LA GENERACIÓN DE DIOS POR EL HOMBRE.

   Este estado de "Adviento", como lo denomina Wojtyla, coincide con un estado de cosas en el mundo, nos referimos a un estado de cosas en el orden político, social y económico, que seguramente no podrá prolongarse por demasiado tiempo[68].

   En este punto, sería muy fácil para nosotros abundar en citas del Apocalipsis, y, sin duda, cada una de las citas parecería escrita para hoy. Pero preferimos una gran prudencia en este aspecto. No podemos saber qué cosas ocurrirán mañana, aunque podamos intuirlas, aunque las profecías griten a nuestro lado. Nosotros hemos elegido afirmarnos sobre el poder inconmovible de la Fe: "LOS CIELOS Y LA TIERRA PASARAN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN[69].

   Es, entonces, en el orden de la Fe que nosotros procuramos definir lo que ocurre hoy, y procuramos definirlo, ante todo, en el plano de la doctrina de la Fe. Este modo de actuar es posiblemente el más árido, el más duro, el más trabajoso, el más incomprendido; pero también es el único modo de eludir, en alguna medida, la descomunal confusión en que todo se va sumiendo.

b) CUADRO DE LA ACTUAL SITUACIÓN RELIGIOSA

   Nosotros describimos el cuadro de la actual situación religiosa del siguiente modo:

   Ha habido un Concilio Ecuménico —el Vaticano II— a través del cual el conjunto visible de la Iglesia Romana ha recogido los principios doctrinarios de la teología moderna y los ha hecho suyos.

   Ahora bien; los principios doctrinarios de la teología moderna son incompatibles con la Tradición Apostólica.

   En consecuencia, desde la promulgación del Concilio Vaticano II, el conjunto visible de la Iglesia Romana está en la comunión de una doctrina heterodoxa.

   Este cuadro de situación se ve plenamente corroborado en los hechos por los equívocos, las extravagancias, las desviaciones y los errores que se han generalizado en prácticamente todos los ambientes eclesiásticos a partir del Vaticano II.

   Por lo demás, todos los ritos sacramentales han sido hondamente modificados en los últimos años, y siempre, sin excepción, en el sentido de disminuir, atenuar o hasta distorsionar la afirmación clara y limpia de la Fe Católica. Una simple comparación de los ritos y oficios tradicionales con los reformados basta para comprobar la desintegración que se ha ido operando. Sería necesario una gran deshonestidad intelectual, o un torpe deseo de autoengañarse, para no percibir esto que salta a la vista.

   En las encíclicas, en los sermones, en las alocuciones, en los seminarios, en la literatura religiosa de todo el orbe, cunde una visión del hombre, del mundo, de Dios y de la historia sobre cuyos alcances y contenido se podrán emitir muy diversas opiniones, pero que es por completo extraña a la Tradición Apostólica.

   Desde el punto de vista de la Fe, estamos ante una gran herejía. Se está afirmando en todo el conjunto visible de la Iglesia Romana una doctrina de carácter integral que no es la doctrina de la Fe Católica.

   Aquellos que deseen refutar nuestro razonamiento, sólo pueden adoptar uno de estos dos caminos:

   a) Asumir la defensa de los principios teológicos modernos, tratando de demostrar que ellos son coherentes con la Tradición Apostólica y que, por ende, el Concilio no ha roto con la Fe al recogerlos.

   b) Asumir la defensa del Concilio, tratando de demostrar que sus documentos no han recogido los principios de la teología moderna, y, por tanto, se trata de un concilio enteramente conforme con la Tradición Apostólica.

   Lo mismo cabe decir con respecto a Paulo VI o Juan Pablo II. O bien se asume la defensa de la teología que ellos enseñan, o bien se demuestra que ellos no enseñan la teología moderna.

   Nosotros decimos que el Concilio Vaticano II, Paulo VI y sus sucesores enseñan los principios de la teología moderna, y decimos que los principios de la teología moderna son heréticos, y que, por tanto, no se puede estar en comunión con el Concilio, con Paulo VI ni con sus sucesores. Por eso lo que reclamamos es la abjuración de las doctrinas heterodoxas enseñadas por el Concilio, por Paulo VI y por sus sucesores, la abolición de las reformas de los ritos habidas después del Vaticano II, y la profesión clara y limpia de la Fe definida a través de la Tradición Apostólica.

   Nosotros reclamos que estas cuestiones, de suyo gravísimas, sean debatidas con la más completa libertad de espíritu por todos los que tengan el sincero anhelo de permanecer coherentes con la Fe. Estamos dispuestos a conversar, a discutir con cualquiera que sea, incluso fuera del ámbito del llamado "tradicionalismo". Estamos dispuestos a exponer nuestros argumentos ante quien sea, y estamos dispuestos a considerar los argumentos de todos, y a considerarlos seriamente. Incluso, estamos dispuestos a retractarnos humildemente de nuestras posiciones en tanto se nos haga ver que estamos errados.

   Lo único que exigimos, a cualquiera, es que no se pretenda evadir el orden de la Fe. Pedimos que se hable de la Fe. No admitimos que se nos quiera enredar en problemas morales relativos a la autoridad y a la obediencia, porque nosotros planteamos nuestros cuestionamientos en el orden de la Fe, que es absolutamente anterior al orden de la autoridad. Es decir, nosotros cuestionamos al Concilio Vaticano II, a Paulo VI y a sus sucesores en el orden de la Fe. Por eso pedimos que se esclarezcan las cuestiones de la Fe.

c) LA HIPÓTESIS DE UNA VACANCIA EN LA SEDE

APOSTÓLICA POR CAUSAL DE HEREJÍA

   Es una realidad inocultable que cada vez crece más en los medios católicos decididos a permanecer coherentes en la Fe, el estudio, el debate, y la preocupación, sobre la hipótesis de una vacancia de la Santa Sede Apostólica por causal de herejía[70].

   Pero el tema no es nuevo. En el pasado han sido varios los teólogos y Doctores de importancia que lo trataron con bastante detalle, inclusive fundándose en los Padres de la Iglesia.[71]

   El fondo del problema se centra en la incompatibilidad radical — "in radice" — que conforme la Tradición existe entre la herejía y el Pontificado Romano. Por diversas causas la Santa Sede Romana puede permanecer vacante, aun por mucho tiempo, sin que ello afecte la existencia de la Iglesia, pues el fundamento último de la Iglesia está en Jesucristo resucitado, y no en su Vicario. Pero lo que jamás podría ocurrir es que la Santa Sede Romana fuera ocupada legítimamente por un hereje. En esto está involucrada la santidad intrínseca del Pontificado Romano como institución sagrada de origen divino.

   Esta doctrina fundamenta, por otro lado, la existencia de un importantísimo documento de la propia Sede Romana, que no puede dejar de tenerse en cuenta. Nos referimos a la Bula "Cum ex Apostolatus Officio" del Papa Paulo IV[72]. Este documento establece con la más inequívoca precisión, que ningún hereje, ni favorecedor de herejía, podrá jamás elegir ni ser elegido válidamente para cualquier dignidad eclesiástica, con expresa mención del Pontificado Romano y del cónclave que lo decide.

   Sin embargo, nosotros nos vemos precisados a notar que, a nuestro modo de ver, la actual circunstancia religiosa presenta una realidad extremadamente más grave cuyo alcance no se limita al Pontificado Romano. Estamos frente a una realidad total, sin antecedentes, que no se puede comprender mediante la sola y simple proposición de que la Santa Sede está vacante.

d) LA HIPÓTESIS MAS PROFUNDA DE LA FORMACIÓN

DE UNA NUEVA RELIGIÓN

   Si nos detenemos a reflexionar un instante sobre la contradicción que existe entre la visión del hombre, del mundo, de Dios y de la Historia que nos presenta la nueva teología por una parte, y la Fe Católica y Apostólica por otra, nos daremos cuenta de que nos hallamos ante una concepción, ante una universalidad, ante una totalidad que no ofrece paralelo en la historia de las herejías.

   Si, por otra parte, advertimos hasta qué punto todo el conjunto visible de la Iglesia Romana ha absorbido aquella visión moderna del hombre, del mundo, de Dios y de la historia, entonces, apreciaremos la magnitud impresionante del fenómeno religioso que estamos viviendo.

   Nosotros decimos que este fenómeno, en términos realistas, sólo puede definirse como la conformación histórica de una nueva religión que viene a ocupar el lugar del cristianismo, el cual retrocede, se desplaza, se retira a las catacumbas, por ahora espirituales, de los que se empeñen en seguir profesando aquella Fe. Lo otro, todavía continúa llamándose cristianismo, pero ya casi nada tiene que ver con la Tradición Apostólica que define al cristianismo en su raíz.

   Si tuviéramos capacidad de espíritu para elevarnos por encima de las circunstancias cotidianas, y así pudiéramos observar el proceso histórico que vivimos con la misma perspectiva con que apreciamos las edades pasadas, entonces, seguramente veríamos que estamos atravesando una transformación humana y religiosa de consecuencias imprevisibles.

   Ya se ha formado la religión del hombre. Y la Iglesia del hombre ya profesa esta religión y le rinde culto al hombre. Los que no comprendan esta realidad quedarán atrapados en una confusión que será cada vez mayor.

   "El nuevo Pentecostés realizado por el Vaticano II ha constituido una Iglesia nueva, herética y cismática, que se ha implantado dentro de la organización de la Iglesia católica-romana y como una ocupación extranjera se empeña en la destrucción de la misma.

   El Vaticano II fue la asamblea constituyente de esta "nueva Iglesia", de esta "Iglesia viviente", de esta "Iglesia Conciliar" (Mons. Benelli) formal y materialmente.

   Formalmente, mediante la creación de una "nueva Cátedra" contra la Cátedra de la Iglesia pre-conciliar: la Cátedra de la autosuficiencia humana, que se ha constituido en juez de la Palabra de Dios en la Escritura y en la Tradición y también en su maestro.

   Materialmente, mediante la proclamación de un "nuevo Evangelio", el Evangelio del dominio y de la dignidad humana y de la correspondiente salvación total sobre la tierra (felicidad integral), así como también mediante la instalación de un "nuevo Altar", de una nueva Liturgia, de un nuevo Culto, frente al Culto Divino de la Iglesia tradicional teocéntrica: el culto del hombre.

   La nueva Iglesia Conciliar, en verdad antes del Concilio ya existente y eficaz, subversiva, por así decirlo, "in potentia", entró en el Concilio Vaticano II como en su asamblea constituyente y a la luz del día como Iglesia oficial, por así decirlo, "in actu primo", y actuó en la reforma post-concíliar "in actu secundo", consolidándose y estableciéndose cada vez más fuertemente y destruyendo a la Iglesia pre-conciliar, particularmente por medio de sus así llamadas "reformas"..."[73].

   Entonces, la perspectiva religiosa actual, a. la luz del análisis que estarnos haciendo, presenta una realidad que, para redondear, podemos definir así:

   El conjunto visible de la Iglesia Romana, al suscribir los obispos los textos conciliares que sientan una doctrina sobre la naturaleza y esencia de la Iglesia en ruptura con la Tradición Apostólica, han instaurado y reunido en torno de ellos, visiblemente, una Iglesia nueva incompatible con la Iglesia Católica: Populus Dei adversus Corpus Mysticum Christi[74]

   La existencia de esta Iglesia nueva se ve consolidada y confirmada a lo largo de todo el reinado de Paulo VI[75], y también de sus sucesores, por la aplicación "in toíum" de la doctrina conciliar, y por el desarrollo que ellos hacen de esa misma doctrina, en la línea de los principios de la teología moderna, hacia la explicitación, cada vez más clara, de una nueva religión que tiene por centro al hombre y que adora al hombre: Dios es el hombre.

   No negamos que la nueva Iglesia contenga numerosos resabios de la Iglesia Católica y que, por cierto, ello produzca ciertas contradicciones en su seno, marchas y contramarchas, etc. Esto necesariamente debe ser así, por cuanto la Iglesia nueva, la religión nueva, se está construyendo sobre lo que fue la estructura visible de la Iglesia Católica, de la religión tradicional. Pero ello no debe engañarnos, lo que allí existe en realidad, lo que allí vive y respira, es la nueva Iglesia de la nueva religión[76]

   Entendemos que esta perspectiva no cambiará mientras no se produzca un desenlace definitivo del actual ciclo histórico. La Iglesia nueva es poderosa y pujante, pero su suerte está atada a la suerte de este ciclo histórico en el que se ha levantado: la Iglesia nueva vive de la Revolución Moderna, ha nacido en ella, cumplirá sus nefastos fines y procurará llevarlos hasta sus mayores extremos, pero también morirá con ella. Entre tanto, nosotros debemos decirle: NO TE CONOZCO.

e) LA PERDURACIÓN DE LA FE

   Con el auxilio de Dios nuestro propósito es permanecer irreductibles en la confesión Católica y Apostólica en que fuimos bautizados. Nosotros sostenemos la perduración de la Fe Católica y Apostólica más allá de cualquier avatar de la historia, más allá de cualquier catástrofe de la humanidad, más allá de cualquier apostasía universal.

   También sostenemos la perduración de la Iglesia visible, en comunión con la Iglesia celeste hasta la consumación de todos los siglos. Nosotros confiamos firmemente en las promesas dadas por Jesucristo a su Iglesia. Sabemos que ella necesita del orden jerárquico y visible, pero también sabemos que ella es, ante todo, la comunión de los que profesan la Fe de Jesucristo[77].

   Solamente la Fe de Nuestro Señor Jesucristo —"Verbum Vitae"[78]— nos hará saber todas las cosas[79], y nos permitirá beber de aquella agua viva que calma toda sed: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, torrentes de agua viva correrán de su seno."[80]. Es aquella misma agua que pedía la samaritana: "Domine, da mihi hanc aquam, ut non sitiam...": Señor, dame esa agua, para que no tenga sed... [81]

   Sin la Fe no es posible acceder al amor. Por eso queremos defender la integridad de la Fe hasta las últimas consecuencias. La Fe vivirá. Todo será renovado. DIOS SERÁ SERVIDO Y GLORIFICADO[82].

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"FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA

PORTADA


NOTAS

  • [68] No hablamos del tiempo irrisorio que mide la vida humana, hablamos del tiempo histórico que mide las eras: hay un ciclo histórico que se aproxima a su fin; esto parece ya una realidad irreversible.

  • [69] Evangelium seeundum Matthaeum 24, 35.

  • [70] El año pasado tuvo amplia difusión un notable estudio del P. Guérard des Lauriers: "Le Siége Apostolique est —il vacant?", Cahiers de Cassiciacum n? 1, 1979— Association "Saint Herménégilde", Nice.

       En Alemania sabemos que el tema ha sido tratado por el Prof. Otto Katzer, hace poco fallecido. En México por el P. Joaquín Sáenz Arriaga.

       Entre nosotros, la vacancia de la Sede Romana ha sido sostenida desde hace casi quince años por el Dr. Carlos A. Disandro a través de diferentes estudios, conferencias y proclamas.

       El P. Hervé Le Lay en su revista "La Tradición", también ha tocado el tema en distintas oportunidades.

       Por otro lado, desde varias partes del mundo nos llegan, publicaciones, cartas, circulares, etc., de personas, grupos y asociaciones tradicionalistas que se inclinan por sostener la vacancia de Roma. Por razones de espacio omitimos citarlos a todos.

  • [71] "Si la fe es fundamento de la Iglesia, también es fundamento del Pontificado y del orden jerárquico de la Iglesia. Esto se confirma por el hecho que esa razón explica que Cristo haya pedido a San Pedro una profesión de la Fe antes de prometerle el Pontificado. Frecuentemente los Padres afirman que quien no tiene Fe no puede gozar de jurisdicción en la Iglesia (ref. en el cap. "Novatianus" 7, q. 1 cap. "Didicimus" 24, q. 1; San Ambrosio cap. "Verbum de Poenitentia" q. 1; San Gelasio papa cap. "Achatius", 1; Alejandro II "Audivi-mus 24, q. 1; San Agustín, epist. 48 ad Vincent, lib. de Pastoribus; Santo Tomás II-II, q. 39). El argumento es muy simple: el hereje no es miembro de la Iglesia, luego tampoco es cabeza de ella. Aún más: el hereje ni siquiera debe ser saludado, sino que debe ser absolutamente evitado, como enseña San Pablo (Tit. 3) y San Juan (II Epist.); mucho menos por lo tanto debe ser obedecido. Finalmente, el Papa hereje niega a Cristo y a la verdadera Iglesia; luego, se niega también a sí mismo y a su cargo y está privado por eso mismo de ese cargo". (Suá-rez "De Fide" X, 6, 2) .

       "... El Papa hereje manifiesto deja por sí mismo de ser Papa y cabeza de la Iglesia, de igual manera que deja de ser cristiano y miembro de la Iglesia, por lo que puede ser juzgado y punido por la Iglesia. Esta es la sentencia de todos los Padres Antiguos que enseñan que los herejes manifiestos dejan de ser, pierden inmediatamente toda jurisdicción, y concretamente San Cipriano (Lib. 4, ep. II) el cual así se refiere a Novaciano que fue Papa (antipapa) en el cisma que hubo durante el Pontificado de San Cornelio: "No podría conservar el episcopado, y, si fue anteriormente hecho obispo, se apartó del cuerpo de los que como él eran obispos y de la unidad de la Iglesia". Según afirma San Cipriano en ese pasaje, aunque Novaciano hubiese sido verdadero y legítimo Papa, con todo habría decaído automáticamente del Pontificado en caso que se hubiese separado de la Iglesia". (San Roberto Belarmino "De Romano Pont. 11,30).

  • [72] Cf. Magnum Bullarium Romanum, datada 15 de febrero de 1559, y plenamente confirmada por el Motu Proprio "ínter multíplices" del Papa San Pío V del 21 de diciembre de 1566.

  • [73] Antón Holzer, "VaticanumIÍ, Reformkonzil oder Konstituante einer neuen Kirche".

  • [74] Ver "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA", nº VIII (abril-junio 1979).

  • [75]

  • Ver "Une nouvelle Eglise", en "Forts dans la Foi" n9 59-60 (Dir. P. Noel Barbara).
  • [76]

  • No decimos que la Fe como virtud interior haya muerto en el alma de todos los obispos ni de todos los sacerdotes que están en comunión con el Vaticano II, muchísimo menos del pueblo fiel. Sí decimos que hay una comunión en la heterodoxia, que la heterodoxia que existe es sobre artículos esenciales de la Fe, y que ello importa la conformación histórica de una nueva religión y de una nueva Iglesia. Por cierto que, en definitiva, la consolidación de semejante impostura acabará por desvincular a todos de la Fe y con ello de la Caridad, es decir, de Dios.
  • [77]

  • Ver "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA", nº VIII (abril-junio 1979).
  • [78] Epístola B. loannis Apostoli prima 1, 1.

  • [79] Evangelium Secundum loannem 4, 26.

  • [80] Evangelium Secundum loannem 7, 37-38.

  • [81] Evangelium Secundum loannem 4, 15.

  • [82] Mensaje de María Santísima en La Salette. Ver "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA", nº VII (octubre-diciembre 1978).

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