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Herencia Hegeliana en Aleister Crowley.

Por: Juan Sebastián Ohem.

Me encontraba en batalla conmigo mismo,
Dios y el diablo pelearon por mi alma por tres horas
Finalmente uno ganó, y me asalta la duda,
¿Cuál de los dos era Dios?
Aleister Crowley

Prefacio:

Es extraordinariamente difícil concebir un ensayo acerca del ser y la nada en Hegel que aporte al mundo académico nada que sea ni remotamente novedoso, sería como tratar de plantear una tesis alrededor de Sócrates, no se podría hacer más que recoger ingeniosas citas de otros artículos y, por supuesto, de autores con mucha mayor profundidad.

Si tuviésemos la fe del tamaño de un grano de mostaza, moveríamos montañas, o al menos eso dice la Biblia, pero ni teniendo la fe del tamaño de una montaña podría un humilde universitario, y menos con incipientes conocimientos en Hegel, aportar nada extraordinario al ambiente académico a través de un ensayo. Razón por la cual he decidido armar este ensayo/artículo alrededor de la herencia hegeliana en Aleister Crowley, poeta, filósofo y profeta, entre muchas otras cosas más, que se ha convertido, en el mundillo de las religiones y movimientos religiosos o espirituales no ortodoxos, y lejos de los ojos de los académicos, en poco menos que un hito en la filosofía no académica, usualmente reservada a los iniciados.

Mucho podría advertirse y explicarse previo al cuerpo del ensayo, sin embargo no se podría decir nada que justificara, ante los ojos de las esferas universitarias, el colocar la figura de Aleister Crowley, polémico y revolucionario, y sin embargo teniendo en cuenta el estado, insipiente por cierto, en el que se encuentra la “intelectualidad” latinoamericana, donde los literatos son proclamados como filósofos, Aleister Crowley es, sin duda alguna y en comparación, poco menos que el hijo bastardo de Hegel combinado con Nietzsche y antecesor de Sartre.

En cuanto al contenido he decidido comenzar por una breve introducción para abordar una cuestión, quizás secundaria pero no por ello menos importante, y ciertamente digna de mención, sobre el lenguaje en la filosofía, en especial en cuestiones abstractas, para dar paso a unas breves notas sobre la filosofía de Hegel, que no pretende por cierto, ser el más cabal de todos los resúmenes, continuando después con la cuestión del devenir en Crowley y su visión religiosa del devenir, y concluir con un vistazo rápido a la doctrina de Crowley en lo referente a su posición filosófica y religiosa, identificando aquellos puntos en común con la filosofía de Hegel.

0.- Introducción:
Filosofía simbólica del mundo simbólico

Cuando Hegel expresa su filosofía del devenir, argumentando que ser y nada vienen a ser lo mismo en tanto que el ser absolutamente indeterminado es absolutamente nada, comienza desde la abstracción más profunda posible, cuando habla del límite en el ente como parte constitutiva de éste, esto es, que en cada cosa hay ser y nada a la vez, y que la elección de aquello que designamos con “algo” es subjetiva y exterior, nos da una reducción de todos los modos de conciencia y de ser a lenguaje, una absolutización del lenguaje, que de ahí en adelante será muy recurrente en la filosofía contemporánea, no puede sino inspirar terror, y alzar la pregunta ¿qué tanto de toda esta filosofía es simbolismo y cuánto es realmente referido a la realidad concreta y objetiva, suponiendo que ésta no sea igualmente un símbolo?

La pregunta resulta al principio un tanto oscura, y quizás se aclare con más facilidad al tomar en cuenta que el lenguaje es ante todo simbólico, no es unívoco el término, sino análogo, y no se refiere a la cosa en sí más que de modo indirecto, es decir, la palabra “silla” no conlleva en si el significado de lo que uno usualmente entiende o piensa al escuchar tal exacta configuración de sonidos vocálicos, en efecto, si escuchásemos “silla” en ruso o chino muy difícilmente podríamos entender a lo que se refiere, en cierto modo hago alusión a aquella frase del poeta “en la palabra N-I-L-O fluye el río”.

La conceptualización que hacemos de aquello que percibimos es exteriorizada por medio de símbolos, lenguaje sea corporal, escrito o expreso, ¿aquel proceso, es igualmente simbólico en la interiorización además de la exteriorización? Hablamos ya de la aprehensión, de la gnoseología, el como hacemos la abstracción de lo que está fuera de nosotros a nuestras mentes, y es difícil de determinar, lo que sí es seguro es que existe una diferencia entre lo que pienso e imagino, sigamos con el ejemplo de la silla, y la cuasi infinita cantidad de sillas posibles que puedan llegar a haber, es decir, si bien la idea de “lo silla” que tengo en mi cabeza se refiere, “encaja” o describe, a los muebles en los cuales tomo asiento, esa idea no es en si misma una silla, ahora, qué tanta disparidad hay entre el pensamiento y la realidad es cosa aparte que no podríamos abordar en un ensayo de esta naturaleza.

Mi punto es que cuando elaboramos una filosofía que busque explicar todos los fenómenos que percibo o pienso, un sistema filosófico, hago uso necesariamente del lenguaje, y al hacerlo parece que me alejo de la realidad, eso claro si la realidad es unívoca en vez de análoga en cuyo caso estaría todo perfecto, al hacer uso del lenguaje podemos esclarecer muchas veces el pensamiento y hacer más entendible una postura filosófica, pero también hay veces que las palabras “estorban” a lo que deseamos decir, y sentimos que o bien no hay suficientes palabras en el diccionario para lo que deseamos expresar, o bien el lenguaje que utilizamos no es suficiente. En efecto, cuando hablamos del ser, de lo que el ser es, de lo que ser es siendo ser, y cosas de semejante abstracción metafísica las páginas terminan siendo un rompecabezas o una sopa de letra tan atiborrada de las mismas palabras “ser”, “esencia”, “existencia”, etc., que tememos sea ilegible, y si Gadamer nos ha enseñado algo es que la interpretación se presenta lo queramos o no, de modo que lo que Hegel quiso decir quizás nadie lo sabe y estamos elaborando sobre interpretaciones, más o menos cercanas, a las intenciones de Hegel.

No deseo con esto indicar que toda metafísica son castillos en el aire, sino mejor dicho lanzar la cuestión de si el lenguaje que utilizamos para explicar lo que el ser es, lo que la nada es (en caso claro de que la nada sea algo), de la composición ontológica del “algo”, etc., no es en realidad insuficiente. Pongamos un ejemplo: Imaginemos que estamos construyendo un sistema filosófico del devenir, similar al de Hegel, donde los contrarios sean el ser y el “siendo”, explicar lo que el “siendo” es puede tronarse tan increíblemente complicado que uno termina preguntándose si se hace filosofía de la realidad o del lenguaje, o bien si el lenguaje abarca a toda la realidad, o si es conductora de ella. Un ensayo sobre la nada tendría que ser una hoja en blanco, e incluso esa palabra “nada” es en realidad “no-ser”, absoluto “no-ser”, volvamos ahora a ese sistema filosófico inventado donde los contrarios son ser y “siendo”, el “siendo” es no-ser, y sin embargo si decimos que el “siendo” es la nada, creamos confusión, solemos imaginar en la nada un vacío, tenemos la imagen de un abismo insondable, en realidad es un abismo de ser, es carencia de ser, pero aquello no indica que no “sea” real, incluso ahora se pone en evidencia que es imposible hablar del “siendo” sin hacer uso del “ser”, aun cuando el “siendo” no es, y peor cuando nos preguntamos lo que “algo-sumamente-distinto-del-ser” es, llegando a una cierta una contradicción.

¿Es el lenguaje el vehículo de la realidad, reflejo de la realidad, o es reflejo del ser? El lenguaje parece estar construido todo él alrededor del ser, pero ¿y si los contrarios causantes de la realidad son ser e “inserte-término-aquí-distinto-del-ser”? Si tal fuese el caso el lenguaje es ya inútil, o mejor dicho, es parcial, observa solamente la mitad del cuadro, la otra mitad está oscurecida. Cosa similar sucede con la física moderna, tan abstracta en las matemáticas experimentales que se llega a hablar de once dimensiones, cosa impensable para el Hombre, peor aún es la hipótesis tentativa del Universo holográfico, según el cual no hay diferencia entre un átomo y otro, entre la silla y el Sol, etc., al estilo de Parménides, construcciones tan complejas ya que parecen inexpresables, y lo que es peor, no podríamos inventar un lenguaje que cubriese ese contrario “distinto-del-ser” porque comenzaríamos a construirlo a partir de uno que gira completamente alrededor del ser. Esto quizás no imposibilita desarrollar una metafísica del devenir con contrario de ser y no-ser, pero sí lo hace mucho más complicado.

Los antiguos, aquellos antiguos que considerábamos tan obsoletos, aquellos que se sentaban alrededor de un chaman a escuchar historias de dioses y monstruos, aquellos nos han ganado la partida, sería más fácil desarrollar una metafísica del devenir al estilo hegeliano con metáforas, sobre todo considerando que el lenguaje es ya una metáfora (en el sentido que las palabras son análogas y no unívocas), que es por cierto justo lo que Aleister Crowley hace a lo largo de sus obras, advirtiendo que es más fácil hablar de Nuit y Ra-Hoor-Knuit que de espacio, tiempo, ser, existencia, etc., aunque habría que preguntarnos si además de ser más sencillo expresarlo así, no es en realidad más complejo de entender. ¿Se trata entonces de una evolución de metáforas oscuras a más claras pero menos adornadas? En efecto, es más estético hablar de Parsifal el guerrero que se casa con Brunilda, o de Apolo escuchando a Ulises que hablar sobre como el ente posee nada y ser a la vez, pero que estos dos, nada y ser son lo mismo dado que son indeterminados, y cobran diferencia debido al devenir, aunque es más sencillo de entender lo que se desea indicar con estos últimos que con Ulises, Parsifal y compañía.

Construimos complejos entramados, sistemas profundos y abstractos para representar lo que percibimos, pero por más que deseemos profundizar en dichos sistemas, ¿estamos realmente reflejando a la realidad tal cuál es esta?, podría ser que sí, o que no, pero finalmente, si decimos que no habrá que hacer un sistema filosófico que nos expliqué porqué no estamos hablando de la realidad, en cuyo caso ese sistema filosófico, al no reflejar tampoco la realidad, es igualmente falso, por otro lado cabe la cuestión de si ese entramado complejo de símbolos no constituye ya la realidad, porque ciertamente constituye parte de ésta; incluso si responde afirmativamente a la pregunta planteada, de si éstas complejas estructuras reflejan la realidad nunca podremos quitarnos el agrio sabor de boca que produce la incertidumbre, después de todo es fe, pero ¿respondemos afirmativamente por miedo a perder lo que conocemos?, Crowley, en su “confesiones de Aleister Crowley” escribió:

<< “Anoche dormí con Fe y he amanecido abrazado a un cadáver, bebí y bailé en su funeral y la encontré reluciente a la mañana siguiente”>>.

Aleister Crowley, dionisiaco más que apolíneo, tratando de escapar del dogmatismo cristiano en el que fue criado terminará por plantear visiones que predicen el existencialismo de Sartre, “cada Hombre y cada mujer es una estrella”, dice en su Libro de la Ley, cada persona es parte de su propio Universo, su objetivo es reinar en su propio universo, pero a la vez desea que exista algo seguro fuera de él, que no sea la mera convencionalidad de los distintos universos personales por convención social, da por seguro tal realidad, pero sobre ella habla poco, lo cual es coherente con su alta estima al “silencio sacro” de Buda, la posición donde Buda ni negaba ni afirmaba nada acerca del origen y composición del cosmos, pero más seguro que de la objetividad de nuestras percepciones lo está del devenir.

Crowley sería incomprensible sin el movimiento, sin el devenir, para él todo lo que percibe, todo cuanto piensa y desea es movimiento, a este movimiento le da el nombre poético de “éxtasis” en sus distintas obras, “ser y hacer” rodean a Crowley y, retomando el tema con el que iniciamos el capítulo, elige explicarlo todo mediante las alegorías, dedicando artículos y ensayos a explicaciones más metódicas y extensas, reservando para sus obras principales la poesía colmada de expresiones hiperbólicas, figuras divinas del antiguo egipcio y sátira. De ese modo es como construye su propia realidad, sin poder hacer más que desear que esa sea la realidad “verdadera”, el mismo salto de fe que aceptar que lo que percibimos es lo real objetivamente, pero en el sentido inverso.

1.- Devenir en Hegel

Resumir la doctrina de Hegel en unas cuantas líneas es una blasfemia, antes bien entiéndase que solo se podrían abordar un limitado número de cuestiones, todas ellas girando en torno a un punto específico de su filosofía, que es por supuesto el devenir. Hegel concibe el devenir y de inmediato busca dos contrarios que permitan tal devenir, llegando a la conclusión del ser y la nada, los entes son y no son, y esa contradicción genera el devenir, la realidad es pues contradictoria en si misma, en este punto me asalta la consideración de Aristóteles, quien igualmente asombrado por el cambio busca explicarlo haciendo uso de contrarios, lo que es y lo que aún no es, o mejor dicho, lo que ya es, y la capacidad real de ser otra cosa, acto y potencia, y sin embargo al dar sus notas sobre la naturaleza de tales contrarios nos enumera las siguientes:
1.- Uno no está hecho del otro, pero todo está hecho de ambos.
2.- Hay un medio entre ambos. (Azul y existencia no son contrarios porque no se refieren a lo mismo, por lo tanto no hay medio).
3.- No pueden ser derivados de otros, sino que son anteriores a todo.

Aristóteles mismo traiciona el tercer punto, acto y potencia “son”, de modo que hay algo superior a estos contrarios, el Ser, si bien esta pareja de contrarios es pensada para explicar el cambio del mundo sublunar, y no para ser piedra central de todo su sistema filosófico, cosa que intenta hacer Hegel. Ser y nada son en realidad abstracciones vacías, en efecto, si se refirieran a algo concreto dejarían de ser abstracciones del ser absolutamente indeterminado, y en ese sentido son iguales, lo cual genera un problema, porque si no son contrarios, ya que son solo contrarios cuando el devenir los diferencia, ¿cómo es que hacen nacer al devenir? Pareciera que estos principios, lejos de explicar el devenir, generan ya no dos contrarios y un medio, sino tres co-principios de la realidad.

La doctrina del ser en Hegel se divide en tres categorías principales:
1.- La determinidad o cualidad. Cualidad es “ser algo”, “ser” es lo primero que se estudia, y el “algo” surge cuando se limita al ser mediante una “determinidad” o cualidad, la de ser azul y no otro color, etc. La cualidad a su vez se divide en tres partes:
1.1.- Ser (Sein), donde se desarrollan las categorías de ser, nada y devenir, que a su vez tiene dos momentos, el surgir y el perecer. El ser es el pensamiento puro más general, carete de toda determinación o límite, por ende sin cualidad, pero se engloba dentro de la cualidad en tanto que su carencia de cualidad es justamente su cualidad. Por esa carencia de cualidad es igual a la nada, pero siguen siendo contrarios que cobran consistencia en ese movimiento del devenir.
1.2.- El existir. (Da sein, que en Hegel se refiere más que nada al ente).
1.3.- El ser-para-sí.

2.- La magnitud o cantidad. Cantidad es ser ese algo más o menos, lo cual no impide tener la misma cualidad, ser un azul más o menos intenso, etc.

3.- La medida. La medida es la cantidad cualitativa, o sea, una cantidad que ya no es indiferente frente a la cualidad, sino que la cambia, un azul que ya pasa a verde, una casa que ya es de juguete cuando mucho, etc.

Sobre la primer categoría, la cualidad, Hegel engloba al Ser pero se comete un error, ya que la carencia de cualidades no debería ser una cualidad, sería como si enumeráramos, cuando nos referimos a las cualidades de un ente concreto, todas las cualidades que no posee, es decir, no hay cualidades negativas, el que esta silla no sea roja no es una cualidad, solo lo positivo, o mejor dicho, lo de existencia positiva es cualidad y no la privación o la carencia. Sin embargo es necesario, en cierto sentido, para la doctrina de Hegel, que la determinación, comprendida como el límite en un sentido negativo, de no-ser, sea parte del ente, para que el ente conciba devenir, pero si tal fuese el caso jamás terminaríamos de enumerar las cualidades de cosa alguna, ya que no solo habría que decir lo que la cosa es, sino que tendríamos que decir lo que la cosa no es, es decir, no solo la esencia, si por “esencia” hemos de comprender “lo que la cosa es”, sino también una suerte de esencia negativa “lo que la cosa no es”.

En cuanto a la existencia, como Dasein, se refiere al ente, y en verdad para que haya devenir debe haber, desde la doctrina de Hegel, ser, nada y ente, razón del devenir y objeto, sin embargo Hegel también llega a decir que el ser y la nada son, éstos mismos, momentos del devenir, en cuyo caso ya es indefinible el devenir, en tanto que ni es ni no-es. En cuanto al ser en relación al ente, hay que decir que el ser es pensado necesariamente como no-ente, no se agota en la cualidad de esa indeterminación óntica, en ese proceso de abstracción de lo óptico, sino que sigue siendo la condición ontológica de la posibilidad de todo ente y de todo comprender, y a su vez la nada absoluta no es la mera desaparición del ser, sino la desaparición del ente, ciertamente no sólo la de un ente concreto, sino la de todo ente, de la cual no surgiría ninguno más. Ser u nada se contraponen, pero no pasan el uno al otro porque carecen de realidad, como sí lo hace el ente. Realidad o “realitas” se comprende en Hegel como lo que existe, el Dasein, que es el ente.

El proceso del devenir propio de la esfera de ser, nos dice Hegel, es un pasar de una categoría a otra, el ser se exterioriza por mediación de la alteridad, gracias a lo cual puede volver sobre sí y revelarse como esencia, la esencia es “la verdad del ser”. El ente sale del devenir gracias a una cualidad que le hace ser algo y no otra cosa, que es un paso parecido al de Aristóteles cuando la materia prima es recortada por la forma. El ente se convierte entonces en “algo”, es la primera negación de la negación (recordemos que el proceso se lleva a cabo en tesis, antítesis y síntesis), la primera construcción del para-sí (mediación consigo mismo), el inicio del sujeto. Ese algo no sólo es ser y nada, sino también devenir.

A partir de aquí Hegel explicará, o al menos intentará explicar, todos los fenómenos posibles, percibidos o pensables en los mismos términos, Tesis, Antítesis, Síntes, Ser, No-Ser, Devenir, la filosofía de la Historia, la religión y la conciencia son tres esferas, muy cercanas la una a la otra por cierto, donde pondrá en acción la teoría del devenir. Su filosofía de la Historia, ya famosa y aclamada, no deja de ser, después de todo, la continuación de la de Kant, y en especial en su sentido religioso, en efecto, cuando Hegel habla del Absoluto no hace sino hablar filosóficamente de la religión, en tanto que ambos, filosofía y religión, tocan el mismo asunto, el Absoluto, pero de distintas maneras, y negar el aspecto religioso de Hegel es no ver una vaca en un baño.

El espíritu de la Idea Absoluta, compréndase por ello el devenir no está restringido a una sola área o parcela de la realidad, sino que es el motor de la realidad y en cierto sentido es como la realidad, como dije su filosofía y su lógica se encuentran en referencia a la religión, es el mismo objeto, aunque distinto el método o medio, la religión presenta al Absoluto con la representación y pone con ello la verdad al alcance de todos, pero sigue instalada en la dualidad objeto-sujeto, mientras que el ámbito de la filosofía es el concepto y capta con ello adecuadamente la unidad articulada de lo real, las fuerzas que configuran el objeto y el sujeto finitos mismos, les dan forma y ser, a la vez que los desbordan y superan, situando al Hombres dentro un sistema de identidades y diferencias, y libera al espíritu de las contradicciones y oposiciones que le desesperaban, como escribe el propio Hegel “La filosofía especulativa no hace otra cosa que transformar las representaciones en pensamientos, pero además a los meros pensamientos en el concepto”.

En este proceso de transformación o elevación de la conciencia común a la conciencia filosófica hay tres momentos. Primero está la comprensión propia del entendimiento, que mantiene las distinciones como definitivas, entiéndase Dios-mundo, libertad-necesidad, etc., tal fosilización de los conceptos es la fuente fundamental e los errores. El segundo momento es el dialéctico, en donde el trabajo negativo del concepto disuelve las diferencias. El tercer momento es el puramente especulativo o de la razón positiva, la que comprende lo móvil y vivo racional, o sea, el flujo de la razón, que es lo absoluto y que unifica todos los opuestos conservando las diferencias en su realidad limitada. Es de este momento como la Idea, o Espíritu, fluye y se desarrolla en todas partes, en la lógica, en su elemento principal, en los pensamientos puros, en su exterioridad en la Naturaleza y finalmente en la identificación entre el saber absoluto y espíritu absoluto dentro de la filosofía, de Hegel por supuesto.

Esta cuestión de los tres pasos de la conciencia común a la conciencia filosófica, la idea de la dualidad en el primer estadio y su ulterior desaparición, en conjunto con la reflexión que hace Hegel acerca de la idea de Dios como conjunto de todas las realidades, y por ende conjunto también de todas las negaciones, o como Cusa había dicho ya “Coincidentia oppositorum” será muy usada por Aleister Crowley cuando desarrolle sus concepciones místicas y su teoría filosófica de la religión, que solo podría ser descrita como una ontología del devenir enfocada a la esfera de lo religioso.

Devenir en Aleister Crowley

Aleister Crowley nace como Edward Alexander Crowley el 12 de octubre de 1875 en Inglaterra. Creció en una familia de devotos cristianos, por lo que tuvo graves problemas con sus padres. Ya como adulto joven, mientras destacaba como poeta en la Universidad, se distanció de la crianza estricta de sus padres para investigar y estudiar sobre religiones orientales, aprendió griego, latín y alemán entre otros idiomas, infatigable lector de filosofía, egiptología y misticismo, viajó alrededor del mundo, siendo iniciado en la masonería en 1897 en México, para luego trasladarse por Oriente, a través de Egipto, Sri Lanka e India principalmente para finalmente establecerse en Londres, aunque hizo muchos viajes a los Estados Unidos, donde se ganó muy mala fama por los periódicos debido a rumores y a su excéntrica personalidad.

Aleister Crowley, quien en vida fuese poeta, filósofo, profeta, demente, santo, bisexual, drogadicto, sabio, mago, charlatán, culto, bondadoso, diabólico, monstruoso y sublime se presenta, sin lugar a dudas, como una contradicción deambulante, vivió como a Nietzsche le hubiera gustado, anteponiendo lo dionisiaco en toda ocasión, pero pensó siempre partiendo de los principios de Hegel, todo a fin de albergar en sí mismo contradicciones tan grande como fuese posible para reflejar a Dios (en el sentido que éste es “coincidentia oppositorum”). Grandemente impresionado por Hegel, en cuanto a su doctrina filosófica, Nietzsche en su prédica del placer, el budismo, el hinduismo y el cristianismo en cuanto a sus concepciones religiosas y el misticismo judío en cuanto vía de explicación logró conciliar, o mejor dicho, supo unificar la cuestión del devenir a la esfera religiosa de modo que no solo describiese lo que la religión parece ser, sino que fundamentase el devenir a la religión misma en un pensamiento poético y potente que ha tenido consecuencias en la esfera de lo religioso visibles en absolutamente todos los movimientos religiosos o espirituales paralelos a las religiones establecidas, las cuales ganan adeptos a velocidad considerable, en las interpretaciones teosóficas de la más vulgar hasta la más mística e incluso en la cultura popular.

La contradicción se convierte, en Crowley, explicación y salvación, la noción de los opuestos de Ser y Nada que animan el devenir son tomados de Hegel casi idénticos letra por letra, y será pieza central para su doctrina principal, aquella de los eónes, o “estadios”. Hegel enumera tres pasos en el proceso de transformación o elevación de la conciencia común a la filosófica, de lo absolutamente básico a lo absolutamente espíritu, Crowley de igual manera separará el devenir en tres principales estados pero los ampliaría hasta siete, estos eónes como les llama él, que no son sino pasos dentro del proceso de transformación del devenir, no se ven reducidos a una sola esfera, conciencia filosófica por ejemplo, sino que tendrán que ver incluso con la religión y la moral.

Aleister Crowley, conciente de la dificultad del lenguaje, explicada en la introducción, recurre a figuras mitológicas para expresar su doctrina, echando mano de sus conocimientos en egiptología, nombra a los tres principales, Isis, Osiris y Horus, pero a su vez pueden ser extendidos a siete, numerados del 0 al 6, los primeros tres sin embargo carecen de nombre, y no deben ser entendidos como períodos históricos, sino más bien como “estadios”, cada uno refiriéndose a la conciencia, al Hombre en cuanto a su trascendencia (arte, filosofía y religión) y relaciones sociales, que a grandes rasgos serían descritos de la siguiente manera:
- Eón 0: Vacío de inconciente, Oscuridad, la “Naditud” cabalística, su símbolo o conceptualización óptima es el Tao.
- Eón 1: Caos del inconciente, o nacimiento de la conciencia más primitiva, cultos prehistóricos, el Hombre nómada con principios de conciencia espiritual.
- Eón 2: Nacimiento del inconciente estable, principios de comunidad, desarrollo del lenguaje primitivo, cultos primitivos hacia la luna, en este estadio el Hombre comienza a descubrir las relaciones entre los fenómenos que le rodean, el cosmos se convierte en una entidad impersonal pero no caótica.
- Eón 3: Llamado también Eón de Isis. Sedentarismo, desarrollo del lenguaje y del comercio, patrones matriarcales, cultos a las diosas madres, lunares y luni-solares, nacimiento de la ética para la convivencia en comunidad. Inexistencia del límite entre lo mágico y lo racional, entre el ritual religioso y las actividades diarias tales como el cultivo o la caza. Nacimiento de la conciencia de la tradición y mística.
- Eón 4: Llamado también el Eón de Osiris. Nacimiento de la sociedad, patrones patriarcales, nace la línea divisoria entre el ritual mágico y el estudio y tratado de los fenómenos, en liturgia y filosofía o ciencia. Nacimiento del monoteísmo/henoteísmo, y del monoteísmo absoluto. La divinidad se convierte en un concepto exterior (dual) al Hombre, un padre exigente y legislador de casi todos los aspectos de la vida. La mística se reafirma y mejora por separado de la religión popular. Nace la conciencia del concepto de nación y civilización.
- Eón 5: Eón de Osiris. Monoteísmo absoluto, transición del Dios legislador del Estado al Estado legislador, distanciamiento casi total entre liturgia y vida práctica, la mística se aleja tanto de las expresiones religiosas que se transforma casi en una religión a parte. Decadencia de la religión tradicional, nacimiento de la conciencia social, muerte del pensamiento de comunidad, búsqueda por la síntesis entre Estado, Dios y religión, comienza la identidad con la divinidad, el ocaso de la dualidad entre Hombre y Dios.
- Eón 6: Eón de Maat. Síntesis de la conciencia social con la conciencia nacional, reintegración de los elementos sobrevivientes de la decadencia religiosa en una concepción religiosa que congenie con la mística anteriormente distanciada.

Se nos presenta un ciclo, en efecto, si el Ser y la Nada son iguales en tanto tan generales que son abstracciones vacías, el inicio y el final serán necesariamente iguales, cosa similar podemos encontrar en cualquier religión, el regreso a un estado primordial, o mejor dicho, religación a ese estado primordial, del Edén y el Adam Kadmon, a Cristo y el Apocalipsis, un regreso a la gloria de Dios. Crowley no decide explicar a la religión a la luz del devenir, como hiciese Hegel, en un ámbito particular, sino mejor aún hace un estudio de la religión en general y de la evolución de la religión como un solo proceso que tiende a la disolución, o mejor dicho, a la armonía entre los contrarios, hacia la Nada. Ante la pregunta de si las distintas religiones poseen un núcleo común que devenga, Crowley no solo responde afirmativamente, sino que se dispone a, a partir del devenir hegeliano, a crear una doctrina religiosa acorde a ésta y, en esencia, es decir, en fondo aunque no en forma, igual a las demás religiones.

Aleister Crowley no hace del devenir un dios, de hecho en muy pocas veces escribió acerca de Dios, en su “ensayo ontológico” admira el “silencio sagrado” de Buda en lo referente a Dios y su relación con el Hombre, aunque en el Libro de la Ley coloca al devenir como la Voluntad (Thelema) de Dios, y expresa su mandamiento principal como “Haced tu Voluntad será toda la Ley”, sin embargo hay que enfatizar que no se refiere a una anarquía caprichosa, sino que describe una concepción espiritual de templanza y autocontrol para descubrir lo que él llama la “Verdadera Voluntad”, a saber, los impulsos primarios y el ideal que funge como motor de la voluntad, para lo cual se ha dominar cuerpo, voluntad y alma para alcanzarlo, lo describe como un Nirvana dinámico, y lo coloca en estos términos “Quien opera su Voluntad Verdadera está de acuerdo con la inercia del Universo y nadie se negará”, “Quien opera su Voluntad Verdadera se hace uno con el devenir, la existencia es movimiento”.

2.- La palabra sagrada es “NO”

En el corpus de Frater Perdurabo encontramos su “Book of Lies”, el Libro de las mentiras, donde en verso expone, a manera de capítulos, atendiendo el número del capítulo con su correspondiente significado cabalístico (misticismo hebreo), su doctrina filosófica. El libro lleva tal nombre a partir de una idea muy simple, si el ser y la nada se encuentran en cada cosa, es decir, si la afirmación y la negación conviven y terminan siendo prácticamente lo mismo, entonces cada proposición verdadera es una media verdad, de modo tal que nos presenta en este, su libro de las mentiras, grandes verdades.

En el primer capítulo, numerado como “0” (cero), escribe:

The Ante Primal Triad which is
NOT-GOD
Nothing is.
Nothing Becomes.
Nothing is not.
The First Triad which is GOD
I AM.
I utter The Word.
I hear The Word.

La primer tríada, “nada es, nada se convierte (o deviene), nada es no”, es en último sentido, la misma cosa, y se relaciona con su contraria: “Yo soy, yo pronuncio la palabra, yo escucho la palabra”, en el mismo sentido en que Hegel habría de relacionar ser y nada. “Yo soy”, indica el ser es (pensemos en las palabras de Dios en el Sinaí, YHWH, que más o menos corresponden a Yo soy), “Yo pronuncio la palabra”, que también se puede interpretar como yo soy totalidad de la palabra, debido a que “utter” es igualmente “pronunciar” que “totalidad”, y en consideración a la religiosidad de Crowley, el pronunciar la “Palabra”, indica existencia, nuevamente nos remitimos al sentido cristiano del Verbo, que es existencia, y en Crowley, existencia es movimiento, devenir, “Ser y hacer, existir es movimiento” como escribe en su Libro de la Ley, y “yo escucho la palabra” en el sentido de Yo existo, o yo soy. No-ser y ser, o anti-Dios y Dios, que vienen siendo la misma cosa, y es a partir de este capítulo 0, del cual hemos rescatado solo un pedazo, que comienza a elaborar su filosofía.

Hegel identifica el cambio del devenir como el Espíritu que despliega y cobra conciencia de sí, en Crowley ocurre una cosa similar, sin embargo pareciese que el objetivo del devenir del Espíritu, más que tener un objeto en sí mismo, es el Hombre, en efecto, como observábamos en el capítulo anterior, todos los eones se refieren al Hombre, al nacimiento de su conciencia, su relación con lo divino y con lo social, y desde ese plano se advierte ya el significado del Eón de Horus, el comienzo de la síntesis, cuando se refiere indistintamente al Hombre que a Dios “I utter the Word”, si comprendemos “utter” como totalidad tiene el mismo sentido que como si lo considerásemos como “pronunciar”, “Yo soy la Palabra”, en el sentido de existencia, paralelo al “Yo soy”, porque en el Eón de Horus termina la dualidad entre Dios y Hombre, “No hay más Dios que el Hombre” es una de sus frases célebres en su “Liber al vel Legis”, de modo similar a como Hegel había identificado pensar con ser.

Sin embargo, y esto siempre ha generado gran controversia, en especial entre los creyentes, éstos estadios del devenir, del estado pre-conciente, a la nueva síntesis, del 0 al 6, no son siempre entendidos por Crowley como ajenos al Hombre, sino que el alma del individuo puede igualmente devenir, cambiar a través de estos escalones, cuestión similar ocurre con Hegel, en su filosofía de la Historia, cuando celebra a Heráclito el descubrimiento del devenir, pero argumenta que Heráclito no hubiera podido llegar hasta donde Hegel había llegado, porque el Espíritu de la Idea Absoluta aún no había llegado al punto que permitiría tal cambio, entiéndase entonces, en este sentido, como es que deviene el alma individual en virtud del devenir del Espíritu.

En el capítulo veinte del “Libro de las mentiras” Aleister Crowley deja ver su pasión por Hegel, a quien por cierto cita, aunque de modo indirecto, en su “ensayo de ontología”, en su poema “la batalla de las hormigas”:

THE BATTLE OF THE ANTS
That is not which is.
The only Word is Silence.
The only Meaning of that Word is not.
Thoughts are false.
Fatherhood is unity disguised as duality.
Peace implies war.
Power implies war.
Harmony implies war.
Victory implies war.
Glory implies war.
Foundation implies war.
Alas! for the Kingdom wherein all these are at war.

El título no podría ser más acorde, toda la poesía gira alrededor de la guerra, o mejor dicho, del movimiento, como las hormigas son insectos laboriosos. En la primer línea el Ser es identificado con el no-ser, (“Eso no es lo que es”), de modo análogo en la segunda línea identifica el habla con el silencio, lo mismo es decir que no decir, en la tercera línea el logos es declarado como negativo. La cuarta línea es una declaración hindú muy conocida, todo lo pensable es falso, en efecto, si el ser es lo más indeterminado, se identifica con la nada, pensar el ser es pensar en el No-ser, hablar del Ser es guardar silencio, un camino negativo para abordar lo positivo. La quinta línea “Paternidad es unidad disfrazada de dualidad”, es una de las tesis principales de su corpus, la dualidad es en realidad unidad, es una dualidad aparente (piénsese en la Maya hindú), el Padre y el Hijo no son realmente dos, entre ellos son uno, en el capítulo 0 también había escrito “God the Father and Mother is concealed in generation”, “Dios el Padre y Madre está oculto en la generación”, en efecto, el que es padre y la que es madre no lo son sino hasta la generación del Hijo, los dos principios agente y pacientes no son sino en generación, y solo existen en generación, cuando el agente deja de ser agente, deja de haber generación. Los contrarios se implican y ese el sentido de sus últimas líneas, la paz implica guerra, armonía, victoria, etc.

En el plano de lo divino Dios es y no-es, en el plano de la relación entre el Hombre y Dios no hay tal relación, pues de modo análogo a como, según Hegel, la filosofía especulativa (la suya por supuesto), libera al espíritu de las contradicciones, en Crowley el conocimiento de estas cuestiones, con su respectiva senda de acción, sobre las cuales atenderemos en un momento, unen al Hombre y a Dios, ya no hay mediación entre Dios y el Hombre, y la dualidad es como la paternidad, unidad disfrazada de dualidad. La contradicción en Aleister Crowley no es solamente el motor ontológico del devenir en el ente, como lo es en Hegel, sino que es llevada hasta el Hombre mismo, como ya había adelantado, Crowley contiene ciertas nociones existencialistas antes de Sartre (para ello recomiendo “Diferencie entre Conocer y Concebir en Sartre y en Crowley”, las similitudes entre las ideas del existencialista Sartre y Aleister Crowley), el inglés lo expresa de la siguiente manera:

ONION-PEELINGS
The Universe is the Practical Joke of the General
at the Expense of the Particular, quoth FRATER PERDURABO, and laughed.
But those disciples nearest to him wept, seeing the Universal Sorrow.
Those next to them laughed, seeing the Universal Joke.
Below these certain disciples wept.
Then certain laughed.
Others next wept.
Others next laughed.
Next others wept.
Next others laughed.
Last came those that wept because they could not
see the Joke, and those that laughed lest they
should be thought not to see the Joke, and thought it safe to act like FRATER PERDURABO.
But though FRATER PERDURABO laughed openly, He also at the same time wept secretly;
and in Himself He neither laughed nor wept.
Nor did He mean what He said.

“El Universo es la broma práctica de lo general a expensas de lo particular”, para el inglés la existencia individual es dolorosa, pero ante la contradicción no queda mas que actuar contradictoriamente, y en vez de sufrir la contradicción en una angustia infatigable es menester disfrutar, regocijarse. En este mismo talante nos ofrece este verso la reacción deseable ante la comprensión absoluta de la absoluta contradicción, las reacciones son simultáneas y a la vez contradictorias, llora y ríe por lo trágico de la broma universal de la existencia.

En el ensayo sobre la espiritualidad como estética dinámica apuntaba que el Hombre espiritual desea y pone todo su empeño en reflejar la divinidad, o el ideal de su preferencia, en un esfuerzo por ser uno con esa divinidad, y “ser uno” es la versión políticamente correcta de decir “ser esa divinidad”, en efecto, estar en comunión con la divinidad indica la pérdida de toda distinción entre uno y otro, razón por la cual los místicos judíos siempre hablan de Dios como A’in Soph, la nada o más precisamente la “naditud”, más allá de los rituales y la mística se busca a la nada, ser uno con la nada es no ser, que es finalmente lo mismo que el ser, absolutamente indeterminado. Siguiendo ésta cuestión, y rescatando lo que ya se había dicho de la Ley de la Thelema “Hacer tu Voluntad será toda la Ley”, el devenir es visto como Voluntad (Thelema en griego), hacer tu Voluntad Verdadera, recordemos que la Thelema en Crowley más allá de indicar hacer lo que se venga en gana, expresa un recorrido introspectivo hacia aquello que nos anima, lo que nos guía, los impulsos primarios y más puros, que es realmente el deseo que se encuentra oculto entre todos los demás deseos pasajeros, y en ese sentido ha de entenderse la expresión “Todo Hombre y toda Mujer son una estrella”, como toda estrella el individuo debe encontrar el vector de su órbita, al hacerlo “empareja” por así decirlo, su Voluntad (Thelema) a la Voluntad (devenir). En la identificación con el devenir se trasciende la contradicción que anima a la existencia, se resuelve la contradicción y se identifica el Hombre con Dios, la aludida muerte de la dualidad entre Hombre y Dios (“no hay más Dios que el Hombre” tan citada ya a lo largo del presente artículo), el Nirvana de los budistas pero en un sentido dinámico y ya no estático. Esta noción es en realidad más antigua, San Agustín indicaba que las distintas facetas de las personalidades, conocidas en la psicología como “egos” o “yóes” nacen de la disparidad entre la Voluntad de Dios y la Voluntad del Hombre, la contradicción se resuelve cuando el Hombre obra la Voluntad de Dios.

Para obtener esta “Voluntad Verdadera” Frater Perdurabo recomienda un sendero de autocontrol, donde cada pensamiento, acción y palabra son cuidadosamente pensados de antemano (colosal tarea por cierto), con dos finalidades, la primera es que el individuo cobre conciencia de cuántas cosas hace sin pensar, de un modo inconciente, de cuanto el inconciente posee el control sobre la existencia particular, desde los ademanes, que son fácilmente controlados, el modo particular de hablar, y finalmente los pensamientos, que es sin lugar a dudas lo más difícil de controlar, la segunda finalidad es que el iniciado sea capaz de mantener la atención en todo momento, que sea conciente más que inconciente, y pueda así dedicarse a descubrirse a si mismo (“conócete a ti mismo” socrático) y obrar su Voluntad, convirtiéndose finalmente en una causa incausada, en tanto que ningún estímulo externo opera en él como agente y aquel como paciente, sino que es realmente libre. “Pues el deseo puro, libre de propósito, rescatado de la lujuria del resultado, es perfecto por todos lados” escribe en su “Libro de la Ley”. (Recomiendo también el ensayo “La libertad en el ocultismo”).

A modo de conclusión no queda mucho más que decir, si acaso repetir los discursos usuales de todo ensayo referido a un autor, sobre la importancia de su obra, de su inigualable genio, de su carácter de visionario, y un largo etc., que finalmente se convierte en trivial al grado que, cuando se presenta uno de esos, visionario parteaguas de la Historia de la filosofía, se puede incluso llegar a insultarle, en efecto, sería injusto decir que Hegel es uno de los mayores genios del siglo XIX, cuando en realidad es el genio del siglo XIX, o decir que Hegel concibió un sistema filosófico de referencia obligatoria para el siglo XIX y XX, cuando en realidad concibió lo que todos los otros idealistas alemanes, en una línea que podríamos trazar desde Kant, sino es que antes, apenas podían imaginar, no, no podemos ridiculizarlo. Lo inverso ocurre con Crowley, ridiculizado por algunos, temido por otros y reverenciado por muchos, si de él dijésemos que es un visionario profeta, como he dicho yo, le traicionaríamos, pues en repetidas ocasiones mencionó no haber hecho nada más que dar su ignorante opinión, pero la contradicción es, después de todo, el motor del devenir, y fue en muchos sentidos su estilo de vida.

Como referencia tómese en cuenta los siguientes ensayos:

Sobre la Naturaleza de la espiritualidad humana.

Diferencia entre conocer y concebir en Sartre y en Crowley

La libertad en el ocultismo

La doctrina de la Thelema en Aleister Crowley

También puede descargar los libros “The Book of Lies”, “El Libro de la Ley” y “Ensayo de Ontología” de Aleister Crowley en la sección de biblioteca

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