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Diferencie entre Conocer y Concebir en Sartre y en Crowley.

Por: Juan Sebastián Ohem.

Introducción

En este ensayo se pretende advertir la diferencia, iniciada con más propiedad en Jean Paul Sartre entre concepción y conocimiento del mundo, para más tarde hacer una comparación entre Sartre y Aleister Crowley en cuanto concepción del mundo y por supuesto de la moral y la libertad, temas omnipresentes en ambos autores. En virtud de lo cual es menester comenzar por dar someras biografías intelectuales tanto de un autor como del otro, para después explicar la tesis de Sartre a profundidad, y finalmente compararla con la tesis de Crowley en sus diferencias y similitudes.

Jean Paul Sartre nacido en Paris (1905-1980) es el padre espiritual del existencialismo, habiendo sobrevivido la captura por parte de los nazis en la segunda guerra, y discípulo cercano de Martin Heidegger, sabe unificar la metafísica de Hegel, y del mismo Heidegger, la fenomenología de Husserl y la filosofía social de Marx en una sola doctrina o corriente, el existencialismo. Los principales tópicos del francés son la libertad del Hombre, el lugar del Hombre en el mundo, comenzando con su obra “El ser y la Nada” donde coloca al mundo del Hombre como en oposición al mundo no humano, como un ser que crea su mundo y se rebela de la autoridad con absoluta responsabilidad de sus actos, En su última obra filosófica Crítica de la razón dialéctica, Sartre trasladó el énfasis puesto en la libertad existencialista y la subjetividad por el determinismo social marxista. Sartre afirma que la influencia de la sociedad moderna sobre el individuo es tan grande que produce la serialización, lo que él interpreta como pérdida de identidad y que es equiparable a la enajenación marxista. El poder individual y la libertad sólo pueden recobrarse a través de la acción revolucionaria colectiva.

Edward Alexander Crowley (1875-1947), hijo de ultraconservadores cristianos en Inglaterra se rebeló de sus padres cambiándose el nombre a Aleister Crowley y se decidió por el estudio de las religiones y el ocultismo llegando hasta tomar posiciones abiertamente anticristianas, pero ¿qué tiene que ver un ocultista inglés, en ocasiones demente por su consumo exorbitante de drogas psicotrópicas con el existencialista francés? Viendo más allá de la cuestión de dos ramas de la filosofía, la existencialista y la ocultista, Crowley se avoca a los mismos temas que Sartre, se pregunta por la libertad y la concepción del mundo de la misma manera que Sartre, llegando a respuestas que en ocasiones se parecen y en otras son muy distintas. Crowley se angustia frente al psicoanalisis de Freud, pues ve en él un determinismo que no deja lugar para la libertad, y a la vez se encuentra frente a la decadencia de religiones establecidas y un auge en el ateísmo, de modo que su visión religiosa y moral le llevaran a indagar sobre el problema de la libertad y la concepción del mundo. En cierto sentido Crowley es un existencialista, dado que hace un hincapié profundo en la voluntad humana y su responsabilidad moral, destacando en variadas ocasiones, por ejemplo en su obra más importante, el poético “Libro de la Ley”, “no hay ser, todo es hacer”, y en sus diversos ensayos filosóficos, acerca de la ontología oriental y occidental, sobre la filosofía moderna, sobre el escepticismo y el budismo, etc., se denota una corriente hegeliana del devenir, si bien no llega a pronunciarse como un existencialista, sin embargo hay que tener en cuenta que Crowley es anterior, por poco tiempo nada más, a Sartre.

Conocer y concebir en Sartre

Es exageradamente difícil elaborar un ensayo estrictamente gnoseológico acerca del “existencialismo es un humanismo” de Jean Paul Sartre, pues al francés le importa más lo que uno hace con el conocimiento que como obtiene tal conocimiento, es decir, hace mayor hincapié en la concepción que en el conocimiento, dos términos éstos muy similares en ciertos aspectos y divididos realmente por nociones más poéticas que filosóficas.

Es probablemente el espíritu francés el único capaz de hacer tal diferencia, en efecto, para el racionalismo alemán podrían ser una y la misma cosa, y quizás la aportación más importante de Sartre y del existencialismo en general es ésta división entre conocimiento y concepción. Conocimiento es, en es estricto sentido, la asimilación entre lo que está fuera de la mente y la mente, el cómo se genera tal asimilación, cuál es su límite, etc., varía de autor en autor, pero podemos estar seguros de dos cosas, existo y existe algo distinto a mí, como lo escribe Sartre:

<< “Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los otros.”>>

Hay una cierta dialéctica o comunión entre el Yo y el No-Yo y esto es indiscutible cuando hablamos del conocimiento, pero Sartre habla poco del conocimiento per se, y cuando parece que habla del conocimiento, en el sentido más gnoseológico posible, lo vincula siempre con la moral, pues en realidad más que conocimiento, habla de concepción. Es diferente la pregunta ¿cómo conocemos el mundo? A ¿cómo concebimos el mundo? La primera es fría y racional, recordemos a Kant o a Aristóteles, solo basta indagar sobre qué son los sentidos, qué es la mente y cuál es la relación entre ambos con aquello que está fuera de mí para llegar a una conclusión más o menos coherente y más o menos exacta. La segunda pregunta atañe a algo más que las potencias cognoscitivas del alma (entiéndase por “alma” la psyke, la mente), en el cómo concebimos el mundo se involucran muchísimos elementos y factores periféricos al mero acto cognoscitivo, en efecto, mi vecino y yo ambos vemos al gato cruzar la calle, ambos conocemos al gato y a la calle, conocemos el movimiento, etc., pero concebimos tal acción de modos radicalmente distintos, para uno es un acto de poesía y para otro es una aberración de salud pública. Entramos pues en cuestiones psicológicas, en lo que atañe a la mente, y cuestiones morales, en los que atañe a la voluntad. Esto lo encontramos fácilmente en el ejemplo del joven que debe decidir entre el amor a su madre y el amor a la política:

<< “Su madre vivía sola con él muy afligida por la semitraición del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él. Este joven tenía, en ese momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas francesas libres —es decir, abandonar a su madre— o bien de permanecer al lado de su madre, y ayudarla a vivir. Se daba cuenta perfectamente de que esta mujer sólo vivía para él y que su desaparición —y tal vez su muerte— la hundiría en la desesperación. También se daba cuenta de que en el fondo, concretamente, cada acto que llevaba a cabo con respecto a su madre tenía otro correspondiente en el sentido de que la ayudaba a vivir, mientras que cada acto que llevaba a cabo para partir y combatir era un acto ambiguo que podía perderse en la arena, sin servir para nada: por ejemplo, al partir para Inglaterra, podía permanecer indefinidamente, al pasar por España, en un campo español; podía llegar a Inglaterra o a Argel y ser puesto en un escritorio para redactar documentos.”>>

Encontramos conocimiento, en efecto, el joven en el punto crucial de la decisión posee intelecto y conoce a su madre, conoce al ejército, etc., sus potencias cognoscitivas se encuentran en acción, pero su concepción es distinta y mucho menos estable, es decir, y aquí está la primer diferencia importante entre concepción y conocimiento, o entre concebir y conocer si así se desea, que el conocer es un acto siempre igual e inmutable, independientemente del mecanismo que lo desencadena, de si los aprioris o si los sentidos, etc., mientras que la concepción, del mismo objeto que el de sus potencias cognoscitivas, es oscilante, en movimiento continuo, similar a una telaraña que se conecta con muchos otros conocimientos, recuerdos, pasiones y sentimientos en un solo paquete “la madre” y el otro “deberes cívicos”, la situación define la concepción, mientras que el conocimiento no es alterado por las situaciones.

Esta idea de concebir al mundo va ligada con la idea de Sartre del Hombre como fuera de sí, que al conocerse conoce al otro, que al decidir decide en nombre de todos, y de aquella responsabilidad moral en cada momento de su existencia que le arroja a la angustia, como el militar que decide por sus tropas y se debate entre vida o muerte.

Tenemos pues ya dos diferencias importantes entre conocer y concebir, la primera de ellas es que las situaciones periféricas a la situación dada afectan a la concepción pero no al conocer, al proceso del conocimiento, la segunda diferencia importante es que en la concepción se debate la moral debido a la importancia de la voluntad. En relación a la primera diferencia vale pena ahondar en que la relación entre la situación y la concepción, si la define, si su influencia es total o relativa, es difícil de decidir, si decimos que la situación interior y exterior del Hombre determina absolutamente a la concepción dejamos al Hombre sin libre albedrío, y simultáneamente sin responsabilidad moral alguna, y si bien Sartre no menciona esta cuestión, muy discutida dentro del ámbito de la psicología, piénsese en Freud donde los instintos del Hombre le determinan absolutamente, o en Frankl donde la situación influye pero no determina (por “situación” entiéndase eventos con carga emocional tanto exteriores como interiores), sí da un juicio pleno al advertir sobre la responsabilidad del Hombre y, vinculándolo con la segunda diferencia, la omnipresencia de la voluntad en todos los actos humanos:

<< “La elección es posible en un sentido, pero lo que no es posible es no elegir. Puedo siempre elegir, pero tengo que saber que, si no elijo, también elijo.”>>

El Hombre está pues lanzado al mundo, sin apoyo o soporte y debe en todo momento elegir, pues incluso no elegir es ya una elección, de ahí que Sartre haga tanto hincapié en la moral, cuestión absolutamente independiente e indiferente del proceso del conocimiento en el puro sentido gnoseológico. La cuestión no queda ahí, pues ese “estar en el mundo” ya presente en Heidegger, el ser lanzado al mundo, es causa de angustia en tanto que carece, como decía anteriormente, de apoyo alguno, independientemente de si existe o no existe Dios, por la cuestión moral, la cual es demasiado ambigua cuando es abstracta, para ilustrar esta cuestión Sartre hace uso de varios ejemplos, el más ilustrativos de todos es el ya mencionado del joven que debe decidir entre permanecer con su madre o unirse al ejército, el joven contempla la moral cristiana que dice que debe amar al prójimo, pero aquello no resuelve la cuestión, es tanto su prójimo su madre como los soldados, ¿a cuál de los dos debe amar?, intenta con la moral kantiana, donde debemos tratar a todos como fines y no como medios, y procurar que cada acción pueda ser universalizable hasta convertirse en ley universal, es decir, plantearse ¿qué pasaría si todos obraran así? Pero si trata a su madre como un fin, trata a los soldados como medios, y viceversa, y si abandona a su madre, y lo trasladara al imperativo categórico, entonces sería lícito que todos los hijos abandonasen a sus madres a morir en el desconsuelo, pero si se queda con ella sería el equivalente a permitir que cualquier ejército enemigo invadiese cualquier país, es decir, no se resuelve la cuestión con la moral abstracta.

<< “Lo mismo ocurre en el plano de la moral. Lo que hay de común entre el arte y la moral es que, con los dos casos, tenemos creación e invención. No podemos decir a priori lo que hay que hacer.”>>

El joven debe pues inventarse la solución a la buena de Dios y ya, no hay a priori que le indique qué hacer, que resuelva su paradoja, y la cuestión no mejora, pues aún cuando decide a base de sus sentimientos concretos hacia su madre, sentimiento que existe solamente en la acción y no a priori, aún queda la duda existencial de la responsabilidad moral, que Sartre tan elocuentemente elabora de la siguiente manera:

<< “¿Quién me prueba que soy yo el realmente señalado para imponer mi concepción del hombre y mi elección a la humanidad? No encontraré jamás ninguna prueba, ningún signo para convencerme de ello.”>>

Es decir, en Sartre todos los Hombres son lanzados del útero de su madre al mundo aullando en angustia, no importa lo que decida siempre decide y no puede sostenerse sobre valores morales pues éstos no existen más que en la acción y no resuelven los casos concretos, desesperado porque cada decisión que toma genera un sendero que acarrea al resto de los seres humanos y nunca jamás podrá saber con seguridad si es él el señalado para imponer su concepción del mundo a los demás. Es decir, no queda si quiera el refugio del quietismo, no hay modo de escabullirse del dolor y lo humano.

Esta noción existencialista de la concepción en Sartre se concentra, o mejor dicho, encuentra su núcleo en el núcleo mismo de la doctrina existencialista, y se colocará por encima de la pregunta del cómo conozco, típicamente gnoseológica, para ahondar en la angustia de la concepción.

<< “Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia —es decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y definirlo— precede a la existencia; y así está determinada la presencia frente a mí de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción precede a la existencia.”>>

Así considerado el Hombre existe y ya después se define, por supuesto, es una doctrina muy poética pero no muy sólida, pues nace siendo Hombre, por lo que en cierto sentido posee ya una esencia, podrá perfeccionarla, no solo es Hombre sino que es estudiante que decide X sobre Y, etc., pero sin embargo la doctrina existencialista surge también como respuesta al intelectualismo y poco le importa la lógica o la filosofía que todo lo ve del punto de vista racional, más bien se cuestiona sobre la posición del Hombre en el mundo, en su concepción y responsabilidad moral de tal concepción. Siendo esa la existencia, la esencia es lo que el Hombre hace, el cómo se define a si mismo a través de su voluntad, y el concepto de “realidad” es acción, como escribe en su ensayo: << “No sé nada; sólo sé que haré todo lo que esté en mi poder para que llegue; fuera de esto no puedo contar con nada. El quietismo es la actitud de la gente que dice: “Los demás pueden hacer lo que yo no puedo.” La doctrina que yo les presento es justamente lo opuesto al quietismo, porque declara: “Sólo hay realidad en la acción.””>>

La noción de la relación, por no decir dialéctica, entre el Yo y el No-Yo, entre uno y el otro se encuentra no solo en la existencia, pues el Hombre existe siempre frente a otro, al descubrir aquel cogito cartesiano “cogito ergo sum”, se descubre frente a otros que existen, también la esencia se encuentra en aquella dialéctica, pues el Hombre se define y a la vez es definido por otro distinto a él, y finalmente la realidad se encuentra también en este plano, pues solo hay realidad en la acción, es decir, hablamos ya de intersubjetividad, y no solo de una subjetividad solipsista creyendo que solo existo yo y nada más, sino en un conjunto de subjetividades, a manera de red donde los movimientos de uno afectan a los movimientos de otros, como la tela de seda de los gusanos, los gusanos de la seda se quedan en su tela y se comunican entre sí a través del movimiento de la tela sobre la cual se encuentran, del mismo modo las existencias se comunican, pues la comunicación, o mejor dicho, aquella comunión o dialéctica (un conjunto de más de un individuo con cualquier clase de contacto entre los miembros) se encuentra presente en el existencialismo en todo momento, de modo tal que si el proceso del conocimiento es personal, en el sentido que si bien todos conocen igual y conocen lo mismo, la existencia del otro no altera el proceso del conocimiento del yo, la concepción del mundo, el modo en que se concibe el mundo se ve alterado por otras concepciones, de modo tal que se construyen entre sí o chocan entre sí, pero de un modo u otro la concepción del mundo existe en relación con lo que hay afuera, razón por la cual el Hombre, diría Sartre, está siempre fuera de sí, desbordado.

Y llegamos así a tres diferencias que ilustran la diferencia entre proceso de conocimiento y concepción del mundo, la primera de ellas, habíamos dicho, es que el proceso del conocimiento es siempre el mismo, inmutable en cierto sentido, mientras que la concepción es eternamente mutable, pues nunca concebimos la misma cosa dos veces del mismo modo, la segunda diferencia es que el proceso del conocimiento es amoral, frío en ese sentido y meramente racional en su estudio, mientras que la concepción y el modo en que se concibe es siempre una cuestión que atañe a la moral en tanto que es la voluntad, más que las potencias cognoscitivas como en el conocimiento, quien determina tal concepción, y finalmente la tercera diferencia se encuentra en que la concepción y el modo como concibo al mundo se encuentra siempre en relación a otras concepciones, es decir, decimos que algo es real, un objeto o un fenómeno cuando afecta a otros distintos de él, la realidad es acción, y así entendida la concepción se debate siempre fuera del Hombre es desbordante, mientras que el proceso del conocimiento no necesita ser fuera del Hombre, es más bien inherente o íntimo al Hombre.

Concepción en Crowley Frente a la decadencia de los valores tradicionales y toda forma de moral, así como de los cultos religiosos establecidos, la tesis fundamental de Aleister Crowley se centra en la máxima “hacer tu Voluntad será toda la Ley” que será no solo norma moral, sino de vivencia incluso religiosa. El controversial inglés establece, mediante poemas y ensayos una doctrina harto original y similar en cierto sentido al existencialismo.

“Hacer tu Voluntad será toda la Ley” no debe entenderse como un “haz lo que quieras” en un sentido absolutamente anárquico e inmoral, pues cuando Crowley escribe sobre la Thelema, voluntad en griego, se refiere a “Voluntad verdadera”, retomando al pensamiento de San Agustín, aún cuando él mismo se designaba como enemigo del cristianismo e instaurador de la nueva fe, el santo decía que la personalidad nace del choque o contrariedad entre la Voluntad de Dios y la voluntad del Hombre, y que el Hombre alcanzaba la iluminación o santidad cuando lograba congeniar ambas voluntades para que fuesen una sola, el inglés se refiere a lo mismo, que el Hombre debe reconocer su voluntad verdadera, aquello que verdaderamente lo mueve en su interior y que al descubrirla su Voluntad libre, Thelema, le conducirían a la felicidad y plenitud, “aquel que realiza su Voluntad obra de acuerdo a la inercia del Universo” escribiría Crowley.

Este concepto de “Voluntad verdadera” se nos puede presentar confuso, hay que considerar que la Voluntad verdadera se obtiene a través de ejercicios de meditación y autocontrol muy estrictos “si te sujetas a ti mismo serás libre para siempre” e indagando sobre las causas psicológicas de nuestra concepción del mundo, es decir, la máxima “conócete a ti mismo” de Sócrates llevada al extremo, según Crowley, que después sería retomado por Jüng en su teoría de la psicología analítica, todo deseo que posee el Hombre posee igualmente su contrario, es decir, aquel que desea salvar los niños en África desea a la vez destruir a esos niños, la ley del péndulo aplicada a la psicología. El crecimiento, diría Jüng, se presenta cuando el Hombre acepta que posee ambos deseos aunque no realiza mas que uno de ellos, en Crowley es esencial que el Hombre acepte que posee todos estos “deseos antítesis”, que Jüng más tarde denominaría en su conjunto: “la sombra”, y debe indagar también el porqué desea lo que desea y piensa lo que piensa, para ello el inglés recomienda que el sujeto se avoque a controlar su pensamiento, su acción y sus deseos, retomando mucho al budismo en ese aspecto. La Voluntad verdadera pues, se alcanza cuando el sujeto se conoce a si mismo, conoce aquello que lo impulsa y es capaz de resistir todo aquello que le obstaculizaría alcanzar lo que realmente desea, Aleister Crowley escribe al respecto en una carta sus seguidores:

<< “Haz tu Voluntad, y luego nada más. No dejes que nada te desvíe de tal santa acción. Libertad es hacer tu Voluntad; pero buscas hacer cualquier otra cosa e instantáneamente aparecerán obstáculos, libertad es sujeción a ti mismo. Cada acto que no se encuentra en la órbita de tu Voluntad es un estorbo, pues la Voluntad es una y no múltiple. Nota también que ésta Voluntad no es solo pura, es decir única, sino también que debe ser perseguida sin descanso. La concepción es pues movimiento eterno, infinito, es el Nirvana, pero dinámico en vez de estático, y llega a ser lo mismo al final. Solo después de encontrar tu Voluntad verdadera, de ejercerla sin cesar y en paz es entonces, y solo entonces que estarás en armonía con el devenir, serás parte y por tanto igual a la Voluntad de Dios. Y dado que la Voluntad no es sino el aspecto dinámico del ser, y dos seres no pueden poseer voluntades idénticas, entonces tu Voluntad es la Voluntad de Dios, tú eres tu Voluntad.”>>

Sin haberlo pensado Crowley de inmediato se arroja en similitud con el existencialismo, dado que la existencia es Voluntad, solo quien posee voluntad existe, y cuando se descubre esa Voluntad verdadera su existencia es la existencia de Dios, es decir, que se ha religado al devenir de las cosas, al espíritu de Hegel. El Hombre es su Voluntad y decide constantemente.

El Hombre, en Crowley, se ve igualmente arrojado al mundo e igualmente su existencia se ve más o menos definida por la existencia del otro, al igual que en Sartre, la primera diferencia sin embargo, es que para Sartre todos los Hombres son iguales, no hay diferencia real entre uno y otro, todos existen y se definen a sí mismos, pero no hay diferencia cualitativa entre uno y otro, sin embargo en Crowley sí hay una diferencia cualitativa a tomar en consideración para las cuestiones morales. Para la doctrina de Crowley hay dos clases de personas, quienes ejercen su Voluntad verdadera, y los demás. El inglés diferencian, cuando se trata de libertad, entre aquellos que son movidos por otros, es decir, aquellos cuyas decisiones son determinadas por sus instintos y factores de otros, de tal suerte que podrá pensar que es libre, pero en realidad no lo es, sino que es movido por las corrientes del devenir, empujado de un lado a otro, y aquellos que son capaces de identificar tales factores y que no se ven determinados ni por sus instintos, ni por factores externos, los primeros no son verdaderamente libres, de modo que no son artículos morales, o más bien, ellos deben ser juzgados por la moral igualmente caprichosa del vulgo, que no considera mas que como una creencia en ocasiones útil para establecer leyes, las personas que son capaces de controlarse a si mismos, que identifican los factores que alteran su concepción del mundo y por ende sus decisiones son verdaderamente libres y obran con absoluta responsabilidad, solo éstos son artículos morales en el pleno sentido de la palabra, es por ello que cuando Crowley se refiere a quienes ejercen su Voluntad verdadera, su Thelema, como causas incausadas, pues obran no de acuerdo a factores independientes de su Voluntad, los medios, la sociedad, las diversas presiones, sus instintos animales, etc., sino por ellos mismos. Como es obvio, para Crowley, hay un superhombre que está más allá del bien y del mal convencionales, que no son regidos por esos valores, sino que hace su Voluntad verdadera, y que a la vez es la Voluntad de Dios, de modo que sus actos son el bien necesariamente.

Si bien existe esta diferencia entre Sartre, para quien todos los Hombres son responsables absolutamente de sus actos, y Crowley, para quien solo unos pocos son verdaderamente entes morales, en ambos encontramos similitudes dignas de ser tomadas en cuenta, por un lado tenemos que el Hombre existe primero y luego se define, es decir, es principalmente su Voluntad, y en segundo que importa más su concepción del mundo que su conocimiento del mundo, tanto en uno como en otro el Hombre es quien concibe el mundo y lo hace siendo más o menos influenciado por lo externo, si bien Crowley hará la aclaración de que el Hombre debería someterse a una labor estricta de introspección para conocerse mas que quedarse en una definición de sus obras, yendo más hacia una definición por sus intenciones.

La concepción del mundo va íntimamente ligada a la antropología, en estricto sentido, lo que es la ontología para el proceso del conocimiento es la antropología para la concepción del mundo, de modo tal que si bien tanto concepción como conocimiento se refieren al mismo objeto, el otro, el No-Yo, el mundo, etc., podemos encontrar que habrá discrepancias entre uno y otro pensador si observamos la base de la que parte, en efecto, Aristóteles en el momento en que establece su metafísica no podía desembocar por ningún motivo en una gnoseología kantiana, del mismo modo que Kant no hubiese podido albergar una ontología aristotélico-realista y llegar a las mismas conclusiones a las que ha llegado, así la concepción que posee Sartre de lo que es el Hombre le llevan irremediablemente a su noción de lo que es la concepción del mundo, de tal modo que si el Hombre está arrojado al mundo y sin sostén alguno entonces la concepción del mundo es una de desesperación donde las elecciones son continuas y una angustia porque todo es responsabilidad moral y a cada momento hacemos decisiones morales que arrastran consigo al resto de la humanidad, mientras que Crowley se mantiene siempre elitista cuando habla del mundo, separándolo en amos y esclavos, las personas reflexivas y las irreflexivas, los profundos y los superficiales, de modo que la concepción del mundo de los primeros es pura, es decir irrepetible única de todos los demás y verdaderamente original en tanto no es efecto de una causa anterior a si, y la de los segundos será la concepción del mundo decidida por los otros, los primeros viven para sí con algo de intimidad, los segundos son los que existen perpetuamente fuera de si, como dijera Sartre “desbordados” y sería igualmente angustiosa y desesperante.

El humanismo de Sartre, que depende primordialmente de este “ser para mí” y a la vez de la intersubjetividad, es decir, de existir para el otro que le llevan a un humanismo de responsabilidad y basado en nada más que en la humanidad, probablemente se deba a su simpatía con el marxismo, mientras que Crowley siempre fue escéptico de la bondad del Hombre en su conjunto, solía decir “el individuo es un ser extraordinario, la sociedad es un ser inmundo”, o bien “tan pronto como colocas a varias personas juntas, todas ellas se hunden más bajo que cualquier individuo, incluso escolares y artistas en un comité u hombres de ciencia en un jurado, todas sus virtudes se evaporan y sus vicios brotan, reforzados por la confianza en que el poder del número debe necesariamente tener la razón”.

El ateísmo de Sartre sin embargo, no debe ser interpretado como un ateísmo que a toda costa busca destruir toda idea de Dios, y poco influye en su noción de concepción del mundo, lo mismo ocurre con Crowley, en ambos pensadores encontramos que el Hombre nunca estará seguro de si es el indicado para obrar en nombre de toda la humanidad, como ponía Sartre el ejemplo con la señora que creía hablar por teléfono con Dios, o el ángel y Abraham, “¿qué me garantiza que es un ángel?, ¿qué me garantiza que hay un bien a priori? Nada”, Crowley, si bien considera a Dios, poco habla al respecto y lo mantiene como cuestión paralela e indiferente a su noción del Hombre y concepción del mundo, escribe por ejemplo: “Dormí con Fe y encontré un cadáver en mis brazos al despertar; he bebido y bailado toda la noche con dudas y la encontré virgen en la mañana”, en ambos se nos presenta una duda respecto de Dios, una cierta angustia respecto al como estar seguros de si hay un Dios o no, sin embargo Crowley, en mi opinión, soluciona la desesperación y angustia existencial de Sartre al encontrar la respuesta en el Hombre mismo, mejor dicho, en el individuo concreto como tal, y en la introspección, encontrando la Voluntad verdadera, la Thelema se convierte en cuestión religiosa que no depende necesariamente de Dios, no busca la respuesta fuera de él, que como apunta Sartre es inútil, ilustrando con el ejemplo de la moral cristiana y la moral kantiana en el ejemplo del hijo y su decisión entre el ejército o su madre, pero no se queda sin respuesta como hace Sartre, tan solo concluyendo que la realidad es acción, que el valor abstracto es real solo cuando ya se ha tomado la decisión, lo cual no soluciona nada, Crowley al contrario encuentra que si no hay respuesta fuera de uno mismo, hay respuesta dentro de uno mismo, que uno mismo es realmente la respuesta.

Con todo encuentro que el existencialismo es un humanismo en un sentido muy estrecho, si bien es correcto al tocar el punto de la responsabilidad, no es un humanismo que aliente al Hombre a un algo mejor, si bien rechaza y critica al quietismo, como Sartre lo escribe:

<< “No hay otro universo que este universo humano, el universo de la subjetividad humana. Esta unión de la trascendencia, como constitutiva del hombre —no en el sentido en que Dios es trascendente, sino en el sentido de rebasamiento— y de la subjetividad en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo sino presente siempre en un universo humano, es lo que llamamos humanismo existencialista. Humanismo porque recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde decidirá de sí mismo; y porque mostramos que no es volviendo hacia sí mismo, sino siempre buscando fuera de sí un fin que es tal o cual liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará precisamente como humano.”>>

Ideas como que el Hombre es el único legislador, que debe decidir por si mismo y de manera responsable, que debe buscar fuera de si la libertad, etc., ya estaban presentes en pensamientos antropológicos tales como los ilustrados ateos franceses por ejemplo, la innovación gira en torno al desamparo y la angustia, y en el hincapié de que la liberación o realización no se encuentra dentro de uno sino fuera de si mismo. Y, como decía, no es un humanismo que aliente al Hombre a ser mejor cada día ni cosa semejante, para que es un humanismo bastante árido, que termina en el nihilismo y absoluta relatividad de todas las cosas, si bien no era esa la idea de Sartre, y cuando en el humanismo se coloca como idea central que el Hombre no debe permanecer dentro de sí, sino que continuamente y en todo momento debe estar fuera de si mismo, se llega a un humanismo inhumano, pues alcanza una superficialidad que en nada beneficia, que no llega a nada vamos.

Tampoco es Aleister Crowley el mejor ejemplo de un humanismo ni mucho menos, su elitismo en torno a personas profundas y de mucha introspección y el vulgo o ganado, no son siempre populares y pertenecerían más a la república de Platón y una platonópolis gobernada por filósofos que al mundo moderno, sin embargo lo encuentro más sano en el sentido que insta a las personas a buscarse a si mismos, y no permanecer solo fuera de si mismos, sino encontrar profundidad de pensamiento que les emancipe de las presiones internas y externas que normalmente rigen la enorme mayoría de nuestras acciones. Quizás su idea del superhombre como una persona iluminada que no se detiene ante nada y no cree en los valores, o que los reduce a supersticiones de las personas vulgares, así como la idea de que los eclipses son la muerte del sol o los temblores las iras de los dioses, no nos resulte muy atrayente, en mayor parte por memoria histórica que por otra cosa, pero con todo encuentro más sano estas ideas existencialistas de Crowley que el existencialismo de Sartre. Y finalmente, como escribió Crowley en “confesiones de Aleister Crowley”:

<< “Yo admito que mis visiones no siempre significarán a otros lo que significan a mí. Yo no me arrepiento de ello, lo único que pudo es que mis resultados convenzan a buscadores de la verdad de que hay cosas dignas de ser vistas más allá de las dudas y tribulaciones, alcanzable por métodos más o menos como los míos. No deseo tener seguidores, ni ser el fetiche de torpes y fanáticos, o el fundador de una fe cuyos seguidores se contenten tan solo con repetir mis palabras. Yo deseo que cada Hombre corte su camino a través de esta jungla”.

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