Aguascalientes: los toros y su gente...


Vicente Agustín Esparza Jiménez
Lic. en Historia, 4to. semestre


Advertencia

     En el presente trabajo se aborda el tema del toreo en Aguascalientes, desde la aparición de las primeras estancias y haciendas, las cuales manejaban ganado, tanto mayor como menor. También se da un pequeño bosquejo de lo que fue la primera feria de la ciudad, la cual fue producto de una incipiente comercialización que se estaba viviendo en la villa a partir de las reformas borbónicas, las cuales ayudaron a “pequeños” comerciantes a expandirse y vender libremente sus mercancías, claro que con su respectivo impuesto, antes llamado alcabala.
     Sin embargo, no se pretende que este ensayo sea una crítica del arte del toreo, sino más bien va enfocado a un patrón social, pues ¿la fiesta brava --como la feria-- es un espectáculo y espacio para el pueblo o para las élites?

Factor geográfico

     Aguascalientes está enclavado en la región Centro Occidente de la República Mexicana; colinda con los estados actuales de Zacatecas y Jalisco. Y “apenas pisamos el territorio del citado y nos encontramos en una llanura inmensa que se eleva a mil trescientos metros sobre el nivel del mar”1 . Su flora está compuesta por cedros, álamos, mezquites, fresnos, huizaches, encinos, nogales etc. Su fauna por zorros, coyotes, mapaches, gato montés, víboras, águilas, halcones, búhos, zopilotes, cuervos etc. La hidrografía de Aguascalientes forma parte del sistema Lerma-Chapala-Santiago. Su clima es templado. Las lluvias por lo general son escasas,  solamente en  verano caen pero son muy discontinuas. “...  las precipitaciones de verano --que son la únicas-- pasan de 500 o 600 mm anuales a sólo 300 o 400...” 2   Esta agua que cae no es suficiente para que haya buenas cosechas, pero si para que se formen enormes pastizales que son muy benéficos para la ganadería. Al respecto Chevalier nos dice que: “la insuficiencia general de las precipitaciones pluviales y sobre todo una notable irregularidad en las partes septentrionales no podían hacer de la porción mayor de la altiplanicie sino un país de ganadería muy extensiva o bien un terreno de pastos ocasionales para los inmensos rebaños...”3
     De esto se puede concluir que la poca precipitación pluvial no alcanza para dedicarse a la agricultura y si a la ganadería la cual  se da de manera más natural, porque no necesita un excesivo cuidado y capital como lo requiere la agricultura.
     Las pocas precipitaciones pluviales que había en Aguascalientes, no impidieron para que muchas personas se dedicaran a la agricultura, pues lo que ayudó en un principio a los primeros pobladores de la villa fueron los ojos de agua, los cuales “dieron vida a las estancias y ranchos; y también con la perforación de pozos de zoga y construcción de estanques se trató de contrarrestar la sequía y asegurar el liquido indispensable para el consumo domestico y labores agrícolas y ganaderas”4. Aunque tomaran estas medidas no por eso dejó de haber escasez de agua, la cual provocaba que se suscitaran constantes pleitos... por culpa de los “acaparadores”. Incluso un vicario del Barrio de Triana --hoy del Encino-- “se ponía tan completamente al lado de la gente modesta y en contra de los ricos acaparadores, que no vacilaba en decir que, en ciertas ocasiones y por culpa de los segundos, la iglesia misma había llegado a carecer ¡de agua bendita¡”5 .

Aguas Calientes

     Lo que hoy forma el territorio del estado de Aguascalientes, antes y después de la conquista de México-Tenochtitlán, estaba “ocupado” por el grupo chichimeca denominado Cazcán, eran seminómadas que se dedicaban básicamente a la caza y recolección de frutos silvestres; y algunos indios que ocupaban la parte  sur del estado, tenían un cierto conocimiento de la agricultura, debido al contacto con otomíes y tarascos. Estos indios fueron pacificados hasta finales del siglo XVI por medio de una política de guerra,  persuasión y compra, por parte de la corona española.
     Aguascalientes fue fundado el 22 de octubre de 1575 según cédula real; dicha fundación fue hecha “por Juan de Montoro por si y en nombre de Jerónimo de la Cueva, y Alonso de Alarcón y otras muchas personas...”6  Estas gentes tenían mercedes y estancias de tierra en la recién fundada villa, la cual tuvo un proceso lento de colonización por los constantes ataques de indios chichimecas y epidemias como el matlazáhuatl y cocolistli.
     Así como ellos, empezaron a llegar otras personas que iban a buscar riquezas a las minas de Zacatecas. Esta efervescencia por las minas provocó que alrededor de ellas se instalaran colonos, principalmente dedicados a la agricultura y ganadería, pues ellos eran quienes proveían a las minas de alimento y bestias. Y se puede decir de manera genérica que surgió un complejo “mina-hacienda”, porque muchos mineros se convirtieron en hacendados a la vez.
     Aguascalientes no se distinguió por su mineral, aunque había dos minas, una era la de Tepezalá y otra la de Asientos de los Ibarra; su distinción, más bien radicó en ser una zona netamente propensa para la ganadería, que hizo que muchos hombres empezaran a adquirir estancias, mercedes, caballerías etc. Tal fue el caso “en los últimos años del siglo XVI, un simple labrador, Pedro Mateos, desplegó una gran actividad entre el Bajío, Teocaltiche, Aguascalientes y más allá”7 .
     A principios del siglo XVII la población en la villa era escasa, tanto española como indígena. “Domingo Lázaro Arregui reportó para 1619-1620 quince a veinte vecino españoles en la villa”8 . En cuanto a los indígenas, sólo había un pueblo de indios en lo que hoy es el Barrio de San Marcos, fundado por tlaxcaltecas --traídos para pacificar-- en 1604, según dicen muchos historiadores de Aguascalientes, pero el Dr. José Antonio Gutiérrez dice que “en los documentos no se menciona el pueblo de indios sino a partir de 1822”, y no fue fundado por tlaxcaltecas sino por “... naturales de Nochistlán, Apozol, Jalpa, San Gaspar, Mitic, Teocaltiche, chichimecas, tarascos o mexicanos, y sólo encontramos un registro tlaxcalteca...”9 .
     Mucho antes de la fundación de Aguascalientes, en el Altiplano Central comenzó “una prodigiosa multiplicación de ganados”, tanto de ganado mayor como menor, todos ellos traídos de las Antillas en los primeros años después de la conquista. Este ganado provocó la necesidad de establecer “estancias”, las cuales sirvieron para que el ganado que andaba por allí suelto, provocando destrozos en cultivos indígenas y españoles, tuviera un lugar fijo de asentamiento. “La fortuna de la palabra “estancia” implica el nacimiento de ciertos derechos sobre lugares designados por ella”10. Eran muchos los destrozos que en Aguascalientes “el visitador de la Fuente tuvo que prohibir en 1609 la entrada de ganado a los ejidos de la villa para preservar los pastos para el uso de los vecinos y de los trajinantes”11. También hubo que recurrir a las mercedes de tierras, que eran principalmente dadas a conquistadores o militares, pero por lo general, cualquier español que no tuviera tierras la podía solicitar, a cambio de ciertos requisitos y obligaciones . Debido a este acaparamiento de tierras en la región surgieron “hombres ricos” a los que Chevalier se refiere y nos dice: “en efecto, uno de los rasgos característicos de esas zonas septentrionales es la presencia de ciertos señores riquísimos y potentes que se destacan vigorosamente en un medio de gente pobre, de mineros y pobladores poco estables o de aventureros, de vagabundos a caballo y de ladrones de ganado”12.
     Estos hombres ricos se hicieron de tierras porque se las quitaban a los indios o las compraban a viudas y huérfanos, o en muchas ocasiones las usurpadaban. En Aguascalientes pronto surgieron las haciendas --casi en las mismas condiciones-- como las de Cieneguilla, Monte Grande, Labor de San Diego, San Nicolás de Chapultepec, Pabellón, San Pedro Río Verde etc. “La palabra misma hacienda, a diferencia de la estancia, hace pensar en el capital incorporado a la tierra, el que los ´hombres ricos´ habían empleado en hacer presas y otras instalaciones fijas, en adquirir esclavos y herramientas, carros y animales”13. En estas haciendas laboraban criollos, mestizos, mulatos, indios y negros, como peones o gañanes, todos ellos junto con los “estancieros, vaqueros y amos, tenían en común esa pasión por el caballo y los toros...”14. Cabe hacer mención que muchas de las haciendas y en general casi todas las de la Nueva España, durante la época colonial e independiente, estuvieron constantemente cambiando de un dueño a otro.
     En general, se puede decir que en Aguascalientes  destacó por tener “señores de ganados”;  incluso su comercio no se limitaba a ser solamente regional, sino que también vendían ganado a la Nueva España. Entre estos “señores de ganados” que tenían licencia para vender se encuentran: “...don Antonio de Emazabel por 1,800 mulas, 700 toros, y 500 caballos. Nicolás Flores Alatorre en octubre del mismo año de 1748 obtuvo licencia de venta para 1,300 toros, 350 mulas y 100 caballos”15. Pero no todo era progreso en la villa en las ventas comerciales tanto de ganado mayor como menor, en ocasiones tenían sus bajas, pues “alrededor de Lagos y Aguascalientes --los más importantes centros ganaderos de todo el norte-- los becerros habían disminuido de 50 mil a 40 mil”16.

     Como se puede ver hasta ahora, todas las “clases” que trabajaban dentro de una hacienda o con un “señor de ganados”, gustaban de los toros, pero quienes participaban o jugaban con el toro, eran los amos, quienes contaban con el capital suficiente para matar a una bestia y al hacerlo no afectar su economía. Sin embargo las “clases” más bajas, los peones o gañanes (mestizos y esclavos), a veces hacían la función de “cuadrilla”, y sobre todo los vaqueros quienes eran “estupendos jinetes”, y hacían “peligrosas hazañas” en las cuales desarrollaban “suertes del jaripeo , mitad corrida de toros y mitad fiesta ecuestre, en el cual se lucen actualmente los rancheros mexicanos”17.
     Aparte de los hacendados y “señores de ganados”, también tenían gusto por los toros los clérigos, obispos, alcaldes mayores y “los indios en un principio parodiaban las corridas haciendo por ejemplo danzar al son de un tamboril a un toro contrahecho de utilería, pero acabaron por aceptarlas de buen grado...”18.

De las primeras fiestas

     En España, antes de la era cristiana había una relación hombre-toro, “en cuestiones de TAUROMAQUIA, sólo --hay-- impresiones vagas y oscuras en las pinturas rupestres en el neolítico y en la iberia pre-romana...”, 19  abundaban cantidades enormes de toros salvajes y en todas las partes de la península Ibérica había diferentes formas de “jugar” con el; y es hasta “la reconquista de Sevilla, sitio donde abundan los toros bravos, hasta la desembocadura del río , y parece que el origen de torearlos, tanto a pie como a caballo, coinciden con las festividades de todo índole...”20 De esta manera se dio en el sur, en los países vascos, “parece ser más exclusivo desde tiempos milenarios torear a pie; las mismas cuevas de Altamira son reflejos de la lucha de hombre y toro sin montar el caballo”21. Pero una característica especial de los vascos es que el juego con los toros es hasta cierto punto salvaje e incivil, pues Alejandro Mora nos dice respecto al toro que: “el sur lo adora y el norte lo inmola”.
     Y en nuestro país, México, no es sino hasta después de la conquista de México Tenochtitlán que se empieza a traer ganado de Las Antillas, y sólo unos cuantos conquistadores de la empresa de Cortés son los que disponen de ganado mayor y menor; y por consiguiente, son ellos quienes lidian a los “primeros” toros en territorio mexicano. El Marqués del Valle en su huerta de “Atelinca guardaba sus bovinos: 195 vacas, 73 becerras, 6 toros, 91 novillos y 64 becerros...”22.
     Una de las primera fiestas que se hicieron, fue la que se ofreció en honor a Cortés, la cual se celebró en el año de 1526, a su regreso de la expedición de las Hibuerias (Honduras). Posteriormente se celebrarían  muchas más, en honor a San Juan, Santiago y San Hipólito.
     Ocho años después de la conquista, el cabildo acordó que se efectuasen corridas de toros para conmemorar el día de la “captura de México-Tenochtitlán ; de modo que de aquí en adelante, todos los años por honra de la fiesta de Señor Sant Hipólito, en cuyo día se gano esta cibdad, se corran siete toros, e que de ellos se maten dos y se den por amor de Dios a los monasterios e hospitales”23.
     Años después, cuando llegó el primer virrey, don Antonio de Mendoza, el Marqués del Valle le organizó un festejo en el que “hubo cenas, torneos, juego de cañas, corridas de toros y otros muchos juegos con disfraces que organizó Luis de León, un caballero romano”24.  Y desde entonces los colonos ricos, y antes en España, la aristocracia, al nacimiento de un príncipe, en la celebración de un matrimonio real, o de una festividad con motivo de guerra o religiosa, celebraban corridas de toros y toda clase de juegos: mascaradas, justas, torneos, juegos de sortijas etc; todos ellos producto de la “herencia medieval”.
     Las corridas no se hacían como ahora las conocemos, sino que los toros que se corrían eran alanceados por jinetes, los cuales se "reunían en la plazuela del Marqués o en la plaza del volador". Respecto a la manera en como se toreaba a caballo o se alanceaba, consistía en que “el caballero hostigaba y trataba de matar al burel con una lanza de combate a la manera del rejoneador moderno; y sino lograba sacrificar al animal, entraba en funciones, a pie, un mozo de espuela con capa y espada. Este daba fin a la bestia y con el tiempo se convirtió en el ´matador´, figura principal de la plaza de toros desde fines del siglo XVIII”25.
     Hasta ahora podemos concluir, que quines practicaban el “toreo”, eran gente noble y soldados, los cuales, aparte de divertirse, les servía como ejercicio para tiempos de combate. Había dos formas de torear, a la “brida” y a la “jineta”, la segunda era la de mayor tradición en España, esta forma de “lidiar” fue introducida por los moros en la Edad Media. El caballo jugaba un papel fundamental:

        “Para alancear debían previamente vendarse los ojos de la cabalgadura, con el
      objeto de evitar que, viéndolo avanzar sobre sí, cobrara temor del astado, cuya
embestida debía aguantar el presunto matador con serenidad, a pie firme,
              sosteniendo el arma fijamente en la mano derecha, apuntándola hacia la bestia que
           debía ir rectamente a clavarse en ella. Sólo después de haber quedado ensartado
                   y herido su enemigo, podía el caballero destapar la mirada de su  corcel y, entonce sí,

                                          salir a toda prisa de los terrenos del burel”26.

     Algunos de estos alanceadores traían sus trajes de lujo debidamente adornados, los cuales muestran claramente la magneficencia y ostentación que se vivían en esa época barroca. Estos alanceadores, como ya se había dicho, muchas de las veces era gente aristócrata y altos funcionarios administrativos de la Nueva España, rancheros y hacendados;  entre éstos figuran virreyes y arzobispos; tal es el caso de Fray García Guerra, quien llegó a la Nueva España en la primera década del siglo XVII. Era amante de las corridas de toros, y pronto se convertiría en virrey por la llamada de Luis de Velasco a España. Era tanta su pasión por los toros, que incluso dejó de financiar construcciones del clero regular para celebrar corridas de toros. En 1611 Fray García Guerra “decretó que estos espectáculos taurinos tuvieran lugar todos los viernes de ese año. Y más tarde, se impuso a un cabildo renuente para construir una plaza de toros privada dentro del palacio, ya que no parecía adecuado para una eminencia eclesiástica asistir a tales funciones en sitios públicos”27.
     En el siglo XVIII, durante la administración de los borbones, se manifestó en la Nueva España una cierta apatía hacia las corridas de toros, por ser éstas un tanto salvajes e inciviles, por ser un juego propio de la gente falta de razón. También en este siglo hay un abandono por torear montado a caballo, por lo que se inicia a torear a pie, “así, las más antiguas noticias sobra actuaciones de cuadrillas de chulos de infantería en la capital novohispana datan de 1734, muy poco posteriores a las referentes a las de las primeras contratadas por la propio maestranza de Sevilla”28. Otra innovación de este siglo es la de torear con capote y “clavar rejoncillos”, sin embargo, esto se dio de manera lenta, pues era muy difícil de un momento a otro dejar las antiguas costumbres del “toreo”. Parece ser que Francisco Romero “fue a quien se le ocurrió primero coger el engaño con un palo, utilizándolo para fijar y citar al animal... para entonces se podría decir que había surgido la muleta y la suerte de matar recibiendo”29.
     Estos matadores eran, muchas de las veces, personas con problemas ante la justicia, carniceros y hombres que fungían como matadores en los rastros andaluces, quines daban fin a las reses con un puñal conocido como “chulo”, nombre que después se les daría a los matadores.
     Ya en la segunda mitad del siglo XVIII se darían corridas de toros en “forma de cuadrillas”; esta nueva forma de torear a pie había sido del gusto en un principio de “los estratos humildes de la sociedad...” y después sería del agrado de la aristocracia, de aquellos “señores de a caballo”.
     En Aguascalientes --como ya se ha repetido en varias ocasiones--  existían “hombres ricos”, “señores de ganados”, hacendados, mineros y comerciantes que tenían arraigado ese sentimiento por el toreo. En la segunda mitad del siglo XVIII la villa combinó la actividad ganadera con la comercial; a la ganadería estaban dedicados pequeños y medianos ganaderos, que lo mismo que los comerciantes, se vieron beneficiados con las reformas implantadas por los borbones.
     Básicamente lo que les ayudó a estos comerciantes fueron las leyes de libre comercio, pues éstas permitían que los comerciantes “provincianos” expandieran su área de comercio, esto porque una vez abolido el monopolio que tenía el Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México, dio paso a que los “pequeños comerciantes” nacieran en proporciones grandísimas, porque “ya no se necesitó tener contacto con ricos almaceneros de la Ciudad de México o de Jalapa para poder instalar un comercio, ya que, al debilitarse el monopolio de estos grupos, surgieron nuevos almaceneros...”30 los comerciantes vendían una gran variedad de productos como cigarros, queso, aguardiente, telas de seda, calzado, etc.
     Los comerciantes no se establecían solamente en la ciudad, sino también cercas de las minas, en las que vendían una gran variedad de productos y herramientas para la explotación de las mismas.   Dichos comerciantes  y no los grandes  hacendados,  latifundistas  y  mineros --dice Brading-- fueron los que llegaron a formar “la verdadera Aristocracia de la Nueva España”.
     Nos habíamos referido ya a los Alcaldes Mayores; ellos también tenían ese gusto por los toros, y eran dueños de grandes porciones de tierra y ganado, aunque se les tenía prohibido hacer negocios en las villas donde administraban. Pero sucedía o contrario, esto porque muchos de estos funcionarios habían adquirido su puesto a través de compra, por lo que al llegar a su jurisdicción, tenía que sacar el mayor provecho de ella posible; Aguascalientes no fue la excepción, y con el “contrato que pasó el alcalde Pedro miguel de Prados en 1715 para llevar 1,200 toros y novillos y doscientos caballos a vender en Puebla, Tlaxcala y México”31.
     Pero algo más controversial pasó con el ultimo alcalde mayor, originario de Andalucía y “caballero de la orden de Santiago” y “capitán de infantería española”. Beatriz Rojas dice que “a fines de 1784 llegó Alejandro Vázquez de Mondragón”, que como buen andaluz  y español tenía afición hacia los toros. El pueblo de la villa de Aguascalientes no quería a este alcalde; la población se quejó ante la Audiencia de la Nueva Galicia por las costumbres y derroches que tenía el alcalde. “Se le acusó de haber promovido los juegos de cartas, los tablajes de boliches, las peleas de gallos y la lidia de toros en la fiesta del pueblo de San Marcos, que se efectuaba cada año con el único fin de llenarse los bolsillos; que hizo durar las fiestas más de lo acostumbrado para que rindiera más y que, apenas terminada en Aguascalientes, se llevó la feria al mineral de Asientos, en donde, para obtener más entradas, se lidiaron los mismos toros que en la villa”32.
     Aquí surgen dos preguntas: ¿la gente amante de los toros estaba disgustada porque promovía los juegos y la lidia? Es lógico que no, lo que realmente le disgusto fue que el alcalde se enriqueciera al establecer y prolongar las fiestas cada año. La otra pregunta y que más curiosidad me causa es la de que ¿había feria en el pueblo de San Marcos? Puede haber dos posibles respuestas, la primera y la más congruente es de que al estar hablando de “feria” Beatriz Rojas, quiera referirse a la fiesta que se celebraba en el pueblo de San Marcos; la otra y menos aceptable es la de que con las “leyes de libre comercio” se allá establecido un intercambio comercial entre la alcaldía --lo cual se llevaba a cabo en el pueblo de San Marcos-- y los lugares circunvecino de la misma alcaldía. Pero lo cierto es que la feria hizo su aparición en el siglo XIX en el año de 1828.
      Después de lo ocurrido, el alcalde huyó hacia España, por el temor al juicio de residencia. Posteriormente, las reformas borbónicas suplieron a estos alcaldes por Intendentes y subdelegados, estos nuevos funcionarios de la corona española eran “burócratas profesionales” asalariados. Después, durante el periodo de la lucha armada, para lograr la emancipación de México, es casi seguro que se siguieran practicando las corridas de toros entre los “hombres ricos” y “señores de ganados”, altos funcionarios del gobierno virreinal, y nada ni nadie les podía prohibir que siguieran practicando esa “herencia medieval”, salvo en algunas ocasiones en el siglo de las luces y en la segunda mitad del siglo XVI, los grandes prelados de la iglesia católica y el máximo pontífice, porque “entre1567 y 1596, los papas prohibieron las corridas de toros, incluso Pío V impuso la pena de excomunión a quien en ellas participase; pero el descontento causado tanto en España como en México por esas medidas anularon sus efectos en la práctica”33. Y así fue, hoy en la actualidad hasta se puede ver al famoso “padre Willy” en las corridas de toros pidiendo limosna.

Feria y toros

     El “motor”  --desde la antigüedad-- de la “vida económica” son los centros comerciales. En la época de los señores feudales “uno de los rasgos de mayor relieve en la organización económica  fue el papel de primer orden que desempeñaron las ferias...”; 34 entre las más famosas están las que “se agruparon más o menos a la mitad de la gran ruta comercial que va de Italia y de Provenza hasta la costa de Flandes”. Son las famosas ferias de Champaña y de Brie, “que se celebran una tras otra en todo el transcurso del año”; decayeron en el siglo XIV y surgieron otras locales como: “ Lyón, Medina del Campo, Francfort del Maine, y más tarde Leipzig”. En estas feria se ven grandes mercaderes y vendedores ambulantes modestos, “representantes genuinos de un modo campesino que pone a la venta sus productos: animales, tocino, barriles de carne salada, cueros, pieles, quesos, toneles de huevos, almendras, higos secos, manzanas, vinos corrientes...”35  Otra característica de las ferias es que su importancia no depende del lugar donde se establece, “ y esto se entiende fácilmente, pues la feria es sólo un lugar de reuniones periódicas para una lejana clientela y su frecuentación no está relacionada con la mayor o menor densidad de la población local”36.
     En la Nueva España había tres ferias famosas: la de Jalapa, Veracruz, a la que cada año llegaban los galeones desde Cádiz. A ella acudían los grandes monopolistas del Consulado de la Ciudad de México, quienes acaparaban las mejores mercancías para después distribuirlas en sus tiendas y darlas a precios altísimos. A la de Acapulco llegaban productos de la ruta de la Nao de China, pero esta feria sólo duraba poco por su “clima insaludable” y lleno de mosquitos. Estaba también la de San Juan de Los Lagos, a la que llegaban productos, tanto de Jalapa como de Acapulco, en ella se producía un tráfico comercial enorme por tener una excelente ubicación.
     La primera feria en Aguascalientes “tuvo lugar en el año de 1828” porque en Zacatecas, “su legislatura decretó una feria anual que tenía lugar en Aguascalientes del 20 al 30 de noviembre...”37 pero lo cierto es que “ se celebró por primera vez en 1828, entre los días 5 y 20 de noviembre, y tuvo como su sede un parián a medio construir”38 sin pago de alcabalas ( impuesto sobre las transacciones comerciales y sobre todo en las ventas de ganado), la sede de la feria --el parián-- fue en “una plazuela situada frente al templo de San Diego”, pero mucho antes de que fuese decretada la feria, “el 7 de febrero de 1809, don Fernando Martínez Conde, criollo de primera generación, comerciante, vecino prominente de la villa, alcalde ordinario de primer voto y encargado de la subdelegación mando que el mercado público que se efectuaba cotidianamente en la plaza real fuese trasladado a un solar, situado en frente del templo de San Diego, cedido por don Pablo de la Rosa”39. El motivo del traslado de los mercaderes fue porque en la plaza real, en su centro, se pondría la estatua del rey Fernando VII, esto provocó que hubiera un pleito entre los comerciantes y el Ayuntamiento; incluso llegó a la Audiencia, la cual dio en cierta forma la razón a los comerciantes.
     Una vez tomado posesión del lugar, se dio paso a su construcción --el Parián-- para entonces “don Anastasio Terán, un acaudalado comerciante que estuvo de acuerdo en prestar a la corporación 8 000 pesos, pagaderos en un plazo de tres años y redituantes de un interés del cinco por ciento anual” 40. Este mismo señor prestaría posteriormente otra cantidad para “terminar la primera cuadrada del parián”, de esta manera comenzó la feria, de manera improvista y un tanto apresurada, pero que con el tiempo llegaría a tener un gran éxito.
     El Parián nunca dejó de funcionar después de terminado el “carnaval”, sus locales  siguieron permaneciendo abiertos; en ellos había boticas, barberías, sombrerías etc. Y desde entonces como ahora – las calaveritas –, se celebraba en el parián a todos los Santos y difuntos, ello hacía que el parián se llenara de niños, jóvenes y adultos que caminaban alrededor de los arcos, donde podían encontrar “macabros juguetes sobre temas de ataúdes, osamentas, sepelios y sarcófagos al lado del uso perenne, como pelotas, trompos, aros, carretones y cornetas”41. también se podían encontrar cañas de azúcar, granadas, membrillos, mangos, “plátanos pasados”, puestos de comida, tortas, tacos, etc.
     En el año de 1851 fue cuando se trasladó la feria al jardín de San Marcos, el cual es un “enorme cuadrilongo, limitado por balaustrada de cantera, uniforme, simétrica, bien proporcionada, donde el cincel dejó filigranas”42. La balaustrada se construyó en el periodo de administración del general veracruzano Condell. En ese mismo año de 1851 se dispuso que cambiarían las fechas del “carnaval”, en vez de noviembre, sería en abril para que coincidiera con la fiesta del evangelista. Las condiciones fueron las mismas que en el parián, pero ahora con exposiciones artísticas, ganaderas e industriales. Pero al igual que en la actualidad, el jardín, después de que la “muchedumbre” se fue y los puestos de comida cerraron, se ve de manera como Eduardo J. Correa describe: “las cazuelas que escupen su grasa y tizne sobre la balaustrada, so pretexto de iluminarla con sus vacilantes lenguas, que despiden más humo que fuego; los faroles de papel haciendo de los arbustos y los rosales bateas de comistrajo; las guías de colorines de rama a rama, como tendederos de vecindad, y el amontonamiento de cáscaras, huesos y demás desperdicios, que lo convierten en basurero, le producen sensación de náusea”43.
     Ahora, alrededor del jardín y en la calle J. Paní se ven acostados a alcohólicos crónicos, vagabundos, vómitos de los borrachos, orines, excremento y demás porquería... lo cual se podría evitar en cierta medida si ya no se diera tanto permiso para venta de bebidas embriagantes, lo cual se pretende hacer, pero parece que hay más puestos y locales donde venden licor, que locales donde se efectue un intercambio comercial, que es el propósito de establecer la feria. Y si nos salimos del perímetro ferial y aún terminada la feria, tal parece que en todo el estado hay más expendios de licor que escuelas. No por nada ha sido nombrada «la cantina más grande del mundo», allí podemos encontrar a jóvenes – menores de edad – y a adultos bebiendo; por otra parte, también se ha convertido en un centro de vicio enorme donde hay una gran venta de drogas y en donde la prostitución está a la orden del día.
     También, la feria está pasando a ser un lugar de diversión elitista, esto porque los precios para presenciar o estar en cualquier evento o espectáculo, están demasiado elevados, lo cual no permite a las clases medias (y no se diga a las más humildes) disfrutar del  lugar o espectáculo.  Ya no se da tampoco ese roce entre el rico y el pobre, entre el explotador y el explotado, entre el que todo tiene y nada tiene, entre el que tiene capital y cuenta con los medios de producción y entre el que sólo cuenta con sus brazos, los cuales representan su fuerza de trabajo.
     Pues ahora el vulgo ha sido orillado a los «tapancos», al Teatro del Pueblo y al jardín de San Marcos, que quizás por su ignorancia o falta de cultura no logra apreciar lo que tiene frente a sus ojos y por eso lo rayonea y maltrata, pero todo esto es producto de la falta de oportunidades, espacios y apoyos para poder desarrollarse. Porque mientras el niño rico nace en cuna de oro y es cambiado con mantillas de seda y se dedica solamente al estudio --lo cual le da bienestar-- el niño pobre muchas veces tiene que combinar desde muy pequeño el trabajo con el estudio y sucede que el primero termina por consumir al segundo. Ahora bien, se podría referir a que hay becas, pero ¿ cómo un niño que combina dos actividades va a obtener el promedio que le exigen para obtener su mísera beca?
     Hay quien dice que el jardín de San Marcos era “el espacio – de diversión – reservado a la “alta”, mientras que el pueblo se divertía en el exterior de la balaustrada” 44. Y que este último fue invadiendo el espacio del primero, lo cual provocó que ésta buscara otros centros dediversión como bares, “salas de baile” y discotecas. Esto no lo considero así, más bien la clase “alta” fue la que empezó a marcar las diferencias de “clase”, fue buscando la opulencia y la comodidad, fue creando sus propios espacios, en los cuales podría encontrar a gente de su “misma clase”. Esta diferencia la podemos encontrar muy bien marcada en la coronación de la reina, pues se realiza   «ante el pueblo, junto y con el pueblo, pero inmediatamente después se pasa a otro espacio, el del baile de coronación al que la prohibición de los precios le impide al pueblo asistir”45.
     También la feria es el lugar donde se contrasta el derroche con la miseria y donde se viola la ley de Dios, es donde el rico disfruta de “la sangre del pobre”, que representa su dinero; y con la cual “el rico crucifica al pobre: acrecienta su patrimonio a costa de la sangre de éste.  Luego va a jugar su ganancia al casino de San Marcos: echa a suertes la sangre del pobre”46.
     En un estado tan “católico” no se puede concebir esto, pues ya Jesucristo había condenado al rico por explotar, marginar y no querer ayudar al pobre.  Le dijo estas palabras: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al reino de los cielos”. Entonces estamos hablando de que “lo que pasa en San Marcos es un sacrilegio, del cual, en un pueblo tan “cristiano” como el nuestro ni siquiera nos percatamos”47.
     Siguiendo con los toros, siempre de tras de toda gran festividad ya sea civil o religiosa, desde la época colonial se hacían festejos, ya fuesen de toros o rejoneos, representaciones teatrales, torneos, juegos de cañas, carreras y escaramuzas, cohetes, música etc. Entre las religiosas se celebraban las de San Marcos, San Lorenzo, San Ignacio, y la de “el día de San Francisco de Asís patrón de la villa, 4 de octubre de 1738, en cuyas fiestas de dedicación hubo de todo: connotados oradores, juegos pirotécnicos, teatro y corridas de toros”48.
     Para la feria de Aguascalientes celebrada en 1828 no podrían faltar las corridas de toros, las cuales seguramente se celebraron. Para tal evento, el Ayuntamiento sería el encargado de organizar la verbena; se encargaría de “convocar a una subasta pública, por medio de carteles, en los que se indicaba el lugar, la fecha y la hora en la que los postores habrían de presentarse”49.
     Una vez hecho esto, el ganador tenía que dar una buena suma de dinero al Ayuntamiento, así como reservar un palco de honor para los funcionarios de éste. La plaza o el coso donde habrían de celebrarse las corridas de toros, eran hechas de madera y de manera improvisada, al igual que las de la época colonial, tal como lo muestran las litografías. En la corrida intervenían los llamados “locos”, los cuales eran contratados por los empresarios; eran una especie de payasos de circo que jugaban con el toro, los “locos” frente al toro “ bailaban gesticulaban, lanzaban al aire naranjas que recibían con la frente, se acostaban al lado del toro – después de muerto éste –o sobre el vientre--”50. Después de muerto el toro, éste era arrastrado por las mulas, las cuales deberían estar perfectamente adornadas --no como ahora, que en ocasiones sale una espantosa camioneta para el arrastre del toro--, el Ayuntamiento hacia uso del monto recaudado en mejoras de obras públicas.
     Para el año de 1826 las entradas fueron totalmente gratuitas, porque la gente se quejó del elevado precio del boleto, y por esa única ocasión, a los asistentes a las corridas “ no se les cobró un solo centavo”.
     Sin embargo, al igual que en la época colonial --con los clérigos--, había hombres ilustrados que se oponían a los festejos por considerarlo propios de sociedades inciviles, en Aguascalientes esta tendencia se manifestó con el diputado García Rojas quien “sostenía que el problema no consistía en cobrar o no la entrada a los toros, sino en tomar medidas que permitiesen desterrar paulatinamente un espectáculo propio de pueblos barbaros”51. Esto no pasó a mayores y la tradición se impuso sobre la legislación, así como la razón  --el torero-- se impone a la bestialidad --el toro--. Durante la cuarta década del siglo XIX, la feria sufrió algunas interrupciones, pero esto no fue motivo para que no se siguieran realizando las corridas de toros. En general se puede decir que bajo estas circunstancias se realizaban las corridas de toros en la primera mitad del siglo XIX.
     Pronto Aguascalientes tendría su primer coso, el cual se dio en 1849 con la construcción de la “placita del Buen Gusto” y que se debe a “el primer personaje que en rigor merece el nombre de empresario taurino: don José María de Nava”52, quien en muchas ocasiones fungió como miembro del Ayuntamiento, y que, en repetidas veces actuó como primer espada en las corridas celebradas en la llamada “plaza del Buen Gusto”, “aunque no se le encuentra por parte alguna”. Esta plaza era un “redondel de medianas dimensiones, cercado por valla formada en vigas, de fácil acceso para los lidiadores. Lo separa de la gradería que ocupa dos zonas, la de sol y la de sombra, divididas, a su vez por frágiles enverjados de madera. Al poniente, coronado el anfiteatro de sombra, los palcos con sillas de tule cargadas de polvo, cuando no de chinches”53.
     A los festejos se introdujeron medidas para que la función tuviera un agradable y respetable desarrollo, ya en 1815 el virrey Calleja había expedido uno reglamentos en los que especificaba que la gente asistente se debería comportar correctamente y no se admitirían ebriosporque se debía guardar en todo momento respeto a los “matadores”. Varios años después, el Ayuntamiento de la ciudad dispuso establecer ciertas medidas para el bien del espectáculo y del público presente. Básicamente se referían a guardar el orden dentro de la plaza* . Muchas de las veces los “matadores y picadores”, era gente aficionada quienes vestían “... desvelados trajes de luces exhumados de viejos guardarropas, charros musculosos en función de picadores...”54 pero aunque la “placita fuera considerada como “menor” dentro de las que había en México, no por ello no fue pisada por grandes “toreros” españoles, “entre los que vino el famoso matador de toros Diego Prieto Cuatro Dedos uno de los últimos que actuó en la mencionada placita denominada de El Buen Gusto”55. Muchas de las veces, después de terminada la función, la gente pedía a gritos que se regalase un toro, entonces surgían lo espontáneos, los cuales “se lanzaban al ruedo y con los sarapes capean a la res”, la acosaban demasiado hasta el grado que ya no embistiera. Muchas de las veces el ganado no era de buena calidad, pues no tenían bravura ni trapío, como dijeran ahora los “conocedores”, estos toros eran “una mojiganga ridícula. Bueyes mansos, despuntados, y lidia detestable, hecha dizque por toreros con disfraz de mamarrachos”56.
     A las corridas de toros asistían una gran variedad de personas, entre las que se podía encontrar a políticos, abogados, ricos comerciantes y hacendados, y en menor medida al populacho, pues así lo muestran los grabados de Posada y las fotos de la época, claro que sin generalizar, por que el populacho era quien “ en los tendidos apuraba con desesperación jarras de pulque; el pueblo que reñía, que disputaba a voz en cuello, sarcásticos; el pueblo que hacía y deshacía ídolos, que abucheaba ruidosamente al diestro desafortunado y levantaba en hombros a sus favoritos”57.
     Ya casi al terminar el siglo XIX, fue construida la plaza de toros San Marcos, que actualmente tiene en su interior 3 salidas, 12 gradas alrededor de la plaza y 22 arcos de medio punto, que quizás no sea tan ostentosa como la Monumental, pero sí es muy cómoda y de buen agrado. Esta plaza fue inaugurada el 24 de abril de 1896, en la que actuaron “Juan Jiménez (El Ecijano), y Ripoll”, matando cinco magníficos toros de la ganadería de Venadero. “El Ecijano, hombre ya con la cabeza cubierta de canas, al frente de sus cuadrillas, realizó hazañas que seguramente envidiarían muchos de los actuales primates de la torería”58.
     Pronto el coso san marqueño tomaría fama y en el se celebrarían múltiples corrida y novilladas, incluso llegó a batir “el record de celebración de corridas de toros”, llegó a sumar “sesenta festejos en un año”. En 1904, se celebró una corrida que causó gran expectación entre la afición; en ella actuarían “nada menos que el notable estoqueador don Luis Mazzantini, alternando en la muerte de cinco toros, con Caro Grande y otro matador de prestigio”59. Dicha plaza se llenó, “no obstante lo elevado de los precios”.
     En repetidas ocasiones, el espectáculo de los toros decaía por falta de empresarios o por la culpa de los matadores, quienes exigían una mayor cantidad de dinero por sus presentaciones. Sin embargo para la feria de 1937-1938, se darían “dos históricas feria taurinas”, la de 1937 fue un “cartel de tronío; el máximo cartel que, por entonces y por mucho tiempo podía confeccionarse en México: el mano a mano entre los dos colosos de la época “Armillita”, elMaestro de Saltillo y Lorenzo Garza, el califa de Monterrey”60. Para 1938 actuaron los mismos toreros, pero el 24 de abril, participaron en la corrida “Armillita”, Ricardo Torres y Paco Gorráez, en esta corrida el triunfador fue el de Saltillo. Para la del 25 de abril, día de la celebración del evangelista, actuarían “Armillita” y Lorenzo Garza, en una magnífica e inolvidable corrida en la cual “...cuando la plenitud torera del Maestro de Saltillo lució esplendorosa desde los iniciales lances de capa hasta la estocada mortal; fue entonces cuando en pleno apoteosis, le fueron otorgados a “Armillita” las dos orejas, el rabo y una pata del estupendo “Venadito”, primer trofeo de esta índole que se concedió en Aguascalientes”61.
     Así como estas corridas,  hubo muchas más,  en  las  que  participaron otros  hombres  --toreros-- de gran altura como Alfonso Ramírez “El Calesero”, Efrén Adame “El Cordobés Mexicano”, Jesús Delgadillo ”El Estudiante” y una infinidad de personajes y toreros que nunca acabaríamos de contar. Durante la segunda mitad del siglo XX, Aguascalientes empezó a experimentar una incipiente industrialización que provocó que empezaran a llegar personas de otros estados, con lo cual la ciudad aumentó considerablemente su población. La insuficiencia de la plaza de toros San Marcos para albergar a tantos espectadores, dio origen a la construcción de un coso con mucha mayor capacidad, éste fue construido en 1974, y después sufrió una remodelación. Por ella han pasado grandes figuras del toreo como Eloy Cavazos, Rafael Ortega, “El Zotoluco”, “El Juli”, que tan embobada trae a la gente, Fermín y Miguel Espinosa “Armillita”, entre otros grandes toreros de España, México y la región.

     Como se ha visto en el desarrollo del trabajo, quienes en un principio practicaban la torería eran las personas nobles de España, entre las que estaban conquistadores de México-Tenochtitlán, virreyes, arzobispos, ricos hacendados, mineros y comerciantes, quienes muchas de las veces hacían su propia placita dentro de su misma hacienda. Estos hombres trasmitieron al indio, al esclavo, al mestizo y al criollo, la pasión por los toros, y fueron estos últimos quienes en varias ocasiones fungían como cuadrilla o de toreros a pie, pues hay que recordar que la aristocracia gustaba de torear a caballo.
     Durante el siglo XVIII y después, en el XIX, cuando se empezó a dar el toreo de manera similar a la de ahora, presenciaban el espectáculo “todas las clases” habidas y por haber; aunque sí se daba la distinción entre las clases, los altos funcionarios del gobierno y ricos --como ahora-- ocupaban los palcos de honor y las mejores localidades y al vulgo se le dejaba en “gallola”, pero de un tiempo para acá, la gente humilde  --también amante de los toros-- y un poco las “clases medias”, han ido abandonando las plazas por los elevados costos que llegan a tener los precios para entrar a las corridas, pues la gente por apasionada que sea, prefiere comer, antes que pagar la entrada a los festejos. Claro que estamos consientes que para dar dicha función se requiere de un enorme capital, porque hay que pagar el coso, a los ganaderos, toreros, cuadrillas, monosabios y al personal que labora en la plaza. Entonces lo que en un principio fue un entretenimiento para la aristocracia colonial, que después paso a ser de “todas las clases “, ahora esta volviendo de nuevo a ser sólo un espectáculo para las élites.
     Porque en las corridas te encuentras a personas que a todos los cotejos asisten --tienen capital--, y sobre todo a los altos funcionarios de gobierno que van acompañados de sus “lame botas”. También asisten empresarios --explotadores--, burócratas --corruptos--, comerciantes   --hurtadores--, y uno que otro oprimido, explotado y marginado, que trata de ir lo mejor presentado para no ser señalados. Los opresores y autócratas lucen chamarras de cuero, camisas y pantalones vaqueros, y botas de algún animal exótico. Las mujeres lucen de manera semejante, pero las señoras más “recatadas” traen espléndidas y ostentosas joyas.
     De todo lo visto en el desarrollo del presente trabajo sólo queda hacernos la siguiente pregunta, tanto para los toros como para la feria, ¿fiesta para quién?

Notas

 1  Agustín R. González, Historia de Aguascalientes, tipografía de Francisco Antúnez, Aguascalientes, 1974, p. 1.
 2  Francois Chevalier, La formación de los latifundios en México. Haciendas y sociedad en los siglos XVI, XVII y XVIII, F.C.E. México, 1999, p. 87
 3  Idem, p. 88.
 4  José Antonio Gutiérrez Gutiérrez, Aguascalientes y su región de influencia hasta 1810. Sociedad y Política, SEMS, 1998, p. 14.
 5  Francois Chevalier, Op. cit., p. 330.
 6  Agustín R. González, Op. cit., p. 12.
 7  Chevalier, Op. cit., p. 274.
 8   Beatriz Rojas, Las instituciones de gobierno y la élite local. Aguascalientes del siglo XVII hasta la Independencia, El Colegio de Michoacán/Instituto Mora, p. 31.
 9  José Antonio Gutiérrez, Op. cit., p. 188.
 10 Chevalier, Op. cit., pp. 175-176.
 11 Beatriz Rojas. Op. cit., p.41.
 12 Citado en Francois Chevalier, Op. cit., p. 245.
 13 Idem, p. 266.
 14 Idem, p. 204.
 15 Citado en Rojas, Op. cit., p. 112.
 16 Citado en Chevalier, Op. cit., p. 194.
 17 Idem, p. 204.
 18 Luis Weckmann, La Herencia Medieval de México, El Colegio de México, Tomo I, 1984, p.164.
 19 Alejandro Mora, El Enigma de la Fiesta, Plaza y Valdés Editores, 1995, p.69.
 20 Idem, p. 70.
 21 Idem, p. 73-74.
 22 José Luis Martínez, Hernán Cortés, F.C.E/UNAM, 1990, p. 774.
 23 Benjamín Flores, La ciudad y la fiesta tres siglos y medio de tauromaquia en México, INAH, 1986, p. 13.
 24 José Luis Martínez, Op. cit., p. 710.
 25 Luis Weckmann, Op. cit., p. 163.
 26 Benjamín Flores, Op. cit., p. 22.
 27 Leonard A. Irving, La Época Barroca en el México Colonial, F.C.E., 1974, p. 35.
 28 Flores, Op. cit., p. 50.
 29 Idem,  p. 52.
 30 Rojas, Op. cit., p. 150.
 31 Idem, p. 196.
 32 Idem, pp. 215-216.
 33 Weckmann, Op. cit., p. 164.
 34 Henri Pirenne, Historia Económica y Social de la Edad Media, F.C.E., 1994, p. 75.
 35 Idem, p. 77.
 35 Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época de Felipe II, F.C.E., 1987, Tomo I, p. 507.
 36 Pirenne, Op. cit., p. 77.
 37 González, Op. cit., p. 66.
 38 Jesús Gómez Serrano, Mercaderes, Artesanos y Toreros. La Feria de Aguascalientes en el Siglo XIX, ICA, 1985, p. 15.
 39 Rojas, Op. cit., pp. 178-179.
 40 Gómez, Op. cit., p. 16.
 41 Eduardo J. Correa, Un Viaje a Termápolis, ICA, 1992, p. 191.
 42 Idem, p. 41.
 43 Correa, Op. cit., p. 41.
 44 Genaro Zalpa Ramírez, "Hegemonizarás las ferias. El uso Social del Espacio en la Feria", en El Unicornio, suplemento cultural de «El Sol del Centro», núm. 128, 27 de abril de 1986.
 45 Ibidem
 46 Jesús Antonio de la Torre Rangel, "San Marcos: su Feria y su Evangelio", en El Unicornio, suplemento cultural de «El Sol del Centro», núm. 128, 27 de abril de 1986.
 47 Ibidem
 48 José Antonio Gutiérrez, Historia de la Iglesia Católica en Aguascalientes, Volumen 1.- Parroquia de la Asunción de Aguascalientes, U.A.A./U.de G./Obispado de Aguascalientes, 1999, p. 221.
 49 Gómez, Op. cit., p. 60.
 50 Ibidem
 51 Enrique Rodríguez Varela (comp.), “La primera edad de la fiesta de toros en Aguascalientes”, en: Aguascalientes en la Historia 1786-1920. Documentos, crónicas y testimonios, Tomo IV/Vol. I, p. 163.
 52 Idem, p. 167.
 53  Correa, Op. cit., p. 48.
 *  Si se quiere saber más sobre los reglamentos, véase: "La primera edad de la fiesta de toros en Aguascalientes", en: Gómez, Mercaderes..., Op. cit., pp. 58-74; también en: El Unicornio, suplemento cultural de «El Sol del Centro», Núm. 24,  29 de abril de 1984.
 54 Correa, Op. cit., p. 48.
 55 Jesús Antonio de la Torre Rangel, “La plaza de toros San Marcos en los recuerdos de El-Hombre-Que-     No-Cree-En-Nada”, en: Crisol, año VIII, Núm. 91, abril 21 de 1997, p. 38.
 56 Correa, Op. cit., p. 283.
 57 Gómez , “Mercaderes...”, Op. cit., p. 73.
 58 Jesús Antonio de la Torre Rangel, Crisol, Op. Cit., p. 39.
 59 Idem, p. 40.
 60 Jesús Gómez Medina, “1937-1938: Dos Históricas Ferias Taurinas”, en El Unicornio, suplemento cultural de «El Sol del Centro», Núm. 128, 27 de abril de 1986.
 61 Ibidem

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