Cuando quieras ir a comer o a bañarte a mi casa eres bienvenido


Juan Luis Delgado Macías
Lic. en Historia, 2do. semestre


      Cuando me sugirieron que escribiera un artículo para incluirlo en el primer número de conciencia, pensé: pues de que podría hablar un tipo como yo, de segundo semestre de la carrera de Historia, que apenas sé esta enseñando a escribir, que todavía no tiene los elementos suficientes como para hacer un artículo de crítica o de comentar algo con bases necesarias como para sostener sus propuestas y que además carece de experiencia. Pero dije: pues que importa, de alguna u otra manera me he de enseñar a escribir, a criticar, a comentar, y que mejor oportunidad de empezar a hacerlo que aquí.
     Así que se me ocurrió hablar de cómo fue que opté por la Historia, las dudas que tuve, todos los momentos de tensión que se vivieron en mi casa por mi decisión, las felicitaciones de algunas personas, las burlas de otras, los clásicos “no te preocupes cuando quieras ir a comer o a bañarte a mi casa, eres bienvenido”, en fin todos los momentos “antes de” y, por supuesto, también los de “después de”. Porque después de que entré, me encontré con un cosmos que yo jamás me imaginé, y que me ayudo a reafirmar mi decisión de continuar en el estudio de la Historia.
     Me acuerdo, que desde que estaba en el segundo año de prepa --cuando te dan una materia, para mi gusto inútil e innecesaria, que se llama Orientación Vocacional, que lo único que logra es confundirte mas-- yo sentía el cosquilleo de la Historia, me gustaba mucho leer, y además la clase de Historia y de Literatura me producían gran interés, pero todavía no  lograba decidir que era lo que en verdad quería. Cuando llegó el momento de decidir a que área ingresaría, estaba entre la de físico y la de Humanidades, finalmente me decidí por los números, y aunque nunca fui bueno en la forma de tratarlos, creo que no fue tiempo perdido. Tome esa decisión, porque creí que era lo mejor, pues yo todavía no estaba seguro de mi elección, sí elegía una ingeniería ya tendría bases para hacer llevadera la carrera, pero si elegía alguna de humanidades, sería menos difícil ponerme al corriente.
     Comenzó el año, el último de mi prepa, y por lo tanto, yo tenía que decidirme por alguna opción. Recuerdo que cambié de opinión, fácilmente unas 5 o 6 veces, de las carreras que  había decidido a estudiar en algún momento de tan trajinante año. De las que me acuerdo eran: arquitectura, turismo, economía, electrónica, y finalmente la que casi, casi caigo en sus garras, ingeniería industrial, (recuerdo que hasta hice examen para ingresar a conocida universidad al sur de la ciudad, e inclusive fui aceptado y molestado aproximadamente como un mes  para que me inscribiera). A todas estas carreras, exceptuando las ingenierías, les encontraba sentido porque tenían algo que ver con la historia. Porque aún tenía miedo de expresar externamente lo que yo ya sabía por dentro. Pero fue gracias a muchas circunstancias las que me ayudaron a exteriorizar mi sentir.
     Y precisamente cuando logré decidirme por la Historia, fue cuando comenzaron los comentarios, que fueron los que me dieron más ánimos por estudiar y vivir de lo que más me gusta. Buenos, malos y de lástima, todos me ayudaron y a todos se los agradezco. Pero algo fundamental para tomar mi decisión, fue el constante apoyo recibido de una persona que como yo, también quería estudiar una carrera humanística, no la misma, pero sí muy parecida, y que ahora la estudia y es muy feliz; indudablemente sin su apoyo, tal vez yo estuviera estudiando en la parte meridional de la ciudad, a esa persona le estaré eternamente agradecido.
     Ya tomada la decisión, ya hechos todos los trámites necesarios para entrar a la Universidad, llegó el día 6 de agosto, un viernes antes de comenzar el curso para que se hiciera una presentación de la carrera. Ese día conocería a mis nuevos compañeros, a mis nuevos maestros y lo más importante, a la carrera de Historia.
     Recuerdo que entré al salón asignado para dicha presentación y lo primero que creo que todos hicimos, fue ver y analizar las caras de las personas que serían nuestros compañeros, al menos por el primer semestre, ya luego nos fijamos en la de los maestros.
     Algo que me impactó de entrada fue ver que entre los alumnos que ingresaríamos estaban los rostros de dos personas ya maduras, que por su aspecto, supuse que eran madres de familia, me dije: ¿pero cómo?, ¡Dios!, vamos a tener a dos mamás en la clase, y efectivamente así fue, pero para bien, porque nos aportan su experiencia de vida, que es más importante que otros menesteres. Transcurrió el día, nos hablaron varios alumnos, un exalumno, todo para mí fue muy tranquilo, conocí a algunos de los compañeros, platiqué con ellos, conocí la difícil situación por la que pasaron nuestras maduras compañeras para acceder a estudiar una carrera como ésta, en fin, fue muy agradable el día.
     Pero lo más importante sería el desarrollo de ese experimentador y temeroso primer semestre. Para mí fue increíble, porque descubrí los modos de sacarle provecho a la Historia, porque descubrí que hay mucha gente que se interesa por esto, y que la Historia no es sólo aprenderte nombres y fechas, sino mucho más; porque haciendo los trabajos, a pesar de que algunos de ellos son muy pesados, hay cansancio pero nunca fatiga, y lo más importante, que cada vez que entrego un trabajo o hago un examen siento la satisfacción de que estoy haciendo lo que me más me gusta.

Comentarios:
[email protected]

 
 

Hosted by www.Geocities.ws

1