Ensayo por: Margarita Romero Díaz Barriga
Lic. en Ciencias de la
Comunicación
He leído con profunda atención el libro del que tengo que hacer un ensayo: "México
Profundo". Intenté hacer un trabajo de comprensión sobre el tema, pero en realidad
me es más fácil poner un ejemplo que es bastante claro de lo que nos habla el libro;
hablaré de la relación que veo con Erongarícuaro, el pueblo de donde soy. Al leer
"México Profundo", me di cuenta de muchas cosas y me ha quedado una sensación
de desamparo, de huida, de cobardía para expresar los encontrados sentimiento que
despertaron en mi estos renglones llenos de reminiscencias. Le comenté un poco a mi papá
y me dijo: "Se parece a Eronga"; con esta idea intenté hacer una
reconstrucción de la historia de este pueblo.
El
México Profundo... ¿Y qué tal si digo: "El Erongarícuaro Profundo"?. Casi me
atrevería a decir que el autor se equivocó de título. Me explicaré: Erongarícuaro es
un pueblo que se encuentra en el estado de Michoacán, a la rivera del lago de Pátzcuaro
y que ha sufrido a lo largo de la historia el ser testigo de la historia misma.
Este
pueblo, habitado desde tiempos inmemoriables por diferentes pueblos indios como los
chichimeca, Aztecas y purépechas, debe su nombre a la peculiar situación geográfica en
la que se encuentra: una colina que está en la base de un volcán apagado hace millones
de años y que fue golpeada suavemente por el agua del lago de Pátzcuaro. Desde aquí se
puede ver en las mañanas cómo sale el sol en el oriente y cómo se refleja su luz en la
tersa tranquilidad del lago de plata (tezcatlan), "Lugar de reflejo" le llamaron
los Nahuatlatos (así está escrito en el viejo lienzo de Jucutacato); Eránharhikuarheni
le llamaron los viejos purépechas (Lugar de reflejo); y después los
conquistadores, por afonía, le llamaron "Erongarícuaro" (que traducido
significa "Lugar de Espera", después de todo se escucha bien).
En
la "Relación de Michoacán", se cuenta la llegada a estas tierras de un grupo
nómada de gentes que no tienen un origen definido, ni parentesco, ni afinidad
lingüística, ni cultural con los otros pueblos de Mesoamérica o de la América
precolombina. Ellos se nombraban p'urhépecha (los que van de visita). Llegaron
persiguiendo sus cuatro estrellas y corriendo y flechando venados. Traían cargando a las
espaldas a su Dios Curicáveri (yo pienso que pesaría muchísimo, pues era de piedra),
quien se adueñó de todo lo que era bello de mirar en esas tierras.
Pronto
constituyeron un imperio que rivalizó en poderío con sus vecinos los Mexicas. Tuvieron
fuertes enfrentamientos en los que, casi siempre salieron victoriosos por su bravura, su
valor; pero sobre todo por la astucia con que sabían pelear. Otra ventaja que tenían en
la guerra era que ya conocían el bronce y sus armas eran más avanzadas y contundentes.
En
el Michoacán (tierra de pescadores), Pátzcuaro, Tzintzuntzan e Ihuatzio, representaban
el poder político; Erongarícuaro, el poder sacerdotal y militar; ejercía una gran
influencia en todo el imperio porque de aquí salían los ejércitos y regresaban con el
botín. De esta influencia se aprovecharon después los conquistadores para
cristianizar gran parte del centro de Michoacán. Los primeros misioneros en llegar
fueron los franciscanos quienes construyeron 2 templos; Unos primero, que no concluyeron y
el otro que es el que existe actualmente.
El
primer templo no se concluyó porque los indígenas habían ocultado una imagen de
Curicáveri en algún lugar del Altar Mayor y los frailes sospecharon de la súbita
devoción y adoración de los indios, hasta que descubrieron el engaño y llenos de coraje
y horror por el pecado de la herejía, suspendieron la obra. En la construcción del
segundo templo y del convento franciscano, los conquistadores utilizaron la mano de obra
de los esclavos indios quienes se morían por el trabajo desmedido y las pésimas
condiciones con que eran tratados. Los guerreros invencibles, los sacerdotes, los
pescadores, cazadores y recolectores purépechas, en fin, los pobladores orgullosos de
esta tierra se vieron de pronto ignominiosamente sojuzgados y vejados.
Muchos
huyeron a las montañas, otros murieron por la enfermedades y pestes; otros perecieron en
la construcción del templo. Así en un tiempo muy breve, Erongarícuaro se
quedó casi sin gente india. La tierra y la poca gente que quedaron fueron entregadas a la
encomienda de Comanja.
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