ODA I
A MI SE�ORA
�Por d�nde comenzar� a cantar tus triunfos?
�Qu� principio otorgas a mi canto?
�Te recordar� como madre dichosa del Se�or,
cuando ambos polos te sirvieron como Reina?
�O te cantar� tal vez reinando sobre el coro de los �ngeles,
y dando gozos a los moradores del cielo?
�O que todos los astros se alegran y relucen,
cuando con tu luz radiante resplandeces entre las estrellas?
�O que brillas con tantas virtudes, gloriosa,
amada de Dios por tus m�ritos, �nica esperanza de los hombres?
Aunque te admire por humilde, santa y pudorosa,
tu misericordia, gloriosa, sabe m�s dulce a los desventurados.
T� eres amparo para todos los culpados, t� causa de su salvaci�n;
por mediaci�n tuya se suaviza la ira rigurosa de Dios.
El marinero, zarandeado por los vientos y el mar,
es guiado a puerto por tu luz, estrella serena del mar.
Si nos amenazan vientos, lluvias o crueles rel�mpagos,
no hay nada bajo tu guarda que nos pueda da�ar.
Si contra nosotros se ensa�ase, Virgen, la furia inhumana
de las fieras, se amansar� al o�r tu nombre.
Si alguno teme la peste, si las guerras y el hambre,
si heridas y muerte, estar� seguro con tu divino poder.
Si alguno merece por sus vicios las prisiones del Aqueronte,
con tu auxilio escalar� los reinos celestes.
�Oh, a cu�ntos arrebatas despedazados, gloriosa, de las fauces de Cerbero!
los llamas para que hagan penitencia de su vida.
Luz m�a, �qui�n podr� contar la misericordia y salvaci�n
que has prodigado a los pobres culpados?
Tan grande es tu misericordia y es tu clemencia tan grande,
que si no fuera tan grande, cesar�a toda salvaci�n.
Reconcilias a los mortales, Virgen insigne, con el Tonante airado,
y con tu ayuda merecen su perd�n.
T� sola enjugaste las l�grimas que provoc� nuestra madre Eva:
agradecido te est� a�n el cielo y m�s agradecido el suelo.
A ti, santa, te llamamos tus siervos como Reina y Se�ora,
ant�doto y defensa para nuestros males.
Confiado en tu misericordia, abogada gloriosa,
acudo a ti suspirando, a ti te llamo, vida m�a.
Puesto que te ruego ya, suav�sima, merecidamente llorando,
mira cu�ntas l�grimas derraman ahora mis ojos,
y p�dele t� al Dios alt�simo que me otorgue su perd�n,
que no se ensa�e tanto su ira contra m�.
Cruelmente me atormenta el enemigo negruzco,
quiere perder mi alma con mi carne mezquina;
te odia porque me ve pronto a servirte,
y pretende, mira, que me someta a �l.
Con mil ardides se ensa�a el mal�volo contra m�, gloriosa,
cuyas iniquidades y asechanzas quebrantar�s,
para que pueda yo descansar libre en mi aposento
y cantarte mientras viva dignos poemas.
T�, venturosa, que das sosiego a los esp�ritus, lleva, gloriosa,
descanso a mi mente y a mis versos, santa, reposo.
Si me oye tu misericordia, te alabar�, Mar�a,
se quedar� pegado a mi garganta `Virgen Mar�a'.
Y si no me oyes te estar� llamando, Virgen Santa,
hasta que haya sentido tu auxilio.
La pared repetir� `Santa Mar�a' que est� all� escrito;
repetir� tu nombre el aposento, c�mplice de mis poemas.
FIN
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