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Dos mitos y una realidad
Por: I. Kungiler - 13/02/2009

Simral Colman, en realidad fue Ologindibipilele, Caballo Loco, Tasunke Witko. Ologindibipilele nació a mediados de 1800, Tasunke Witko fue asesinado en 1877. Quizás eran de la misma edad. Cuando agonizaba Tasunke Witko, Ologidibipilele navegaba por los océanos. Nunca se conocieron. Sus vidas totalmente diferentes, sus estrategias de luchas también. Los escenarios distintos, lo único en común era la lucha por sus tierras.

Los ideales de ambos están vigentes. Son de aquellos hombres imprescindibles. Recordar a Tasunke Witko, me lleva a mi primera experiencia con los hermanos Lakotas y Sioux en un Festival de Powwow: danzando y cantando al son de un tambor de la piel de búfalo, en un árido desierto de una reservación. Ologindibipilele, lo presiento en cada canto de un anciano en la Casa Grande de una isla en Dulenega.

Alce Negro, decía sobre Tasunke Witko: “…Todo el mundo le amaba. Sus ojos atravesaban las cosas. Cuando el pueblo se dolía de hambre, dejaba de comer. Era un gran hombre. No pudieron matarle en el campo de batalla. No tenía más que unos treinta años cuando murió”.

Sobre Ologindibipilele, una anécdota de María Colman de Archibold (Q.E.P.D.), su nieta, decía que, cuando a la comunidad de Ailigandi llegaban los policías para que les autorizaran instaurar un cuartel respondía: ¿Cómo pretenden ustedes, que me preste a traicionar y entregar a mi madre por un simple papel?

Las realidades en ambos pueblos hoy en día son diferentes. Su gente también es diferente. Todo ha cambiado, solo nos lleva guardar sus principales ideales y de no claudicar ante los intereses actuales de muchas empresas y gobiernos. Nuestra batalla ya no es con las armas, sino con las estrategias que en nuestra memoria colectiva se conservan en nuestros míticos personajes. Pues el mito es la mejor aliada para interpretar la realidad. Así dice los ancianos.

En mi imaginación, veo en un tipi a Tasunke Witko, y lo escucho invocar a Wakán Tanka, el Gran Espíritu. A Ologindibipilele cantándole a Bab Dummad, el Gran Creador. A ambos los veo convertidos en luceros, como dicen los lakotas, el Gran Espíritu toma de las estrellas un ánima y le da a cada niño al tiempo de su nacimiento; y, cuando morimos, el ánima vuelve a las estrellas.

Un anciano sioux cuenta sobre Tasunke Witko: “Sus padres trajeron su cadáver y lo pusieron en una caja. Vi a los dos ancianos yendo solos con el cadáver de su hijo. Nadie los siguió. Se fueron solos y aún los veo marchar. Jamás describieron el sitio al que llevaron el cuerpo de su hijo. Nadie sabe hoy dónde reposa. No importa dónde repose su cuerpo, pues es hierba; pero será bueno estar donde su espíritu se halle”.

Sobre Ologindibipilele, cuenta su nieta que sus últimas palabras fueron: “No olviden de vigilar mis sembrados y mis hijos… voy donde Bab Dummad que me dio la fuerza y el entendimiento… cuiden de mis cultivos. Llegaron de todas las islas a despedirlo.

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I. Kungiler
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Otro escrito del autor: Memoria de las voces

PUBLICADO EN MUNDO KUNA 18/02/2009
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