Hubo una vez un músico que Son(ñ)aba ciudades...


 

    A principios de 1988 el compositor español Llorenç Barber (Aielo del Malferit, Valencia, 1948) crea lo que sin duda constituye una de las ideas más originales y hermosas dentro de la creación sonora reciente: los Ciudadanos Conciertos de Campanas.

    Se trata de descomunales sinfonías de campanarios donde ciudades enteras retumban al compás de precisas partituras minimales (o heterorepetitivas), rigurosamente coordinadas por medio de indicaciones cronométricas exactas.


  Para escuchar estos conciertos que oscilan entre los 30 y 60 minutos de duración, el público se sale a plazas y parques, asciende a techos, terrazas y balcones, se retira a miradores, o bien transita por las calles libremente, en recorridos predeterminados o itinerarios improvisados, a pie o en veloces bicicletas. La localización de cada escucha transforma sustancialmente el plan compositivo de cada obra. La partitura se multiplica: habrá tantos conciertos como oyentes y estrategias de escucha se instauren.

    Es música a la intemperie, frágil ante los meteoros: una racha de viento la puede magnificar o anular, la humedad de la atmósfera expande las sonoridades graves, mientras que la sequedad lanza los agudos con mayor rapidez. Es una música que no anda con paraguas...
 
 

    Por esta razón y porque las fuentes sonoras se distribuyen a lo largo del extenso espacio urbano, Barber llama a su proyecto compositivo Música Plurifocal.
 
 
 

    A casi quince años de haber iniciado la aventura, Barber ha escrito partituras y sonado espacios urbanos para ciudades de España, México, Portugal, Guatemala, Alemania, Italia, Colombia, Holanda, Austria, Brasil, Inglaterra, Francia, Cuba, Suecia, Ecuador, Polonia, Eslovenia, Suiza, Argentina, Dinamarca, etc., así hasta sumar más de descientos consiertos en su personal y comunal cronoscopía compositivo-urbana.
 


    En los últimos conciertos Barber ha incorporado nuevas fuentes sonoras que hacen de contrapunto al metálico timbre de las campanas. Entre éstos están: las carracas de madera, bocinas, fuegos artificiales, salvas de artillería, tambores, silbatos y sirenas de buques, metales, eclosiones de cañones, tubos armónicos y bandas. De entre estos trabajos destacan sus composiciones para multitud de bandas sinfónicas en movimiento y las Naumaquias: combates sonoros entre mar, tierra y cielo con silbatos de barcos.
 
 
 

La Música Plurifocal no es un ejercicio abstracto de aséptica composición especulativa. Se trata de música de uso, de sonora fanfarria de entrada o inaugural, de fiesta sónica y comunal, de puro apopiacionismo urbano e histórico, de performances colectivos, de sueños conceptuales compartidos, de panfletos de conciencia ecológica, de un breve recordatorio de que ni el arte ni la música son ni sombra de lo que fueron, un jalón de orejas a los petulantes clausuradores de la historia: puede ser que ésta ya se haya agotado, pero no nuestras ganas de transformar el mundo...
 
 

 

 

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