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LA VENERABLE M. AGREDA,



La más grande teóloga de la cultura hispánica

Antonio M. Artola, CP.


La Madre Agreda es conocida y admirada como mística y como escritora, más que como teóloga. Ella nunca pretendió sentar cátedra de teóloga, más bien se consideró como mujer ignorante y desconocedora de las claves del saber técnico de los maestros de teología. Sin embargo, nadie duda de que la escritora agredeña sea una de las más grandes figuras de la teología católica.

Mística y teología

Para situar en su verdadero marco esta exposición sobre la Venerable como teóloga comenzamos por señalar algunas notas características de lo que es el saber teológico, en sus relaciones con la mística, ya que la aportación de la Madre Agreda se sitúa en el campo singular de la teología de base mística.

La mística se define como la experiencia de Dios por medio de los dones del Espíritu Santo. Es una vivencia que alcanza también un nivel de conocimiento por medio de los dones de sabiduría, inteligencia y ciencia. Frente a la vivencia mística, la teología se definía desde la Edad Media como el conocimiento racional de Dios por medio del discurso lógico. La primera característica de esta teología era su sentido sistemático y unificador del conjunto de los saberes sobre Dios.

Aunque la teología de la Venerable sea fuertemente sistemática, es una teología totalmente diferente de la que en su tiempo se cultivaba en las Universidades europeas, en las cuales la teología ocupaba el primer puesto.

La teología del siglo XVII era -casi en su totalidad- una teología discursiva. La que estructuró la Madre Agreda era una teología experimental y de base mística, fundada en sus personales comunicaciones con Dios, que le revelaba lo más elevado de sus atributos.

Otra característica de la teología de la Madre Agreda es su concentración en el misterio de María. La teología de la Madre Agreda es Mariología. Precisamente en aquel siglo suyo había surgido la Mariología como especialidad teológica por obra del jesuita siciliano Plácido Nigido. Fue el siglo de los máximos mariólogos como Suárez Vega, Saavedra, De la Cerda, Quirino de Salazar etc. La Mariología de la Madre Agreda tiene ese marco contemporáneo. Pero ella crea dentro de ese marco una Mariología nueva.

El conflicto teológico con la Inquisición

Es sabido que la MISTICA CIUDAD DE DIOS fue denunciada a la Inquisición por su contenido inmaculista. Pero no fue sometida a discusión su doctrina sobre la Inmaculada. Estando prohibida toda discusión pública sobre dicho tema, los ataques contra la Mística Ciudad de Dios tomaron un sesgo indirecto. No se discutió su mensaje inmaculista, sino la base metodológica de dicha creencia, a saber: las revelaciones privadas. Como las revelaciones privadas pertenecen al orden de los fenómenos místicos, todo el proceso de la Inquisición se centró en la metodología de base mística en que se asentaba la obra. Esto daba un valor extraordinario al singular conflicto teológico. Los inquisidores no utilizaban más teología que la discursiva. La Mística Ciudad de Dios ofrecía una teología estructurada en clave distinta ¿Cuál era el sentido y el valor de esta nueva teología?.

Después de catorce años de discusiones, la Inquisición dio un dictamen absolutorio. No había errores en la obra de la Venerable. Pero añadieron importantes puntualizaciones. La verdad de las visiones y revelaciones no es objeto de discusión teológica, sino más bien, del discernimiento de espíritus. En cuanto a los contenidos concretos que ofrece una exposición doctrinal basada en visiones y revelaciones, no ofrecen aportación alguna que aumente la certeza de las cuestiones discutidas entre los teólogos. Este enjuiciamiento colocaba al libro de la Venerable fuera del ámbito de la teología-ciencia. El ambiente teológico no estaba a la sazón maduro ni para crear ni para apreciar una nueva teología de base mística. Y la obra de la Madre Agreda pertenecía ya a esa nueva teología. Para los inquisidores de Madrid, no había más progreso teológico que el discursivo. Sin embargo, la MCD ofrecía un modelo de progreso dogmático y teológico distinto. Era el progreso por la vía experimental. Ha sido necesario que la teología de la evolución del dogma llegara a determinar los diversos caminos que dicha evolución recorre, para hacer justicia al método seguido por la Madre Agreda.

He aquí cómo se expresa al respecto el gran doctor de la evolución homogénea del dogma que fue el P. F. Marín Sola: “Hay, pues, dos fuentes del dogma y del desarrollo dogmático: una fuente derivada y conceptual, que son las fórmulas reveladas; otra fuente primordial y real, que es la misma Divinidad. […]. Correlativamente a estas dos fuentes deben existir y existen dos vías diferentes de percibir, juzgar y desarrollar el dogma. La primera es la vía de los enunciados o fórmulas reveladas, comparándolas entre sí o con los enunciados de la razón, que es en lo que consiste la vía de raciocinio. La segunda es la vía de la Divinidad misma, con la cual entramos en contacto inmediato por los hábitos de la fe, de la gracia, de las virtudes y dones, que constituye la vía afectiva. […j. De estas dos vías, la primera es la vía de la razón; la segunda, es la vía del corazón. La primera es la vía de la lógica; la segunda es la vía experimental o, como hoy suele decirse, la vía vital. La primera es la vía de la Teología especulativa, de la Ciencia de los sabios; la segunda es la vía de la Teología mística, o de la Ciencia de los Santos”. (E MARIN SOLA; La evolución homogénea del Dogma Católico. Edic. de E. SAURAS, OP, BAC 84, Madrid, 1952, pp. 403-404).

Lo que la evolución del dogma de la Inmaculada Concepción debe a la obra de la Madre Agreda, en el ámbito de la religiosidad popular, es incomparablemente superior a la aportación del resto de los grandes mariólogos del siglo XVII. Sencillamente porque la Madre Agreda escribió su tratado mariológico en lengua vulgar, y la difusión que alcanzó en el pueblo cristiano fue muchísimo más vasta que la alcanzada por las obras de los grandes mariólogos que compusieron sus tratados en un latín inaccesible al público piadoso.

La doctora de la Inmaculada

El rango que el Beato Juan Duns Escoto ocupa entre los teólogos escolásticos, lo ocupa la Madre Agreda entre las mujeres que escribieron sobre el dogma de la Inmaculada. Por eso cabe aplicársele el título de verdadera doctora de la Inmaculada.

Toda su teología tiene como epicentro la Inmaculada.

Si España fue la nación que más contribuyó a la definición del dogma de la Inmaculada; si Felipe IV fue el rey que más se distinguió en la preparación de dicho dogma, es de justicia recordar que el Rey y la abadesa de Agreda trabajaron de consuno en la empresa. Basta refrescar la memoria sobre la colaboración de ambos en la obtención de la Bula de Alejandro VII sobre el sentido de la fiesta de Inmaculada que en su tiempo (1662) fue considerada como una verdadera definición de la Inmaculada.

La máxima aportación de la Venerable en el campo de progreso dogmático fue la maduración de la fe del pueblo cristiano que culminó en la definición inmaculista. Por eso, el dogma del 8 de diciembre 1854 fue históricamente la mayor rehabilitación de la persona y de la obra teológica de la Venerable. Muy pocos se pueden lisonjear de haber visto sus esfuerzos en la promoción de una doctrina coronados por el éxito a que llegó el celo inmaculista de la Madre Agreda en la definición dogmática de la Inmaculada.

Se ha insistido quizás demasiado en la rehabilitación de la Venerable por medio de su glorificación. Esta meta aún no alcanzada hace mirarla a algunos devotos suyos como una verdadera frustración y un fracaso histórico. Sin negar la importancia que para el conjunto de la persona y la obra de la Madre Agreda supondría su beatificación, hay que conceder que la gran rehabilitación de la Venerable fue ya la definición del dogma de la Inmaculada. La lentitud con que ha avanzado el proceso de su glorificación no debe hacer olvidar esta gloria tan pura de la definición de la Inmaculada. Como persona identificada con una misión personal, la Madre Agreda puede considerarse como una de las más logradas en la historia, cuando alcanzó -a dos siglos de distancia de su muerte- el triunfo de la Inmaculada con la definición del B. Pío IX.

Ninguna persona fue tan tenazmente combatida por su inmaculismo como la Madre Agreda.

Roma, que tantas veces intervino negativamente en la causa de la Madre Agreda, en cierto sentido compensó todas las medidas negativas tomadas contra la monja concepcionista, cuando accedió a definir la verdad por la cual tanto había luchado.

Las aportaciones a la Mariología

La contribución al dogma de la Inmaculada fue la aportación teológica más llamativa de la Venerable pero no se limita dicha contribución a este dogma concreto. Algo parecido cabe decir respecto de la Asunción.

Para apreciar los méritos de la Venerable en materia de estudios marianos mencionemos el veredicto de Eusebio Amort, Canónigo Regular de san Agustín.

En una obra famosa en la cual se empleó a fondo en atacar las visiones de la Madre Agreda en más de 300 páginas, llega a la conclusión de que la aceptación de las visiones y revelaciones de la Madre Agreda parece llevarían a introducir una mutación notable en la doctrina tradicional de la Iglesia. En concreto, las doctrinas agredanas más chocantes le parecían las siguientes; 1°.—La Virgen redimió el mundo junto con su Hijo; 2°.—Todas las gracias, tanto naturales como sobrenaturales, se conceden a los hombres por los méritos de María: 3°.—Se atribuyen a María títulos que hasta el presente sólo se asignaban a Dios y a Cristo; 4°.—La Virgen fue fundadora, rectora y maestra de la Iglesia; 5°.—Los fieles están obligados a seguir como norma la vida y la doctrina sobre la Virgen que se contienen en estas revelaciones.

Amort ha exagerado los matices de la doctrina de la Venerable, pero no hay duda de que en estos siglos la Mariología ha evolucionado en la línea de las enseñanzas de la Madre Agreda en cuanto a la corredención, la mediación universal de María y el paralelismo de los atributos de Jesús, según la Mariología llamada Cristotípica. La Virgen ha sido declarada Madre de la Iglesia, y la espiritualidad mariana ha insistido en la condición de una verdadera ejemplaridad de la vida de María.

Actualidad de la mariología de la Madre Agreda

La originalidad de la Mariología de la Madre Agreda pone de manifiesto la grandeza de su aportación a la teología católica.

La Mariología que nació en el siglo XVII -como ya se ha dicho—, conoció un gran desarrollo a partir de la definición dogmática de la Inmaculada y alcanzó su cima en la época de la definición de la Asunción. El siglo aproximado que corre entre ambas definiciones se puede considerar como la época del máximo desarrollo de esta especialidad teológica.

Este singular florecimiento conoció una inflexión en el Vaticano II, pero ya habían comenzado las dificultades en el Congreso Mariológico Internacional de Lourdes (1958) Las críticas comenzaron a manifestarse en torno al modelo cristotípico cultivado por la Mariología de entre los dos dogmas. Como alternativa se propuso el modelo eclesiotípico, que alcanzó cierta actualidad en el capítulo VIII de la Constitución sobre la Iglesia. Pero ya desde sus orígenes la Mariología arrastraba una crisis de identidad. Desde Nigido la teología mariana se había estructurado según el modelo de la teología racional-discursiva imperante en la sistemática [oficial desde] del siglo XVI. Más que en la cristotipología o en la eclesiotipología, el problema de fondo estaba en el modelo de teología que se manejaba. La teología racional-discursiva no encontraba suficientes bases para un discurso teológico estricto en los dogmas marianos como la perpetua virginidad, la Inmaculada, o la Asunción. La deficiencia de base en las fuentes escritas de la revelación, la Mariología la suplía con la tradición y el desarrollo de la piedad popular. Los sistemáticos siempre miraron con desconfianza a esta metodología. Los mariólogos trataban de apuntalar las deficientes bases escriturísticas con el recurso al Magisterio oficial de la Iglesia, especialmente de los tiempos más recientes. Esto trajo una verdadera crisis de la Mariología en el posconcilio. Mas la teología mariana no quería sucumbir a la crisis. Ningún tratado teológico ha conocido en los años posconciliares tal número de manuales como la Mariología. Pero, paradójicamente, en tales tratados no se modificaban las bases metodológicas del discurso teológico preconciliar. Ha sido la encíclica de Pablo VI Marialis Cultus el documento eclesiástico que ha iniciado una metodología nueva diferente de la ciencia mariana de los títulos y grandezas de María. Se ha entrado por el camino nuevo de considerar a la Virgen cercana a la sencillez de los Evangelios, descuidando los adornos más o menos postizos de la sistemática de los siglos XIX y primera mitad del siglo XX. Esta cercanía ha provocado una renovación que ya se deja nota con cierta fuerza. Pero, no obstante su sencillez, no parece satisfacer a la piedad popular configurada, no por los autores de tratados, sino más bien por el hecho muy influyente de las grandes apariciones marianas y la vivencia de la piedad mariana.

La Teología espiritual y su lugar propio en la Teología

En esta situación nueva de la Mariología y de la teología en general, ha tomado gran vigor la teología espiritual. Marginada de la teología científica de los tratados sistemáticos desde la Edad Media, conoció una renovación profunda a comienzos del siglo XX. Lentamente ha ido buscando su camino propio entre la Dogmática y la Moral; entre la Sistemática y la Positiva y otras divisiones clásicas de la teología. En la actualidad se perfila una clara tendencia que insiste en su estatuto metodológico específico como teología desde la vivencia. Entre la Positiva —que busca el dato revelado—, y la Sistemática —que lo convierte en tema de reflexión—, se sitúa la teología de lo vivido. Entre al Dogmática que se fija en lo verdadero de los contenidos de la revelación- y la Moral —que los valoriza desde su bondad- se descubre un campo nuevo cual es la teología desde la experiencia. Es esta nueva situación la que otorga una maravillosa actualidad a la metodología teológica de la Madre Agreda. Su teología es una verdadera teología desde la vivencia y lo experimental. La Mística Ciudad de Dios no se puede catalogar ni en la Dogmática ni en la Teología Sistemática pura. Es una teología original y singular. No hay obra teológica que se le iguale en su metodología místico-experimental. Este es, en la actualidad, el valor de la teología de la Madre Agreda, que le procura un puesto incomparable entre los diversos intentos de estructurar la teología católica.

La Madre Agreda como teóloga

Un artificioso paralelo entre Santa Teresa y la Madre Agreda que recogió de un autor anónimo de Tarazona el agustino P. Fabio del Corazón de María en su folleto: “La autora de la Mística Ciudad de Dios” (Madrid, 1917) ofrece intuiciones dignas de tener en cuenta para descubrir el talante teológico de la Madre Agreda. El autor del folleto sobre la Venerable compara, en primer lugar, la dimensión mística y sus componentes anímicos peculiares de cada una de las dos grandes mujeres. “Teresa es —escribe— la personificación del amor espiritual que abrasa, que ciega, que vuela, que prorrumpe en fuertes quejidos así que pierde de vista a su Amado, que se alboroza y salta de alegría al encontrarle. Sor Maria de Agreda es la encarnación del amor que alimenta, que discurre, que anda siempre reflexivo, pausado y quieto, que se adormece en la dicha, que languidece en la contrariedad. María es el ángel temporalmente desterrado del Cielo, que alaba y abraza a Dios en poseyéndolo, y suspira como tórtola al perderle de vista” (p. 63).

En estos trazos no muy exactos, merece notarse el interés por lo reflexivo, pausado y quieto de Sor María, junto con su condición de ángel desterrado. Estas apreciaciones tienen el acierto de señalar las cualidades que preparaban a Sor María para un trabajo de tipo claramente teológico.

Continuando por las cualidades humanas de ambas santas dice: “Teresa tiene más sentimiento; María, más entendimiento. Teresa es una mujer sin igual, María es un hombre por su rara madurez y gravedad” (p.64). También aquí hay una intuición acertada. Las cualidades intelectuales sobresalientes hacen de María un sujeto indicado para la reflexión teológica. Su fibra varonil da a su teología la gravedad y madurez propia de los tratados de los maestros en teología.

Puestas a la obra las dos autoras, en sus respectivos escritos,”Sor María discurre, convence, persuade y agrada; Teresa seduce y arrastra. María es filósofa y teóloga eminente. Teresa es más poeta” (p.64).

Las peculiares cualidades intelectuales que poseen, hacen que cada una de ellas se desenvuelva según su peculiar genio: “[En Teresa] hallamos interrupciones sin cuento, da rienda suelta a la imaginación, y pasa a lo mejor de una explicación filosófica a una poesía vehemente; parece que nada le importa el método, el orden y el estilo, y, sin embargo, sus escritos resultan hermosos sin comparación: siente y escribe. María de Agreda mantiene, en cambio, un orden perfecto, pasa de un punto a otro, demostrando de antemano la trabazón que mutuamente mantienen; analiza el valor de las palabras con todo cuidado, y, a pesar de ser más científica, sabe dar amenidad, curiosidad, y una hermosura sin igual a sus libros. María de Jesús siente, pero antes de escribir, medita” (p. 64).

Así son Teresa y la Madre Agreda. La carmelita es una mística descriptiva; Sor María es una teóloga mística.

Una llamada a los agredeños

La extraordinaria figura teológica de la Madre Agreda ha quedado suficientemente resaltada en la exposición. Quiero ahora concluir con una llamada a los devotos de la Venerable.

Hay dos tipos de actos culturales en honor de los personajes ilustres del pasado.

Hay figuras definitivamente consagradas por la fama, de las cuales se habla y a las cuales se celebra como por inercia. En tales conmemoraciones, de ordinario, poco nuevo y original se suele ofrecer como aportación interesante. En la vida de tales personajes, todo está ya elevado al rango de lo clásico. En esos casos suelen abundar los tópicos, las ideas repetidas, las apreciaciones insustanciales, y los elogios de cliché.

A diferencia de tales personajes hay otros que son todavía figuras discutidas; protagonistas de unos sucesos aún no esclarecidos; sujetos de apreciaciones injustas, y aún no debidamente rehabilitados, hombres y mujeres de reputación histórica dudosa, y propagandísticamente poco atrayentes. En estos casos, los elogios son generalmente más pensados, más personalizados y mejor elaborados. Domina la búsqueda de una plena rehabilitación y el reconocimiento público de sus verdaderos valores. Como consecuencia, en las respectivas celebraciones hay más interés por la investigación seria, y la presentación clara de los lados luminosos de semejantes personalidades.

Este es el caso de los actos culturales en honor y memoria de la Venerable. Su figura histórica exige aún clarificación. La imagen que corre de ella en las historias oficiales, no es halagüeña. Sus obras no están aún todas publicadas en una edición crítica. Importantes inéditos esperan pacientemente la aparición pública.

La Madre Agreda ha conocido en el curso de la historia grandes acontecimientos favorables a su persona. El primero de ellos fue la inauguración del nuevo monasterio construido extramuros de la ciudad, con el solemne traslado de la Comunidad, del solar originario de los Coronel- Arana al nuevo edificio. El segundo fue el plebiscito rendido a la Venerable por la ciudad de Agreda en las honras fúnebres que siguieron a su muerte. El tercero fue la celebración del III Centenario de su muerte. A todos ellos ha superado este último decenio con los congresos celebrados en su honor, desde 1999 hasta el IV Centenario de su nacimiento el 2002. Estos solemnes actos conmemorativos, lo mismo que la serie de publicaciones y exposiciones que en estos años se han organizado, superan a cuantos en siglos pasados tuvieron como finalidad honrar a la Venerable.

Este mismo ciclo de conferencias, que en el magnífico marco del museo de la Virgen de la Peña estamos para concluir, muestra bien la verdad del entusiasmo de Agreda por su Venerable. Mas todo esto exige una continuidad, y un progreso.

¿Cómo proceder en la lenta labor de la recuperación de la verdadera imagen de la Madre Agreda y de su adecuada presentación a la sociedad del siglo XXI?.

Ante todo, hay que preocuparse por ofrecer una imagen de la Venerable desde nuevas perspectivas.

La preparación de su glorificación no debe acaparar los esfuerzos en pro de la Venerable Hay que dar a conocer la riqueza polifacética de su personalidad. Son numerosos los temas que ofrecen interesantes aportes de actualidad.

Hay que insistir también en su rehabilitación.

Mientras persista la imagen de una mística desviada, llena de ambiguos epifenómenos que nuestro mundo no acepta, no se podrá recuperar plenamente la imagen de primera magnitud que ostenta en la historia la Venerable Madre Agreda.

¿Por qué no partir para todo esto, de la apreciación que el eminente franciscano P. Juan Legísima hizo de la Ven. en el III Centenario de su muerte? “La terna más grande de figuras femeninas de la historia de España —dijo en aquella ocasión— está formada por Santa Teresa, Isabel la Católica, y la Venerable Madre Agreda”.

Isabel es la Reina de la unidad de España y la promotora del descubrimiento de América.

Teresa es la gran santa, mística, reformadora, la primera doctora de la Iglesia.

La Madre Agreda es la Apóstol de la Inmaculada, la carismática y bilocada evangelizadora de Nuevo México, la más grande teóloga de la cultura hispánica.



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