"DILEXIT ECCLESIAM - AMÓ A LA IGLESIA"

PADRE JOSE KENTENICH


Nació el 18 de noviembre de 1885 en Gymnich, cerca de Colonia (Alemania), por dificultades económica su madre debió trabajar fuera de su casa y el pequeño José creció con sus abuelos. En su infancia estuvo dos veces en peligro de muerte; en la segunda de ellas, a los tres años, comenzó a manifestar su carácter rebelde y obstinado, ya que mientras médicos, amigos y familiares le daban pocas posibilidades de vida, despertó del coma para decir “no voy a morir” y volvió a entrar en coma. Debido a la pobreza su madre no pudo ocuparse personalmente de su educación, a los nueve años lo llevó al Orfanato de Oberhausen y frente a la Santísima Virgen se lo entregó en guarda, José hizo suya esta Consagración y se entregó sin retaceos a María, que a partir de allí se le manifestó como Madre y Educadora además de Mediadora de Gracias y Bendiciones para su vida. Fue ordenado sacerdote el 8 de julio de 1910. En octubre de 1912 fue designado Director Espiritual del seminario menor de los Palotinos en Schöenstatt, cerca del Rin, y en 1914 les propuso a los Seminaristas imitar la Consagración que Bartolo Longo había realizado en Pompeya ante la Virgen y que había concluido en el Santuario Mariano del lugar; el enigma planteado fue: “¿no podría suceder algo semejante también en Schoenstatt?”. En la Capillita de San Miguel y con la ayuda de los estudiantes se preocupó en preparar el sito para que se estableciera la Virgen, y el 18 de octubre de 1914 en la plática diaria les comunicó su “secreta idea predilecta”; los estudiantes hicieron suya la idea del Director Espiritual y realizaron juntos se Alianza de Amor con la Santísima Virgen, lo que puso los fundamentos de su Obra: la Familia de Schönstatt. En los años que siguieron formó las comunidades sacerdotales y laicales que la componen, y a partir de 1926 fundó los diferentes Institutos Seculares de Schönstatt, que siguieron la enseñanzas del Padre Kentenich con la guía: “NADA SIN TI NADA SIN NOSOTROS”.

Fue detenido por la Gestapo en septiembre de 1941 y pudiendo evitar esa detención, la aceptó como Sacrificio en pro del Movimiento, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el 6 abril de 1945. Allí consolidó su Obra y le dio alcances internacionales. A partir de 1949 la Iglesia sometió a prueba a la Obra de Schönstatt, y la mayor parte de esos años los pasó el Fundador en Milwaukee (EE. UU.). En Navidad de 1965 y luego de una entrevista personal con S.S. Pablo VI y luego de participar en las últimas sesiones del Concilio Vaticano Segundo, regresó a Schönstatt y si atender a su avanzada edad, se dedicó con todas sus energías a la dirección de su Obra, extendida por todo el mundo. Inesperadamente, en plena labor sacerdotal, lo llamó Dios a la Patria Eterna el 15 de septiembre de 1968, luego de celebrar la Santa Misa el día de la Fiesta de los Siete Dolores de la Virgen; falleció en la Sacristía de la Iglesia de la Adoración, Monte Schoenstatt, donde había celebrado su Primera Misa. Fue sepultado el ese mismo lugar y en su tumba se lee: “DILEXIT ECCLESIAM”, que resume toda su vida y misión.

Lo más característico de su personalidad fueron los rasgos de una paternidad singular y sobrenatural, que Dios le regaló en forma especial. Lo capacitó con extraordinarias dotes naturales y abundantes dones sobrenaturales para realizar su misión específica para la Iglesia actual y del futuro. Todos los éxitos los atribuyó al poder de la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schönstatt, y su gran anhelo era anunciar la grandeza de la Madre de Dios y formar nuevos hombres y comunidades, en los que resplandeciera la presencia y la imagen de María. Empleó toda la fuerza y la atracción de su personalidad, en conducir a la personas que se le confiaron, hacia la cercanía de Dios, hacia el abandono total a la Santisima Trinidad. Totalmente arraigado en el Más Allá, y siempre atento a lo presente, interpretaba proféticamente los signos de Dios en la Iglesia y en el mundo. Las palabras "Dilexit Ecclesiam" (Amó a la Iglesia) que eligió como epitafio, son las que mejor resumen el sentir más profundo de quien fue Padre y Fundador de la Familia de Schönstatt.




JOSE KENTENICH - PRISIONERO 29.392.

Limpie mi bicicleta. Con ocasión del ingreso al campo de concentración, cuyas formalidades llevaban varias horas, recuerda uno de los prisioneros, "fui testigo de cómo ambos sacerdotes, uno de ellos el Padre Kentenich, fueron saturados de mofas y burlas por los de la SS. Un jefe, creyendo oportuno 'ablandar' al recién llegado, -que demostraba mucha tranquilidad y firmeza-, comenzó a gritarle groseramente haciéndole toda clase de preguntas. Al no recibir respuesta -el Padre Kentenich lo miraba con tranquilidad y sonreía cordialmente-, se enfureció más todavía, haciendo ademán de pegarle. Pero no llegó a hacerlo. Días más tarde, ambos volvieron a encontrarse en la oficina en la cual se deponían los datos personales. El jefe lo reconoció enseguida: '¡Eh, que el prisionero limpie la bicicleta!', le dijo. 'Si, lo voy a hacer', respondió el Padre Kentenich, 'pero no porque deba hacerlo, sino porque como hombre libre, quiero brindarle este servicio'. 'No, usted no necesita hacer eso', contestó finalmente el jefe. Mientras escribía sus datos personales, el Padre Kentenich le preguntó por qué el día anterior le había gritado tanto. 'Se experimenta de todo para influir miedo', fue la respuesta. Luego le pidió al Padre Kentenich que lo acompañara a su dormitorio, donde le contó en secreto partes muy personales de su vida".

Hambre y muerte. A raíz de una gran hambruna, cientos de prisioneros murieron en el campo de concentración. Su extremo debilitamiento los hacía propensos a contraer epidemias o enfermedades. "Los primeros síntomas del tifus aparecieron tambien en mi", escribia el Padre Kentenich más tarde, "pero en última instancia, las cosas siempre salieron bien. Al final yo también me había convertido en un esqueleto".

Sin embargo, de lo poco que tenía para comer, daba siempre a los demás.

En medio de estos padecimientos inhumanos, desplegó una intensa actividad espiritual. "En este tiempo", recuerda, "tuve una gran capacidad de concentración, siempre estuve anímicamente fresco. Si se considera al debilidad fisica y el estar cercano a morir de hambre, yo poseía una extraordinaria lucidez espiritual. Constantemente dictaba cursos e invitaba a los presos a reunirse en el pabellón".

Peligro inminente. El 24 de junio fue un día peligrosísimo. El nombre del Padre Kentenich estaba en la lista del "transporte", lo cual equivalía a una muerte segura. El jefe de su barraca, lo llamó repentinamente, notificándole que había llegado al campo de concentración una comisión de Berlín. Todos aquellos que no tuvieran destino en los comandos de trabajo, serían enviados al "transporte". El comunista actuó con celeridad. Buscó al Padre Kentenich, lo trasladó a otra barraca, dándole otro nombre y otro número. De esta manera le salvó la vida. Con situaciones similares debían contar los prisioneros a cada instante. En ningún momento ni en ningún lugar podían sentirse seguros.

Vivir en el riesgo. A pesar que la actividad religiosa estaba prohibida bajo pena de muerte, el Padre Kentenich daba una conferencia espiritual todas las tardes. "Le debemos sincera gratitud", recuerda Hans Carl, director de Caritas, "ya que por la noche, sea en la calle del block o más tarde en el rincón de la sala de dormir, nos daba puntos de meditación. Por mucho tiempo fue el único estímulo espiritual que recibimos". Además recorría las barracas para dar aliento a los prisioneros, a veces empapado bajo una lluvia torrencial, donde daba charlas motivándolos a trascender lo terrible del cautiverio inhumano, elevándolos espiritualmente y dándoles incentivo para vivir.

A precio de sangre. Los interminables años de Dachau son sólo un pequeño capítulo en la convulsionada vida del Padre Kentenich, pero simbolizan y resumen en forma acabada la personalidad de esta excepcional figura del siglo 20. Es sabido que en los momentos difíciles es donde mejor se prueban las teorías. El Padre Kentenich jamás predicó algo sin antes vivirlo. Esta coherencia entre las propuestas y la puesta en práctica que enseño a través de su ejemplo ininterrumpido a precio de sangre, es una de las cosas que más atrae a los que se llegan hasta SCHÖNSTATT. Hoy más que nunca el ser humano se siente necesitado de ver encarnadas ideas claras, transparencia y autenticidad. El encontrar alguien a quien valga la pena imitar, se transforma en camino y llegada, en meta y destino.

© Tomado del libro "Un profeta de María", del P. Esteban URIBURU, Ed. Claretiana.

Fechas importantes en la vida del Padre Kentenich (haga click aqui)


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