EL INVIERNO DOMINANTE

Esta forma podrida de volver a ser "yo mismo". Por eso ya no escribo cuentos y aparto el frenesí del "ser otro". Por eso se me ocurre parodiar al novelista: "no pensé escribir una crítica de cine sino una novela". En verso famoso Eliot por boca de Pruffrock afirma que no es el príncipe Hamlet sino el Tonto. Eso mismo.

Como no tengo tiempo acumulo aquí las películas recién vistas, y por primera vez les pongo un numerito de ponderación (de 0 a 4) para ayudarme en la frivolidad. Están de arriba abajo, de cielo a sótano. Se agradecen las intervenciones cáusticas, ya que las esperanzadoras no están donde deberían.

Leonel Delgado Aburto, 20 de enero de 2001


O Brother, Where Art Thou? (Joel Coen, 2000). Con George Clooney, John Turturro, Tim Blake Nelson, John Goodman, Holly Hunter.

O Brother, Where Art Thou? (Joel Coen, 2000) (Puntuación: 3 ½ )

Road movie de tres fugados presidiarios en el Mississippi de los años 20s/30s, la era de la depresión. De forma muy general persigue una idea homérica: las aventuras de Ulysses Everett McGill (George Clooney) y su regreso al hogar que resguarda Penny (Penélope) Wharvey (Holly Hunter). Los Coen "confiesan", al inicio de la cinta, que su argumento está basado en La Odisea, pero eso es mera cáscara de bananos. El mismo marco dramático aparece subordinado y marginal ante las aventuras de los presidiarios que actúan como "conciencia" liberal sobre los mitos del poder blanco anglosajón en los Estados Unidos. Aunque se puede reprochar idiotez en los presidiarios (los otros dos son John Turturro y Tim Blake Nelson) no se puede alegar, en la película de los Coen, chauvinismo y neoconservadurismo protuberante como el de Forrest Gump.

Las aventuras de estos redivivos héroes homéricos están atadas a la historia de la cultura popular de aquellos años que está atravesada por las marcas racistas y hegemónicas de la cultura "blanca" (sobre todo el KKK, la industria de la música y los políticos conservadores). La película describe cómo estos presidiarios tontos pueden dar nuevos significados a esa historia, al ascender al estrellato, pues resultan ser excelentes músicos country.

La inestabilidad caracteriológica de los personajes (no se trata de "grandes" y definidos caracteres sino de tipos extraídos de la cultura cinematográfica y popular) los emparienta con comics y películas como Bonny & Clyde, Popeye o las sagas de los hermanos Marx, y los cómicos de los inicios del cine. Esta falta de definición "artística" (personalista) ha molestado a los "mainstream" que esperaban un Ulises al estilo de Kirk Douglas. Sobre todo en tiempos en que el Naufrago de Tom Hanks (muy bien actuado y definido) se ha vuelto el Hamlet de la conciencia neocolonial "babyboomer".

Los Coen ofrecen, sin embargo, unos retratos mucho más caros, y aunque indefinidos, peculiares y significativos. Principalmente George Clooney, Turturro y la breve aparición de Holly Hunter, todos con destacables actuaciones, sientan la "prehistoria" de una conciencia ciudadana moderna en los EU, y se niegan (de ahí su endeblez caracteriológica) de forma romántica a aceptar la intimidad cotidiana de los ciudadanos con el racismo y el capitalismo. Esta resolución de la historia está sostenida por la excelente e irónica puesta en escena de los Coen que se disfruta de Caribdis a Escila. (Hasta cierto punto una road movie también, Almost Famous la película de Cameron Crowe es la pariente soñadora y conformista de O Brother..... La épica de los Coen con más cinismo y sin perder el romanticismo, se remonta a las sagas intelectualizadas que ha dado el gran Robert Altman sobre la vida norteamericana).


YOU CAN COUNT ON ME (Ken Lonergan, 2000). Con Laura Linney y Mark Ruffalo

Puedes contar conmigo (You can count on me) (Ken Lonergan, 2000) (Puntuación: 3)

Es raro hallar "sostenida dramaturgia" en el cine contante y sonante estadounidense contemporáneo. Ya por eso You can count on me vale algo. Aunque "menor" y "apagado" el filme de Lonergan se vuelve interesante en cuanto argumenta la orfandad de una generación. Samantha (Laura Linney) y Terry (Mark Ruffalo), cuando niños, han perdido a sus padres en un accidente automovilístico.

La película dramatiza el reencuentro de los hermanos cuando ya son adultos. El escenario es el pueblo "blanco" en que Samantha ha seguido viviendo, en el que tiene un empleo de oficina, y en donde crece su hijo, sin padre conocido. Terry llega desde cierta marginalidad (incluida una estancia en Miami) y como derrelicto. El encuentro se transforma en un choque de intenciones, visiones, indicaciones, y, en fin, un intercambio "moral".

Si bien el errante Terry "pervierte" la conciencia del hijo de Samantha al mostrarle quién es su verdadero padre, ésta también se descarría al iniciar amores con su jefe (Mathew Broderick). La intervención (vista con ironía por la película) de un pastor que trata de conducir más allá de la pereza a Terry y (tal vez) más allá del adulterio a Samantha, habla de la falta de correspondencia entre "drama" (frivolidad) y moral.

El pueblito, la provincia es una cárcel concentrada, cerrada y, por silenciosa, terrible. La despedida de los hermanos testimonia la dispersión cultural que caracteriza a esta modernidad, la falta de asideros duraderos y fijos. La generación de la orfandad se ve reducida a ser instrumento. Aunque pueda parecer excesivamente quieta, dada a empalagar y a autocompadecerse, la película se sostiene.


BILLY ELLIOT (Stephen Daldry, 2000). Con Jamie Bell y Julie Walters.

Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) (Puntuación: 2 ½)

Drama de un adolescente de familia obrera, Billy Elliot (Jamie Bell), que decide ser bailarín profesional, y se enfrenta a los prejuicios homofóbicos de su padre (Gary Lewis) y su hermano (Jamie Draven). Billy Elliot está planteada como un drama social, en un tono en cierta medida cercano al de The Full Monty, en el que se hace evidente el tacherismo neoliberal en el trasfondo: el padre y el hermano de Billy participan en una huelga de mineros. Pero como drama social Billy Elliot es conformista; su geografía llega a estar presidida por el horizonte del triunfo artístico, y en la última secuencia presenta en armonía a los mineros, los homosexuales y el gran arte de la danza en Londres.

A pesar de la oposición obcecada de su padre, Billy Elliot recibe apoyo de una maestra de danza de su barrio obrero (Julie Walters) quien lo anima a ir a seguir estudios profesionales de danza. Billy se las arregla también para mantener su amistad bastante romántica, con un chico de su edad de claras tendencias homosexuales y que le gusta el travestismo (Stuart Wells).

Se destaca de Billy Elliot la puesta en escena reminiscente, o más bien, encuadrada por la forma neorrealista. Si bien la reconciliación social y el triunfo individual son predicados al final de la película (Elliot deviene en un divo de la danza) el cuerpo dramático "neorreal" de la película es la parte fundamental y destacable de la película. No se disimula el medio áspero en que nace la pasión de Billy Elliot, y tampoco se encubre la conexión melodramática de la historia.

Tal vez sería extremar el cinismo, aparecer alegando "desvío" de la conciencia de la clase obrera. Son tiempos de neoliberalismo postmoderno y (en Inglaterra) de neolaborismo. En este sentido como el congelado final de The Full Monty que interroga y duda, el final "grandioso" (o quizá grandilocuente) de Billy Elliot define de manera dubitativa. Pero más allá de sociologismo, Billy Elliot vale la pena por la pasión del joven Jamie Bell y la destacada presencia de Julie Walters. (Hace años estuvo de moda Shine, con Geoffrey Rush, película romántica del pianista loco. Creo que Billy Elliot, cercana a esa estructura narrativa, supera a aquella otra película, y es, en todo caso, menos supersticiosa.)


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