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Todo el siglo XX sirvió para demostrar la ineficiencia de esos presupuestos. Y en el mejor cine, las figuras expresivas no están referidas a la copia mimética de la realidad, mucho menos desde una 'super conciencia' individual. Esta vanidad autística reniega por un lado de ciertas fuerzas sociales que trascienden la individualidad, desde la economía y la cultura, hasta la disciplina social y el subconsciente. Por otro lado, reniegan de los tropos fundamentales de una narrativa a la altura de las circunstancias actuales: alegorías, metáforas, sinécdoques y metonimias, son falsamente desplazados con una jactancia 'realista' y monetaria que se vuelve sospechosa. Como si 'comunicar' implicara imponer modelos de vida, copiarlos mecánicamente y cantar las victorias del individualismo. Estas películas llevan sus talismanes a la pantalla, porque no pueden vivir sin ellos. En el trasfondo, su fetiche principal es la letra escrita que copia la vida de sus desdichados sujetos. En Huracán el muchacho y conejillo de indias del proceso de convencimiento(Vicellous Reon Shannon), compra la autobiografía usada del boxeador Rubin 'Huracán' Carter, y esto lo absorbe de tal modo que lo anula como sujeto. Esa anulación es la que tal vez pretende la película en el público. Los anulados mentales son favoritos de este tipo de cine. En Inocencia Interrumpida Winona Ryder parece protagonizar la historia de una lobotomía no interrumpida. La película, inspirada en la autobiografía de Susanna Kaysen, ofrece unos años 60s de oropel, acríticos y alegorizados en un manicomio para señoritas. He ahí que en ese proceso narrativo se cuela el tropo, y la 'inocente' copia de la biografía deviene en sedante y 'opio de la miseria'. En Letras prohibidas se llega en cierta medida al colmo de hacer de Sade un payaso, y en Antes que anochezca de Reynaldo Arenas una sombra china. Mientras tanto los estantes de biografía en las librerías aumentan y el desfile de los reyes desnudos prosigue. Lo claro es que pretenden volvernos hipócritas. |