HOME | ALBUM | EL TIEMPO | CIUDADES | CONTACTO |
|
Muchas
razones determinaron el paso del imperialismo marítimo-mercantil
al imperialismo colonial en la segunda mitad del siglo XIX. En África
esto se dio relativamente tarde, pero Argelia constituía una excepción.
En 1830, Francia había ocupado el país, en soberanía
del Imperio Otomano. La experiencia colonial argelina fue muy amplia
y diferente a la de los demás países. Ciento treinta y
dos años fue Argelia colonia francesa, desde el 5 de julio de
1830. Durante esos años la colonización francesa había
tenido modo de expresarse cumplidamente, realizándose en la versión
extrema de la asimilación política y cultural, tanto como
para hacer necesariamente extremada la reacción del pueblo colonizado,
obligado a recurrir a la revolución para encontrar su propia identidad.
El interés de Francia por Argelia se remonta a la época
napoleónica. La política colonial francesa había
sufrido un vuelco en las últimas décadas del reinado de
los Borbones a raíz del engrandecimiento de la Corona Británica,
ya que en la guerra de los siete años logró una victoria
casi total. También Napoleón había pensado en las
colonias en la época de las conquistas europeas, un ejemplo de
esto fue la aventura en Egipto. Napoleón eligió Argelia
para castigar al rey() por su errónea jugada entre Francia e Inglaterra.
Los planes para la conquista se llevaron a cabo recién en 1830
por Carlos X. Argelia representaba un lugar ideal y estratégico
para un imperio como Francia, decidido a fundar colonias en África
septentrional. Luego de la restauración, Francia reemprendió un
programa de expansión colonial, con una idea netamente imperialista.
Argelia se encuentra en el centro del Mogreb, llamado también "Isla
del Occidente"(). En conjunto, se la llamaba a Argelia, Trípoli
y Túnez, Estados Berberiscos. Argelia era el país más
conocido en Europa, por sus corsarios en el mar. Pero el refugio de los
corsarios se transformó en un centro de gran actividad comercial
con Francia y Europa; así se formó una red de tráficos
legales e ilegales, que eran los más, amenazando el comercio marítimo
de las otras potencias. Argelia no disponía de una autoridad política,
para competir con una potencia técnica y militar superior. El
Mogreb pasó por lo que Gautier llamo "una cascada ininterrumpida
de dominaciones extranjeras"(), que significaba un constante reemplazo
donde los turcos reemplazaron a los árabes y éstos a los
bizantinos. Por el año 1671, la autoridad del bey, no se extendía
más allá de la capital. Sólo en el siglo XVIII,
el gobierno del bey alcanzó un nivel de relativa seguridad y a
fines de siglo, el bey consiguió el título de bajá,
que implicaba una semiindependencia. La disminución de los ingresos
de la piratería y la concentración de los beneficios en
las casas de comercio europeas debilitaron económicamente la regencia,
haciéndola deudora de grandes potencias. Fue por una disputa financiera
entre Argelia y Francia el pretexto, luego de varias tensiones e incidentes,
para que en 1830 desembarcaran en tierras del bey de Argel las tropas
francesas. "Veinte días han sido suficientes para abatir a un
Estado cuya existencia hacia tres siglos que exasperaba a Europa", afirmó el
General Bourmont, jefe de expedición francesa. Políticamente
hablando, Argelia no era un Estado sino parte del Imperio Otomano. Desde
Constantinopla no llegaron ayudas para Argelia, ni tampoco por parte
del Gobierno de Londres, defensor de los otomanos y enemigo principal
de Francia. El reino de Carlos X tenía finalmente en su colonia
la diversión esperada y la popularidad, que por cierto no le sirvió para
salvar el trono luego de revocar la Carta Constitucional de 1814. La
conquista militar de Argelia no fue nada difícil. Las tropas de
Bourmont desembarcaron el 14 de junio de 1830 en Sidi Ferruch, veinticinco
kilómetros al oeste de Argel. El 5 de julio el bey firmó una
capitulación y partió al exilio. La capitulación
de Hussein () no era la rendición de Argelia. La colonización
duró así hasta la Primera Guerra Mundial y la conquista
militar, poco menos y a través de numerosas etapas. Cornevin distingue
cuatro etapas: "la de las ocupación restringida, desde 1830 a
1841 (cuando Francia tropezó, con el emir Abdel Kader, el jefe
capaz de movilizar en Argelia una fuerza de dimensiones casi nacionales);
la de 1841 a 1847, dominada por la guerra contra el mismo Abdel Kader;
la comprendida entre 1847 a 1857, con la conquista de Aurès, de
los oasis meridionales y, el fin, de la Cabilia, y de 1857 a 1871, con
la represión de las ultimas insurrencias locales."() El criterio
predominante en que se inspiró la política colonial francesa
en Argelia fue el de la asimilación. Argelia, incapaz de una unidad
política y de la independencia, se convirtió en el teatro
de una dislocación integral, mediante una transposición
de todo un patrimonio de leyes y de costumbres, además de la imposición
de un poder extraño. En Argelia la asimilación adquirió caracteres
todavía más vinculantes, porque las condiciones climáticas
favorables hicieron de ella una colonia de poblamiento. La conquista
de Argelia había sido prematura respecto a la fase de desarrollo
del colonialismo, Francia no tenia entonces una política colonial.
Pero el gobierno francés se adhirió rápidamente
a la idea de fundar en el norte de África una importante colonia.
A pesar de esto, la política francesa en Argelia fue improvisada
e indecisa y confiada a la iniciativa de cada uno de los gobernadores.
Los continuos cambios institucionales un Francia sometieron a la administración
a inevitables contragolpes. Llevada a término por Carlos X la
constitución de las bases de la colonia, en la veintena aproximadamente
del reino de Luis Felipe depuesto en 1848, los administradores franceses
estuvieron ocupados sobre todo con la conquista. A falta de un sistema
centralizado, la conquista se dispersaba en múltiples episodios,
desangrando en guerras sin fin a las fuerzas francesas, que encontraron
en las regiones más inaccesibles de la Cabilia las mayores resistencias,
y afligiendo al os argelinos con matanzas y destrucciones indiscriminadas.
Francia celebró la apareció de un líder como Abdel
Kader, que tenía los poderes y las capacidades para dar a Argelia
una unidad. El choque final con Kader debía ser, en efecto, la
solución del problema de la conquista. Aunque Abdel Kader se apropio
del nacionalismo argelino, Francia encontró en él un aliado.
En 1832, Abdel Kader fue elegido sultán de las tribus Hashem de
Mascara, en el Oranesado, entrando en contacto con la penetración
francesa desde una posición de reconocida potestad. Su prestigio
aumentó notablemente con el tratado que en 1834 estipuló con
Francia para definir las respectivas zonas de influencia. De 1834 a 1841,
la expansión francesa se vio condicionada así por la necesidad
de mantenerse fiel a los acuerdos con el mismo Abdel Kader en la parte
occidental del territorio, y con el bey Ahmed en la región de
Constantina. El punto culminante de su poder fue sancionado por el tratado
de Tafna. El tratado reconocía la soberanía del emir sobre
las provincias de Titteri y sobre casi toda la provincia del Oranesado,
excluía Oran, además de una porción limitada de
la de Argel, con una superficie total equivalente a toda la ex regencia,
excepción hecha de la zona de Constantina y pequeñas circunscripciones
alrededor de Argel y Oran, donde ya se había instalado la colonización.
Abdel Kader, hijo de familia noble, asumió en los primeros tiempos
del colonialismo la tarea de la resistencia; supo desvincularse de los
perjuicios de su posición social, ampliando las dimensiones y
significado de la rebelión. Abdel había adquirido mucho
conocimiento de las realizaciones mas recientes en Egipto, que había
emprendido un proyecto de reformas sistemáticas en los entes políticos
y económicos; cuando regresó a su patria, Kader tenía
una sólida idea política. Su actividad de condotiero, con
las variantes vicisitudes de las operaciones militares y la derrota de
1829 no es exhaustiva para su personalidad y sobre el valor que su lucha
ha tenido para el nacionalismo argelino. Un documento oficial de la Argelia
independiente, la Carta aprobada en 1964 por el Congreso del Frente de
liberación Nacional de Argel, menciona a Abdel Kader entre las "fuerzas
auténticamente argelinas". Su mérito principal el la abrogación
de ciertas instituciones típicas del feudalismo musulmán.
Kader no unificó al estado porque había una gran anarquía
en las tribus internas que no lo hacía posible. Algunos historiadores
de nuestros tiempos han iniciado a revalorizar la obra de Kader, que
estaba desvirtuada porque los europeos que escribieron la historia lo
contaron como si Abdel hubiera hecho una guerra santa regresiva en vez
de una revolución nacionalista. En realidad la guerra que peleó Kader
fue en defensa de las tierras y la religión, con un sentido de
nacionalismo natural y unidad política. En 1847, cuando se rindió,
Ben Salem, uno de los jefes de la Calibia, expresó sus sentimientos
con respecto a esto. Y hasta el mismo Bugeaud rindió homenaje
a la noble causa. Al caer Kader, su poder y la pacificación fueron
abatidas por la fuerza, pero quedaban aun sin someter las tribus bereberes,
que nunca habían suspendido su agitación y eran hostiles
a la penetración francesa. La conquista de Cabilia se inició en
1848, en los tiempos de la segunda república. La batalla de Icheriden,
en 1857 fue el episodio decisivo para la suerte de la guerra y la independencia
de la Cabilia, y 1857 se considera, en efecto, el año determinante
de la conquista, aunque en la pequeña Cabilia los levantamientos
antifranceses se prolongaron hasta 1864. Entre 1849 y 1854 cayeron Aurés
y los oasis meridionales. Se inició seguidamente a gran escala,
sobre todo después de 1890, el avance en las regiones del Sahara,
que adquirieron en 1903 estatutos de régimen especial bajo el
calificativo de "territorios del sur". Una serie de revueltas menos espontaneas,
seguidas de pesadas represalias, retrasaron 14 años mas la estabilización
del poder colonial, que utilizó en la represión sistemas
tales, como para desmentir cualquier intento de "civilización".
La revuelta de Moqrani puede ser fácilmente vinculada con el preludio
del futuro movimiento nacionalista, pues estaba alimentada por la frustración
de las masas campesinas privadas de sus mejores tierras. De este modo
se formó en Argelia una tradición de lucha en el sector
campesino que un siglo mas tarde conseguiría la libertad de Argelia.
La particular estructura del Estado de Argelia y la forma gradual que
tuvo la conquista influyeron directamente en las soluciones constitucionales
que elaboró Francia para la Colonia. El general Clauzel, que sucedió al
legitimista Bourmont en 1830 a la caída del último Borbón,
consiguió que Francia administrase directamente la faja costera,
controlando el resto del país a través de los jefes musulmanes
vinculados a Francia por tratados de protectorado. Una síntesis
entre los criterios de asimilación y de la administración
indirecta impuesta por la autonomía de gran parte de Argelia en
cumplimiento del principio, entonces en rigor, de la "ocupación
restringida". A esta concepción respondían los tratados
con Abdel Kader antes del choque decisivo. En 1845 la colonia vio separada
legalmente la dirección de las cuestiones militares del la administración
civil, y es entonces cuando Argel queda dividida en tres provincias:
Argel, Oran y Constantina; en cada una de ellas se diferenciaban las
zonas civiles de las militares. Entre 1847 y 1848, la derrota del glorioso
emir y la instauración de la segunda república en Francia
aceleraron el curso de la conquista. La caída de Abdel Kader facilitó mucho
a Francia ya que era la única amenaza que podía obstaculizar
la conquista de toda la colonia. La sucesión de un régimen
imbuido de fervientes sentimientos colonizadores, en contraste con la
agnóstica incertidumbre de Luis Felipe, demasiado preocupado por
los problemas internos y con la benevolencia de Londres, alentó el
desarrollo de la colonización en todos sus aspectos.() La instauración
de una voluntad colonial declarada tuvo muchísimos efectos; por
ejemplo y ante todo intensificó la corriente migratoria hacia
Argelia, pues el pueblo francés de la segunda república
veía en las colonia un desahogo de la crisis social de la metrópoli.
Por algún capricho del destino fueron los obreros parisienes que
habían vencido a Luis Felipe los que marcharon a Argelia para
completar la obra del general Bugeaud (). En menos de dos años
llegaron a Argelia al rededor de veinte mil franceses, dando comienzo
al sistemático despojo de las tierras fértiles, que debía
ser una de las notas dominantes de la colonización de Argelia.
Se inventó otro pretexto, el de la "tierra vacante". El sistema
administrativo se modificó a la luz de la nueva situación,
proclamando a Argelia en 1848 "territorio francés" y dividiéndola
en tres departamentos encabezados cada uno por un prefecto; departamentos
que enviaban representantes propios a la Asamblea nacional en elecciones
reservadas, naturalmente, a los colonos. Por otro lado los poderes del
ministro de la guerra disminuyeron, se perfiló la distinción
entre zonas militares y civiles y se crearon órganos ejecutivos
y consultivos para favorecer la integración. Pero la simulación
se quedó solamente en perspectiva, tanto, que de pronto fue sometida
a debate. El eje de las contradicciones fue la imposición de la
política del "reino árabe" por parte de Napoleón
III, después de una visita personal a Argelia. Las directrices
a las que se atuvo Napoleón III en un primer tiempo pueden sintetizarse
en la fórmula "más capital y menos colonos". Obvias razones
de prestigio obligaban al emperador a repudiar la política de
repoblación de una tierra lejana, tanto mas cuanto que la potencia
financiera de los grandes complejos franceses empezaba a valorar las
primeras formas de imperialismo bancario y comercial. Al principio se
desarrollaron las premisas de la asimilación, pero en 1860, suprimido
el ministerio de Argelia y rehecho el cargo de gobernador general, el
sistema administrativo se empezó a parecer al sistema de administración
indirecta de la escuela inglesa con detrimento de los elementos típicamente
franceses de asimilación, mientras la jerarquía militar
recobraba la supremacía sobre la civil con el decreto imperial
del 7 de julio de 1864. El incremento natural de la población
europea residente, la afluencia de franceses de compañías
financieras e industriales y la llegada de técnicos para la construcción
de obras públicas emprendidas por Francia, aumentaron considerablemente
la población blanca en África y no permitieron una reducción
eficaz de los blancos. De forma tal que al hundirse el segundo imperio
los europeos de Argelia habían subido a 245.000, con el agravante
de destinar el capital a los colonos y de constituir en Argelia una minoría
provista de poder económico tal, como para aspirar inevitablemente
a escalar puestos de mando. Sin embargo, el mayor impulsor de la colonización
y centralización fue la tercera república, opina Cataluccio "Fue
la gran época de la colonización francesa, tanto de la
oficial como de la libre, de la proletaria como de la capitalista"().
Como aconteció en todas las posesiones coloniales, las divisiones
verticales (en clases) desaparecieron ante las horizontales (en razas),
ubicando a los blancos contra los árabes, mas allá del
virtual interés común de los blancos pobres y de los campesinos árabes,
proletarizados por las expropiaciones forzosas, contra los grandes colonos.
La ley de confiscación promulgada en 1871 para castigar a las
tribus cabilias protagonistas del levantamiento de Mohamed Moqrani y
el decreto de 1878 sobre la nueva practica del arrendamiento y de la
propiedad, dieron lugar a otros colonos. El problema era que hacer con
los árabes. Algunos hablaron claramente de exterminio, otros,
mas prudentes, de mancha de aceite, para empujar a los argelinos cada
vez mas al sur. "Se desenvolvía así el drama más
degarrador de la colonización argelina, el de la expulsión
de las tribus de sus tierras ancestrales sin provecho real para la población
francesa ni para la revalorización"(). De la misma manera procedería
la reanudación de la política de asimilación. La
administración de Francia en Argelia tuvo siempre el propósito
de meter al país conquistado dentro de la matriz del conquistador.
Una serie de decretos sobre la integración de la colonia en la
ley francesa como prolongación de Francia en África se
promulgaron en 1870, según la fórmula de las competencias
separadas: ejecución en Argel, decisión y control en París.
En 1881 el primer autentico gobernador civil, Albert Grevy, perfeccionó la
asimilación con los decretos que pusieron a todos los sectores
administrativos a las directas dependencias de los respectivos directores
franceses, reduciendo al mismo gobernador al simple papel de portavoz
del Gobierno Central, dotado de poderes casi exclusivamente nominales.
La política asimilacionista, de acuerdo con la política
colonial de Francia tropezaba en Argelia con los intereses consolidados
de los colonos. El mismo Jules Cambón, gobernador de Argel decía
que Argelia era demasiado distinta para asimilarse a la cultura francesa,
pero también está demasiado próxima a Francia como
para estar totalmente desvinculadas. En 1871 los colonos habían
recobrado un lugar en el Parlamento de París y desempeñaban
una indudable influencia sobre la gestión administrativa de Argelia,
a través de los grupos de presión en Francia y de los órganos
consultivos en Argelia, pero sus aspiraciones no estaban satisfechas.
Para suplir la carencia de poderes, se habían constituido en comités
luego de la derrota de Sedán. Los colonos querían gobernar
Argelia por sí mismo, que en parte era una creación suya
y que estaba convirtiéndose en su patria efectiva, no obstante
las estrechas relaciones de su dependencia con Francia. Siendo así,
en 1900, el gobierno francés aceptó llevar a cabo un principio
de descentralización a favor de los colonos reformando el sistema
de las competencias separadas y fundiendo en las llamadas Delegaciones
Financieras con las funciones de las Asambleas Consultivas en el área
de los impuestos. Para los colonos Argelia era Francia. Por eso, si bien
excluía de cualquier derecho a los indígenas, no era incompatible,
sino que debía incluso fomentarla con una autonomía cada
vez mayor. En todo este proceso, la opinión de los argelinos tenía
que adaptarse a una doble oposición entre el poder colonial francés
y la pretención de los colonos de ser destinatarios virtuales
de la política liberal del gobierno de París. El final
de este período de acomodamiento coincidente con la pacificación
y con la afluencia de los colonos, fue la ley del 19 de diciembre de
1900, que otorgó a Argelia personalidad jurídica, separando
su presupuesto de los de Francia. En éste contexto, las Delegaciones
de Hacienda instituidas en 1898 se transformaron en asambleas deliberantes
que defendieron los intereses de los europeos residentes. Esta aparente
descentralización es contraria a la idea asimilatoria del colonialismo
francés. Argelia no escapaba como colonia a la cultura francesa
y a la política de Francia. La asimilación se llevó a
cabo a través de la mediación de los colonos residentes
en el país norteafricano, a favor de los cuales debían
entenderse todas las concesiones. "Ningún pueblo como el argelino
ha padecido con más violencia, en todas sus consecuencias, este
proceso de desposesión y alienación"(). Argelia arremetió contra
todas las estructuras capaces de unir a la sociedad argelina. El velo
había sido concebido como símbolo del código de
la mujer argelina, sin embargo, el proceso de asimilación-alienación
en los años de colonialismo se operó en dos sectores: el
de la común fe islámica, y el régimen de los bienes
raíces como elemento esencial de la producción de la sociedad árabe
argelina. La organización religiosa constituía un punto
vulnerable de la sociedad argelina. A partir de 1830, Francia concede
a la administración colonial poderes de supervisión sobre
la vida del Islam, confiscando los bienes inmuebles de las hermandades
y legislando prácticamente toda la actividad religiosa. La sociedad árabe
- argelina se regía sobre la tierra, sobre el trabajo en el ámbito
tribal , o sobre la simple vida en común. El colonialismo actuó contra
la indivisión (destinada a defender la integridad del patrimonio
contra el excesivo fraccionamiento, las incursiones extranjeras y la
absorción de las pequeñas parcelas por los grandes latifundios).
Ninguna medida económica a favor de los árabes ha podido
compensar la crisis provocada por la pérdida de las mejores tierras
de cultivo y por el continuo repliegue hacia las zonas semidesérticas
del Sur.() Marcel Egretaud, un historiador marxista, dice que las mayores
consecuencias fueron catastróficas para el pueblo argelino, porque
no se trataba de un cambio revolucionario parangonable con la destrucción,
por parte de la burguesía, del orden feudal en Europa. Para hacer
frente a las exigencias de la corriente inmigratoria, las primeras confiscaciones
se adoptaron en perjuicio de los dominios del rey; siguió la transformación
de los bienes de las organizaciones musulmanas, en bienes del patrimonio
nacional. Con las ordenanzas de 1844 y 1846 se prescribir paso a los
bienes del patrimonio nacional de todas las tierras incultas y de aquellas
de las que los indígenas no pudieran presentar documentos de propiedad
anteriores a la conquista francesa. Estas medidas se mostraron insuficientes
ante el plan de repoblación a gran escala de la Segunda República
y se promulgó la ley del 16 de junio de 1851, conocida como Carta
de propiedades rústicas de Argelia, que aseguró al dominio
estatal una parte de las tierras triviales. La carta, con el pretexto
de proteger y garantizar la propiedad indígena, proclamaba la
inviolabilidad de los derechos de las propiedades individuales o triviales,
prohibía todo acto de enajenación sobre las tierras de
las tribus y aseguraba al Estado una especie de derecho de prelación
y de compraventa sobre las mismas. Otras leyes se promulgaron en 1871
y 1878. No es una casualidad que el centro de la resistencia durante
todos los años de la conquista fuese el mundo rural. Ni la reacción
se limitó a la simple defensa de los bienes, porque de aquella
defensa se desprendía lógicamente un esfuerzo unitario
con un preciso alcance político. Esta destrucción sistemática,
determina una resistencia dotada por primera vez de los caracteres de
unidad nacional. Sostenida por la espontánea revuelta del pueblo
argelino, instintivamente nacionalista y patriótico, toda esta
fase merece la clasificación de "revolucionaria". El balance final
de la colonización no deja dudas sobre su significado para la
sociedad argelina. La nación argelina había desaparecido
en todos sus valores (unidad económica, lengua, religión,
cultura, etc.), porque la resistencia impidió el asentamiento
del colonialismo sobre las bases de la dominación indirecta como
en Túnez o Marruecos. La Argelia de la primera mitad del siglo
XIX presentaba menos indigencias, más ocasiones de progreso con
relación a la civilización de la época y al movimiento
de los pueblos líderes, de las que mostró al final del
mismo siglo, cuando este país, despojado de millones de hectáreas
de tierra, de sus bosques, de sus minas, de su libertad y de sus instituciones,
perdió al mismo tiempo el apoyo esencial y el motor de toda evolución
verdaderamente colectiva(). En Argelia se realizó con cuarenta
años de conquista implacable, una expoliación colosal dirigida
a todas las fuentes de riqueza, el sofocamiento de las libertades y de
todas las formas de cultura(). Todos los valores tradicionales se fueron
desmoronando inevitablemente. La unidad política sólo se
conservó subordinándola a los fines de asimilación
de la madre patria. La economía colonial asumió el puesto
del equilibrio económico preexistente. Resumiendo, los caracteres
de la dislocación provocada por la irrupción del colonialismo
y de la civilización europea, Pierre Bourdieu evoca los efectos
causados por la desproporcionada permuta de sistemas culturales, la demografía,
las técnicas económicas y de la incompatibilidad entre
las dos civilizaciones. Apresado entre la explotación demográfica
y el engranaje de la economía monetaria, el hombre argelino vio
debilitarse su identidad y la propia estabilidad psicológica y
sociológica, adquiriendo un espíritu reindivicativo sin
precedentes al tomar conciencia sobre sus necesidades insatisfechas y
sobre las desigualdades reveladas por la sociedad europea. Cualquier
manifestación de la presencia francesa, expresaba un continuo
arraigo en el presente y el futuro argelino, que había que interpretar
siempre bajo el signo de una opresión indefinida (). Gracias a
la sociedad rural, que reaccionó para eludir el empobrecimiento
y su desaparición, una razón de continuidad sobrevivió a
pesar de todo a cualquier violencia, y, a través de un proceso
fatigoso y de difícil apropiación, formulando en sus compuestos
ideológicos por los evolucionados de las ciudades, el objetivo
de la batalla del nacionalismo argelino moderno, sería logrado. Argelia. Años 90:
|
|||||||||||||||||||||||||
|
DESIGNED BY HAMMOU KARIM | [email protected] |