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El hombre perdido

 

 

   
 

Prólogo a las novelas de la nebulosa
(fragmentos)

   La vida y la novela son una ilusión, la ilusión de encontrarse uno a sí mismo. ¿Pero no están en uno mismo esas cosas que no se sabe lo que son y que aún no son ciertas y creadas porque la naturaleza inventa el árbol pero no el armario?
   Mezclado a esas ilusiones vagas y ciertas lo subconsciente de la vida que no es lo subconsciente del hombre que llega a ser monótono.

   Lo que no es adivinación o perdición en arte es retrato personal y rastacueril.
   Hay una realidad que no es surrealidad ni realidad subreal, sino una realidad lateral.

   El dominio del mundo, entre lo que vivimos en último término es lo irreal porque todo lo real, por muerte, por consunción o sólo por el paso del tiempo de ayer a mañana, resulta fatalmente irreal.
   Lo mayor humano, lo más a lo que se puede llegar, lo que más grande nos hace es la suposición, el que podamos suponer a Dios, o la muerte antes de morir, todo el más allá. Dar esos misterios sin aspavientos ni melindros.
   La realidad tal cual es me estomaga más y cada día que pasa me parece más una máscara falsa de otra realidad ni tocada por la confidencia y la pluma.
   El domingo, por ejemplo, es un cementerio de plata en que todos somos enterrados.
   ¿Que resucitamos el lunes?
   Casualidad.
   Cada vez me indigna más la glosa naturalista y monótona de la vida, sin lo inesperado, sin lo escardado, sin eso que no es desesperado chiste sino incongruencia fatal, verdadero trastrueque sin cinismo y sólo por azar.
   La puesta en fila de situaciones y desenlaces preconizados, me parece que cada vez merece menos la pena de ser vivida y ser leída.
   Las cosas de la vida hay que traducirlas al otro lado del mundo y mientras no esté intentada esa traducción su lenguaje es falaz, hipócrita y pretérito.

   Quiero que aparezca en esta novela y en las que escriba en el futuro todo lo que la aprensión cree encontrar en la vida actual y sus alrededores, no queriendo entrar en el destino vulgar de los clasificados.
   Así pueden resultar los libros la compensación del incompensado, del hombre perdido. El café al que hay que ir cuando nos horrorizan todos los cafés. Lo que se puede pensar de otra manera en un tiempo sin promesa y sin presencia.
   Ahora que el mundo ha entrado en una pausa de paz, voy a dar en serie varias novelas de la nebulosa, pues cada vez estoy más convencido de que decir cosas con sentido no tiene sentido.

   Lo que menos merece la vida es la reproducción fiel de lo que aparenta suceder en ella. En salvarse a la lógica sin perderse por eso en lo ilegible está la escapada a la dura y mezquina realidad.

   Esta obra ... es una mezcla de cochina e ideal realidad con cochina e ideal irrealidad, en una palabra la Cochinchina.
   Es la vida tal como la he visto desde el punto de vista de piso deshabitado y con apariciones. ¡El gran lío de la vida!

   Si como dice el proverbio "todo está escrito" ésta es una copia exacta de esa escritura fatal.
   Frente a las novelas en que el pensamiento está ahogado, las mías tendrán escapes hacia esa confusión que es la nebulosidad primitiva y la que según está preconizado será la final.

   En la dedicatoria del libro Destino de llorarte, su autor Adolfo Fernández de Obieta me decía: "A Ramón Gómez de la Serna, al que ha creado la máxima tentación: la de sustituir este mundo por uno remediante que él tiene construido y dado, con todo lo que pidieron hasta hoy las quejas mundanales."
   A esa dedicatoria el padre del poeta, el gran Macedonio Fernández añadía: "Al mayor realista del Mundo como no es".
   El ningún panorama es lo que caracteriza este momento. Nos hemos quedado sin mundo.

   En estas novelas de la nebulosa o la nebulina –según le guste más al lector–, el orden de los capítulos no acabaría de alterar el producto aunque estén sometidos a un orden cronológico que va de la vida a la muerte en pasos vacilantes pero verdaderos.

   El sentido de estas novelas es buscar cosas menos convencionales, menos amaneradas, en otras dimensiones de la vida, escribiendo y escribiendo hasta acabar sin detective ni víctima, revelando como nos ataca el mundo confuso de hoy, librándonos así de su realidad y de sus esquinazos, superándolos por la queja o la invención.

   Yo sé que por el solo hecho de amontonarse las cosas como se amontonan va a hacer un efecto cruel y terrible esta novela que es un sueño real, no un sueño soñado ni recordado.

   El que sea una novela de la nebulosa no quiere decir que tenga nebulosidades, pues he intentado entrar en las sombras de la antemuerte y descubrir no por prurito de novedad ni de originalidad cosas ortopédicas del vivir.

   Las novelas de la nebulosa han de ser escritas en estado nebulítico –más allá del estado sonambúlico– y con fervor de arte, pues no se trata de una obra literaria que sirva para detener y calmar la muerte, mimando sin tesis alguna la evidencia de que el hombre, en definitiva, vive perdidamente perdido.

   La novela no es sólo "la antología de lo posible" como ha dicho alguien porque también es "la antología de lo imposible".
   El novelista es el que enseña a aprovecharse de la vida antes de morir.

   ¿Pero es del momento la novela de personajes? ¿No es mejor la novela de cosas? ¿la novela de tenerlo todo perdido y comenzar a encontrarlo?

   Mi Hombre perdido es el hombre perdido por bueno, el que no quiso creer en lo convencional, el que no cejó en su náusea por la lucha por la vida sórdida y agremiada, el que en vez de lo regular y lo escalonado prefiere lo informe, la pura ráfaga de observaciones, alucinaciones y hojas secas que pasan por las páginas del libro, confesionario atrevido y displicente de la vida.
   Mi hombre perdido es una multitud innumerable de hombres perdidos que necesitaban este libro que no es una burla sino que es la lectura que urgían los que no pueden leer otros libros y exigían éste para compensar la acidez y desgana del estado apático en que les ha sumido el mundo idiota y falaz.

   Me interesan esos lectores más que los otros claudicantes y amanerados que aman los libros de argumento seguido en que hay credulidades rancias en las que ya no se puede creer.

   Del conjunto de una novela como esta novela espero que salga esa cosa enmarañada y de elementos diferentes que es el hombre.

   Yo tengo que confesar que he estado siempre esperando no una idea que me diese dinero o reputación, sino una revelación.
   Eso es ser escritor, digno de que algunas buenas almas crean en él; el que escribe y espera la aparición de la idea o de la imagen inconcebida e inconcebible.
   Yo todos los días –sobre todo todas las noches al filo de la madrugada– creo que voy a poder cambiar mi literatura, que voy a poder hacer otra clase de literatura, algo que sin ser incomprensible sea completamente otra cosa.
   Esta realidad que acabo de tocar y que puede desaparecer de un momento a otro, que ya ha desaparecido al sentarme a escribir frente a mi pupitre, no me convence como motivo de escrituración. Ha de ser una cosa que no esté ni en el realismo de la imaginación ni en el realismo de la fantasía, otra realidad, ni encima ni debajo, sino sencillamente otra.

Ramón Gómez de la Serna.

Buenos Aires, septiembre de 1946.

(Ramón Gómez de la Serna, El hombre perdido, Buenos Aires: Poseidón, 1947)

Indice de textos

  

 

Los bebés con chupete miran al fumador en pipa como a un compañero de cochecito.
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