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Buenos Aires

 

Algunos escritos de Ramón sobre la ciudad
en la que vivió desde 1936 hasta su muerte, en 1963

   

Gollerías
1946

 

Éxito del sifón...

 

 

 

 

 

 

Explicación de
Buenos Aires

1948

 

Prólogo
Buenos Aires es...

 

 

 

 

 

 

Automoribundia
1948

 

Fragmentos de la autobiografía

 

 

 

 

 

 

Interpretación del tango
1949

 

El tango es el refunfuño de Buenos Aires y sus desterrados...

 

 

 

 

 

 

Nuevas páginas
de mi vida

1957

 

Por qué estoy en América

 

 

 

 

 

 

Variaciones argentinas
1962

 

Buenos Aires es... (2)
Matices de Buenos Aires

 

 

 

 

 

[índice]

De Gollerías

Éxito del Sifón
   En Europa el sifón es un objeto de lleno de responsabilidades por el que hay que depositar una buena cantidad y que es entregado con un gran reparo de consejos y advertencias.
   Aquí el sifón sube, baja, vuela, vuelve, hace curvas, se amontona con otros sifones acabados o sólo a medio acabar y hay verdaderos gallineros de ellos.

   En esa convivencia del sifón, notamos el lado ubérrimo y derrochador de América y las grandes fábricas de sifones son un magnífico negocio aunque mayor lo sería el de vender sifones en el desierto.

(Ramón Gómez de la Serna, Gollerías, Buenos Aires: Losada, 1946)

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[índice]

De Explicación de Buenos Aires

Cuando me muera quisiera que me llorasen
todas las
cariátides de Buenos Aires.

Prólogo
   He procurado dar a mis amigos y compatriotas una clave de Buenos Aires para que se paseen por sus calles y conozcan sus matices como si hubiesen desembarcado en la gran ciudad, tan americana, tan madrileña y tan barcelonesa.

   Mi apreciación de los detalles que explican la ciudad está hecha desde aquí y desde allí, en una perspectiva de tiempo y mar.

   He querido ver las diferencias y la intimidad de la familiar y extraña ciudad, centro optimista del porvenir, consuelo de finales peregrinos.

Buenos Aires es...
   Ver luces nuevas como si estrenásemos bombilla nueva en la lámpara del sol.
   Preguntarse: "¿Qué hora será allá?", y hacer ese cálculo que tiene algo de prestidigitación, adivinación del pensamiento y doblaje del tiempo.

   Conocer las horas por detalles inusitados; por ejemplo, que son las cuatro y media porque señoras muy elegantes entran en las joyerías, o que son las siete y cuarto porque es cuando salen las mujeres muy repeinadas y con los ojos encandilados a tomarse el "copetín".
   Querer ir a la Puerta del Sol y quedarse en la Gran Vía.

   Un mediodía tan optimista que parece que corre una fuente de sopa en algún lado.

   Buenos Aires es todo eso y mucho más: todo lo que les voy a seguir contando a mis amigos y camaradas de España a través del tiempo anchuroso y pampeano con que cuento aquí.
   Buenos Aires es la paz perpetua más allá de lo posible y oyendo hablar español a todas horas.

   Caminamos así por veredas de España sobre la gran extensión del pueblo nuevo, que tiene una inmensa alma propia, y pensamos que igual le debe suceder al argentino que va de aquí a allí cuando se siente caminar por sendas argentinas entreveradas en el mapa entrañable de España.

(Ramón Gómez de la Serna, Explicación de Buenos Aires,
Madrid: Idea, 1948; Buenos Aires: De la flor, 1975.)

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[índice]

De Automoribundia (1888-1948)

Capítulo LXXIV
   El primer viaje a América fue en el verano de 1931. Me decidí a cambiar completamente de destino, ya que el que tenía se había desgajado.

   Voy a América atraído por una luz de horizontes que a lo que menos se parece es a un semáforo porque es una luz de pleno día.

   La clave inefable de Buenos Aires la encontré allí, y me expliqué ese fondo mágico, de corazón del mejor pisapapeles del mundo, que existe en la ciudad más interesante y cortés de América.

   En Buenos Aires me puse a vivir de nuevo como si no me fuese a ir nunca.

   Di conferencias sobre el arte y la poesía, pero el éxito principal se debió a mi invención de las conferencias maleta, prestidigitación cándida alrededor de los objetos más diversos que sacaba de mi gran valija y que renovaba a cada nueva conferencia.

   Pero yo ya no estaba como conferenciante, yo estaba como enamorado.
   Mi vida en Buenos Aires se inquietó desde el primer momento porque había conocido a la había de ser mi mujer, a Luisa Sofovich, porteña nacida el año 12, de padres rusos, y con un niño de meses de su primer matrimonio.
   La gracia clara de Buenos Aires relucía en su sencillez, y noté en sus ojos la certeza de la comprensión y la puntería del matiz en auxilio de la palabra.
   En la raza nueva Luisa era la muchacha –exótica americanizada y españolizada– llena de fe en la literatura y en el amor.
   Ella era el grito de la respuesta después de haberme pasado muchos años viajando hasta exhaustar el otro hemisferio, y lo maravilloso es que la esfinge americana cerraba el arcano con sus palabras, me conmovía con sus aprensiones, y me decía "ya llegastes" con una afirmación que desvanecía la duda de vivir.
   Muchas vueltas di por el mundo buscándola y he de confesar que mi visita a América fue una última carta en la posibilidad de encontrarla. Probablemente sin ese deseo de probar la última suerte en busca de un perfil en que encajase el recorte del azar, no hubiese salido de Madrid y hubiera renunciado a ese viaje como renuncié a tantas cosas.
   Mujer de claridad –aun con los misterios de sus dos natividades–, tenía un gran estilo su alma, despectiva y sensible como si tuviese puestos los ojos en un horizonte final de Arte puro.
   Para mi fue el deslumbramiento de lo que buscaba del otro lado de lo supuesto como el último eco del logro supremo de la esperanza.
   Por eso, acabados todos los viajes, todas las ceremonias y todas las despedidas, saltamos al Cap Arcona y nos fuimos a España.

Capítulo LXXXI
   Lo que ocurre al llegar a América es muy peregrino. Uno sale de emigrante, se cree profundamente emigrante –nadie cree en los turistas– y cuando llega aquí se es inmigrante.
   El emigrante tiene personalidad, se ha sentido rebautizado con el nombre de emigrante en los barcos, ha recibido en el reparto de la fortuna el papel medio dramático medio feliz de emigrante, y de la noche a la mañana lo hacen inmigrante.
   Esta metamorfosis no me gusta nada y si uno es cara no está bien que se convierta en cruz.

   Nos resistimos nos olvidamos, nos seguimos titulando emigrantes, pero en un momento dado nos llaman a la realidad y nos hacen ver que somos inmigrantes.
   –¿Pero por qué si yo salí emigrante de mi patria y emigrado crucé el mar?
   –Porque desde acá se le ve inmigrante... Hacia allá es usted lo otro, hacia aquí eso.
   –Pero si yo allí soy yo, fulano de tal, que se fue... A lo más alguien de por allá dirá "se fue de emigrante"...
   –Lo que usted quiera... A mí no me embrolle en palabras... Aquí se le ve a usted al revés y por eso es usted un inmigrante. 

   Quizás es más señor, más residencial, más de puertas adentro lo de inmigrante, pero lo romántico es ser emigrante, que quiere decir el que vino porque se fue y no como inmigrante, que parece ser el que se metió dentro y parece que no vino.
   Aquí que es donde está el gran oasis del mundo –con póliza de seguros que lo asegura– todo sucede un poco al revés y para que sea más al revés aquí invierten las dos sílabas de la palabra y resulta el "vesre".

   El enrevesamiento de América es así: es uno un ser del otro mundo y sin embargo no puede estar más arraigado en un mundo vivo que se desenvuelve incesantemente, viéndose crecer la punta de los árboles, viendo cómo se ensanchan los ríos. ¡Mundo en aspiración creciente!
   Más vivo que muerto, con más porvenir que pasado, más duplicado que nunca, vivo como en el futuro en esta casa que marca el número 1974 y que optimísticamente puedo creer que es una fecha histórica que veré quizás el solemne año de mi jubilación.
   América es para una segunda etapa de la vida, para in mezzo de la vita.
   Ver en perspectiva todo lo que se tuvo abrumadoramente encima, despedirse de la familia para siempre, verse ya a una medio separación absoluta de lo que se tuvo.
   Si Cervantes dijo que es el sitio de los desesperados de España, dijo muy bien, aunque no sabía cuántas desesperanzas nuevas nacen en el corazón. 

   Lo peor de la emigración es que fuera de la hora de entrada no tiene apenas leyes preconizantes y todo es según cómo se caiga, con quién se hable, según salga cara o cruz. 

Capítulo XCI
   En América sentimos que somos una capa más de abono del futuro. El porvenir de América no pertenece aún a los hombres que la habitan.
   Aquí nadie quiere saber una verdad trillada porque van hacia una verdad futura, que será más verdad, y sólo quieren oír la palabra como quien oye música mientras adiestra a sus hijos, para que los hijos de sus hijos estén bien preparados para esa verdad porvenirista.

   Aquí todo es un poco al revés y un poco inesperado.
   Gran laboratorio de soles futuros, hay que saber tener amor a una belleza de mundo diferente, y si no se estará queriendo tomar siempre el primer barco.

   Aquí en definitiva todo está en su comienzo, y por eso se discute con otra placidez.
   No tienen importancia los hombres sino las cosas, las ciudades, la fermentación de la ciudad, la procreación del campo.
   Hay que saber tener amor a América y al particular y quimérico optimismo que irradia como sano desprendimiento radiúmnico.
   Particular y señaladamente digo esto sobre todo por la Argentina, donde está la capital blanca de América, con futuridades de la más moderna metrópoli, con dulcificado y respirable espíritu español, campo de diafanidades en que pensar en todo lo divino y humano. Desde aquí se ve mejor lo que ha sucedido y lo que no ha sucedido. Aquí tendremos las friolencias de la vida pero no las nieves de la vida, muriéndonos lentamente porque siempre hay raíces de qué agarrarse.
   Como aquí se celebra el principio del devenir, siempre estamos esperando, cuando salimos a abrir la puerta, que seamos nosotros mismos que venimos juveniles y retozones con la primer nota de sobresaliente.
   En este ambiente de inspirados escritores de Buenos Aires, sintiéndoles escribir con su estilo nuevo, sorprendente y entusiasta, aunque sin verles más que una o dos veces al año, como me sucede con los que más quiero, como Oliverio Girondo, Eduardo Mallea, Macedonio Fernández, Adolfito Mitre, Mujica Láinez, Jorge Luis Borges, o Muñoz Aspiri, habiendo años de ausencia entre visita y visita a Enrique Larreta o a Victoria Ocampo, convivo en una colmena literaria llena de hallazgos, de poesía y del más vivo porvenir intelectual. Todo lo leo, lo sigo, y por misteriosos caminos llegan a mí todas las anécdotas literarias.
   Este es un mundo densamente literario pero que no perturba, y viviendo inmerso en su literatura sin embargo permite vivir en seca inviolabilidad.
   Es un caso de gran ciudad gloriosa de inquietudes y de espíritu y que es como un espejismo real entre cielo y tierra, en levitación sobre su puerto y su mapa.

Capítulo CI
   América en general es propicia a la encerrona, y quizá por eso los más arraigados y nativos americanos se defienden de toda promiscuidad y se produce ese hermetismo que sorprende al viajero. No sólo quiere defenderse el prócer de la intromisión sino también de la encerrona. Su clan es inexpugnable.
   Los capitanes españoles desde Cristóbal Colón fueron envueltos en la seductora encerrona, pero les tentó el afrontarla y superarla, teniendo el sadismo de los primeros emigrantes, que se empeñaban en morir en su aventura.
   Porque de América ya no se puede escapar a América, aunque estando en las otras partes del mundo siempre se puede venir a América escapando de las encerronas que allí se produzcan.

(Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia 1888-1948,
Buenos Aires: Sudamericana, 1948.)

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[índice]

De Interpretación del tango
   El tango es un tablón para los náufragos y un abismo para las mujeres.

   Tocan otras músicas para que se cierren las heridas, pero el tango toca y canta para que se abran, para que sigan abiertas para recordarlas, para meter el dedo en ellas y abrirlas al sesgo.

   El tango toma en serio el motivo que invoca, llora el dolor y después vienen unos pasitos burlones, un traspiés grotesco, un juego en el dolor, un hacer chacota tarareada con su propio sentimentalismo.
   Tiene sones a cartera vacía, a cartera de la no fortuna, del fracaso económico, de todo lo que no pudieron reunir. Suena entonces a pobreza en plena juventud.

   El tango es el refunfuño de Buenos Aires y sus desterrados su tribulación musical, su estertor sentimental, su temblor neurótico, su ronquido sensual, su arco iris privativo.

(Ramón Gómez de la Serna,
Interpretación del tango, Santa Fe: Ultreya, 1949)

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[índice]

De Nuevas páginas de mi vida
(Lo que no dije en mi 'Automoribundia')

Por qué estoy en América
   A veces –muchas veces– viene de allá la pregunta de por qué estoy aquí.
   Aquí estoy porque soy un finalista del mundo, como esos que en los concursos quedan cerca del premio aunque sin él, y porque después de aquí sólo queda el Polo o la transmigración, la última emigración.
   Esa es la gran voluptuosidad que gozamos en América: apreciar las esencias a través de las distancias.
   Mi deber de precursor, de inventor durante toda la vida de cosas nuevas e insólitas, me ha dado derecho a alcanzar un sitio en América, el lugar nuevo donde, según Ortega, está "la juventud del mundo".
   En verdad, éste es el escondrijo en que me he retirado de entrambos mundos y donde me mantengo "en estado de llegada", que ese es el único consejo que debe persistir en el emigrante artístico.
   Aquí está entonado el espíritu y la vida. De eso saco yo el amor y la independencia. Si tuviese que distraerme de esas dos cosas no estaría aquí.
   Esta no es una segunda patria, sino una patria equivalente en la que al mismo tiempo estamos de incógnito.
   Estar aquí es tener opción a un puesto en el Arca de Noé –del Noé futuro– navegando bajo la lluvia del próximo Diluvio Universal.
   El escritor, al mismo tiempo, sólo desea poder escribir en un buen clima, que es lo más difícil del mundo, y toda América, desde el Ecuador, es una cierta dulzura climática.
   ¿Volver para siempre en estas circunstancias? Frente a la idea de que volver es resucitar, está la de que "volver es morir del todo".
   Después de más de veinte años de adaptación a otro clima, el peligro es mortal, y si yo veo desde aquí a mi Madrid nítidamente, desde el cementerio del Este, me volvería mucho más miope. ¿Es que alguien quiere que me muera como un farol con pulmonía?
   ¡Y si mi puesto y mi actuación patriótica debida a mi afinidad con el criollo y a la mucha suerte que he tenido en su simpatía lo pudiese ocupar otro español! Pero me temo que se cicatrice mi situación en el periodismo y en la acústica americana, estérilmente.

(Ramón Gómez de la Serna, Nuevas páginas de mi vida,
Alcoy: Marfil, 1957; Madrid: Alianza, 1970)

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[índice]

De Variaciones argentinas

Buenos Aires es...
   La ciudad más difícil de ver es la Capital de la Argentina. Con los muchos años que llevo en ella callejeándola a troche y moche, día y noche, repasando todos sus barrios, vericuetos y andurriales, no he encontrado aún su síntesis.

   Para mí la floración de Buenos Aires está arraigada en ese ansioso y poderoso fondo tumbal, en esos acendrados cimientos para los que necesita tanta argamasa de días y de hombres.
   La ciudad nueva que representa un mundo nuevo –nada aindiado– sin dejar de tener ya grandes edificios está preparando un mundo de sótanos firmes para que un día reluzca con fijeza la Cosmópolis del Sur. La historia hasta ese día será argamasa aún no seca, reciencia vital, cal viva que mezclada al agua aún echa humo.
   Necesita voluntarios y voluntarios para esas recias catacumbas que han de sostener los edificios de gran cúpula, el urbanismo lleno de carácter original y definitivo que se está preparando con el ruido del bombo giratorio en que se hace la mezcla del cemento y de piedra.
   En mis primeros viajes y en mis primeras estancias no sabía dónde estaba, a dónde me habían llevado. Nadie me podía dar explicaciones y era como si me hubiesen llevado con los ojos vendados de un sitio a otro. Largos años he necesitado para saber bien dónde fui y aún ahora, de un mes a otro, encuentro cambiada una calle, transformado un paraje, suprimidas unas afueras, marginizado el estuario del río hasta un más allá que no era previsible.
   Se reconoce a Buenos Aires, más que por su enmendada silueta, por su permanente aire exquisito, único, depurado en lo alto –un aire poético como con senos de mujer– y esa mezcla de un olor húmedo que sale de ese subsuelo donde las raíces estiran sus piernas y traman la tierra básica.
   La ciudad más difícil de abarcar no sólo no se deja ver, sino que no nos ve y se diría que primero cierra los ojos para no vernos, para que no nos creamos algo del otro mundo y pertenezcamos entrañablemente a éste, apeñuscados en su fondo, como anonimal lama o abono de su río y de su tierra.

Matices de Buenos Aires
   Hay ciudades desesperantes o entrometidas. Buenos Aires es neutral, no pesa sobre uno, nadie quiere intervenir íntimamente en nadie. Pasear, ver y nadie incordiándole a uno.

   Buenos Aires es oír cantos extraños de pájaros exóticos que paseaban en avión por la ciudad y se han parado en una torrecilla.
   Es un sitio donde todos llevan un paquete y van por otro. El ocaso del sábado tiene bandoneones. Tiene un alba a rayas, a franjas. Reaparece su condición albada a las diez de la mañana, hasta las dos de la tarde. Nos quedamos otra vez in albis. Es ciudad para ojos despiertos y por eso no cubre los agujeros del suelo. Desde luego, no está preparada para los ciegos.
   Al que entra por su arco que da a un gran mundo dice; "Ahora sí te quedas solo, con todos los caminos por tuyos y allá tú con lo que puedas hacer."
   Pasan vienesas finas en su último avatar aunque aún les queda rubiez, esbeltez y elegantez. Dentro del otoño encontramos mujeres que vimos en Londres hace muchos años.

   Muchos españoles de Buenos Aires parecen coristas de zarzuela.
   Vive todo contando con el embargo natural de la tierra y la succión del cielo. Todo lo demás es especulación de la gran ciudad, de la más garbosa factoría del mundo.
   Se vocean mucho los diarios y la gran metrópoli se convierte en andén de las nuevas ediciones.
   El tono espiritual y propicio que tiene Buenos Aires al atardecer se debe a que es la ciudad más musical de la cintura de América para abajo y donde hay más retratos, bustos y estatuas de Beethoven.
   Como es la ciudad colindante con ríos y lagunas, en las grandes zapaterías sorprende la cantidad de botas para andar por el agua que alternan con los más finos botines.
   Ciudad de transparencia, con una finalidad desinteresada de espectáculo, posee los mejores visagistas que cambian día a día su fisonomía.
   Cuando llueve en Buenos Aires es como si lloviese en el mar y sus estaciones son rarísimas, pues comienza el verano cuando acaba el verano y comienza el invierno cuando acaba el invierno.
   El anonimato profundo que le caracteriza hace que el bar que más le atrae es el llamado "Bar sin nombre".
   Es una ciudad en tan vibrante formación que siempre entra polvo en los ojos.
   El comercio aquí es estar asustados de lo mucho "se vende" o estar asustados de no vender nada.
   Buenos Aires es un cúmulo de olores que se deben a la humedad, habiendo días en que huele a ropa de nene mezclada a carne a la parrilla.
   No hay ningún otro sitio en que se mire sólo a la mujer que pasa ahorrándose el mirar al varón que va con ella.
   Hay una hora de asomarse al interior de las casas de antigüedades en que vemos bajo fanales de cristal los pájaros musicales de otro tiempo, disecado sólo sus ramajes del pasado.
   Gomerías con neumáticos en serie como muelas de repuesto y uno enorme que parecía que nadie iba a llevarse pero que un día desaparece, como si se lo hubiese calzado el mar elefantiásico de los camiones.
   El nombre de Buenos Aires –cada día que pasa– veo que fue puesto a la ciudad por su exquisitez, pues continúa siendo el bello aire que disuelve el pesimismo violento y también la rebeldía excesiva de los hombres.

   Por eso cuando leemos a los hombres de estas arterias en el pasado y se empeñan en contarnos lo que había entonces, no envidiamos la añoranza, pues sabemos que en aquel Buenos Aires había esta misma sensación de ineditismo que no admite la ranciedad de la anticuación –que no puede quedar a la espalda como está el pasado en Europa–, que es el mismo que era en la mañana que vivian los próceres tan inasequible, tan imperturbable y tan prometedor.

(Ramón Gómez de la Serna, Variaciones argentinas,
en Luisa Sofovich, Ramón Gómez de la Serna,
Buenos Aires: ECA, 1962.)

[índice]

  

 

Los bebés con chupete miran al fumador en pipa como a un compañero de cochecito.
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