La Historia de Cove�as
Por Gabriel Mor� Sierra
Presentaci�n, Contenido, Resumen, Dedicatoria y Agradecimientos, Introducci�n, Antecedentes, Don Julian Patr�n Airiarte, �poca de la Colombia Products Company, �poca de la Sagoc, Llegada del Turismo, �poca de Ecopetrol y Base Naval Cove�as, Municipio de Cove�as, Ep�logo.
P�gina Principal de Gabriel Mor�
4. �POCA DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY � SAGOC
La historia de Cove�as ha estado ligada a grandes empresas y empresarios. Su magn�fica localizaci�n geogr�fica en el Golfo de Morrosquillo, su gran riqueza agr�cola y ganadera, el tes�n de propios y de los for�neos radicados all� para crear riqueza, los abundantes recursos del mar, las playas de blanca arena y el agua c�lida sin animales marinos peligrosos, han sido atractivos permanentes de la regi�n.

Tambi�n ha estado ligada al petr�leo. All�, despu�s de Don Juli�n Patr�n y de la Colombia Products Co., se han instalado, trabajado y generado riqueza y progreso, especialmente en el campo de la exportaci�n de petr�leo, las empresas: South American Gulf Oil Company, Empresa Colombiana de Petr�leos � Ecopetrol, Occidental de Colombia � OXI, ESSO (en transporte y comercializaci�n), Ocensa y otras que prestan servicios petroleros. Por ello, para lograr una ubicaci�n hist�rica del lector, conviene conocer por lo menos de manera general, los antecedentes y pormenores de los desarrollos petroleros en Cove�as.

No se tratar� de exponer aqu� una extensa historia del petr�leo ni de evocar los m�ltiples acontecimientos legislativos, pol�ticos, sindicales y sociales relacionados con ella, sin duda importantes, trascendentales y vastos, sino de relatar los hechos que condujeron a que el puerto de Cove�as fuera actor de excepci�n y part�cipe de excelencia en dicha industria.

4.1 INICIOS DEL PETR�LEO EN EL CATATUMBO COLOMBIANO

En 1894 el general Virgilio Barco, antiguo prefecto de la provincia de C�cuta, Norte de Santander, iniciaba exploraciones en el Catatumbo colombiano en b�squeda de tagua o marfil vegetal y se encontr� con el petr�leo, ya conocido por los ind�genas, que manaba espont�neamente de la tierra en el sitio que llam� La Petr�lea. Fue el pionero de los descubrimientos petroleros del pa�s y fue tambi�n el comienzo de otro de los acontecimientos que incluir�an a
Cove�as en la lista de los lugares mas preciados por personajes, empresarios e industriales nacionales y extranjeros.
Figura 108. General Virgilio Barco, 1905
Fotograf�a tomada de:  El pionero del petr�leo en Colombia. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2
El 15 de octubre de 1905 Barco firm� un contrato con el gobierno del presidente General Rafael Reyes mediante el cual se le autoriz� para explotar las fuentes de petr�leo en alrededor de 200 mil hect�reas bald�as de la regi�n del Catatumbo, Norte de Santander, a pocos kil�metros de la frontera con Venezuela y para elaborar hullas y asfalto por un t�rmino de 50 a�os, debiendo presentar, a un a�o de la firma del contrato, los planos y estudios de la regi�n, y con un plazo de tres a�os para iniciar la producci�n; el Estado recibir�a el 15% de las utilidades.

Con los recursos disponibles para la �poca instal� en las selvas del Catatumbo una refiner�a (que por algunos detractores de Barco ha sido considerada un simple alambique), donde produjo la gasolina llamada Luz de Am�rica, que fue usaba en los hogares de C�cuta como combustible para el alumbrado. El petr�leo que manaba de la tierra en La Petr�lea era sumamente fluido y en algunos sitios era tan claro como la misma gasolina. Los comerciantes Logman y Mart�nez, de Nueva York, para hacerle competencia a la gasolina de don Virgilio, trajeron a C�cuta un kerosene llamado Luz Diamante, pero no lograron desplazarla porque ese combustible produc�a mucho humo y calor.
Figura 109. �Rancho pajizo que cubri� la primera planta destiladora rudimentaria usada por don Virgilio Barco para refinar gasolina�. La Petr�lea, 1905
Nota y fotograf�a tomadas de:  El Pionero del petr�leo en Colombia. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2
Nueve a�os despu�s, en 1914 el general Barco: �Vendi� a Frank M. Kiser los derechos que le hab�a otorgado el Gobierno de Colombia para explotar petr�leo en el Catatumbo, comprometi�ndose el comprador a seguir pagando al Estado el 15% de la producci�n, a emplear 5.000 obreros colombianos, a construir el ferrocarril al Magdalena, a colonizar el Catatumbo y fundar nuevas poblaciones. Pero el Gobierno no aprob� esta venta�.

Anulada la venta de 1914:
�[...] el general Barco traspas� el Contrato de su Concesi�n, en 1918, a la Compa��a de Petr�leos Colombia, constituida en Bogot� el 11 de enero del mismo a�o por los se�ores Wilson Greffths, Karl Mac Faden y Jorge Dubois. Este contrato fue aprobado el 6 de marzo del mismo a�o por el Ministro de Obras P�blicas, Dr. Jorge V�lez, tambi�n por 50 a�os a partir de 1905, con el mismo 15% de utilidad para el Estado y debiendo el General Barco ser socio de dicha compa��a�.

A pesar de las dificultades por las que atravesaba la legitimidad del contrato de Barco con el Gobierno, la empresa norteamericana Gulf Oil Company, de los hermanos  Andrew William y Richard B. Mellon, de Pittsburgh, Pennsylvania, compr� los derechos mayoritarios de la Compa��a de Petr�leos Colombia el 5 de enero de 1926.

�El 3 de febrero de 1926 el Ministro de Obras P�blicas, Dr. Carlos Bravo decret� la caducidad de la Concesi�n Barco, argumentando que los planos presentados por don Virgilio en 1906 eran un simple croquis, que no hab�a establecido explotaci�n en forma t�cnica y que no hab�a pagado al Estado el 15% de la producci�n�.

�En 1927 el Congreso Colombiano expidi� la Ley 84 que dict� un C�digo sobre Hidrocarburos, disponien�do que la Naci�n se reservara la propiedad y el derecho de beneficio de hidrocarburos en todo el pa�s, tanto de los que estuvieran libres como de los que se hubieran adjudicado. En virtud de esta ley (84 de 1927) el Ejecutivo Nacional dict� el Decreto 150 del 30 de mayo de 1928, suspendiendo la caducidad de la Concesi�n Barco producida en 1926. Pero en junio del mismo a�o el Presidente de Colombia Dr. Miguel Abad�a M�ndez suspendi� ese Decreto 150, hasta tanto que la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado resolvieran las demandas de los doctores Uribe Holgu�n y Camilo Bernal L., presentadas contra la ley 84 de 1927 y el Decreto 150 de 1928. Mas el 4 de agosto de 1928 tanto el Presidente Dr. Abad�a como su Ministro de Industrias Dr. Jos� Antonio Montalvo confirmaron la ca�ducidad de la Concesi�n Barco�.

4.2 EL CONTRATO CHAUX FOLSOM. COMIENZOS DE LA COLPET-SAGOC

El 4 de marzo de 1931 Mr. Clarence S. T. Folsom, apoderado de los hermanos Mellon y en representaci�n de
The Colombian Petroleum Co., - Colpet -  y The South American Gulf Oil Company - Sagoc- y el ministro de industrias Francisco Jos� Chaux, firman el llamado Contrato CHAUX-FOLSOM entre las empresas y la Naci�n, mediante el cual se otorg� a la COLPET la exploraci�n de los terrenos nacionales ubicados en el Departamento de Norte de Santander durante 50 a�os (hasta 1981) y se otorg� a la South American Gulf Oil Co., SAGOC, el derecho para construir el oleoducto requerido para el transporte, la estaci�n terminal para el almacenamiento y para la exportaci�n a trav�s del puerto en la costa atl�ntica colombiana que fuera seleccionado para tal efecto. El estado colombiano recibir�a el 6% del producto bruto si el petr�leo se entregare en especie o dinero en el puerto de embarque y el 10% en especie en el campo de producci�n. Ambas compa��as concesionarias ten�an tambi�n el derecho de construir refiner�as: �[...] para obtener gasolina y los dem�s productos refinados que [...] creyeran conveniente o provechoso para destilar o refinar en petr�leo colombiano con destino al consumo nacional�,   siendo preferente el derecho de construcci�n de la refiner�a por parte de la Gulf.

Dados los antecedentes de dificultades en la legitimaci�n de la Concesi�n Barco por la caducidad decretada y la posterior suspensi�n de la misma, en los meses anteriores a la firma del Contrato Chaux Folsom se realizaron m�ltiples debates parlamentarios y confrontaciones legales que finalmente terminaron por zanjarse favoreciendo los intereses de la Gulf Oil Company que, convenientemente, hab�an comprado al General Barco los derechos de la Compa��a de Petr�leos Colombia.

Incidentalmente debo comentar que The South American Gulf Oil Company era due�a del 75.3% de las acciones de la Colombian Petroleum Company, The Carib Sindicate era due�o del 23.67% de las mismas e
�individuos colombianos� (los Barco) eran due�os del 1% de esas acciones. Las directivas de la Colombian Petroleum Company eran: W. L. Mellon, F.A. Leovy, H. L. Stone, W.J. Gthrie, W. T. Walace, E. C. Bothwell, H. A. Gidney, directivos de la Gulf Oil Company y A. H. Bunker, directivo de The Carib Sindicate. No hab�a en la junta representantes de los accionistas colombianos. Por otra parte, la Colombian Petroleum Company era due�a de 1.997 acciones de la Compa��a de Petr�leos Colombia y las otras tres (3) acciones del total de 2.000 eran de los se�ores F.A. Leovy, W. T. Walace y Clarence S. T. Folsom, que formaban la directiva de la Compa��a de Petr�leos Colombia.

As�, la Colombian Petroleum Company (COLPET) y la South American Gulf Oil Company (SAGOC), llamadas en el contrato �la Colombian� y �la Gulf� respectivamente, compa��as an�nimas constituidas en el estado de Delaware, Estados Unidos, ambas filiales de la Gulf Oil Company se encargaron, desde 1931, del manejo: exploraci�n, explotaci�n, construcci�n del oleoducto, transporte y posteriormente de la refinaci�n y exportaci�n del petr�leo y los dem�s hidrocarburos de la Concesi�n Barco. El 19 de junio de 1931 el Congreso de Colombia expidi� la Ley 80, dando aprobaci�n al Contrato celebrado el 4 de marzo de 1931 con la Colombian Petroleum Company y la South American Gulf Oil Company para explotar durante 50 a�os el petr�leo del Catatumbo.

En 1936 los propietarios de la Gulf Oil Company vendieron las acciones que ten�an en la Colpet a las empresas Mobil y Texaco quienes tomaron desde entonces el comando de la misma; la Sagoc sigui� siendo propiedad de la Gulf y, de hecho, contrariamente a lo que se pensaba, la Sagoc era la mayor accionista de la Colpet; ambas continuaron su trabajo, la Colpet con la exploraci�n de la regi�n del Catatumbo perforando los pozos petroleros y, en 1939 la Sagoc inici� la construcci�n del oleoducto Petr�lea Cove�as, cuya v�a paralela de mantenimiento fue una trocha que adem�s serv�a como v�a de comunicaci�n entre Cove�as y Sincelejo y era llamada popularmente �La Gul�.
Figura 110. Estaci�n de bombeo y campamento de Sagoc en �Los Tanques� (Petr�lea), primer punto del  oleoducto Petr�lea Cove�as, con 412 kil�metros de longitud. Petr�lea, Norte de Santander. 1938
Nota y fotograf�a tomadas de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 43, Junio de 1967, p. 2
Figura 112. Construcci�n del oleoducto La Petr�lea-Cove�as
Figura 111. Campamento de La Petr�lea, Norte de Santander en 1938, primer sitio de explotaci�n de petr�leo
Al fondo de la gr�fica puede observarse la famosa sierra de �Raspacolas� marcando la frontera con Venezuela; a la derecha del frondoso y milenario �rbol (hacia el fondo) se divisa el peque�o hospital, primero que funcion� en la Concesi�n Barco. El campamento fue cedido por la Colpet al Ministerio de Guerra de Colombia en el a�o de 1955.
Nota y fotograf�a tomadas de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 34, septiembre de 1966, p. 3
�En plena construcci�n del oleoducto de Sagoc, algunos trabajadores se dedican a pintar y forrar la tuber�a antes de enterrarla�. La Petr�lea, 1938.
Texto parcial y fotograf�a tomados de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 44, julio de 1967, p. 2
La Sagoc construy� en el campo de exploraci�n de La Petr�lea las instalaciones industriales y residenciales que constituyeron el sitio posteriormente denominado simplemente Petr�lea, alrededor del cual se situaron los asentamientos humanos que conformaron la poblaci�n del mismo nombre. En 1950 y debido al agotamiento del campo de La Petr�lea y al descubrimiento del nuevo campo de Tib�, la Estaci�n de Bombeo se traslad� al I-21 en Tib�.
TRIBU MOTIL�N-BARI DEL CATATUMBO

Como detalle de inter�s para los estudiosos de la historia, de la exploraci�n petrolera y de las vicisitudes de las comunidades ind�genas, conviene decir que en el Catatumbo colombiano (y en el venezolano), se encontraban desde tiempos inmemoriales los asentamientos ind�genas de los Motilones, tribus de cazadores y pescadores semin�madas que rondaban libres por sus ancestrales territorios de la Serran�a de los Motilones y extensas tierras aleda�as. Los reci�n llegados: empresa Colpet, trabajadores colombianos y extranjeros - para la �poca sin normatividad ni entidad rectora de los recursos naturales ni del medio ambiente, ni de protecci�n para los pobladores ind�genas y nativos -, a ojos de los ind�genas eran claramente invasores y depredadores. As� como los ind�genas sufr�an el embate de m�quinas y personas que devastaban su territorio, el desplazamiento de sus comunidades y el arrinconamiento hacia terrenos donde se les limitaba la caza y pesca, los trabajadores tambi�n ser�an blanco de los ataques de los motilones que los acechaban desde la espesura con sus largas flechas y arcos.

Para �suplir� semejante �interferencia nociva�, el
Contrato Chaux-Folsom hab�a previsto que:

�El Gobierno les prestar� a las Compa��as contratantes la protecci�n debida para  prevenir o repeler la hostilidad o los ataques de las tribus de motilones o salvajes que moran en las regiones de que hacen parte los terrenos materia de este contrato, lo que har� por medio de cuerpos de Polic�a armada o de la fuerza p�blica en cuanto sea necesario�.

Los motilones o �salvajes� eran nada menos que los ind�genas de la tribu Motil�n-Bari, que habitaba esos territorios de exploraci�n petrolera. En Tib� han sido legendarios los relatos de actores, testigos y sobrevivientes de innumerables sucesos y situaciones vividas y sufridas por los trabajadores y por los motilones, especialmente en los primeros a�os de la Colpet en el Catatumbo.

Los ind�genas no eran considerados personas. Como bien puede deducirse del texto incluido en
Contrato Chaux-Folsom, se les ten�a por animales salvajes, y agresivos por a�adidura. Aunque es escalofriante referirlo y monstruoso reconocerlo, cuando el acoso de los ind�genas hacia las cuadrillas de trabajadores que perforaban los pozos se hac�a insostenible, se organizaban equipos para la �cacer�a de indios�. Grupos armados de trabajadores, seguramente secundados o dirigidos por las �autoridades� de polic�a, para �repeler la hostilidad o los ataques� de los indios, se internaban en la selva donde persegu�an a hombres, mujeres y ni�os y simplemente los mataban.

Un relato, probablemente depurado de elementos que pudieran hacer entrever agresi�n alguna hacia los ind�genas y cuyo contenido y estilo solo refleja un �mbito de prevenci�n y �defensa� contra los ataques, se encuentra en la edici�n N� 51 del peri�dico Colpet al D�a, cuyos apartes transcribo (los resaltados son nuestros):

"En 1931, en el �rea de la concesi�n no se encontraban
habitantes civilizados salvo unos pocos colonos agricultores esparcidos a lo largo de los l�mites del sur. La poblaci�n ind�gena consist�a de unos cuantos centenares de Indios Motilones, tribu esta que se considera procede de los Indios Caribes. Su �nica arma es el arco y la flecha, mortales a cortas distancias; a�n cuando las flechas no llevan veneno, generalmente causan graves heridas. Los Motilones tienen una larga historia de hostilidad a las incursiones de los blancos desde los comienzos mismos de la conquista espa�ola. Gradualmente se han visto obligados a retroceder a las colinas al pie de la Sierra de Perij�. Hasta hace poco hab�an fracasado todos los intentos de establecer contacto pac�fico con ellos. Ha sido principalmente por su hostilidad que la regi�n ha permanecido pr�cticamente desconocida, y explorada solamente en peque�as partes.

Todas las actividades exploratorias, salvo en la parte del extremo sur de la concesi�n, tuvieron que acondicionarse a constantes amenazas de emboscadas. En los sectores m�s expuestos, los principales campamentos ten�an que estar fortificados, con personal armado de guardia por las noches.
Entre 1931 y 1956, 31 hombres fueron muertos y 110 heridos por las flechas de los Motilones.

Ninguna introducci�n a los aspectos geol�gicos de la Concesi�n Barco puede desconocer las dificultades y privaciones que encontraron quienes llevaron a cabo los primeros trabajos de campo en la regi�n. En un informe sobre los trabajos realizados en la semana que termina en julio 20 de 1935, adem�s de las labores de campo, se leen los siguientes apartes:

"Las actividades de los Indios aumentaron en el curso de la semana. El domingo visitaron el campamento Cerrito, llev�ndose nuestros utensilios de cocina y una lona vieja que serv�a para cubrir algunas provisiones. Las provisiones mismas se encontraron desparramadas por todas partes y muchas de ellas arruinadas. Las dem�s lonas y estacas para las toldas hab�an sido escondidas y pudimos recuperarlas".

"Los se�ores B. y B., salieron a tempranas horas del viernes con destino al campamento de Ci�naga con su comisi�n, mientras que el suscrito con su cuadrilla sali� en el segundo viaje del Colibr�, aproximadamente una hora m�s tarde. Al llegar encontramos una flecha prendida en el muelle y cuatro m�s en diferentes partes del campamento, evidentemente como se�al de advertencia. Yo me sent� obligado a hacer devolver al otro grupo. Encontramos que los Indios ven�an sigui�ndolas inmediatamente detr�s. A unos 100 metros al norte del cruce del r�o, donde el otro grupo hab�a empezado su trabajo de ese d�a, hubo disparos contra nosotros. Nosotros devolvimos el fuego con dos escopetas y dos rev�lveres.

El otro grupo, al o�r los disparos y diagnosticar correctamente su causa, apresur� su regreso hacia la trocha. Despu�s de reunirnos con ellos, volvimos a la escena del ataque y recogimos varios art�culos que dejaron los indios al huir, incluyendo unas sesenta flechas, un hacha nueva, un machete, y unos cuchillos rudimentarios. Algunas de las flechas ten�an puntas de acero (sic) [las puntas de las flechas eran de materiales vegetales (ca�as de gran dureza), aseguradas con finas cuerdas tambi�n de origen vegetal; dif�cilmente podr�an haber elaborado puntas de �acero�] y eran de un dise�o excelente. Los dos grupos juntos nos regresamos al campamento de Ci�naga, y sufrimos un nuevo ataque a una distancia de aproximadamente un kil�metro del primer sitio".

"El procedimiento de los indios en estos ataques es esconderse detr�s de unas palmeras, en un sitio en que la trocha cruce una colina. Al haber pasado todo el grupo de la comisi�n disparan sus flechas, y emprenden velozmente la retirada, formando un movimiento de flanco en la �ltima instancia. Solamente dos o tres de nuestros hombres alcanzaron a ver a los indios aunque inmediatamente despu�s de sonar la alarma, nuestros propios disparos que siguieron inmediatamente les da�aron la punter�a".

Uno de los sobrevivientes de las matanzas de ind�genas fue
Mart�n Seay, recogido indemne de los brazos de su madre muerta y adoptado por Mr. Mart�n, uno de los norteamericanos de la Colpet, de cuyo apellido deriv� su nombre de pila. Mart�n fue criado en Tib� por su padre adoptivo; viaj� varias veces a Estados Unidos donde era visto como una rareza y visitaba los campos de la Colpet-Sagoc en viajes de recreaci�n; en su vida adulta y ya sin el amparo de Mr. Mart�n, fue vinculado como trabajador de la Colpet y luego de Ecopetrol en Tib�, donde trabaj� hasta su jubilaci�n y donde tambi�n muri� hace pocos a�os.

Por la progresiva invasi�n de sus tierras y la disminuci�n de la caza y pesca, los motilones se aventuraban hacia las edificaciones de la Colpet en busca de alimentos. Durante algunas de las incursiones de los ind�genas se observ� que ellos trataban de ingresar a las instalaciones empujando las puertas; as� que todas las puertas se hicieron entonces con la hoja abriendo hacia fuera, con lo que se dificultaba el acceso porque no intu�an o no deduc�an que la forma de abrirlas era hal�ndolas. De todas maneras, puertas y ventanas estaban protegidas (�fortificadas�) con mallas para impedir la penetraci�n de las flechas.

La pauperizaci�n de las condiciones de vida o de precaria supervivencia de los motilones recibi� un h�lito de alivio con la llegada a Tib� del indigenista y fil�ntropo holand�s
Bruce E. Olson, legendario personaje quien, cual Bochica, se internara desde los 18 a�os en las tierras motilonas para estudiar su cultura, protegerlos, ense�arles formas mas eficientes de cultivar la tierra, fundamentos para mejorar su alimentaci�n, sistemas cooperativos de asociaci�n y un sinn�mero de cosas pr�cticas y sencillas para el mejoramiento de su forma de vida, sin afectar de manera intensa sus propias costumbres.

Olson pudo probar que no era un imposible
�establecer contacto pac�fico con ellos�; aprendi� el lenguaje de los motilones y, en su af�n por no trastornar la cultura, no les ense�� ni ingl�s, ni holand�s, aunque si algo del espa�ol en el que �l mismo se iniciaba; tampoco les inculc� creencias religiosas del mundo exterior, a diferencia de otras comunidades religiosas que, aprovechando la circunstancia de �pacificaci�n� de los motilones hecha por Olson, llegaron a ellos para interferir con sus visones del mundo, del cosmos y con sus creencias. La historia de este personaje � Bruce Olson - y su vida compartida durante mas de cuarenta a�os con los motilones, es un ejemplo de dedicaci�n, desprendimiento y altruismo que debe ser conocido y reconocido por la historia y por las nuevas generaciones.
Figura 113. Bruce Olson y dos motilones llevan mulas para los asentamientos ind�genas de la motilonia. Kil�metro 60, v�a Rio de Oro, junio de 1967
Figura 114. Mauricio Kobaira Bobarishora y Bruce Olson invitados a Estados Unidos por la UNESCO. Nueva York, diciembre de 1966
Fotograf�a tomada de: Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 37, diciembre de 1966, p. 2
Fotograf�a tomada de: Motilones reciben ayuda de San Agust�n (Texas). En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 43, junio de 1967, p. 1.
Mas adentrados los procesos de colonizaci�n de las tierras de los motilones e �incorporados� a la cultura occidental prevalente, con la acci�n decidida de Bruce Olson varios de los ind�genas recibieron educaci�n fundamental, otros instrucci�n t�cnica y a�n universitaria. Uno de ellos fue Mauricio Bobarishora, quien acompa�� a Bruce Olson hasta los Estados Unidos.

Los sucesos de devastaci�n de las tierras del Catatumbo, las masacres de motilones, su desplazamiento hacia terrenos inh�spitos y poco aptos para su subsistencia, la invasi�n de sus tierras, la eliminaci�n de las tribus y la consecuente afectaci�n de su cultura, marcaron una etapa oscura y triste, mas bien vergonzosa, de la historia del petr�leo en Colombia, nunca bien investigada y menos escrita y divulgada, como si su remembranza no fuese necesaria en esta �poca y en todos los tiempos, para procurar la protecci�n de las razas nativas y de su cultura.

Flaco servicio le hab�a hecho a la raza humana el Contrato Chaux-Folsom con su decisi�n de �protecci�n debida.... contra los motilones o salvajes� a las compa��as, a expensas de la desprotecci�n rampante y el aniquilamiento de los nativos en desventaja. Pero esa es otra historia tanto o mas compleja e interesante que la que nos ocupa.

4.3 LA SAGOC SE INSTALA EN COVE�AS

En el contrato Chaux-Folsom no se menciona a Cove�as. Ello es obvio, porque para la fecha en que se firm� (1931), solo se definieron las caracter�sticas generales del contrato y los pormenores relacionados con la explotaci�n de las tierras del Catatumbo, pero no se hab�a establecido cual ser�a el puerto de almacenamiento y exportaci�n del petr�leo que se transportar�a por el oleoducto; por tanto, tampoco se encontraba definido el trazado del oleoducto ni el puerto terminal de almacenamiento y exportaci�n, ni las condiciones en que ser�a manejado dicho terminal de oleoducto.

Al respecto el contrato, en su cap�tulo VIII, indica:
�El oleoducto o los oleoductos que se construyan tendr�n los ramales y l�neas de conexi�n necesarios para el buen servicio corriente de la Empresa, ser�n construidos �ntegramente por territorio colombiano y tendr�n su estaci�n terminal en un punto de la costa atl�ntica colombiana que libremente determinar� la Gulf�.

El oleoducto deb�a estar en servicio
�completo y perfecto� tres a�os despu�s que The Colombian Petroleum Company  hubiera obtenido la m�nima producci�n fija de 3.000 toneladas m�tricas diarias de producci�n total; para ello, la South American Gulf Oil Company deb�a construir y mantener en servicio �por la ruta que ella misma determine� el oleoducto o los oleoductos necesarios para transportar dicha cantidad de petr�leo.

El
Contrato Chaux-Folsom estableci� claramente los l�mites y linderos de la Concesi�n otorgada a la Colpet en el Catatumbo pero, por la raz�n de desconocer el trazado final del oleoducto y la localizaci�n de sus estaciones, en relaci�n con la Sagoc solo se indican aspectos generales tales como:

"La Gulf gozar� en los terrenos que son materia del presente contrato y en las dem�s tierras nacionales aleda�as a la zona del oleoducto, sus ramales y terminales, de los derechos y servidumbres que estime necesarios o convenientes para la cumplida ejecuci�n del contrato, [...], de manera que podr� construir y mantener en tales terrenos y tierras, oleoductos, estaciones de bombeo, de almacenaje y terminales, d�rsenas, edificios para administraci�n, para habitaci�n de empleados, bodegaje y dem�s servicios de la empresa, ferrocarriles, cables a�reos, carreteras o caminos de herradura, l�neas telegr�ficas, telef�nicas y estaciones inal�mbricas [...]. Tendr� tambi�n el derecho de usar las aguas, piedras y maderas de los terrenos [...] y de las dem�s tierras nacionales [...] y el derecho de usar las v�as fluviales nacionales para el transporte de materiales, provisiones y para el transporte de petr�leo y sus derivados."

As� que, poco tiempo despu�s de firmado el contrato en 1931, fueron iniciadas las tareas de exploraci�n de la cuenca del Catatumbo mediante la perforaci�n de pozos. En 1932 y entrando por el Lago de Maracaibo, y remontando los r�os Sardinata y Catatumbo, llegaron a Petr�lea los primeros equipos para esas labores que iniciaron de forma inmediata. Entre 1933 y 1939 la Colpet hab�a perforado una cantidad apreciable de pozos y se encontraba pr�cticamente lista para la explotaci�n del crudo. En el curso de esos primeros a�os, entre tanto, la Sagoc se encontraba realizando los estudios t�cnicos para la localizaci�n del puerto terminal del oleoducto, asunto de crucial importancia para definir las actividades de trazado del oleoducto y los tr�mites pertinentes a la adquisici�n de terrenos para la construcci�n del mismo.

Tales circunstancias de progreso de la explotaci�n por la Colpet condujeron a que la Sagoc acelerara su b�squeda del sitio terminal apropiado para su estaci�n terminal del oleoducto. Para ello, nada era mas propicio y adecuado que el puerto de Cove�as.

Entre 1937 y 1938, seis o siete a�os despu�s de firmado el
Contrato Chaux-Folsom, se defini� como estaci�n terminal del oleoducto y puerto de exportaci�n a Cove�as. La Sagoc compr� en Cove�as el terreno de 2.632 hect�reas y 13 centareas que fue de la Colombia Products Co, y antes de Don Juli�n Patr�n, precisamente y ex profeso, la parte que inclu�a las construcciones realizadas para el Packing House, con Rancho Grande, todas las instalaciones habitacionales y fabriles, bodegas, talleres, plantas, club, hospital, la represa de Villeros, las v�as ferroviarias, las locomotoras y maquinaria que quedaba y el muelle (�ste, por encontrarse en propiedad p�blica, hab�a pasado a ser de propiedad del Gobierno al momento liquidarse el contrato).  Tambi�n estaba incluida en la compra la sede de la hacienda de don Juli�n Patr�n Airiarte, la Casa Grande de Madre de Dios, que no eran de la Colombia Products Co., sino de la viuda de Don Juli�n Patr�n.

La adquisici�n de
Cove�as fue realizada tomando en cuenta las caracter�sticas del Golfo de Morrosquillo y del puerto, apto para recibir embarcaciones de gran calado para la carga y exportaci�n de petr�leo. Las inigualables condiciones estructurales de las instalaciones de la antigua Colombia Products Co. que eran muy superiores a las expectativas de la Colpet-Sagoc para instalarse, fueron argumentos decisivos para la compra.

En la �poca de la Sagoc en Cove�as, en el argot popular e incluso dentro de los mismos funcionarios de la empresa, se dec�a y especulaba que los terrenos en los que se encontraba asentada la compa��a hab�an sido adquiridos por el gobierno y entregados en comodato o concesi�n a la Sagoc; sin embargo, la documentaci�n existente al respecto muestra, sin lugar a dudas, que esos terrenos fueron adquiridos por la Sagoc mediante compra a la Colombia Products Company.

Sobre la transacci�n existen registros documentales: uno, probablemente circunstancial, pero que es una muestra que la propiedad sobre tales terrenos de Cove�as la ten�a la Sagoc, corresponde al plano de 1943 en el cual se anota:
�SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY � PROPIEDAD DE COVE�AS�. El otro registro, evidencia definitiva, es la misma escritura de venta de Cove�as. La Colombia Products Co. se hab�a disuelto legalmente como empresa en 1937, pero los terrenos que hab�a adquirido, que eran b�sicamente los de Cove�as, y donde hab�a construido las edificaciones, en 1938 a�n se encontraban en proceso de liquidaci�n por parte del liquidador de la empresa, don Miguel Navas. Fue �ste quien, a nombre de la sociedad Colombia Products Co., vendi� a la Sagoc las 2.632 hect�reas y 13 centareas de Cove�as mediante la Escritura P�blica N� 348 del 15 de junio de 1938, de la Notar�a segunda de la ciudad de Cartagena.  

El costo de la transacci�n de venta de los predios de Cove�as en 1938, incluyendo la totalidad de las construcciones, maquinarias, instalaciones y anexidades, excepto el ganado, fue de doscientos mil d�lares (U.S. 200.000) o su equivalente en moneda colombiana al cambio del 181%, es decir, trescientos sesenta y dos mil pesos ($362.000). Se observar� que, para 1921, a mitad del proceso de construcci�n de las instalaciones del Packing House, la Colombia Products Co., hab�a realizado inversiones por valor de $1.800.000 en la construcci�n de la planta, sin contar el costo de los terrenos. Es probable que para el final de la construcci�n en 1923 el valor total de la inversi�n realizada en construcciones y equipos estuviera frisando los $5.000.000. En cuanto al costo de los terrenos se encuentra que: las 30 hect�reas cedidas por Don Juli�n Patr�n fueron tasadas en $20.000, que corresponde a un precio de $667 la hect�rea, as� que la venta de las 2.602 hect�reas adicionales, si se vendieron a un precio similar, tendr�an un costo aproximado de $1.736.000, con lo que el valor total invertido ser�a de $6.736.000 (unos 5.5 millones de d�lares de la �poca). Entonces, la venta de todo lo existente all�, 16 a�os despu�s, por un 5.3% del valor invertido, signific� una cuantios�sima p�rdida para la Colombia Products Co. y sus socios y una evidente ganancia para la Sagoc. Del ahogado, casi ni el sombrero recuperaron los socios sobrevivientes de la Colombia Products Co.

Pr�cticamente todo estaba hecho y dispuesto para que casi cualquier empresa se instalara. El puerto mar�timo de Cove�as ser�a desde entonces el terminal que recibir�a el petr�leo extra�do de Petr�lea y despu�s de Tib�, en el Catatumbo y desde all� se exportar�a a los mercados mundiales.

Con el comienzo de la construcci�n del oleoducto Petr�lea-Cove�as en 1939 por la Sagoc tambi�n se iniciaron los trabajos de acondicionamiento y habilitaci�n del puerto y de las antiguas instalaciones de la Colombia Products Co. para ajustarlas a la nueva destinaci�n.

Se requirieron obras adicionales que mejorar�an la estructura del matadero y de la envejecida planta frigor�fica y la construcci�n de algunas nuevas instalaciones y edificaciones propias de la industria del petr�leo. La Sagoc contrat� los servicios de varias empresas nacionales e internacionales; una de ellas, de las que se tiene documentaci�n y registros, fue la barranquillera
Cornelissen & Salzedo. De acuerdo con los informes de esta empresa no fue necesario realizar demasiadas construcciones nuevas sino remodelar las existentes e incluso demoler muchas otras en las que los elementos y el tiempo hab�an producido da�os irreparables y aquellas otras que no eran de utilidad o inter�s para las actividades de la Sagoc.

Fue necesario construir las instalaciones para las nuevas plantas de energ�a, que ahora funcionar�an con aceite diesel, en reemplazo de las antiguas movidas por vapor; los tanques de almacenamiento del petr�leo crudo que llegar�a por el oleoducto desde Petr�lea; la estaci�n de bombeo de petr�leo, instalaciones para radiocomunicaciones, oleoducto desde la estaci�n hasta el muelle y nuevas casas de habitaci�n para los obreros y los empleados de la Sagoc.

La South American Gulf Oil Company (SAGOC), se instal� en Cove�as desde 1939 como campo de exportaci�n petrolera, con estructuras industriales propias de esa actividad: tanques de dep�sito de crudo, estaci�n de bombeo, talleres de mec�nica, carpinter�a, bodegas, aeropuerto, puerto mar�timo con sus correspondientes lanchas y bongos, plantas de energ�a el�ctrica, planta telef�nica, estaci�n de radiomensajes, v�as internas de comunicaci�n, hospital, clubes para obreros y directivos, casas de estilo norteamericano separadas unas de otras por ampl�simos espacios, con grandes habitaciones y servicios de agua, luz, alcantarillado; no quedaba mas que ponerse a trabajar en la recepci�n, almacenamiento, m�nimo procesamiento de crudo y abastecer los buques petroleros para exportarlo a los mercados del mundo. Ingenieros, t�cnicos, empleados y obreros extranjeros y colombianos hab�an llegado para permanecer y forjar, durante casi cuatro d�cadas, toda una cultura de dedicaci�n, trabajo, �xitos y fracasos, vicisitudes y satisfacciones que demarcaron una �poca sin igual de esplendor y crecimiento personal y colectivo; que forjaron sus familias en el sentido de pertenencia, en el valor del trabajo como bien supremo y fuente de riqueza y de progreso en Cove�as.
Figura 115. Plano de los terrenos  de la Sagoc. Cove�as, 1943.
Por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
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Sobre las labores de remodelaci�n, construcci�n y adecuaci�n de las instalaciones de la Sagoc en Cove�as existen dos informes bien descriptivos del estado en que se encontraban las edificaciones y de lo realizado en ellas, presentados por Cornelissen & Salzedo para la South American Gulf Oil. Co., uno de junio 17 de 1939 y otro de julio 31 de 1939. Ambos se acompa�an de sendas cartas de presentaci�n dirigidas a la Sagoc.  Tales documentos son piezas valiosas para el seguimiento hist�rico del crecimiento de Cove�as.

4.4 VIVIENDAS Y SERVICIOS DE LA SAGOC

Las instalaciones residenciales y de servicios que hab�a construido la Colombia Products Co. entre 1919 y 1923 se hab�an deteriorado, la mayor parte por el paso inexorable del tiempo. Hab�an sido cuidadas con esmero pero estuvieron cerradas entre 1925 y 1938 y no fueron sometidas a ninguna clase de mantenimiento ni aseo; ello hubiera demandado de la disposici�n de un cuantioso capital que los socios de la Colombia Products Co. no estaban en disposici�n de sufragar y que, por otra parte, realmente no ten�a mucho sentido. El comej�n, llamado �termitas� por los norteamericanos, hab�a hecho presa f�cil de las hermosas casas y edificaciones de madera de pino canadiense.

4.4.1 LA CASA GRANDE DE MADRE DE DIOS Y �REAS CIRCUNDANTES

La Sagoc dio a la Casa Grande de Madre de Dios gran importancia. Adem�s de haberla tenido en cuenta para incluirla dentro de los predios comprados en Cove�as, su estructura fue reconstruida tratando de conservar sus caracter�sticas originales; desde la muerte de Don Juli�n en 1934 hab�a quedado pr�cticamente abandonada. Mediante las actividades de reconstrucci�n de esta edificaci�n y de las �reas circundantes se buscaba ponerla en condiciones habitables y utilizarla como casa de recreo y esparcimiento, dadas sus caracter�sticas de frescura, su amplitud y la belleza de sus �reas circundantes.

La atracci�n que hab�a producido la mesa redonda de Don Juli�n a comienzos del siglo XX, continu� en la �poca de la Sagoc, por ello, cuando en 1939 se realizaba labores de  acondicionamiento de las antiguas instalaciones de la Colombia Products Co., por indicaci�n expresa de los norteamericanos que dirig�an el proyecto, la empresa contratista recuper� la mesa redonda: �se repar� y reconstruy� una mesa grande, del tiempo viejo, de caoba; se hizo  la parte circular y la parte superior  giratoria, y se dej� en condiciones perfectas�.

Rafael Mor� Bonfante,  reci�n llegado de su natal Cartagena a trabajar a Cove�as, alrededor de 1945, conoci� de primera mano la singular mesa. Ante la circunstancia que uno de sus hijos se sentaba a la mesa rectangular de su casa a solicitar insistentemente �p�same esto o aquello�, entorpeciendo la libre alimentaci�n de los dem�s y la habitual y amena conversaci�n a la hora de comer, a�os despu�s pidi� a Am�rico Villalobos, carpintero de la Sagoc, que le hiciera esa misma mesa redonda; y un d�a de 1958 se present� en su casa con un cami�n y la mesa; dijo: �desde hoy se acab� el p�same y p�same�. En efecto, se acab�. La mesa redonda con su plataforma giratoria, hecha en pino canadiense de casi 200 a�os, que mas que madera parece roca, la conserva su esposa en la casa de Tol�; otra mesa fue hecha por Am�rico para Carmen Sierra Patr�n en la misma madera.  Se desconoce el destino de la mesa original de caoba; debe tenerla alg�n amante de las cosas buenas y ex�ticas.

La empresa contratista demoli� cuatro casas viejas que correspond�an a las dos viviendas de los peones de Don Juli�n Patr�n en los sitios de San Jos� y El Bobo, as� como los correspondientes pa�oles donde se depositaba el coco recolectado en las coqueras de Madre de Dios. Tales estructuras con techo de palma y paredes de bahareque ya hab�an sido abandonadas desde 1934 cuando muri� Don Juli�n Patr�n y, por ser de escaso valor t�cnico y pr�ctico para la Colombia Products Co., para entonces due�a de los terrenos, no ten�a justificaci�n destinar personal para su cuidado; tampoco eran valiosas para los fines de la Sagoc.
Figura 116. Casa de Madre de Dios; estado en el que fue dejada la casa y la zona circundante despu�s de la remodelaci�n de 1939. Cove�as, 1939
En la vista original es una panor�mica detallada; en esta vista es solo una miniatura.
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Tambi�n se demolieron las ocho casas viejas sobrevivientes en el lado oriental de la Casa Grande de Madre de Dios, que eran las viviendas de los trabajadores de la hacienda, de los carpinteros y del personal de servicio dom�stico de la Casa Grande de Madre de Dios. En total hab�a doce casas dispuestas alrededor de la Casa Grande, antes de 1939 ya hab�an sido demolidas algunas cuatro de ellas y las restantes ocho fueron demolidas por Cornelissen & Salzedo, dejando solo la casa Grande. En esa demolici�n tambi�n se incluy� el hermoso kiosco para el reposo vesperal de los peones: El Ranch�n.

La Casa Grande de Madre de Dios, que fue habitada por Antonio Camacho y su familia antes de la reconstrucci�n, volvi� a ser habitada por los mismos hu�spedes, hasta la presente fecha.

�La compa��a no utilizaba para nada la casa de don Juli�n Patr�n en Madre de Dios. En la �poca de la Sagoc y desde varios a�os antes viv�a all� Antonio Camacho y su familia, tal vez porque To�o hab�a trabajado con la familia de Don Juli�n Patr�n. Do�a Merce de Patr�n, la viuda de Don Juli�n iba mucho a Cove�as y la compa��a la quer�a mucho; sus deseos eran ordenes y seguramente fue por orden de ella que los Camacho siguieron viviendo en esa casa�.
Figura 117. Vista desde el muelle de la coquera aleda�a a la Casa de Madre de Dios y del estado en el que fue dejada la cerca de madera  y la zona circundante en la remodelaci�n de 1939. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Desde 1925, por la falta de funcionamiento de la empresa, las instalaciones de la Colombia Products Co. permanecieron deshabitadas. Por las mismas razones tampoco funcionaba el hospital y los pocos trabajadores que merodeaban el campo se dedicaban a cuidar de las instalaciones, a realizar escasas, ocasionales y menores tareas de mantenimiento (corte de grama, aseo, recolecci�n de basuras, etc.) y aprovechaban tambi�n para mantener, cerca del hospital y en los patios de las casas de madera, peque�as cr�as de cerdos en chiqueros y algunos gallineros para su sustento y el de sus familias. Los contratistas demolieron los corrales de cerdo, viejas y voluminosas estructuras de la Colombia Products Co., que estaban situados en el extenso y plano terreno entre las instalaciones industriales de Rancho Grande y el hospital, contiguo y al Oeste del aeropuerto que ya estaba en construcci�n.

En un �rea de terreno al Noroeste del nuevo aeropuerto y hangar para los aviones de la empresa, que en 1939 estaba en construcci�n, en la zona de las casas de obreros, la Colombia Products Co. hab�a construido tres barracas para alojamiento de los peones de la planta, cada una con capacidad para cincuenta personas; las barracas fueron utilizadas como parte de las edificaciones que en ese mismo a�o construir�a
Cornelissen & Salzedo para la Sagoc, espec�ficamente para adecuarlas como viviendas de los obreros, mientras que sus ba�os exteriores se acondicionaron como cocinas y ba�os de las primeras casas m�ltiples de la parte sur del campamento de obreros. Por otro lado, en la parte del campo donde se construyeron las llamadas casas de los capataces, primero exist�an numerosas casas de bahareque y palma que constitu�an pr�cticamente un pueblo; eran las casas donde viv�an los trabajadores de Don Juli�n Patr�n. Un n�mero considerable de ellas se encontraba muy cerca de la playa, a unos cincuenta metros al Oriente del muelle de ganados de Don Juli�n en La Troja. En este sector, por causas naturales de la estructura costera y la forma de penetraci�n e impacto de las mareas, el mar fue penetrando progresiva e inexorablemente y muchas de las casas fueron finalmente destruidas por el mar. Restos de ellas los observamos durante los a�os de juventud cuando, en busca de peces, langostas y caracoles, buce�bamos cerca de la playa. All�, en el fondo del mar, se encontraba multitud de troncos ca�dos, restos de los horcones y maderamen de las casas, testigos yacentes de la �poca del negocio de cocos y los comienzos del negocio de ganado. Solo algunas de esas casas, las que estaban situadas en tierra mas firme, sobrevivieron durante muchos a�os y fueron reemplazadas en 1919 por las 18 casas de madera de un piso para los obreros con familia de la Colombia Products Co., las que a su vez fueron demolidas veinte a�os despu�s, en 1939 para construir las nuevas �casas para capataces� de la Sagoc.
Figura 118. Panor�mica de Cove�as desde la azotea de Rancho Grande. La zona despoblada entre las bodegas y las casas del campamento, es el sitio donde estaba el corral de ganados y, en la �poca de la Sagoc, el campo de b�isbol. Cove�as, 1966
Foto del autor
El informe de las obras de Cornelissen & Salzedo describe tambi�n la remoci�n de las cercas del viejo corral, asunto que corresponde a la demolici�n y retiro de la amplia estructura del cercado de madera situada al Oeste de las instalaciones residenciales del campamento donde antes de la Colombia Products Co., Don Juli�n Patr�n hac�a acopio del ganado que exportaba. Durante la Colombia Products Co., se ten�a previsto destinar el corral para encerrar el ganado que deb�a traerse de los campos de pastos aleda�os a las instalaciones y los grandes hatos de ganado que enviar�an desde toda la comarca, que se llevar�an al sacrificio en la planta, los que nunca llegaron ni fueron sacrificados. Es el mismo sitio donde funcionar�a el diamante de b�isbol en la �poca de la Sagoc.

Otras casas de habitaci�n de los peones de Don Juli�n que se encontraban diseminadas a la orilla de la playa, entre la zona de casas nuevas y el muelle tambi�n fueron demolidas. Los desechos de esas estructuras, as� como las c�scaras de coco y material vegetal residual se llevaron a las calderas para utilizarlas como combustible. Esta actividad de utilizaci�n de los vegetales secos para las calderas era, por la �poca y adem�s de la quema de basuras y desechos vegetales de poca utilidad, la �nica actividad destinada a la utilizaci�n de materiales a fin de evitar la contaminaci�n ambiental y la acumulaci�n de basuras; y ello porque era realmente �til e indispensable para el funcionamiento de las calderas.

El matadero o casa de matanzas que se describe en el informe de Cornelissen & Salzedo NO corresponde al Abbatoir (Matadero) de Rancho Grande sino a otras instalaciones y edificaciones de much�sima menor envergadura construidas a unos quinientos metros al Suroriente de Rancho Grande, y a unos cien metros del costado Suroriental de la pista norte-sur del actual aeropuerto, donde estaban los corrales para ganado vacuno, lanar y de cerda y eran destinadas para el encierro y sacrificio de ganado para la venta y el consumo local durante y despu�s de la construcci�n de la planta. Tales estructuras fueron remodeladas y conservadas por la Sagoc como corral de ganado vacuno, de ovejas, chiquero de cerdos y matadero durante los muchos a�os de su funcionamiento.

En los extensos campos alrededor de las instalaciones la Sagoc ten�a sus propios hatos de ganado vacuno, lanar y porcino, as� como una buena cantidad de caballos y bestias de carga. Solo manten�an la cantidad suficiente de animales para abastecer las necesidades de carne de la empresa, de los trabajadores y para evitar escasez de ganado o eventual especulaci�n en la regi�n; se mataba una o dos vacas semanales, que era suficiente para el consumo interno de los comedores donde se preparaba la alimentaci�n a los trabajadores solteros y para la venta a las familias; los cerdos se sacrificaban en menor cantidad y tambi�n una que otra oveja de las centenares que exist�an en los corrales de la Sagoc. Las ovejas, en n�mero aproximado de dos mil, y en cantidad siempre creciente por la gran fecundidad de estos animales, pastaban en los campos aleda�os a las instalaciones, especialmente en los prados del antiguo corral de los ganados, donde manten�an el pasto corto, aunque siempre fecundo y donde no era raro ver parir a las ovejas casi a diario, mientras se alimentaban.
Figura 120. En la hondonada teniendo como fondo la estaci�n de radio y el muelle, pasta un grupo de ovejas. Un personaje no identificado y Carmen Sierra est�n en primer plano. Cove�as, 1950
Figura 119. Ovejas pastando por las casas de la orilla de la playa. Cove�as, 1950
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
En los primeros a�os de la Sagoc la carne se vend�a al p�blico en el mismo matadero a trav�s de la �ventana para la venta al menudeo� que se hizo all� (realmente era una puerta holandesa). Posteriormente, en particular cuando se puso en funcionamiento el nuevo comisariato, la carne era llevada all�, donde se conservaba en dos cuartos fr�os y se expend�a a los habitantes de Cove�as y de sus alrededores. Las ovejas eran sacrificadas mas frecuentemente para enviar su carne a C�cuta, Tib� y Barranquilla, sitios de estaciones y oficinas de la empresa desde donde los trabajadores hac�an pedidos de la apetecida carne de las ovejas de Cove�as.

Don Juan De la Cruz Gonz�lez -  Juan Paja  -, era el capataz y encargado del cuidado de los ganados, del mantenimiento de los corrales, de los pastos y de las labores de sacrificio de reses y animales en el matadero; con �l trabajaban en las labores de encierro Ilido Alvis Pestana, de Sabaneta y Santiago � Chago - Pestana. El equipo se volv�a especialmente activo cuando llegaba el avi�n, porque las vacas se sal�an de los corrales a pastar en la hierba al lado del aeropuerto e incluso se met�an a la pista, por lo que ten�an que corretear el ganado y sacarlo de all� con suficiente anticipaci�n para permitir el aterrizaje seguro de la aeronave.

LAS GUAYABAS DE DON JUAN

Don Juan de la Cruz Gonz�lez y la ni�a Olimpia Merlano Foliaco, su esposa, fueron personas muy reconocidas por su bondad y buen trato. Quer�an mucho a los ni�os y eran especialmente generosos en cuanto se refer�a a surtirlos de guayabas de los �rboles que ten�an en su patio. Los ni�os vecinos eran �vidos de las guayabas de don Juan, que eran de pulpa rosada y dulce a diferencia de las de otros patios que eran p�lidas y desabridas; por ello, frecuentemente le tiraban palos y piedras a las ramas que colgaban fuera de la cerca para bajar las frutas, cosa que no era muy del gusto de don Juan. Cada dos o tres d�as recog�a una buena cantidad de guayabas, las guardaba en la nevera y, cuando ve�a los ni�os husmeando por all� con ganas de tirar palos, los llamaba para entregarles una totuma de amarillas y fr�as frutas, que ellos entregaban en sus casas para hacer jugo o dulce, porque no les gustaban las guayabas tan maduras y menos de nevera. Don Juan, ya tranquilo con la generosa entrega, se desentend�a del patio y entonces ellos regresaban otra vez a tirarle palos a las guayabas.

La ni�a Olimpia era experta en labores de tejido de croch� y hac�a tapetes, manteles, su�teres y cubrecamas para ellos y por encargo. Se sentaba en la terraza en su c�moda silla mecedora de mimbre a tejer durante horas interminables, arrullada por la brisa del mar y el ronroneo de las olas que mor�an a diez metros de su terraza.  All� esperaba a don Juan para el almuerzo y desde su sill�n daba a la sirvienta las instrucciones para la preparaci�n de la comida. Como en Cove�as nada se robaban, las sillas pod�an quedar toda la noche en las terrazas de las casas, con cojines incluidos, sin que les pasara nada. Una ma�ana, despu�s de despachar el desayuno de don Juan, la ni�a Olimpia sali� con su canastilla de hilos y tejidos a continuar su diaria labor en la terraza, se sent� en el asiento de mimbre y all� permaneci� hasta casi las diez de la ma�ana cuando ya era hora de iniciar las tareas culinarias para el almuerzo. Se levant� a dar las instrucciones correspondientes y cuando fue a poner la labor sobre el asiento se percat� que hab�a estado sentada por mas de tres horas sobre una culebra que estaba enroscada sobre el coj�n del asiento y que permanec�a, absorta y quiz� anestesiada, en la misma posici�n. El esc�ndalo fue may�sculo y varias personas debieron acudir en auxilio de la ni�a Olimpia para matar la inocente y adormecida culebra.

La ni�a Olimpia tambi�n era experta en tratar el �mal de ojo�, condici�n o enfermedad que, seg�n se dice, es provocada en los ni�os por la �fuerza� o influencia que inconscientemente ejercen algunas personas sobre ellos caus�ndoles variados s�ntomas que van desde fiebre persistente hasta diarreas y decaimiento. No hay conocimiento m�dico ni droga capaz de curar el mal que es f�cilmente resuelto con diversos rezos y ritos que solo conocen pocas personas especialmente sensibles y por lo cual no reciben estipendio diferente de la discreta satisfacci�n del deber cumplido. Sin exhibir truculencias ni artilugios, ante la presencia de un caso del mal, la ni�a Olimpia proced�a a buscar una ramita tierna de matarrat�n (el cogollo) con el cual iniciaba el rezo susurrante e ininteligible mientras pasaba la ramita por la frente y el cuerpo del ni�o; a medida que transcurr�a el rito las hojas, inicialmente saludables, se marchitaban, perdiendo su vigor y su color hasta volverse casi secas y colgar mustias de la rama, como si hubieran sido objeto de alguna energ�a negativa que, seg�n dicen, absorb�an. Simult�neamente el ni�o recobraba inmediatamente su salud, volv�a a su vida normal y la ni�a Olimpia a sus labores de casa. No hac�a alardes de tal poder ni hac�a promoci�n del mismo, solamente lo hac�a cuando era requerida.

No faltaban las visitas a la ni�a Olimpia durante su labor. Una vez hablaba animadamente con una de las vecinas sobre las penurias que le hac�a sufrir Juancho, como ella le dec�a, por su adicci�n al Ron Blanco y su modo campechano y montaraz de vestir. La vecina acicateaba a la ni�a Olimpia con las reconvenciones que deb�a hacer a Don Juan y daba sus debidos consejos y recomendaciones al respecto; menos mal que solo era bebedor y no mujeriego.

D�as antes hab�a existido una tertulia preliminar sobre el tema entre do�a Olimpia y la vecina, de la cual se habr�a percatado sutilmente don Juan. Cuando estaban en la parte mas animada de la charla, en el marco de la terraza, s�bito, se aparece la delgada y recia figura de Don Juan de la Cruz, cual Quijote, ensombrerado y en su brioso caballo; desde all�, dando un fuetazo al aire, que hizo resoplar y encabritar al caballo, les lanza una imprecaci�n: �Recojan la lengua, que se las piso!, frase que hizo historia, no solo por la oportuna y descriptiva sentencia para las leng�ilargas, sino por el susto que ocasion� a la vecina que no volvi� a aparecerse por all�.
Figura 122. Rita Gonz�lez Merlano. Cove�as, alrededor de 1950
Figura 121. La �ni�a� Olimpia Merlano Foliaco y su hija Rita. Cartagena, alrededor de 1952
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
�Don Juan y la ni�a Olimpia fueron nuestros vecinos por muchos a�os. Fueron personas muy buenas y serviciales. La ni�a Olimpia, que era de la alta sociedad de Corozal, ten�a el problema que, cuando a su hija Rita se le acercaban los enamorados, no quer�a que dijeran que don Juan era el capataz que manejaba las ovejas y el ganado ni le gustaba que lo vieran mal vestido. Pero ella misma ten�a la culpa de su aspecto, porque lo vest�a mal, o no hac�a que se quitara la abarcas de tres punt� y lo dejaba que anduviera siempre con un sombrero vueltiao sucio y un fuete para corretear las ovejas y el ganado. Una vez que le lleg� una visita de Corozal, le mand� a Don Juan las medias y los zapatos para que se los pusiera y no se fuera a presentar a la casa en abarcas frente a la visita; y le mand� la raz�n que, adem�s, entrara a la casa por la puerta del patio a cambiarse la ropa mientras ella entreten�a a la visita en la terraza. Rita era una ni�a muy hermosa, y la ni�a Olimpia no quer�a que nadie la  volteara a ver porque era de la alta sociedad de Corozal; en Cove�as tampoco era que tuviera muchos pretendientes porque tampoco los hab�a, por lo menos con las cualidades esperadas por la ni�a Olimpia�. 

Fue una tragedia cuando a Rita le sali� el acn� de la adolescencia, de manera que su mam� le hac�a de cuanto remedio m�dico o  casero le dec�an para cur�rselo. En el patio de su casa, adem�s de los �rboles de guayaba, mango, cocos, guan�banas y anones, ten�an un gallinero. �Quien sabe que vecina le dijo a la ni�a Olimpia que lo ��nico� para el acn� era la caca de gallina caliente, es decir, reci�n puesta?, por lo que ni corta ni perezosa, procedi� a tomar de la mano a Rita y llevarla al patio para corretear las gallinas, que se defecaban del susto, y aplicarle r�pidamente la caca en cada una de las espinillas. Seguramente que ese remedio no tendr�a nada que ver con la tersura de la piel y belleza natural de Rita, que es evidente en la foto de la figura 121.

1.1.1 LOS BARRIOS RESIDENCIALES

La Sagoc orden� la construcci�n de nuevas edificaciones espec�ficamente destinadas a ser los barrios residenciales de los trabajadores. Para ello continu� con la misma estructura b�sica que hab�a tenido la Colombia Products Co. en cuanto a los sitios de emplazamiento de los barrios: uno, el de los empleados de direcci�n y profesionales (extranjeros y algunos colombianos), era el que se llamar�a barrio de �arriba�, donde estaban construidas las edificaciones de madera y donde se har�an otras con mejores especificaciones. El de los obreros, situado en donde se hab�a planeado construir el complejo habitacional de la Colombia Products Co. y donde hab�an construido las barracas para obreros solteros, que fue llamado El Campamento, y una tercera secci�n, el barrio de los empleados de oficina, de bodegas, muelle y administrativo, en las llamadas �caba�as para capataces� que no ten�a nombre espec�fico y quedaba inmediatamente adjunto y al norte del campamento de obreros, en el mismo sitio donde estaban las diecisiete viejas casas para los obreros con familia y una casa para funcionarios de la polic�a construidas en 1919 por la Colombia Products Co., todas las cuales fueron demolidas por encontrarse en mal estado.

La empresa Cornelissen & Salzedo hab�a hecho remodelaciones en todas las casas de madera construidas en 1919 por la Colombia Products Co. para los empleados directivos; hab�a reemplazado las piezas da�adas por nuevas maderas y las dej� en perfectas condiciones estructurales y de presentaci�n, listas para ser habitadas.

Las viejas y remodeladas casas de madera el barrio de arriba fueron ocupadas por los jefes norteamericanos y los funcionarios colombianos de la Sagoc que llegaron a Cove�as desde 1938. Estas edificaciones estar�an destinadas a desaparecer por el deterioro progresivo resultante de la invasi�n del comej�n. Es probable que la labor de refacci�n no hubiera sido muy exhaustiva o que el comej�n fuera muy h�bil o �vido por el pino canadiense porque, pocos tiempo despu�s de los arreglos, la destrucci�n producida por el comej�n volvi� a las andadas y de all� en adelante se debi� tomar la decisi�n de demoler y vender las casas en vez de volver a repararlas o de hacerles mantenimiento.

�La compa��a no quiso saber mas de las casas de madera, as� que decidi� demolerlas o venderlas. El doctor Alfredo Izquierdo compr� una de esas casas. �l no trabajaba con la Sagoc sino con DOIMA, - donde era m�dico del ferrocarril de Girardot entre Esperanza y Hospicio -, pero iba de visita a mi casa en Cove�as y siempre se mostraba fascinado por ellas; cuando se enter� que se estaban vendiendo, compr� una por $500 y se la llev� desbaratada para Cali�.

Unas pocas de esas casas de madera sobrevivieron hasta fines de los a�os 50. Al fin de cuentas, ya se dispon�a de experiencia en la construcci�n de casas en mamposter�a en el campamento, sin que el calor, que tal vez fue la raz�n principal para construirlas de madera, afectara en forma apreciable a sus habitantes.
Figura 123. Casas de madera para los funcionarios directivos con familias. Cove�as 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Cornelissen & Salcedo, empresa que hab�a sido contratada por la Sagoc para la adecuaci�n de las instalaciones habitacionales, industriales y de servicios de Cove�as, deb�a realizar la remodelaci�n de muchas de las estructuras deterioradas como las tres barracas construidas por la Colombia Products Co.; de los talleres abandonados con poco uso y la adecuaci�n de varias otras, como el mismo edificio de Rancho Grande, que deb�a ser habilitado para oficinas. Adem�s y primordialmente, deb�a construir las casas de habitaci�n para los trabajadores (obreros y supervisores u oficinistas). Tales nuevas edificaciones residenciales, que se realizaron en el mismo sitio donde la Colombia Products Co. hab�a planeado construirlas entre 1919 y 1921, fueron dise�adas y construidas por el arquitecto e ingeniero don Federico Blodek Fischer en 1939.

Conviene detenernos en este personaje, cuya formaci�n, experiencia y pensamiento creador hizo que estas obras tuvieran la fortaleza que, en un medio relativamente hostil por los efectos de los elementos naturales, las ha hecho perdurar con elegancia y funcionalidad.

Don Federico Blodek Fischer naci� en Viena (Austria) el 23 de septiembre de 1905; se gradu� como ingeniero en la Universidad T�cnica Superior de Viena en 1932 con Maestr�a en Arquitectura y cinco a�os despu�s recibi� el t�tulo de arquitecto civil. De manera que su desarrollo acad�mico lo realiz� en per�odo previo a la Segunda Guerra Mundial. Durante su relativamente breve permanencia en Europa despu�s de graduarse, realiz� trabajos en su patria con la tutela de eminentes personajes de la arquitectura e ingenier�a austriaca como Erwin B�ck, Paul Gutfreund y Hermann Neumann. En Europa y Asia trabaj� con el arque�logo y dise�ador Max Theuer en los planos del palacio de la embajada de la India en Estambul y en otros desarrollos arquitect�nicos en Budapest y Yugoslavia. Simult�neamente fue cultivando otra de sus habilidades, la actividad como  decorador, que le seguir�a toda la vida como uno de sus rasgos distintivos.
Figura 124. Ingeniero-Arquitecto Federico Blodek Fischer. Dise�ador y constructor de las casas de Cove�as en 1939
Fotograf�a por cortes�a de Carlos Blodek, tomada de: �Federico Blodek � Arquitectura y Construcciones�
Fue el urbanista austriaco Karl Brunner, que trabajaba desde 1932 en Bogot� donde hab�a sido director de planeaci�n, quien aconsej� a don Federico Blodek que viniera a Colombia. As�, en los avatares previos a la Segunda Guerra, don Federico Blodek lleg� a Barranquilla en 1939 donde se incorpor� a la empresa Cornelissen & Salzedo permaneciendo en ella por siete a�os como ingeniero constructor y jefe de arquitectos. Durante ese per�odo realiz� importantes obras en Barranquilla, Cartagena y, obviamente, las viviendas de la Sagoc en Cove�as en 1939. Para 1945 don Federico Blodek se traslad� a vivir y trabajar en Medell�n donde su esp�ritu creador contribuy� enormemente al urbanismo de la ciudad con destacadas obras que se describen en detalle en el libro �Federico Blodek � Arquitectura y Construcciones�, editado en 1991 por sus hijos Carlos Enrique y Jorge Germ�n Blodek Tuechler.

Federico Blodek fue, en palabras de Margaritain�s Restrepo Santa Mar�a:
�Sereno, estricto. Transparente. Alejado del ruido. Arquitecto de pocas palabras. Pero defensor de la palabra empe�ada. Persigue primero los resultados, que el brillo equ�voco del af�n de originalidad. Se adapta a las necesidades de la �poca, del lugar, de la gente que busca su trabajo. El dise�o macro de una estructura o de una l�mpara de mesa, los sabe y los quiere manejar. Es amigo de tener bajo su control los m�s peque�os detalles. Es su concepto del oficio de arquitecto integral.�

Tal es la semblanza de este destacado personaje vien�s que trajera a nuestra patria un acervo de modernos conocimientos de la cimentada cultura europea y un esp�ritu creador que plasm� en sus obras, como huella imperecedera, sin af�n de figuraci�n, como un precioso legado para la posteridad.

Las diecis�is �caba�as para capataces� fueron construidas por Cornelissen & Salzedo en la parte norte del campamento de obreros y al frente de la playa; originalmente se hicieron con una estructura y disposici�n solo para el uso b�sico de los moradores, que deb�an ser los capataces, pero que finalmente fueron ocupadas por los empleados colombianos (funcionarios de oficinas y bodegas) ya que en realidad hab�a pocos capataces y los existentes viv�an en las poblaciones cercanas.
Figura 125. Vista general (Norte) de las caba�as para capataces, que ocuparon trabajadores de oficina y administraci�n. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
La descripci�n de tales caba�as, de cuyos pormenores en cuanto a dimensi�n comparativa de espacios daremos cuenta adelante, se encuentra detallada en el informe de la empresa contratista, Anexo O.

Las caba�as estaban emplazadas sobre una superficie de concreto, elevadas unos 60 a 70 cent�metros del suelo; con una terraza (llamada porche delantero), �rea espaciosa y muy agradable a la que se ingresaba por una escalinata de tres esca�os; una sala-comedor, una habitaci�n o dormitorio, un vest�bulo interior que conduc�a de la sala-comedor a la cocina y un ba�o. No dispon�an de zona de lavadero. Debido a que estaban construidas con amplio espacio entre ellas, las zonas aleda�as fueron r�pidamente cercadas por sus moradores en una cl�sica acci�n de delimitaci�n territorial, estableciendo amplios patios donde muchos de sus moradores sembraron �rboles de mango, guayaba, an�n, naranja, limoneros, guan�banos, plant�os de yuca, de pl�tano, huertas con eras para cultivar verduras, gallineros y hasta criaderos de zainos, entre otros. Eran unas fincas en peque�o. Con los a�os, visto el crecimiento poblacional y las necesidades de mayor comodidad de las familias que las habitaban, fueron ampliadas progresivamente agreg�ndoles una o dos habitaciones y ba�os, �rea de lavado de ropas e incluso en una de ellas (la que habit� Marco Hawkins y despu�s Julio Robinson), se realiz� la ampliaci�n y cerramiento del porche con grandes ventanales de anjeo que le dieron un espacio �til adicional.
Figura 126. Vista posterior (Sur) de las caba�as para capataces. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Un and�n delantero, convenientemente dispuesto para dejar un �rea destinada al jard�n comunicaba cada una de las filas de casas. Los jardines marcaban la personalidad de los moradores. Crotos, veraneras, margaritas, cortejos blancos y lilas, y otras diversas plantas ornamentales cund�an por doquier y daban vida y color a la barriada. Mientras unos jardines eran elaboradas obras de arte por la profusi�n, disposici�n y cuidado de las plantas, otros ten�an solo l�nguidos y descuidados arbustos.

Las cocinas de las �caba�as para capataces� ten�an un dise�o primario pero eficiente. En el espacio cuadrado de 3 x 3 metros, muy bien ventilado por dos ventanas en las paredes exteriores, se encontraban: un �rea de lavado y manejo de alimentos contigua a la estufa de carb�n de tres quemadores. El dise�o consisti� en una plataforma superior de ladrillos cubierta con azulejos blancos; en la parte superior de la plataforma, tres aberturas cuadradas cubiertas con tres parrillas de hierro, constitu�an los quemadores que se alimentaban desde la parte inferior con carb�n que se introduc�a desde el frente por tres aberturas correspondientes con los quemadores. La chimenea situada sobre el conjunto, prove�a de un sistema de escape del humo generado durante las tareas de cocina. A�os mas tarde, por la �poca de los a�os 60, las casas fueron dotadas con nuevas estufas importadas a �gas� (Keros�n), tambi�n con tres quemadores, asunto que mejor� la forma de cocci�n y evit� la emisi�n de humo de las estufas de carb�n.

Los tejados de todas las nuevas casas fueron hechos con peque�as tejas de cemento (con dimensi�n de aproximada de 30 x 45 cm), con superficie exterior lisa, de color rojo e inferior rugosa, que fueron elaboradas en m�quinas individuales y con moldes de dise�o especial que permit�a que �encajaran� unas debajo de las otras, no requer�an de soporte ni fijaci�n alguna y resist�an adecuadamente los embates de la lluvia y del viento fuerte. Sin embargo, en su informe de 1939 la empresa contratista describe tambi�n varias reparaciones de tejados para reemplazar los destruidos por una tormenta del 24 de julio del mismo a�o, en las reci�n construidas casas. Es la primera noticia documentada de un suceso de tal naturaleza y magnitud en Cove�as. Hecho similar se repetir�a casi tres d�cadas despu�s cuando en 1967 una especie de silencioso tornado precedido por una leve llovizna, sin otros signos premonitorios, llegar�a de noche y levantar�a �ntegramente el techo (para entonces de Eternit) de la �ltima de las casas de la orilla de la playa, llev�ndose las tejas y las inmensas vigas de madera de diez o mas metros de largo a grandes distancias, dejando intacto y en su sitio el cielo raso. Una parte de una de las l�minas fue encontrada en la copa de una alta ceiba a doscientos metros de distancia; una de las largas vigas qued� clavada verticalmente en el patio de la casa trasera, entonces habitada por la enfermera Argemira Pic�n, abriendo un hueco de un metro de profundidad. Ninguna otra casa o edificaci�n en Cove�as sufri� los embates del selectivo tornado; los vecinos, que no hab�an notado nada anormal durante la noche no sal�an de su asombro ante la visi�n de la casa sin techo. Entre la incredulidad y la sospecha de que �algo raro�, como por ejemplo que se hubieran robado el tejado, pudiera haber ocurrido, el se�or Jos� Nieto, para entonces Jefe del Campo, asisti� a la escena y tomo nota y las correspondientes fotograf�as para explicar los costos de reparaci�n que se vendr�an.

Las casas para los obreros fueron construidas en el campamento, sobre la misma plantilla topogr�fica existente en los planos de la Colombia Products Co., pero en menor n�mero que las previstas por la desaparecida empresa. Primero se construyeron cuatro y mas adelante doce casas m�ltiples, para un total de diecis�is, cada una para cuatro familias.
Figura 127. Casas de los obreros en el campamento de Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Figura 128. Edificaci�n de �tipo viejo� para cocinas, ba�os y sanitarios de las casas de los obreros, adaptados de los ba�os de las barracas de los obreros construidas en 1919 por la Colombia Products Co. Cove�as, 1939
Figura 129. Edificaci�n de �tipo nuevo� para cocinas, ba�os y sanitarios de las casas de los obreros en el campamento de Cove�as, 1939
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
El informe de Cornelissen y Salzedo se�ala que el �edificio existente� fue reconstruido; tal hecho se refiere a que se utilizaron las barracas edificadas por la Colombia Products Co., como parte de la construcci�n de las nuevas casas para los obreros; de hecho, la localizaci�n general de las casas del campamento de los obreros conserv� la misma estructura que ten�an las antiguas, y las barracas fueron reacondicionadas como las primeras viviendas m�ltiples para los obreros. Las �reas de cocina y ba�os estar�an situadas en la parte exterior de las �reas destinadas para dormitorios, sala y comedor de los obreros.
Figura 130. Casas de la Sagoc y barracas de la Colombia Products Co. Cove�as, 1939
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
La edificaci�n del extremo derecho corresponde a la primera barraca (de una fila de tres) de las construidas por la Colombia Products Co. en 1919. Las edificaciones de menor altura entre las viviendas de la derecha son los ba�os y cocinas. Obs�rvese la diferencia entre esas edificaciones y la del extremo izquierdo, que es el nuevo tipo de construcciones destinada para ba�os y cocinas de las nuevas viviendas. Las dem�s casas, a�n cuando tienen estructura similar, fueron construidas por la Sagoc en 1939.

Todas las casas del campamento de obreros fueron construidas con la curiosa concepci�n de situar el ba�o y la cocina fuera de las dem�s �reas, como si esos fueran lugares indeseados o antihigi�nicos que debieran estar apartados. Se observar�n, como detalles un tanto discriminadores, que no fue as� la concepci�n de las �caba�as� para capataces donde los ba�os y cocinas estaban incorporados interiormente, o el hecho que, mientras los ba�os y cocinas de dichas caba�as ten�an  paredes recubiertas de azulejo, las casas de los obreros carec�an de ellos. All� se reflejaba la inutilidad de realizar ahorros que finalmente se convertir�an en mayores costos cuando se hicieron acabados de inferior calidad que se sab�a durar�an menos que los de primera; es claro que los azulejos en los ba�os y cocinas, adem�s de proveerlos de una superficie mas agradable, vistosa y aseada, le dar�an mayor durabilidad a los muros; mientras las paredes de los ba�os y cocinas de las casas de los obreros deb�an ser repintados por lo menos cada a�o para mantenerlos sin el verd�n y sin las manchas grises veteadas y averaguadas que da la humedad, los de las caba�as no requer�an de mantenimiento diferente al diario u ocasional aseo casero.

Las caba�as para capataces ten�an rejas en las ventanas. La empresa contratista las describe como �ventanas protegidas por rejas de hierro de tipo colonial espa�ol�. No eran tal: ni coloniales ni espa�olas. Eran rejas planas de hierro, con varillas de perfil cuadrado. Una de ellas, la de la fachada, estaba coronada con un discreto adorno a modo de vueltecillas en �S�, sin detalles tales que hicieran sospechar algo espa�ol y menos colonial. Eran evidentemente fuertes y estaban s�lidamente ancladas a los muros; se les manten�a con frecuentes manos de pintura plateada, llamada contra�xido. Pero nada de hierro puede resistir el embate del salitre, as� que era dram�tico ver como cada d�a iban brotando burbujas debajo de la pintura de las varillas plateadas, que pronto descascaraban y mostraban la oxidada superficie del metal; de ah� en adelante el perenne salitre continuaba su loca carrera de destrucci�n sobre la reja que se ca�a a pedazos sin compasi�n.

Las rejas duraron a�os, pero las que se destruyeron, que fue ya en el ocaso de la Sagoc, no fueron reemplazadas y en las casas existentes solamente podr�n existir, a lo sumo, las situadas en el costado Sur, donde est�n m�s protegidas del salitre.

Sin embargo, las ventanas de las casas de los obreros no dispon�an de la misma protecci�n que, incidentalmente, era innecesaria para la �poca porque, excepto por los v�ndalos que aprovechando la soledad de Rancho Grande trataron infructuosamente de destruirlo, en Cove�as no hab�a ladrones.
Figura 131. Casa de �capataces�, para destacar las ventanas protegidas por rejas de hierro, planas, simples, con varillas de perfil cuadrado soldadas entre s�. Cove�as, 1939
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
La amplitud y disposici�n de los espacios de las edificaciones es otro indicio de la diferencia que se establec�a entre quienes iban a habitarlas, como se muestra en el siguiente cuadro comparativo de las dimensiones y caracter�sticas de las casas de habitaci�n destinadas a los obreros, los capataces y los empleados de mayor rango:
Cuadro 2. Composici�n y dimensiones de las �reas en las viviendas de los trabajadores.*
DETALLE
CASAS DE OBREROS CABA�AS DE CAPATACES CASAS DE EMPLEADOS
Porche delantero
Porche trasero
Porche de los sirvientes
Sala y comedor
Cuarto de habitaci�n
Cuarto de ba�o
Cocina
Despensa
Vest�bulo
Closet
Cuarto de los sirvientes
Ba�o de los sirvientes
Paredes del ba�o
Paredes de la cocina
Ventanas
Piso
Patio
Tipo
Posible ampliaci�n
2.50 x 3.75
No
No
3.44 x 3.50
3.44 x 3.50
1.50 x 2.00
2.00 x 2.00
No
No
No
No
No
Estucadas
Estucadas
Exiguas, sin rejas
Cemento pulido
Inexistente
Multifamiliar
No
2.20 x 4.00
No
No
4.00 x 4.00
4.00 x 4.00
1.80 x 3.00
3.00 x 3.00
No
1.00 x 4.00
0.65 x 1.60
No
No
Azulejo
Azulejo
Grandes, con rejas
Azulejo
Inmenso
Familiar individual
Si
2.50 x 7.00
2.30 X 7.00
1.00 X 2.35
4.50 X 7.00
(2) 3.65 x 4.00
1.80 X 2.87
2.80 x 2.95
1.00 X 2.00
1.00 X 7.00
(2) 0.85 X 1.00
2.80 X 2.95
1.00 X 1.80
Azulejo
Azulejo
Grandes, con rejas
Azulejo
Grande
Familiar individual
Si
* Detalles de composici�n y dimensiones tomados de los informes de la empresa Cornelissen & Salzedo, Anexo O.
Para efectos pr�cticos esas distinciones y detalles �estad�sticos� que solo ahora afloran a nuestros recuerdos, eran intrascendentes y no afectaban en forma alguna la vida familiar de unos y otros habitantes de las �caba�as� ni de las �casas de obreros�; Era claro tambi�n que tales aspectos de las formas f�sicas de vivir no quitaban el sue�o ni a los obreros, ni a los empleados administrativos, ni a los directivos, ni a sus familias; aunque si era evidente la existencia de una distancia mas bien artificial o abstracta, provocada por la misma diferenciaci�n de clases entre aquellos que hab�an tenido alguna preparaci�n acad�mica y los que no la ten�an. Y tambi�n por las mismas posiciones ocupadas dentro de la compa��a.

Mas probablemente las sutiles diferencias existentes entre los grupos de poblaci�n se refer�an a las maneras de ver la vida, de emprender la construcci�n del futuro y de contribuir positivamente al desarrollo de la misma comunidad y de la familia en particular, con la educaci�n de los hijos y su orientaci�n hacia la b�squeda de un futuro mas promisorio, tarea que, con el transcurrir de los a�os y por los resultados en la preparaci�n y desarrollo de las nuevas generaciones, se vio que fue pr�cticamente tan productiva entre los empleados administrativos como entre los obreros del campamento. Al fin de cuentas, todos eran afortunados de tener la oportunidad de trabajar en la Sagoc y de vivir en mejores condiciones que la mayor parte de la gente de la regi�n, con vivienda gratis, agua, luz, transporte, servicios de salud, educaci�n y todos los dem�s artilugios y beneficios que una empresa petrolera pod�a dar a sus trabajadores y familias.

Especialmente en los primeros a�os de instalaci�n de la Sagoc, se supon�a o esperaba que los trabajadores vivieran solos o que fueran solteros (c�lculo errado), por lo que se construy�, al comienzo de la fila central de casas del campamento de obreros, la edificaci�n destinada a ser la cocina y comedor com�n para los obreros, que fue dotada con diez mesas y veinte bancos. De hecho, vivir�an en Cove�as muchos trabajadores solteros o sin su familia que requer�an de esos servicios y all� se les preparaba la alimentaci�n que les suministraba gratuitamente la empresa. Con el paso de los a�os una vez asentada la poblaci�n de trabajadores y sus familias, ampliadas las casas para dar albergue a la creciente poblaci�n, la cocina�comedor fue perdiendo su asidua y numerosa clientela; una parte de ella se destin� para el expendio de v�veres que fue llamado �El Mercadito�, y la otra parte, la �abierta hacia el exterior�, continu� sirviendo de comedor a algunos de los trabajadores solteros. La edificaci�n ten�a paredes exteriores a media altura (alrededor de 1.50 metros) y solo la secci�n de dep�sito de alimentos fue cerrada con malla met�lica y de anjeo.
Figura 132. En el campamento de obreros estaba la cocina-comedor, que despu�s ser�a El Mercadito. Vista Sur. Cove�as, alrededor de 1958
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Las diez mesas con que fue dotada la cocina-comedor, construidas por Cornelissen & Salzedo en 1939, debieron pasar a la historia r�pidamente porque para los a�os 60 ya se hab�an instalado en El Mercadito unas mesas con superficie de hierro soportada en patas en forma de X en perfiles angulares del mismo material y con sillas individuales flotantes cuyo sitio de asiento era circular y estaba unido a la mesa por debajo con otro �ngulo de hierro. Todo el conjunto unido con soldadura el�ctrica, sin un solo tornillo. Mesa y asientos que formaban un solo cuerpo y que eran pesad�simas, indestructibles y pr�cticamente inmortales, como tambi�n eran invariables los golpes que los comensales de turno recib�an en las espinillas si a su ingreso a horcajadas sobre el asiento no ten�an la precauci�n de evadir los filosos bordes de los �ngulos de hierro. Tales mesas, por su material, tipo de construcci�n, tama�o y peso deben andar por all�, no muy lejos; yo mismo he tenido la oportunidad de ver una de ellas en Tol�, intacta, perfecta, inmortal.

En el barrio de arriba, al Este de las viejas casas de madera, en 1939 se construyeron las siete casas de La Herradura, en formaci�n semicircular, destinadas para vivienda de los empleados de mayor rango, trabajadores colombianos y extranjeros que ten�an cargos de direcci�n: ingenieros, m�dicos, odont�logos, capit�n de puerto y visitantes. Fueron provistas de mejores prestaciones estructurales, entre las que se destacan la existencia de dos dormitorios, cuarto y ba�o de servicio, porche delantero y porche para �los sirvientes�, ampl�sima sala-comedor, despensa, dos closet, (estos de mayor dimensi�n), y lo que es mas notable, una estructura arquitect�nica mas imaginativa y elaborada que daba a las viviendas y al conjunto habitacional un aire de distinci�n y modernidad con el agregado de su disposici�n semicircular con v�as vehicular y peatonal adornadas con postes de faroles y bordeadas con abetos y mangos.
Figura 133. Casa de empleados en La Herradura, con arquitectura mas elaborada y atractiva. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel Keeler
En las casas de La Herradura vivieron, entre otros: Arthur Larsen, en la casa n�mero 1; Richard Ramsoy y familia en la casa n�mero 3; Carlos Giraldo, que administraba las tierras de la Sagoc; una de las casas estaba destinada para el descanso de los pilotos (antes de la construcci�n del nuevo Club); otra, la casa n�mero siete, para el m�dico y su familia, otra para el Capit�n de puerto. Las  dem�s eran utilizadas ocasionalmente por visitantes.

Antes de que en 1942 se construyeran otras nuevas casas de much�simas mejores caracter�sticas para el staff de ingenieros jefes de la empresa, el barrio de �La Herradura� era el mas atractivo y de mayor categor�a o estrato en Cove�as.

�Mi hermana Roquita (Roquelina) y yo nos met�amos a la casa de Carlos Giraldo en las casas de la Herradura para comernos la gelatina que hac�an y que estaba en la nevera de la casa, fue la primera vez que conocimos la gelatina�.
Figura 134. Conjunto de siete casas de empleados en La Herradura, dispuestas en forma semicircular con espacio central a modo de parque donde se sembraron acacias y se instalaron faroles. Cove�as 1939
Foto por cortes�a de Muriel Keeler
Por la necesidad de albergar mas c�modamente a sus funcionaros directivos y a sus trabajadores y ante el embate del comej�n que hab�a reiniciado su labor destructora de las casas de madera, la Sagoc construy� en el barrio de arriba otras ocho nuevas casas frente a las viejas casas de madera.

�En la calle, frente a las casas de madera hay ocho casas que la Sagoc construy� en 1942. En la fila estaban intercaladas cuatro casas sencillas y cuatro dobles. Las dobles, o principales, estaban destinadas a los trabajadores que viv�an con sus familias y las sencillas a otros trabajadores solteros; una era la casa de hu�spedes y otra serv�a como sede del club y sitio de proyecci�n de pel�culas�.
Figura 135. Conjunto de nuevas casas de mamposter�a del barrio de �arriba�, construidas en 1942. Cove�as, alrededor de 1950
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Las palmeras que presiden la fila de las nuevas casas probablemente fueron importadas o llevadas a Cove�as desde otro sitio del pa�s ya que no existen de ese tipo, o son muy escasas en la costa atl�ntica colombiana. Est�n conformadas por su parte inferior de textura lisa con anillos de color blanco gris�ceo que se interrumpen abruptamente para dar lugar a la parte superior del tallo, tambi�n lisa y de color verde intenso; producen racimos de peque�os corozos amarillentos no comestibles y, con los a�os adquirieron una altura descomunal ofreciendo una bella decoraci�n natural al lugar.

Las nuevas casas de un piso, dise�adas con un concepto a�n mas elaborado que las de La Herradura, separadas entre s� por amplios espacios de verde prado y con patios sin l�mite ni demarcaci�n, ten�an una gran amplitud en todas sus �reas y, para comodidad de sus moradores fueron acondicionadas con la mejor dotaci�n de equipos y elementos existentes en la �poca: primero ventiladores de techo Westinghouse y luego acondicionadores de aire, estufas el�ctricas, neveras, congeladores, calentadores de agua, m�quinas lavaplatos, lavadoras, tel�fono, antenas exteriores para recepci�n de radio  (no hab�a televisi�n), muebles de sala de fino mimbre, de comedor y de alcoba, incluso vajillas, cubiertos y toda la lencer�a requerida para camas, cocina y comedor; finamente encortinadas, solo requer�an de la llegada de sus hu�spedes apenas con los ba�les de ropa. All� vivieron los ingenieros y t�cnicos norteamericanos y colombianos, entre otros, Mr. Dick D. McCosham y familia, Mr. Irvin Charles Keeler y familia, Jos� Gabriel Nieto con su esposa Cecilia e hijas, Frank y Violeta Arbouin con su madre, don Enrique G�mez y su esposa Ofelia. Una de las casas estaba destinada a los hu�spedes que visitaban Cove�as y otra a servir como club y cine para directivos antes de la construcci�n del nuevo casino en 1964-65.

La Sagoc importaba diversos art�culos que llegaban a Cove�as en grandes ba�les de fabricaci�n norteamericana; eran estructuras de fina madera aseguradas las uniones con tiras de cuero o de otro material sint�tico, con fuertes herrajes en las esquinas y bordes, que le daban un toque de elegancia y un aspecto recio, rematados con fuertes cerraduras. En ellos tambi�n tra�an sus enseres personales los funcionarios norteamericanos que llegaban a trabajar con la Sagoc.

En los s�tanos de Rancho Grande permanecieron inc�lumes muchos de esos ba�les durante la �poca de la Sagoc. Algunos de ellos fueron regalados por la empresa y a�n existen en poder de los cuidadosos propietarios.
Figura 136. Ba�les norteamericanos donde tra�an la ropa y enseres los funcionarios de la Sagoc.  Bogot�, 2003
Foto del autor
A fines de la d�cada de 1950 se construyeron otras edificaciones residenciales para los trabajadores; primero, al Ofriente del campamento se hicieron alrededor de cinco casitas de una sola habitaci�n, con una peque�a sala y ba�o (tal vez con una cocina), que se destinaron para vivienda de algunos de los trabajadores solteros, por esa destinaci�n, esta fila de casas fue llamada desde entonces: �Macho Solo�. Poco tiempo despu�s, inmediatamente por la parte posterior y norte de Macho Solo, se construyeron otras dos filas de casas de dos habitaciones, sala-comedor y amplios patios, que fueron habitadas por los obreros de mayor rango que los habitantes del campamento (operadores de lanchas, de maquinaria pesada, buzos, etc.). 

MISTERIOSO B�LIDO EN LA NOCHE.

El loco Sebas, porque todo pueblo que se respete debe tener por lo menos un loco, probablemente hab�a llegado de Tol� y merodeaba por las casas de Cove�as pidiendo comida. Llegaba muy sucio y con la ropa hecha jirones, por lo que Washinton Romero le hac�a quitar los andrajos, lo ba�aba con manguera en el and�n frente a las casas de la playa y le daba ropa limpia. Su predilecci�n, entre sus inofensivas actividades de orate, era la Luna. Por ello, durante las noches de luna llena, Sebas se acostaba en el and�n y le cantaba a la Luna:

- �Luna, lunita, no te vayas a caer....�
- �La Luna se va a desgajar�.


Aunque era claramente inofensivo todos los ni�os le ten�amos miedo al loco Sebas, pero desde la terraza, con la puerta abierta para entrarnos r�pidamente - por si acaso -, lo observ�bamos furtivamente y o�amos sus cantos nocturnos que, en sus desvar�os, seguramente sab�a o present�a lo que pronto ocurrir�a.

Debi� ser en una noche de 1958, con un mar tranquilo y cielo ligeramente brumoso pero sin nubes cuando ocurri� un inquietante suceso. Eran las siete de la noche y como siempre, a esa hora nos dispon�amos a cenar. En el ampl�simo patio lateral de la casa, un cocotero solitario mec�a lentamente sus palmas con la suave brisa nocturna. Al sentarnos a la mesa escuchamos un extra�o y profundo ruido de tonalidad baja pero de gran intensidad e intermitente que proven�a del exterior, raz�n por la cual salimos r�pidamente por la puerta de la cocina hacia el patio lateral. Ruidos de esa naturaleza o caracter�stica nunca los hab�amos o�do. En Cove�as solo se escuchaban ruidos de gran intensidad provenientes de los buques que sonaban sus pitos o sirenas (de tono bajo y alto volumen), con diversos c�digos preestablecidos para iniciar o detener el bombeo, solicitar visita del m�dico o del capit�n de puerto, etc, pero este no era de esos ruidos, como tampoco era el sonido de la sirena de tono agudo que llamaba a entrar o salir del trabajo.

El origen del ruido llenaba todo el espacio a nuestro alrededor y era dif�cil de localizar el sitio exacto de su procedencia. Por los alrededores no se observaba artefacto o m�quina alguna que pudiera producir semejante fragor, por lo que dirigimos la mirada hacia el cielo. En la direcci�n de las palmas del cocotero vimos, en la profundidad y lejan�a del cielo, un objeto rectangular semejante a un bloque de hielo de gran tama�o cuyos contornos eran muy difusos pero, entre la aparente bruma, se pod�a delimitar la figura rectangular del objeto de color tambi�n blanco como el hielo. Parec�a latir de manera acompasada con el ruido, cuyo volumen o intensidad comenz� a aumentar notoriamente. De manera casi simult�nea vimos, girando alrededor de la Luna y muy cerca de ella, lo que pensamos era una estrella, de color amarillo y tan lejana en el firmamento como el sat�lite natural. La reci�n observada "estrella" s�bitamente dej� de girar alrededor de la Luna, se desprendi� de ella y comenz� a moverse de manera vertiginosa hacia nosotros, hacia la tierra; su tama�o y la intensidad de su luz amarilla de gran brillo, aumentaban de forma fulgurante. Permanecimos unos minutos observando el curso de la �estrella� mientras el ruido, procedente del objeto rectangular, continuaba aumentando. El b�lido lleg� s�bitamente a nuestra vista con incre�ble velocidad y, al aproximarse a la Tierra y hacia el objeto rectangular flotante, sigui� una trayectoria curva, como si hubiera sido desviado s�bitamente, pasando sobre el mar, a lo que creemos fueron unos 200 metros frente a nosotros y a una altura de 30 a 40 metros y, lo mas extraordinario, produciendo una luminosidad tan intensa que la noche se hizo d�a. La claridad fue tan intensa como impresionante y aterradora en medio de la noche. El objeto luminoso pas� sin producir ruido de ninguna naturaleza, no produjo vientos ni cambios en la temperatura del ambiente que fueran perceptibles por los m�ltiples testigos presentes.

Para el momento ya varias familias hab�an salido de sus casas y se hab�an congregado en la acera para ver que suced�a, por lo que al llegar el meteoro y producirse la gran iluminaci�n, la conmoci�n fue total. Los mayores murmuraban oraciones o invocaciones a Dios y a los mas peque�os nos dieron agua para "pasar el susto" mientras el b�lido se perdi� en el horizonte del mar en direcci�n Noroeste a gran velocidad. El objeto rectangular puls�til y ruidoso que primero llam� nuestra atenci�n, permaneci� all� mismo despu�s del paso del b�lido, pero su sonido y la misma imagen de �bloque de hielo� se fueron apagando progresivamente hasta desaparecer simult�neamente alrededor de una hora despu�s. Por d�as enteros escuchamos la radio, revisamos los peri�dicos (que llegaban con ligero retraso tra�dos por el avi�n desde Barranquilla) buscando alg�n relato o informe del suceso pero nunca encontramos la mas m�nima alusi�n a la aparici�n del b�lido que en esa noche oscura nos caus� tanto temor y alarma.

Todo pareci� indicar entonces que el loco Sebas algo ten�a de raz�n cuando cantaba:

- �Luna, lunita, no te vayas a caer....�
- �La Luna se va a desgajar�.


Con respecto al b�lido, Pacho Arbouin tiene su propia versi�n:
�El �meteorito� que fue visto en Cove�as era un sat�lite que se les volvi� loco a los gringos, se descontrol� y pas� sobre Cove�as. Parece que cay� en Venezuela�.

UN PERSONAJE VESTIDO DE LYCRA

Con nuestros amigos de escuela por las noches cont�bamos cuentos del t�o conejo, del t�o tigre, la t�a tortuga, el t�o armadillo y no se de cuantos otros �t�os� del monte que, cuando no exist�a la televisi�n, y la radio solo era una caja de ruidos casi ininteligibles, nos deleitaban y eran exquisitos acicates para nuestra imaginaci�n infantil. Algunos de los cuenteros, los mas grandecitos, relataban historias de miedo, donde actuaban La Patasola, La Llorona, El Hombre sin cabeza del Cerrito de Piedra, la Madremonte, el Mohan y sabr� Dios cuantos otros personajes que nos pon�an los pelos de punta y nos obligaban a juntarnos mas en el c�rculo que hab�amos hecho para o�r y contar los cuentos y a correr apresurados a acostarnos una vez terminada la sesi�n, no sin antes haber revisado debajo de la cama por si alguno de los personajes estuviera por all�.

Ya mas grandecitos, vencidos los temores de los cuentos infantiles, con nuestros hermanos y amigos pod�amos aventurarnos sin recelos, con una linternita de una sola pila, entre los mas extra�os y oscuros laberintos de Rancho Grande, recodos que muchos de los adultos ni siquiera pensaron conocer.

Era 1965, siete a�os despu�s del ins�lito suceso del misterioso b�lido en la noche, cuando ya su recuerdo parec�a irse borrando de las mentes de las personas y el loco Sebas se hab�a esfumado, acostumbraba recorrer los m�s rec�nditos lugares de Cove�as en mi flamante bicicleta roja brillante, marca Monark, entre otras cosas en la b�squeda de los mangos verdes que en �poca de cosecha pululaban por millares en todas partes y que com�amos con sal y lim�n.

Una tarde, alrededor de las cinco, cuando ya el sol buscaba su rumbo en el horizonte, regresaba a casa en solitario tras una breve correr�a por el barrio de arriba. Me aproximaba a una breve pendiente de la carretera entre el aeropuerto y las instalaciones de Rancho Grande, lejos de todas las casas; all�, a ambos lados de la v�a crec�a silvestre una plantaci�n de hierbas de finas y tupidas espigas doradas, rezago de los antiguos pastos de Don Juli�n Patr�n, que era podada frecuentemente. Su altura no superaba los veinte o treinta cent�metros; el campo estaba desprovisto de arbustos y solo exist�a un joven �rbol de mango no mayor de cinco metros de altura, con su tronco a�n bastante delgado. Cuando llegu� a la cima de la pendiente vi que, a unos 30 metros de distancia, exactamente frente al tronco del mango se encontraba parado un personaje; era en muchacho, asumo que de no mas de 17 a�os, pero su aspecto era sumamente extra�o: de figura delgada y estilizada, su tez muy blanca y su cabello muy rubio, casi blanco, como nunca antes lo hubiera visto; de facciones muy finas y cara angelical, estaba vestido con un traje blanco-plateado enterizo, una especie de trusa, con mangas largas y sin cuello, ce�ido al cuerpo; el traje era ligeramente refulgente y parec�a ser de un material que muchos a�os despu�s conocer�a como Lycra. Desde su sitio el personaje me vio, se percat� de mi llegada y permaneci� inm�vil. No se que raz�n me llev� a detenerme por un momento en la cima de la pendiente desde donde pude observar claramente al joven, rodeado del pasto, frente al mango. Extra�� no solo que alguien estuviera en sitio tan inusual, sino tambi�n su rara apariencia, que no coincid�a con la moda de la �poca ni su aspecto racial correspond�a al de ninguno de mis amigos o conocidos ni al de ninguna persona de Cove�as. Tal vez, pens�, se tratara de alg�n visitante de los norteamericanos. En todo caso, despu�s del breve examen me dispuse a continuar mi camino que, obligatoriamente, pasar�a frente al joven; venciendo mi habitual timidez, pens� que ser�a interesante entablar conversaci�n con �l, preguntarle si requer�a de alguna ayuda o, de alguna forma saber quien era y qu� hac�a por all�. De manera que reanud� lentamente la marcha en la bicicleta y me fui aproximando al sitio, el personaje me miraba y segu�a inm�vil; a medida que me acercaba fui distinguiendo y confirmando, de forma inequ�voca, las caracter�sticas ya descritas. Al llegar frente al sitio donde se encontraba, a unos cinco metros de la carretera, fren� la marcha e hice el habitual movimiento de descenso de la bicicleta, momento en el cual desvi� la mirada del personaje y al instante, cuando volv� a mirar hacia el mango, el joven hab�a desaparecido. Qued� perplejo, mas no asustado, �d�nde se hab�a metido?, no hab�a posibilidad de esconderse detr�s del tronco del mango ya que este era muy delgado; no hab�a podido subir al �rbol con tanta rapidez y el follaje del �rbol ten�a tan pocas hojas que hac�an visible todo lo que en �l se encontraba. No, simplemente desapareci�. De la inicial perplejidad, despu�s de constatar que no estaba, pas� a la consternaci�n y de ella al terror. Un fr�o glacial recorri� mi espalda y deb� experimentar un cambio de color similar al del personaje que se hab�a esfumado. Mont� en la bicicleta y r�pidamente puse llantas en polvorosa hacia la casa. Nunca cont� este suceso a persona alguna y solo a�os despu�s, cuando le� o conoc� experiencias de apariciones, fantasmas, extraterrestres, etc., record� los acontecimientos que aqu� describo, sobre el personaje vestido de Lycra que me asust� despu�s que ya pensaba que no habr�a Patasola ni cuartos oscuros de Rancho Grande capaces de hacerlo.
Figura 137. El autor se encuentra frente al �rbol de mango en el sitio donde fue observado el "personaje vestido de Lycra". Cove�as, agosto de 2004
Foto de Freddy Buitrago
La fotograf�a de la figura  137 indica el sitio donde el autor observ� al personaje �vestido de Lycra�. Para la �poca de la observaci�n no exist�an las construcciones que actualmente ha realizado la Armada nacional y la calle, ahora en cemento, solo era petrolizada. El �rbol de mango de la fotograf�a se encuentra exactamente en el sitio de la observaci�n aunque probablemente no se trate del mismo �rbol que, para la fecha (2004) deber�a tener dimensiones mucho mayores. 

4.4.3 EL COMISARIATO

El comisariato de la Colombia Products Co. estaba situado cerca de la Casa Grande de Madre de Dios. All� funcionaba el expendio de mercader�as de uso diario de los obreros y empleados de esa empresa durante la construcci�n de las instalaciones del complejo industrial entre 1919 y 1923 y continu� funcionando, en menor escala durante varios de los a�os posteriores, para surtir a los funcionarios que permanecieron al cuidado de las instalaciones. Era all� tambi�n donde se pagaba el salario a los trabajadores. Durante las primeras actividades de producci�n de la Colombia Products Co., despu�s de constatar la inviabilidad del procesamiento de carne de ganado vacuno, se realiz� el sacrificio de cerdos para la venta local de los productos y la manteca se almacen� en el comisariato con miras a venderla en latas en el mercado nacional. Las limitaciones inherentes al transporte y el escaso mercadeo aplicado a dicho producto hizo necesario que finalmente esa manteca debiera ser regalada a los pobladores de la regi�n.
Figura 138. Oficina postal y comisariato. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
La Sagoc utiliz� la edificaci�n del antiguo comisariato durante los primeros a�os, pero su localizaci�n alejada de las �reas residenciales y laborales y la identificaci�n del nuevo deterioro que el edificio estaba sufriendo por invasi�n del comej�n, asunto que adem�s conspiraba contra las condiciones de aseo requeridas para el almacenamiento y expendio de los alimentos, determinaron que deb�a adecuarse un nuevo sitio para el comisariato. As� que el viejo comisariato de madera fue desocupado, permaneci� vac�o y deshabitado hasta cuando, por los a�os setenta, alg�n alma caritativa demoli� la vieja estructura ya casi en ruinas, carcomida por el comej�n y a punto de desaparecer perdida entre la alta maleza que le circundaba.

El nuevo Comisariato de la Sagoc fue instalado en 1960 en el sitio en donde originalmente estuvo la planta de energ�a de la Colombia Products Co., edificaci�n que fue remodelada para el efecto.
Figura 139. Inauguraci�n del Comisariato de la  Sagoc. Cove�as, 1960
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
En la figura 139 se encuentran: a la izquierda y fondo, Washington Romero, administrador. En primer plano, de izquierda a derecha: Violet Arbouin, Sr. y Sra. Brown, Richard (Dick) Ramsoy, Muriel A. Keeler, Irving Charles Keeler y Elsa Bula, esposa de Ramsoy.

Era un espl�ndido "supermercado" que nada tendr�a que envidiar a los de los a�os presentes, donde se expend�an productos de la mayor singularidad: v�veres de la regi�n o tra�dos de Barranquilla por avi�n, carne de la mejor calidad, Jeans Lee, finas camisas y zapatos y, para los estudiantes, estil�grafos Easterbrook, l�pices y borradores Mongol, cuadernos, reglas, compases, tinta Parker, todos importados de los Estados Unidos o tra�dos desde Barranquilla, por avi�n.

�El Comisariato que funcionaba en Cove�as fue primero de la empresa Sagoc, luego fue de la Cooperativa Barco �Cobarco�; su primer administrador, quien trabajaba con �Cobarco� fue mi esposo Washington Romero Paredes.
Figura 140. Inauguraci�n del Comisariato de la  Sagoc. Al centro Arthur Larsen, Superintendente, Sof�a Ram�rez y Antonio Camacho. Cove�as, 1960 Figura 141. Recepci�n luego de la inauguraci�n del Comisariato de la  Sagoc. Cove�as, 1960
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
En la figura 141 aparecen, de izquierda a derecha: Washington Romero, administrador, Carmen Sierra Patr�n, Sra. Brown e hija y Mr. Irving Charles Keeler. El sitio es la Estaci�n de Bombas, donde continu� la recepci�n inaugural del comisariato por coincidir con otra celebraci�n en ese lugar.
Figura 142. Washington Romero, primer administrador del comisariato posa frente a uno de los veh�culos de los distribuidores de mercanc�as. Cove�as, 1960
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
"El Comisariato fue inaugurado en su sede inicial en la edificaci�n que ten�a la Colombia Products para las m�quinas de energ�a el�ctrica, cerca de los talleres de la Sagoc; despu�s de mi esposo, el administrador fue Lizardo Navarro Porras, quien todav�a no trabajaba en la Sagoc; despu�s fue manejado por Genaro Bula quien fue su �ltimo administrador; para esa �poca ya el comisariato lo administraba la Cooperativa Barco, �Cobarco�. Emiro Angarita lo compr� a la �Cobarco� y continu� con el servicio de abastecimiento de v�veres y mercader�as en las mismas instalaciones durante varios a�os hasta cuando una noche el comisariato se quem� con toda la mercanc�as que ten�a dentro, pero afortunadamente Emiro lo ten�a asegurado.

Entonces las instalaciones del Comisariato se pasaron para una de las casas m�ltiples de los obreros el campamento, porque se consider� que era mejor que funcionara all� donde viv�a la mayor parte de los trabajadores y sus familias. Emiro Angarita, hizo mucho dinero con el negocio del Comisariato y, mientras tanto, manten�a su negocio de mercanc�as de contrabando que tra�a de Panam� en una lancha a motor que ten�a y en la cual viajaba all� con frecuencia, pero ya en los �ltimos a�os ese negocio se le complic� porque varias veces le decomisaron las mercanc�as y perdi� mucha plata�.


Las malas lenguas dec�an en Cove�as que el Comisariato hab�a sido quemado o mandado a quemar por su propio due�o para cobrar el seguro por encontrarse en dif�ciles condiciones econ�micas derivadas de sus p�rdidas en el negocio del contrabando, donde le hab�an decomisado una cantidad considerable de electrodom�sticos y le hab�an retenido la lancha en la que viajaba a Panam�. Tales elucubraciones nunca fueron confirmadas y, de hecho, el seguro del comisariato fue pagado.

El incendio del comisariato dio pi� para que la Sagoc revisara las cosas y determinara que el expendio de v�veres estuviera fuera de las instalaciones industriales, asunto cada vez mas necesario habida cuenta del crecimiento de las poblaciones cercanas y la existencia de un permanente flujo de particulares dentro de la empresa para adquirir los productos del comisariato.

El nuevo comisariato, que ya para entonces era un supermercado particular pero que por la costumbre conserv� su nombre, fue instalado en una de las casas m�ltiples del campamento de obreros, ocupando toda la edificaci�n. 

Fue manejado por sus propietarios Emiro Angarita y su esposa Tulia, ambos trabajadores incansables, pero muy ocupados en hacer dinero y en continuar con el negocio del contrabando a pesar de todos los reveses que hab�an sufrido hasta cuando finalmente perdieron la mercanc�a, la lancha y por all� se fue deteriorando tambi�n el mismo supermercado. Emiro, que hab�a sido un buen enfermero emp�rico en el hospital de Cove�as al lado de Braulio, su padre, al acabarse sus negocios se fue a vivir a Sincelejo donde muri� pocos a�os despu�s. 

4.4.4  PRIMERAS ESCUELAS Y LA ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO

La primera escuela instalada en Cove�as data de 1919 cuando la Colombia Products Co., simult�neamente con el inicio de las construcciones del Packing House de Cove�as se construy� una edificaci�n para la escuela cerca del matadero local de reses, al Oriente del actual aeropuerto de Cove�as. En ella trabaj� como maestra de la Colombia Products Co., Roquelina Patr�n G�mez hasta mayo 4 de 1924 cuando ella misma fue nombrada Directora de la Escuela alternada de Cove�as por la Inspecci�n Local de Instrucci�n P�blica, nombramiento mas tarde ratificado por la Inspecci�n Seccional del Departamento de Bol�var.

�Mi mam�, Roquelina Patr�n G�mez fue la primera maestra de Cove�as. Cuando la creaci�n de la Colombia Products Co., fue maestra nombrada por el gobierno; despu�s de ella fue maestra la se�ora Mar�a Herazo y a�os mas tarde Carmen Patr�n Navarro. Ya en la �poca de Sagoc, la primera profesora contratada por esa empresa fue Tulia de Fex�.

Despu�s de Roquelina Patr�n, quien renunci� en 1925 por encontrarse en embarazo, fue nombrada como maestra la se�ora Mar�a Herazo, oriunda de Tol�, quien trabaj� all� durante mas de diez a�os.
Figura 143. De paseo por el aeropuerto de Cove�as aparecen, de izquierda a derecha: Olimpia Merlano, Blanca Herazo, MAR�A HERAZO, segunda maestra de Cove�as; Ana Sierra Patr�n, NN y Blanca Saltar�n Mart�nez, tambi�n maestra. Figura 144. En el corredor occidental de Rancho Grande se encuentran, de izquierda a derecha. Maruja y CARMEN PATR�N NAVARRO, Ana Sierra y NN. Cove�as, alrededor de 1940
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
Alrededor de 1940 la Sagoc destin� una de las casas del campamento de obreros para la escuela, que segu�a siendo p�blica pero apoyada por esa empresa. Fue su maestra Carmen Patr�n Navarro.

�Mi hermana Carmen Patr�n Navarro trabaj� como profesora de la Escuela p�blica de Cove�as antes que la escuela funcionara en Rancho Grande y fuera de la Sagoc. La compa��a le acondicion� una casa del campamento de obreros para que funcionara la escuela y, para que viviera, le dio a Carmen la casa N� 25 frente a la playa, al lado de Alfredo Castro y su esposa Mery; (Alfredo trabajaba en la estaci�n de bombas)�
Figura 145. Ni�os de la escuela p�blica de Cove�as, alrededor de 1940
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
En la figura anterior est�n, entre otros: Margie Castro, de rizos claros, debajo y al frente de ella su hermana Norma, de rizos negros, ambas hijas de Alfredo Castro.

A comienzos de los a�os cuarenta, ante el crecimiento de las necesidades de espacio para albergar un creciente n�mero de escolares y las dificultades de las maestras de la escuela p�blica para obtener la dotaci�n de elementos educativos, la Sagoc decidi� destinar una parte de la edificaci�n de Rancho Grande para instalar la escuela.

La instituci�n creada por la Sagoc para los hijos de los trabajadores y para muchos otros ni�os de la regi�n que no eran hijos de trabajadores fue denominada con el nombre que mas se ajustaba a su localizaci�n:
ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO. Se instal� en el  segundo y tercer pisos del antiguo matadero de Rancho Grande.

Fue entonces cuando la Sagoc construy� la escalera frontal exterior de casi dos metros de ancho que lleva en suave declive desde el primero hasta el tercer piso, con descanso en el segundo nivel, y con barandales de tubos galvanizados en color amarillo; en el segundo piso funcion� la secci�n femenina y en el tercero la secci�n de varones. La escalera de Rancho Grande estaba destinada exclusivamente para el acceso a la Escuela Golfo de Morrosquillo. La compa��a tom� bajo su tutela la escuela para su sostenimiento integral.
Figura 146. Rancho Grande en la d�cada de 1970. Varias de las ventanas del cuarto piso y sus marcos hab�an desaparecido desde antes de los a�os 70 Figura 147. Rancho Grande en la d�cada de 1970. Cove�as
Foto del archivo personal del autor
Foto del autor
La figura 147 es una vista m�s hacia el Occidente que la figura precedente. La Bonga, el �rbol frondoso a la derecha de la edificaci�n era el delgado arbolito que se muestra en la fotograf�a de la figura 36.

El haber asumido la Sagoc el manejo y funcionamiento de la Escuela Golfo de Morrosquillo fue un hecho providencial y decisivo para la regi�n. Adem�s de dotarla de unas espl�ndidas instalaciones en Rancho Grande, la compa��a procedi� a contratar a los maestros, a dotarla de pupitres, escritorios, tableros, los materiales y elementos mas modernos para la ense�anza; anualmente suministraba gratuitamente a todos los ni�os desde los mas elementales l�pices y cuadernos (inicialmente pizarras), hasta los libros de texto siempre nuevos y actualizados cada a�o, compases, reglas, transportadores, sacapuntas, colores, borradores y todo lo imaginable requerido por los escolares, sin ning�n costo para los padres de familia, incluyendo a aquellos que no ten�an relaci�n laboral con la Sagoc.
Figura 148. Violet Arbouin y Carmen Sierra Patr�n frente a la escalera de Rancho Grande Figura 149. Escolares bajan por la escalera de la escuela Golfo de Morrosquillo
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Las inmensas instalaciones de la escuela eran de tal magnitud que, organizados los salones de clase, la mayor parte de los espacios sobraba y a�n permit�an que los escolares retozaran en horas de recreo e hicieran educaci�n f�sica dentro de estas �reas, si bien el esparcimiento del largo recreo vespertino se hac�a fuera de la escuela, en los campos circundantes a Rancho Grande. El horario de la escuela segu�a aproximadamente el ritmo del horario de trabajo, aunque en ella se ingresaba a las 7 de la ma�ana, pero siempre funcion� en dos jornadas con receso al medio d�a.

LOS EDUCADORES.

Por la Escuela Golfo de Morrosquillo transcurrieron varias de las generaciones de ni�os cove�eros que se nutrieron de las ense�anzas y experiencias de los profesores contratados por la Sagoc.
Los maestros de la
ESCUELA P�BLICA DE COVE�AS y despu�s de la Sagoc en la ESCUELA GOLFO DE  MORROSQUILLO fueron entonces, en su orden:

De la ESCUELA P�BLICA:
1. Roquelina Patr�n de Sierra (entre 1919-1926). Cuyas realizaciones fueron expuestas anteriormente.
2. Mar�a Herazo (aproximadamente entre 1926-1938)
3. Carmen Patr�n Navarro (entre 1939- ?). Quien trabaj� despu�s en su natal Tol� como maestra hasta su retiro y falleci� de avanzada edad en Tol� en el a�o 2006.

De la ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO:

TULIA DE DE FEX, quien trabaj� sola y era la esposa de Hector de Fex, que manejaba el personal de la Sagoc, anotando las horas y dem�s detalles del rol diario y mensual.
Figura 150. Durante un d�a de recreo en la playa aparecen, de izquierda a derecha: H�ctor de Fex, TULIA DE FEX (la primera maestra de la escuela Golfo de Morrosquillo), Violeta Arbouin y Rafael Mor�. Cove�as, alrededor de 1948
Figura 151. Rebeca Pelufo Mart�nez, segunda maestra de la Escuela Golfo de Morrosquillo
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
REBECA PELUFO MART�NEZ, fue la segunda maestra de la Sagoc en la Escuela Golfo de Morrosquillo. Mujer de notable belleza y gran carisma quien tambi�n trabaj� sola con pocos alumnos. Viv�a en la casa N� 19 con su madre y hermanos.
Figura 152. Primera comuni�n con profesores; de izquierda a derecha, arriba: el director de la Escuela: Jos� Pedro (Pepe) Yemail Tous, las maestras Blanca Saltar�n Mart�nez, N.N y Dydo Herazo. Cove�as, 1958
Figura 153. Blanca Saltar�n Mart�nez. Cove�as, 1958.
Fotos por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
Los profesores de la escuela Golfo de Morrosquillo eran maestros de excepcionales cualidades acad�micas y personales. Despu�s de Rebeca Pelufo lleg� como director el profesor tolude�o JOS� PEDRO YEMAIL (PEPE); con su llegada la escuela fue dividida en las secciones masculina y femenina. Pepe fue un personaje de fino y agradable trato, siempre atento a los desarrollos de sus alumnos y colaboradores. Estuvo en la direcci�n de la Escuela por pocos a�os y regres� a trabajar como educador en su tierra natal donde muri� siendo bastante joven. Pepe trabaj� con PEDRO ORDOSGOITIA y DYDO HERAZO BAENA; despu�s lleg� BLANCA SALTAR�N MART�NEZ, y luego CARMEN TORRENTE y HERNANDO LANDAZABAL. Tambi�n fue maestro CARLOS TER�N GARC�A, hijo de Pascual Ter�n, trabajador de la Sagoc.

DYDO HERAZO proven�a de familia de educadores (nieta de Mar�a Herazo); su buen genio para con los ni�os y su trato afable y cari�oso fueron cualidades destacadas.

BLANCA SALTAR�N MART�NEZ se caracteriz� por su profesionalismo y habilidad en la ense�anza, su buen humor y trato afable y atento; trabaj� con la Sagoc hasta su jubilaci�n y luego con las hermanas de Santa Rosa de Lima, congregaci�n a la cual se uni� a�os mas tarde y de la cual tambi�n se retir� y vive actualmente en su natal San Juan Nepomuceno, departamento de Bol�var.

CARMEN TORRENTE fue la alegr�a personificada. Manejaba con especial propiedad no solo la ense�anza sino tambi�n los variados programas que organizaba para la recreaci�n y esparcimiento de los escolares y profesores. Un infortunado accidente de tr�nsito sufrido durante unas vacaciones la dej� parapl�jica y desde entonces estuvo en su silla de ruedas al cuidado de su inseparable y amorosa madre, do�a Amada.

Ella era la persona especial para organizar cuanta presentaci�n debiera hacerse: comedias estudiantiles, obras de teatro, declamaci�n de poes�as en conmemoraci�n de d�as patrios, etc�tera; entre las mas recordadas est�n: la presentaci�n del Brindis del Bohemio; la escenificaci�n de las aventuras y vicisitudes de un sacerdote que viaja a tierras ignotas a evangelizar �infieles�, basada en la interpretaci�n de la canci�n �El Misionero�, que se hizo en el  entablado construido para esos actos en la secci�n femenina de la escuela, incluy� la escenificaci�n de la fr�gil lancha en la que llegaba a una isla remota e inexplorada, navegando por un mar azul cuyas olas fueron simuladas con un primitivo mecanismo manual que consist�a en delgados palos de mangle extendidos a lo largo del escenario, paralelos entre s� y con tablas triangulares dispuestas a modo de espinas lo largo de cada palo. Sobre los palos se extendi� un gran pliego de grueso papel arrugado pintado de azul y verde de diversos tonos. El movimiento de las �olas� se consegu�a mediante la rotaci�n desordenada de los palos, realizada por participantes ocultos y que produc�a gran ruido (no deseado) sobre la tarima.

Carmen era muy joven cuando sufri� el accidente y, como es natural, en los primeros a�os de la rehabilitaci�n se le ve�a deprimida y algo desesperanzada, pero era una mujer de gran fortaleza de �nimo y logr� superar con creces su limitaci�n f�sica, as� que recuper� su habitual buen genio y personalidad extrovertida y pudo continuar con sus labores de educadora, con lo cual contribuy� grandemente no solo a la educaci�n formal de sus alumnos sino a dar a todos un gran ejemplo de superaci�n personal y de la forma de vencer la adversidad.

Carmocha, como llamaban familiar y cari�osamente a Carmen, guardaba un secreto que solo en este momento es de conocimiento p�blico. Su hermana Yolanda viv�a en Panam� con su esposo Carlos Man y sus hijos; ellos regresaron a Colombia por los a�os 60 con el pretexto que se iban a divorciar y quer�an organizar sus hijos, pero en realidad llegaron a traerle a Carmen a Claudio Alberto, �Yayo�, que no era hijo de ellos sino de Carmen. Cuando ella sufri� el accidente se encontraba en embarazo y a los pocos meses se fue a Panam� anunciando la realizaci�n de un tratamiento m�dico, pero en realidad fue a tener su hijo all�, dejarlo con su hermana y cu�ado y regresar a Colombia a continuar con su trabajo.

Claudio Alberto, quien es el ni�o rubio que aparece en la fotograf�a de la figura 155 exactamente detr�s de Carmen, vivi� en Panam� con sus t�os como hijo de ellos hasta cuando, luego de escuchar furtivamente una conversaci�n de Yolanda y Carlos, se enter� que su madre era Carmen, asunto que le fue confirmado por ella misma cuando, antes de ser sometida a una cirug�a, se lo confes� al o�do: �Yayo, tu eres mi hijo�. El vivi� varios a�os en Cove�as al cuidado de su verdadera madre, regres� a Panam� y ya adulto se fue a Italia donde vive en la isla de Lampedusa como exitoso propietario del Club recreacional llamado Macondo.
Figura 154. Carmen Torrente poco despu�s del accidente es llevada al hospital por Antonio Camacho; detr�s de ellos la rampa sur de acceso al cuarto piso de Rancho Grande. Cove�as, 1958
Figura 155. Carmen Torrente en sus �ltimos a�os en Cove�as, aqu� con Mr. Bowen.
Foto tomada del peri�dico Colpet al D�a. N� 59, Noviembre de 1968, p. 2
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
El descubrimiento del secreto de Carmen, relatado por su propio hijo, muestra adem�s la faceta de sacrificio de la recordada Carmen Torrente quien, ante una sociedad proclive a la estigmatizaci�n de las mas naturales circunstancias humanas, debi� permanecer alejada de su mas caro amor y ocultando su secreto que llev� consigo hasta sus �ltimos d�as. A su retiro de la Sagoc, Carmen se fue a vivir a Sabanalarga, de donde era oriunda y a�os despu�s muri� all�, con el aprecio, cari�o y recuerdo imperecedero de sus familiares, exalumnos y amigos.
Figura 156. Claudio Alberto Torrente, el hijo de Carmen Torrente, con su hija en Macondo Club de la isla de Lampedusa, Italia.
Foto por cortes�a de Claudio Alberto Torrente
HERNANDO LANDAZABAL fue uno de los �ltimos directores de la Escuela. Oriundo de C�cuta, pero radicado en Lorica, se estableci� y adapt� r�pidamente en Cove�as con su esposa Ernestina (Nesty) y con sus peque�os y hermosos hijos Hernando (Hernandito) y Ana Mercedes (Ani). Su alta e imponente figura era comparable con su estatura como maestro, su afable personalidad y su gentileza. Fue maestro de excepcionales cualidades docentes que dej� honda huella en quienes tuvimos la fortuna de ser sus alumnos. Viaj� con su familia a los Estados Unidos y se radic� all� desde los a�os 60. De sus hijos, Hernando es arquitecto y Ana Mercedes es abogada; todos viven en Estados Unidos.
Figura 157. Profesor Hernando Landazabal con su hijo Hernando y su esposa Ernestina (Nesty). Cove�as, 1958
Figura 158. Hermanas de Santa Rosa de Lima
Foto tomada de: Aprobados estudios primarios en el colegio Golfo de Morrosquillo.  En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 79, (Enero de 1971); p. 3.
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
�En el a�o 1964 llegaron a Cove�as las Hermanas de Santa Rosa de Lima; primero la Madre Caridad, que era la superiora, luego las hermanas Catalina, Amelia, Marina, y despu�s llegaron las hermanas Teresita, Purificaci�n y Custodia. Ellas trabajaron inicialmente en las mismas instalaciones de Rancho Grande durante algunos a�os, pero despu�s la Sagoc construy� las nuevas instalaciones de la Escuela Golfo de Morrosquillo frente a la Iglesia de Cove�as. Las monjas instalaron su vivienda en la casa N� 24, que era donde viv�an don Juan de la Cruz Gonz�lez de la Ossa con do�a Olimpia Merlano y su hija Rita. En esa misma casa tienen actualmente su vivienda y capilla�
Figura 159. Sal�n de clases de la Escuela Golfo de Morrosquillo durante la Sagoc y la direcci�n de las Hermanas de Santa Rosa de Lima. Cove�as, 1965
Foto tomada de: Nuevo personal directivo en Escuela de Cove�as. Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company. Bogot�, N� 18, (mayo de 1965) p. 2, c. 2-3
�Innegables beneficios se han derivado para la educaci�n primaria en la Escuela �Golfo de Morrosquillo�, de Cove�as, con el cambio operado en el personal directivo, ya que ahora se ha confiado la direcci�n a las hermanas misioneras de Santa Rosa de Lima, pedagogas y educadoras especializadas en el ramo y quienes inmediatamente despu�s de asumir la direcci�n iniciaron la ampliaci�n de cursos y el aumento de los cupos en todas las aulas. El beneficio se ha extendido tambi�n a los ni�os de los particulares, hasta el punto de que por lo menos un m�nimo de sesenta ni�os, no hijos de trabajadores, est�n recibiendo ense�anza y educaci�n de estas excelentes servidoras. Con la ampliaci�n de los cursos hasta el quinto a�o elemental se ha completado la ense�anza primaria, y como �sta se extiende a todo el personal escolar, la instrucci�n p�blica de Cove�as ha ganado considerablemente�.

Las Hermanas de Santa Rosa de Lima tomaron la direcci�n y manejo del colegio desde 1964. Se les asign� la casa N� 24 como vivienda y continuaron trabajando durante varios a�os en las mismas instalaciones que la Sagoc hab�a destinado en Rancho Grande para la escuela Golfo de Morrosquillo.  De forma similar a lo que hab�a pasado con el comisariato, que se encontraba dentro de las instalaciones de la empresa, con el tiempo fue visible la necesidad de sacar la escuela, no solo por la seguridad misma de los escolares sino tambi�n con el inter�s de darle un �mbito mas acorde con las labores educativas; as� que la Sagoc construy� una nueva escuela que se situ� inmediatamente a continuaci�n de las mas nuevas casas del campamento de obreros y tambi�n al frente de la iglesia. Desde entonces funcion� all� la Escuela Golfo de Morrosquillo como escuela primaria hasta hace poco tiempo cuando, inexplicablemente, le fue cambiado el nombre por el de Ismael Contreras.

�SE AHOG� JORGE AUSTIN EN LA BOQUITA!

Don Luis Atencia era un personaje singular. De talla alta (a la vista de nuestra estatura infantil), musculoso, con voz gruesa y fuerte; a su gran tama�o se sumaba su fuerte personalidad por lo que era hombre ideal para las labores de buzo con escafandra y las otras como maquinista de equipos pesados. El mar era siempre un gran atractivo para los ni�os y muchachos de Cove�as que con frecuencia se escapaban de la escuela para recrearse desnudos en el mar sin permiso de los padres. No era frecuente vivir incidentes o accidentes en el mar pero muchos de los padres limitaban expresamente los retozos de los j�venes en el agua a los momentos en que pod�an estar supervisados por adultos. El temor a un posible accidente y la circunstancia de que los j�venes se escapaban de la escuela para irse a ba�ar hab�a hecho que Don Luis Atencia, seguramente pensando en la seguridad y el futuro de los ni�os, desarrollara casi una obsesi�n por evitar tales escapadas y ba�os fortuitos. Por ello, con cierta frecuencia y a diversas horas del d�a pasaba por la playa para ver si encontraba ni�os retozando furtivamente. Para evitar ser descubierto en su pesquisa dejaba el cami�n con que trabajaba detr�s de las casas y, al encontrar los ni�os la situaci�n se tornaba entre jocosa y dram�tica. La gran figura de Luis Atencia aparec�a s�bitamente en la playa frente a los ba�istas, proced�a a recoger toda la ropa que hab�an dejado en la playa, se soltaba la correa del pantal�n sac�ndola con un ruido parecido a un latigazo y proced�a a llamar a los ni�os por se�as para que salieran a la playa. Mientras tanto, ya habiendo observado su presencia, los ni�os estallaban en llanto, desaz�n, alaridos, gritos y s�plicas hacia Luis Atencia, pero finalmente iban saliendo, llorosos y con gritos lastimeros a recibir cada uno su dosis de correa para despu�s ser enviados sin ropa a sus casas.

La obsesi�n y los temores de Luis Atencia, como conocedor de los peligros del mar, ten�an sus razones en la protecci�n de los ni�os. Debido a que Luis Atencia los buscaba en varios sitios de la playa, y no exist�a casi ning�n sitio que escapara de su vigilancia y de su aparici�n s�bita, los muchachos optaron por ir a ba�arse un poco mas lejos. Las aguas de "La boquita" procedentes del arroyo de Villeros que desembocan unos 500 metros al Oriente de las casas del frente de la playa, bordeadas por manglares, oscuras por su tinte, eran casi siempre tranquilas porque su caudal era m�nimo y porque su salida al mar se cerraba frecuentemente en el bajamar. Su situaci�n relativamente apartada y mas o menos oculta a la vista de intrusos, como don Luis Atencia, la hac�a el sitio ideal para las escapadas acu�ticas de los muchachos. Los �rboles de mangle circundantes brindaban un atractivo adicional ya que se pod�an utilizar como trampolines o plataformas improvisadas para realizar clavados en las quietas aguas. Vivienda de jaibas moradas, caracoles y cangrejos rojos, con poca profundidad (1.5 metros m�ximo), "La Boquita" encerraba un inquietante peligro: en su fondo exist�an troncos y rocas arrastrados por el arroyo y palos ca�dos del manglar. Un aciago d�a, un nutrido grupo de muchachos se escap� de la escuela y se fue a ba�ar a "La Boquita". Jorge Austin era un muchacho moreno, mas o menos musculoso y tendr�a alrededor de 14 a�os. En el fragor de la diversi�n y de manera inadvertida para sus compa�eros, Jorge se subi� a uno de los mangles e hizo un "clavado" hacia las aguas. Los compa�eros no notaron que no hab�a salido a la superficie, y solo varios minutos mas tarde se percataron de su ausencia; ante la angustia general procedieron a llamarlo a gritos sin encontrar respuesta. Jorge estaba en el fondo del agua. Un golpe en la cabeza lo dej� inconsciente y se ahog� en "La Boquita". Los muchachos, no pudiendo hallar a Jorge, corrieron hacia sus casas para dar la alarma a sus padres y horas mas tarde el cuerpo sin vida de Jorge fue rescatado del fondo del agua oscura. Desde entonces los padres proscribieron de manera rotunda a los hijos la pr�ctica de ba�o de mar sin permiso y sin vigilancia y comisionaron a don Luis Atencia de manera clara y terminante para que aleccionara con su inseparable correa a cualquiera de los muchachos que encontrara transgrediendo la prohibici�n. Jorge Austin fue el primer ahogado y el segundo muerto que conocimos en Cove�as.

4.4.5 EL HOSPITAL Y SU PERSONAL

Como hemos visto, el Hospital de madera de la Colombia Products Co., estaba situado cerca de las edificaciones de madera de oficinas, residencia, club, hotel, etc.. Tambi�n fue exhaustivamente remodelado por la empresa contratista y fue utilizado como tal por la Sagoc durante los primeros a�os de funcionamiento. El consultorio odontol�gico originalmente construido por la Colombia Products Co., no se encontraba dentro de las instalaciones del Hospital, ni siquiera en la proximidad del mismo; estaba a unos cincuenta metros al Este del hospital, en una caseta solitaria en un campo de pastos, con su debido anden de acceso, pr�ximo al sitio donde la Sagoc construir�a las casas de �La Herradura� en 1939, que vinieron a hacer compa��a a las edificaciones del hospital y consultorio odontol�gico. Con el paso de los a�os, al igual que las otras construcciones de madera, hospital y consultorio odontol�gico volvieron a ser presa del comej�n.

En el caso particular del Hospital ya no brindaba las condiciones adecuadas para los requerimientos de aislamiento, aseo y esterilidad de las zonas destinadas a cirug�a, partos, curaciones y dem�s actividades m�dicas y odontol�gicas, por lo que en 1949 la Sagoc procedi� a construir un nuevo hospital en mamposter�a, con las especificaciones t�cnicas y cient�ficas de la �poca para una edificaci�n de esa naturaleza.
Figura 160. Hospital de la Colombia Products Co. y de la Sagoc. Cove�as, 1939 Figura 161. Nuevo hospital de la Sagoc. Construcci�n en mamposter�a. Cove�as, 1980
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Foto del autor
En 1940, dadas las dificultades econ�micas derivadas de la escasa exportaci�n de crudo, la Colpet hab�a aplazado la construcci�n de un gran hospital en La Petr�lea, que finalmente fue edificado y dotado con los mas modernos equipos y personal; ese fue, en su �poca, el mas moderno centro hospitalario de Am�rica Latina. Con tal experiencia, habidas las consideraciones de menor volumen de personal para atender y menos requerimientos de servicios, la Sagoc construy� el nuevo hospital en Cove�as con una estructura pabellonal, como los antiguos hospitales franceses, con caracter�sticas similares pero de mucho menor tama�o que el de La Petr�lea.

La edificaci�n del hospital de la Sagoc en Cove�as mira hacia el norte desde la colina posterior a Rancho Grande, al Oeste de la rampa sur del matadero. Est� constituido por la sala de espera, las oficinas de administraci�n, consultorios m�dicos y odontol�gico, sala de inyectolog�a, farmacia, sala de cirug�a, sala de rayos X y m�ltiples habitaciones individuales y colectivas para hospitalizaci�n. Todas las �reas son de gran amplitud y comodidad y se transita hacia ellas por amplios y ventilados corredores interiores.

El Departamento m�dico de las empresas Colpet-Sagoc se manejaba de manera conjunta entre las dos filiales, de forma que se compart�an equipos, medicamentos, servicios y personal.
Figura 162. Doctores Alfredo Land�nez Salamanca, V�ctor Salamanca y Jos� Manuel Solano. M�dicos de Colpet - Sagoc.  Tib�, 1965
Fotos tomadas de: Contribuci�n de Colpet y Sagoc a la Investigaci�n M�dica en Colombia. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 18, (mayo de 1965), p. 3
Entre los m�dicos que sirvieron a los trabajadores de Sagoc en Cove�as se encuentran: en los primeros a�os de la Sagoc, los doctores S�nchez Puyana y Borda, quienes trabajaron con el doctor Alfredo Land�nez Salamanca; este �ltimo ejerci� inicialmente en Cove�as durante varios a�os trabajando en el hospital de madera, pas� despu�s a  trabajar en Tib�, regresando a Cove�as espor�dicamente; fue un personaje eminent�simo, miembro de academias internacionales de medicina e investigador y escritor de art�culos m�dicos en revistas internacionales. Tambi�n trabajaron all� los doctores Eduardo Pacheco P�rez, Adolfo Cumplido, Ricardo Rosales Villadiego, V�ctor M. Salamanca y por  cortos per�odos, el doctor Manuel Solano y Ernesto Buitrago Mantilla.

Entre los
odont�logos estuvieron los doctores Manuel A. Dur�n, quien mas asidua y frecuentemente asisti� a Cove�as y Juan Gonz�lez Lamadrid, que trabajaba en Tib� y solo ocasionalmente iba a Cove�as.
Figura 163. Doctor Manuel A. Dur�n, Odont�logo. Tib�, 1966
Foto tomada de: Conferencias sobre cer�mica dental. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 35, (Octubre de 1966), p.2. c. 4
En sus comienzos, y durante m�s de quince a�os, la farmacia del hospital de Cove�as fue surtida con medicamentos y productos importados ya que el desarrollo de la industria farmac�utica en Colombia era exiguo y seguramente los norteamericanos prefer�an sus propios medicamentos a los escasos que se produc�an en el pa�s.

Entre los elementos curiosos que se importaban y que la Sagoc manten�a en el hospital y en botiquines, estaban unas peque�as cajas de alrededor de 10 x 5 x 2 cent�metros, que llegaban selladas de f�brica y que conten�an diversidad de productos, a su vez empacados en ampolletas o c�psulas colapsables para uso inmediato y para ser desechados, entre ellos: Merthiolate y Mercurocromo para el tratamiento r�pido de heridas y Amon�aco para reanimar pacientes inconscientes. Por el reducido tama�o de las cajas, a veces no se sospechaba la naturaleza de su contenido y era extraordinario ver surgir de ellas elementos de gran tama�o como gasas, vendajes el�sticos y f�rulas de mallas met�licas para inmovilizar miembros. As� que, con esas cajas, se aprovisionaban conveniente y completamente los botiquines sin ocupar demasiado espacio y el uso de los productos era, adem�s de f�cil, higi�nico.

Despu�s de 1956, cuando fue puesto en servicio el hospital de la Colpet en Tib�, Norte de Santander, tambi�n se puso en servicio el laboratorio farmac�utico propio de la empresa, se elaborar�an all� numerosos productos para el consumo interno de los trabajadores y sus familiares y llevar�an de Tib� al hospital de Cove�as la mayor parte de los medicamentos requeridos. De la propia producci�n de la Colpet, en la farmacia habr�a sustancias como: expectorantes de guayacolato y b�lsamo de Tol�, antiparasitarios de piperazina, el�xires vitam�nicos de complejo B, l�quidos laxantes, aceite de bacalao, ung�entos analg�sicos con base en mentol, colirios oft�lmicos, gotas antiespasm�dicas con base en papaverina, aspirinas, tabletas antipal�dicas de cloroquina, alcohol, merthiolate, mercurio cromo, tintura de Yodo, y otros medicamentos inyectables, porque a�n ampolletas se hac�an en ese laboratorio. Los dem�s medicamentos no producidos en Tib� se importaban y, en los a�os sesenta, se comenzaron a comprar a los proveedores nacionales.

En la farmacia del hospital de Cove�as trabajaron, entre otros, C�sar Mart�nez y Siervo Pinto Munar. Este �ltimo pas� a trabajar con Ecopetrol en 1976 y todav�a vive en C�cuta manejando una droguer�a de su propiedad.
Figura 164. C�sar Mart�nez y , Siervo Pinto Munar. Farmaceutas. Tib�, 1968
Fotos tomadas del peri�dico Colpet al D�a. N� 52, abril de 1968, p. 2 y  N� 51, febrero, marzo de 1968, p. 8
Para nuestra �poca parecer� incre�ble que una empresa petrolera, adem�s de sus m�ltiples, costosas y complejas actividades tuviera un laboratorio farmac�utico como el de la Colpet en Tib�, pero para esos a�os, hace menos de cincuenta, los recursos disponibles en el pa�s eran exiguos, mas a�n en una regi�n tan inh�spita y alejada de las grandes urbes como el Catatumbo y era preciso disponer de la mayor parte de los recursos necesarios para mantener la calidad de vida de los trabajadores y de sus familias; el laboratorio fue uno de dichos recursos.

En la administraci�n del hospital de Cove�as, encargada los aspectos secretariales y de dotaci�n, mantenimiento y adquisiciones y de personal, estaba la se�orita Violeta Margarita Arbouin, personaje de ascendencia inglesa que viv�a con su madre, do�a Carmelita y su hermano Frank.

Violeta lleg� a Cove�as en agosto de 1943 en compa��a de su madre y hermano a vivir y a pescar en el mar de Cove�as, pero un buen d�a se encontr� con un m�dico del hospital, el doctor Borda, quien le pregunt� que: ella �qu� hac�a pescando?, y le dijo que se fuera a trabajar al hospital. As� lo hizo y comenz� a trabajar en el hospital de madera como administradora desde septiembre u octubre de 1943. En 1950 sigui� en su mismo cargo en las nuevas instalaciones del hospital de mamposter�a hasta su jubilaci�n.

Violeta parec�a un ama de llaves inglesa (esa era su ascendencia) y ten�a siempre en la mano un llavero de cadena larga con todas las llaves del hospital. Una vez que se levantaba de su escritorio comenzaba a darle vueltas al llavero y el sonido emitido delataba la proximidad de su llegada. Conoc�a como nadie mas los pormenores del mantenimiento y dotaci�n del hospital, que manejaba con especial destreza; era la mano derecha de los m�dicos y, aunque no era enfermera, por su habilidad, algunos de ellos le llamaban para que les asistiera en labores menores de enfermer�a. Su dicci�n era moderadamente dificultosa, y se hac�a mas notoria por el consumo de Chiclet�s Adams, que contribu�a a hacer ininteligible lo que dec�a; pero en el hospital le entend�an bien. Violeta fue una excelente persona y  h�bil trabajadora; cuidaba con esmero a su madre y despu�s de su muerte sigui� viviendo con su hermano Frank, tambi�n soltero. Como tesorera de la Junta, fue una de las gestoras e impulsoras de la construcci�n de la Iglesia del Perpetuo Socorro de Cove�as. Permaneci� soltera, se jubil� con la Sagoc y falleci� en Bogot� pocos a�os despu�s.

Los primeros enfermeros de la Sagoc eran pr�cticamente emp�ricos; en su mayor�a no hab�an estudiado y, como otros trabajadores de la compa��a, su actividad laboral respond�a a su experiencia y a los conocimientos adquiridos sobre la marcha o aprendidos de sus antecesores. Entre los enfermeros y enfermeras - porque en los campos petroleros siempre hab�a enfermeros - se encuentran:

El se�or Braulio Angarita y su hijo Emiro, que aprendi� el oficio con su padre; la se�orita Edna Austin, hija del trabajador Ben Austin; Leonidas Vanegas, Pedro Lobo, Clelia de Dur�n, Argemira Pic�n, Gladys Ruiz y Candelaria Herrera y un ordenanza de apellido Dur�n.

Edna comenz� a trabajar en la Sagoc en 1944; era una mujer morena de excelente trato y gran habilidad en su actividad como enfermera; todos la buscaban para que les aplicara las inyecciones formuladas porque �la mano no se le sent�a�; muri� de c�ncer en Cove�as a temprana edad.

Pedro Lobo era de car�cter jocoso, jovial, y disfrutaba haci�ndole bromas de mal gusto a los trabajadores hospitalizados y se aparec�a en las habitaciones de los enfermos a primera hora de la ma�ana con una bolsa para lavados que le pon�an a todos y cada uno de ellos, tuvieran lo que tuvieran, se lo hubieran recetado o no.

Pero cuando un d�a cay� enfermo y fue hospitalizado, el ordenanza (de apellido Dur�n), aprovech� para �cobrarle� sus bromas a nombre de los trabajadores, as� que, sigiloso,  se acerc� hasta su cama y toc�ndole el trasero le dijo:

- �....Pedro, �Hoy amaneciste mujer?� (por mejor), con el natural disgusto del bromista hospitalizado.
Figura 165. Pedro Lobo. Enfermero de Sagoc. Cove�as. 1958
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Clelia de Dur�n fue una de las �ltimas enfermeras que lleg� a trabajar con la Sagoc en Cove�as; su paso fue breve porque se cas� con el odont�logo Dr. Manuel Dur�n y se fueron para C�cuta, los dos fallecieron hace muchos a�os. Por algunos a�os tambi�n fue enfermera de la Sagoc Argemira Pic�n, de Oca�a.

Durante los �ltimos a�os de existencia de la Sagoc en Colombia, la prestaci�n de los servicios de salud de Cove�as fue contratada con el doctor Ricardo Rosales Villadiego, m�dico sincelejano de gran experiencia que trajo al hospital a sus enfermeras: Gladys Ruiz de Useche y Candelaria Herrera. Al finalizar la Sagoc su permanencia en Colombia todos ellos pasaron a ser empleados de Ecopetrol, el Dr. Rosales en C�cuta, donde dirigi� el equipo de salud de esa ciudad y despu�s en Tib�, donde trabaj� como m�dico Industrial hasta su jubilaci�n; Gladys, natural de Magangu� fue trasladada a Tib� y Candelaria permaneci� en Cove�as hasta su jubilaci�n y a�n vive all�.

El hospital de la Sagoc, que sirvi� a los trabajadores y sus familiares, a los jubilados y a todas las personas de la regi�n que requirieran sus servicios, -  ya que la Sagoc no exclu�a a las personas de la regi�n de la opci�n de atenci�n m�dica y hospitalaria -, es tambi�n el hospital que hoy sirve a los soldados de Colombia de la Base Naval ARC Cove�as.

�ME LLEGARON UNAS VITAMINAS BUEN�SIMAS PARA LOS MUCHACHOS�

Pap�, que era una especie de m�dico frustrado, no era sino o�rnos estornudar para salir a preparar alguna inyecci�n �para la gripa�; siempre ten�a a mano en la casa varias ampollas de Bronquisol y preparaba la jeringa de vidrio y las agujas, que entonces no eran desechables, en un recipiente de acero que era todo un aparataje especialmente dise�ado para �esterilizar� los implementos; todo lo herv�a en agua en pocos minutos con la llama del alcohol y nos aplicaba inyecciones con gran destreza a nosotros y a nuestros amigos. Porque tambi�n nuestros amigos fueron pacientes v�ctimas (o afortunados) de las sus frecuentes inyecciones cuando, estando de visita en casa, les o�a un estornudo o alguna tosecilla. Fue muy amigo y compadre de Braulio Angarita, enfermero eficient�simo del hospital y excelente persona.
Figura 166. Braulio Angarita. Enfermero de la Sagoc en Cove�as
Foto por cortes�a de Luc�a Angarita
Cuando Braulio se jubil� de la Sagoc se fue a vivir a Guayabal, donde mont� una farmacia y prestaba sus servicios �m�dicos� a los pobladores. Solo que ten�a la p�rfida costumbre de avisarle �oportunamente� a pap� que: �me llegaron unas vitaminas buen�simas para los muchachos�, y �me llegaron unas inyecciones de calcio�, anuncios que, conociendo su avidez y pasi�n por las inyecciones, le hac�a al paso cuando �bamos por Guayabal y se deten�a a saludarlo, y que eran el preludio de la nueva dosis de inyecciones que pr�ximamente recibir�amos.

4.4.6 LA IGLESIA

La primera iglesia de Cove�as fue construida en tiempos coloniales y de ello no se tienen registros documentales que puedan dar luz sobre fechas, autores, nombre o tipo de arquitectura. La informaci�n existente es en primer t�rmino oral, por parte de las pocas personas que la han recibido por tradici�n de sus mayores; la otra, documental, es la encontrada en el plano de la Colombia Products Co. de 1924, en el cual se muestra un hito que corresponde a las ruinas de la
IGLESIA DE SAN FRANCISCO, localizadas en la parte nororiental, a 520 metros del lindero de las tierras de la Colombia Porducts Co., en lo que hoy es la esquina Oeste donde se cruza la v�a principal hacia Tol� con la calle hacia la playa, exactamente en los predios del centro vacacional El Campano, de propiedad del ingeniero Hugo Gonz�lez, frente a la casa de la hacienda Alicante.

Como rese�amos con ocasi�n del comentario sobre la iglesia al describir el plano de la Colombia Products Co. de 1924:

�Carlos Toscano fue uno de los cuidanderos de las tierras de mi abuelo Juli�n; �l dec�a que frente a la casa de la hacienda Alicante exist�an las ruinas de una iglesia, la de SAN FRANCISCO, que hab�a sido construida por los espa�oles. Efectivamente, durante muchos a�os nosotros conocimos las ruinas, que estaban casi ocultas entre una gran ceiba y un �rbol de mam�n que hab�an crecido entre ellas. Para los a�os 50 todav�a era posible reconocer el piso que era hecho con mosaicos como cuadritos de cemento, una pila bautismal que permaneci� oculta entre la maleza durante muchos a�os y un pozo de agua que todav�a existe all�. Estas ruinas estaban al lado de la actual carretera de Cove�as a Tol�, en la esquina donde actualmente se encuentra el centro vacacional de El Campano�.

De manera que la existencia de las ruinas y los testimonios son evidencias importantes para considerar que efectivamente estuvo all� el templo colonial. Las ruinas se encuentran a unos 500 metros de la orilla del mar, en un sitio firme rodeado de una vegetaci�n continental exuberante. De tales ruinas existentes en El Campano a�n es posible observar algunos vestigios que se�alan la existencia de las construcciones all� realizadas; tales como fragmentos de un piso de dise�o cuadriculado, cuyo aparente material es cemento (probablemente construido en una �poca mas reciente) y m�ltiples estructuras cuadrangulares a modo de bases para emplazar columnas de madera, hechas con argamasa y material marino calc�reo para compactaci�n.
Figura 167. Dos vistas de fragmento de piso de dise�o cuadriculado en la localizaci�n de la Iglesia de San Francisco. El Campano. Cove�as, diciembre de 2003.
Fotos del autor
Las mencionadas bases de argamasa fueron encontradas en el lugar, superficiales y dispersas; luego de la construcci�n de las recientes edificaciones en mamposter�a y de una piscina, los bloques cuadrangulares fueron distribuidos aleatoriamente por todo el recinto como elementos decorativos y all� permanecen a la espera de quien pueda realizar un estudio arqueol�gico del �rea.

Durante las excavaciones para la construcci�n de las edificaciones y de la piscina se encontraron m�ltiples osamentas, cadenas de hierro, grilletes y, curiosamente, una obra de orfebrer�a, especie de cuenco de barro cocido con figuras delicada y prolijamente elaboradas cuyo origen y significado se encuentra pendiente de evaluaci�n. Las osamentas fueron retiradas del �rea de construcci�n, obviamente sin an�lisis ni catalogaci�n alguna y enterradas en �reas pr�ximas donde no se edific�.
Figura 168. Estructuras cuadrangulares en argamasa, de soporte para columnas. El Campano. Cove�as, diciembre de 2003.
Fotos del autor
Figura 169. Recipiente de barro cocido rescatado de las excavaciones superficiales. El Campano. Cove�as, diciembre de 2003.
Fotos del autor
Un pozo artesiano de agua de la �poca colonial complementa las estructuras observadas superficialmente, tambi�n hecho con argamasa y conservado de forma aceptable a�n con el agregado recientes de una cubierta de teja y reparaciones menores de las paredes interiores y exteriores.

En el �rea se desenterraron adem�s gran cantidad de ladrillos rojos de arcilla, que fueron empleados para la construcci�n de pisos de varias de las habitaciones del centro recreacional El Campano. Su origen tambi�n es incierto, m�xime teniendo en cuenta que aparentemente no formaban parte de alguna construcci�n sino que se encontraban agrupados o apilados, como dispuestos para ser utilizados.
Figura 170. Pozo de agua de la �poca colonial, parcialmente reconstruido. El Campano, Cove�as, diciembre de 2003
Foto del autor
Figura 171. Restos de las ruinas y fragmentos de material de construcci�n colonial reutilizados para construir un muro cerca de la piscina. El Campano, Cove�as, diciembre de 2003
Foto del autor
La existencia de este templo en �pocas coloniales origina m�s preguntas que respuestas. Para los inicios de los negocios de cocos y ganados de Don Juli�n Patr�n, alrededor de 1890, en sus haciendas viv�an solamente los vaqueros, peones y sus familias; fueron los primeros asentamientos humanos permanentes de que se tiene noticia en la regi�n. �A qu� poblaci�n estar�a dirigida la construcci�n de esa iglesia?. Al parecer s� existieron asentamientos humanos anteriores, por 1500-1600; eran probablemente esclavos tra�dos de �frica en la �poca oscura de la Colonia. Debido a que las ruinas de la iglesia se encuentran dentro de los predios de la que fue llamada Hacienda Santa B�rbara de Cobe�a, hacemos nuevamente referencia a los comentarios de Donaldo Bossa Herazo al respecto: �En 1634 [la hacienda.] fue del Escribano P�blico y de Gobernaci�n de Cartagena Don Francisco L�pez Nieto. Desde mucho antes de 1726 la posey� el Capit�n Don Manuel de Melida y Pueyo, quien en 1693 era miembro del Cabildo de Cartagena, y era nieto materno del escribano L�pez Nieto�. Quedar� por resolver esta parte de la historia.

Por a�os, ni durante la �poca de los cocos y ganados de Don Juli�n Patr�n ni en la de la Colombia Products Co., ni en los primeros a�os de la Sagoc, per�odo comprendido entre 1900 y 1940, nadie pens� en una iglesia para Cove�as. Los personajes de las �pocas estaban absortos en los negocios, dedicados a la explotaci�n de las riquezas naturales, agobiados por la febril actividad de las construcciones del Packing House y preocupados por los inconvenientes de su funcionamiento, dejando pasar el tiempo, reconstruyendo nuevamente el Packing House y construyendo nuevas instalaciones petroleras. No hab�a lugar  ni tiempo para la iglesia.

Carmen Sierra Patr�n, nieta de Don Juli�n, llegar�a para subsanar el olvido religioso en que estaban sumidos. A ella se debe la Iglesia de Cove�as; fue su inspiradora, su impulsora y, si hubieran podido, hasta su constructora. Una vez empez� a trabajar en la Sagoc como Secretaria de la Superintendencia, inici� su gesti�n para conseguir la iglesia para Cove�as.

Antes de existir la iglesia, las actividades y ceremonias religiosas, escasas por cierto, se realizaban en algunas de las casas con altares improvisados y, las mas elaboradas, como los matrimonios, en el segundo piso de Rancho Grande, en los salones de clases de ni�as de la Escuela Golfo de Morrosquillo.

�Yo le ped� al se�or Larsen un lotecito para hacer la Iglesia, primero le suger� que fuera en el campo de b�isbol pero me dijo que all� no era posible porque era la v�a de entrada de los aviones y no se pod�an hacer edificaciones en ese sitio; tambi�n me dijo que era mejor que la iglesia estuviera en un terreno cercano a los l�mites de la empresa para que despu�s no hubiera problemas con la segregaci�n del terreno. Entonces anduvimos con �l en el carro buscando el lote donde poder construir la Iglesia y el lugar que finalmente seleccionamos fue d�nde actualmente se encuentra, en la parte superior de una colina, a unos cien metros al Sureste de las casas de �macho solo�, con un amplio paraje plano." 

Despu�s de obtener la aprobaci�n del se�or Arthur P. Larsen para adquirir el terreno, que era crucial, Carmen obtuvo que la Arquidi�cesis de Cartagena, por medio de la Parroquia de San Francisco de As�s de Sincelejo, a la saz�n administradora interina de Cove�as, le apoyara el proyecto y, el 7 de marzo de 1955 el p�rroco de esa iglesia, padre Carlos A. Torres, expidi� un Decreto parroquial mediante el cual se constituy� una junta directiva pro construcci�n de la Ermita-Capilla de Cove�as que fue integrada por: Carmen Sierra Patr�n como Presidenta; Tom�s Bustillo F., Secretario; Violeta Arbouin, Tesorera y Ester R. De Mart�nez (la samaria) Jefa de agitaci�n. 

As� mismo, se nombr� un �Cuerpo Consultivo� que fue integrado por las siguientes personas: Carmen de Arbouin, Ofelia Estrada de G�mez y Tulia de Fex.

Se anot� en el Decreto Parroquial que:
�Este cuerpo consultivo resolver� aquellos problemas de especial gravedad que, a juicio de la Presidenta de la Junta, necesiten una particular intervenci�n y un consejo acertado�.

La empresa Sagoc no solamente hab�a dado su aprobaci�n a trav�s del se�or Larsen, para entonces Jefe de Sagoc en C�cuta, sino tambi�n por parte del se�or I.C. Keeler en Cove�as, quienes estaban en disposici�n de aportar lo necesario para la obra, pero cuid�ndose de no hacerlo todo, para que la gente actuara, contribuyera e hiciera propio el esfuerzo de la construcci�n del templo fortaleciendo as� el sentido de pertenencia.

Valdr� decir que ni el se�or Larsen ni el se�or Keeler eran cat�licos. Mr. Larsen abraz� la religi�n cat�lica cuando se cas� en Colombia y el se�or Keeler permaneci� en su fe hasta el fin de sus d�as.

La Junta comenz� a actuar en la legalizaci�n de la entrega del terreno y en la b�squeda de elementos, materiales y recursos econ�micos con los cuales iniciar la obra; no fue f�cil. Organizaron rifas, t�mbolas, bazares y buscaron personas generosas que pudieran hacer aportes econ�micos para el templo. El tiempo transcurr�a inexorable y todav�a no era posible iniciar las obras. El 27 de Julio de 1955 el padre Torres escribe a Carmen Sierra coment�ndole sobre el aplazamiento de la colocaci�n de la primera piedra a que ella se refer�a en carta previa.

Cual si fuera una lucha de dilaciones, y pasados seis meses, en febrero 20 de 1956 se le env�an al se�or Larsen los planos para su estudio y aprobaci�n; tres meses despu�s, en abril de 1956, el se�or Arzobispo de Cartagena don Jos� Ignacio L�pez, emite su aprobaci�n a los planos acotando:
�...Teniendo en cuenta el pr�ximo desarrollo de la poblaci�n, podr�an colocarse dos vigas frente al presbiterio, a altura de cada umbral .... para que mas tarde se puedan quitar las paredes que quedan bajo esas vigas y ensancharse la capilla con dos cruceros�.

Para fines de a�o 1956, nada se hab�a iniciado de la obra; la legalizaci�n de lo del terreno estaba en �veremos� y en Noviembre 2 de 1956 Carmen Sierra env�a nueva carta a Mr. Alexander McNulty, para entonces Superintendente de la Sagoc en C�cuta, solicit�ndole resolver �pronto el problema del lugar donde debe ser levantada�, que era lo �nico que ten�a demorado el inicio de las obras.

El 8 de junio de 1957 finalmente se firma el contrato de comodato para la entrega gratuita del predio a la Parroquia de Tol�, entre los se�ores Alexander McNulty, Superintendente de la Sagoc y Jes�s G�mez Alzate, Presb�tero de Tol�.

�[...] la compa��a Sagoc ha entregado a la parroquia de Tol� y esta ha recibido en comodato gratuito un lote [...] para edificar en �l un peque�o templo o capilla para el culto cat�lico p�blico; lote que [...] est� ubicado en el lado norte del oleoducto o pipeline de la Sagoc de Tib� a Cove�as, puerto que es parte del predio de este nombre que la Sagoc compr� por escritura p�blica n�mero 348 de 1938 de la Notar�a Segunda de Cartagena [...]�.

El contrato se env�a al se�or Keeler en Cove�as el 10 de junio de 1957. Los trabajos se iniciaron. La primera piedra fue colocada por el se�or Keeler en representaci�n propia y de la Sagoc; se hab�an obtenido recursos suficientes para la realizaci�n de la obra y la empresa hab�a aportado importantes materiales para ella; se hicieron las bases y cinco robustas columnas frontales fueron adquiriendo forma, y con ellas las paredes y los calados de los grandes ventanales; y la entrada, con una gran puerta de marco superior semicircular; campanario rematado con una estructura piramidal coronada por la cruz y, dentro de �l, la campana de bronce que hizo un maestro artesano en Bogot�; las l�minas de zinc importadas, que el salitre no podo comerse mientras estuvieron guardadas en los s�tanos de Rancho Grande, salieron de su recinto para cubrir la gran estructura met�lica que los soldadores de la Sagoc hicieron con dedicaci�n y esmero como soporte del techo.

Y todo fue creciendo y surgiendo d�a a d�a, con lentitud pero tambi�n con persistencia, porque el aporte de trabajo de los empleados de la Sagoc lo hac�an despu�s de las horas laborales; se trajeron las baldosas en camiones desde Sincelejo; como altar se hizo una gran mesa y detr�s, pegada a la mesa se instal� una alta mampara de madera que dejaba un espacio �til entre ella y la pared sur, all� se vestir�a el sacerdote y se guardar�an las ropas y objetos religiosos. Para esa �poca la misa se celebraba en lat�n, con el cura de espaldas a los fieles. La disposici�n de la mesa y la mampara fue providencial porque cuando se cambi� la forma de celebraci�n de la misas con el sacerdote de frente a los fieles, no fue sino retirar la mampara, adosarla a la pared posterior, hacer unos escalones detr�s de la mesa y listo, as� el cura quedar�a de frente al los fieles.

Los fieles locales, que eran muchos, ya hab�an hecho sus aportes en las m�ltiples actividades previas a la construcci�n: t�mbolas, rifas y bazares de cuyas realizaciones fue gestora e impulsora, con Carmen Sierra, Violeta Arbouin. Otros fieles transitorios venidos del interior del pa�s, vista la emoci�n y decisi�n de los cove�eros con su iglesia, tambi�n aportaron para ella. Desde Medell�n La se�ora Mar�a Escobar de Londo�o envi� de regalo los vasos sagrados en agosto de 1960: Custodia, C�liz, Patena y Cop�n. Carpinteros locales se hab�an dedicado febrilmente a la construcci�n de las enormes bancas con reclinatorio; el sagrario, la imagen de cristo crucificado, de la virgen y San Jos� llegaron tambi�n oportunamente.

El 4 de octubre de 1961, seis a�os, seis meses y veintisiete d�as despu�s de constituida la Junta pro construcci�n de la Ermita-Capilla de Cove�as, el se�or Arzobispo de Cartagena, monse�or Jos� Ignacio L�pez, entre la multitud congregada dentro y fuera de la iglesia, procedente de todas las poblaciones cercanas a Cove�as, dio la bendici�n pontifical al templo y design� como titular del mismo a la Sant�sima Virgen en su advocaci�n del Perpetuo Socorro.

La iglesia estaba espl�ndida, luc�a todas sus galas y estaba ornada de flores: cayenas blancas, rojas, amarillas y rosadas; blancos lirios de la playa destacaban en los racimos; frondosos crotos de hojas verdes y amarillas en materas tra�das de los mas vistosos jardines de Cove�as; y anturios, coloridas dalias y rosas tra�das por avi�n acentuaban la belleza de la ceremonia.

El olor del incienso humeante se esparci� raudamente por el recinto mientras el obispo se paseaba por �l bendiciendo a los fieles y a su obra; la campana de bronce son� alegre y vivaz una y otra vez, como queriendo recuperar los d�as perdidos sin su ta�ir y llamando, una y otra vez a los fieles para indicarles que ya ten�an su iglesia.
Figura 172. Iglesia del Perpetuo Socorro de Cove�as. Cove�as, 1961
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
La Iglesia del Perpetuo Socorro de Cove�as es una ermita. No ser� tan ex�tica, elaborada y aparatosa como las de anta�o, pero si la que fue el sue�o y el fruto de desvelos y peripecias, la que se inici� con el apoyo de Arthur Larsen e Irvin C. Keeler que, sin haber abrazado la fe cat�lica, dieron todo de si para que fuera un hecho.

Si las vicisitudes de Carmen Sierra Patr�n fueron muchas para construir la iglesia, las que ha debido pasar para que le celebren la misa han sido legendarias. No hay cura que se aparezca en Cove�as que no sea identificado y acaparado inmediatamente por ella, no por inter�s de ninguna naturaleza mezquina, sino porque le nace poder contar con un sacerdote que se acerque a la comunidad y le llegue al coraz�n de las gentes con la palabra de Dios.

En 1961, coincidiendo con la inauguraci�n de la Iglesia del Perpetuo Socorro, se hab�a organizado la Gran Misi�n Cat�lica Internacional. Lleg� a Cove�as el cura espa�ol Eleuterio Larrusca�n. Nombre y apellido inolvidables, no solo por lo ex�ticos, sino tambi�n por la personalidad que lo llevaba, un cura joven, �bien plantado�, carism�tico y bondadoso. De los escasos curas espa�oles que no se consideraba superior a los �indios� a quienes ven�a a evangelizar. Estuvo varias semanas en Cove�as predicando el evangelio por doquier, dictando charlas, conferencias, ense�ando el catecismo, celebrando misas en la nueva iglesia y dejando en los fieles una huella imperecedera de dedicaci�n y amor que se plasm� para la posteridad, como recuerdo y s�mbolo, con la colocaci�n de la Cruz de la Gran Misi�n frente al campanario de la ermita.
Figura 173. Iglesia del Perpetuo Socorro de Cove�as. Cove�as, 1961
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Sitio de reuni�n dominical para propios y extra�os que buscan semanalmente el mensaje de la paz y la reconciliaci�n, la Iglesia del Perpetuo Socorro de Cove�as sigue siendo el sitio de oraci�n, recogimiento y reflexi�n para propios y visitantes de Cove�as. 

4.4.7  LOS CINES

Para el esparcimiento de los trabajadores la Sagoc construy� un escenario para la proyecci�n de pel�culas. En un apropiado declive del terreno casi al frente del club del campamento de obreros construyeron, en la segunda mitad de la d�cada de 1950, una gran estructura con escalones gigantescos de concreto, a modo de grader�as, cada uno en forma de arco, con techo de zinc soportado por estructura met�lica y sin paredes laterales, para evitar el calor; al frente de todo ello, el gran tel�n: alto y majestuoso muro de concreto pintado de blanco para la proyecci�n de las pel�culas. Era un cine magn�fico, pr�cticamente al aire libre pero techado y solo se pod�an proyectar cintas durante la noche. Antes de esta construcci�n se proyectaban pel�culas de 8 mm en las instalaciones del club de obreros, sobre un peque�o tel�n.

Las amplias gradas permit�an circular por delante o detr�s de los espectadores para buscar ubicaci�n, nunca dif�cil, ya que la capacidad del sitio superaba siempre al n�mero de asistentes. Esa misma situaci�n hac�a frecuente el enojo de las personas cuando los ni�os corr�an o jugaban entre las gradas y dificultaban ver la pel�cula. Los lugares preferidos por los espectadores eran los superiores, pero casi cualquier lugar permit�a ver con comodidad la pel�cula que se exhib�a.

Las m�quinas de proyecci�n se instalaban en una caseta hecha especialmente y situada un poco mas abajo de la parte media de los escalones. Eran manejadas por algunos de los trabajadores de la compa��a que hab�an aprendido su forma de operaci�n, entre ellos el se�or Julio Amin, que era soldador y C�sar M�ndez, el �mono Corea�. Inicialmente se instalaron dos m�quinas en este cine para proyectar las pel�culas sin interrupci�n; las que al terminar la funci�n eran desmontadas para ser llevadas al d�a siguiente al club de empleados directivos y proyectar la misma cinta, tambi�n sin interrupci�n, como en los cines actuales; pero con el paso de los d�as, habida cuenta de las complejas maromas que ten�an que hacer varias personas para armar y desarmar las m�quinas, empacarlas en cajas y trastearlas de un lado a otro para luego repetir el proceso a la inversa, y el riesgo de da�o que la movilizaci�n podr�a provocar en ellas, se opt� por dejar en cada uno de los dos cines una sola m�quina permanente; desde entonces las pel�culas se proyectaron rollo por rollo, lo que dejaba un intervalo interesante para que los espectadores pudieran comentar sobre la cinta, darse un respiro o caminata para estirar las piernas y descansar de la dureza del concreto de los amplios escalones en el cine del campamento o tomarse un refrigerio en el cine de directivos.

Las nuevas m�quinas brindaban una imagen realmente fastuosa para la �poca, ya que eran de 35 mm y abarcaba toda la gran extensi�n del tel�n. La habitual calma de las noches de Cove�as permit�an escuchar perfectamente desde todos los �ngulos el sonido emitido por unos negros parlantes situados cerca de la caseta de proyecci�n y unas bocinas accesorias bajo los aleros del frente.

Las pel�culas, siendo las �ltimas producciones eran en su mayor�a mexicanas y en blanco y negro; de charros, de novelones rosas con rancheras de Antonio �Tony� Aguilar y tambi�n norteamericanas sobre las aventuras del Llanero Solitario, que nunca supimos por qu� se le llamaba Solitario si andaba en su caballo Plata y con su fiel amigo Toro; de vaqueros legendarios como Gene Autri y Roy Rogers; de elegantes aventureros con Bat Masterson; otras tambi�n mexicanas de lucha libre, con El Santo, El Enmascarado de Plata; de fastuosos bailes antiguos de sal�n y de lo �ltimo en guaracha de los bailes de chachach� y merecumb� que hac�a Mar�a Antonieta Pons con unos vestiditos a modo de pantaloncitos calientes, mostrando la barriga  con unas discretas pero visibles �llantas� y haciendo sensuales movimientos de cadera que eran la delicia de los caballeros y la estupefacci�n de las se�oras ante tanta �vulgaridad�; hasta las nuevas cintas de �ciencia ficci�n�, con Rold�n el Temerario y su amigo el Dr. Zarkov, pasaron por nuestros ojos y fueron la sensaci�n de la concurrencia al cine de la Sagoc en Cove�as, que era notablemente nutrida, pues llegaban espectadores de Guayabal, Punta Seca y El Porvenir, aunque despu�s tuvieran que regresar a pie en su tr�nsito por las oscuras carreteras, con los temores a las culebras y, en especial las vicisitudes que implicaba el paso por El Cerrito de Piedra que no hab�a perdido su fama de sitio de aparici�n del hombre sin cabeza.

UN HOMICIDA VA AL CINE

En un verano de 1959 volv�amos de paseo de Tol�. El camino, como siempre en verano, estaba arenoso y en la primera etapa ya hab�amos quedado atascados dos veces. Despu�s de la segunda  varada seguimos unos pocos kil�metros sin percances y fue entonces cuando apareci� en la v�a un caminante solitario. El hombre, desconocido y extra�o en la regi�n, era un joven de unos 25 a�os, complexi�n delgada, camisa azul a cuadros y pantal�n gris. Era realmente raro encontrar personas desconocidas en Cove�as y mas aun en tr�nsito por tan poco concurrida y dificultosa v�a, por la cual no hab�a transporte p�blico; de manera que lo menos que pod�a hacer quien transitara en veh�culo por all� era prestarle el servicio de llevar a quien encontrara. Eso hizo que recogi�ramos al viajero. Adem�s, pod�a ser de ayuda llevar una fuerza adicional para desenterrar el carro si se atascaba. Lo recogimos y subi� a la parte trasera del carro, junto a nosotros, que para entonces �ramos preadolescentes.

Le preguntamos hacia d�nde iba, - �a Cove�as!, contest� casi bruscamente -, y permaneci� en silencio el resto del viaje que tambi�n transcurri� sin mas atascadas. Al llegar a Cove�as pidi� que lo dej�ramos en la intersecci�n de la v�as a la entrada del campamento. Dio las gracias y nos alejamos sin comentarios sobre el inesperado pasajero.

Tan pronto llegamos a casa dejamos las cosas que tra�amos y nos dispusimos a salir nuevamente. Era d�a de cine. Ten�amos la costumbre de ver las pel�culas desde el carro y quedarnos sentados en la comodidad de sus sillas a la izquierda y en la parte superior del recinto. Nadie nos interrump�a y permit�a a mam� ejercer varios controles: uno, el mas importante, era el indicarnos que cerr�ramos los ojos o que mir�ramos para atr�s cuando aparec�a Mar�a Antonieta Pons bailando, al decir de la �poca, de manera �vulgar� y con vestidos de ba�o enterizos ajustados, nada demostrativos, pero de ninguna manera "aptos" para nuestros ojos.

Ocasionalmente otras personas asist�an en veh�culos que estacionaban en la parte frontal, se bajaban y se sentaban o se quedaban de pi�. Ese d�a estaba en cine el reci�n nombrado capit�n de la Aduana de Cove�as. Se encontraba entre las pocas personas que estaban de pie en la primera grada, en la parte superior de la instalaci�n.

Mientras ve�amos el inicio de la pel�cula se produjo un alboroto, con gritos y forcejeo en la primera grada, d�nde estaba el capit�n. Un individuo se hab�a acercado a �l y lo hab�a acuchillado. El sujeto fue r�pidamente capturado y el capit�n llevado al hospital para curarlo. Al perecer la herida no fue muy importante pero el cuchillo que us� el atacante era de grandes dimensiones y pudo haberle hecho mayor da�o. Todos se preguntaban entonces qui�n era el agresor y de d�nde hab�a salido, ya que era un extra�o en Cove�as.

Con la curiosidad esperada en una situaci�n tan inusual en una comunidad en la que la violencia era ex�tica, pap� fue tambi�n a ver quien era el individuo.

�El pasajero que recogimos en el camino!.

Viaj� silencioso con nosotros en silencio, rumiando su plan, con el �nico prop�sito de llegar a Cove�as para atacar al capit�n, por razones que nunca conocimos y durante el viaje llevaba, junto con su intenci�n asesina, el arma que utiliz� y que nunca le vimos, pero que nos conmocion� por el gran riesgo al que estuvimos expuestos al recoger al pasajero homicida del cine.

4.4.8 CLUBES Y ACTIVIDADES DEPORTIVAS

Los clubes en Cove�as llegaron con la Colombia Products Co., y muy seguramente fueron los extranjeros quienes promovieron y establecieron la idea de tales establecimientos en las empresas y en las ciudades colombianas. Entre las instalaciones de la Colombia Products Co. el Club estaba considerado desde el comienzo de sus actividades. Fue una de las edificaciones de madera construidas en la zona de casas de familias, de solteros y de oficinas de esa empresa.
Figura 174. Grupo de empleados de la Sagoc y funcionarios de empresas contratistas con sus esposas con ocasi�n de una reuni�n de navidad en el club de la Sagoc, reci�n instalada en Cove�as. 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
En la fotograf�a anterior aparece un numeroso grupo de directivos, empleados y sus esposas en 1939, frente a las instalaciones de la Sagoc. Al fondo se observa el tanque de agua. Esta imagen proviene de uno de los informes de Cornelissen & Salcedo y se encuentra la siguiente leyenda:

�D�a de navidad en 1939 en Cove�as, Colombia. Esta foto fue tomada despu�s de una agradable cena de navidad que fue posible por [cortes�a de] Mr. C. S. Atwell (Gerente de Colpet-Sagoc), quien envi� los suministros desde Barranquilla por avi�n. (Pavo y aderezos, pastel de carne picada y frutas, pastel de calabaza, bud�n de ciruelas, dulces de Navidad, manzanas importadas, naranjas y nueces mixtas, y todo el resto de elementos).

En la foto aparecen, leyendo de izquierda a derecha las siguientes personas: T.J. Butler (Gerente de Cornelissen y Salzedo), Mr. Whiteside (Sagoc), Pieter Molinar (C&S), L.C. Cardwell (Engineeer�s Ltd.), Charles Hughes (Sagoc), J.M. Arr�zola (Sagoc), Mr. Mead (Sagoc), T.L. Gore (Petroleum Iron works), G.L. Ellerby (P.W.I), Mrs. G.L. Ellerby, Mrs. T.J. Butler, Julio Borda (C&S), Mrs. L.C. Ellerby, Mrs. J.E. Beck, Mr. J.E. Beck (P.W.I), Glen Harshman (Sagoc), James Collins (Sagoc), Rex R. Tabor (P.W.I.), Mrs. R.R. Tabor, O.J. Johnson (P.W.I), Mr. S.M. Gillette (C&S), Mr. Mandell Sagoc), M.M. Palacio Bula (C&S)�. 


La edificaci�n del Club de los empleados de la Colombia Products Co. continu� sirviendo para los mismos menesteres durante muchos de los a�os de existencia de la Sagoc. En el club, que estaba situado en el barrio de arriba, se celebraban frecuentes reuniones sociales de los empleados directivos de la Sagoc, fiestas de quince a�os, cumplea�os y agasajos.
Figura 175. Club de empleados directivos de la Colombia Products Co. y de la Sagoc. Cove�as, 1920
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Cuando lleg� la Sagoc se remodel� tambi�n el club como sitio de esparcimiento y diversi�n de los empleados y sus familias y, sin duda, de juegos de cartas, billar, y tertulias verperales y nocturnas al calor de los tragos en el correspondiente bar.

El Club, como las otras edificaciones de madera y a pesar de las exhaustivas reparaciones realizadas en 1939, fue finalmente invadido nuevamente por el comej�n y, a fines de la d�cada del 50 debi� ser demolido. As�, entre 1964 y 1965 la Sagoc trajo al ingeniero C�sar Mariano Mel�ndez para hacer un nuevo club para directivos en el barrio de �arriba�. Ya terminado fue una hermosa edificaci�n con sal�n central de reuniones, donde se proyectaban las mismas pel�culas que en el cine del campamento de obreros; ten�a habitaciones para los empleados solteros, cocina, lavander�a y su correspondiente e infaltable bar. La edificaci�n fue construida entre el hospital (al norte) y las nuevas casas de mamposter�a para directivos (al sur) y estaba custodiado por una manada de gansos blancos que, con su peculiar andar rondaban por los alrededores de la cocina emitiendo estridentes graznidos tan pronto detectaban la proximidad de cualquier animal o persona cerca al Club; y persegu�an a todo quien osara acercarse a la edificaci�n. Ese club es el mismo que utiliza la Armada Nacional en su Base de Cove�as para los oficiales.
Figura 176. Aspecto del nuevo club de empleados directivos de la Sagoc. Cove�as, 1962 Figura 177. Los gansos custodios del club de empleados directivos de la Sagoc y una dama no identificada. Cove�as, alrededor de 1965
Foto por cortes�a de Raquel Romero Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n.
En el campamento de los obreros, al final y hacia el Oriente de la fila sur de casas, la Sagoc tambi�n construy� un club. La edificaci�n, que a�n debe perdurar, es una estructura muy amplia con dos salones, uno para el bar y las mesas de billar y billarpool y otro con mesas y sillas para las tertulias y el consumo siempre generoso de licores, especialmente cerveza, a la que eran especialmente adeptos los trabajadores al final de su jornada de trabajo. As� que el club era fundamentalmente un bar que siempre ten�a la m�sica a un volumen alt�simo, ol�a a cerveza y a orines. Era la �poca en que el paquete de cigarrillos Pielroja costaban cincuenta centavos y hab�a billetes de esa denominaci�n que ten�an la imagen del presidente Alberto Lleras Camargo.

As� como manten�a la escuela con toda su dotaci�n, la Sagoc patrocinaba el equipo de b�isbol que llevar�a su mismo nombre. Este equipo fue famoso por la alta calidad de sus jugadores que se bat�an en franca lid con las selecciones de b�isbol de Bol�var;  obtuvo los t�tulos de campe�n local, subcampe�n departamental y, en un torneo internacional, el campeonato frente a varios equipos nacionales y una novena venezolana. Varios de sus jugadores (Henry Ward, Antonio Bello y F�lix Peralta) formaron parte de equipos de primera categor�a y Mart�n Eloy Austin, segunda base y cuarto bate, que comenz� su carrera deportiva a los nueve a�os, fue integrante de la selecci�n nacional de b�isbol consagrada como campeona mundial de la especialidad.
Figura 178. Equipo B�isbol Sagoc, antes de 1965
Foto tomada de: Equipo de Sagoc entre los pioneros del B�isbol. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 18, (Mayo de 1965), p. 6, c. 1-2.
En la fotograf�a de la figura 178 aparecen, sentados de derecha a izquierda: Eloy Ronquillo, director de deportes en Colpet-Sagoc; F�lix Peralta, pitcher; Alfonso Mercado, primera base; Camilo Garc�a, catcher; Emiro Angarita, catcher; Jos� A. Carta, 2a base; Osvaldo Polo, mascota. De pie, en el mismo orden: Gabriel Granados, reportero gr�fico; Ricardo Hawkins, jardinero derecho; Henry Ward, center field; Mart�n Eloy Austin, segunda base; Jos� Pereira, primera base; N�stor Carta, pitcher; Antonio Bello, tercera base; Jos� Medina, pitcher; Hilario Gonz�lez, tercera base; Ignacio Magallanes, entrenador; Andr�s Picot, presidente del equipo. Tambi�n est�n las madrinas del equipo, se�oritas Genoveva Audivet, Margarita Fl�rez y Edna Austin.

4.4.9 LAVANDER�A

El edificio de madera que hab�a sido utilizado como cocina para el Hospital ser�a la LAVANDER�A de la Sagoc. All� se situ� la m�quina de lavado �tra�da del Packing House�. Es una muestra adicional sobre la conservaci�n que se dio a los diversos equipos, mobiliario y elementos que no fueron presa de los v�ndalos y que se encontraban en Rancho Grande durante el per�odo de receso o par�lisis de las operaciones entre 1925 y 1938. La m�quina de lavado y la mesa de planchado, esta con grandes rodillos, que la Colombia Products Co. hab�a importado desde 1919, finalmente vendr�an a cumplir su cometido en 1939, veinte a�os despu�s. La lavander�a funcion� en ese sitio durante muchos a�os procesando la lencer�a del hospital, del hotel, del club, de las instalaciones recreativas comunes y de los directivos solteros; mas tarde se instalaron sistemas individuales con m�quinas lavadoras y secadoras en el hospital, en el nuevo casino que reemplaz� al antiguo club y en cada una de las casas de los directivos, con lo que se hizo innecesaria la lavander�a central. Pero la lencer�a y ropa propias de las instalaciones  de la empresa la sigui� lavando y planchando la se�ora Minerva Priol� en el nuevo Hospital y en el casino.

4.4.10  EL HOTEL-COMEDOR

El HOTEL-COMEDOR de la Colombia Products Co. se constituir�a en la casa de hu�spedes u hotel de la Sagoc en los primeros a�os de su funcionamiento. Adem�s, all� viv�an y recib�an la alimentaci�n los empleados solteros del nivel directivo de oficinas y administrativo, quienes ten�an confortables habitaciones en esta edificaci�n.
Figura 179. Hotel y comedor de madera para los funcionarios directivos. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
La cocina estaba destinada para la preparaci�n de los alimentos requeridos para los enfermos hospitalizados y para los funcionarios solteros del nivel administrativo que viv�an en el hotel y era costeada �ntegramente por la empresa. Esta edificaci�n estaba situada inmediatamente detr�s del Hotel-Comedor. All� se retir� la vieja estufa y se instal� una nueva cocina el�ctrica, un calentador de agua; se cambi� la ventilaci�n del techo y se instal� un gran ventilador met�lico de techo. Se construyeron los estantes, mesas, percha  para los platos y las bandejas y se dej� la edificaci�n en perfecto estado para la preparaci�n de los alimentos.

Adem�s de las anteriores refacciones se realizaron reparaciones diversas para dejar en condiciones habitables las llamadas
�CASAS DE SOLTEROS� n�meros 58, 59, 60 y 61; las �CASAS DE FAMILIAS� n�meros 62, 63, 64 y 65. Estas �ltimas ocho edificaciones, sumadas a las estructuras del Hospital, Lavander�a, Hotel-Comedor, Cocina y Club, completaban las trece edificaciones de madera que finalmente construy� la Colombia Products Co., para vivienda y servicios de sus empleados administrativos en lo que desde entonces fue conocido como el barrio de �arriba�.

En el plano de 1924 de la Colombia Products Co. figuran solo once edificaciones, por lo que se deduce que las otras dos se construyeron mas tarde y seguramente corresponden a: la
LAVANDER�A, que quedaba detr�s del Hospital y era utilizada como cocina del mismo (que no figura en el plano) y la COCINA que se encontraba detr�s del Hotel-Comedor, que tampoco figura en el plano.

4.4.11 INSTALACIONES EL�CTRICAS Y DE PLOMER�A

La Sagoc tambi�n contrat� los servicios de la
GENERAL ELECTRIC INTERNATIONAL de los Estados Unidos para realizar todas las instalaciones el�ctricas de las nuevas edificaciones y las reparaciones y reemplazos del cableado deteriorado y los nuevos tendidos el�ctricos. Fue la primera (y tal vez �nica vez) que dicha empresa norteamericana llegara a Colombia para apersonarse de trabajos de tal naturaleza. Con esa empresa, adem�s de los trabajadores norteamericanos, llegaron los elementos de esa marca (bombillos y l�mparas, alambres, cables, tomacorrientes, switchs, tuber�a el�ctrica para instalaciones sobrepuestas y exteriores en las casas de madera y en algunas de mamposter�a, faroles para el muelle y para las casas de la herradura, aislantes para el cableado en los postes de energ�a, guayas, torniller�a abrazaderas) y toda la gama de finos productos que diseminaron en las instalaciones y que perduraron durante muchos a�os.

Para las edificaciones de madera la Colombia Products Co. hab�a instalado una peque�a planta el�ctrica que funcionaba con ACPM. Esta planta de energ�a se encontraba en el edificio N� 57, Casa de Solteros o mas bien Club, donde era utilizada como planta de emergencia ya que la energ�a el�ctrica del complejo y de las �reas residenciales y de servicios proven�a de las plantas generadoras movidas por vapor, situadas en el edificio contiguo al frigor�fico de Rancho Grande. Continu� siendo planta de emergencia en los primeros a�os de la Sagoc, para estas �reas de las instalaciones.

La plomer�a de las instalaciones nuevas fue encargada tambi�n a un proveedor norteamericano:
TOM GAVIN, empresa que lleg� con sus t�cnicos y herramientas para instalar los equipos sanitarios de la misma marca que hab�a instalado la Colombia Products Co.: Standard, norteamericana. Tuber�a de hierro galvanizado, de uso para la �poca, fue importada de los Estados Unidos para las instalaciones sanitarias de las nuevas casas y la refacci�n de las deterioradas en las casas de madera y en Rancho Grande.

4.5  EL TRANSPORTE EN LA �POCA DE SAGOC

4.5.1 TRANSPORTE A�REO

Para el inicio de las actividades de la Sagoc en 1939 ya la tecnolog�a de la industria a�rea se encontraba en crecimiento y los aviones volaban por el mundo llevando pasajeros y carga a las m�s apartadas e inh�spitas regiones. En 1938 la Colpet hab�a construido una pista provisional para el aterrizaje de aeronaves en El Tarra, Norte de Santander y en 1939 la Sagoc se dispuso a construir el aeropuerto de Cove�as.

Despu�s de varios estudios sobre la conveniencia t�cnica de diversos equipos, se lleg� a la conclusi�n de que el avi�n Ford trimotor, el Lockheed y el Stinson ofrec�an diversas ventajas. El 11 de septiembre de 1938 el Capit�n E. S. Maloney, primer Jefe del Departamento de Aviaci�n, lleg� a Barranquilla al mando del primer Ford. El 15 de septiembre aterriz� en El Retiro (Ayacucho) con el primer Lockheed y pocos d�as despu�s con un monomotor Stinson modelo SR-1O-E. Al finalizar el a�o de 1938 hab�a en servicio un Lokheed, 4 Fords trimotores y un Stinson, volando un promedio mensual de 550 horas, transportando 750 mil libras de carga y 300 pasajeros. Este movimiento exorbitante coloc� al aeropuerto de El Tarra en el segundo puesto en el mundo en entrada y salida de aviones. Solo fue superado en ese momento por el Aeropuerto de Nueva York.
Figura 180. Aeropuerto de El Tarra, el de mayor movimiento en Sudam�rica en el a�o 1939 y segundo en importancia en el mundo en el mismo a�o. Un decolaje o aterrizaje cada cinco minutos durante 8 horas al d�a�. El Tarra, Norte de Santander, 1938
Fotograf�a y nota tomadas de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 44, julio de 1967, p.2.
Como se registra en los informes de la empresa Cornelissen & Salzedo, el aeropuerto de Cove�as fue construido por la Sagoc en 1939, una parte de la construcci�n fue realizada por Cornelissen y el acabado lo hizo el se�or I. P. Roberts; ese mismo a�o tambi�n se construy� el hangar para los aviones.

El aeropuerto, que se muestra en el plano de la Sagoc de 1943, ten�a un dise�o en L que correspond�a a las pistas norte-sur y oriente-occidente, que le daban al aer�dromo una gran versatilidad para recibir los aviones cualquiera fuera la direcci�n del viento. Ya desde los primeros a�os de instalaci�n de la Sagoc en Cove�as, la pista norte-sur, que era la mas frecuentemente utilizada, fue ampliada hacia el sur agreg�ndole unos cien metros para permitir el decolaje mas seguro de los aviones.
Figura 181. Close Up del plano de la Sagoc de 1943, que muestra la localizaci�n y conformaci�n original, en L del aeropuerto, sin la extensi�n de la pista principal hacia el Sur
Plano cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Figura 182. Llegada del primer avi�n a Cove�as. �La escena, ocurrida el 8 de diciembre de 1938, registra la llegada del primer avi�n al aeropuerto de Cove�as. Una multitud de curiosos se agolp� para dar la bienvenida al �p�jaro de acero�
Nota y foto tomadas de: Sagoc hace Veintiocho a�os. En : Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company, Bogot� : N� 37, (Diciembre de 1966), p. 5
Los aviones de la Colpet-Sagoc, como era de esperar, estaban destinados a las labores propias de esas empresas. Viajaban continuamente entre los campos petroleros, en recorridos semanales entre Bogot�, C�cuta, Petr�lea, Tib�, Cicuco, Cove�as y Barranquilla, transportando materiales, herramientas, trabajadores, familiares de ellos y, ocasionalmente personas particulares. Tambi�n realizaban viajes frecuentes a R�o de Oro (Norte de Santander), campo de explotaci�n de la Colpet hacia el oriente de Tib� y pr�ximo a la frontera con Venezuela.

Cuando deambul�bamos con nuestros amigos en la proximidad del aeropuerto, en expediciones de infancia y juventud, descubrimos la gran plataforma de cemento que para entonces fue un verdadero misterio para nosotros. Era el piso del hangar, �nico resto de la inmensa construcci�n con piso cuadrangular de 37 metros de lado y 20 de altura, edificada en 1939 por la Sagoc para sus aviones. Las fotograf�as del hangar lo muestran imponente y destacado en el paisaje de Cove�as. Para su construcci�n la Sagoc import� todo el material estructural prefabricado de los Estados Unidos, adquirido a la empresa The Bers Steel Building Corporation; los planos fueron provistos por la misma empresa y con l�minas de acero corrugado Armco Brand se realiz� la construcci�n de las paredes. Albergaba con toda facilidad los dos aviones DC-3 de las compa��as. Debido a que la Colpet-Sagoc ten�a oficinas en Barranquilla e instalaciones de talleres aeron�uticos y hangar para los aviones en el aeropuerto Ernesto Cortizos de esa ciudad, y a que en Cove�as los aviones llegaban dos veces por semana y no pernoctaban, el hangar del aeropuerto de Cove�as, por f�sica falta de uso, fue desmontado (ya que era prefabricado), con lo cual se evitaba adem�s el mantenimiento que requer�a. Los materiales recuperados fueron llevados como chatarra a los Estados Unidos.
Figura 183. Hangar de la Sagoc. Cove�as,1939
Foto por cortes�a Muriel A. Keeler
El desarrollo del transporte a�reo por parte de las empresas Colpet-Sagoc, fue registrado ampliamente en una cr�nica aparecida en el peri�dico de dichas empresas en abril de 1964:

En el a�o de 1938 la mula era a�n el mejor veh�culo del pa�s y tambi�n de la Colombian Petroleum Company, pero el progreso de las operaciones de la Compa��a hizo necesaria la modernizaci�n del transporte, a pesar de la gran inversi�n de dinero. El se�or C. S. Atwell, por aquel entonces Gerente de la Sagoc, solicit� consejo al se�or Herman Kwehl, Gerente de la Scadta en Barranquilla, para la construcci�n de tres aeropuertos: uno entre Puerto Sagoc y Sima�a, otro cerca a El Retiro y el tercero en COVE�AS. Un mes m�s tarde se hicieron los reconocimientos por aire y tierra, y en junio de ese mismo a�o el Capit�n Jimmie Angel, personaje de importancia dentro de la historia de la aviaci�n, examin� los sitios propuestos para la construcci�n de los aeropuertos e hizo algunas revisiones, llegando a la conclusi�n de que el aeropuerto de El Tarra era el m�s importante y que deb�a hacerse una pista temporal, la cual se terminar�a en dos semanas. Para hacer esa pista provisional, el Capit�n Angel tuvo que arrojar en paraca�das ciertas herramientas y provisiones. Poco tiempo despu�s se presentaron al Gobierno Nacional las memorias descriptivas de los estudios hechos y se obtuvieron los permisos para la construcci�n de los aeropuertos.

LOS PRIMEROS

Al esfuerzo del Departamento de Aviaci�n est�n ligados los nombres de los Capitanes Maloney, Grey, Clausen, Brockson y Hightower y de los mec�nicos Marvin Kingsley (hoy en el Departamento de Producci�n. Humberto Barrera (quien luego se hizo Piloto y muri� accidentado en Bagueche), Varonio Cu�llar (hoy Piloto de Superconstellations de Avianca), Tomas Arrieta (famoso deportista), y Julio C�sar C�rdenas, a�n empleado de la Compa��a y especializado en motores.

Al retirarse el Capit�n Maloney quedo encargado del Departamento el Capit�n Grey, y este pas� luego a Texas donde talleci� accidentado.
Figura 184. Avi�n Ford trimotor en el aeropuerto de Petr�lea. 1938
Foto tomada de: El Catatumbo de ayer. En :Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 41, (Abril de 1967), p. 2
La fotograf�a de la figura 184 muestra a uno de los cuatro aviones Fod trimotor que la Colpet utilizaba para sus labores. Este de encuentra en el aeropuerto de Petr�lea, pista que fue abandonada desde fines de los a�os 50.

En reemplazo del Capit�n Grey fue nombrado Jefe el Capit�n Hightower quien hizo cambiar el equipo Ford por un avi�n Junker y un Lodestar. Por all� en 1945 el hangar se traslad� de los Patios a Cazadero, en C�cuta, y la Compa��a vendi� el Junker. En 1948 se hizo necesario el cambio de equipo y la Empresa import� el primer avi�n Douglas o sea el C-17 de hoy; luego el C-18 vendido despu�s a la Lybyan Petroleum Company y en 1949 el C-19.

En enero de 1959 el Capit�n Hightower se retir� de la Empresa y desde tal fecha el Capit�n Johnson est� al frente de las operaciones, manteniendo estrecho contacto con el resto de Departamentos de la Empresa y observando r�gidamente todas las leyes de seguridad para un tr�fico que ha ascendido anualmente a 30 mil pasajeros, 15 millones de libras y 700 mil kil�metros. En los �ltimos tres a�os solo 15 horas se han perdido por causas mec�nicas.
Figura 185. Capit�n Charles L. Johnson  y avi�n DC3
Foto tomada de: 25 a�os sin accidentes cumple el Departamento de aviaci�n. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�. N� 5. (Abril de 1964); p. 1
Actualmente el Departamento de Aviaci�n opera con 2 aviones Douglas DC-3 (C-47) que en los pasados cinco a�os han transportado un mill�n de libras mensuales incluyendo el peso de unos dos mil pasajeros. Aproximadamente han volado unas dos mil horas anuales, utilizando del 60% al 65% de su capacidad, a un costo total de unos cincuenta y cinco ($55,oo) d�lares por tonelada.
Los servicios de mantenimiento en un noventa por ciento se prestan en las instalaciones de la misma Compa��a, con extraordinaria eficacia.
El Departamento de Aviaci�n no solo es servicio exclusivo de la Empresa. En muchas oportunidades ha prestado eficiente colaboraci�n al Gobierno Nacional, a Empresas particulares, Entidades Sociales, de Beneficencia y Universidades. Los aeropuertos de la Empresa tampoco son de uso exclusivo de su Departamento de Aviaci�n, ya que prestan el mismo servicio de los aeropuertos oficiales.
Figura 186. Avi�n DC3 de la Sagoc. Cove�as, 1966 Figura 187. Pilotos de la Colpet-Sagoc. De izquierda a derecha: Capit�n Charles L. Johnson,  capit�n Cook, pilotos Gonzalo Lizcano, Acero y Trowbridge. Tib�, 1972.
Fotograf�a tomada de: Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 86, (Enero de 1972), p. 3.
Fotograf�a tomada de: Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company, Bogot� : N� 36, (Noviembre de 1966), p. 5
25 A�OS SIN ACCIDENTES

Dentro de poco se cumplir�n 25 a�os sin accidentes, y a este verdadero record ha contribuido el esfuerzo y la buena voluntad de infinidad de servidores entre los cuales se recuerdan los nombres de los Capitanes Parrish y Godzwon, los mec�nicos Duncan, Theoktisto y muchos m�s, as� como la competencia y lealtad de sus actuales servidores: Capitanes Hoffmann y G�mez Jurado, Copiloto Gonzalo Liscano, Copiloto e Inspector Mec�nico W. C. Trowbridge, Inspector Francisco Molina, Mec�nicos Julio C�rdenas, Ramiro Montecinos, Carlos Lindarte y dem�s personal.

AVIONES Y PILOTOS:

En los primeros a�os de la Sagoc las instrucciones a los aviones se les daban a trav�s de la radiotelefon�a de la estaci�n de radio; para fines de los a�os 40 y en los a�os subsiguientes dichas instrucciones las suministraba Carmen Sierra Patr�n desde las oficinas de la Sagoc en Rancho Grande a trav�s del voluminoso radio Collins con el que indicaba a los pilotos el estado del tiempo, la direcci�n del viento y los dem�s pormenores b�sicos requeridos para el aterrizaje y decolaje.

�Cuando la empresa Sagoc inici� los vuelos, el avi�n era piloteado por unos pilotos particulares. Despu�s, alrededor de 1949  emple� a los pilotos que fueron: C. L. Johnson, Gonzalo Liscano (de C�cuta) y despu�s �El Chulo� Duarte, quien tambi�n trabaj� mas tarde con Ecopetrol. William (Billy) Hoffman ten�a un avi�n propio en el cual viajaba de Bogot� a Cove�as; era amigo de los Barco; su hijo Billy Hoffman Jr. Tambi�n fue piloto y fue empleado de la Sagoc. Los Barco y sus amigos viajaban frecuentemente a Cove�as (Alberto, hermano de Virgilio, Carolina Isaacson, esposa de Virgilio e hija de Mr. Isaacson, quien fue gerente de Colpet en C�cuta)�
Figura 188. Carmen Sierra Patr�n en la oficina con su radio Collins. Cove�as, 1964
Foto tomada del peri�dico Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company,  Bogot� :  N� 6, (Mayo de 1964), p. 7
En 1949, ya instalada la Sagoc y su aeropuerto, con mayores desarrollos en la industria aeron�utica nacional, Cove�as fue tambi�n puerto a�reo transitorio para la empresa L�neas A�reas Nacionales S.A. � LANSA � que hab�a sido fundada en 1945 y absorbida por Avianca en 1946, cubr�a rutas nacionales entre Barranquilla, Cartagena y C�cuta, y hac�a escala en Cove�as con sus aviones DC-3 para recoger y dejar los pasajeros que con creciente asiduidad comenzaron a utilizar el transporte a�reo para sus desplazamientos y tambi�n para llevar el correo de la Sagoc.

Las operaciones de
LANSA hacia Cove�as se iniciaron con el primer vuelo en febrero de 1949 y el servicio se estableci� de manera regular durante aproximadamente seis meses hasta cuando se defini� que no hab�a suficiente movimiento de pasajeros y carga para mantenerlo y se suprimi�. El costo del pasaje de Barranquilla a Cartagena era de $14 y el de Barranquilla a C�cuta costaba $50, la mitad de lo que costaba una vaca en la �poca de Don Juli�n Patr�n.
Figura 189. Avi�n de LANSA recogiendo pasajeros en Cove�as. Cove�as, 1949 Figura 190. Otra vista de uno de los aviones de LANSA en Cove�as. Cove�as, 1949
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Tambi�n llegar�an avionetas particulares en viajes de placer para disfrutar de las playas, el mar y el sol de Cove�as; y avionetas y helic�pteros contratados por la compa��a Sagoc para realizar revisiones peri�dicas de la tuber�a del oleoducto Petr�lea-Cove�as.
Figura 191. Avioneta particular en Cove�as. 1952
Fotos por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Para los a�os 60, ya inexistente el hangar, se construy� un kiosco en la secci�n occidental, pr�ximo a la intersecci�n de las dos pistas, destinado a proteger transitoriamente del sol o la lluvia a los pasajeros que deb�an abordar el vuelo. Era evidente el riesgo y la carencia de elementos de seguridad y de apoyo en caso de accidente. En el aeropuerto no exist�an instalaciones de comunicaciones ni oficinas. Con ocasi�n del arribo de los aviones se llevaba hacia el aeropuerto el personal para las tareas de carga de los materiales. Curiosa e imprevistamente no exist�an hidrantes ni mangueras, pero si un gran extintor con ruedas y otros menores que eran llevados para las operaciones de aterrizaje y decolaje, no hab�a ambulancia ni carro bombero que pudieran dar apoyo a una situaci�n accidental. Tampoco se surt�a de combustible a los aviones en el aeropuerto ya que solo llegaban de paso para las otras estaciones de la empresa. Providencialmente y quiz� debido al exigente mantenimiento de las aeronaves de la Sagoc, nunca se present� un accidente de estas naves en �ste aeropuerto.

A comienzo de los a�os 60, coincidente con el desarrollo de caba�as particulares de gentes del interior del pa�s, la Fuerza A�rea Colombiana � FAC � construy� unas instalaciones vacacionales frente a la playa, a unos tres kil�metros de la Sagoc. Para el transporte de los funcionarios y sus familias utilizaban los aviones DC-3 y H�rcules de la FAC. La Sagoc no dispon�a de la facilidad de comunicaci�n con tales naves de forma que �stas llegaban pr�cticamente �a ciegas� al aeropuerto, sin recibir indicaci�n alguna. Estos aviones, as� como las avionetas particulares que, durante los fines de semana llegaban a Cove�as,  usualmente realizaban un sobrevuelo previo al aterrizaje para observar las mangaveletas que les indicaran la direcci�n del viento.

AVIONES EN APUROS
� VUELO RASANTE SOBRE EL MAR


Siendo el capit�n Mr. C.L. Johnson el piloto oficial de la nave y actuando como copiloto el cucute�o don Gonzalo Liscano, hab�an realizado un vuelo entre Barranquilla y Cove�as y necesitaban regresar por otras personas y por carga; el avi�n hab�a presentado algunas dificultades con el encendido de uno de los motores, aparentemente nada grave. En acci�n poco usual Mr. Johnson, indic� a su copiloto que regresara a Barranquilla y que �l permanecer�a en Cove�as (deb�a ten�a al parecer una animada reuni�n); Gonzalo Liscano vol� a Barranquilla, recogi� los pasajeros y carga y regres� a Cove�as; recorrida la mitad de la ruta de regreso el motor que no hab�a presentado problemas se apag�, el vuelo continu� con un solo motor y, en la zozobra por la eventualidad de un accidente el capit�n Johnson orden� por radio a Liscano que volara sobre el mar a muy baja altura para un eventual amarizaje si perd�a el otro motor. As� lo hizo. En el horizonte el gran DC-3 apareci� como una nave marina, se ve�a pegado al mar, con su motor apagado, �embanderado� y desplaz�ndose en lenta e inusual velocidad en un per�odo que se hizo interminable desde su aparici�n en el horizonte hasta su llegada al aeropuerto. El avi�n aterriz� perfectamente y permaneci� en Cove�as varios d�as mientras era reparado. Nunca m�s Mr. Johnson dej� solo al copiloto.

� ENTRE TINTO Y TINTO EL AVI�N SE PIERDE

En 1967 acompa�aba en Barranquilla a mi padre a un tratamiento m�dico y deb�a regresar a Cove�as; me solicitaron cupo en el vuelo de la compa��a que saldr�a, seg�n me informaron, a las seis de la ma�ana. Pap� me despert� a las cuatro, tom� un taxi para el aeropuerto y llegu� al hangar de la Colpet en el aeropuerto Ernesto Cortizos a las cinco de la ma�ana. No hab�a un alma all�. Esper� ante la puerta cerrada del hangar entre una nube infernal de mosquitos que hicieron conmigo de las suyas y solo a las siete de la ma�ana llegaron los primeros funcionarios. Con los varios preparativos y en espera de otros pasajeros el vuelo sali� finalmente a las ocho de la ma�ana. Entre los pasajeros, muy pocos, estaba nuestra apreciada Mrs. Muriel Keeler. Los pilotos eran Mr. Johnson y el se�or Gonzalo Liscano; y llevaban un piloto de la Texas que estaba en entrenamiento. La demora en la salida del vuelo se debi� a que el radio de comunicaciones de la nave se hab�a da�ado. Habiendo recibido en tierra las instrucciones de decolaje desde la torre de control, el avi�n sali� y ya no dispondr�a de m�s comunicaciones durante el vuelo.

Transcurridos unos quince minutos, Mr. Charles Johnson y Gonzalo Lizcano dejaron en la cabina al piloto de la Texas para que continuara el vuelo mientras ellos pasaron a la cabina de pasajeros donde entablaron una animada y prolongada conversaci�n, entre tinto y tinto, con la se�ora Keeler y otras personas. Yo, que hab�a hecho ese vuelo en otras ocasiones y sab�a que el avi�n volar�a la mayor parte del tiempo sobre el mar, observaba inquieto solo tierra, selvas, cerros y r�os nunca vistos en la ruta. Transcurridos 30 a 35 minutos, cuando ya el vuelo normal de 40 minutos deb�a llegar a su destino, los pilotos se asomaron a una de las ventanillas y quedaron perplejos; corr�an de uno a otro lado de la nave para ver la geograf�a exterior en lo que se hac�a evidente que tambi�n era desconocido para ellos; el piloto de la Texas hab�a perdido el rumbo, se hab�a internado en el continente y ninguno de ellos sab�a d�nde nos encontr�bamos.

Tomaron el mando del avi�n e hicieron un giro de 180 grados; volamos otro 30 minutos en busca del rumbo hasta cuando llegamos nuevamente al mar y enrumbamos hacia el Sur, hacia Cove�as. Mientras tanto hab�a pasado mas de una hora de decolaje del avi�n, tiempo muy superior a los cuarenta minutos que duraba el vuelo; de Cove�as llamaban insistentemente al aeropuerto de Barranquilla donde no ten�an noticias del avi�n, �ste, sin radio, no pod�a informar sobre la situaci�n. Fue declarado en emergencia hasta cuando una hora y media despu�s de salir, finalmente aterrizamos sin novedad en Cove�as. Los veh�culos y funcionarios que deb�an esperar el vuelo ya se hab�an retirado del terminal. En el Kiosco del aeropuerto, inusualmente tranquila y solitaria solo estaba mam�. �Yo sab�a que no les hab�a pasado nada� me dijo, cuando baj� del avi�n.

� VERANEANTES BAJAN P�LIDOS DEL FAC DC-3

Una de las aeronaves de la FAC, un DC-3, aterrizando por la pista oriente-occidente, sufri� un accidente al fallar el tren de aterrizaje izquierdo. Quien esto escribe, �nico espectador de tal  suceso, se encontraba en faenas de exploraci�n juvenil en el aeropuerto. El avi�n se aproxim� a la pista con su tren de aterrizaje desplegado pero al tocar tierra el tren del lado izquierdo, probablemente no bien asegurado, se repleg� al interior de la nave y �sta se inclin� hacia ese lado apoyando el ala sobre tierra y derrapando en la mitad de la pista, con lo cual gir� en direcci�n a los matorrales fuera de la pista. El avi�n no sufri� mayores desperfectos, solo el ala izquierda se deform� levemente y la h�lice del motor izquierdo se torci�. Los pasajeros salieron indemnes, todos con una notable palidez facial que acentuaba la normal palidez de los citadinos que vendr�an a tomar el sol y que pronto recuperar�an el color durante sus d�as de reposo y bronceado en las playas de Cove�as.

En la historia de la Colpet-Sagoc solo se registra un accidente ocurrido el 15 de abril de 1939, durante la construcci�n del oleoducto Petr�lea � Cove�as:

�El avi�n Ford de matr�cula NC-8411 al mando del Capit�n James H. Drumond y del Copiloto Lawrence Smith sali� a las 11:32 de El Tarra de regreso a Ayacucho, sin carga ni pasajeros y con $ 35.000.oo para pago de salarios. A las 12:21 se hizo el �ltimo contacto y mas tarde se le declar� en emergencia. Esa misma tarde se enviaron varios aviones en su b�squeda y todos los esfuerzos por localizarlo fueron in�tiles. Inmediatamente se destac� una comisi�n por tierra y debido a lo inaccesible del terreno los restos del avi�n fueron hallados al d�a siguiente a las 4 p.m., aproximadamente a 15 kil�metros al noroeste de El Carmen. La bolsa que conten�a el dinero fue hallada intacta. Se desconoci� la causa del accidente pero se presumi� que la visibilidad fue obstruida por espesas nubes [Los pilotos fallecieron]�. 

Los incidentes de los aviones de la Colpet-Sagoc que he descrito son mas elementos anecd�ticos que el reflejo de la situaci�n general de los vuelos. Realmente el Departamento de Aviaci�n de la empresa ten�a un manejo muy profesional de sus actividades, los dos aviones DC-3 (C-47) identificados como el HK 1503E y el HK 1504W de que dispon�a la empresa ten�an un mantenimiento exhaustivo, permanente y muy cuidadoso, lo que les permiti� operar, durante casi treinta a�os en las mismas aeronaves sin ning�n accidente.

Los aviones DC-3 de la Colpet-Sagoc, conjuntamente con las dem�s instalaciones y equipos pasar�an a ser de la empresa Ecopetrol en 1974 donde, con pilotos y Departamento de Aviaci�n continuaron prestando sus servicios durante varios a�os. Uno de los aviones, que hab�a sido rematado, termin� accidentado en Venezuela en la d�cada de los 80 mientras, al parecer, realizaba actividades il�citas de transporte de drogas.

4.5.2 TRANSPORTE MAR�TIMO


Con ocasi�n de la instalaci�n de la Sagoc en Cove�as fue necesaria la adquisici�n de materiales para la adecuaci�n de las edificaciones y de las plantas industriales que se dedicar�an al almacenamiento, manejo y exportaci�n de petr�leo.

Numerosos buques de carga y lanchas procedentes de diversos puertos locales y extranjeros, llegaron a Cove�as desde 1938 trayendo elementos, equipos y maquinaria: bombas de impulsi�n para el crudo, tuber�a para la construcci�n del terminal del oleoducto, v�lvulas de control del flujo de petr�leo, l�minas para la construcci�n y mantenimiento de los tanques, m�quinas y materiales de soldadura, herramientas, veh�culos de transporte, orugas y motoniveladora Caterpillar, cargadores, miles de perfiles  de acero y tornillos para la construcci�n in situ de las antenas de radiocomunicaci�n, cemento y maderas para las nuevas edificaciones, pinturas, materiales y cables el�ctricos, l�minas y materiales de acero para la construcci�n del hangar para los aviones, voluminosos y delicados equipos de radio y la mas variada colecci�n de cosas requeridas para los trabajos de reconstrucci�n y acondicionamiento del terminal petrolero.
Figura 192. Barco S.S. Antigua de la United Fruit Company, el primero en atracar en el muelle de Cove�as en 1938
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
El primero en llegar a Cove�as en la �poca de la Sagoc, mas probablemente sin relaci�n con las actividades  de carga requeridas por la Sagoc,  fue el barco S.S. Antigua, de bandera norteamericana � Nueva York � y perteneciente a la United Fruit Company.
Figura 193. Dos vistas del barco S.S. Antigua de la United Fruit Company en el puerto de Cove�as. 1938
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
�Nuestros trabajadores ayudaron en la descarga de todos los materiales que llegaron en los buques de vapor y en las lanchas locales, remitidos a Sagoc y a Cornelissen & Salzedo�. 

Nada era posible transportar por tierra ya que no exist�an v�as de comunicaci�n terrestres. Esos grandes vol�menes de carga que requirieron de un esfuerzo y dedicaci�n colosales durante el primer a�o de instalaci�n de la Sagoc, son los que la empresa Cornelissen & Salzedo describe t�mida y brevemente en los renglones precedentes, cuya extensi�n y parca descripci�n t�cnica no refleja la verdadera magnitud de las labores de descarga y organizaci�n de tantas cosas llegadas a Cove�as para la �poca.
Figura 194. Buque carguero Nidareid, de Oslo, Noruega, atracado en el costado Oeste del muelle. Cove�as, 1939
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
Por raz�n de la direcci�n de la corriente marina que cursa en sentido sur oriente durante la mayor parte del d�a, el sitio de atraque habitual de los barcos en el muelle de Cove�as siempre fue el costado Este. Solo en las horas �ltimas horas de la tarde las corrientes cambiaban ligeramente su direcci�n en sentido Suroeste, de manera que el atraque en el costado Oeste, como el que se muestra en la foto del barco Nidareid, adem�s de ser inusual, conllevaba el riesgo que la nave fuera empujada contra la estructura del muelle y se da�aran ambos.

Isla Fuerte es un islote situado veintisiete millas al Noroeste de Cove�as, a dos millas de distancia de la playa, en la cercan�a de San Bernardo del Viento; ser�a un hito de importancia vital para orientar la navegaci�n mar�tima de los barcos que llegaban al Golfo de Morrosquillo; tanto los de carga y petroleros que viajar�an legalmente como las lanchas que llegaban con contrabando desde Panam�; tambi�n era clave para la navegaci�n de las embarcaciones fluviales que transitaban por el golfo en ruta desde Monter�a, procedentes del r�o Sin�.

La Sagoc instal� dos faros: uno en Isla Fuerte y otro en la azotea del frigor�fico de Rancho Grande. Ambas estructuras estaban constituidas por torres de acero de cien pies de altura, instaladas sobre bases de concreto reforzado.

La iluminaci�n intermitente de los faros era
�una luz de gas regulada por una v�lvula de sol� ; en la parte inferior de la torre del faro de Isla Fuerte se construy� un peque�o dep�sito para albergar los tanques de gas, que desde entonces y durante los a�os de existencia de la Sagoc, fueron inspeccionados frecuente y rutinariamente para asegurar la permanencia de la se�al luminosa del hito. El de Rancho Grande era exactamente igual al de Isla Fuerte excepto porque carec�a del dep�sito de gas ya que �ste se encontraba resguardado en la misma edificaci�n.
Figura 195. Faro sobre el frigor�fico de Rancho Grande. Se activaba autom�ticamente al filo de las seis de la tarde y se apagaba al clarear el sol. Funcionaba con gas. Cove�as 1939
Fotos por cortes�a de Muriel A. Keeler
Los faros de Rancho Grande y de Isla Fuerte han sido por decenas de a�os gu�as insuperables para la navegaci�n del golfo de Morrosquillo; aunque la configuraci�n del suelo marino se encuentra en un declive de profundidad creciente hacia alta mar, las corrientes marinas no representan riesgos serios y no hay arrecifes o escolleras que amenacen la integridad de las naves, la presencia y orientaci�n de los faros ha sido valiosa para dirigir la navegaci�n hacia las aguas del Golfo y del puerto de Cove�as. Las aguas del golfo son serenas la mayor parte del d�a y del a�o, con tendencia a encresparse en las �ltimas horas de la tarde para serenarse nuevamente en la noche; y a volverse realmente borrascosa en breves lapsos del a�o cuando los vientos del norte, con su pl�yade de mareas altas, olas turbulentas y aguas sucias, hacen su aparici�n en toda la costa atl�ntica colombiana. No se han conocido naufragios en el Golfo de Morrosquillo.

Las operaciones marinas, como es obvio, eran vitales para el funcionamiento de la Sagoc. Deb�a adecuarse el puerto para el atraque seguro y eficiente de las naves que llegar�an a cargar petr�leo y requer�an de naves marinas y de operadores experimentados para las operaciones de carga del crudo. La Sagoc adquiri� el remolcador Isla Fuerte y las lanchas Cove�as y Caribe, as� como el bongo o planch�n.

Debido a las labores fluviales de mantenimiento, transporte y carga requeridas en los sitios de cruce del oleoducto por el r�o Magdalena, especialmente en las estaciones de El Retiro, en la proximidad de Magangue y en Puerto Sagoc, aleda�a a la poblaci�n de La Gloria, ambas situadas en las riberas del Magdalena, despu�s de la construcci�n del oleoducto en 1939, la Sagoc adquiri� varias embarcaciones fluviales, entre las cuales estuvo la lancha Rio Chicagua.

La comunicaci�n mas expedita de Cove�as era con Tol�, realizada con las lanchas Caribe, Cove�as y el majestuoso remolcador Isla Fuerte. Hasta aproximadamente 1958, las lanchas Caribe y Cove�as llevaban los trabajadores que viv�an en Tol� y, con algo menos de frecuencia, viajaban a Cartagena para sus propias reparaciones o para transportar maquinarias y equipos, siempre en funci�n de trabajo.
Figura 196. Lancha Cove�as de la Sagoc. 1968 Figura 197. Lancha Caribe de la Sagoc. Cove�as, 1965
Foto tomada de: Colpet al D�a. Bogot�, N� 15, (febrero de 1965), p. 3
Foto tomada de Colpet al D�a. Bogot�, N� 51, (Febrero-Marzo de 1968), p. 9
Figura 198. Remolcador Isla Fuerte de la Sagoc; estaba pr�cticamente destinado a los trabajos de atraque de los buques. Cove�as, 1968 Figura 199. Remolcador Isla Fuerte empuja uno de los buques cargueros
Foto tomada de Colpet al D�a. Bogot�, N� 10, (Septiembre de 1964), p. 5
Foto tomada de Colpet al D�a. Bogot�, N� 51, (Febrero-Marzo de 1968), p. 9
�Algunos de los trabajadores de Sagoc en Cove�as viv�an en Tol� y las lanchas de la empresa, la Caribe, que era la mas peque�a, y la Cove�as, viajaban desde Cove�as a Tol� por la ma�ana para recogerlos y regresaban por la tarde a llevarlos a su casa para luego volver a Cove�as por la noche. En Tol�, las lanchas llegaban a un muellecito que hab�a frente a las antiguas bodegas de mi abuelo Juli�n. Entre los trabajadores de Tol� estaban: Am�rico Villalobos, Federico Villalobos, Miguel Gastelbondo, Luis Fernando Olascoaga (Luife), Miguel Olascoaga (El mono, pescador), Joaqu�n P�rez y Ramiro Villalobos. A veces las lanchas no pod�an regresar a Tol� por el mal tiempo y entonces los trabajadores se quedaban en las casas de �macho solo�, con el tiempo, algunos de los trabajadores de Tol� pidieron casas en Cove�as para venirse a vivir con las familias�.

Los operarios de las lanchas de la Sagoc eran marinos avezados. Si bien las rutas que recorr�an no eran de gran extensi�n y pr�cticamente navegaban dentro de los confines y la seguridad del Golfo de Morrosquillo y ocasionalmente se aventuraban hacia Cartagena, su labor la ejerc�an con el mayor celo y cuidado, tanto en las actividades de transporte de los trabajadores como en las operaciones que deb�an realizar para el atraque y carga de los buques petroleros en la estaci�n submarina y en el muelle. Durante la �poca de operaci�n de las lanchas de la Sagoc no hubo accidentes mar�timos de gravedad; se relata que a fines de los a�os 40 ocurri� un incidente en el cual, durante una operaci�n de abordaje de uno de los buques, por la existencia de un fuerte oleaje en la estaci�n submarina, varios de los funcionarios de la empresa cayeron al agua desde la lancha pero fueron r�pidamente rescatados sin lesiones aunque con gran susto, porque se dec�a que, en la proximidad de los barcos rondaban frecuentemente animales marinos peligrosos, tal vez tiburones, que iban tras los desechos alimenticios que eran lanzados al mar desde los barcos.

�M�s r�pido y eficaz es hoy el remolcador Cove�as. Con el fin de mejorar al m�ximo la capacidad y el rendimiento del servicio auxiliar, el capit�n Marcos Hawkins y su asistente el se�or Julio Robinson, iniciaron la reconstrucci�n del remolcador �Cove�as�. Aparte de haber sido reforzado en toda su estructura interna, el �Cove�as� recibi� un oportuno cambio de motor, ya que su antiguo y fatigado �Caterpillar� D-8-800 de s�lo 70 H. P. fue cambiado por un moderno �Caterpillar� D-343 de 325 H. P., con el cual qued� catalogado como el m�s veloz de toda esta zona portuaria. De esta manera el servicio portuario se agiliza al tiempo que brinda a todos sus tripulantes mayor seguridad, m�s amplio radio de acci�n y m�ximo rendimiento en su importante tarea de auxiliar al gran remolcador �Isla Fuerte� en el atraque de los barcos petroleros que llegan al puerto de Cove�as, terminal del oleoducto de Sagoc�.

Durante poco tiempo una lancha, la Rio Chicagua, cuya estructura era principalmente como embarcaci�n para navegaci�n fluvial, estuvo en Cove�as prestando sus servicios. Para su reparaci�n la Rio Chicagua fue llevada a Cove�as y all�, Julio Robinson, otro de los personajes de grata recordaci�n en Cove�as, realiz� una labor que el peri�dico Colpet al D�a registr� as�:

Mayo, 1964. Renace la �R�o Chicagua�
P�g. 4. COLPET AL DIA - Mayo, 1964


COVE�AS.�Un trabajo indudablemente calificado como de alta t�cnica mec�nica fue el realizado por el se�or Julio Robinson ? apellido oloroso a leyenda marina ?, quien tuvo a su cargo la reparaci�n de la lancha �Rio Chicagua�, a la cual le cambi� totalmente el motor por uno de mayor  potencia y velocidad acorde con las necesidades del servicio. Igualmente toda la parte inferior del casco de la nave fue sustituido y finalmente se le repar� todo el sistema el�ctrico, labor esta �ltima en la cual colabor� intensamente el se�or Eusebio Sierra, t�cnico electricista.

Gracias a estos trabajos de reparaci�n y acondicionamiento de la lancha en menci�n  �sta qued� en mejores condiciones de servicio especialmente en cuanto se refiere a potencia y velocidad. Esto pudo comprobarse en las demostraciones hechas bajo el comando del propio Sr. Robinson, quien ensayo la lancha en las aguas pr�ximas al muelle de Cove�as, en el golfo de Morrosquillo, y despu�s de hacerla describir varios c�rculos la condujo mar adentro para probar intensamente su velocidad de crucero. Un trabajo eficiente y satisfactorio que demuestra la capacidad y preparaci�n del personal de Sagoc en estas y otras actividades.
Figura 200. Lancha Rio Chicagua de la Sagoc. Cove�as 1964
Foto tomada de: Renace la R�o Chicagua. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 6, (Mayo de 1964), p. 4.
Otra de las naves, si a esta se le puede llamar as�, era el colosal e imponente �Planch�n� o bongo. Este era una embarcaci�n para m�ltiples usos, conformada por una estructura rectangular, con piso y fondo enteramente planos, sin quilla, con su parte frontal ligeramente arqueada hacia arriba para afrontar con propiedad el embate de las olas y con paredes de acero, hueca, herm�ticamente cerrada. Con su enorme peso flotaba sobre las olas casi sin moverse; en uno de los extremos de su superficie estaba la cabina de mando con sus aparatos de radiocomunicaci�n y otros accesorios para la navegaci�n. El Planch�n ten�a una planta de energ�a pero no ten�a motor ni h�lice que la impulsara; para desplazarse deb�a ser halado o empujado por una de las lanchas, usualmente la Isla Fuerte que, incidentalmente, era la mas potente, grande y mas fuerte de las lanchas.

Otras estructuras situadas en la superficie del planch�n le daban su car�cter de multifuncionalidad, especialmente la gran gr�a de carga que, formada por grandes y resistentes bastidores en forma de tri�ngulo, daban a la embarcaci�n un aspecto de barco de vela, sin vela; la susodicha gr�a era obviamente utilizada para la carga de los pesados materiales que transportaba el Planch�n, especialmente la tuber�a del oleoducto que se requer�an en grandes cantidades para el mantenimiento y reparaciones del oleoducto, las maquinarias tales como bombas y plantas de energ�a que se enviaban para reparaci�n o se recib�an; los veh�culos importados tra�dos desde Cartagena y todos los trabajos que requirieran de esa actividad de carga en el mar. El planch�n fue especialmente �til durante la construcci�n de la estaci�n submarina de la Sagoc, cuando por raz�n del bajo calado en la punta del muelle y la necesidad de llegar barcos con mayor capacidad de carga se decidi� llevar el oleoducto tres kil�metros mas afuera; con el Planch�n se pudo realizar la colocaci�n de la tuber�a y la construcci�n e instalaci�n del manifold y mangueras en la estaci�n submarina, la instalaci�n de las boyas, las que tambi�n deb�an sacar peri�dicamente del mar y subirlas al Planch�n para reparar las posibles aver�as que le hicieran perder su flotabilidad. El Planch�n tambi�n se utilizaba para las reparaciones que requer�a el muelle, especialmente para los cambios de los pilotes de soporte que iban perdiendo su consistencia y su anclaje al fondo marino. Para ello se instalaba en el bongo un martinete con el cual se introduc�an los pilotes con estruendoso ruido. Esa misma actividad fue necesaria realizarla con el Planch�n en el puente de madera que el se�or Keeler hizo en la Boca de la Ci�naga, sitio donde la salida al mar  era especialmente amplia y el puente requer�a de una estructura portante de alta solidez frente a los embates de las corrientes entrantes y salientes de la Ci�naga, aspecto que era menos dram�tico en los otros puentes que se construyeron entre Cove�as y Tol� y que no requirieron de los servicios del Planch�n para su emplazamiento.

Por los a�os 60 el Resguardo de Aduanas y Renta  ten�a una peque�a lancha con motor fuera de borda en la cual viajaban ocasionalmente a Tol� y a veces llevaban alg�n pasajero particular. Era una lanchita realmente diminuta, con aspecto de gran fragilidad, con una precaria carpa de lona impermeabilizada sostenida por parales de aluminio; cuando sal�a del puerto con su ruidoso motor fuera de borda, especialmente en los viajes vespertinos, cuando el mar se encrespa y la brisa se vuelve viento, parec�a que la peque�a y veloz embarcaci�n no resistir�a los embates de las olas, pero los marinos que la llevaban eran expertos en tales lides y siempre sortearon los viajes sin accidentes.

4.5.3 TRANSPORTE TERRESTRE

No exist�an comunicaciones terrestres adecuadas con los pueblos mas cercanos (Tol�, Sincelejo, San Antero, Lorica, Ceret�, Monter�a), que eran pueblos grandes con mediano desarrollo seg�n las circunstancias de entonces en el pa�s.

Al igual que en la mayor parte de las poblaciones de la costa atl�ntica colombiana, en los primeros veinte a�os del siglo XX, el transporte local y entre las poblaciones cercanas se hac�a a caballo o en burro, o en mula dependiendo de las posibilidades y requerimientos del viajero; las v�as de comunicaci�n eran caminos o senderos abiertos pr�cticamente al paso de las bestias. Don Juli�n Patr�n viajaba solo a caballo entre Cove�as y Tol� transitando por la playa, que era una v�a mas expedita que cualquiera otra; aprovechaba para darle un vistazo a sus inmensas coqueras y a las instalaciones dispuestas para la recolecci�n y almacenamiento de los cocos; por la playa tambi�n transitaban diariamente los peones en la recolecci�n de los cocos y en su tr�nsito hacia los centros de acopio. Los asentamientos humanos cercanos apenas se estaban desarrollando y el tr�nsito hacia las inmensas fincas de pastos y ganados de Don Juli�n se hac�a por los mismos caminos.

Las v�as no cambiaron mucho cuando lleg� la Colombia Products Co. No podr�a esperarse que, a las dificultades inherentes a su propio funcionamiento se le agregara la construcci�n de v�as de comunicaciones en la regi�n, ello, adem�s fue en cierto modo providencial porque mantuvo a Cove�as pr�cticamente aislada entre 1925 y 1938, lo que evit� el paso y llegada de invasores, colonos o gentes de paso que hubieran podido incluso malograr las colosales instalaciones del Packing House. De manera que las comunicaciones terrestres continuaron siendo a lomo de caballo o de otras bestias. Hizo la Colombia Products Co. las v�as carreteables interiores del complejo industrial y las v�as f�rreas interiores y de acceso a la cantera y a la represa de Villeros, mas no hizo v�as de comunicaci�n con poblaci�n alguna.

La v�a f�rrea se encontraba pr�cticamente intacta y excepto por requerimientos menores, no necesit� de reparaciones diferentes a las de retirar la hierba y basuras que obstru�an el tr�nsito de la locomotora. Mas bien se retiraron varias de las l�neas, como sucedi� en el muelle, donde una de las  dos v�a existentes fue eliminada quitando 80 rieles de ella. Pero tambi�n se hizo una extensi�n hacia los nuevos tanques de almacenamiento de crudo, el nuevo hangar y el aeropuerto, donde se instalaron los correspondientes switches de cambio de las v�as. Las v�as f�rreas permanecieron varios a�os en su sitio mientras estuvo funcionando la locomotora en el trasteo de los materiales, m�quinas, herramientas  y personal que fueran necesarios en los diversos sitios. Con la llegada de los veh�culos automotores de transporte y seguramente por dificultades en el mantenimiento de la ya envejecida locomotora, en los a�os siguientes a la instalaci�n se construyeron las v�as para el tr�nsito regular de los automotores y se abandon� el transporte f�rreo.
Figura 201. Locomotora a vapor, la misma que fue utilizada por la Colombia Products Co., para esta �poca en uso por parte de la Sagoc. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Con ocasi�n de la instalaci�n de la Sagoc en Cove�as y la construcci�n del oleoducto Petr�lea-Cove�as en 1938, paralela al tubo se hizo la trocha por donde deb�an transitar los trabajadores, �La Gul�, camino que adem�s tendr�a un uso permanente para los efectos del mantenimiento de la tuber�a y de las diversas v�lvulas dispersas en el trayecto. Esa circunstancia hizo que se pudiera establecer una v�a de comunicaci�n terrestre, por cierto mas directa que la actual, entre Cove�as y Sincelejo, habida cuenta que el oleoducto fue trazado para pasar por la proximidad de Palmira en su ruta hacia Cove�as y que el trazado del oleoducto es mucho mas directo. Por all� transitaban, con cierta seguridad, es decir por terreno mas firmemente asentado, los viajeros que iban entre Cove�as y Sincelejo. La Sagoc acondicion� las v�as carreteables internas que hab�a hecho la Colombia Products Co. y construy� otras interiores, tales como la v�a al aeropuerto, a la estaci�n de bombas y a los tanques de crudo y, cuando, una vez terminado el oleoducto lleg� el petr�leo, procedi� a �pavimentarlas� con una mezcla de petr�leo, arena y gravilla que dejaba las v�as intensamente pastosas durante unos d�as mientras se secaba el petr�leo, pero que despu�s quedaban casi como el asfalto actual, permitiendo un tr�fico c�modo y permanente.

La primera bicicleta llegada a Cove�as fue la que trajo, Rafael Mor� Bonfante en 1950. Era una bicicleta marca Raleigh, inglesa, de extraordinaria factura. La compr� en Cartagena para transportarse desde su casa hasta el trabajo en la bodega de materiales de la Sagoc, donde era el quien llevaba al d�a los archivos de los materiales, elementos y herramientas mediante el Kardex y manejaba el �conocimiento de embarque� de los aviones.

La bicicleta le caus� grata impresi�n al se�or Arthur Larsen, para entonces Jefe de Campo de la Sagoc, quien decidi� que la empresa comprara bicicletas para que sus trabajadores dispusieran de un medio de transporte eficiente y de bajo costo en su transporte de casa al trabajo y viceversa.
Figura 202. Primera bicicleta (marca Raleigh) en Cove�as, de Rafael Mor� Bonfante. Cove�as, 1950
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
Cove�as siempre vivi� integrada con los caser�os mas cercanos, especialmente de Guayabal y Punta Seca (Santa Fe). Estos quedan hacia el sur de Cove�as. Guayabal, un caser�o cuya �nica calle era la carretera, queda a unos tres kil�metros de Cove�as; all� viv�an con sus familias algunos de los trabajadores de Sagoc a quienes no se les hab�a asignado casa en Cove�as y otros solteros. Aunque habitaban en casas de palma y bahareque, algunas con techo de zinc y otras construidas en "material" (mamposter�a), las familias ten�an una condici�n econ�mica relativamente buena, Punta Seca, un kil�metro al sur de Guayabal, pr�cticamente aleda�o a este caser�o, para la d�cada de los a�os 50 solo estaba separado de Guayabal por una zona baja y f�cilmente inundable llamada el Bajo de los Sapos, donde estos animales orquestaban un interminable e insoportable concierto nocturno en �poca de lluvia; Punta Seca era asiento de familias de menos recursos que en Guayabal. Algunos de sus habitantes, tal vez en un intento frustrado por darle realce al caser�o, lo llamaban insistentemente y para los propios y extra�os: "Santa Fe", pero ese nombre nunca ha persistido, ni siquiera en la costumbre de sus mismos habitantes. Para fines de los a�os 50 el Bajo de los Sapos, fue finalmente ocupado por familias de bajos recursos que construyeron casas de bahareque y palma y algunas de mamposter�a en la zona que, en el curso de los a�os siguientes, sufri� frecuentes y recurrentes inundaciones en �poca de invierno; se le llam� entonces el Barrio de los Sapos.
Figura 203. Vendedor de v�veres en burro. Cove�as, 1939
Close up de fotograf�a del campamento de obreros. Foto original por cortes�a de Muriel A. Keeler
De estos caser�os sal�an los productos del campo que eran vendidos en burros en las mismas poblaciones y en Cove�as. Era (y todav�a lo es) un mercado diario a domicilio que llevaba leche, queso, pl�tanos, yuca, bollos, huevos, gallinas, pavos y la mas heterog�nea variedad de productos propios de la regi�n a c�modos precios y publicitados a gritos semicantados desde las monturas de angarillas por sus propietarios o vendedores, que en su mayor parte eran mujeres. As�, eran frecuentes o mas bien cotidianos, no solo la compra de los art�culos sino los encargos y los cr�ditos.

La v�a hacia esas poblaciones, un carreteable que se extiende unos diez kil�metros hacia los caser�os de El Reparo y Aserradero, fue hecha por la Sagoc y mantenida por la misma empresa en el curso de los largos a�os de su permanencia en Colombia. Primero abrieron el camino con maquinaria y a�os mas tarde lo �pavimentaron� con petr�leo y material de carreteras. Pero hasta los a�os 50 y mediados de esa d�cada, el transporte de personas y productos desde y hacia esas poblaciones era en "bestias" (burros, mulas, caballos) y solo pocos veh�culos transitaban por esa v�a. Por ejemplo, a mediados de los a�os 50, en �poca de invierno, era una verdadera odisea aventurarse al viaje por cualquier medio hacia Guayabal o Punta Seca; poco antes del sitio llamado �El Cerrito de Piedra� a un kil�metro de Cove�as el camino, bordeado por matarratones y malezas, era un barrizal amarillo interminable y pegajoso donde los burros hund�an casi toda la longitud de sus patas.

Si el viaje se aventuraba en carro, la subida a �El Cerrito de Piedra� era poco menos que fat�dica. El Cerrito de piedra, que ahora es solo una elevaci�n casi imperceptible del camino, era un promontorio con un talud de unos 40 grados, con superficie de piedra recubierta de tierra o de material deleznable que se deshac�a con la lluvia y dejaba las piedras descubiertas pero notablemente resbalosas, de manera que, subir por all� un veh�culo automotor se hac�a poco menos que imposible y en el mejor de los casos iba a parar, desliz�ndose hacia atr�s, a una de las cunetas laterales llenas de malezas y barro. 

El primero de los veh�culos particulares en aventurarse por esa v�a fue "Macondo", Jeep Willys, modelo 1951 de Rafael Mor� Bonfante. Macondo fue legendario en Cove�as; adquirido alrededor de 1955 era el �nico carro particular que hab�a all� en esa �poca. Por su aspecto de carro viejo fue llamado inicialmente Matusal�n, pero r�pidamente la inventiva popular lo bautiz� �Macondo� hasta el fin de sus d�as en la d�cada de 1970. Nunca se supo de d�nde provino el nombre de Macondo asignado al Jeep, lo cierto es que ese apodo fue puesto mucho antes de los relatos m�gicos del insigne novelista Gabriel Garc�a M�rquez y probablemente debe estar asociado con algo viejo o vetusto.
Figura 204. Rafael Mor� y Macondo, campero Willys y primer veh�culo particular llevado a Cove�as. Cartagena, 1956
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
La compa��a Sagoc trajo sus veh�culos, que importaba directamente de los Estados Unidos, los que renovaba peri�dicamente (aproximadamente cada cinco a�os). Los primeros veh�culos que trajo la Sagoc a Colombia en 1938 fueron los seis camiones Chevrolet que entreg� en calidad de pr�stamo a la empresa Cornelissen & Salzedo para labores de transporte de material y personal durante de la remodelaci�n y adecuaci�n de las instalaciones industriales en Cove�as. Para mediados de la d�cada de 1940 la Sagoc import� dos veh�culos, un campero Willys y un furg�n. En el campero se desplazaban los jefes del campo por las instalaciones y el furg�n estaba destinado al transporte de la carne desde el matadero hasta el comisariato. Despu�s de estos veh�culos, todos los automotores de transporte y carga que import� la Sagoc fueron marca Ford; en su mayor parte eran camionetas para el transporte de los ingenieros de la empresa y buses para el personal y los escolares; hab�a un campero Ford Bronco que era de uso exclusivo del se�or Keeler y los otros veh�culos eran: las volquetas para el acarreo de materiales de construcci�n y los camiones para el transporte de maquinaria y materiales relacionados con el trabajo petrolero.

Para los trabajos de movimientos de tierra y construcci�n y mantenimiento de v�as dispon�a de orugas Caterpillar D4 y D8, de gran potencia y durabilidad; de una motoniveladora y de cargadores de tierra y rocas; para las actividades agr�colas y de mantenimiento de prados ten�a tractores que arrastraban variados dispositivos para el corte de la grama en los extensos campos aleda�os a las instalaciones y otros tractores peque�os para el mantenimiento de jardines y �reas pr�ximas a las casas de habitaci�n. Los veh�culos que peri�dicamente importaba la Sagoc estaban libres de impuestos; llegaban a Cartagena y all� se enviaba la lancha Isla Fuerte y el Planch�n para conducirlos hasta Cove�as. Llegaban cubiertos con una espesa capa de un material bituminoso, posiblemente una grasa de elevada densidad, para protegerlos del salitre durante el viaje desde los Estados Unidos hasta Cove�as. All� eran bajados del Planch�n en el desembarcadero de La Troja y luego sometidos a lavado con alguna sustancia disolvente especialmente indicada para remover la capa de grasa y de all� puestos inmediatamente en servicio.

�Viendo el problema del transporte por lancha, el se�or Keeler ten�a la idea de hacer la carretera. El se�or Keeler era un hombre muy emprendedor; le gustaba hacer los trabajos personalmente, especialmente los mas dif�ciles. Con ello tambi�n le mostraba a los trabajadores las cosas que era posible hacer. El hizo la carretera de Cove�as a Tol�. Un buen d�a, tal vez en 1957 o 1958, se mont� en un tractor Caterpillar y nos dijo que iba a abrir la carretera para Tol�. Desde el primer d�a y casi cada vez que el se�or Keeler iba a trabajar en la carretera, nosotros nos �bamos detr�s de �l en Macondo, por del camino que iba abriendo con la m�quina y llev�bamos tinto y agua para �l y los trabajadores que le acompa�aban y otras veces �bamos por ociosidad para ver c�mo iba la carretera.

As�, d�a tras d�a, en los fines de semana y despu�s ayudado por los maquinistas de la Sagoc, el se�or Keeler fue abriendo la trocha por toda la playa desde Cove�as hasta Punta de Piedra, luego hacia la Ensenada, dejando siempre los �rboles de uvita de playa y de icaco, as� como las palmeras y los cocos del lado de la playa, pero hubo que tumbar muchos �rboles gruesos y para ello llevaba trabajadores con m�quinas y herramientas. Cuando llegaba a los arroyos que sal�an al mar se paraba la trocha pero de una vez comenzaba a construir el puente. Si la marea estaba baja y el arroyo no estaba crecido, pasaba al otro lado del arroyo y continuaba con el trabajo de despejar los �rboles y abrir la trocha. Los puentes fueron hechos con tuber�a del oleoducto que era enterrada en el lecho de los arroyos con un martinete que ten�a la Sagoc en Cove�as y que se llevaba por mar hasta cada uno de los arroyos para los trabajos.

La madera para los puentes era la misma madera creosotada que se tra�a del exterior para las reparaciones del muelle. Despu�s que el se�or Keeler comenz� los trabajos, los otros trabajadores se le unieron durante los fines de semana para construir la carretera. El primer puente que hizo fue el del arroyo Amansaguapo, cerca de la casa de la playa de don Enrique G�mez.  El puente que mas demor� para construir fue el de la Boca de la Ci�naga,   porque tambi�n era el mas grande. Pero antes de terminar ese puente y debido a que se demoraba la construcci�n, el se�or Keeler se ide� la forma de pasar los carros y las m�quinas al otro lado del arroyo; hizo construir una especie de balsa que llamaban el �bongo� (una gabarra), que hicieron los trabajadores en los talleres de Cove�as con unos barriles de petr�leo unidos entre s�, con lo que obten�an unos tubos de unos cinco o seis metros de largo y casi un metro de di�metro, sellados con soldadura, soldados entre s� y con tablas para poner sobre ellas al carro que iba a pasar de un lado a otro. No siempre hab�a que pasar el carro en el bongo, porque a veces el agua estaba bajita y se pod�a pasar por el lecho del arroyo que era de arena por la entrada de mar. Pero cuando hab�a que pasar el carro en la balsa era toda una aventura porque la balsa era peque�a y se mov�a mucho cuando la estaban halando desde el otro lado. Los pasajeros deb�an bajarse y pasar en bote de un lado a otro y el carro pasaba solo con los voluntarios que halaban la balsa mientras los pasajeros sufr�an ante la posibilidad de un volcamiento de la balsa, cosa que nunca ocurri�.

As�, como se demoraba el puente de la Boca de la Ci�naga, se pas� la maquinaria al otro lado y se fueron construyendo los dem�s puentes, Palo Blanco, Marta, La Perdiz, hasta el puente de Pechel�n en Tol�. En esos trabajos nunca intervino el municipio de Tol�, ya que en esa �poca tampoco ten�a recursos para ello, pero la gente siempre estaba pendiente del desarrollo de la carretera porque iba a ser una v�a de comunicaci�n importante para la regi�n. Nosotros �bamos a Tol�, primero a pasear y despu�s a visitar los hijos que estaban internos en el colegio del padre Jes�s G�mez Alzate. El viaje casi siempre era dif�cil porque, en verano el camino era pr�cticamente de arena y el carro se enterraba varias veces en el camino; hab�a que ponerle palos, cavar para quitar la arena que lo bloqueaba y as� sal�amos de esas varadas; en invierno era peor porque el camino se convert�a en barro y hab�a que hacer las mismas operaciones para sacar el carro del atolladero.

En la Boca de la Ci�naga hab�a un caser�a de unas 20 familias que viv�an de la pesca. All� par�bamos siempre para comer patacones y pescado que fritaba La Mona, esposa de Juan de Dios Barboza; ellos eran personas muy buenas y atentas, amigos de nosotros y de nuestros hijos; sus hijos Juan y Alberto eran compa�eros de colegio de mis hijos, todos nos atend�an siempre con mucho cari�o y nos prestaban ayuda si ten�amos problemas porque a veces el carro se varaba por problemas mec�nicos. Rafael, mi esposo, cuidaba mucho a Macondo y siempre estaba pendiente de hacerle �l mismo las reparaciones que necesitaba o de llevarlo al mec�nico que, casi invariablemente era Horacio Carta.

�La primera vez que yo fui a Tol� para explorar con mi pap� el asunto del colegio para ir a estudiar  debimos viajar en caballo; pasando por el arroyo de palo Blanco hab�a una arena movediza, mi pap� iba adelante y su caballo se enterr� en la arena hasta el cuello, entonces me grit� que no me metiera y que pasara por otro lado mas hacia el mar donde la arena era mas firme, Finalmente sali� de la arena y pudimos pasar ese arroyo. De Tol� a Cove�as viaj�bamos a pie los fines de semana con Adalberto M�ndez que se quedaba en la entrada de Puerto Viejo, por la casa que era de un se�or de Luis Eduardo Garc�a, a quien nunca se le ve�a y que, cuando lo hac�a aparec�a en abarcas tres punt�s; tambi�n nos �bamos con Juan y Alberto Barboza que se quedaban en la Boca de la Ci�naga. Generalmente viaj�bamos a pie porque los �nicos carros que transitaban por esa v�a eran unos camperos Land Rover, que eran los �nicos, adem�s de Macondo, que se aventuraban a pasar por esa v�a, porque la carrocer�a era hecha de aluminio y resist�an mas el agua salada. A  veces mi pap� nos iba a recoger a la boca de la Ci�naga�.


El mencionado se�or Garc�a parec�a ser un personaje muy reservado, pocas fueron las personas que le conocieron. Viv�a en una casa de mamposter�a de dos pisos situada entre la carretera y la playa, en la intersecci�n de la v�a de Cove�as a Tol� con la v�a hacia Puerto Viejo. Al parecer era muy adinerado, producto de sus negocios de ganado, pero dec�an que era muy maleducado, o mas bien que ten�a actitudes campechanas y era falto de finura y que viv�a sin las comodidades que deber�a tener una persona acaudalada. Cuentan que ten�a la costumbre de escupir frecuentemente en el piso y que, estando hospedado en un hotel de Bogot� comenz� su rutina de escupir, por lo que uno de los empleados le puso una escupidera al lado, pero �l, que desconoc�a la naturaleza y objeto de ese artefacto, lo elud�a y segu�a escupiendo en el piso. El empleado sigui� poni�ndole nuevas escupideras alrededor hasta cuando el se�or Garc�a, cercado por escupideras,  finalmente le dijo: �mira, qu�tame esas bacinillas de all� que las voy a escupir�.

Fueron muchas las peripecias que debi� hacer y las acciones que emprendi� el se�or Keeler para construir la carretera de Cove�as a Tol�, lo que logr� de manera extraordinaria, seguramente con un alto costo por el uso de las m�quinas de trabajo, veh�culos de carga, combustible,  movimiento y disposici�n de tierras, horas de sudor y dedicaci�n y, sobre todo, constancia ante un reto casi personal cuando nadie se atrev�a a apostar un centavo por esa v�a, la que finalmente hizo con gran beneficio para la poblaci�n que, desde entonces y hasta los a�os 80 utiliz� la carretera del se�or Keeler para el transporte p�blico y se constituy� as� en fuente de desarrollo para la regi�n.

�El se�or Keeler tambi�n hizo la carretera de Cove�as a Guayabal, Punta Seca, El Sol, Reparo, Aserradero, hasta El Mamey. Despu�s de abierta la v�a, nosotros tambi�n viaj�bamos casi todos los d�as a El Sol, la finca de pap� y mam�, a visitarlos y, los fines de semana a pasear con los hijos. Para all� el viaje en verano era sin problemas porque el terreno era mas firme, pero en invierno hab�a mucho barro, el carro patinaba mucho y a veces intentaba salirse de la carretera. Los pasos mas complicados eran primero, el Cerrito de Piedra, que se pon�a muy resbaloso para subir, despu�s el Bajo de los Sapos, que en invierno se inundaba y se pon�a dif�cil y despu�s la subida a El Sol, tambi�n resbalosa. A�os mas tarde fue mejorando la v�a porque le echaban petr�leo y eso la hac�a mas firme y se pod�a viajar en cualquier �poca porque el petr�leo la dejaba como pavimentada. Tambi�n viaj�bamos de vez en cuando a San Antero o Lorica, porque ya se hab�a abierto la trocha de la v�a nueva. A�os antes solo se pod�a viajar a San Antero en bestias (caballos) por el Camino Real que hab�a entonces y por el cual no pod�an pasar los carros porque eso si era un barrizal tremendo. Pero para la �poca de los a�os 50 ya se pod�a transitar por la nueva trocha que tambi�n era camino de tierra que se pon�a mal�simo en invierno.

La primera estaci�n de gasolina y combustibles que hubo en Cove�as la instal� la Sagoc frente a la Bodega N� 1, donde pusieron la m�quina debajo de una caseta que escasamente alcanzaba a cubrir el aparato. La primera m�quina funcionaba con una manivela a la que hab�a que darle varias vueltas para que funcionara, no ten�a contador y pr�cticamente hab�a que adivinar o estar pendiente de cuando se llenaba el tanque del veh�culo; despu�s pusieron otra m�quina ya con bomba el�ctrica y con contador de galones despachados pero no de precio, porque para los carros de la empresa no ten�a costo y, cuando se empez� a vender gasolina a los carros particulares, el primero y por mucho tiempo el �nico, fue Macondo, y entonces el precio se calculaba manualmente seg�n los galones despachados pero de todas maneras la gasolina que vend�an era muy barata.

A�os mas tarde don Braulio Angarita, el eficiente enfermero ya jubilado de la Sagoc, dej� su farmacia de Guayabal y estableci� la primera estaci�n particular de venta de combustibles en Cove�as; all� instal� su casa, tambi�n su nueva farmacia y una especie de tienda, la �Bomba� que estaba situada en la v�a hacia Guayabal,  en la curva siguiente al puente de madera que cruza sobre el arroyo de Villeros.


4.6 ADMINISTRACI�N DEL CAMPO DE COVE�AS
4.6.1  LAS OFICINAS


Las oficinas de la Colombia Products Co. estaban situadas en uno de los edificios de madera, al lado de las edificaciones residenciales.

Cuando lleg� la Sagoc en 1939, de inmediato se pens� en instalar las oficinas donde deb�an estar: en la proximidad de las instalaciones industriales y de las �reas de trabajo. La planta baja de la edificaci�n del matadero (Abattoir), donde funcionaba un almac�n de la Colombia Products Co. fue convertida en �rea de oficinas. Se abrieron las paredes para instalar seis nuevas ventanas con las caracter�sticas de las instaladas originalmente en la edificaci�n.

Las reparaciones realizadas en la primera planta del matadero de Rancho Grande trataron de conservar la estructura original de la edificaci�n. La puerta de ingreso al primer piso, que siempre ha estado situada en el costado Oeste de la primera planta, se conserv� igual pero agreg�ndole la puerta de protecci�n de anjeo, mientras que la puerta del lado Este, que ofrece salida hacia la edificaci�n del antiguo frigor�fico fue reemplazada por encontrarse deteriorada. El alar o �dosel� dispuesto en el lado Oeste del edificio, sobre el alto y amplio corredor, fue construido en esta �poca (1938) con soportes arqueados de madera y techo de zinc. Dicho alar cubr�a los grandes ventanales de la planta baja, protegiendo del sol vesperal a los empleados que laboraban en las oficinas; el alar permaneci� all� durante muchos a�os, inc�lume a las inclemencias del sol y del salitre aunque con mantenimiento frecuente, especialmente pintura del techo de zinc y de los soportes.
Figura 205. Alar de zinc sobre el pasillo del lado Oeste de Rancho Grande. A la derecha la bonga y al fondo y derecha, el nuevo hospital de la Sagoc. Cove�as, alrededor de 1950
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n, quien se encuentra en la foto
La majestuosa Bonga que creci� al lado Oeste de Rancho Grande tambi�n prove�a de grata sombra esta parte del edificio y, entre sus cambios de hojas, tapizaba la tierra alrededor de su tallo y el alar vecino con miles de bellotas y plumosas flores blancas que el viento esparc�a por doquier en los alrededores de Rancho Grande.

Las l�minas de zinc utilizadas para la construcci�n del alar de Rancho Grande, las empleadas para los techos y algunos laterales de otras edificaciones, como bodegas y talleres, eran importadas de los Estados Unidos; la calidad de estos materiales era realmente excepcional. Debido al intenso calor reflejado por ellas, la utilizaci�n de las l�minas conllevaba la necesidad de dotar de cielos rasos y claraboyas de ventilaci�n las edificaciones que las pose�an; pero su durabilidad, aun expuestas al salitre, era extraordinaria. Cuando en los a�os 60 se quitaron las l�minas de algunas edificaciones para reemplazarlas por otras mas frescas de asbesto-cemento, las l�minas retiradas estaban en perfecto estado o con m�nimas se�ales de oxidaci�n. Una buena cantidad de ellas fue entonces donada por el se�or Arthur Larsen para la construcci�n de la iglesia de Cove�as y le sirvieron como techo a los feligreses durante muchos a�os. Otras fueron regaladas a diversas personas de la regi�n y a�n hoy existen casas en Guayabal y Punta Seca que ostentan techos de zinc importado desde hace mas de sesenta a�os.

Para la adecuaci�n del primer piso del edificio del matadero (abbatoir) para ser utilizado como oficinas de la Sagoc solo se demand� de aproximadamente un cuarenta a cincuenta por ciento del �rea disponible del piso, que fue suficiente para el funcionamiento de las oficinas de manera holgada durante todos los a�os de permanencia de la Sagoc en Cove�as.
Figura 206. Primeras oficinas de la Sagoc en Cove�as, situadas en el primer piso del antiguo matadero y planta de procesos de la Colombia Products Co.. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Varios elementos se destacan en la fotograf�a anterior: los personajes - no identificados - usaban saco, corbata y sombrero; las grandes columnas de la edificaci�n y su ensanchamiento superior son claramente demostrativas de la magnitud de la construcci�n; la puerta de entrada a las oficinas es la que se encuentra al lado del el personaje sentado al fondo; en ese sitio funcion� despu�s la sala de espera y recepci�n de la Sagoc; la estructura del �rea es de �oficina abierta� que despu�s fue cerrada cuando lleg� el aire acondicionado; al lado izquierdo de la puerta de entrada hay una divisi�n de madera que despu�s ser�a reemplazada por una pared para el cerramiento de esa �rea y adecuaci�n de la oficina del cajero; en las grandes ventanas se observa el dispositivo de varillas para su apertura y cierre.

Las oficinas estaban distribuidas en forma de L entre las grandes columnas del primer piso. Al ingresar por la puerta principal en la parte Oeste del edificio, se llegaba a la sala de espera donde hab�a dos bancas de madera para los trabajadores que llegaban a hacer tr�mites y para los visitantes; mas adentro estaba la recepci�n misma, con un escritorio, silla, m�quina de escribir y tel�fono para la recepcionista; �rea separada de la anterior por una reja de madera de baja altura, con su correspondiente puerta. Inmediatamente despu�s de la recepci�n se situaron las oficinas de las secretarias, del jefe de campo y del superintendente as� como diversas mesas y estantes con mapas, reglas, escuadras, compases, rollos de papel y otros materiales de dibujo y dise�o que eran manejados por los ingenieros jefes (Mr. Keeler, Mr. Larsen). Un alto y hermoso reloj de p�ndulo, con estructura de madera, decoraba y embellec�a el recinto; la imagen de Rancho Grande a todo color se destacaba en un inmenso cuadro, probablemente una pintura sumamente elaborada, que colgaba en una de las paredes de la oficina; para 1974 este cuadro y el reloj de p�ndulo pasaron a decorar las nuevas oficinas de Ecopetrol en la secci�n de oficinas anexa a la estaci�n de bombas.

Durante muchos a�os, antes de la llegada del aire acondicionado y cuando solo se utilizaban los ventiladores Westinghouse y los correspondientes y util�simos pisapapeles, �sta �rea permaneci� como un todo integrada con la recepci�n y en la forma que hoy llaman �oficina abierta�, que lo era por razones de clima mas no porque estuviera accesible a quien quisiera. A�os mas tarde fue f�sicamente separada de la recepci�n y mejorada con acondicionadores de aire para mayor comodidad de quienes all� trabajaban. Incidentalmente, la temperatura dentro de las oficinas del primer piso de Rancho Grande, a�n sin ventilaci�n asistida por ventiladores, era realmente fresca por la existente protecci�n t�rmica de los pisos superiores. En la secci�n Oeste del piso, inmediatamente  a la derecha de la sala de espera y separadas de esta por una pared, se adecuaron las oficinas del personal de contabilidad y la caja, as� como el mobiliario de archivadores y papeler�a. La mencionada �reja para el cajero�, por su naturaleza y concepci�n merece ser descrita mas detalladamente: la oficina de la caja se encontraba inmediatamente a la derecha de la entrada al piso de oficinas, pero a ella solo se ten�a acceso ingresando al grupo de oficinas de los funcionarios contables y de caja; dentro de este grupo de oficinas la de la caja estaba separada de los dem�s por la mencionada reja que no era mas que una fr�gil construcci�n con delgados y fr�giles barrotes de perfil cuadrado de madera y puerta de las mismas caracter�sticas que la prove�an de una separaci�n real pero sin ninguna seguridad especial. Mientras tanto, la oficina de la caja tambi�n ten�a una comunicaci�n hacia el exterior de la edificaci�n a trav�s de una ventanilla con tablas corredizas aseguradas fr�gilmente con un pestillo. Por supuesto, los valores se guardaban en una pesada caja fuerte. Sobra decir que, durante la �poca de la Sagoc jam�s se present� ning�n hurto ni intento de violaci�n de la caja de la empresa a pesar de la fragilidad de la oficina y de la aparente facilidad de acceso. Adem�s, la vigilancia que se prestaba a las instalaciones era extraordinariamente acuciosa y los celadores pasaban cada quince minutos por cada uno de los puntos de control del reloj, uno de los cuales estaba precisamente frente a la ventanilla exterior de la oficina de la caja. A�os mas tarde, cuando las actividades de los oficinistas de contabilidad fueron trasladadas a otros funcionarios, la caja tambi�n fue trasladada a la parte de las oficinas secretariales y de los jefes, siempre conservando la sempiterna barrera de separaci�n con �barrotes� de madera.

En la secci�n Suroeste estaba el taller de maquinas de escribir y de sumadoras donde el ruso Ionnov ejerci�, hasta la muerte, su solitaria, rutinaria y silenciosa labor de mantenimiento y reparaci�n de m�quinas. En la misma secci�n se encontraban los servicios sanitarios con sus viejos lavamanos de metal porcelanizado, con llaves de agua que pose�an un mecanismo de cierre autom�tico (con resorte), solo observado en el pa�s varias d�cadas despu�s; inodoros marca Standard sin dep�sito superior de agua porque se drenaban presionando un bot�n o una manija anexa a la v�lvula de drenaje; dotados con �bizcochos� de madera pintados de negro brillante, que no eran los �valos cerrados actuales sino que ten�an una conveniente abertura anterior que evitaba o disminu�a el salpicado miccional de los se�ores, y que ten�a un drenaje de alta y ruidosa presi�n que imped�a cualquier atascamiento; duchas de bronce de gran di�metro colgaban de sus tubos de suministro directamente sobre la cabeza del usuario de turno produciendo, con sus m�ltiples orificios, una verdadera y deliciosa ducha. El resto del piso permaneci� vac�o, con sus baldosas verdes siempre limpias y lustrosas.

4.6.2 PERSONAL DE OFICINAS

Con ocasi�n de la instalaci�n de las empresas Colpet y Sagoc fueron llegando a trabajar a Cove�as diversos personajes nacionales y extranjeros que con sus conocimientos, experiencia, habilidades, capacidad de trabajo, sentido de pertenencia y perseverancia, fueron actores claves para el buen funcionamiento de las empresas en el pa�s. En Cove�as marcaron una �poca de desarrollo empresarial y regional como no se hab�a visto antes y contribuyeron al reconocimiento del puerto petrolero como uno de los baluartes de ingreso de divisas para el desarrollo del pa�s.

En las oficinas de Rancho Grande trabajaban todos los funcionarios administrativos de la empresa: el jefe de campo o Superintendente, el personal de contabilidad, caja, secretarias y recepcionista, as� como algunas personas de servicios generales y mantenimiento de equipos de oficina.

Los Superintendentes, que eran los Jefes de Campo de Sagoc, fueron:

1. Arthur Philllip Larsen
2. Dick D.  MacCosham
3. Luis Gonz�lez de Haro
4. Irvin Charles Keeler
5. Enrique G�mez
6. Jos� Gabriel Nieto
7. Ana Luisa Sierra de Mor�

ARTHUR PHILLIP LARSEN

A fines de los a�os 30, lleg� a C�cuta el se�or Arthur Phillip Larsen, ingeniero norteamericano quien con el capit�n Mr. Reiber trabaj� en la construcci�n del oleoducto Petr�lea-Cove�as y construy� los puentes met�licos en la v�a de Tib� a C�cuta. Mr. Larsen trabaj� en las obras requeridas por la Colpet en el Catatumbo (Tib�, Rio de Oro, Petr�lea, C�cuta, etc.); fue superintendente de la Sagoc en Cove�as y en 1963 superintendente general de la Sagoc en C�cuta. Caracterizado por su don de gentes, su gran estatura f�sica solo es comparable con su bonhom�a; contrajo matrimonio con la cucute�a do�a Sof�a Ram�rez, con quien tuvo a su hija Lilian Mar�a. Mr. Arthur Larsen se jubil� de la Sagoc en 1964 y parti� para Libia, donde trabaj� como Gerente de la Mobil Oil Company de ese pa�s, empresa donde tambi�n trabaj� hasta su jubilaci�n, luego de lo cual regres� a los Estados Unidos, su tierra natal, a construir un oleoducto en la Florida. De los trabajadores, Mr. Larsen fue el norteamericano que mejor aprendi� a hablar espa�ol de manera natural y fluida, con una dicci�n perfecta. Con su edad avanzada pero con una lucidez envidiable, vive en los Estados Unidos. A pesar de que su permanencia en Cove�as no fue muy prolongada, dej� una honda huella de su paso por la regi�n por su trato afable, cort�s y sus acciones benefactoras para las comunidades pr�ximas a Cove�as. Antes del matrimonio tuvo dos hijos: Cecilia y Arturo, que vivieron transitoriamente en Cove�as durante algunos a�os.
Figura 207.  Mr. Arthur P. Larsen. Barranquilla, 1962 Figura 208. Mr. Arthur Larsen y su esposa Sof�a Ram�rez. Cove�as, 1960
Fotos  por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
DICK D. MCCOSHAM

�Pap� Mac�, como se le dec�a por su car�cter bondadoso, fue el segundo de los Superintendentes Sagoc en Cove�as; qued� de jefe cuando el se�or Larsen se fue para C�cuta. Su esposa era la se�ora Betty, tambi�n norteamericana.

�Dick D. McCosham lleg� a Cove�as como capataz en los primeros a�os de la d�cada de 1940. No ten�a profesi�n, pero trabajaba en labores de construcci�n y en carreteras. Hab�a trabajado en el Canal de Panam� y cuando lleg� a Cove�as ya era de edad avanzada. Tambi�n fue jefe del campo en Cove�as�.

LUIS GONZ�LEZ DE HARO

Era espa�ol y lleg� de C�cuta a Cove�as como oficinista; por sus habilidades fue ascendiendo hasta llegar a ser el jefe del campo en Cove�as a fines de los a�os 40. Quienes vivieron esa �poca recuerdan un episodio tan extra�o como vergonzoso que debi� sufrir don Luis Gonz�lez de Haro. Hab�a sido teniente del ej�rcito republicano espa�ol y all� estuvo trabajando con los comunistas. Cuando subi� a la presidencia Laureano G�mez empez� a perseguir a los republicanos espa�oles que estaban en Colombia. Luis Gonz�lez de Haro se hab�a casado ya con Ana Manuela Porras, de Lorica. All� hab�a gentes que eran enemigos de los republicanos espa�oles y aprovecharon para acusar de comunista a Luis Gonz�lez y a influir para que lo botaran de la Compa��a. Finalmente unas autoridades policiales fueron a apresarlo a Cove�as y alcanzaron a llevarlo a Lorica y despu�s lo trasladaron a C�cuta donde le dieron la casa por c�rcel y en esa condici�n vivi� en la casa de Mr. Alexander McNulty, quien se la ofreci� para ello.

Pero la familia de do�a Manuela tambi�n era conservadora e influyente, de manera que ellos intervinieron para que lo dejaran libre. Se realizaron las investigaciones pertinentes y exoneraron de toda culpa y acusaci�n a don Luis Gonz�lez, quien regres� nuevamente a Cove�as para continuar con su trabajo.

Eran seguramente las �pocas oscuras de �cacer�a de brujas�, de ingrata recordaci�n para quienes la vivieron y sufrieron. A su retiro por jubilaci�n Don Luis Gonz�lez de Haro se fue a vivir a Cali. �l es quien figura como el autor del plano de la Sagoc de 1943.

IRVING. CHARLES  KEELER (I. C. KEELER)

MR. IRVING CHARLES KEELER, norteamericano, ha sido el personaje mas querido y recordado en Cove�as. Lleg� a Colombia vinculado a la Sagoc desde el 5 de julio de 1938, precisamente cuando se iniciaban los trabajos de remodelaci�n de las instalaciones y la construcci�n del oleoducto de Sagoc. Trabaj� en el oleoducto y pocos a�os despu�s pas� de Convenci�n (Norte de Santander) a Cove�as en 1949, donde trabaj� primero como ingeniero, luego como jefe de campo y finalmente como Superintendente de la empresa. Y con �l lleg� su se�ora esposa Mrs. Muriel A. Keeler quienes, con sus hijos, vivieron 35 a�os en esta tierra que hicieron suya.

Mientras el se�or Keeler, como se le llamaba habitualmente, trabajaba en Convenci�n, su familia vivi� en C�cuta y mas adelante todos fueron a vivir a Cove�as, tierra a la que Mrs. Muriel A. Keeler llama
�Nuestro Shangri La�. De ellos, de sus labores, �xitos y desdichas, parte de las vidas que compartieron generosamente, existen los mas gratos recuerdos entre los trabajadores, jubilados, sus familias y los habitantes de Cove�as y sus alrededores.

Gran parte de las fotograf�as que ilustran el presente libro son el resultado del amoroso cuidado y conservaci�n que Mrs. Muriel A. Keeler les dio, guard�ndolas en su casa de Pensacola en los Estados Unidos durante treinta a�os.
Figura 209. Mr. I C Keeler. Cove�as
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Figura 210. La familia Keeler. De izquierda a derecha: Skipper, Kathy, Mr. Keeler, Muriel y Robert. Cove�as, 1965
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
�Los Keeler vivieron inicialmente en Convenci�n y despu�s en Cove�as. La se�ora Keeler es una se�ora muy culta, educada en los Estados Unidos. Aprendi� muy bien el espa�ol y se dedicaba a la instrucci�n de sus hijos cuando eran peque�os. Era estricta y disciplinada pero siempre conservando su cualidad de excelente persona, muy afable y atenta. Muy dedicada a su familia y pendiente de las necesidades y realizaciones del se�or Keeler y de sus hijos. Observaba una puntualidad y organizaci�n horaria �inglesas� para todas sus actividades. Ten�a se�alados horarios precisos para sus labores; hora para  el desayuno, para el almuerzo, para ir al mar, etc�tera; y el se�or Keeler, que llegaba muy temprano a la oficina, deb�a regresar a casa alrededor de las 6:30 a.m. para desayunar. Como era un trabajador tan dedicado, se concentraba r�pidamente en el trabajo y se le olvidaba lo del desayuno o se le pasaba la hora, as� que cuando eran las 6:25 a.m. y no hab�a regresado, la se�ora Keeler llamaba a la oficina por tel�fono y, el se�or Keeler, que no lo contestaba, sab�a enseguida que era ella quien llamaba, as� que nos dec�a por se�as que contest�ramos y dij�ramos que ya hab�a salido; corr�a velozmente a casa, a donde llegaba en un minuto a desayunar. Los Keeler siempre fueron muy atentos con todas las personas. Estaban pendiente de los progresos de nuestros hijos, de las necesidades y peticiones que le hac�an no pocas personas, de organizar las actividades para la celebraci�n de las navidades y de llevarles regalos a los ni�os de Guayabal y Punta Seca.

A su hermosa casa de la playa asist�an diariamente a tomar el correspondiente ba�o de mar de las 4:30 P.M.; frente a esa casa se yergue imponente un ancla de un gale�n espa�ol, resguardado por un ca��n de la misma �poca de la colonia, que el se�or Keeler con sus hijos sacaron del fondo del mar en Cispat� y que, al decir de Frank �Pacho� Arbouin, era de un gale�n espa�ol que se hundi� durante un combate con el Almirante Padilla. Los hijos del se�or Keeler fueron: Skipper, Robert (Boby) y Kathy (Katheleen).

Skip y Robert (Boby), los hijos de los Keeler, durante su adolescencia y vacaciones en Cove�as, se dedicaban a la pesca, asunto en el cual, con el concurso de algunos adultos, se volvieron avezados. Tambi�n practicaban labores de mec�nica automotriz y en el taller de mec�nica de la Sagoc, con los trabajadores de la empresa, por los a�os 60 hicieron el que tal vez fue el prototipo de los actuales veh�culos monstruosos que se construyen en los Estados Unidos. Sobre la base de un Jeep Willys y con llantas viejas del avi�n DC-3, construyeron un veh�culo todo-terreno de grandes dimensiones en el cual se desplazaban con completa libertad por la arenosa v�a entre Cove�as y Tol�, en �poca de verano o por la misma pantanosa v�a en invierno.
Kathy, una ni�a hermosa y encantadora, nacida en 1950, vivi� su infancia en casa bajo la tutela e instrucci�n diligente de su madre. Curs� en Bogot� varios de los �ltimos a�os de educaci�n primaria y los primeros de bachillerato en el colegio Nueva Granada; a los quince a�os fue enviada por sus padres a los Estados Unidos, al Colegio Pine Crest de Fort Lauderdale, Florida, donde, en 1966, curs� el quinto grado de instrucci�n secundaria. El 18 de diciembre de 1966, a sus 16 a�os y a su regreso a Colombia de su a�o escolar para pasar las vacaciones de Navidad, el avi�n en el que viajaba sufri� un accidente al aterrizar en el aeropuerto El Dorado de Bogot�.
Figura 211. La se�ora Keeler y Kathy. Alrededor de 1952
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Con gran despliegue escrito y gr�fico, durante varios d�as, los peri�dicos de la �poca registraron el infausto suceso: el avi�n Superconstellation de matr�cula norteamericana y de propiedad de la compa��a a�rea Paasat, especializada en vuelos adicionales por el continente, fletado para un vuelo adicional de Miami a Colombia por la desaparecida empresa Aerocondor, con cincuenta y ocho personas a bordo, se estrell� durante la aproximaci�n a la pista principal del aeropuerto. Los pilotos hac�an su primer viaje a Colombia y al parecer sufrieron una ilusi�n �ptica al ver el reflejo de las luces de la pista sobre la laguna El Dorado, situada entre el r�o Bogot� y el aeropuerto, y descendieron antes de lo previsto sobre el �rea semilacustre frente a la pista. El avi�n sufri� tres impactos durante su fallido aterrizaje, se parti� en varias secciones y qued� a quince metros de la cabecera. Cuarenta y una personas sobrevivieron y diecisiete perecieron, entre ellas Kathy.

Fue un suceso terrible. La consternaci�n que caus� el accidente fue inmensa, no solo por la juventud y personalidad de Kathy, sino tambi�n por el sufrimiento de sus apreciados padres, dolor que toda la familia Colpet-Sagoc comparti� con ellos, como ellos compartieron con todos sus vidas enteras. Kathy fue enterrada en el cementerio ingl�s, contiguo al cementerio central de Bogot�. Desde entonces la vida no fue la misma para los Keeler. El dolor por la gran p�rdida no transform� sus vidas de trabajo y de servicio a los dem�s, pero fue evidente que afect� especialmente la salud del se�or Keeler. Con el paso de los a�os lo superaron pero ya la salud de Mr. Keeler se encontraba resentida y, poco tiempo despu�s de su jubilaci�n de la Sagoc en 1973, habiendo regresado a su tierra natal, Mr. Keeler falleci� en los Estados Unidos.
Figura 212. Kathy Keeler. Cove�as, 1965
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
Pocas personas han dejado tan honda huella en Cove�as como los Keeler. Mr. I. C. Keeler  adem�s de ser un excelente ingeniero, por su car�cter humanitario, su bondad y sus actitudes como jefe eficiente pero magn�nimo le granjearon el aprecio y la gratitud de todos quienes le conocieron.
El peri�dico Colpet al D�a, al registrar la jubilaci�n de Mr. I. C. Keeler expres�:

�Despu�s de laborar 35 a�os con la South American Gulf Oil Company, empresa a la cual se vincul� el 5 de junio de 1938, el se�or Irving Charles Keeler solicit� su relevo a fin de retirarse a la vida privada y disfrutar de su bien merecida pensi�n de jubilaci�n conquistada a trav�s de una larga y meritoria jornada de trabajo vivida a todo lo largo del oleoducto de la Sagoc, dejando como es natural un notorio vac�o entre sus numerosos amigos y compa�eros de lucha. Con tal motivo, tanto el se�or Keeler como su apreciada esposa Muriel, han sido objeto de m�ltiples manifestaciones de simpat�a y de reconocimiento por su gran esp�ritu de amistad, compa�erismo y sentido humanitario de que siempre hicieron gala durante su estada en la Compa��a y por fuera de ella. Como testimonio de gratitud y aprecio por su leal colaboraci�n en sus treinta y cinco a�os continuos de servicio, la Presidencia de la Compa��a le obsequi� una preciosa bandeja de plata que le fue entregada en acto especial cumplido en Cove�as y presidido por el Sr. Willard Grant y su esposa.�

Tales manifestaciones deb�an parecer obvias en un peri�dico de la empresa para referirse a un trabajador que le sirvi� con denodado esfuerzo, inter�s, profesionalismo y sentido de pertenencia durante 35 a�os. Pero en este caso, el registro del acontecimiento no correspondi� al lugar com�n de los halagos sino a la evidente realidad en la cual a�n se quedaron cortos los relatores.
Figura 213. Despedida del se�or Keeler. Cove�as, 1973
Fotograf�a tomada de: Concedida jubilaci�n al se�or Keeler. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company: N� 94, (Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973), p. 7
En la fotograf�a de la figura 213 figuran, de izquierda a derecha, Mr. Alexander McNulty, N.N., don Enrique G�mez, Sra. de McNulty, Sra Ofelia Estrada de G�mez, Mr. I. C. Keeler, Mrs. Muriel Keeler, Richard Ramsoy, Violet Arbouin, Jos� G. Nieto, Ana Sierra de Mor�, Julio Robinson, Carmen Sierra de Romero y Ricardo Rosales Villadiego.

En los largos a�os de existencia de la Sagoc se hab�a constituido el sindicato Sintrasagoc. Para fines de los a�os 60 y comienzos de los 70, por la �poca de la jubilaci�n de Mr. Keeler, vientos de revoluci�n, de conquistas laborales, de paros y huelgas de trabajadores, de multitudinarias manifestaciones estudiantiles en contra del statu quo azotaban Europa y, por extensi�n, los pa�ses del �Tercer Mundo�. Durante los a�os de Mr. Keeler como Jefe de la Sagoc en Cove�as su relaci�n con los trabajadores y con el sindicato fue, en la mas amplia concepci�n del t�rmino, excelente. Tal asunto es evidente cuando se observa la actitud del sindicato con ocasi�n de la jubilaci�n de Mr. Keeler, plasmada en el siguiente documento en su homenaje:
HOMENAJE DE SINTRASAGOC AL SR. KEELER
SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY
PERSONERIA JURIDICA
RESOLUCION NO. 140
DE 1940
SINTRASAGOC
DOMICILIO, COVE�AS � SUCRE
AFILIADO A LA U.T.C.
UTRAPETROL
Y UTRANORTE
RESOLUCION No. 01 DE ABRIL 3 DE 1973
Por la cual se rinde homenaje al se�or Irving Charles Keeler.

LA ASAMBLEA GENERAL DEL SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY �SINTRASAGOC�, en uso de sus facultades legales que le confieren los Estatutos, y

CONSIDERANDO:

Que el se�or I. C. Keeler, quien durante 35 a�os de trabajar en la Empresa SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY �SAGOC�, y por varios a�os desempe�� el cargo de Superintendente mantuvo unas cor�diales relaciones entre la Empresa y los Trabajadores, demostrando adem�s una gran sensibilidad social;

Que se hace necesario resaltar la meritoria labor de aquellos patronos que desde su posici�n respetan las reivindicaciones socio-econ�micas laborales y administrativas de los Trabajadores logradas a trav�s de sus luchas sindicales,

RESUELVE:

Art�culo 1o.- El Sindicato de Trabajadores de la SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY �SINTRASAGOC�, concede una bandeja de plata al se�or I. C. Keeler quien desde su cargo de Superintendente de la Empresa, mantuvo unas cordiales relaciones entre la misma y los trabajadores respetando y haciendo cumplir las reivindicaciones conquistadas por el Sindicato.

Art�culo 2o.- Se��lase el d�a 30 de junio de 1973, para entregar en acto especial por una Comisi�n del Sindicato, una bandeja de plata que la Organizaci�n Sindical otorga con la siguiente inscripci�n:

�DEL SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY AL SE�OR
I. C. KEELER, COVE�AS 1�. DE JULIO DE 1973�.

PARAGRAFO: Copia de la presente resoluci�n ser� entregada en nota de estilo al homenajeado Sr. I. C. Keeler.

COMUNIQUESE, PUBLIQUESE Y CUMPLASE

Expedida en Cove�as (Dpto. Sucre, Rep�blica de Colombia) a los tres (3) d�as del mes de abril de 1973.

RESOLUCI�N REGISTRADA EN EL PERI�DICO COLPET AL D�A DE MAYO - JUNIO - JULIO - AGOSTO � DE 1973. - PAG. 7
RESOLUCI�N REGISTRADA EN EL PERI�DICO COLPET AL D�A DE MAYO - JUNIO - JULIO - AGOSTO � DE 1973. - PAG. 7
Este es un acto y un documento hist�ricos por muchas razones: es claro que los sindicatos, por lo menos en nuestro medio, por su naturaleza y por la imagen que deben reflejar ante sus bases, no son especialmente afectos a destacar la labor de los jefes o patronos, menos a�n trat�ndose de una persona extranjera y adem�s norteamericano.

De manera que el hecho que el sindicato, en su homenaje ponga en relieve, en el caso del se�or Keeler, que: �El se�or I. C. Keeler [...] mantuvo unas cordiales relaciones entre la Empresa y los Trabajadores, demostrando adem�s una gran sensibilidad social� y que: �....se hace necesario resaltar la meritoria labor de aquellos patronos que desde su posici�n respetan las reivindicaciones socio-econ�micas laborales y administrativas de los Trabajadores logradas a trav�s de sus luchas sindicales�,  es un acto �nico de aprecio y reconocimiento que pocas personas pueden mostrar en su curr�culo y se�ala adem�s, como la Sagoc, representada por el se�or Keeler, valoraba a sus trabajadores como capital humano.

La bandeja de plata, entregada al se�or Keeler por el sindicato, tiene a�n mayor m�rito y valor simb�lico por ocurrir casi en tiempos del ocaso de la Sagoc, cuando oscuros nubarrones presagiaban el fin de las exportaciones de petr�leo y la pr�xima culminaci�n de las labores de dicha empresa.
Figura 214. Los trabajadores Henry Ward (izquierda) y V�ctor Mart�nez (derecha) hacen entrega al se�or Keeler, en nombre del sindicato de Sintrasagoc, de la bandeja de plata en reconocimiento a su labor y su sensibilidad social. Cove�as, 30 de junio de 1973
Fotograf�a y texto tomados de: Concedida jubilaci�n al se�or Keeler. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company: N� 94, (Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973), p. 7
Figura 215. La sensibilidad social del se�or Keeler, de la que habla el sindicato Sintrasagoc, es manifiesta en esta fotograf�a donde Mr. Keeler alterna con una anciana de mas de cien a�os a la cual fue a conocer y apoyar en sus necesidades. Cove�as, 1964
Foto y texto tomados de: Mujer de mas de cien a�os vive en Cove�as. En : Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company: Bogot�, N� 13, (Diciembre de 1964), p. 6
ENRIQUE G�MEZ.

Don Enrique trabaj� en las oficinas de la Sagoc durante muchos a�os como despachador o agente de buques, actividad en la que se desempe�aba con eficiencia. En 1973, a la jubilaci�n del se�or Keeler, ocup� el cargo de Jefe del Campo, en el que dur� pocos a�os pues ya se aproximaba su propio retiro. Personaje de car�cter fuerte y casi hura�o, era un buen jefe, pero exigente y disciplinado. Fue el primero de los colombianos que fue Jefe de Campo de la Sagoc en Cove�as. Con su esposa, do�a Ofelia Estrada de G�mez, mujer de vitalidad e iniciativa, tuvo el negocio de alquiler de las caba�as que construyeron en el lado Este de la desembocadura del arroyo Amansaguapo. Falleci� en Medell�n y su esposa vive en Bogot� a sus 90 a�os.

JOS� GABRIEL NIETO

Jos� Gabriel Nieto lleg� a Cove�as como jefe del control de bombeo y coordinador de embarque, despu�s de don Enrique G�mez fue Jefe de Sagoc y luego Jefe de Ecopetrol hasta 1975 aproximadamente. Por su car�cter intolerante, trato brusco y actitud prepotente, a diferencia de los norteamericanos antes mencionados, no se caracteriz� por atraer ni gozar de la simpat�a de los trabajadores. Durante su administraci�n pas� Sagoc a Ecopetrol y el se�or Nieto se fue a trabajar a Tib� donde fue pensionado por Ecopetrol. Vivi� en Cove�as con su esposa Cecilia y sus dos hijas y muri� en C�cuta hace varios a�os.
Figura 216. Don Enrique G�mez y su esposa Ofelia Estrada en su casa de la playa. Cove�as, d�cada de 1970 Figura 217. Jos� Gabriel Nieto. Cove�as, 1964
Foto tomada del peri�dico Colpet al D�a. Colombian Petroleum Company. Bogot�: N� 8 (Julio de 1964), p. 2
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
ANA LUISA SIERRA PATR�N DE MOR�

Ana Luisa Sierra Patr�n de Mor�, nieta de Don Juli�n Patr�n, estudi� secretariado comercial en Cartagena y lleg� a la Sagoc como oficinista en 1944; entre 1949 y 1958 se retir� de la Compa��a para atender a sus hijos y regres� a trabajar como secretaria de la superintendencia en 1959; luego fue cajera y encargada del Rol diario y mensual. En los �ltimos a�os de su vinculaci�n laboral ya hab�a pasado de Sagoc a Ecopetrol y fue Jefe de Campo de Ecopetrol en Cove�as hasta 1978, cuando se jubil�. Vive con sus hijos en Bogot�.
Figura 218. Ana Sierra Patr�n en sus primeros a�os en la Sagoc, con su esposo Rafael Mor� y sus hijos Gabriel (cargado), Carlos y Rafael. Cove�as, 1952
Foto por cortes�a de Ana Sierra Patr�n
Otra de las personas que trabaj� en las oficinas fue Carmen Sierra Patr�n, nieta de don Juli�n, quien estudi� magisterio e ingres� a la Sagoc en 1947 a trabajar como secretaria de la Superintendencia (nunca ejerci� como maestra), manej� las comunicaciones de radio con los buques y aviones y los tr�mites de carga de los buques; Carmen, por su dinamismo y entusiasta gesti�n frente a las labores sociales y c�vicas en Cove�as, ha sido persona especialmente admirada y apreciada en la regi�n.

�Yo termin� mis estudios de magisterio en el colegio de las Teresitas de Tol� en 1947, me fui para Cove�as y le puse un telegrama de participaci�n del grado al se�or Larsen, para entonces Superintendente de la Sagoc. �l se fue con el telegrama hasta La Calzada, donde viv�amos y me dijo: �usted est� muy flaca para ir a trabajar de maestra con esos ni�os que la van a consumir mas, deje que las que ya est�n se entiendan con ellos, usted va a trabajar en la oficina�, y me di� el trabajo�.

Los extensos relatos obtenidos de Ana y Carmen Sierra Patr�n, las fotograf�as y documentos que ambas han conservado durante su larga y fruct�fera existencia, como se describe en las notas correspondientes, han sido elementos de especial valor para la construcci�n enriquecimiento e ilustraci�n de �sta obra.

En las oficinas tambi�n estaban: H�ctor de Fex, que manejaba el personal del rol diario y el mensual, su esposa Tulia fue la primera maestra empleada por la Sagoc; Antonio Camacho y Antonio Sierra, quienes fueron primero apuntadores de tiempo y luego oficinistas y llevaban la informaci�n que H�ctor de Fex recopilaba para sus reportes y liquidaci�n de pagos. Antonio Camacho, �To�o� para todos fue un hombre caballeroso y de  buen genio que vivi� con su esposa Ana en la Casa Grande de Madre de Dios desde cuando comenz� a trabajar en la Sagoc; all� nacieron y crecieron, vivieron y retozaron felices sus hijos: Carlos, Elsa, Antonio, Nidya, Amirita y Rogelio. A Antonio Sierra, (el otro de los �To�os�), siempre se le conoci� canoso; viv�a en la primera casa de la fila sur de las caba�as de �capataces� y era reconocido por la gran velocidad a la cual escrib�a a m�quina, as� como por la gran cantidad de errores ortogr�ficos y mecanogr�ficos que consegu�a con tal demostraci�n de destreza digital; era el personaje chistoso y mamagayista de la empresa, siempre con sus salidas jocosas y sus referencias picantes a cuanto suceso encontrara digno de sus bromas. Tambi�n trabajaron en las oficinas: Juan Gonz�lez Ortiz, que fue cajero durante muchos a�os y estuvo casado con Sol Lamadrid; sus hijos fueron Juan Gonz�lez Lamadrid (odont�logo), Hernando Gonz�lez Lamadrid, quien trabajaba con la Sagoc en Tib�, Norte de Santander y Olga Gonz�lez, que vivi� en Barranquilla. Eusebia P�rez fue la recepcionista de la Sagoc; morena y atractiva, manejaba con propiedad su cargo as� como las comunicaciones telef�nicas, entonces incipientes y dificultosas, entre Cove�as y las otras estaciones de la empresa.

EL RUSO REPARADOR DE M�QUINAS

En la penumbra de la parte sureste del primer piso de Rancho Grande hab�a un taller con muchas m�quinas de escribir, calculadoras mec�nicas y otros enseres de oficina en reparaci�n. Silencioso y solitario un personaje ya entrado en a�os se dedicaba a reparar esas m�quinas con una gran paciencia, poca luz y ninguna compa��a. Era el ruso de las m�quinas de escribir. IONNOV era su nombre. Trabajaba primero en los campamentos de la empresa en Convenci�n y en Ayacucho, �ste era un campamento grande sobre el r�o Magdalena. En esos sitios Ionnov era t�cnico en refrigeraci�n. Cuando lleg� a Cove�as ya ten�a las huellas de su avanzada edad. All�, en el oscuro y l�gubre taller se pasaba las horas entre los rimeros de m�quinas sumadoras que tal vez aprendi� a arreglar desarm�ndolas en el mismo taller. Ionnov no aprendi� a hablar espa�ol ni ingl�s, nunca tuvo novia, ni mujer, ni hijos, ni amigos, ni se tomaba un trago ni se fumaba un cigarrillo y se muri� de un infarto en el avi�n de la compa��a durante en un viaje a Barranquilla.

IONNOV era de esas personas misteriosas que, por su aislamiento, escasa comunicaci�n con los dem�s, oficio casi subrepticio y por ser extranjero con escaso o nulo conocimiento del idioma, no daba la oportunidad para darse a conocer a los dem�s en su persona ni en su vida, as� que despertaba en las gentes extra�as ideas e invenciones, seguramente orientadas a encasillarlo en alg�n esquema de leyenda; as�, en Cove�as se contaba que el personaje hab�a llegado en un buque ruso a cargar petr�leo y aprovech� el desembarco de los marineros para escapar y esconderse hasta cuando, despu�s de varios d�as de esperarlo y buscarlo, los tripulantes decidieron que era hora de partir y zarparon dej�ndolo en el puerto; que despu�s sali� de su escondrijo y finalmente fue acogido por el se�or Keeler quien le dio el cargo de reparador de m�quinas de escribir y sumadoras; que viv�a casi escondido por el temor que regresara el barco ruso que zarp� sin �l una ma�ana de fines de los a�os cuarenta. Todo ello era falso. Era nada mas que un personaje de esos extranjeros que aterriz� en Colombia en �poca tard�a de su vida, afecto de exagerada introversi�n, aislado, solitario, y que escogi� para vivir sus �ltimos d�as un rinc�n de paz del que tampoco disfrut� completamente.

UN CILINDRO DE ACERO OCULTA UN SECRETO EN RANCHO GRANDE

Explorando los pasillos y compartimentos de la gran nevera, el edificio destinado como frigor�fico de la Colombia Products Co., encontramos un cilindro de aproximadamente 80 cent�metros de largo hecho de un fragmento de tubo del oleoducto de 12 pulgadas, cerrado herm�ticamente con tapas de l�mina de acero soldadas cuidadosamente en ambos extremos y con manijas fijas en el centro de cada tapa. El cilindro, pintado de color plata anticorrosiva, tiene una inscripci�n; debajo de una peque�a cruz pintada en negro se lee:
"LEROY MILLER". Miller era un marino que lleg� en uno de los buques a Cove�as en los a�os 60. Los marinos bajaban de las naves en las lanchas de la Sagoc y, despu�s de sus correr�as y habituales juergas en tierra, eran devueltos al barco en las mismas lanchas. Miller lleg� borracho a tomar el transporte, resbal� al subir y cay� hacia el muelle donde sufri� un golpe en la cabeza y muri�. Del suceso resultar�a una posible demanda contra la compa��a, por lo que el asunto fue investigado y de ello se concluy� que no hab�a responsabilidad de la empresa. El cad�ver de LeRoy Miller no fue reclamado por sus familiares residentes en Estados Unidos, por lo que fue enterrado en Tol�. A�os despu�s fue exhumado y sus restos �seos los guardaron en el pedazo de tubo de oleoducto, tal vez con la intenci�n de remitirlos a su pa�s de origen pero, al final, alguien olvid� enviarlo a su destino. El cilindro a�n debe reposar en alg�n oscuro y fr�o recodo y los restos del desdichado, sin paz, rondar�n cual marinero fantasma por Rancho Grande.

No fue �nico el caso de Leroy Miller en Cove�as. Otro de los muertos de los buques fue un marino que lleg� enfermo y debi� descender del barco para ser tratado en el hospital mientras que el barco en que lleg�, su medio de transporte y sitio de trabajo, zarpaba con su carga de petr�leo. Muri� en el hospital y su cad�ver permaneci� varios meses empacado en un ata�d de aluminio, herm�tico, a la espera de un buque que lo repatriara. Finalmente su viuda indic� que �ella que iba a hacer con ese muerto� y dio la orden que lo botaran al mar. As� que lo cargaron en un buque y sin mas pre�mbulos lo tiraron al agua entre Cuba y Rep�blica Dominicana.

4.7 SISTEMA DE COMUNICACIONES

OFICINA DE CORREO NACIONAL Y TEL�GRAFO


La Oficina de Correo Nacional y Tel�grafo y la C�rcel, (esta era una peque�a edificaci�n de alrededor de 3 x 3 metros construida en la zona Sureste de las primeras), tambi�n fueron remodeladas. Las paredes de la c�rcel, por razones obvias, eran de mamposter�a; con una puerta y una peque�a ventana clausurada con barrotes; aunque su uso no era muy frecuente continu� disponible como tal durante muchos a�os en la �poca de Sagoc.
 
El edificio destinado a la Oficina de Correos y Tel�grafo sirvi� para su destinaci�n durante la �poca de la Colombia Products Co. y despu�s, en la �poca de Sagoc, por las d�cadas del 40 y 50, fue utilizado como sede del Resguardo de Aduanas y Rentas. El emplazamiento de esta edificaci�n, para los efectos del Resguardo, era perfecto: situado pr�cticamente frente al muelle, ofrec�a una vista magn�fica del mar hasta su horizonte; desde el balc�n del segundo piso se divisaba gran parte de la geograf�a del golfo de Morrosquillo y cualquier nave que cruzara por �l. Cuando hicieron el carreteable y luego la carretera de Cove�as hacia El Porvenir, San Antero, Lorica, Ceret� y Monter�a, �sa v�a pasaba exactamente frente a las instalaciones del Resguardo de Aduanas y Rentas, por lo que para los guardas de entonces era �pan comido� el trabajo de requisar los veh�culos, escasos por cierto, que pasaban frente a sus oficinas. Para ello, instalados en un corredor frente a la edificaci�n, desde la comodidad de varias amplias butacas de madera, de esas que parecen haber sido hechas con las tablas de una cerca, con alto espaldar inclinado y sitio del asiento en �ngulo para clavar al personaje hasta el fondo del mueble logrando la mayor comodidad y la menor intenci�n de levantarse, desde all�, digo, los guardas pod�an observar cuando viniera un veh�culo desde cualquiera de las direcciones y definir, con suficiente anticipaci�n, si val�a la pena levantarse del butac�n para requisarlo o no. El edificio del Resguardo de Aduanas y Rentas, a�n siendo de la misma �poca que el del comisariato, tal vez por encontrarse habitado y en uso permanente, sobrevivi� muchos a�os y fue la �ltima de las estructuras de madera construidas por la Colombia Products Co. que desapareci�, probablemente en los a�os 80.

RADIOTELEGRAF�A, RADIOTELEFON�A, RADIOGRAMAS Y CABLES

Las comunicaciones de la �poca eran precarias. Al llegar la Sagoc en 1938 a los antiguos campos de la desaparecida la Colombia Products Co., no encontr� ning�n sistema de comunicaci�n. La edificaci�n de madera donde deb�a funcionar la oficina de correos y tel�grafos estaba all�, pero sus equipos - si existieron -, hab�an desaparecido. Como se necesitaban las comunicaciones con las estaciones del oleoducto y con la casa matriz en Nueva York, entre otras, la Sagoc debi� construir un edificio especialmente destinado para la estaci�n de radio.

Fue tambi�n la empresa Cornelissen & Salzedo la que construy� para la Sagoc el �edificio de radio�, estructura con base de hormig�n reforzado y paredes de once pulgadas de espesor, de ladrillos rojos similares a los de Rancho Grande, pisos de baldosas verdes, tejado de asbesto-cemento, persianas para ventilaci�n en el �tico y dise�o de la estructura del tejado con el estilo de las edificaciones antiguas. Por tal arquitectura la estaci�n de radio, situada a unos cincuenta metros al Noroeste de Rancho Grande, siendo mucho mas reciente, siempre ha parecido hacer parte integrante de las primigenias instalaciones de la Colombia Products Co.
Figura 219. Estaci�n de radio de la Sagoc. Cove�as 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Es un edificio singular por la belleza de su arquitectura y por el hecho de encontrarse como un islote dentro de verdes prados y frondosos �rboles, separada de las dem�s estructuras y  oficinas, probablemente con la idea de evitar el ruido producido en ella, o que otras m�quinas interfirieran con sus actividades.

En los alrededores de la estaci�n se instalaron las torres para las antenas que permit�an la comunicaci�n con las estaciones del oleoducto, los barcos, los aviones y con la ciudad de Barranquilla mediante mensajes remitidos y recibidos por el sistema de radiotelegraf�a, llamados �Radiogramas� y por radiotelefon�a. Las antenas eran largos cables instalados entre alt�simas torres, con un cable central de bajada que llegaba hasta la estaci�n de radio donde trabaj� solitario por muchos a�os
FRANK ARBOUIN, �Pacho�.

El equipo de radio que exist�a en la caseta era una maquinaria monumental en comparaci�n con los radios actuales; estaba en una especie de armario met�lico al lado del cual hab�a otros tableros con bombillos, botones de control y, entre todo ello, profusi�n de cables de todos los colores y tama�os. Esta m�quina marca National funcionaba permanentemente y produc�a ruidos y pitos que indicaban la llegada o el env�o de los mensajes de radiotelegraf�a, siempre escritos mediante el c�digo Morse. La instalaci�n parec�a contener alg�n secreto de estado porque su operador no dejaba entrar a nadie a ese recinto.

�En la estaci�n de radio el transmisor era un equipo marca National, con tubos grand�simos y transformadores. Era un equipo como de un metro de alto por cincuenta cent�metros de ancho. Se utilizaba primero para transmitir los mensajes internos de la empresa que eran, entre otros: la liquidaci�n de los buques y las cuentas de cobro de los embarques que se enviaban a Barranquilla. Para los a�os de 1939 y 1940 un barril de petr�leo val�a 1 d�lar y para 1964, cuando me jubil�, val�a 2.4 d�lares, casi nada de diferencia; Cuando llegu�, el primer buque cargaba 100.000 barriles y cuando me jubil� en octubre de 1964 el barco mas grande que hab�a llegado era de 200.000 toneladas.�

FRANK ARBOUIN comenz� a trabajar en la Sagoc en noviembre de 1938, primero en Barranquilla. En 1939 se fue para El Tarra (Norte de Santander), cuando estaban construyendo el oleoducto Petr�lea-Cove�as. La primera vez que lleg� a Cove�as fue en diciembre de 1940 a reemplazar a un gringo de apellido SPONCELER, que fue el primer operador de radio de Cove�as y que para entonces sal�a a vacaciones; despu�s del per�odo de vacaciones Mr. Sponceler fue retirado del cargo, porque la compa��a quer�a poner all� a un colombiano, y fue entonces cuando lleg� FRANCISCO DUR�N PORTO, samario, que a�os despu�s fue jefe de la compa��a en C�cuta. Frank Arbouin lleg� a ser operador de radio en Cove�as en Junio de 1943.

A su llegada a Cove�as Pacho vivi� por poco tiempo en una habitaci�n de las casas de madera de solteros donde viv�an los oficinistas; pero ya �l hab�a informado a la compa��a que vivir�a con su madre do�a Carmelita y con su hermana Violeta, as� que, para vivir con su familia le dieron una de las casas dobles de mamposter�a, reci�n construidas por la Sagoc.

Frank Arbouin, llamado Franky por su hermana Violeta y sus allegados y Pacho por los dem�s, trabaj� hasta su jubilaci�n con la Sagoc. Fueron legendarios en Cove�as sus perennes pantalones cortos por el clima caluroso y porque �tampoco iba a gastar mas plata en tela para pantalones largos�.  A su jubilaci�n de la Sagoc vivi� muchos a�os en su casa que construy� en la playa, al lado de la casa de Mr. Keeler.

Desde la estaci�n de radio Pacho enviaba los Radiogramas, mensajes en c�digo Morse, para el servicio interno de la empresa y para los informes de movimiento de personal. Tales mensajes eran transmitidos desde la estaci�n de radio de Cove�as a las oficinas de Barranquilla; desde all� eran transmitidos a Nueva York a trav�s de las empresas de telecomunicaciones de la �poca: Radio Nacional, All American Cables (americana) y la Marconi Wireless Co. (inglesa). La All American Cables transmit�a los mensajes por el cable submarino trasatl�ntico y la Marconi por radiotelegraf�a. As� que la estaci�n de radio de Cove�as no ten�a comunicaci�n directa con la casa matriz de la compa��a en Nueva York.

�El sistema de radiotelegraf�a ten�a una forma manual y otra autom�tica para el env�o de mensajes. En la autom�tica el aparato identificaba los puntos y enviaba los mensajes. Los datos que se transmit�an eran delicados porque ten�an cifras de millones de d�lares, pero durante los a�os en que trabaj� en la radio nunca hubo que rectificar ninguno de los datos que envi�, y eso que algunas veces que llegaba enguayabado ten�a que usar el sistema autom�tico, pero nunca comet� errores�.

Los tel�fonos que se utilizaban desde la llegada de la Sagoc y durante muchos a�os, eran de magnetos y las l�neas telef�nicas se encontraban tendidas entre las estaciones a lo largo del oleoducto. Tales l�neas deb�an ser revisadas peri�dica y frecuentemente porque se romp�an, as� que, cuando la comunicaci�n telef�nica se interrump�a, los mensajes internos se deb�an transmitir por radio desde la estaci�n de radio de Pacho.

�Las comunicaciones con los aviones se manejaban a trav�s de radiotelefon�a, sistema que estaba reci�n instalado en Colombia. La primera empresa a�rea que tuvo radiotelefon�a fue la SACO, de la familia Samper, que cubr�a la ruta Medell�n-Bogot�. Yo trabaj� en la SACO en Medell�n, como radio operador para dirigir los pilotos norteamericanos; eso fue despu�s del accidente de Gardel cuyo avi�n, un trimotor Ford de la SACO se estrell� contra un avi�n Sikorsky anfibio de la SCADTA. Esta �ltima empresa, al igual que otras l�neas a�reas, nunca tuvo radiotelefon�a sino radiotelegraf�a y era ese el sistema que utilizaban para comunicarse con los aeropuertos�. 

En 1963 lleg� a la compa��a el nuevo sistema de radio con los equipos
Collins que transmit�an en Single Side Band (SSB) y con estos equipos la comunicaci�n con los aviones y barcos era mas apropiada. Los radios Collins suplieron muchas de las necesidades de comunicaci�n de la empresa. El sistema de radiotelegraf�a y radiotelefon�a de la estaci�n de radio se acab�, y con ello las labores de Pacho. Pusieron entonces a Carlos Jaimes para que le ense�ara los pormenores del trabajo de agente de buques y en los meses siguientes, Pacho trabaj� como agente en el tr�mite de la documentaci�n de los buques hasta su jubilaci�n en 1964.

Ya pr�ximo a jubilarse, Pacho compr� un Jeep Willys modelo 1963 en Sincelejo, que le cost� $30.000 y, a pesar de salitre de Cove�as le dur� quince a�os. Lo manejaba con much�simo cuidado a la m�nima velocidad posible y en �l iba de vez en cuando a Lorica, ocasi�n en la que invitaba a alguien que requiriera ir para que le acompa�ara en su viaje que resultaba un tormento para el pasajero por la extraordinaria lentitud del conductor. El Jeep lo vendi� cuando su hermana Alicia le regal� otro campero Dahiatsu de prestaciones mas modernas, que le cost� $78.000 y le dur� otros quince a�os a Pacho porque tambi�n lo manejaba a la misma velocidad que el anterior. A fines de los a�os 90, quebrantada su salud por la edad y las inclemencias del tr�pico, dej� su casa de la playa en Cove�as y lleg� a vivir en Bogot� donde goza de buena salud, tiene una notable lucidez y una memoria envidiable sobre las experiencias de su larga y productiva vida en general y de sus experiencias en Cove�as, en particular.

El eterno amigo de Pacho en Cove�as, con quien en las tardes, en la terraza o en la sala de la casa frente al mar, compart�a unas cervezas �guila y otras extranjeras de las que tra�an en los buques, fue el se�or Carlos Jaimes, asistente de medidor de petr�leo, luego medidor y por �ltimo agente de buques; con Pacho, pr�cticamente su �nico amigo, siempre fue afable y conversador, pero con los dem�s, incluso con la familia, don Carlos fue un personaje de genio �spero a quien nunca se le vio una sonrisa y no se le pod�an dar ni los buenos d�as porque respond�a:

-
�Y a usted que le importa si yo tengo o no buenos d�as!.

Por lo menos a los ni�os don Carlos Jaimes nos infund�a mucho temor y, a pesar de frecuentar los alrededores de su casa para jugar con sus hijos Carlos y Jos� Luis, cuando lo encontr�bamos en el and�n pedaleando en su bicicleta de regreso del trabajo, le dej�bamos el paso libre sali�ndonos del camino. Ocasionalmente, por mero tr�mite de cortes�a, le lanz�bamos un breve saludo que a veces  respond�a con un gru�ido ininteligible.

LA TELEGRAF�A

La estaci�n de radio era exclusivamente para las labores de comunicaci�n de la Sagoc, por lo que, vistas las necesidades particulares de los habitantes del campo de comunicarse con sus amigos y familiares en otras ciudades, se instal� la oficina de la telegraf�a, que funcion� en la parte sur del primer piso del antiguo matadero de Rancho Grande; donde el se�or
Carlos Guar�n, quien era el telegrafista, transmit�a los mensajes mediante el aparato manipulador de c�digo Morse. El tambi�n instal� all� la peluquer�a y barber�a en una silla de madera de espaldar recto, de gruesos listones y gran fortaleza, de las hechas para el Packing House, con listones agregados a las patas para darle mayor altura, silla que situaba en un amplio y fresco pasillo entre su oficina y el viejo y colosal ascensor de Rancho Grande.

El se�or Guar�n era un hombre alto a pesar de sus piernas arqueadas, buen conversador, de hablar pausado, de buen genio y diligente en sus labores de telegraf�a y peluquer�a. Acostumbraba �recetar� a sus clientes afectos de gripas, lo que llamaba �la medicina�, que no era mas que media botella de aguardiente, que ten�a siempre a disposici�n de los clientes adultos.

A fines de los a�os sesenta, cuando el se�or Guar�n se jubil� y se fue a vivir con su familia a Corozal, la telegraf�a fue trasladada a una de las casas del campamento de obreros. Fue entonces cuando el servicio de comunicaciones fue ampliado y se comenz� a prestar tambi�n el servicio de telefon�a. All� trabajaron, entre otros Juan L�pez y Atanasio.

LA TELEFON�A

Al tiempo que trabajaba como recepcionista, las labores de telefon�a las hac�a la se�ora Eusebia P�rez. Al comienzo de las actividades de la Sagoc se usaban los tel�fonos de magnetos con manivela a la que se le deb�a dar vueltas para hacer o recibir las llamadas que, entre otras cosas, eran a gritos y todas las personas presentes necesariamente se percataban de los pormenores de la conversaci�n que, casi invariablemente se refer�a a los asuntos de trabajo.

�Las primeras comunicaciones telef�nicas que hubo en Cove�as se hac�an por aparatos que funcionaban con un sistema de magnetos alimentados por bater�as cil�ndricas Eveready; no ten�an dial con n�meros y para llamar se le daba vuelta a una manija del aparato que lo hac�a timbrar seg�n las vueltas que se le daban; sonaba en el mismo aparato y en todos los que estaban conectados a la l�nea, que eran pocos y se encontraban en la oficina de Rancho Grande, en la Estaci�n de Bombas, en la punta del muelle, en la oficina de Bremen y en otra estaci�n que hab�a despu�s de Bremen. Como los timbres repicaban en todos los tel�fonos, cada sitio ten�a su clave para saber si la llamada le correspond�a, as� que sab�an cuantos repiques correspond�an a las llamadas entrantes, por ejemplo, para llamar al muelle se hac�an tres repiques�. 

No se que cosa ten�an - o no ten�an - los tel�fonos de esa �poca que la conversaci�n ten�a que ser en voz alta. Desde tan singular despacho y centro de telefon�a, Eusebia se comunicaba con las estaciones El Retiro, Cicuco, Bellavista, Convenci�n y Tib�, pero su mas frecuente contacto era con Bremen, la estaci�n intermedia del oleoducto de la Sagoc situada entre Sincelejo y Corozal.

Cuando ya los tel�fonos ten�an dial y n�meros el asunto era mas f�cil y los tel�fonos internos ten�an dos cifras. Los aparatos de telefon�a interna, que segu�an siendo pocos, estaban situados ahora en un mayor n�mero de sitios: en las casas de los funcionarios que manejaban las operaciones de los barcos, de embarque de petr�leo, en la estaci�n de bombas, en las casas de los jefes, en la bodega, hospital, y continuaron los anteriores de la punta del muelle, las oficinas de Rancho Grande y la Estaci�n de Bremen. Ya se pod�a o�r mejor pero todos los funcionarios continuaron gritando igual ante el aparato. A fines de los a�os 60, cuando la televisi�n en blanco y negro ya exist�a y en Colombia se transmit�an las novelas venezolanas en cap�tulos atrasados con respecto a ese pa�s, la recepcionista y las secretarias aprovechaban el tel�fono para hablar con sus colegas de Tib�, donde ve�an televisi�n venezolana, para que les contaran anticipadamente los pormenores de la trama de dichas novelas.

La telefon�a vendr�a a mejorar sustancialmente, como mencionamos, con el paso de las instalaciones de comunicaciones al campamento, donde se instalar�a el servicio de llamadas nacionales de la telefon�a p�blica manejado por la telef�nica regional y despu�s por Telecom.

EL CORREO

Cuando lleg� la Sagoc en 1939 e hizo reconstruir las viejas instalaciones de la Colombia Products Co., entre ellas estaba la oficina de correos y tel�grafos; pero era claro que para la Sagoc ser�a mas conveniente disponer de una oficina de correos en las propias instalaciones de las oficinas de Rancho Grande y no en la antigua edificaci�n de madera; por ello situaron la oficina de correos en la recepci�n de las oficinas principales; adem�s, el volumen de  correspondencia manejada era peque�o y lo pod�a hacer la propia recepcionista.

El correo llegaba por varias v�as, una de ellas eran los aviones de la Colpet-Sagoc, que tra�an la correspondencia de Bogot�, C�cuta y Barranquilla, donde las empresas ten�an oficinas y apartados a�reos. Tambi�n llegaba y era remitido por v�a a�rea desde Corozal.  Las remesas de correspondencia se enviaban por el sistema de correos nacionales desde Cove�as hasta el aeropuerto de Corozal, que era el sitio �oficial� de recepci�n y env�o de todo el correo nacional e internacional de la Sagoc y donde ten�a un apartado a�reo. La estaci�n de Bremen, situada en la v�a de Sincelejo a Corozal, era una oficina de la Sagoc donde trabajaba el se�or Alfredo Fl�rez. Era �l quien  se hac�a cargo del correo que llevaba en el recorrido de Corozal a Cove�as, transport�ndose en mula por la trocha de La Gul; Durante sus actividades de correo don Alfredo tambi�n supervisaba la tuber�a del oleoducto en el tramo comprendido desde varios kil�metros antes de Sincelejo hasta Cove�as y daba aviso de las novedades que encontrara en el camino. Claro que el no era supervisor de oleoductos, pero su tr�nsito por la v�a lo aprovechaba para labores de inspecci�n.

Don Alfredo fue reconocido siempre como persona de excelente trato y muy servicial. La casa de Bremen donde viv�a con su familia hab�a sido construida por la Sagoc y all� viv�a don Alfredo con su familia. Alejados del centro industrial de Cove�as, los Fl�rez, comenzando por don Alfredo, fueron ejemplo de expresi�n del sentido de pertenencia de los trabajadores y sus familias para con la empresa. Lupe, su hija, sin ser trabajadora de la Sagoc, se hac�a cargo de las comunicaciones telef�nicas durante las ausencias de don Alfredo; ella trabaj� en esa actividad sin remuneraci�n ni relaci�n laboral alguna, ad honorem, a�n hasta despu�s del retiro de don Alfredo de la empresa por jubilaci�n. Lupe fue retribuida justamente por la empresa otorg�ndole la casa y los predios de Bremen antes de la culminaci�n de las labores de la Sagoc en Colombia.

4.8  PLANTAS, INSTALACIONES INDUSTRIALES Y TALLERES

Otras empresas contratadas por la Sagoc construyeron las obras requeridas por el complejo petrolero, como los tanques de almacenamiento de crudo procedente de Petr�lea y despu�s de Tib�; sus correspondientes diques y la Estaci�n de Bombas que impulsaba el crudo desde los tanques hacia los barcos petroleros. Otros contratistas construyeron e instalaron las torres, postes y cables de distribuci�n de la energ�a el�ctrica.

Una planta de ladrillos debi� volver a instalarse en 1939, en el mismo sitio donde estuvo la planta de la Colombia Products Co.; all� se fabricaron los ladrillos para construir las casas del campamento de obreros, caba�as para capataces y para las refacciones que se realizaron en las otras edificaciones. Por la misma raz�n tambi�n se reactiv� el funcionamiento del ferrocarril, especialmente en la v�a hacia la cantera cercana a la represa de Villeros. Desde all� se volvi� a traer la arcilla para la ladrillera. La planta de ladrillos permaneci� algunos a�os mas en su sitio, porque en 1942 se requiri� nuevamente para la construcci�n de las ocho nuevas casas del barrio de arriba y despu�s de ello qued� en desuso y se abandon�. Despu�s de ello no se volvieron a hacer construcciones de ladrillo y en su reemplazo, para las estructuras que se hicieron en a�os posteriores, se utilizar�a el adobe que fabricaban en m�quinas mas sencillas y manuales.
Figura 220. Planta de ladrillo de la Sagoc para la construcci�n de nuevas casas. Cove�as, 1939
Foto del archivo personal del autor
Tambi�n en 1939 la General Electric realiz� la renovaci�n de todas las instalaciones el�ctricas de alto y bajo voltaje de la planta, de las edificaciones y de los tendidos externos. Se instalaron torres de transmisi�n de energ�a adicionales para el �rea de los tanques de almacenamiento y para la Estaci�n de Bombas.

La edificaci�n de la planta de energ�a el�ctrica, con m�quinas movidas por vapor que ten�a la Colombia Products Co., recibi� una buena dosis de aseo, pintura general, reparaci�n de persianas de madera con reemplazo de ellas y de los marcos de las ventanas. Su construcci�n en mamposter�a y acero hab�a permitido su supervivencia pr�cticamente inc�lume durante 16 a�os de abandono. Las vigas y las gr�as dispuestas en su parte superior e interior solo requirieron de pintura y engrase para volver a estar en funcionamiento. Dentro de ella se construy� un espacio para oficina y cuarto de herramientas.

La llamada Casa de Calderas, al lado de la planta de energ�a, tambi�n construida en mamposter�a y acero, requiri� solo de escasas labores de aseo, lavado y pintura para regresar a funcionar como en sus primeros a�os. Los generadores de energ�a el�ctrica de la Colombia Products Co., con sus calderas alimentadas con le�a, volvieron a funcionar al inicio de la �poca de la Sagoc, pero fueron reemplazados r�pidamente por nuevas, eficientes y modernas m�quinas que entonces funcionaban con aceite diesel (ACPM), con lo cual se desecharon las calderas. La nueva planta de energ�a el�ctrica de la Sagoc fue construida contigua a la Estaci�n de Bombas y sustituy� definitivamente a las m�quinas impulsadas por vapor. La edificaci�n primigenia de la planta de energ�a permaneci� desocupada durante muchos a�os hasta cuando su estructura fue habilitada para el Comisariato. Detr�s de ella tambi�n se instalaron los talleres de mec�nica pesada y liviana.

La carpinter�a, situada en el lado Suroeste de la Casa de M�quinas, fue un �rea clave para la puesta en funcionamiento de las edificaciones que ocupar�a la Sagoc. La maquinaria de carpinter�a de la Colombia Products Co. estaba en su sitio y requiri� de reparaci�n, que mas bien debieron ser actividades de limpieza y adecuaci�n para la puesta en marcha de las mismas, porque los tornos y las m�quinas cortadoras, as� como las dem�s herramientas solo hab�an sido utilizadas para los trabajos de madera de la construcci�n de Rancho Grande y de las edificaciones de la Colombia Products Co., y despu�s, durante el receso de 1925 a 1938, permanecieron inactivas. Aqu� tambi�n vale la pena destacar la eficiencia del cuidado de las personas que fung�an de vigilantes de las instalaciones del complejo industrial de la Colombia Products Co., en esa �poca, ya que debido a ellos se conservaron tales maquinarias.

�En este sitio elaboramos varias docenas de sillas, aproximadamente doscientas mesas, cincuenta catres de lona [de viento] para los mec�nicos y obreros. Se construyeron todas las formas, tales como puertas, ventanas y sus marcos; puertas protegidas con anjeo y ventanas. Se hicieron los cortes de madera en tama�o grande como se necesitaban. Se recuperaron las vigas del tejado del edificio, los techos [cielos rasos] de tabla para todas las casas viejas y nuevas, las tiras de madera delgadas, que se utilizaron para poner las tejas; veinticuatro cajas de herramienta grandes de uso externo en los trabajos varios de construcci�n. Se construyeron varios escritorios nuevos de oficina y se repararon y barnizaron todos los escritorios viejos. Reparaci�n y barnizado de todo el mobiliario viejo encontrado en los edificios�. 

Quienes mas tiempo permanecieron trabajando en la carpinter�a de la Sagoc fueron los hermanos y maestros carpinteros Am�rico y Federico Villalobos; ambos se distinguieron como excelentes trabajadores realizando muebles y estructuras de la mejor calidad; eran adem�s personas muy apreciadas por su cultura y decencia en el trato para con los dem�s. Joaqu�n P�rez fue otro de los carpinteros en la Sagoc.

Las bodegas requirieron de muy pocos ajustes para volver a estar en operaci�n, en la N� 1 se construy� una oficina y se instalaron armarios de dep�sito; en la N� 2 se puso un interruptor en la v�a f�rrea que la cruzaba, que fue extendida a lo largo del edificio; en la N� 3 se instal� una nueva puerta corrediza en el costado sur y se construy� el piso de cemento. Todas ellas fueron pintadas. En estas bodegas, que eran los dep�sitos de materiales de que dispondr�a la Sagoc para sus labores, trabajaron: don Alfredo Castang, que era el jefe; Gabriel Granados, Rafael Mor� Bonfante, Reynaldo Pacheco y Alvaro Otero.

Los talleres para maquinaria pesada y liviana se reinstalaron en la edificaci�n situada al Sur de la planta de energ�a. All� fue instalado el pito que tocaba Mardoqueo Guti�rrez, mediante el cual se llamaba al trabajo a las 6 de la ma�ana, volv�a a sonar a las 6:10 a.m. para indicar el inicio de labores y a las 11:00 para la salida de la jornada matinal; a la salida por la tarde no se tocaba el pito. En los inicios de la Sagoc fue jefe de talleres Mr. D. E. Evans; all� laboraron y se formaron muchos trabajadores en el mantenimiento y reparaci�n de m�quinas diesel (Caterpillar y Worthington) y a gasolina (de los veh�culos), turbinas, bombas de impulsi�n de crudo, v�lvulas de oleoducto, motores marinos, cajas para motores, generadores el�ctricos y toda la gama de maquinaria peque�a y grande que era requerida para las actividades industriales de la compa��a. En el mismo sitio se realizaban tambi�n los trabajos de soldadura, aunque la mayor parte de los requerimientos al respecto se encontraban en el campo y, para ello, exist�a el carro de soldadura que manejaba y operaba el soldador don Julio Am�n; para los a�os finales de la Sagoc Arcesio Mart�nez fue quien trabaj� en la soldadura. En el mantenimiento e instalaciones el�ctricas trabaj� durante poco tiempo, alrededor de 1958, un ingeniero el�ctrico norteamericano llamado Mr. Quigly, quien tuvo como ayudante a Ricardo Romero. Mr. Quigly se retir� y lleg� como jefe del taller Jos� Joaqu�n Calvo quien pas� posteriormente a Ecopetrol. Ricardo Romero es un electricista emp�rico quien trabaj� por muchos a�os en la SAGOC y pas� a Ecopetrol durante la transici�n de 1976. A�n habiendo carecido de instrucci�n espec�fica en electricidad se caracteriz� por su laboriosidad e ingenio en las labores de mantenimiento de los sistemas el�ctricos que en cantidad apreciable existieron en las instalaciones industriales de Cove�as; tambi�n por su buen genio y esp�ritu de cooperaci�n. Al lado de los ingenieros y t�cnicos electricistas aprendi� su oficio con alto grado de excelencia y, apoyado en su conocimiento de las instalaciones y su excelente memoria, durante su tiempo de trabajo fue la mano derecha de ellos en la identificaci�n de redes y en la construcci�n de m�ltiples instalaciones para los nuevos equipos de la siempre renovada estructura el�ctrica del campo. Con su esposa Concepci�n (Conce) igualmente carism�tica a �l, levant� una numerosa y ejemplar familia que, con ellos, perdura y crece en Cove�as. Desde la d�cada de 1960 el taller el�ctrico fue trasladado al primer piso del frigor�fico de Rancho Grande, espec�ficamente al vest�bulo.

Adem�s de los ya mencionados, fueron trabajadores de los talleres, entre otros; del taller de mec�nica: Milan Ivanovich (Ingeniero de bombas), Ben Austin, Antonio y Carlos Carta, Julio C�sar Otero, Miguel Olascoaga, Juan Vargas, Mardoqueo Guti�rrez e Hilario Gonz�lez de Horta; del taller el�ctrico: Nestor Carta, Antonio Cuello T. y Eusebio Sierra P.

4.9 ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO

Una de las realizaciones mas importantes de la Colombia Products Co. fue la construcci�n de la represa de Villeros, actividad de la cual hemos dado extensa cuenta en apartes anteriores. Y con la represa, el sistema de suministro de agua potable para las instalaciones. Al llegar la Sagoc a Cove�as encontr� este sistema en perfecto estado de funcionalidad.

Solo requirieron de la prolongaci�n de las tuber�as de suministro hacia los tanques de almacenamiento de crudo, las plantas de energ�a, la Estaci�n de Bombas y las nuevas instalaciones residenciales. En el tanque de dep�sito de agua se realizaron labores de mantenimiento que consistieron en limpieza de la tuber�a bajante con soluci�n de soda c�ustica para �destruir los organismos que crecen en la ca�er�a�.
Figura 221. Mantenimiento del tanque de agua en la �poca de Sagoc. El tanque se conserv� funcional durante la �poca de la Sagoc, de Ecopetrol y hasta la actualidad con la Base Naval. Cove�as, 1971
Foto tomada de: Reparado tanque en Cove�as. En : Colpet a D�a : Colombian Petroleum Company,  Bogot�: N� 83 (Julio � Agosto de 1971, p. 2
El peri�dico Colpet al D�a registr� as� las labores de mantenimiento del tanque elevado de dep�sito de agua en 1971:

�Colpet al D�a. Julio � Agosto 1971. �Reparado Tanque en Cove�as. En forma por dem�s satisfactoria concluy� la reparaci�n del tanque de aprovisionamiento de agua al campamento de Cove�as. Los trabajos de reconstrucci�n consistieron en el cambio total del sistema de tapa c�nica la cual se encontraba completamente inservible; sustituci�n del flotador y nivel de inspecci�n del agua en el tanque; reforma de la plataforma que rodea el tanque lo mismo que las escaleras de acceso a la plataforma y a la parte superior del dep�sito; finalmente el tanque se someti� a una esmerada limpieza interior y una mano de pintura en su exterior conservando los caracter�sticos colores rojo y blanco empleados desde su montaje en el a�o de 1921. Esta labor fue h�bilmente ejecutada por un grupo de expertos trabajadores bajo la cuidadosa direcci�n del supervisor Arcesio Mart�nez, quienes realizaron una verdadera prueba de equilibrio y pericia sobre una estructura entablada en el cuerpo del tanque a 34 metros de altura�.

El sistema de acueducto continu� funcionando perfectamente durante los a�os de trabajos de la Sagoc, con el mantenimiento normal de una infraestructura de tal tipo. La tuber�a de suministro de agua de las instalaciones era de hierro galvanizado que, como se sabe, tiende a oxidarse y obstruirse a trav�s de los a�os; sin embargo, pocas fueron las necesidades de cambio de tuber�as del sistema y para los a�os 70 la presi�n del agua en las casas e instalaciones permanec�a tan fuerte como veinte a�os atr�s.

La Sagoc tambi�n encontr� el sistema de alcantarillado en perfecto estado; realmente no hab�a sido utilizado o solo en forma m�nima. Solo requiri� de labores de mantenimiento mediante el destapado y drenaje de las cajas de inspecci�n y de los tanques s�pticos y retirar obstrucciones en algunas de las ca�er�as de las casas residenciales de madera. Fue necesario construir nuevas cajas de inspecci�n y tuber�as de drenaje de aguas negras para las casas nuevas del campamento de obreros y las casas de capataces, as� como para drenaje de aguas lluvias del �rea de tanques de almacenamiento.

4.10  TRANSPORTE, ALMACENAMIENTO Y BOMBEO DE CRUDO

OLEODUCTO, TRANSPORTE Y EXPORTACI�N


El oleoducto Petr�lea-Cove�as fue construido por la Sagoc en el t�rmino de un a�o y oficialmente puesto en servicio el 1� de noviembre de 1939, con las estaciones de La Petr�lea, Bellavista (El Tarra), Convenci�n y el terminal de Cove�as. Su extensi�n total era de 411 kil�metros y 688 metros en tuber�a de 12 pulgadas de di�metro en casi la totalidad de su recorrido a trav�s de la geograf�a nacional, excepto una peque�a porci�n de 8 kil�metros y 850 metros que fue construida en tuber�a de 10 pulgadas de di�metro. Podr�a tener una capacidad de transporte de 75.000 barriles diarios de crudo si se aumentaba el n�mero de estaciones de bombeo, pero como estaba construido en ese momento solo permit�a el transporte de 25.000 barriles por d�a.   Desde los inicios de las exploraciones de la Colpet hasta junio de 1940 se hab�an perforado alrededor de cien pozos en el Catatumbo, el 90% en La Petr�lea y de ellos, el 90% eran productores. La Colpet construy� en la estaci�n de La Petr�lea una peque�a refiner�a con capacidad para procesar 500 barriles de crudo al d�a y producir gasolina corriente de 72 octanos y aceite combustible para motores Diesel (ACPM). As� que el crudo extra�do los campos ser�a destinado as�: una parte (la menor) para refinaci�n en La Petr�lea, cuyos productos se utilizar�an para el consumo interno en las actividades propias de las compa��as, para la venta en Norte de Santander y el resto del crudo (la mayor parte), para ser enviado a Cove�as y exportarlo.

El siguiente cuadro muestra las cantidades de crudo y su destinaci�n entre 1939 (tres �ltimos meses) y 1940:
Cuadro 3.  Producci�n de crudo por Colpet 1939-1940*
Barriles de 42 galones U.S.
1940 1939
II
I
La Petr�lea
Petr�leo crudo:
De exportaci�n
De refinaci�n
Gravable
Participaci�n :
En el campo
En el puerto

2.378.322.24
20.045.81
2.398.368.05

239.836.80
143.902.08

1.365.769.70
11.068.39
1.376.838.09

137.683.80
82.610.28
* Datos tomados de: Gonz�lez Bernal, Sandy. Petr�leo; Informe presentado al Congreso de 1940. Bogot� :  Imprenta Nacional, 1940. p. 31.
Cuadro 4. Exportaci�n de crudo por Sagoc 1939-1940*
Barriles de 42 galones U.S.
1940 1939
II
I
La Petr�lea
Petr�leo crudo:
Entregado en La Petr�lea
Recibido en Cove�as
Exportado por Cove�as

2.378.332.24
2.390.698.30
2.140.557.38

1.365.769.70
1.173.590.44
878.890.84
* Datos tomados de: Gonz�lez Bernal, Sandy. Petr�leo; Informe presentado al Congreso de 1940. Bogot� :  Imprenta Nacional, 1940. p. 39.
Figura 222. Visita de altos funcionarios del gobierno colombiano al terminal de Cove�as y al oleoducto de la Sagoc, poco despu�s de su inauguraci�n. Cove�as, 1939.
�Esta foto, tomada a fines del a�o de 1939, registra la visita que altos funcionarios del gobierno colombiano hicieron al terminal de Cove�as y al oleoducto de la Sagoc, poco despu�s de su inauguraci�n. Aparecen de izquierda a derecha: Joe Hughes, Alexander McNulty, Rafael Gerlein (cuarto en el mismo orden), el Dr. Eduardo Santos, Presidente de la Rep�blica y el comandante Badel�.Texto y foto tomados de: El Catatumbo de ayer. Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 41, (Abril de 1967), p. 2
Durante los primeros a�os de la d�cada de 1940 los efectos de la ya instalada Segunda Guerra Mundial y de la adicional depresi�n econ�mica iniciada en 1929, se hac�an sentir en el mundo. No fue ajena la industria del petr�leo a dichos acontecimientos. En esos a�os los pa�ses compradores del crudo, en orden de importancia por su volumen, eran: Francia, Espa�a (Islas Canarias), Argentina, Estados Unidos y Portugal. En 1940 el oleoducto fue suspendido temporalmente, se hab�a perdido el mercado franc�s y la producci�n de los campos se restringi� al consumo interno y al env�o de crudo en peque�as cantidades para su exportaci�n a Portugal y a Canad�.

Estos factores hicieron que las previsiones de explotaci�n de la Colpet, que hab�a calculado en 1.000.000 de barriles mensuales, se disminuyera a la mitad. Tambi�n se disminuyeron los trabajos de perforaci�n de las cuencas petrol�feras. Solo a mediados de la d�cada de 1940, con ocasi�n de la misma guerra y requerido nuevamente el petr�leo por el mundo en conflicto, se reactivaron las exportaciones de crudo desde Cove�as y desde entonces continuar�a de manera sostenida en los a�os subsiguientes sin mayores tropiezos.

Para esta ocasi�n, providencialmente, nos hab�amos adelantado ligeramente a la guerra o hab�amos concidido con ella y est�bamos listos para competir exitosamente en el mercado internacional con petr�leo de la mejor calidad procedente de La Petr�lea.

ESTACI�N DE BOMBAS

La casa de bombas fue la edificaci�n destinada para la instalaci�n de las maquinas de bombeo de crudo procedente de La Petr�lea y despu�s de Tib�, hacia los tanques de almacenamiento y luego desde estos tanques hacia los barcos surtos en puerto.

Esta edificaci�n, despu�s llamada Estaci�n de Bombas, ser�a elemento de primer�sima importancia para el funcionamiento de la Sagoc en su actividad fundamental de exportaci�n de crudo ya que desde ella se deb�a bombear petr�leo durante cincuenta a�os, los que finalmente se redujeron a treinta y dos, pr�cticamente desde 1940 hasta 1972, a los barcos de todas las nacionalidades y procedencias que, en n�mero de tres a cuatro semanales y con diferentes capacidades de carga llegar�an a Cove�as para surtirse del hidrocarburo.
Figura 223. Construcci�n de la Estaci�n de Bombas. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Figura 224. Dos aspectos de la instalaci�n de las bombas en la estaci�n. Cove�as, 1939.
Foto del archivo personal del autor
En las figuras anteriores se aprecian el interior de la estaci�n de bombas: a la izquierda, el soporte superior con un malacate gr�a que soporta diez toneladas para el desmonte de la maquinaria durante labores de mantenimiento; a la derecha, una de las m�quinas WORTHINGTON en proceso de instalaci�n. Cove�as, 1939.
Figura 225. Grupo de trabajadores instalando las bombas de la estaci�n. Cove�as, 1939.
Foto del archivo personal del autor
Para el funcionamiento de las m�quinas de la Estaci�n de Bombas se construy� una plataforma elevada como dep�sito del combustible que surtir�a las m�quinas.
Figura 226. Tanques de Fuel Oil, combustible para las m�quinas de la estaci�n. Cove�as, 1939
Foto del archivo personal del autor
Los primeros que trabajaron en la Estaci�n de Bombas de Cove�as fueron: el ingeniero de bombas yugoslavo Milan Ivanovich, y un ingl�s llamado Max Johnson que era operador de la estaci�n. A�os mas tarde trabajar�an en la Estaci�n de Bombas, entre otros: Alfredo Castro y Richard �Dick� Ramsoy, quien fue supervisor de mantenimiento, Camilo Garc�a y, en los �ltimos a�os de la Sagoc y primeros de Ecopetrol, Lisardo Navarro.

RICHARD RAMSOY lleg� a Cove�as en 1947 en un buque petrolero y se quedar�a para siempre en esta tierra que le acogi�, que am� y que fue su patria, su hogar y su fuente de trabajo.
Figura 227. Richard Ramsoy. Cove�as, 1964
Foto tomada de Colpet al D�a. Bogot�: N� 47, (septiembre de 1964), p. 6
�Ramsoy lleg� a Cove�as en 1947 o 1948. Trabaj� all� por un tiempo y luego se fue para Petr�lea para volver a Cove�as donde trabaj� hasta su jubilaci�n. Su madre era noruega pero ella se fue a trabajar y vivir a los Estados Unidos, en Nueva York, donde conoci� a un noruego con quien se cas� y de esa uni�n naci� Richard en 1918 o 1919. Siendo muy peque�o los abuelos se lo llevaron para Noruega donde la familia de su madre ten�a lanchas pesqueras. Desde muy peque�o Ramsoy trabaj� en esas lanchas como pescador, pero a los quince a�os se separ� de la familia y se fue a recorrer el mundo trabajando en buques de carga en los que viaj� gran parte de su vida por el mundo. En esos buques aprendi� a reparar las m�quinas, que en esa �poca eran movidas por vapor procedente de calderas que trabajaban con carb�n; despu�s, tambi�n con la pr�ctica, aprendi� a reparar las maquinas Diesel y entonces fue cuando paso a trabajar en los buques-tanques de la Mobil como ingeniero de m�quinas. Durante la Segunda Guerra Mundial, los buques petroleros donde trabajaba fueron torpedeados por submarinos alemanes en tres ocasiones en el atl�ntico. En las dos primeras veces los barcos pudieron llegar a puerto pero la tercera vez, en aguas norteamericanas del Golfo de M�xico, en la desembocadura del r�o Mississippi, el buque se parti� en dos, la popa se hundi� y solo qued� flotando la proa, donde Richard y dos marinos compa�eros permanecieron aferrados hasta cuando los rescataron; los dem�s marinos del buque murieron. Despu�s del naufragio sigui� trabajando en los buques de la Mobil, pero cuando lleg� a Cove�as se encant� con el lugar y le dijo al se�or Larsen que si pod�a darle puesto en lo de la reparaci�n de los motores; lo probaron, le dieron el puesto y se qued� trabajando en Colombia desde entonces. Ramsoy hab�a sido educado en Noruega en su infancia pero no fue a la Universidad ni ten�a t�tulo universitario ni era ingeniero. Para esa �poca no hab�a problemas de diplomas ni de t�tulos sino que las personas adquir�an conocimientos con la pr�ctica y la experiencia; si eran h�biles se les probaba en el trabajo y pod�an trabajar si ten�an realmente destreza; as� fue en el caso de Richard.�

No es sino imaginar como ser�a la vida en un pa�s como Noruega, con clima g�lido, o navegando incesantemente por el mundo en los buques, sin familia o alejado de ella y, para esa �poca, a merced de los torpedos alemanes; luego llegar de s�bito al caribe colombiano, encontrar la calidez del mar y del clima, la exuberancia de la vegetaci�n y el calor humano de sus gentes. Quedarse en Colombia fue para Ramsoy una actitud explicable y una decisi�n f�cil, mas por los a�os 40 cuando seguramente en Colombia no hab�a tantas cortapisas legales ni tramitolog�a intrincada para quedarse en el pa�s. Adem�s, aunque de ascendencia noruega, era norteamericano y no tendr�a problemas para establecerse en Colombia. Esta ser�a, para siempre, su nueva patria.

El buque petrolero parti� sin Ramsoy, el se�or Larsen le dio trabajo en Sagoc y lo envi� primero a trabajar a La Petr�lea para regresar a�os mas tarde a Cove�as como supervisor de mantenimiento de la Estaci�n de Bombas y oleoducto, donde se desempe�� exitosamente durante sus muchos a�os de trabajo.

Durante una labor de traslado e instalaci�n en su base de un voluminoso motor en la Estaci�n de Bombas de La Petr�lea la m�quina cay�, atrap� y destroz� la mano derecha de Ramsoy. Tuvieron que amputarle la mano pero la herida se infect� y hubo que cortarle el antebrazo casi hasta el codo. Ramsoy se recuper� r�pidamente y se rehabilit� pudiendo continuar en su trabajo con casi total normalidad. Aprendi� a escribir con la mano izquierda y manejaba con gran destreza la camioneta de trabajo que le hab�a sido entregada por la Sagoc, en cuyo volante de direcci�n adapt� un dispositivo, una bola anaranjada que le permit�a girar el volante con una sola mano; para meter los cambios sosten�a el volante con el mocho de la derecha mientras con la mano izquierda mov�a la palanca de cambios situada debajo del volante.

Richard Ramsoy se cas� en Cove�as con Elsa Bula, agraciada joven que era hermana de Genaro Bula, tambi�n trabajador de la Sagoc. Con Elsa tuvo su hijo �nico Hans, alto, rubio y espigado joven que Dick envi� a estudiar a los Estados Unidos desde muy peque�o luego del fracaso de su matrimonio.
Figura 228. En el muelle de Cove�as la lancha Venus de Richard Ramsoy, con su propietario a bordo. Cove�as, 1964
Foto tomada de: Distracciones mar�timas. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot� : N� 10, (Septiembre de 1964). p. 5.
Ramsoy nunca volvi� a Noruega ni a los Estados Unidos. Estaba planeando su descanso despu�s de su pr�ximo retiro de la Sagoc, que ocurri� el 1967, y construy� una peque�a pero hermos�sima casa de madera con techo rojo en la cual dej� espacio para su bote de pesca de aluminio, el garaje para su camioneta Ford que compr� a la Sagoc y refaccion�, y un espl�ndido garaje-taller como solo ven en las revistas de Mec�nica Popular, con docenas de compartimientos en estantes plegables, herramientas dispuestas es soportes en otros estantes, clavos, tornillos, tuercas, arandelas, ganchos y un sinf�n de cosas clasificadas en perfecto orden y dispuestas en frascos ordenados rigurosamente en otros sitios, herramientas de toda �ndole y mesas de trabajo para hacer no se cuantas cosas pensaba Ramsoy en su retiro en la playa. �l, que tambi�n era propietario de la lancha Venus, construida en Cove�as en el sitio de La Troja que hac�a las veces de astillero, alcanz� a disfrutar de algunos a�os de su chalet y de sus lanchas mientras su hijo Hans se encontraba terminando sus estudios y viviendo definitivamente en los Estados Unidos. Dick, como le llamaban algunos amigos cercanos, falleci� en Medell�n pocos a�os despu�s de jubilado, con su hijo Hans a su lado. Su hermosa casa de la playa y sus dem�s haberes fueron vendidos por Hans quien se fue nuevamente para los Estados Unidos, de donde nunca ha regresado.

TANQUES DE ALMACENAMIENTO

Conjuntamente con la Estaci�n de Bombas, los tanques de almacenamiento fueron otros de los elementos claves para el funcionamiento de la Sagoc; por su majestuosidad, ser�an tambi�n insignia de la Sagoc y de la regi�n como puerto exportador de petr�leo.

En la parte Noroeste del campo, pr�cticamente en el l�mite de la propiedad, sobre bases de hormig�n y durante los meses posteriores a junio de 1939, se construyeron seis tanques de l�minas de acero, alineados en dos filas de tres, cada uno con capacidad para 118.000 barriles, para un total de 708.000 de capacidad de almacenamiento.
Figura 229. Los seis tanques de almacenamiento de petr�leo de la Sagoc, cada uno para 118.000 barriles y un tanque peque�o (extremo izquierdo), para residuos. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Cada uno de los tanques fue construido con sus correspondientes diques de contenci�n de derrames y fuego y sus canales laterales de desag�e de aguas; sobre los diques, postes de iluminaci�n con potentes luminarias circundaban el conjunto de estructuras cil�ndricas y plateadas. Al Norte de los tanques grandes tambi�n se construy� uno de menor tama�o para residuos pesados del petr�leo cerca de la Estaci�n de Bombas. En 1940, habida cuenta de las expectativas de producci�n de los campos del Catatumbo, se hab�a planeado construir cuatro tanques adicionales con la misma capacidad pero, con la disminuci�n de las exportaciones derivadas de la recesi�n econ�mica mundial, ese proyecto fue abandonado y los seis grandes tanques originales permanecieron como los �nicos depositarios del crudo del Catatumbo hasta los a�os finales de la Sagoc.
Figura 230. Grupo de ni�os sobre un dique de contenci�n de los tanques de almacenamiento de petr�leo. Cove�as, 1952
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
La fotograf�a anterior muestra, curiosamente, un grupo de ni�os de Cove�as posando sobre uno de los diques de contenci�n de derrames y fuego de las instalaciones de los tanques de almacenamiento de crudo. En la actualidad ser�a impensable que un grupo similar se acercara a una instalaci�n industrial petrolera a �tomarse fotos� y pasear sobre tales estructuras.

UN ACCIDENTE CON ARMA DE FUEGO, PRELUDIO DEL INCENDIO

Pocos sucesos marcaron tanto la memoria como el incendio del tanque de residuos cercano a la Estaci�n de Bombas. Tal vez fue en noviembre o diciembre de 1957 o 1958, ya que coincidi� con las vacaciones escolares de fin de a�o y las habituales visitas de algunos familiares y amigos procedentes de Cartagena y Sincelejo. Pero un suceso previo al accidente inici� la serie de acontecimientos de ese d�a casi fat�dico. Uno de los hu�spedes ten�a una hermosa camioneta Dodge de plat�n, de color rosa y blanco, con plat�n �cabinado�, y bancas en el plat�n y que fue siempre de nuestra admiraci�n por su belleza y pulcritud.

Mientras contemplaba absorto desde la terraza de la casa la hermosa camioneta estacionada a unos quince metros, vi que una de las j�venes visitantes se encontraba dentro de la cabina con la puerta derecha abierta. S�bitamente se escuch� una detonaci�n y los adultos que se encontraban dentro de la casa salieron apresuradamente a ver que hab�a pasado. Mientras su hermano manipulaba un rev�lver que estaba en la guantera de la camioneta, la joven recibi� un impacto de bala en el abdomen. Debieron ser las horas del medio d�a y en la misma camioneta fue conducida urgentemente al hospital de la Sagoc, donde fue atendida y debieron operarla ante la consternaci�n de todo el grupo familiar.

Alrededor de las seis de la tarde y cuando a�n se encontraban en la sala de cirug�a, estall� el incendio. A unos 500 metros al Noroeste del Hospital, el tanque de dep�sito de residuos de petr�leo se incendi�. Se encontraba cerca de la Estaci�n de Bombas, afortunadamente lejos de los grandes dep�sitos de petr�leo de mayor inflamabilidad. Las cuadrillas de obreros se aprestaron r�pidamente a tratar de controlar el fuego que alcanz� dimensiones colosales en pocos minutos. Los veh�culos con personal y extintores transitaban raudos hacia el sitio del incendio. Mientras en el Hospital se suscitaba el drama de la operaci�n quir�rgica, muy cerca se protagonizaba el mas grande suceso accidental, el gran incendio, que recordemos en Cove�as. Tras varias horas de conflagraci�n, cuyas llamas iluminaban con gran intensidad todo lo visible, no hab�a sido posible controlar el incendio. Contar�an despu�s los habitantes de Tol� que la conflagraci�n, vista en la noche en toda la extensi�n del Golfo, caus� tanto pavor que las gentes sacaban sus pertenencias de las casas y estaban listos para evacuar hacia otras regiones porque aseguraban que si explotaba Cove�as tambi�n se acabar�a Tol�. Todo lo cual era, obviamente, una exageraci�n.

El superintendente del campo Mr. Irving Charles Keeler decidi� una arriesgada y peligros�sima acci�n que llev� a cabo personalmente: tom� una oruga Caterpillar, m�quina que, como otras muchas, manejaba con gran propiedad, e ingres� al sitio del incendio para llevar el tanque (que no era fijo) hacia un sector alejado y menos susceptible de afectar las dem�s instalaciones. Ingresando solo en la m�quina hasta el tanque, exponiendo su integridad personal, con el mayor arrojo y valent�a, el se�or Keeler lleg� al sitio y comenz� a empujar el tanque llameante con todo su contenido de residuos inflamados. Poco a poco, retrocediendo peri�dica y seguramente para tomar aire, Mr. Keeler logr� desplazar el tanque incendiado fuera de las instalaciones, a un sitio abierto donde fue finalmente sofocado el fuego varias horas despu�s. Fue una gran acci�n, un verdadero hero�smo que marc� para siempre y una vez m�s en la memoria de todos los habitantes de Cove�as el sentimiento de aprecio y admiraci�n por uno de los hombres mas preclaros a cuya bondad innata se sum� desde entonces el arrojo y hero�smo. Mientras tanto la operaci�n continuaba en el hospital y terminaba felizmente alrededor de las 12 de la noche. La enferma se recuper� pero en su cuerpo conserv� para siempre, cerca de la columna vertebral, el proyectil del arma que le ocasion� el accidente. Despu�s del incendio se abandon� el dep�sito de residuos en tanques y se hizo un estanque a cielo abierto donde se depositar�an esos productos mezclados con tierra.
Figura 231. Casa de bombas y tanque de balastro. El tanque de la derecha era el de residuos, que se incendi�. Cove�as, 1939
Foto archivo personal del autor
4.11 EMBARQUE DE PETR�LEO

El muelle construido por la Colombia Products Co. en 1921, con 500 metros de longitud y hecho con gruesos tablones de madera de pino canadiense creosotado, fue extendido en 100 metros adicionales para situarlo en un lugar con mayor calado (44 pies); tambi�n fue ensanchada su parte terminal para facilitar tanto el giro de los veh�culos como el movimiento de los operarios y la maquinaria durante la operaci�n de atraque de los buques. Se requiri� instalar de la tuber�a del oleoducto, v�lvulas y mangueras para cargar los buques, tendidos el�ctricos y de comunicaciones, reconstruir la tuber�a de suministro de agua potable para aprovisionar los barcos y servir al sistema contraincendio, y la remoci�n de 80 rieles de ferrocarril que hab�a instalado la Colombia Products Co., dejando en operaci�n solo un par de las dos l�neas f�rreas originales, por donde continu� transitando la antigua locomotora y sobre la l�nea, de trocha estrecha, los nuevos veh�culos automotores y las m�quinas de la Sagoc que ingresaban al muelle.
Figura 232.  Muelle ampliado y remodelado. Cove�as, Aproximadamente 1955
Foto por cortes�a de Carmen Sierra Patr�n
En la fotograf�a anterior se observan las tuber�as del acueducto y oleoducto, as� como la parte final del muelle ya ensanchada, donde est�n varias casetas para oficina y dep�sito de elementos, las gr�as para el manejo de mangueras y el barco de carga de petr�leo con su propia gr�a para mover las mangueras. Se hab�an retirado las luminarias originales que a�os mas tarde se reinstalar�an y embellecer�an el terminal y le dar�an su singular toque rom�ntico para pasear por las noches y refrescarse con la suave brisa marina.
Figura 233. Muelle de la Colombia Products Co., ya acondicionado por la Sagoc. Obs�rvese el oleoducto instalado y la permanencia de una sola de las dos v�as de ferrocarril inicialmente instaladas. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Figura 234. Muelle de la Colombia Products Co. ya acondicionado por la Sagoc. Vista sur. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
Figura 235. Antiguo muelle de ganados de La Troja. A la derecha, los vestigios del otro muelle de cocos y ganado. Al fondo las construcciones de la Sagoc, incluido el hangar de los aviones. Cove�as, 1939
Foto por cortes�a de Muriel A. Keeler
En octubre de 1939 lleg� el primer buque-tanque a Cove�as. Fue el NUEVA GRANADA, construido especialmente por la Texas y nombrado con el antiguo nombre del pa�s para inaugurar el nuevo puerto petrolero. Ten�a una capacidad de carga de 100.000 barriles de petr�leo. Aunque el oleoducto fue oficialmente puesto en servicio el 1� de noviembre de 1939 despu�s de su revisi�n, las compa��as hab�an bombeado crudo desde Petr�lea a Cove�as en actividades de prueba, por ello fue posible realizar la carga de crudo para el referido buque en octubre de 1939.

El primer capit�n de puerto que hubo en Cove�as fue
CARLOS GERLEIN (Carlin) y era colombiano, de Barranquilla. Despu�s de Gerlein llegaron otros capitanes de puerto extranjeros. Le sigui� Mr. Robert Taylor, que fue quien mas tiempo dur� en el cargo, le sigui� por poco tiempo Mr. Meller; en 1948 lleg� Alexander Cole Mac Kinney, �Capit�n Mackiny�, despu�s volvieron los capitanes colombianos: Marco Hawkins y luego Julio Robinson, ambos nativos de la isla de San Andr�s. El �ltimo de ellos estuvo en Cove�as hasta la culminaci�n de actividades de la Sagoc.

Las labores de carga de los buques, entre 1939 y 1940 se realizaban directamente en la punta del muelle. Los vol�menes de exportaci�n no eran elevados y los buques ten�an poca capacidad o cargaban cantidades peque�as, por lo que la profundidad de 44 pies en la punta del muelle era suficiente para el calado de las naves. Pero ya la Sagoc hab�a observado la eventualidad de llegada de naves con mayor capacidad de carga y calado por lo que dispuso de la contrataci�n de un buque-tanque peque�o para que permaneciera en las aguas del puerto.  As�, los buques petroleros eran cargados en el muelle hasta cuando su calado alcanzaba unos 40 pies, luego de lo cual se trasladaban a aguas mas profundas donde se conectaban con el buque cisterna para completar la carga requerida. Tal buque cisterna, en t�rminos funcionales y habidas las consideraciones comparativas en cuanto a volumen y costo, fue el antecesor en menor escala del gigantesco FSU Cove�as que, d�cadas mas tarde, instalar�a Ecopetrol-Oxi en el mismo puerto.

La actividad de trasiego desde el buque cisterna, dificultosa, demorada y costosa, fue abandonada r�pidamente por la Sagoc. Fue entonces cuando se decidi� la construcci�n de una l�nea submarina para surtir los buques de forma mas apropiada.

La l�nea, construida unos 200 metros al Oeste del muelle, sal�a de la estaci�n de bombas hacia el mar; la estaci�n submarina quedar�a situada a unos dos kil�metros de la costa. Fue construida con la misma tuber�a del oleoducto pero tratada especialmente y cubierta con diversas capas de material protector contra la corrosi�n salina, tuber�a esta extendida por el fondo del mar hasta donde la profundidad era de alrededor de 60 pies. En el sitio terminal de la tuber�a, anclado en el fondo del mar, se encontraba el Manifold, estructura de acero que se conectaba por un lado con la tuber�a procedente de tierra y por el otro lado, a trav�s de accesos m�ltiples, con las mangueras que surt�an de crudo los barcos. Tales mangueras, casi tan gruesas como la tuber�a, tambi�n se encontraban extendidas en el lecho marino. Su extremo libre se sellaba con una tapa de acero atornillada para evitar el escape de petr�leo hacia el mar y tambi�n dispon�a de sistemas de enganche para asegurarlas a las cadenas que colgaban de las boyas peque�as que flotaban en la superficie del mar. Otras boyas de mayor tama�o, las de atraque, se encontraban fuertemente ancladas al fondo del mar y su objeto era sostener el barco en posici�n para fijarlo durante las maniobras de carga y durante su estancia en el puerto.

Las labores de instalaci�n de la tuber�a y estaci�n submarina y el mantenimiento de las mismas, de las boyas, cadenas y mangueras de suministro fue realizado por los buzos de la Sagoc, uno de ellos era don Luis Atencia. Los equipos que utilizaban eran los que se hab�an desarrollado con la tecnolog�a de la �poca: escafandra esf�rica para la cabeza, con peque�as ventanillas de gruesos vidrios atornillados y protegidos con varillas met�licas para resistir la presi�n submarina, vestimenta herm�tica e integral de hule o caucho de alto grosor, con guantes  de caucho integrados a las mangas, botas pesad�simas con suelas de plomo y cinturones con pesas del mismo metal para asegurar la permanencia del buzo sobre el fondo marino. El aire se les suministraba desde compresores en el exterior y llegaba a la escafandra a trav�s de una manguera situada en su parte superior, sitio donde tambi�n se instalaba el cable de acero para bajar y subir al operario durante sus labores. Las herramientas utilizadas estaban dise�adas de acuerdo con las caracter�sticas de los guantes, para poder operarlas en la profundidad. Tales trajes eran guardados en un cuarto en la parte baja y oriental del edificio del matadero y algunos de los equipos en una caseta situada al frente de Rancho Grande.

El trabajo en la llamada: �submarina� consist�a en el atraque de los buques a varias de las boyas de atraque que circundaban la zona del Manifold. Cumplidas las formalidades documentales requeridas y una vez asegurado el buque, mediante las gr�as del  barco se proced�a a subir las boyas peque�as, se halaban las cadenas y las mangueras eran conectadas al sistema de tanques de la nave para proceder a la carga. Se daban entonces las instrucciones para que, desde la Estaci�n de Bombas se iniciara el bombeo de crudo hacia el buque.
Figura 236. La manguera submarina es subida al buque para conectar e iniciar la carga. Cove�as, 1964
Foto tomada de: Un d�a con el capit�n de puerto Marcos Hawkins. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�, N� 10 (septiembre de 1964), p. 5.
A fines de la d�cada de 1950, con el advenimiento de buques de mucha mayor capacidad y calado, fue necesario extender nuevamente la l�nea submarina hacia una mayor profundidad, quedando entonces a unos tres kil�metros de la orilla de la playa. 

�Cuando llegaba el buque ten�an que salir a recibirlo el Capit�n de Atraque, el inspector de petr�leos, don Enrique G�mez y en los a�os 60 a 70 el se�or Jos� Nieto, en representaci�n de la Empresa, el funcionario de la Capitan�a del Puerto, todos quienes se iban en una de las lancha hasta el barco que estaba fondeado en el Golfo. Tambi�n iba el m�dico de la Compa��a para examinar a los marinos y verificar si hab�a en el buque alguna enfermedad contagiosa que les impidiera bajar a tierra. Cuando anunciaban por radio que llegaba el buque ten�amos que hacer una carta a la Capitan�a de Puerto en la  que explic�bamos qu� nave era la que llegaba. La papeler�a se sacaba en Ditto (una m�quina copiadora que funcionaba con alcohol y sacaba reproducciones en tinta morada) ya que hab�a que mandar copias a todas partes. Llegaban unos cinco a seis barcos al mes, cuya capacidad era de  75.000 barriles. Pero despu�s llegaron los buques de Arist�teles Onassis, con capacidad hasta de 300.000 barriles y mayores.

En la oficina nosotras ten�amos que llevar la informaci�n de cuanto petr�leo se bombeaba, cuanto quedaba en los tanques, con cuantos barriles comenzaba el embarque; es decir, se manejaba toda la informaci�n de los buques y el papeleo relacionado con ellos. Las regal�as las recib�a el Gobierno en petr�leo, no en dinero. Un barco llegaba de Cartagena dos veces al mes para cargar el petr�leo de regal�as, que eran entre el 6 y el 10% del petr�leo que se exportaba. Carlos Jaimes y Armando Osorio eran los que manejaban la Inspecci�n de Petr�leos por parte del gobierno y por parte de Sagoc era Alfredo Castro.

El muelle ten�a un calado de 44 pies de profundidad y los buques ten�an que llegar a la punta del muelle con menos calado. Eran cargados con petr�leo a 15.000 barriles por hora en el muelle y luego, cuando estaban llegando al calado de 44 pies (menos de 40 pies) se paraba el bombeo y eran llevados a las boyas grandes, que estaban mas retiradas del muelle; all� eran rellenados a 4.000 barriles por hora hasta completar la capacidad del buque�. 


El barco mas grande llegado a Cove�as hasta 1964 fue el tanquero Texas Brighton, de 42.442 toneladas de capacidad, que embarc� 323.594 barriles de petr�leo crudo en 20 horas y 45 minutos en el puerto. Fue, hasta esa fecha el barco mas grande que llegara a cargar petr�leo en Colombia.
Figura 237. Buque tanque Texas Brighton. Cove�as, febrero de 1964
Foto tomada del peri�dico Colpet al D�a, febrero de 1964. N� 3, p. 5
La siguiente descripci�n de las operaciones de carga de petr�leo, aparecida en el peri�dico Colpet al D�a de julio de 1964, ilustra sobre las faenas realizadas para el prop�sito de atraque de los buques y embarque de petr�leo:

EMBARQUE DE PETROLEO EN COVE�AS. JULIO 1964

�Quien por primera vez visita a Cove�as y presencia all� el embarque de petr�leo en un buque-tanque, se sorprende ante la perfecta sincronizaci�n de las m�ltiples maniobras que la operaci�n exige.

Desde el mismo momento en que se recibe el anuncio sobre la llegada de un buque-tanque comienza la actividad simult�nea en las oficinas, en el puerto y en el muelle. En las oficinas, el Sr. Jos� Nieto tiene a su cargo todas las funciones administrativas del caso: revisa planillas, cuadros y estad�sticas con el fin de comprobar las disponibilidades y los asientos respectivos.

Entre tanto, en las instalaciones portuarias, a lo largo del muelle, comienzan los preparativos; tres lanchas y un remolcador, todos los cuales tienen que internarse mar adentro hasta el lugar donde est�n ubicadas las boyas para facilitar el arribo y amarre del barco.

El se�or Marco Hawkins, Capit�n de Puerto, y el Sr. Julio Robinson, jefe de muelle, vigilan, ordenan y distribuyen el trabajo de revisi�n en las lanchas y en el remolcador a fin de que todos los elementos indispensables tales como p�rtigas, salvavidas, cabos de amarre, etc., est�n en �ptimo estado de servicio. Bajo la natural expectativa se pasa la noche y con los primeros rayos del sol se reanudan las tareas de revisi�n, el aprovisionamiento de combustible para las lanchas, etc. En tierra los tanques y dep�sitos de �Sagoc� est�n copados y ya casi se prepara la orden para suspender el bombeo, cuando en el horizonte comienza a dibujarse la figura gris y banca del barco que con el humo negro de sus chimeneas anuncia su proximidad a la d�rsena. Y es all� cuando se hace m�s intenso el trabajo en el muelle, y en las peque�as embarcaciones se dan las �rdenes de pasar a bordo y de zarpar para recibir la majestuosa nave.El remolcador �Isla Fuerte�, que hace las veces de barco insignia, se acerca lentamente a babor para abordar el �Astrid Naess� y una vez logrado su empe�o, los se�ores Hawkins y Robinson con la veteran�a que les caracteriza, comienzan sus ascensos por la escalerilla de mano.
Figura 238. Barco Astrid Naess con capacidad de 22.000 barriles, en el puerto de Cove�as. Julio de 1964
Foto tomada de: Embarque de petr�leo en Cove�as. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�, N� 8 (Julio de 1964), p. 1.
FAENA A BORDO

Una vez a bordo comienza una de las m�s sencillas e imponentes ceremonias: el capit�n del barco, Sr. E. Foss, estrecha la mano del capit�n de puerto Sr. Hawkins y tras del breve saludo en ingles, ordena al piloto ponerse a �rdenes del reci�n llegado, que es experto en maniobras y situaciones semejantes. El Capit�n Hawkins da las �rdenes, el joven piloto las repite, tambi�n en ingl�s, y las cumple estricta y r�pidamente. Vienen, en seguida los virajes sobre a izquierda y la derecha, la marcha atr�s y nuevamente hacia adelante, seg�n lo mande la t�cnica; luego, a trav�s de los meg�fonos, se dan las �rdenes a proa y popa para que se inicie el lanzamiento de los gruesos cables que ser�n llevados hasta las boyas respectivas.

Entre tanto, un enjambre humano, ubicado a distancia prudencial y en las lanchas respectivas, aguarda el lanzamiento de los cabos. All� est�n, en el remolcador �Isla Fuerte�, Francisco Madera, operador; Juan Vargas, mec�nico �A� y Pedro P�rez, ayudante; en la lancha �Chicagua�, Luis Olascoaga, operador; Antonio Cuello, ayudante; en la lancha �Caribe� Manuel P�rez, operador y Miguel Olascoaga, ayudante y en la lancha �Cove�as�, Enrique Ward, operador, y Luis Pestana, ayudante. A bordo del remolcador han quedado, esperando la orden respectiva para llegar hasta el barco, todos los operarios que se encargar�n de izar las boyas y las mangueras submarinas que conducen el precioso l�quido desde las bombas hasta los barcos petroleros que lo llevar� allende los mares, para proporcionar divisas al pa�s. Entre ellos est�n Lisandro Quezada, operador general del equipo pesado; Joaqu�n P�rez, maestro carpintero; Arturo Mart�nez, ayudante; Francisco Mercado, operador del motor; Hilario Gonz�lez, mec�nico y Manuel Lozano, Oscar D�az, Alfredo Atencio, Daniel Mercado, Florencio Padilla y Lorenzo Coabas, ayudantes.

Las lanchas han continuado su incesante girar en torno al barco, llevando cabos a una y otra boya, mientras desde arriba prosiguen las �rdenes para obtener la estabilidad e inamovilidad indispensables para el correcto bombeo del petr�leo.

REVISI�N OFICIAL

Realizadas estas labores que podemos llamar preliminares, llega la lancha oficial que trae a los funcionarios del puerto, al m�dico sanitario, a los agentes de aduana, en fin a todos aquellos que deben hacer la revisi�n del barco y su tripulaci�n, extender y firmar el acta respectiva donde consta que todo es correcto y legal. Todo esto naturalmente se hace confortablemente dentro del camarote del Capit�n, quien con su proverbial gentileza est� ofreciendo exquisita cerveza danesa. Ha culminado la inspecci�n, todo est� bien, y mientras los funcionarios inician el descenso y el retorno al puerto, los operarios han avanzado en su labor hasta conectar las mangueras submarinas en la boca de los tanques para dar comienzo al bombeo desde la estaci�n de Cove�as.

Las bombas comienzan a funcionar con exactitud y precisi�n, los dirigentes de las maniobras contin�an supervigilando la tarea de sus subalternos en perfecta coordinaci�n con el Sr. Richard Ramsoy en la estaci�n de bombas que est� en tierra, gracias a la comunicaci�n lograda a trav�s de los equipos port�tiles de radio que se han llevado a bordo.

Muchas horas despu�s, cuando se han bombeado veintis�is mil barriles de petr�leo (la capacidad del �Astrid Naess�) comienza nuevamente la actividad, a la inversa, para desconectar mangueras, desamarrar cabos, largar boyas, liberar la nave y retornarla, despu�s del desembarco de los expertos, mar adentro rumbo al Viejo Mundo con su preciosa carga que, extra�da de las entra�as de la tierra colombiana, deja al Gobierno la compensaci�n de cuantiosas divisas que engrosar�n el Tesoro Nacional�.

UN D�A CON EL CAPIT�N DE PUERTO MARCOS HAWKINS

�COVE�AS. El capit�n de puerto Marcos Hawkins, vinculado desde hace muchos a�os a la South American Gulf Oil Co., es uno de esos hombres claves cuyo trabajo se relaciona directamente con la seguridad y la eficiencia de la empresa para la cual trabajan. Hawkins, conocedor de los secretos de la bah�a, se ocupa de todo lo relacionado con el movimiento de los barcos petroleros en Cove�as, dirigiendo el complejo mecanismo de la llegada, del cargue y el zarpe de esos barcos. El capit�n Hawkins entra en acci�n en cuanto se recibe el anuncio de que se acerca una nave: ordena en primer t�rmino una revisi�n de remolcadores y lanchas auxiliares, selecciona el personal subalterno y adopta todas las medidas indispensables para el �xito de las maniobras. Poco despu�s el capit�n Hawkins se encuentra a bordo del remolcador �Isla Fuerte�, operado por Francisco Madera, y se dirige al buque-tanque que lo aguarda mar afuera.
Figura 239. El capit�n de puerto Marco Hawkins con Francisco Madera, piloto del remolcador Isla Fuerte. Cove�as, 1964 Figura 240. El capit�n de puerto Marco Hawkins y el jefe de muelle Julio Robinson imparten instrucciones por radio. Cove�as, 1964.
Foto tomada de: Un d�a con el capit�n de puerto Marcos Hawkins. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�, N� 10, septiembre de 1964), p. 4. Foto tomada de: Un d�a con el capit�n de puerto Marcos Hawkins. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�, N� 10, septiembre de 1964), p. 4.
Una vez que ha abordado el barco ascendiendo por la escalerilla de emergencia, presenta el saludo protocolario al capit�n y �ste le entrega el comando de la nave. En uso de sus funciones de comandante, Hawkins imparte al piloto y dem�s tripulantes las �rdenes necesarias para efectuar el amarre en las boyas. Entre tanto las lanchas esperan sus instrucciones sosteniendo los cables para el amarre. Logrado el amarre total del barco, con las m�ximas condiciones de seguridad, comienza la pesada labor de subir las l�neas submarinas que llenar�n de petr�leo los dep�sitos de la embarcaci�n. Terminado este trabajo, el principal auxiliar de Hawkins, Julio Robinson, llama a Dick Ramsoy a trav�s del radio port�til para que se inicie la operaci�n de bombeo. Ya provisto de la carga de combustible que debe llevar al exterior, el barco desamarra y zarpa, maniobras que tambi�n son dirigidas por el capit�n de puerto Marcos Hawkins�. 

La dicha del record del barco mas grande llegado a Cove�as no habr�a de durarle mucho  al Texas Brighton; poco mas de un a�o despu�s de su arribo lleg� uno de mucho mayor tonelaje que, sin embargo, carg� una cantidad menor de crudo que el Brighton (200.046 barriles), sucesos que fueron registrados por el peri�dico Colpet al d�a en su edici�n de Junio de 1965, as�:

�BARCO DE 73.660 TONELADAS LLEGO AL PUERTO DE COVE�AS.
COVE�AS. El domingo 16 de mayo hubo un intenso e inusitado movimiento en la zona portuaria y, como de costumbre, el enjambre de trabajadores a �rdenes del Capit�n Marcos Hawkins cumpli� funciones de verdaderos veteranos. Se trataba nada menos que del arribo del buque de mayor tonelaje que jam�s hab�a atracado en ese puerto y cuya potencia y capacidad hac�a temer dificultades en el amarre.
Se ten�a noticias de que en otros puertos hab�an sido indispensables cuatro o m�s remolcadores para poder efectuar la delicada operaci�n, pero el Capit�n Hawkins, comandando el remolcador �Isla Fuerte� por radio port�til desde el puente de mando del inmenso petrolero, logr� la dif�cil operaci�n con exactitud y precisi�n en un tiempo casi r�cord.
El barco, que ostenta el nombre de Sovereign Clipper, tiene una capacidad de 73.650 toneladas con dep�sitos para 551.000 barriles, mide 800 pies de largo por 120 de ancho y por su calado extraordinario ofrece dificultades para el amarre. El imponente petrolero ven�a comandado por el Capit�n sueco C. E. Persson y tra�a 41 tripulantes. Fue botado al agua en octubre de 1964 y su primer viaje fue a Castanera, en el Golfo P�rsico. En Cove�as despu�s de cargar exitosamente 200.046 barriles netos, inici� viaje hacia �La Estancada� (Venezuela), donde deb�a cargar m�s combustible con destino a Paulsborough�
Figura 241. Barco Sovereing Clipper, con capacidad de 73.650 toneladas llega a Cove�as en Julio de 1965
Foto tomada de: Barco de 73.660 toneladas llega a Cove�as. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 19, (Junio de 1965), p. 3, c. 2-4
VAMOS A �GRINGUIAR�

Con el mismo nombre de El Bobo, la antigua casa de cocos de Don Juli�n Patr�n que fue demolida en 1939, a fines de los a�os 50 construyeron una casa de lenocinio hacia el Oeste de Cove�as, al lado sur de la carretera hacia El Porvenir, convenientemente alejada de miradas maliciosas. Sitio que fue asiduo rinc�n de visitas de placer y de juerga de algunos de los trabajadores de la Sagoc y, especialmente, lugar de reuni�n, para los mismos menesteres, de los marinos que bajaban de los buques petroleros y que, a falta de otros medios de transporte, eran conducidos all� en caballos por los campesinos de Guayabal y Punta Seca. Era la actividad llamada �gringuiar� y consist�a en que, una vez se conoc�a de la llegada de un buque, los campesinos abandonaban sus labores habituales o ped�an permiso a sus patrones, ba�aban, ensillaban y organizaban sus caballos y se trasladaban en grupo numeroso hasta la orilla del muelle a la espera del desembarco de los marinos, a los que llamaban �gringos� sin importar su verdadera nacionalidad; generalmente los visitantes prefer�an conducir ellos mismos las bestias sentados en la montura, mientras que los campesinos montaban en el anca de los caballos, y en fren�tica carrera los llevaban hasta El Bobo donde los esperaban pacientemente hasta cuando, despu�s de sus siempre prolongadas libaciones y derroche de pasiones con las damiselas de esa casa, deb�an devolverlos al barco.

Por ello recib�an, al igual que las mujeres y los due�os de El Bobo, su correspondiente y generoso pago en d�lares y, entre el jolgorio y el transporte a caballo, exiguas �clases� de ingl�s, franc�s y cualquier otro idioma de la nacionalidad de los marinos, con lo que algunos aprendieron a chapucear una que otra palabreja para defenderse en sus breves y fugaces interludios con los marinos y les permitir�a poder comunicarse, aunque fuera elementalmente con los futuros clientes para seguir �gringuiando�.

Es claro que eran otras �pocas en que los extranjeros se daban el lujo de bajar del buque y transitar libremente sin temores a secuestros, conocer el �mbito del puerto y quiz�, como buenos marinos, dejar en �l un amor.
Figura 242.  En esta vista desde Rancho Grande, en el marco de espigados cocoteros y de una gigantesca ceiba, un barco est� fondeado en el muelle; por el camino, entre el marco de un columpio, uno de los campesinos de Punta Seca se dirige velozmente hacia el muelle para �gringuiar�. Cove�as, 1974
Foto del autor
IMPORTACI�N DE PETR�LEO

Para 1973 ya el pa�s hab�a pasado de la �poca feliz de las exportaciones, a ser importador de petr�leo. Diversas circunstancias, entre las que se encuentran la falta de exploraci�n mediante las labores de estudios s�smicos y la perforaci�n de pozos nuevos y de desarrollo � quiz� la mas importante � y la declinaci�n progresiva de todos los campos petroleros, condujeron a que la cantidad del petr�leo extra�do no alcanzara para abastecer las necesidades del pa�s. En el puerto petrolero de Cove�as las m�quinas que durante tantos a�os impulsaran el crudo desde los dep�sitos hacia los buques, debieron ser invertidas en su funcionamiento para descargar ahora el petr�leo de los buques y depositarlo en los tanques para luego ser bombeado a las refiner�as. Tambi�n se importaba gasolina porque, con el mismo argumento de ahora, resultaba mas barato importarla que obtenerla mediante la refinaci�n en las propias plantas existentes.

As� se registra este hecho de los inicios de la importaci�n de petr�leo, en la revista Colpet al D�a en su n�mero de Marzo � Abril de 1973.

REFORMADO OLEODUCTO DE SAGOC. En la estaci�n de bombeo de Cove�as se llev� a cabo un importante trabajo de reforma con el fin de HABILITAR ESTE TERMINAL COMO PUERTO DE IMPORTACI�N. Dicha reforma conllev� el montaje de equipo adicional de bombeo y la tendida de una nueva l�nea de tuber�a desde la estaci�n de bombas hasta la trampa del raspatubo de la l�nea de Cicuco para llevar el crudo hasta El Retiro y de all� empalmar con el oleoducto de la Andian en Sima�a. Igualmente, en el campamento de El Retiro se hicieron algunos acoplamientos que permiten la facilidad de bombear en ambos sentidos, es decir, desde Tib� hacia Cove�as y viceversa. La nueva instalaci�n se termin� el 5 de marzo e inmediatamente se procedi� a hacer una prueba de circulaci�n la cual dio resultados satisfactorios. Posteriormente, se inici� el bombeo de prueba desde Cove�as hasta Sima�a, moviliz�ndose un volumen de 22.165 barriles de crudo en 18 horas. La direcci�n general del trabajo estuvo a cargo del se�or Irving Keeler, Superintendente del oleoducto de Sagoc. Los trabajos de acople, nivelaci�n de unidades, soldadura y pruebas estuvieron a cargo de los se�ores Arcesio Mart�nez y Antonio Carta�.
Figura 243. Antonio Carta frente al nuevo equipo de bombeo durante la reforma del oleoducto para la importar petr�leo. Hab�a llegado la �poca de las �vacas flacas�. Cove�as, 1973
Foto tomada de: Reformado oleoducto de Sagoc. En : Colpet al D�a : Colombian Petroleum Company, Bogot�: N� 93, (Marzo � Abril de 1973), p. 4, c. 3-4
4.12 RELACIONES CON EL PERSONAL

La Sagoc en Cove�as siempre mantuvo buenas relaciones con su personal de empleados y obreros.  Es mas, puede asegurarse sin lugar a dudas, que fueron excelentes. Los jefes, especialmente los norteamericanos, por su buen trato y su car�cter humanitario se granjearon el aprecio y la admiraci�n de sus trabajadores y familias. Dentro de sus relaciones con ellos la Sagoc procur� mantenerlos con el mas alto grado de bienestar posible para la �poca, con el suministro de la vivienda, servicios p�blicos, de salud, educaci�n,  recreativos y, especialmente con un trato amable en el trabajo.

La educaci�n de los hijos, iniciada en la Escuela Golfo de Morrosquillo, era tambi�n subsidiada parcialmente cuando los j�venes deb�an ir a cursar estudios secundarios y universitarios; ello facilitaba a los empleados poder brindarles mejores oportunidades de estudio y preparaci�n a sus hijos. Infortunadamente, del gran n�mero de j�venes hijos de trabajadores de la Sagoc en Cove�as, solo unos pocos, como ha ocurrido tambi�n en otras cercanas latitudes petroleras, lograron ser profesionales. La abundancia de bienes y servicios, la seguridad del trabajo de sus padres, las necesidades  b�sicas satisfechas y la falta de acicates para el est�mulo personal hacia la formaci�n intelectual y acad�mica fueron elementos nocivos para los j�venes, que no fueron adecuadamente canalizados por sus padres para lograr su formaci�n.

Los servicios de salud eran provistos directamente por la empresa en su hospital de Cove�as y en el de Tib� cuando era necesario un tratamiento o intervenci�n mas compleja; tambi�n se preve�a el tratamiento en instituciones fuera de la empresa cuando esta no dispon�a de los recursos necesarios. Incidentalmente debo decir que los trabajadores le ten�an manifiesta aversi�n a la posibilidad de ser llevados a Tib� para alg�n tratamiento. Es claro que los que all� iban eran aquellos que padec�an de alg�n problema de salud que no era posible resolver en Cove�as pero si en Tib�, cuyo hospital, puesto en servicio en 1956, contaba con especialistas en cirug�a, ortopedia, oftalmolog�a, otorrinolaringolog�a y ginecolog�a; por su dotaci�n, estructura y servicios especializados el de Tib� fue considerado en su �poca el mejor hospital de Latinoam�rica. Pero los trabajadores de Cove�as ten�an la impresi�n que quien iba a Tib� se mor�a, cosa que era cierta en muy pocos casos por la gravedad de la enfermedad del paciente, pero que era una opini�n injustamente generalizada. Para la �poca, la legislaci�n laboral era elemental y no otorgaba a los trabajadores muchos de los beneficios y derechos que actualmente se tienen en materia de salud ocupacional; cuando un trabajador se enfermaba e incapacitaba, el tiempo m�ximo de cubrimiento salarial era de tres d�as, despu�s de lo cual la empresa le segu�a tratando m�dicamente pero no le pagaba remuneraci�n alguna. Tampoco recibir�a sueldo, como ahora, de ninguna otra entidad, porque la misma empresa era la aseguradora. Tal restricci�n llev� a que los trabajadores tomaran la actitud de evitar enfermarse, ocultar o minimizar la enfermedad o, por lo menos, evitar incapacitarse. No ocurrir�a entonces que los trabajadores se enfermaran por razones balad�es o que fingieran enfermedades a sabiendas que les afectar�a su ingreso. Adem�s del alto sentido de pertenencia de los trabajadores y sus familias para con la compa��a, el sentido del deber y del trabajo fueron cualidades que progresivamente se fueron formando y arraigando en su conciencia. Para los trabajadores, al igual que se puede observar a�n en los viejos jubilados de la Sagoc, enfermarse era una afrenta personal y casi una humillaci�n.

Las viviendas y los servicios p�blicos y adicionales de que disfrutaban los trabajadores y sus familias eran �nicos en la regi�n y de la mejor calidad. Se realizaba mantenimiento de las casas con pintura de acuerdo con el gusto de los moradores, reparaci�n de ventanales de hierro, vidrios, anjeos, marcos de las ventanas, instalaciones el�ctricas, sanitarias y de suministro de agua y cambios de cielos rasos y tejado. No representaba gran dificultad lograr que, a solicitud de los trabajadores, la empresa construyera habitaciones adicionales o adecuara estructuras de las casas.

La energ�a el�ctrica suministrada por las plantas de la empresa era realmente PERMANENTE. Y al decir esto debo significar que lo era en el sentido literal de la palabra; de hecho, era un verdadero suceso y hasta un signo de alarma que la energ�a el�ctrica se suspendiera y, cuando lo hac�a, generalmente por sectores, era por causa de reparaciones o mantenimiento programados. Las tres plantas el�ctricas que surt�an la energ�a trabajaban secuencialmente y eran celosamente vigiladas por los empleados correspondientes; si una de ellas llegaba a fallar, el empleado la reemplazaba inmediatamente por otra sin que los usuarios se percataran del cambio.

El agua potable procedente de la represa de Villeros y tratada en la planta de aireaci�n, sedimentaci�n y cloraci�n, tambi�n era un suministro permanente y un servicio de excelente calidad en cuanto a la potabilidad del l�quido y a la presi�n con que sal�a por los grifos de todas las casas e instalaciones, originada en el tanque elevado de dep�sito de agua. El mantenimiento frecuente que hac�a la Sagoc de las tuber�as, de la misma planta de tratamiento, incluido el tanque elevado y de la represa de Villeros, garantizaba la excelencia de este servicio.

El transporte interno de los trabajadores era pr�cticamente innecesario por la cercan�a de las instalaciones laborales entre s� y de ellas con las �reas residenciales, pero los directivos, cuyo barrio estaba un poco mas alejado, dispon�an de sus veh�culos individuales; los trabajadores que viv�an el las poblaciones de Guayabal y Punta Seca, hacia el sur y en El Porvenir (que eran muy pocos), eran recogidos por la ma�ana en uno de los dos buses de la Sagoc y regresados a sus lugares una vez terminada la jornada laboral diaria. Esos mismos buses regresar�an a las mismas poblaciones alrededor de las 7:30 de la ma�ana para recoger a los escolares que estudiaban en la escuela Golfo de Morrosquillo, los regresaban al medio d�a a sus casas, los recog�an nuevamente al comienzo de la tarde para la jornada escolar vesperal y nuevamente los llevaban a sus casas al filo de las 4 de la tarde. De todas maneras la Sagoc tambi�n realiz� un programa de dotaci�n de bicicletas para los trabajadores a fin de facilitarles su acceso mas �gil al trabajo.

El servicio del comisariato, con todo el surtido de elementos de que antes hemos comentado, a bajo costo, era un complemento adicional para el bienestar de la poblaci�n de trabajadores de la Sagoc.

La compa��a manten�a un programa de Seguridad Industrial, para la �poca novedoso en las empresas en Colombia, evidentemente importado de los Estados Unidos y precursor de los actuales y mejor elaborados programas de Salud Ocupacional en las empresas petroleras. Dichos programas estaban orientados m�s espec�ficamente hacia la misma actividad laboral y las relaciones del hombre con el trabajo y no conten�an muchos los aspectos ahora desarrollados de ergonom�a ni de salud industrial. Exist�an comit�s de seguridad donde participaban los trabajadores y sus realizaciones, en t�rminos de disminuci�n de la accidentalidad, eran premiadas por la empresa con placas y diversos galardones. Al cumplir cinco, diez, quince y veinte a�os los trabajadores tambi�n recib�an emblemas (botones de oro) de reconocimiento por sus a�os de servicio y a los treinta a�os se les otorgaba un reloj de oro.
Figura 244.  Emblema de la Colpet-Sagoc que se estampaba en los botones de a�os de servicio y en las placas de reconocimientos.
Facs�mil tomado de la portada del peri�dico Colpet al D�a
Para diciembre la Sagoc llevaba a Cove�as una importante provisi�n de frutas: manzanas, uvas, peras, duraznos, de California y cajas de chocolates y dulces, que distribu�an entre los trabajadores y sus familias. Para los ni�os, numerosos y finos juguetes norteamericanos: carros de cuerda y bater�as, vistosas pistolas plateadas con cachas nacaradas del tama�o y aspecto de las originales Colt norteamericanas, con sus pistoleras y fundas de cuero y �balas� de pl�stico, que �disparaban� con rollos de p�lvora, escopetas de aire con �balas� de corcho, ametralladoras de bater�as con luces y sonido;  mu�ecas y otros artilugios de juegos propios para las ni�as; trompos de cuerda con luces a modo de platillos voladores, hula hulas, palos saltarines, patines, patinetas y toda la colecci�n de juguetes existentes en Norteam�rica, que eran repartidos a los hijos de los trabajadores y tambi�n a los ni�os hijos de los moradores de las poblaciones cercanas.

Hasta los �rboles de navidad, las luces multicolores (que entonces no eran intermitentes ni musicales), los arreglos colgantes de brillantes colores perlados y delgado y fr�gil vidrio que requer�an del mayor cuidado, los animales y los personajes del pesebre, Pap� Noel, renos, estrellas y bastones rojo y blanco, rojo y azul, para colgar en los �rboles,  y �nieve� (finas bolitas de icopor para entonces poco conocido en Colombia), eran  tambi�n importados y vendidos en el comisariato a los cove�eros.

CUANDO LAS COSAS PARECEN ETERNAS

Nacer y vivir en una �poca como la de los a�os 50 y 60 y en un sitio como Cove�as fue una situaci�n muy particular y excepcional. Situada en el lugar mas paradis�aco del Golfo de Morrosquillo, Cove�as no era un pueblo, era un campo para exportaci�n de petr�leo.

Las instalaciones eran espec�ficamente industriales, con infraestructura de servicios y con casas y edificaciones de servicios destinadas a albergar y servir a los trabajadores y a sus familias.
Figura 245.  Panor�mica de las bodegas y campamento desde la azotea de Rancho Grande. Cove�as, 1974
Foto del autor
En la fotograf�a anterior se observa: en primer plano las bodegas construidas por la Colombia Products Co. y habilitadas por la Sagoc para su uso; a la derecha el camino hacia Guayabal; tambi�n a la derecha y al fondo, la iglesia; cerca de ella el cine y su gran tel�n de cemento; al centro el campamento de obreros con su legi�n de �rboles de mango; a la izquierda, algunas de las casas de empleados de oficina. El campo central entre las bodegas y el campamento era el �estadio� de b�isbol.

Viviendo en Cove�as en esa �poca, las cosas parec�an ser eternas. Los bombillos de las casas duraban una eternidad y era casi un acontecimiento que se fundiera uno de ellos. Adem�s, si ello ocurr�a solo era necesario informar al Departamento el�ctrico para que la se realizara la reposici�n inmediata del �foco�. En las terrazas de las casas, que ten�an un cord�n el�ctrico colgando, con su respectivo socket, se pon�an bombillos cuyo vidrio era de color amarillo (no pintados), marca General Electric tra�dos de los Estados Unidos. Emit�an una luz amarilla que ahuyentaba los insectos, de manera que se pod�a permanecer en la terraza, disfrutar de la brisa del mar y de las reuniones familiares sin que los insectos molestaran. En Cove�as no hab�a mosquitos, por una parte porque no hab�a dep�sitos de agua estancados donde pudieran crecer y, por otra parte porque las casas estaban protegidas en las ventanas y puertas con anjeos. Adem�s, la Sagoc frecuentemente fumigaba el campo con insecticida con una m�quina aspersora extraordinariamente ruidosa que arrastraban en un Jeep Willys y exped�a una gran humareda que era la delicia de los ni�os corriendo en algarab�a detr�s de ella.

Las cosas tambi�n parec�an ser eternas porque en Cove�as nada faltaba, todo estaba all�, siempre presente, siempre disponible; por a�adidura, la gente no se mor�a con mucha frecuencia. No hab�a, ni hay cementerio. Los muertos de Guayabal o Punta Seca los enterraban en el cementerio de Guayabal, o en Tol�. Uno de los primeros muertos que conocimos fue el se�or Adolfo Palma, chofer de Sagoc quien se enferm�, al parecer de una amibiasis y despu�s de tratarlo varios d�as en Cove�as, lo llevaron en avi�n a Tib�. Muri� all� de una colitis amibiana y lo devolvieron a Cove�as para enterrarlo en Tol�. Tal vez desde ese d�a  muchos, especialmente los ni�os, tuvimos conciencia que las cosas no eran eternas. Cuando alguien mor�a no hab�a necesidad de informar de ello. A cualquier hora que fuera el deceso, el agudo zumbido de las m�quinas cortadoras de madera de la carpinter�a, que se escuchaba claramente en todo el campamento, anunciaba que  ya los carpinteros se encontraban en la labor de construcci�n del ata�d. All� Am�rico y Federico Villalobos comenzaban su mas l�gubre tarea de carpinter�a: la de constructores de ata�des. El ruido de las m�quinas inundaba el ambiente y todos las personas en Cove�as, enteradas del suceso, que curiosamente ocurr�a casi siempre de noche, nos desvel�bamos pensando en las vicisitudes que sufrir�a la familia del occiso.

En este campo petrolero los trabajadores y sus familias viv�an con notables comodidades que no se disfrutaban en los pueblos cercanos: agua potable permanente surtida por el acueducto de la SAGOC, proveniente de la represa de Villeros construida por la Colombia Products Co., con una extraordinaria presi�n de agua obtenida desde el imponente tanque de almacenamiento de color blanco y grandes rayas rojas horizontales; casas de ladrillos con pisos embaldosados, ba�os internos, puertas y ventanas con anjeos y rejas met�licas, al estilo norteamericano, energ�a el�ctrica permanente, v�as internas de comunicaci�n construidas con residuos de petr�leo crudo mezclado con balastro para obtener una mezcla similar al asfalto; tel�fono interno, aeropuerto privado que recib�a los dos extraordinarios aviones Douglas DC3 de la Colpet y Sagoc en sus viajes entre las estaciones petroleras, todo ello enmarcado en el paisaje pl�cido de un mar excepcional y unas playas de gran belleza, con amaneceres y atardeceres id�licos y un muelle abierto para todos, pero que solo utilizaban quienes no eran trabajadores durante las noche en que no hab�a actividad de bombeo, para caminar, disfrutar de la noche estrellada, de la brisa marina y otros para pescar s�balos, sierras, meros y todo cuanto fuera posible de la gran variedad y cantidad de grandes peces que merodeaban por all� durante la noche.

Cada una de las personas que vivieron y disfrutaron del trabajo y de su permanencia en Cove�as en la �poca de la Sagoc, por su cercan�a frecuente y cotidiana con sus vecinos y compa�eros de altas calidades humanas y personales, y con la naturaleza siempre maravillosa y  pr�diga en recursos, construyeron sus vidas y las de sus familias en un marco y �mbito de armon�a, en paz y prosperidad. La armon�a resultante del poder compartir en sana compresi�n, sin envidias ni apasionamientos innecesarios los distintos escenarios del trabajo y del quehacer diario; en paz, la de la �poca, espacio m�nimo o escaso en sucesos violentos y mas bien generoso en tranquilidad y sosiego; en prosperidad, la que resulta de la seguridad del trabajo, vivienda, salud, educaci�n, no entendida en t�rminos de ganancias econ�micas pingues sino en la obtenci�n de  mejor status y calidad de vida. De ello no solamente dar�n fe los protagonistas sobrevivientes sino tambi�n la generaci�n que les sucedi�, quienes tuvieron la ocasi�n de disfrutar de tales beneficios y que hoy, en la compleja competencia de la vida, ya en la misma regi�n o en otros escenarios, han tenido mejores oportunidades para su desarrollo personal y profesional.

Fue una �poca gloriosa, sin afanes ni preocupaciones, sin privaciones, con pocas desdichas y si muchas realizaciones.  Una �poca feliz.

4.13 EL FINAL DE LA SAGOC

Las operaciones de la Colpet � Sagoc en Colombia terminar�an de manera abrupta y entre recriminaciones derivadas del manejo que las empresas hicieron de sus relaciones laborales, pero especialmente de la administraci�n de los campos petroleros.

Desde mediados de los a�os sesenta la producci�n hab�a ido declinando prematura e inexorablemente por la explotaci�n incontrolada de los campos, de lo cual fueron responsables tanto las empresas como el gobierno. Para los a�os 70 ya la producci�n de petr�leo en Tib� hab�a descendido dram�ticamente. Se recordar� que la Colpet comenz� la verdadera explotaci�n petrolera en los campos de Petr�lea en 1938-39, donde los pozos se agotaron en los siguientes quince a�os; por ello que continu� la explotaci�n en la zona de Tib�, donde perforaron alrededor de 400 pozos y se lleg� a la m�xima producci�n del campo durante los a�os 60. Los campos de Tib� declinaron de forma mas acelerada que lo previsto por la forma incontrolada de extracci�n. Las compa��as Colpet y la Sagoc ya ten�a claro que sus ingresos se reduc�an notoriamente y comenzaron un proceso administrativo de ahorro de recursos que las condujo a iniciar la liquidaci�n de sus trabajadores, comenzando por otorgar las jubilaciones a los que estaban pr�ximos a ella y �arreglando� a otros que ten�an expectativas de salir de las empresas. Los arreglos, aparentemente no conocidos ni autorizados por las autoridades laborales, incluyeron la oferta de indemnizaciones y de contratos civiles a algunos de los trabajadores salientes, en un proceso acelerado que origin� la natural alarma del sindicato. Las instalaciones de producci�n y la maquinaria tambi�n comenzaron a ser abandonadas y el mantenimiento de las esenciales era superfluo e inadecuado.

Tales situaciones llevaron a denuncias por parte del sindicato y a debates y enfrentamientos en los �mbitos pol�ticos, sindicales y gubernamentales durante el gobierno del presidente Misael Pastrana Borrero. Entre denuncias sindicales y  sonados debates parlamentarios que exig�an la reversi�n inmediata de la Concesi�n Barco sin contraprestaci�n para las empresas contratistas, finalmente en 1974 la Empresa Colombiana de Petr�leos � Ecopetrol � termin� adquiriendo alrededor del 45% de las empresas, el pasivo pensional con todas las obligaciones inherentes al mismo y recibi� los campos de la Colpet, el oleoducto de la Sagoc, las estaciones de El Retiro, Ayacucho, Convenci�n, I-21 de Tib� y otras intermedias menores, as� como las instalaciones de Cove�as.

Las empresas Colpet y Sagoc no desaparecieron como tales, su constituci�n en las respectivas c�maras de comercio del estado de Delaware y en Colombia qued� vigente. Ecopetrol asumir�a el manejo de las empresas constituy�ndose pr�cticamente en la administradora de sus bienes e ingresos, as� como del pasivo pensional. En el proceso hubo beneficiados y damnificados; los primeros fueron los propios trabajadores activos de Sagoc (y de Colpet), que fueron asimilados por Ecopetrol, continuaron trabajando y recibieron los beneficios de la empresa estatal, desde mejores salarios hasta numerosas prestaciones y beneficios. Los damnificados fueron los pensionados de Sagoc (y de Colpet). A trav�s de sus asociaciones los pensionados realizaron diversas acciones, libraron y perdieron varias demandas contra el Estado y Ecopetrol, orientadas a que �sta empresa los asimilara a sus pensionados y les otorgara los mismos beneficios pensionales y prestacionales, claramente superiores a los que hab�an obtenido con la Sagoc. Con el argumento que las empresas Colpet-Sagoc eran privadas e independientes, que Ecopetrol era solo un accionista y que por tanto no exist�a la argumentada �unidad de empresa�, los jueces fallaron en contra de los jubilados. A la fecha (2004) las empresas Colpet-Sagoc se encuentran en liquidaci�n.

Del campo de Cove�as los entonces funcionarios de Ecopetrol reservaron para esa empresa el muelle, o lo que quedaba de �l, la estaci�n de bombas y la zona de tanques de almacenamiento del petr�leo, mientras que la parte restante de las 2.632 hect�reas de propiedad de la Sagoc que quedaban, incluido Rancho Grande, la represa de Villeros, el aeropuerto y todas las  edificaciones residenciales y talleres, por disposici�n del gobierno  fueron entregadas a la Armada Nacional que instal� all� la Base Naval ARC Cove�as. Durante los casi 10 �ltimos a�os de la Sagoc, y vista la circunstancia que sus extensos predios estaban intentando ser tomados por colonos de la regi�n, y trat�ndose por entonces de una propiedad privada, la empresa procedi� a otorgarle a sus trabajadores en comodato o en cesi�n de uso, varias hect�reas de sus terrenos, especialmente los aleda�os a la represa de Villeros. Tales terrenos no eran efectivamente utilizados por la empresa y cuando algunos de los poseedores iniciaron acciones para adquirir los terrenos la Sagoc no realiz� oposici�n alguna a tales pretensiones ya que tampoco se encontraba interesada en crear un clima innecesario de conflicto con la comunidad a la que tanto hab�a apoyado durante sus a�os en Colombia; ya para el final de las actividades de la Sagoc en Cove�as, la mayor parte de los comodatarios hab�an adquirido los terrenos por prescripci�n de dominio e incluso los hab�an vendido a otras personas sin relaci�n inicial con Sagoc. As�, gran parte de los terrenos que inicialmente adquiri� la Sagoc por compra a la Colombia Products Company pas� a manos de muchas personas de la regi�n y solo una parte considerablemente menor fue entregada a Ecopetrol y posteriormente a la Armada colombiana.
Y all�, desde 1974 se inician conjuntamente y contin�an hasta la fecha, las �pocas de Ecopetrol y de la Armada Nacional en Cove�as.
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