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Y DEMÁS/Música
I:
George Harrison
AGOSTO,
2OO5. La muerte de George Harrison, en
noviembre del 2001, no provocó la misma conmoción que la de John
Lennon, ocurrida casi 21 años antes. En primer lugar porque el rumor de
que le quedaban pocos días de vida se había propagado en la semana
anterior a su deceso, y en segundo porque --la historia lo ha
corroborado-- el peso de Harrison dentro de los Beatles no igualaba al
de Lennon y, tercero, por la cercanía que en 1980 aún existía con los
años sesenta. Otra razón e igual de importante, era que Harrison dejó
de grabar música realmente buena e innovadora al llegar los 1980. Lo
que siguió después fueron efímeros chispazos. Una
muestra de ello la tuvimos con los obituarios publicados en todo el
mundo que daban cuenta del último gran hit de Harrison, el cual
ocurrió en 1974; es cierto que después realizó importantes
contribuciones pero al final terminó sofocado por la leyenda del
cuarteto. Sin embargo George Harrison fue responsable, en buena parte,
de esa leyenda; sin su presencia no podríamos explicar a cabalidad el
auge del hippismo, el coqueteo con las filosofías orientales y un
estilo interpretativo que distinguió a los sesenta; como el “Beatle
callado”, George Harrison fue tan importante como los otros tres
escarabajos. Una
pregunta que quedará por siempre en la incógnita: ¿habría sido
George Harrison igual de famoso de no haber pertenecido a los Beatles?
Lógicamente esto habría sido muy improbable puesto que conocía a
Lennon aun antes que a McCartney, pero lo mismo sucedió con Stuart
Sutcliffe, el otro malogrado baterista. Supongamos que haya sido éste,
y no Harrison, quien se haya quedado ene. Grupo. ¿Habría Harrison
alcanzado iguales cimas de fama? Mi
teoría es que, tan célebre como los Beatles no, pero sí habría
conseguido reconocimiento pues talento sí tenía, como lo demostraría
cuando, una vez desintegrados los Beatles, lanzó el disco más vendido
de los cuatro como solistas pese a tratarse de un álbum triple.
Probablemente hoy lo tendríamos ubicado como un virtuoso que brevemente
se unió a un grupo para luego definir su carrera en solitario, algo
así como Steve Winwood y Eric Clapton, otros dos portentos del rock
inglés de los sesenta. Al igual que ellos, Harrison tenía un alma
demasiado independiente a la cual sometió con los Beatles con razones
que sólo él conoció a cabalidad. Lo
que sí es improbable es que Harrison se haya perdido en la mediocridad
en una década tan competida. Irónicamente el ex beatle se hundió en
ésta durante el resto de su carrera solista. Pero al final de cuentas
es una situación que él mismo buscó cuando, harto de la fama, se
retiró a su mansión en las afueras de Londres donde únicamente su
mentor Ravi Shankar y otros selectos personajes podían ser recibidos
sin contratiempos. Harrison
no se engañaba. “Haber pertenecido a los Beatles fue lo mejor y lo
peor que me pasó en la vida”, y estaba totalmente convencido que,
entre un Lennon y un McCartney, él estaba condenado a la sombra. De
ahí que cuando el tándem más exitoso del pop mundial comenzó a
resquebrajarse, Harrison pudo ver despuntar su talento con “Something”,
“Here Comes the Sun” y “While My Guitar Gently Weeps”, canciones
que refrescaron al grupo, y ya como solista con “My Sweet Lord” que
desató, como pocas, una revaloración de la figura de Jesús entre los
jóvenes. Prueba de ello también la tenemos con que Harrison fue el
primer Beatle en lanzar un álbum solista, el Wonderwall en 1968.
Irónicamente, una vez que pudo materializar todos sus proyectos
Harrison perdió la brújula, o simplemente la música dejó de
interesarle pese al lanzamiento de Dark Horse, su propia disquera. El
contraste en querer ser libre y tener un líder marcó la vida artistica
de George Harrison. Su guía con los Beatles era John Lennon (no es
casualidad que haya sido el único que tras el rompimiento del grupo
haya frecuentado), luego fue el Yogi Maharishi y finalmente Ravi Shankar
quien, por cierto, solía ser su telonero en sus conciertos postbeatle,
detalle que para quienes iban a verlos se traducía en sesiones de
aburrimiento. Más adelante, y hasta su muerte, esa figura la
constituyó Jeff Lynne, el fundador de la Electric Light Orchestra,
avezado productor y uno de los fans más fervientes de Harrison. Todo
esto nos perfila la idea de que Harrison no tenía madera de líder,
algo que Lennon tenía de sobra, liderazgo que al crecer en McCartney
puso en peligro al grupo. Esta
obediencia le ganó a Harrison el apelativo de “el Beatle silencioso”,
algo más que alejado de la realidad según Ravi Shankar: “muchas
veces rogaba porque se callara”, dijo, divertido, en cierta ocasión.
En realidad Harrison fue el más metódico de los cuatro, y ese
aislamiento muchas veces engañó a sus seguidores: de hecho, la fama de
callado se transformó en la de misántropo una vez que rehuyó a su
público y a la prensa allá en los setenta. Pero cuando estallaba su
furia demostraba lo irritable que podía ser: durante la grabación del Let
it Be, harto de las indicaciones y regaños de McCartney --el único
que podía llamarle la atención era Lennon; a los otros dos los veía
como colegas de igual rango-- Harrison optó por abandonar las
grabaciones y sólo regresó “por el mero compromiso contractual”
para terminar el disco. Pudo haber sido el primer Beatle en salir pero
Lennon le ganó la partida cuando “pidió el divorcio” una vez que
su interés por Yoko Ono había opacado al del grupo y sus compañeros. Cuando
salió a la venta All Things Must Pass aún resonaban los acordes
del Let It Be, éste último un álbum relativamente débil en
comparación con sus obras maestras anteriores. Harrison lo sabía
perfectamente y no sólo eso, para mostrar su compatibilidad con otros
músicos, invitó a participar en ese disco a Klaus Voorman, a Peter
Frampton y a Billy Preston. El título del álbum tenía una referencia
obvia a dejar todo atrás; se dejó crecer las barbas hasta el pecho, el
cabello lacio le llegaba hasta los hombros, adelgazó una barbaridad y
se convirtió en fumador empedernido. Algunos críticos apuntan que todo
venía a ser un afán de Harrison por convertirse en un guía místico
aunque quizá al ocultar su rostro el ex beatle ya no deseaba ser
reconocido con el personaje que aparecía en las portadas del cuarteto. El
primer gran hit del All Things Must Pass fue “My Sweet Lord”,
muestra de la búsqueda religiosa --de nuevo el guía, el líder--
manifiesta en la letra “Realmente quiero verte/pero toma tanto tiempo,
mi Señor”, y una canción que ofrecía los elementos musicales
característicos de Harrison: combinación de guitarras acústicas con
el twang de guitarra eléctrica tan propio del blues pero que,
insospechadamente, también se utilizaba al tocar la cítara hindú,
instrumento que Harrison dominó en tiempo extraordinariamente corto.
“My Sweet Lord” era una miniobra de arte que sorprendió a los
críticos quienes ahora corroboraban que “Something” y “Here Comes
the Sun” no eran, como alguna vez dijo George Martin, “muestras de
un compositor a quien aún le falta madurar”. Y entonces llegó el
golpe. El
abogado del grupo The Shirelles entabló una demanda contra Harrisongs
Inc. por violación de derechos de autor. “My Sweet Lord” se
asemejaba “más que sospechosamente” a la canción “He’s so Fine”.
Obviamente la demanda jamás se hubiera interpuesto de no haber sido
Harrison el autor del tema. El ex beatle alegó que todo había sido “un
plagio inconsciente”, perdió la demanda y hubo que compensar
económicamente a los autores de “She’s so Fine”. Esto a la larga
inhibió a Harrison y lo orilló a comprender que su talento tenía
ciertos límites. Su
siguiente disco solista fue Concert for Bangladesh, donde
Harrison puede anotarse el ser el primero de los conciertos
filantrópicos. De éste salió un material bastante aceptable --salvo,
para muchos, los solos de Ravi Shankar-- pero que, lamentablemente,
pronto hubo acusaciones por malversación de fondos (a Harrison lo
persiguió, más que a los otros ex escarabajos, la maldición lanzada
desde los tiempos de Apple: rodearse de gente ociosa que medraba con el
trabajo de los demás). Parte del retraso en el envío de ese dinero a
la pobrísima Bangladesh tenía que ver con los otros artistas
implicados, entre ellos Bob Dylan, Eric Clapton, Leon Russell, Billy
Preston y --un anzuelo por demás irresistible-- Ringo Starr, factor que
complicó las disputas económicas entre las disqueras donde grababan
estos artistas. Según
Geoffrey Guliano, autor de una biografía sobre George Harrison, éste
quedó tan desilusionado con el resultado (el proyecto había nacido por
un consejo de Shankar,a lo cual el exbeatle accedió, entusiasmado) que
le haría perder mucha de su confianza hacia la humanidad, y en el showbusiness
de la música pop. Vendría
después, la grabación de una “nueva” canción de los Beatles en un
cuarto de siglo titulada “Free as a Bird” y producida, claro, por
Lynne (George Martin declinó con el argumento de que los tres “se
estaban haciendo tontos”). A éste le siguió otro “nuevo” tema
titulado “Real Love”. Un resabio de la magia aún estaba ahí,
cierto, pero una parte importantísima de había extinguido en 1980. Una
vez concluidas estas sesiones, Harrison se dedicó por entero al cuidado
de su salud. El cáncer seguía diseminándose por su cuerpo y para
colmo fue agredido en su propia mansión por un desquiciado. El atacante
logró herirlo en el pecho, situación que agravó la de por sí
delicada condición del músico. Cuando un periódico londinense
publicó una serie de declaraciones --luego se supo que alteradas y
alarmistas-- de George Martin en el sentido de que “(él) sabe que va
a morir y está preparado para ese momento”, hubo un intercambio de
declaraciones de las que luego Martin dijo estar “profundamente
mortificado”. Pero ahí había gran parte de verdad: George Harrison,
la leyenda, estaba muriéndose de cáncer. Para
entonces ya estaba trabajando con su hijo Dhanni y Jeff Lynne en la
elaboración de su último disco. No quería que fuera póstumo pero el
tiempo terminó por ganarle la partida: el 21 de noviembre del 2001
George Harrison dejaba de existir (casualmente, casi una década
después que Freddie Mercury) mientras que a fines de año salía Brainwashed
el que, como sucedió con el Double Fantasy de John Lennon, fue
un álbum póstumo. Con
su muerte también se remachaba el fin del sueño. Harrison expiró poco
después que McCartney y Starr lo visitaran por última vez. El momento
lo resumió Ravi Shankar, quien estuvo con Harrison hasta el final: “se
fue en paz consigo mismo”. Sus últimas palabras fueron “hare
krishna”. Lea
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