el instantaneismo no quiere el ayer. instantaneismo no quiere el mañana... cree en el movimiento perpetuo...(F. Picabia)
Gran parte de la información seleccionada proviene del libro “El Diseño en la Era Mecánica” publicado por el IVAM con motivo de la exposición de mismo título.
LA CONSPIRACIÓN SHANDY O SOCIEDAD SECRETA DE LOS PORTÁTILES (bajo éstas líneas)

(Mis más sinceros agradecimientos a Bardomou por revelarme el secreto de este pequeño-gran libro.)

La Sociedad Secreta de los Portátiles supuso (desde el universo más simpáticamente ficticio) la mayor conjura del orgullo contra toda forma artística. Ahora, establece tú mismo la relación existente o no con dadá, eso corre a tu cargo, que ya va siendo hora de que te impliques y pongas en marcha tus mecanismos psíquicos y traumáticos. Esta pequeña mención de los Portátiles, esa sociedad de carácter ultrasecretro, hoy más que nunca, mantiene su firme propósito de excitar ampliamente la curiosidad de los aludidos, por lo que ya sabes, ¡toma nota y baja a la calle con tu dinero móvil en busca de éste libro: “HISTORIA ABREVIADA DE LA LITERATURA PORTÁTIL”, Enrique Vila-Matas (Ed. Compactos Anagrama). Lo recomiendo encarecidamente y ni siquiera es amigo mio.
Entre otros supuestos genios (o niños irresponsables), formaron parte de esta Sociedad Secreta que conspiraba para nada y desde nada, Marcell Duchamp, Alberto Savinio, Pola Negri, el satanista Aleister Crowley, Borges, Lorca, Walter Benjamin (el inventor de la máquina de pesar libros), el suicida Rigaut, Tzara, Dalí, Scott Fizgerald, etcétera, entre otros, y lo que voy a hacer desde Dadá 13-91, para animointrigarte, es resumirte brevemente de qué va el tema y mostrarte pasajes del libro, uno de ellos relacionado directamente con el entramado dadaísta. En opinión del autor, todo parece indicar que era un movimiento inútil, pues no se perseguía un fin u objetivo determinado. Los afiliados al ultrasecretismo de los Portátiles se comportaban como una especie de peregrinos medievales para los que lo principal era el viaje, viaje que, al igual que todo poema, corría el peligro de carecer de sentido, pero los Shandys y su Sociedad Secreta no habrían sido nada sin este riesgo. Poco importaba que llegaran a Roma, La Meca, Cádiz o Clímax. Sólo buscaban viajar y contarse historias entre ellos. Los Shandys, aparte de exigirse un alto grado de locura debían poseer un
“espíritu innovador, sexualidad extrema, ausencia de grandes propósitos, nomadismo infatigable, tensa convivencia con la figura del doble, simpatía por la negritud, cultivar el arte de la insolencia, funcionar como una perfecta máquina soltera”.


SI HABLAS ALTO, NUNCA DIGAS YO, ES DECIR, SHANDY.

La trama no tiene desperdicio cojas por donde cojas el libro de Vila-Matas: historias y anécdotas sobre la utópica Sociedad Secreta de los Portátiles narradas con un humor de genio elocuentemente absurdo. La Sociedad Portátil, así como sus obras ingrávidas, parece mantener un “absoluto desdén hacia lo que se consideraba importante, grande, fundamental”, algo que conecta directamente con papá-dadá. Y aquí lo dejo, esperando haber creado algún que otro estímulo en tu crujiente corteza cerebral.


A finales del invierno de 1924, sobre el peñasco en que Niezsche había tenido la intuición del eterno retorno, el escritor ruso Andrei Bieli sufrió una crisis nerviosa al experimentar el ascenso irremediable de las lavas del superconsciente. Aquel mismo día y a la misma hora, a no mucha distancia de allí, el músico Edwar Varese caía repentinamente del caballo cuando, parodiando a Apollinere, simulaba que se preparaba para ir a la guerra. Esas dos escenas fueron los pilares sobre los que se edificó la historia de la literatura portátil. (...)

Antheil era el maestro de ceremonias. Y, según parece, fue también el inverntor del método de encontrar artístas portátiles por las calles de París (...), repartiendo en perfecto silencio y con gestos de conspirador, el alfabeto manual de los sordos. Junto al alfabeto había unas instrucciones a primera vista incomprensibles: doce frases que sólo adquirían sentido para aquel que se diera cuenta de que, leyendo verticalmente la primera letra de cada una de las doce frases aparecía esta dirección: SEPT RUE ODEON. (De esta forma se llevaba a cabo la captación de nuevos miembros portátiles).


Cuenta Picabia que a finales del invierno de 1924 en la ciudad de Zúrich, frente al Cabaret Voltaire, donde por aquellos días DADA estaba celebrando el feliz quinto aniversario de su desaparición del panorama cultural, había un balcón en forma de flauta pigmea hecha de rama de papaya, y en ese balcón, en el transcurso de una noche de luna llena, hallábase reposando una gabardina, dentro de la cual se movía inquieta una hermosa mujer española de nombre más bien horrible, Berta Bocado, que observaba con cierto disimulo el constante ajetreo de los antiguos dadaístas que, dicho sea de paso, en ningún momento se dieron cuenta de que eran espiados por los ojos de la española. (...) Esa noche, Berta Bocado acababa de recibir una carta de su antiguo amante, Francis Picabia, en la que le pedía que intentara trabar amistad con un escritor ruso llamado Andrei Biely y averiguara si éste, aparte de tener crisis nerviosas poseía ingenio y sentido del humor. Tanto Duchamp como yo (concluía la carta) estamos interesados en saber si Biely es uno de los nuestros. Los datos que tenemos de él indican que vive en tu misma calle y que, al atardecer, juega con Tristan Tzara al ajedrez. (...) No se sabe si por su condición de mujer fatal o, simplemente, por su tendencia al despiste, Berta Bocado confundió a Biely con otro ciudadano ruso que vivía en la Spielgasse y que, a veces, jugaba al ajedrez con Tzara, Arp, Swichters y compañía, pero que de noche se refugiaba en su casa y nada quería saber de los antiguos dadaístas. Vladimir Ilich Uliánov era su nombre y, en compañía de una tal Krupskaia, aguardaba en Zúrich a que estallara la revolución en su país.

A los pocos días, Berta Bocado envió unos datos totalmente errróneos a Picabia, creando así el equívoco que tanto contribuyó a la consolidación de la sociedad secreta portátil: – Se trata de un ruso ciertamente extraño que, hasta cuando hace buen tiempo, sale a la calle con chanclos y paraguas y con un abrigo guateado de invierno (...), hasta parece que tenga enfundada la cara porque siempre la esconde con el cuello levantado de su abrigo. Lleva gafas oscuras..., y cuando sube a un coche le ordena al cochero que suba la capota. En una palabra, se observa en este individuo una tendencia constante a crearse algo así como una funda que le aisle y le proteja de toda mirada externa. Yo creo que tiene hasta la manía de guardar las ideas en una funda. Intenté seducirle y lo máximo que conseguí fue que me dejara subir a su casa, pero una vez en ella comenzó a comportarse de forma bastante extraña: apenas me miraba y sólo parecía interesado por unas carpetas que, de un modo frenético y convulsivo, transportaba de un lugar a otro del estudio: algunas de esas carpetas las cambiaba repetidamente de sitio, otras las escondía. Supongo que contenían manuscritos de sus novelas. Y digo supongo porque a todo esto él insistió, una y otra vez, que no era novelista. (...) Estaba claro que deseaba que me marchara cuanto antes, y eso, tú ya me conoces, me enojó. Le llamé maleducado, a lo que él respondió misteriosamente diciendo que no era un maleducado sino un simple aficionado a transportar todo aquello que le parecía portátil...
Picabia, al recibir la carta, tuvo la impresión de que, detrás de la rara conducta del ruso, podía esconderse un mensaje en clave que debía descifrar.

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