LA UNCIÓN DE ENFERMOS EN LA IGLESIA CONTEMPORÁNEA.

La renovación litúrgica llevada a cabo en el siglo XX también afectó a la Unción de enfermos. En esta reforma se ponía de relieve los avances en la investigación teológica, especialmente en lo relativo a los estudios históricos y exegéticos. Pastoralmente el sacramento se había convertido en un presagio negativo sobre la psicología del enfermo, no se quería recibir y era desesperanzador ver llegar al sacerdote, que más que buenas noticias parecía desanimar al enfermo. La práctica había determinado que fuera demasiado un sacramento de muertos, casi inconscientes, antes que de enfermos y desde la esperanza.

También han influido los avances médicos. La enfermedad grave no tiene porque ser necesariamente mortal. Esto supuso también una recuperación del "Viático", que es el nombre que recibe la última Eucaristía que se recibe en vida, y que abre la "vía", el camino para la salvación. El Viático recupera su sentido y papel en el fortalecimiento del alma del enfermo. Si antes el orden de una celebración con un enfermo era primero confesar los pecados, luego recibir la Eucaristía y finalmente al Unción, desde el Vaticano II se prefiere confesar y aplicar la Unción primero, y administrar el Viático después.

El Vaticano II cambia el nombre del sacramento, y propone su reforma. Para evitar que sea de muertos más que de vivos, y entiende que debe redactarse un nuevo ritual del sacramento. Los diálogos ecuménicos hablan hoy de la posibilidad, en caso de necesidad, de recibir este sacramento de manos de un sacerdote Ortodoxo y al revés, siempre en ausencia de sacerdote de la propia Iglesia.