EFECTOS Y DIMENSIÓN SALVÍFICA DE LA PENITENCIA.

El principal efecto del sacramento es el perdón de los pecados y la incorporación a la vida en la gracia. La reconciliación realizada por Cristo en su vida, muriendo y resucitando por nosotros, el celebrada en toda su plenitud en este sacramento. En la cruz Cristo muere por nuestros pecados, es el cordero que quita el pecado del mundo, carga con nuestros males. Ahora en el sacramento hay un encuentro de voluntades, Dios y el pecador coinciden en restaurar lo dañado. La reconciliación parte de Dios, pero necesita la acogida del corazón humano para producir frutos. La eficacia del sacramento no podrá estar en la confesión, más o menos exhaustiva; o en elementos controlables por el hombre, sino que residirá en el misterioso encuentro de gracia y de perdón con Dios.

El perdón está otorgado en función del amor depositado. "se le perdonan sus muchos pecados, porque ha amado mucho", dice a menudo Jesús. Es decir, no estamos ante un mero ejercicio de moral, sino ante una experiencia religiosa profunda con Dios, de sentir que el pecado es un rechazo que impide categóricamente el encuentro más profundo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es necesario que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte se continúe en su Iglesia, y en concreto, en cada bautizado y pecador mediante el sacramento que reconcilia.

La reconciliación es también una experiencia humana imprescindible. Sabemos de lo importante que puede llegar a ser para poder mirar el futuro, perdonar y continuar caminando, libre de culpas y con el corazón limpio. El hombre es nostálgico de la reconciliación, es un valor siempre pretendido para poder construir sin mirar demasiado atrás. En el mismo Padrenuestro encontramos la reconciliación, en las entrañas mismas, "perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Hay una idea central de reconciliación entre los hombres, que hace comprobar que el mal causado por otros en mi vida, es semejante al causado por mí en la vida de otros, y esa realidad contra la que se trata de vencer, precisa de la fuerza de Dios para lograrlo.

El perdón de Cristo en la cruz, no sólo es redención para el pecado personal, humano; sino que se extiende al pecado colectivo y al estructural, redimiendo toda la humanidad y todo el cosmos, según la teología paulina y la Doctrina Social de la Iglesia. En estas afirmaciones hay que aclarar algunos conceptos. Hablamos de pecado colectivo en aquellos casos en los que el pecado es cometido por una colectividad de personas. Por ejemplo, un grupo de personas asesina a alguien, aún teniendo una participación distinta, todos ellos son pecadores. El pecado estructural formaría parte de la actuación del hombre, que acaba creando una espiral de pecado sin ser directamente responsable, lo es en cuanto que lo tolera y coopera con él. Llega un momento en que el pecado es difícil de detener, y aunque no se desee, la actitud y la forma o el estilo de vida lleva a ese pecado. Estamos hablando, por ejemplo, del pecado del hambre en el mundo, el consumo cotidiano crea una estructura económica, con consecuencias injustas para la mayoría de la humanidad. Responsable de ese pecado estructural sería todo un sistema o estructura creado y sostenido por los hombres.

La redención de Cristo destruye todo tipo de pecado, personal, colectivo y estructural, aún cuando no seamos plenamente conscientes del mismo. El sacramento por eso, ha incorporado nuevas formas en los rituales de celebración de la reconciliación, donde lo más destacado es la celebración comunitaria, expresión de que la redención y el perdón, concedido como gracia personal, comunica con toda la comunidad cristiana. El perdón se recibe personalmente, pero igual que el pecado corrompe toda la comunidad, también la gracia sacramental beneficia a toda la comunidad, haciendo posible la santificación de la comunidad cristiana, y fortaleciendo al cristiano en la tarea de transformar la realidad del mundo.