24. Teo. sacramentos del camino. Introducción al sacramento de la Penitencia.
24. Teo. sacramentos del camino  

INTRODUCCIÓN AL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.

El sacramento de la Penitencia es el que más ha evolucionado en la historia de la Iglesia. Desde la confesión pública hasta la privada actual, desde la celebración individual hasta la más propiamente comunitaria, es un sacramento que ha ido cambiado formalmente a lo largo de la historia. Su sentido podemos decir que ha permanecido invariable, otorga el perdón de los pecados a aquel que tras el bautismo se ha alejado de Dios. Las razones de estos cambios parten de las necesidades y circunstancias pastorales de cada momento histórico. Hoy cuando se habla de un sacramento en crisis, nos hace pensar inmediatamente en otras crisis que ha sufrido en la historia. Quizás esto se deba a los impedimentos que el hombre pone, por su orgullo o soberbia, al reconocimiento del pecado cometido, o quizás por el rigor penitencial exigido de otros tiempos. Lo cierto hoy es que su crisis tiene que ver con la idea de pecado, un concepto religioso con poco espacio en nuestra secularizada y orgullosa sociedad.

La razón y la existencia de este sacramento está en Jesucristo, que perdonó los pecados y que envió a los apóstoles: "A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, a quienes se los retuviereis, les quedan retenidos", Jn 20, 23. El que verdaderamente perdona es Dios, la Iglesia simplemente administra la potestad recibida. Estamos ante un sacramento que es además una importante guía en la vida cristiana, y no podemos analizarlo desprendidos de la pastoral o la vida concreta, por eso ha sido muy frecuente que fuera estudiado en relación con la teología moral o la teología espiritual. Con cualquier aspecto que queramos verlo, el sacramento relaciona toda la vida cristiana en un eje, el camino hacia el Señor y la esclavitud del hombre a causa del pecado. De ahí su repetición, dado que constantemente viene en ayuda de la debilidad humana para retornarnos al camino de la gracia.

Este sacramento no celebra el pecado, sino el perdón y la misericordia de Dios, que reconcilia consigo a los hombres por mediación de Jesucristo en la cruz, lugar privilegiado de la redención. No tiene sentido el sacramento sin el pecado, pero el centro del mismo no es el pecado, sino la misericordia y la acción de Dios. Por eso la vida en el Señor nos tiene que llevar a reconocer, no sólo nuestra miseria, sino el amor profundo de Dios a los hombres. El sacramento no debe consistir exclusivamente en decir los pecados, sino que la clave es la absolución dada en nombre del Dios Trino. La práctica eclesial ha encontrado, no obstante, una fuerza muy importante en la confesión, que hoy es ratificada por psicólogos. El hecho mismo de confesarse, de contar a alguien las miserias, puede ser liberador. Por supuesto se multiplica el beneficio recibido al sabernos perdonados y redimidos, permitiendo recuperar la paz interior y la conciencia tranquila. Es un sacramento de liberación del pecado que esclaviza.

Tradicionalmente se hablaba de varias fases para realizar bien el sacramento, hoy nos siguen siendo válidos, aunque debemos añadir otros elementos que en ocasiones han sido dejados al margen. Junto con el examen de conciencia, el dolor de los pecados, el propósito de enmienda, la confesión al sacerdote y el cumplimiento de la penitencia, podemos añadir el valor comunitario del sacramento o la recuperación del papel imprescindible de la liturgia de la Palabra. Los nuevos rituales de celebración caminan en esta dirección.

Decíamos al principio que estábamos ante un sacramento que ha evolucionado mucho, y que ha recibido nombres muy distintos, que han variado en función del aspecto del sacramento que se ha querido subrayar. Esa terminología no es neutral, no significan lo mismo en sentido estricto.

A este sacramento le llamamos "sacramento de la Penitencia", y así lo hemos empleado en este capítulo. Los Catecismos habitualmente lo denominan así de una manera más tradicional. La "penitencia" era aquella parte del sacramento que consistía en restituir el mal causado por el pecado cometido, era el elemento dificultoso del sacramento, donde por una acción pedagógica se devolvía la confianza al pecador arrepentido, restituía su relación con Dios y la paz interior con los hombres. La penitencia tenía un efecto medicinal, ayudaba con las prácticas de la oración, la limosna, el ayuno o el sacrificio a fortalecer a la persona, contra la tentación de volver a pecar. Un ejemplo, alguien que hubiera robado algo debía soportar la penitencia de devolver lo robado con creces y de buena gana, Dios perdona, pero es justo restituir lo robado, y es además medicinal para el pecador que así lo hiciera. Lógicamente, tanto en la antigüedad como hoy, hablar de penitencia es hablar de algo gravoso, un penar o un sufrir. Otro ejemplo de la historia: los peregrinos hacían penitencia caminando hacia Santiago, se sacrificaban haciendo algo doloroso, pero beneficioso para uno mismo y los demás. Hoy esta terminología no acaba de agradar y se prefieren otras más en positivo.

Otro nombre empleado es el de "Confesión". Es posiblemente el término más popular, y hace referencia a aquella parte del sacramento, que celebrado privadamente, consisten en enumerar y señalar los pecados cometidos. Se confiesa en secreto los pecados al sacerdote, se abre el interior del hombre para sincerarse consigo mismo, con Dios y con la Iglesia. Incluso la confesión se considera buena para el hombre desde el simple elemento psicológico: libera el alma, se desahogan las miserias y el dolor por el daño causado. La confesión otorga paz en la persona, porque a pesar del mucho mal causado, el Señor siempre perdona al pecador arrepentido. Esta denominación subraya el aspecto dialogal del sacramento, aunque lo más importante es el sentido del perdón y la misericordia del Señor, por eso hoy tampoco acaba de gustar, aunque popularmente siga siendo bastante aceptado.

Un tercer nombre empleado sería el de "sacramento del perdón". Este nombre es adecuado para lo pastoral y lo teológico, porque este sacramento verdaderamente es lo que hace, perdonar los pecados del hombre, nombrando así la principal acción de Cristo en el sacramento. Es sacramento del perdón, porque es el sacramento donde sustancialmente se nos perdonan los pecados, sin olvidar que también el Bautismo y la Unción perdonan los pecados de los hombres. El término "perdón" recoge y expresa también la actitud que debe imperar entre los hombres. Es una buena actitud humana perdonar las deudas de unos contra otros, como mejor forma de convivencia. Este nombre ha sido más empleado a partir del Concilio Vaticano II, reflejando el aspecto antropológico y ético. Los hombres deben perdonarse para construir una humanidad nueva, este sacramento es el perdón de Dios a los hombres, y de los hombres entre sí.

Algo parecido sucede con el último nombre empleado y con bastante acierto en lo pastoral, "sacramento de la reconciliación". Hace alusión a una dinámica de paz y de olvido, de reencuentro y de conciliación de posturas. La reconciliación sería la palabra que definiría la situación final del hombre, el encuentro último con la paz del Señor, sería mencionar su sentido último. El sacramento nos reconcilia con Dios, con la Iglesia y con las demás personas, nos sitúa en una paz interior y exterior. También ha sido muy aceptado tras el Concilio Vaticano II esta denominación que nos devuelve a la realidad de un mundo y una sociedad contemporánea necesitada de reconciliar posturas y de encontrarse.

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