20. Mariología. La mariología en el Concilio Vaticano II.
20. Mariología  

LA MARIOLOGÍA EN EL CONCILIO VATICANO II.

El capítulo octavo de la LG está dedicado enteramente a María y lleva por título: "La Santísima Virgen Maria, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia". El capítulo se divide en varias secciones: una introducción, función de la Santísima Virgen en la economía de la salvación, la Santísima Virgen y la Iglesia, el culto a la Santísima Virgen en la Iglesia, y finalmente, Maria, signo de esperanza cierta y de consuelo para el pueblo peregrinante de Dios. Se desarrolla en casi veinte puntos un auténtico compendio de mariología, magníficas y preciosas páginas.

Previo al Concilio existieron dos líneas mariológicas evidentes. La primera de ellas, centrada en Cristo, desarrolla la mariología a partir de la vinculación con el Hijo, apareciendo junto al Señor en todo momento. Maria tendría así un papel de ser corredentora, salvadora y mediadora de salvación, haciendo y entendiendo su papel un poco menor que el de Cristo, pero muy cercano. Es una mariología muy cristologizada, de hecho, su gran riesgo es que se puede llegar a ensalzar en exceso el papel de Maria, se puede llegar a exagerar, en una postura maximalista, a la persona de María, con consecuencias heréticas para la fe: Maria es dulce, buena y cariñosa, no como su Hijo que es un terrible juez. La segunda línea mariológica la concibe centrada en lo eclesial. Maria es modelo de Iglesia, es madre, virgen, santa y asunta al cielo, antecede a toda la comunidad cristiana. El riesgo de esta línea de pensamiento es el minimalismo, el olvido de Maria en la fe de la Iglesia. María se convertiría así en una más de la Iglesia, se eclesializa perdiendo sus rasgos peculiares, sería un olvido grave para la comunidad cristiana.

Lo que es cierto es que ambas concepciones se dieron cita en los años anteriores y en el mismo Concilio Vaticano II. Hubo diferencias entre los dos planteamientos, incluso para encuadrar el capítulo VIII. Algunos padres conciliares deseaban que Maria tuviera una Constitución dogmática separada, dado el carácter singular de la Virgen y para resaltar su importancia pastoral. Otros padres de la Iglesia entendieron que debía estar integrada en la Constitución sobre la Iglesia, en la LG, puesto que María es figura de la Iglesia, además de facilitar el diálogo ecuménico. En la votación ganó esta segunda postura por poco.

La intención del Concilio era colocar no obstante, a Maria, en la historia de la salvación, en relación con Cristo y en relación con la Iglesia. Este esquema es, curiosamente el más importante documento sobre Maria realizado por el Magisterio, que no había dedicado demasiado a Maria en otros concilios, si exceptuamos Éfeso, y el tema allí fue una controversia cristológica. Ahora se redactaban unas páginas excelentes desde la tradición cristiana y bajo la luz de la Sagrada Escritura.

En Lumen Gentium se relaciona primero a Maria con la Trinidad, así aparece en los primeros números: 52, 53 y 54. Se indica la importancia que tuvo para la pastoral la figura de Maria. Tras el concilio se escribieron las encíclicas de "Marialis cultus" y "Redempotoris Mater", desarrollo de estos apartados, elaborados por los Pontífices, Pablo VI y Juan Pablo II respectivamente. El Concilio realmente no dirimió cuestiones discutidas por la teología, simplemente ratificó y centró la mariología en ese momento, dejando la puerta abierta al futuro. El mérito del Concilio fue no acentuar las diferencias con los hermanos protestantes, y en un contexto ecuménico, de ahí que todas las afirmaciones se quisieran apoyar en los textos de la Sagrada Escritura. Es deseo del Concilio leer estos textos revelados a la luz de la interpretación que se ha ido haciendo en la Iglesia, no deteniendo la hermenéutica en lo histórico crítico sin más, sino ir más lejos. Estos textos adquieren su más profundo sentido en la tradición cristiana, fraguada a los largo de los siglos.

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