18. Eclesiología |
LA
IGLESIA ES SANTA. La santidad de los cristianos nos indica que Dios es cercano con los hombres. Ser cristiano es un don de Dios, una tarea y un esfuerzo. Poder vivir desde esa santidad, separados de lo profano y mundano, y a la búsqueda de la perfección es una aspiración del cristiano. Esta teología no nos puede llevar a pensar en el laicado como alejado de la realidad o desencarnado en su capillita. El cristiano, especialmente el laicado, debe encarnarse en la vida pública, y así poder llegar a trascenderlas, acercando el Reino de Dios a los hombres. La Iglesia es santa por su origen en Dios, los santos de Dios son los bautizados en su nombre. Esa participación de la santidad de Dios no es algo mágico, sino que requiere del esfuerzo de los hombres, la santidad es una tarea para la Iglesia que sigue siendo pecadora, a pesar de la santidad de Dios. Es importante esta idea porque podemos reconocernos pecadores en muchísimos momentos de la historia de la Iglesia, a lo largo de nuestras cortas vidas, en el ejercicio y en la omisión de nuestros compromisos. La sobreabundancia de la gracia del Señor inunda con mayor vigor nuestras vidas, haciendo del pecado, además del fracaso de nuestras vidas, el triunfo de la misericordia de Dios. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Dios es más santo que nuestro pecado y corrupción, por eso nos ha salvado, por su amor y bondad. La Iglesia, santa y pecadora a la vez, tiene como rasgo la santidad antes que el pecado. Es mayor la redención de Cristo que el pecado y la muerte del hombre. Cuando los Católicos afirmamos que Teresa de Jesús es Santa, lo que estamos diciendo, no es que no pecara, sino que es santa porque Dios es santo. Porque su vida refleja de manera heroica algo admirable de Cristo, está participando de la santidad de Cristo, está haciendo de ese don una tarea eficiente, que aunque limitada, es suficiente para la misericordia de Dios. |
<< | >> |