18. Eclesiología. La Iglesia es una.
18. Eclesiología  

LA IGLESIA ES UNA.

Igual que hay un solo Dios, podemos decir que la Iglesia es una. Esto es así por la revelación de Dios, pero además, como respuesta humana. Si la Iglesia es la congregación de los que creen, la fe se convierte en fundamento de la unidad de la Iglesia. Toda comunidad cristiana posee una misma esperanza, que Dios triunfa ante una realidad de pecado, que se abre a un futuro luminoso para los hombres. La Iglesia tiene unidad en la esperanza, que es también fundamento de su unidad, junto con la fe y con la caridad. Si la fe lleva a un comportamiento específico, la fe se expresa en el compromiso del amor de una manera brillante. La unidad busca el amor, y el amor es garante de la unidad de la comunidad. Es decir, el fundamento de la unidad de la Iglesia es Dios, que a través de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, se hace presente y nos anima a esa unidad.

Hay otras razones para afirmar la unidad de la Iglesia, entre ellas la necesidad de presentarse ante los hombre como un cuerpo unido, un elemento único para una evangelización eficaz. Por otra parte, algunos elementos de la comunidad eclesial nos recuerdan constantemente la unidad de la Iglesia. El primero de ellos es la Escritura y la Tradición, que es la misma para todas las iglesias, no hay textos distintos ni tradiciones apostólicas diferentes. La verdad revelada por Dios es una.

Otra manifestación de la unidad de la Iglesia es la celebración sacramental y cúltica de la iglesia. Llamamos a la Eucaristía, el sacramento centro y culmen de la vida cristiana, sacramento de comunión. Comunión significa "común-unión", deriva de la comunidad unida en asamblea única celebrando el único misterio de salvación en la "única" mesa de la Eucaristía. No hay pluralidad de mesas, sino una sola. Por eso, en el diálogo ecuménico es determinante el respeto en la comunión, entendiendo que hasta que no esté lograda la unidad jurídica y física, no será posible expresarlo sacramentalmente, a pesar del deseo y de ser ya, "más lo que nos une que lo que nos separa". El culto, lo celebrativo, tiene además una fuerza especial de cara a la unidad de la Iglesia, porque es el foro propicio para exteriorizar lo interno.

Otra manifestación de la unidad de la Iglesia es el ministerio jerárquico, existente con la función de salvaguardar la unidad de la Iglesia. En este sentido es relevante como el papa Juan Pablo II, hablaba del ministerio de Pedro como encaminado fundamentalmente a la unidad, y como sigue siendo piedra de separación con protestantes y ortodoxos. En todo caso, el ministerio jerárquico tiene como función la de garantizar la unidad de la Iglesia, reconciliar y alentar a la verdad. Este servicio de unidad está muy relacionado con la verdad, que es una, a ella está encomendado el ministerio jerárquico, en cuyo discernimiento debe garantizar también la pluralidad y la acción del Espíritu Santo. La dialéctica unidad-pluralidad, es vital poderla mantener en un equilibrio para no dañar la comunidad de fe. Si nos excedemos en la unidad, contra la pluralidad, corremos el riesgo de la "uniformidad", destruimos las diferencias culturales, geográficas, o históricas en las que se encarna el evangelio de Cristo en la Iglesia. La uniformidad ataca directamente la pluralidad de dones repartidos por el Espíritu Santo. Si la tentación fuera la contraria, exagerar la pluralidad negando la unidad, lo que se conseguiría es una comunidad anárquica, sin cabeza ni orientación. La autoridad se perdería y quedaría a merced del mejor postor. También sería contrario a la autoridad de Cristo trasmitida a los apóstoles.

La ruptura de la unidad se ha producido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia del cristianismo. Básicamente podemos diferenciar dos movimientos distintos: los cismas y las herejías. A veces se confunden, pero no son los mismo. Los movimientos cismáticos, son movimientos de separación de la Iglesia, se produce una ruptura pero por causas jurídicas, normativas o de autoridad, a la que no se someten algunos, y que provoca la escisión. Los movimientos heréticos o herejías son aquellas rupturas motivadas por un deslizamiento en las afirmaciones dogmáticas o doctrinales de la comunidad eclesial. Llegan a una comprensión de la verdad en una postura equivocada y alejada del resto de la comunidad, representada por el Magisterio de la Iglesia.

Señalamos también como el movimiento ecuménico, siguiendo el mandamiento del Señor, busca la unidad de la Iglesia en todos sus aspectos. El esfuerzo de unidad responde a que es una sola la Iglesia fundada por Cristo, pero diferentes las comunidades hoy subsistentes a esa única Iglesia. En ese diálogo se busca restaurar la unidad entre Católicos, Reformados, Anglicanos y Ortodoxos, unidad en la fe, en la esperanza y en la caridad, y expresada en unos sacramentos comunes y una organización semejante.

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