14. Teo. Revelación. La revelación y el magisterio de la Iglesia.
14. Teología de la Revelación  

LA REVELACIÓN Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.

La Iglesia no está por encima de la Palabra de Dios, sino al servicio de ésta. La relación entre la Escritura, la Tradición y el Magisterio está expresado en el número 10 de la DV donde se afirma que el Magisterio no está por encima de la Palabra. Esto es importante, porque se puede caer en la tentación de considerar que la Palabra de Dios pertenece a determinadas tradiciones humanas, confundiendo los contenidos del magisterio con la Tradición apostólica. El Magisterio de la Iglesia tiene el oficio de interpretar la Palabra y las Tradiciones pero no es superior. Está relacionado así el Magisterio, la Palabra y la Tradición, no pueden subsistir independientes, y el Magisterio está al servicio de las anteriores.

En el número 8 de DV dice que los fieles ejercen una función más en la trasmisión de esa fe, cuando contemplan la acción del Espíritu en la historia, crece en una comprensión que luego es proclamada y enseñada por el Magisterio, representado por los Obispos. Esta tradición viva de la Iglesia es ya interpretativa, no es apostólica. De no ser así la infalibilidad del Evangelio estaría a la altura de la del Magisterio, y hemos indicado que está por debajo. Además no todo el Magisterio goza de la misma importancia.

El Magisterio tiene al menos dos grandes formas generales: una extraordinaria o solemne, especialmente determinante; y otra ordinaria o universal. La extraordinaria se da en circunstancias muy puntuales dentro de la comunidad. Pertenecerían a este campo las definiciones papales cuando habla "ex cathedra", es decir, cuando habla como supremo pastor para toda la Iglesia, entra en cuestiones de fe y costumbres y lo hace consciente de la asistencia divina infalible, así definida en el Vaticano I en la "Pastor Aeternus". En esos casos, se habla de la infalibilidad del Papa, en base a una autoridad y consciente de su uso. Apenas se ha utilizado en la práctica.

El "Concilio Ecuménico" o universal, sería la segunda forma de Magisterio extraordinario. Sería la asamblea de todos los Obispos del mundo cuando definen cuestiones pertenecientes a la fe y a las costumbres de la Iglesia, que son confirmadas por el Papa. La autoridad se basa en la colegialidad episcopal. Es verdad que no todo lo que se dice en los Concilios es dogma de fe, la mayoría de las cosas las extraemos del texto en el que se escribieron. Pero si hubiera una definición dogmática tendría la fuerza de la infalibilidad, es decir, no contendría error, infalibilidad de la que goza toda la Iglesia. Entrarían aquí las definiciones del dogma del Credo, aprobado por la Iglesia en los cinco primeros Concilios Ecuménicos. En las cuestiones aprobadas por un Concilio universal, aunque no sean dogmas o definiciones, están por encima del Magisterio ordinario de la Iglesia, su importancia es determinante en la vida de la Iglesia, de ahí que el Magisterio ordinario esté orientado a sus criterios.

El magisterio ordinario mantiene una pluralidad de formas, no todas iguales. Por encima de la mayoría estarían las manifestaciones de fe de una comunidad que presenta la jerarquía y se hacen en comunión. Por ejemplo, la aprobación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, lo proclama el Papa tras consultar a los todos Obispos. Es decir, estamos hablando de un Magisterio superior o cualificado, aun siendo ordinario.

Al Magisterio ordinario pertenecerían los catecismos, como presentaciones de la doctrina de la Iglesia y circunscritos a una época y contexto cultural determinado, requieren siempre la aprobación del Papa. El Catecismo de la Iglesia Católica, dado en Roma en 1992 sería magisterialmente una referencia para los demás catecismos y para la vida de la comunidad, por supuesto no está al mismo nivel que un Concilio Ecuménico.

Tendría un especial sentido e importancia los Códigos de Derecho Canónico, tanto el occidental como el oriental. Son las normas jurídicas que rigen y organizan la comunidad cristiana. Se podría discutir si son Magisterio, dado que no enseñan, ni definen, ni interpretan la Revelación, pero de alguna forma si podrían ser magisterio porque regulan la vida y costumbres de la Iglesia de una manera jurídica, en esa regulación ya hay alguna interpretación. Son un instrumento, en todo caso, al servicio del pueblo de Dios, y deben someterse al Magisterio extraordinario. No podemos hablar de enfrentamiento entre cánones y autoridades eclesiásticas, sino que cooperación. No olvidemos que, en el pasado, muchas definiciones dogmáticas se dieron en forma de cánones.

También sería Magisterio ordinario los documentos, encíclicas o exhortaciones emanadas por el Papa o los dicasterios romanos. Llevan consigo una obligatoriedad y una aceptación por parte de la comunidad cristiana, salvo por cuestiones de conciencia. No gozan de infalibilidad, pero tampoco son una mera opinión más. Pueden tener su margen de error, pero orientan a la comunidad.

Diferenciamos Encíclica, que sería una carta pastoral del Papa a los creyentes. Son formas magisteriales con no muchos siglos de tradición. Una exhortación surge como documento tras un Sínodo, reunión no universal, convocado por el Papa, en el que participan Obispos, religiosos y laicos. A tenor de las conclusiones el Papa elabora un documento que llamamos exhortación.

También sería magisterio ordinario las cartas del Obispo en su diócesis, las orientaciones para sus diocesanos. Los documentos aprobados por las Conferencias Episcopales para las distintas diócesis, que deben ser confirmadas por Roma.

¿Qué relación tiene el magisterio con el pueblo de Dios? Es lo que llamamos el "sensus fidei", el sentido de la fe de los creyentes. El Magisterio arranca de la presencia del Espíritu en toda la comunidad cristiana, LG 12, que arraigada en ese Espíritu Santo no se confunde cuando cree. El Vaticano II insistió en esto, no supone quitar autoridad a los Obispos, para darlo a los fieles. Es considerar a los fieles mayores de edad cuando creen y viven su fe en comunión. Por eso el Magisterio no es algo episcopal, separado de la comunidad cristiana, no es algo para los cristianos de a pie. LG 12 "el pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo... ...la totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando "desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos" presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres".

Por eso ponemos el acento que la infalibilidad es de toda la Iglesia, expresada por el Magisterio, pero pertenece a toda la comunidad cristiana. La elaboración del Magisterio parte el Señor para toda la comunidad, escuchando tanto la Escritura Santa como la voz del Espíritu en su Iglesia de hoy. Por eso es un error que el Magisterio no escuche la voz de los fieles, tan grande como que los fieles no estén atentos a su dignidad de cristianos. La infalibilidad es de toda la Iglesia, no es algo personal de unos pocos, no es el Papa independiente de la comunidad, sino del Papa en comunidad, al servicio y unido a esta. No es un juego de poderes, es una comunidad convocada por el Señor, una familia con diferentes responsabilidades y tareas, pero una familia.

Finalmente, el Magisterio se realiza en conformidad con la fe de la comunidad, desde una teología de comunión, dice LG. No es el Magisterio una responsabilidad del Papa, sino de toda la comunidad, y de los Obispos en particular, como sucesores de los apóstoles. Esta labor los Obispos la deben realizar en comunión, que llamamos "colegialidad episcopal", son un cuerpo, un colegio, no una suma de epíscopos.

La función del Magisterio sería conservar la fe de la comunidad cristiana. No en un sentido estático, sino dinámico. La fe nos es trasmitida desde antiguo y debemos encarnarla, sin supeditarse a la cultura del entorno, hacerla fructificar. El Magisterio debe ser activo, debe proponer, no sólo mantenerse. Debe estar atento a las situaciones históricas nuevas y debe responder a los signos de los tiempos, debe interpretar la Palabra de Dios con autenticidad, atento a las sugerencias de los teólogos y en constante discernimiento.

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