Aterrizaje de emergencia
Algis Budrys
Aterrizaje de emergencia (Hard Landing, 1992)
Algis Budrys.
Buenos Aires, Cuásar, 2006. 184 p.
En un ambiente editorial mayoritariamente
español (peninsular), no podemos menos que saludar la iniciativa de
Luis Pestarini de arriesgarse en la aventura editorial que supone “Cuasar
Ediciones” que hasta el momento, además de “Aterrizaje de emergencia”,
ha publicado también “Océanico” de Greg Egan.
“Aterrizaje de emergencia” nos ofrece una
visión intimista de las vicisitudes de un grupo de extraterrestres
que, literalmente, caen a la Tierra. Se trata de los sobrevivientes de lo
que parece ser un vuelo de rutina (¿comercial?) sobre nuestro mundo,
cuya nave ha sufrido un desperfecto que los fuerza a descender en un lugar
indeterminado de los Estados Unidos durante los años cuarenta del siglo
XX. Los cuatro que logran sobrevivir, luego de ocultar la nave, deben resignarse
a seguir el protocolo previsto para tal contingencia: confundirse con los
terrestres (lo cual no les es difícil debido a la gran similitud física
que tienen con nosotros), evitar reunirse (cuando están juntos se
aprecian más las diferencias con los terrestres) y, lo peor de todo,
renunciar a cualquier posibilidad de rescate. Las reglas en este sentido
son inflexibles, basadas en consideraciones tan “terrestres” como la escasez
de recursos económicos, el margen de ganancia en las operaciones de
rescate, etc.
Otro cantar son las situaciones personales
de los extraterrestres del caso, que además del aspecto físico,
tienen una psicología muy parecida a la terrestre (o a la estadounidense,
valgan verdades). Así, está el nostálgico que no acepta
el hecho de que jamás volverá a su mundo (planeando incluso
la imposible tarea de reparar la nave), el tímido que se adapta con
gusto a una vida opaca pero tranquila, el responsable-y-competente que sigue
las reglas aunque carezcan de mayor sentido y por último, el cínico
capaz de sacarle ventaja al asunto de ser un extranjero en nuestro mundo,
aún a costa de sus ex compañeros de viaje.
Hay quien puede encontrar a estos extraterrestres
poco exóticos, carentes de ese hálito de “otredad” que podrían
tener las criaturas alienígenas de Stanislaw Lem, por ejemplo. Personalmente,
considero que la “humanidad” de los protagonistas de esta historia – que los
emparenta de algún modo con “El hombre que cayó a la Tierra”
de Walter Tevis – es lo que los hace interesantes, pues los convierte en seres
a los que tal vez vemos día por día y no nos interesan en lo
más mínimo: los asiáticos, los negros, los indios, los
mestizos. Quienes creemos ser parte de la “mayoría normal” de un país,
ciudad o continente, realmente diferimos muy poco de aquellos a quienes consideramos
“los otros”, pero preferimos resaltar ese poco de diferencia y convertir
así en extraterrestres a nuestros congéneres por motivos ridículos.
¿Quién o qué puede ser más extraterrestre, en
nuestros días, que el tristemente célebre
Cho Seng-Hui
, autor de la masacre en la institución educativa Virginia Tech?
A juzgar por algunas observaciones hechas por sus compañeros de clase
y demás conocidos, nuestra sociedad parece estar convirtiéndose
en una máquina de fabricar extraterrestres.
Hay dos aspectos en la novela que me parecen
particularmente siniestros. El primero consiste en la descripción
de un cadáver alienígena, que a su vez forma parte de un archivo
oficial de información clasificada, lo que nos lleva a preguntarnos
quien está realmente detrás de todo este sistema de recolección-ocultamiento
de datos y por qué se ocultan estos hechos. El otro es la relación
que llega a entablarse entre uno de los extraterrestres y los representantes
de la burocracia encargada de su seguridad y de su, digamos, comodidad. Salta
a la vista entonces que los objetivos del gobierno no son para nada algo que
podríamos considerar benéfico o positivo, ni para el extraterrestre,
ni mucho menos, para la humanidad. El destino final del extraterrestre en
cuestión nos confirma que el gobierno (cualquiera de ellos) no está
interesado ni el progreso científico, ni el avance de la medicina,
ni los invaluables aportes que podría generar la presencia de un extraterrestre
a la antropología, la sociología, la lingüística,
la teología inclusive. Sus fines siguen siendo más asombrosos
y enigmáticos que los extraterrestres en sí.
Daniel Salvo
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