Editorial
El temor de la ciencia ficción
De un tiempo a esta parte, sucede que autores de literatura que algunos
llamarían “seria” (mainstream, corriente principal) han incursionado
en la ciencia ficción. Para los aficionados al género, esto
no deja de ser una buena noticia: tenemos más para leer. Y si a eso
le sumamos que, en algunos casos, se trata de autores con cierto alcance
mediático (“consagrados”, que le dicen), pues la mesa está servida
para un enjundioso debate sobre estas incursiones en lo que algunos denominan
subliteratura o subgénero.
Sin embargo, las cosas no son tan idílicas.
Resulta que nadie, mucho menos los autores del caso, quiere reconocer esta
incursión en los predios de la ciencia ficción. Asombrosamente,
novelas que nadie con dos dedos de frente dudaría en calificar como
ciencia ficción se convierten en “thrillers futuristas, fábulas
prospectivas, dramas distópicos” y cualquier otro eufemismo que le
permita al reseñista, editor o escritor evitar utilizar ese término
tan feo y vulgar como sólo puede serlo la CIENCIA FICCIÓN.
Por poner un ejemplo, leamos la nota de
prensa sobre la novela “
La carretera
” (
The road
) del escritor norteamericano Cormac McCarthy, que ha sido difundida en
varios medios de comunicación:
“La carretera” es un thriller
estructurado al uso de una "road movie", que relata una profunda historia
de soledad y de búsqueda, llena de violencia y destrucción,
a través de las figuras de un padre y un hijo que recorren una inhóspita
América devastada por una desconocida catástrofe en busca de
la costa, armados solamente con una pistola y dos balas. Bandas de supervivientes,
caníbales que devoran pedazo a pedazo a sus víctimas mientras
las mantienen vivas para conservar fresca la carne y otros seres más
propios de un cuadro del Bosco pueblan ese territorio imaginado por McCarthy.
Según el comentario, ¿en
qué se diferencia “La carretera” de cualquier novela postapocalíptica,
o del argumento de las películas de “Mad Max”? Pues básicamente
en nada. Y eso que debe haber por ahí cientos de cuentos y novelas
de ciencia ficción con la temática “sobrevivientes post catástrofe”
que deben ser idénticas al argumento de “La carretera”. Hasta las
películas de zombies
de George A. Romero se asemejan más a la novela de McCarthy que los
cuadros del Bosco (por cierto, qué manera más artificiosa de
comentar una novela).
Nadie puede objetar que un autor o varios
escriban sobre un tema similar al de otro. Jorge Luis Borges dijo en su momento
(una de sus tantas genialidades) que sólo existían cuatro
historias posibles, y que todas las demás eran variaciones sobre
las mismas.
¿Entonces, por qué este
temor a ser considerado un autor de ciencia ficción? En principio,
podría conjeturarse que, dada la mala fama que tiene la ciencia ficción
en los sectores “culturosos” de Estados Unidos, Perú o cualquier país
que el lector elija, es lógico que un escritor que pretenda ser “alguien”
en el mundo de las letras no quiera verse acompañado de semejante
ralea.
Sin embargo, la verdad es que en el mundo
real han ocurrido algunas cosas que contradicen la hipótesis anterior.
En primer lugar, en los mismísimos Estados Unidos de América,
la ciencia ficción tiene ya un status “reconocido” en distintos niveles,
incluido el
académico
. Varias universidades
norteamericanas ofrecen cursos e incluso maestrías centradas en
la ciencia ficción.
H.P. Lovecraft
y Philip K. Dick
son parte ya del "stablishment". Incluso el gruñón de Harold
Bloom incluyó varias novelas de ciencia ficción en su famoso
“Canon occidental”.
Entonces, si la ciencia ficción
es ya un género “decente”, ¿por qué algunos escritores
no quieren juntarse con el?
Se me ocurre que la respuesta tiene más
que ver con el muy humano defecto de la vanidad que con otra cosa. Obviamente,
de admitirse que (algunas) obras escritas por autores mainstream pertenecen
en realidad al género de ciencia ficción (*), por fuerza saldría
a relucir el hecho de que tales autores no han sido los primeros en escribir
sobre determinados temas, es decir, que su originalidad se volvería
algo muy relativo, por decir lo menos: se han escrito ya tantas historias
sobre clones, mundos alternativos y catástrofes planetarias, que
estos temas han devenido en tópicos de la ciencia ficción.
Lo cual, por cierto, no es impedimento para que alguien se aventure a intentar
darles una buena vuelta de tuerca. Pero eso no quita el hecho de que ahí
están, y son de ciencia ficción.
Entonces, el objetivo encubierto sería
evitar que algún aguafiestas vaya y les diga cosas como ésta:
“Oiga señor Philip Roth, “
La conjura contra América
” me recuerda a la novela “
El hombre en el castillo
” de Philip K. Dick.” O bien “ Señor Cormac McCarthy, “La
carretera” es igualita a las películas de “
Mad Max
”, ¿va a pagarle regalías a George Miller?”. Y seguirían
ejemplos varios que supongo harían morir de vergüenza a más
de un “originalísimo” escritor. ¿Cómo evitar el bochorno
(y de paso, alejar cualquier sospecha de plagio)? Pues “aclarando” (cómo
gusta esta palabreja) de que no se trata de ciencia ficción, y que
por ende, estamos ante una obra de temática original y sobre todo,
distinta (otra palabreja que suele utilizarse es "inclasificable").
Este complejo de “yo fui el primero”,
del cual participan tanto escritores como editores, lo ejemplifica de manera
bastante jocosa el escritor Jonathan Littell, autor de la novela
ciberpunk “
Bad voltaje
”, publicada en 1989. Pero – presten atención – Jonathan Littell
obtuvo el Premio Goncourt de Novela del año 2006 por su obra “Les
bienveillantes”, que por arte de magia se ha convertido en… ¡su primera
obra literaria! Cuando le recordaron “Bad voltage”, el laureado escritor
respondió lo siguiente:
P. Usted escribió
un primer libro, Bad voltage, una novela de ciencia-ficción
inédita en Francia, que se desarrolla en las catacumbas. ¿Qué
relación establece entre este primer texto y Les bienveillantes
?
R. En realidad, Les bienveillantes
no es propiamente una segunda novela. Entre medias, ha habido otros textos
míos que han terminado en el cajón, como debe ser. Lamento
que se publicara Bad voltage, pero era prisionero de un contrato y
no tenía dinero para romperlo. Tenía 21 años, una edad
tonta. Nunca he querido esconder esa novela, pero tampoco la reivindico. Llevo
pensando en Les bienveillantes desde los 20 años. Richard Millet,
mi editor en Gallimard, quería poner "primera novela" en Les
bienveillantes , pero yo dije que no. Finalmente, elegimos la fórmula
"primera obra literaria" para la contraportada.
(
en http://revistazularte.blogia.com/temas/espana.php
)
Todo esto me recuerda un apartado
del “Turkey City Lexicon
”, una especie de lista de consejos para talleres literarios de ciencia
ficción, elaborado por Lewis Shiner y Bruce Sterling.
• Re-Inventing the
Wheel
A novice author goes to enormous
lengths to create a science-fictional situation already tiresomely familiar
to the experienced reader. Reinventing the Wheel was traditionally typical
of mainstream writers venturing into SF. It is now often seen in writers
who lack experience in genre history because they were attracted to written
SF via SF movies, SF television series, SF role-playing games, SF comics or
SF computer gaming.
La lamentable traducción
que sigue pertenece a mi teclado:
• “Re-inventar la rueda
Hay grandes probabilidades de
que un autor principiante redacte un argumento de ciencia ficción
trillado y aburridamente familiar para el lector experimentado. Re-inventar
la rueda es algo muy típico de los escritores mainstream
que se aventuran en el campo de la ciencia ficción. Generalmente,
se observa en escritores que carecen de experiencia en el género debido
a que fueron motivados a escribir ciencia ficción via películas,
series de televisión, juegos de rol, cómics o juegos de computadora.”
Vamos, que los aficionados a la
ciencia ficción ya sabíamos que tarde o temprano, los grandes
temas del género serían tomados en cuenta por autores no vinculados
directamente a la ciencia ficción. Digamos que los estábamos
esperando.
Pero nadie esperaba que nos quisieran
hacer creer que habían inventado la rueda.
Daniel Salvo, abril de 2007
(*) Sin que ello implique evitar
la discusión sobre lo adecuado de tal nomenclatura.
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