Hoy hablé con Hermann. Está al sur del frente. A unos cientos de metros de mí. No queda mucho de su regimiento. Pero el hijo de B. el panadero todavía está con él. Hermann aún tenía la carta en la que nos contabas la muerte de papá y mamá. Le hablé una vez más, por ser el hermano mayor, e intenté consolarle, aunque yo también estoy al límite. Es bueno que papá y mamá no sepan que Hermann y yo nunca volveremos a casa. Es muy duro el que tengas que cargar con el peso de cuatro personas muertas a lo largo de toda tu vida.

...Yo quería ser teólogo, papá quería tener una casa, y Hermann quería construir fuentes. Nada ha salido como debiera. Tu sabes como está la cosa en casa, y nosotros sabemos demasiado bien lo que pasa aquí. No, la verdad es que esas cosas que planeamos no han salido como imaginábamos. Nuestros padres están enterrados bajo las ruinas de su casa, y nosotros, aunque suene irónico, estamos enterrados con unos cientos o más de hombres en una trinchera en la parte sur de la bolsa. Pronto, estas trincheras estarán llenas de nieve.


El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creimos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en que otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandoname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.

En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aisles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre.
Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.

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