Iluminado de libros



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El hermano Rufillus trazando la letra R

Detalle de un manuscrito iluminado

En los talleres de los monasterios medievales, los monjes se ocupaban de casi toda tarea art�stica e industrial practicada en la �poca; adem�s de la arquitectura, escultura y pintura, trabajaban como orfebres y esmaltadores, tej�an sedas y tapices, fund�an campanas, encuadernaban libros, fabricaban vidrio y cer�micas. Algunos monasterios llegaron a ser verdaderos centros industriales recibiendo encargos de sus productos de otras iglesias y cortes se�oriales de toda Europa; tambi�n constitu�an las �nicas "escuelas de artes y oficios" existentes, donde aprend�an el oficio artistas y operarios libres, gente errante que hallaba ocupaci�n en otros monasterios, sedes episcopales y cortes feudales. Pero el arte por excelencia de estos centros era la copia de manuscritos. En cada monasterio hab�a una biblioteca y salas de copia, scriptoria, donde se copiaban los libros y luego se intercambiaban con otros monasterios. Los libros copiados eran fundamentalmente libros religiosos: Biblias, Evangeliarios, Libros de Oraciones. Pero tambi�n, donde se encontraba alguna obra de la antig�edad, era copiada y preservada. As� lleg� hasta nosotros la mayor parte de la rica tradici�n filos�fica y literaria greco-romana.

Beato de Santo Domingo de Silos

Manuscrito iluminado del siglo XII

Los "Beatos" son copias del comentario que escribiera el Beato de Li�bana sobre el Apocalipsis de San Juan, en el siglo VIII, y que tuviera una gran aceptaci�n durante toda la Edad Media, de modo que casi todo monasterio deseaba contar con una copia del mismo. Es as� que son varios los ejemplares de este libro que han llegado hasta nosotros, cada uno de ellos bellamente iluminado.

Estas copias eran adem�s ilustradas y decoradas con im�genes, guardas, miniaturas e iniciales de art�stico dise�o; tarea denominada iluminado o miniado. Junto a los monjes trabajaban copistas laicos a sueldo; las diversas tareas estaban especializadas, as�, encontramos a los pintores de esas peque�as ilustraciones (miniatores), los cal�grafos (antiquarii), los ayudantes (scriptores) y los pintores de iniciales (rubricatores), como el hermano Rufillus de la primera ilustraci�n, quien se autorretrat� dentro de su propio trabajo y dej� su nombre incluido en �l a modo de r�brica.

Los libros religiosos son considerados sagrados por contener la palabra de Dios; as�, a la preciosista ilustraci�n del texto, se la sol�a complementar con una aun m�s rica encuadernaci�n, cuyas tapas eran un trabajo de orfebrer�a pleno de metales y piedras preciosas. Estos libros eran generalmente encargados para ser obsequiados o guardados en el tesoro real o familiar. Tambi�n eran un bot�n codiciado por los invasores vikingos que asolaron Europa durante el s.VII; los monjes, para protegerlos del vandalismo, sol�an desencuadernarlos, dejando las tapas - que era lo que realmente interesaba a los saqueadores - y escondiendo los folios o huyendo con ellos.

La vida de San Dionisio

ca. 1250
Iluminaci�n sobre pergamino

La labor del copista era muy cansadora, como uno de ellos se encarg� de recordar al lector en una nota al final de su obra: «La labor del escriba aprovecha el lector; aqu�l cansa su cuerpo y �ste nutre su mente. T�, seas quien seas, que te aprovechas de este libro, no te olvides de los escribas, para que el Se�or se olvide de tus pecados. Porque quien no sabe escribir no valora este trabajo. Por si quieres saberlo, te lo voy a decir puntualmente: el trabajo de la escritura hace perder la vista, dobla la espalda, rompe las costillas y molesta al vientre, da dolor de ri�ones y causa fastidio a todo el cuerpo. Por eso t�, lector, vuelve las hojas con cuidado y aleja tus dedos de las letras, porque igual que el pedrisco destroza una cosecha, as� el lector in�til borra el texto y destruye el libro.» No debe pensarse que este monje exageraba; la copia de uno de estos c�dices pod�a llevar cuatro o m�s meses, seg�n su extensi�n, de largas jornadas de trabajo diario de dos o m�s copistas. Luego que �stos conclu�an su labor, los folios, sin encuadernar aun, pasaban a manos de los iluminadores que realizaban las iniciales y las ilustraciones en los espacios dejados al efecto por los cal�grafos. Asi, la realizaci�n completa de una de estas copias pod�a llevar m�s de un a�o de paciente labor por parte de los varios especialistas que interven�an.

Comentarios sobre las Ep�stolas del Ap�stol San Pablo

ca. 1200
Iluminaci�n sobre pergamino

Este folio de un c�dice actualmente en la Biblioteca Nacional de Par�s, presenta otro ejemplo de letra capital "habitada", en este caso una P, con una figura humana que entrelazada con el dise�o decorativo forma la letra. Estas figuras, a veces humanas, otras veces de seres fant�sticos o monstruosos, no necesariamente tienen alguna relaci�n con el texto.

Libro de Horas de Juana I de Castilla

Folio 10 anverso
Siblo XIII - XIV

En los �ltimos siglos de la Edad Media se popularizaron los "Libros de Horas", conteniendo las oraciones correspondientes a cada hora del d�a y cada �poca del a�o, seg�n la liturgia cristiana. Era costumbre en la nobleza, que los caballeros regalaran estos libros, preciosamente ilustrados, a sus damas. Esta p�gina pertenece a un libro de horas de la reina de Castilla, llamada "Juana la loca" cuyas ilustraciones muestran el estilo colorido y m�s naturalista de los �ltimos siglos medievales.



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