Barcelona

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Barcelona.                        Folleto de Barcelona, emitido por la Alcaldia. 

 
Nueva Barcelona. Capital del estado Anzoátegui y del municipio Bolívar, constituye su más antigua ciudad con vida permanente. Ubicada en zona llana de la costa oriental venezolana, en la parte centro-norte del estado, se halla atravesada por el río Neverí; situada a 13 m sobre el nivel del mar, del cual dista apenas unos 3 km, tiene una temperatura media de 27 °C. Separada de la capital de la República por 300 km, y de Cumaná por 92 km, se comunica con el resto del país por excelentes carreteras; posee un aeropuerto internacional y extensa zona costera; en sus cercanías se halla el puerto de Guanta. 

Es sede de los poderes civiles y eclesiásticos del estado. Sus orígenes se hallan en la conjunción y la continuación de varios núcleos poblacionales establecidos sucesivamente en los alrededores. 

La región estuvo habitada por indios cumanagotos, chacopatas, palenques y píritus (de familia caribe), entre cuyos caciques destacó Cayaurima. Los primeros intentos de conquista local se deben a los sacerdotes dominicos que por 1514 se establecieron en los alrededores de lo que se llamó Santa Fe o Chiribichí. No tuvieron éxito, como tampoco otras tentativas posteriores de establecer el dominio de los españoles, que encontraron allí múltiples dificultades para realizar su empresa. 

Esclavistas, buscadores de perlas y aventureros que invadían las costas nororientales obsesionados por encontrar El Dorado, provocaron que los indígenas se mantuvieran en actitud belicosa. Señala el historiador Pablo Ojer que por 1519 esa zona costera estaba dividida en las provincias de Maracapana, Cariaco, Chiribichí o Santa Fe, una segunda Maracapana, y por último la provincia de Neverí, donde se halla la actual Barcelona. 

Antes de que apareciera una primera fundación, allí estuvieron: Jerónimo Ortal (1535); Diego Fernández de Serpa (1565); Garci González de Silva (1575) y Antonio de Sotomayor (1582). 

A través del tiempo, debido a múltiples cambios político-administrativos, la zona ha formado parte de distintas divisiones territoriales; ejemplo de ello fue su inclusión en la gobernación de los Welser desde la formación de la misma en 1528 hasta su extinción en 1556. En 1568 pasó a integrar la provincia de Nueva Andalucía, al extender ésta sus límites por el O, absorbiendo territorio que había pertenecido a la gobernación de Venezuela. Diversos sucesos locales son recogidos por conquistadores que llevaron sus relatos a Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Francisco López de Gómara y fray Pedro de Aguado, cuyas crónicas fueron publicadas en 1535, 1552 y 1568 respectivamente, cuando aún no había aparecido la ciudad de Barcelona. 

El más antiguo núcleo de aquellos lugares fue San Cristóbal de la Nueva Ecija de los Cumanagotos, población fundada por Cristóbal Cobos, en 1586, cerca de Apaicuar (hoy salineta de Maurica). 

Esto pudo darse pues Cobos, 6 meses antes, había apresado a Cayaurima, lo que sirvió para debilitar temporalmente la resistencia indígena. La iniciativa de esta fundación provino de la gobernación de Venezuela, mientras que la de 1588 fue realizada por Rodrigo Núñez Lobo, gobernador provisional de Cumaná, quien incorporó a ésta la zona en disputa y destituyó a Cobos. Núñez Lobo rebautizó la ciudad con el nombre de San Felipe de los Cumanagotos. Según testimonio recogido por Ojer, en 1590 ésta había sido trasladada «...a una ranchería cerca del mar...» Poco después fue reemplazado Núñez Lobo; regresa al pueblo entonces Cristóbal Cobos, pero sujeto a la jurisdicción de Cumaná. 

El siguiente gobernador de Cumaná, Francisco de Vides, nombró a Lucas Fajardo teniente de gobernador para conquistar la zona de cumanagotos. Fajardo unió el pueblo, también llamado Cumanagotos, con Nuestra Señora de Clarines o Santa María de Clarines, ubicado a orillas del río Guatapanare (21.3.1595) y dio al nuevo establecimiento el nombre de Nueva Frechilla de San Cristóbal de Clarines. 

En vista de que continuaba la hostilidad de los cumanagotos, la Audiencia de Santo Domingo buscó candidatos para someterlos; por ello desde 1633 Juan de Orpín o Urpín, trató de establecerse en la región pero fue rechazado por los indígenas. Le fue concedido el territorio comprendido entre cabo Codera, el actual pueblo de Cariaco y el Orinoco; tal división cercenaba porciones de las gobernaciones de Nueva Andalucía y de Venezuela, lo que acarreó conflictos entre ambas jurisdicciones. Además, los enemigos del conquistador aprovecharon enfrentamientos de éste con los nativos para tildarlo de incapaz; debido a ello, la Audiencia le retiró los derechos para realizar la conquista. A instancias de Orpín el Consejo de Indias le restituyó el cargo; a comienzos de 1637 logró vencer a los cumanagotos. Funda entonces Nueva Barcelona del Cerro Santo (Santa Eulalia de Barcelona, según C. Maradei), cerca de la desembocadura del río (orilla izquierda, alrededores de la actual Lecherías) y del cerro llamado La Pedrera. La fecha de esta fundación ha sido objeto de discusión: fray Antonio Caulín la ubica el 19 de diciembre de 1637 y según otros autores sería el 12 de febrero de 1638. 

Finalmente ha sido aceptada la fecha 12 de febrero; según Jerónimo Martínez Mendoza es ésta la fecha más probable, por ser el día de Santa Eulalia, a la cual Orpín, de origen catalán y siendo la patrona de Barcelona de España, le dedicó el nuevo establecimiento. Este distaba media legua de San Cristóbal de los Cumanagotos, emplazada en la orilla opuesta del Neverí; Orpín consideró que esta última, entre el manglar y el río, se encontraba mal ubicada pues, tras 70 años de fundada, continuaba siendo una ranchería. Planificó entonces unir ambos pueblos para que, además, estuvieran mejor protegidos ante frecuentes inundaciones, ataques e invasiones. Concurrieron a ello 109 vecinos de San Cristóbal y los 92 recién llegados. 

San Cristóbal no desapareció y mantuvo rivalidades con Barcelona. Ésta nació como sede de la gobernación de Nueva Cataluña, creada al mismo tiempo; el nombre dado por Orpín no prevaleció, pues se impuso en su lugar el de Barcelona. En 1639, ante conflictos de jurisdicción planteados por Benito Arias Montano, gobernador de Cumaná, la Audiencia de Santo Domingo confirma que Barcelona conserva su independencia, con lo cual sale fortalecida. 

En 1640, el obispo Juan Alonso Solís visita la ciudad y en un informe escribe: «...me holgué mucho de ver su planta, buena disposición y sitio y excelente terreno...» Orpín se mostró bastante activo, hasta el punto de haber intentado anexar a su provincia la de Nueva Andalucía, donde incursionó desde 1639 o 1640 hasta tomar Cumanacoa, que según algunos autores abandonó posteriormente y, de acuerdo con A. González González, apenas fue liberada a la muerte del gobernador (1645). 
También pretendió cegar la salina de Araya, como había hecho en 1641 con la que existió en la laguna del Neverí, para evitar que la tomaran los piratas. Se opuso al establecimiento de misiones. Su poder creció con el monopolio del comercio de carne y cueros. Casi una década después del fallecimiento de Orpín, se desmembró la gobernación; ésta había sido autónoma desde su creación hasta 1654, cuando pasó a depender de la provincia de la Nueva Andalucía o Cumaná, bajo el nombre de su capital, Barcelona. Esta gestión se debe al maestre de campo Pedro de Brizuela, gobernador de Cumaná (1654-1656). En su Informe (1655) señala que, con San Miguel del Batey y San Cristóbal, Nueva Barcelona, entonces de 100 vecinos, era una de las 3 poblaciones de la provincia. 
Brizuela elabora una descripción geográfica de la zona, de su producción agrícola y ganadera, así como también recoge información acerca de la población indígena, que calculaba en unos 11.500 h e introduce la política de conquista misionera en la localidad. Se inicia ésta en 1656, con la participación de los franciscanos observantes. Se registran incursiones de piratas que llegaban a la zona, provenientes del Orinoco, de los llanos y de la costa. En vista de que no cesaban las rivalidades entre San Cristóbal y Barcelona, las cuales, entre otros asuntos, reclamaban como propios unos terrenos limítrofes, el comisario general de las misiones, fray Manuel de Yangües, viajó a Cumaná a plantear la cuestión al gobernador y capitán general, Sancho Fernández de Angulo, quien se trasladó al lugar y decidió fusionar ambas poblaciones. 

La ceremonia se celebró el 1 de enero de 1671, pero desde los últimos meses del año precedente, más de 30 familias de San Cristóbal y unas 60 de Nueva Barcelona, construían casas en el nuevo lugar. En un documento de 1674, Sancho de Angulo informa a la reina Mariana de Austria: «...Quedó la ciudad con su mismo nombre de Nueva Barcelona y de San Cristóbal, con dos curas y un sacristán [...] Reduje los regidores a cuatro, eligieron alcaldes y están los vecinos en conveniencia y en paz...» Añade que la ciudad fue ubicada en «...un sitio de la parte de San Cristóbal, más definido y sano...», y que entre ambos establecimientos se reunían 150 pobladores; debido a su doble origen recibió indistintamente los nombres de Barcelona o Cumanagoto y conservó a sus respectivos patronos: Santa Eulalia y San Cristóbal. 

El 14 de septiembre de 1673 la Reina envió una protesta por haberse efectuado el traslado sin su aprobación, pero el hecho no fue modificado y la ciudad quedó allí establecida. Por 1736, según referencias del gobernador interino de la provincia de Cumaná, Juan Núñez del Castillo, el batallón de milicias de la ciudad tenía entonces 3 compañías con 386 hombres de armas. 
El gobernador ordenó a los vecinos empedrar las calles, lo que indica cierto progreso. Sin embargo, la pobreza parecía ser extrema, según se deduce de las respuestas a las peticiones de fundación de un convento para la preparación de novicios y que sirvió posteriormente de hospicio y de hospital a los misioneros; las solicitudes se inician desde comienzos del siglo XVIII, pero su construcción no se inicia hasta 1746; en tal retraso también parece haber tenido incidencia la rivalidad entre autoridades y misioneros. La construcción del convento es resultado de la constancia de fray Matías Ruiz Blanco, para entonces comisario de las misiones. 
En 1756, el gobernador Manuel Gual abre un camino de 20 leguas entre Cumaná y Barcelona, alternativa necesaria para el tránsito por mar, ya que éste implicaba incesantes peligros, entre ellos la presencia de piratas. A pesar de las limitaciones económicas de la provincia, Barcelona había logrado relativos progresos. A un siglo de su fundación, poseía casi tantas casas como Cumaná (425 y 440 respectivamente), según el Informe del gobernador José Diguja, fechado en 1761. La población barcelonesa llegaba entonces a las 600 familias y su cuerpo de milicias alcanzaba casi 780 hombres. La provincia entera, con sus 3 núcleos (Barcelona, Aragua y El Pao), sin contar los pueblos indígenas, tenía unos 4.800 h y basaba su economía en el comercio del ganado, incluido el contrabando. 

En sus sabanas había bueyes, caballos, asnos, mulas. De sus hatos partió la base ganadera de las misiones de Guayana (varias cabezas que regaló un hacendado local a los capuchinos), así como la carne que alimentaba no sólo las provincias vecinas, sino que además llegaba a las Antillas. La agricultura no era tan próspera a causa del suelo arenoso como tampoco lo era la pesca. 

En esos años se recibió la visita de los obispos de Puerto Rico, metrópoli eclesiástica de la provincia de Nueva Andalucía: Pedro Martínez de Oneca y Mariano Martí, entre otros. Hacia el último cuarto del siglo XVIII hubo ciertos cambios en la imagen de la ciudad. Se concluyó una de sus edificaciones más importantes, la iglesia de San Cristóbal, que adquirió categoría de catedral a mediados del siglo XX. 

Su construcción, bastante accidentada, se inició en 1748; siguió el modelo de la iglesia de Píritu y fue consagrada por el obispo Manuel Pérez en 1773, a instancias del sacerdote barcelonés Fernando del Bastardo y Loayza, vicario foráneo de la parroquia (1771-1778), quien dejó un importante manuscrito, publicado con el título de Noticias historiales de la Nueva Barcelona, relación de múltiples sucesos de la parroquia, entre otros, la llegada del cuerpo de San Celestino en 1777, guardado desde entonces en la recién inaugurada iglesia, que también recibió reliquias pertenecientes a otros santos. En la década de 1770 se ordenó la construcción de un cuartel para la tropa, una cárcel pública y un puente sobre el Neverí. 
Junto con las devociones a la Virgen del Socorro y a la Virgen del Totumo, parecen convivir en la ciudad las preocupaciones políticas del momento pues, en viaje hacia el exilio, recibe allí albergue José María España, tras su fracasado movimiento de 1797. Al barón Alejandro de Humboldt, quien llega en 1799, se debe una importante descripción, en diversos aspectos, sobre la Barcelona de la época: la menciona como uno de los principales puertos de la costa venezolana; calcula que Cumaná y Barcelona exportaban anualmente, incluido el comercio ilícito, 22.000 quintales de cacao, 1.000.000 de libras de algodón y 24.000 quintales de carne salada. Otras descripciones las hacen los viajeros franceses François Depons y J.J. Dauxion Lavaysse, quienes la visitaron a comienzos del siglo XIX. 

Ambos coinciden en su visión de Barcelona: calles polvorientas en exceso «...hasta hacer daño a los ojos...», en temporada seca y fangosa en extremo con las lluvias. Recuerda Dauxion que la bahía, de poco fondo, estaba protegida por 2 fortalezas. Las cifras sobre la población resultan muy variadas. Humboldt la estima en 10.000 h para 1799 y 16.000 en 1800, aunque un crecimiento tan alto parece poco probable. Otras fuentes dan esa última cifra poblacional para 1806. Juan Buscat, médico francés, habla de 13.000 h para 1799 y de 7.000 en 1811; explica esta disminución como resultado de pestes debidas a la insalubridad del lugar, ya que el río inundaba la población todos los años y sus aguas tendían a mantenerse estancadas. 

Por ello propuso una nueva mudanza, esta vez hacia el mar y sugirió el nombre de Puerto Neverí para la futura ciudad. Buscat hace apreciaciones optimistas: «...Barcelona no tardará en rivalizar con Montevideo pues son iguales sus recursos y proporciones...»; añade que los productos eran: ganado, cueros, quesos, pescado, sal, madera, velas, jabón, cacao y maíz. El río servía como medio de transporte, pues era remontado por lanchas y goletas hasta la ciudad; otras referencias indican que también era utilizado para movilizar la madera lanzada a su corriente.Al parecer, fue permanente la tendencia autonomista de Barcelona, así como sus propósitos de expansión, lo que los estudiosos del fenómeno atribuyen a las circunstancias de su nacimiento (mudanzas y transformaciones de pueblos y provincias en continua disputa), así como al hecho de habérsele retirado el carácter de gobernación independiente, que mantuvo desde su creación por 16 años. 

El padre Ruiz Blanco, Diguja y Humboldt dan cuenta de otros elementos, al señalar que la provincia acusaba intenciones de anexar tierras vecinas, hasta el río Tuy y cabo Codera, propósitos no exclusivos de Barcelona sino también de Cumaná. Debido a las continuas diferencias entre Cumaná y Barcelona, referidas por Ruiz Blanco y por Bastardo, aquél llega a recomendar que se formen 2 provincias. Los acontecimientos de 1810 ofrecen la ocasión de efectuar la secesión. El 27 de abril de ese año, al recibir noticias de lo ocurrido en Caracas el día 19, Barcelona decide independizarse y nombrar una Junta Provincial que reconoció primero la Regencia y luego la Junta de Caracas, pero bajo ciertas condiciones. 

Una vez firmada el Acta de Independencia (5.7.1811), convoca a Cabildo Abierto (29.7.1811). A raíz de los acontecimientos de Caracas, hubo divergencias: mientras para los patriotas, desde ese año y hasta 1821, Barcelona constituyó una provincia autónoma, para los realistas continuó dependiendo de Cumaná. Entre los sucesos que la nueva situación acarreó fue la expulsión de religiosos por no reconocer al nuevo gobierno republicano. A fines de 1811, se estableció en Barcelona la Sociedad Patriótica. En medio de tales circunstancias, Francisco Espejo, a instancias de la Junta de Caracas, elabora el Código Constitucional del Pueblo Soberano de Barcelona Colombiana (12.1.1812). 

El 4 de julio de 1812, se sublevaron las tropas, proclamándose fieles al Rey; desde Cumaná, llegaron 1.000 republicanos, comandados por Vicente Sucre, para someterlas, pero para ese momento, ya se había perdido la Primera República. En 1813, el militar realista Eusebio Antoñanzas fue designado gobernador de Cumaná, ejerciendo jurisdicción sobre Barcelona. En el transcurso de la guerra, la ciudad fue ocupada indistintamente por patriotas y realistas; allí estuvieron: Domingo de Monteverde, José Tomás Boves, Juan Aldama, Simón Bolívar, Santiago Mariño, Gregor MacGregor, Juan Bautista Arismendi, Manuel Piar, Carlos Soublette, Manuel Cedeño, José Tadeo Monagas, Rafael Urdaneta, José Francisco Bermúdez y muchos otros. A fines de julio de 1814, fue uno de los puntos de descanso de los patriotas en su emigración hacia oriente, llegados allí de paso para Cumaná. Ese mismo año, Boves designó al cumanés Gaspar Miguel de Salaverría como gobernador de Cumaná; a escasos meses, en 1815, fue sustituido por Tomás Cires, quien mantuvo el mando hasta 1821. 

Entre los sucesos de este período se recuerda especialmente el desastre de la Casa Fuerte (1817), donde perecieron todos los que en ella buscaron refugio, más de 1.000 personas, incluyendo mujeres y niños. Este hecho está asociado a los nombres de los Freites, Antonio María, José María, Pedro María y Raimundo; de Esteban Rivas y de Eulalia Ramos de Chamberlain, entre otros. En julio de 1819, ocurre una nueva matanza al tomar las fuerzas patriotas la fortaleza del morro de Barcelona, ocupada por los partidarios del Rey, quienes mantuvieron la ciudad bajo su control hasta 1820. 

En 1821, los realistas nombran a su último gobernador de Cumaná, José Caturla, en sustitución de Cires; Caturla duraría en el cargo apenas unos meses. Ese mismo año Barcelona pasó a formar parte del departamento Orinoco, junto con Cumaná, Guayana y Margarita. De ahí en adelante continuarían los cambios político-administrativos. Tanto el proceso de independencia, como las guerras civiles que siguieron, afectaron notablemente la vida local: cesó el movimiento del puerto; la población en general, así como los ejércitos, mostraban extrema pobreza; la Iglesia apenas sobrevivía y se extinguieron las misiones; los partidarios del separatismo paecista (1826) son combatidos por quienes se mantenían afectos a la Gran Colombia. 
Tales enfrentamientos constituyen el germen de la guerra civil, que se mantuvo a todo lo largo del siglo XIX; ella se dio con particular dureza en oriente, donde el espíritu autonomista sirvió para aglutinar descontentos. A comienzos de 1831, al conocer la muerte de Bolívar, José Tadeo Monagas, con los revolucionarios de oriente, desconocen el gobierno y las leyes de Venezuela. El presidente José Antonio Páez se traslada a Barcelona para someterlos y rechaza tanto la aspiración de formar el estado de Oriente (Barcelona, Guayana, Cumaná y Margarita), como el volver a integrar la Gran Colombia. La aspiración autonomista de los barceloneses no desaparece; tanto Bermúdez, en 1831, como Monagas con la Revolución de las Reformas (1835), son muestras de esta continua lucha. 

En 1834 llegó la primera imprenta a la ciudad proveniente de Cumaná, lo que demuestra que la vida de ambas provincias continuaba en estrecha relación. A partir de ese año surgieron numerosas pero efímeras publicaciones. Habría que destacar entre ellas, El Republicano, que editó Blas Bruzual en Barcelona (1844); fue éste uno de los más notables periódicos del país durante el siglo pasado. En cuanto a la educación, después de algunas experiencias que no tuvieron larga trayectoria, se fundó en 1842 el Colegio Nacional de Barcelona. Hubo al mismo tiempo solicitudes para fundar una universidad, pero esto no se lograría sino a mediados del siglo XX. En 1845, según un informe del director general de Instrucción Pública, José María Vargas, el Colegio Nacional tenía 62 alumnos. 

En el campo político, en 1847 surgieron nuevos desórdenes, aunque durante los períodos presidenciales de los Monagas parece haberse mantenido cierta calma. Fue entonces cuando apareció, en 1856, El Oasis, revista cultural publicada por Nicanor Bolet y sus hijos, cuyo taller era centro de tertulia literaria. En 1858, a la caída de José Tadeo Monagas, José Gregorio Monagas intentó mantener el poder al establecer un gobierno provisional en Barcelona, por lo cual fue enviado a la cárcel. A partir de 1859, la Guerra Federal se extiende a Barcelona, la cual es generalmente dominada por los centralistas, aunque los federalistas, al mando de Juan Antonio Sotillo y de José Tadeo Monagas, están activos en los campos de la región y realizan incursiones contra la ciudad. 

Después de la firma del Tratado de Coche (1863), Barcelona se calma aparentemente, pero a poco los monaguistas dan allí un golpe. Hay confusión en todo el país; los líderes pactan y pasan de un bando a otro. Falcón es invitado a Barcelona, la cual visita en 1864, pero al mismo tiempo se conspiraba contra su gobierno. En 1866, Falcón creó el distrito militar de Oriente (Barcelona y Guayana); posteriormente, el jefe del distrito, José Loreto Arismendi, fue encarcelado. A partir de 1868, se producen nuevas manifestaciones: los enfrentamientos entre liberales y conservadores obligan al gobierno a bloquear las costas del estado (1868); en 1870, Antonio Guzmán Blanco envía al general José Ignacio Pulido, ministro de Guerra y Marina, a fin de pacificar la ciudad; en 1872, los conservadores se apoderan de ella por poco tiempo; en 1875, se subleva el ministro Pulido y busca apoyo en Barcelona, también fue derrotado y los antiguos seguidores de José Gregorio Monagas y del general José Eusebio Acosta se unen al gobierno. 

En 1876, según el censo nacional, la capital tenía en sus 2 parroquias, El Carmen y San Cristóbal, 7.674 h; contando Pozuelos, Bergantín, Curataquiche, San Diego, Aragüita, San Bernardino, Caigua y El Pilar, tenía 19.958 h. Se había producido cierta recuperación económica, pues poseía industrias de cueros, madera, fábricas de jabón, sombreros, chorizos, imprentas, alambiques, salazón de carne y pescado. Comerciaba con productos agrícolas provenientes de su hinterland, tales como cacao, caña, maíz, yuca, plátano, arroz, leguminosas, apio, ñame, ocumo, papa, mapuey, repollo, ajo, cebolla, comino y coco. Mantenía relación con el puerto de La Guaira, con Trinidad, Saint Thomas y Curazao. Durante esta década (1870), además del antiguo Colegio Nacional, rebautizado ahora Federal, tenía 2 escuelas municipales, 3 federales y 3 particulares; guardaba una relación de 4 estudiantes por cada 100 h. 

Se inauguraron vías de comunicación hacia el interior del estado y se hacían planes para la explotación de productos mineros. A pesar de haberse pacificado el oriente, hubo manifestaciones en Barcelona en 1878. En 1881, a raíz de un cambio político-territorial, Barcelona pasó a ser la capital del estado de Oriente (Barcelona y Maturín). Hacia fines de siglo el gobernador barcelonés Nicolás Rolando edifica el teatro Cagigal. Los acontecimientos políticos de la década de 1960 tuvieron gran repercusión en oriente, debido a las actividades guerrilleras y los alzamientos militares (Carúpano y Barcelona en 1962). En la Barcelona actual destacan: la zona colonial, con las iglesias de San Cristóbal (catedral), El Carmen, San Felipe; el teatro Cagigal; la plaza Boyacá; la calle Juncal; el Museo de Anzoátegui (antiguo Museo de la Tradición); Casa de la Cultura o Ateneo donada por Miguel Otero Silva junto con una colección de pintura de artistas nacionales contemporáneos; Fortín Magdalena, Casa Fuerte, El Rincón de la Aduana. 

En la catedral reposan las reliquias de 7 santos y el cuerpo embalsamado de San Celestino Mártir. Otras instituciones: colegios profesionales; Sociedad Bolivariana; seccional de la Asociación de Escritores; bibliotecas y salas de lectura. Entre sus centros culturales y educativos están la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón, taller de creatividad Lourdes Armas, escuela de música, danza y teatro. 
Posee asimismo, una red de escuelas primarias y secundarias; un Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio (1977) y un Instituto Tecnológico (1985). Las universidades de Oriente (1960), Central de Venezuela (1975), Simón Rodríguez (1977) y la Nacional Abierta tienen núcleos que ofrecen las especialidades de educación, informática, administración, contaduría y varias ramas de ingeniería. La ciudad cuenta con una banda musical, con más de un siglo de existencia. 

En la década de 1960 se produjo un repunte del movimiento artístico, tanto musical como literario y teatral. El Festival de Teatro de Oriente cuenta ya con 20 años de existencia. Sitios de interés turístico: ruinas y gruta de San Felipe Neri; playas de Maurica, Lecherías, Boyacá, caño Caimán, río Neverí y balneario El Morro. Parque nacional metropolitano Neverí, Casa de los Baños; islas cercanas a la costa, entre ellas, Chimana, La Borracha; aguas termales y sulfurosas en las cercanías de la ciudad. Además de los hoteles de la ciudad, a escasos minutos se hallan los de Puerto La Cruz. Se celebran las fiestas de San Celestino, 2 y 3 de mayo; San Cristóbal, 24 de julio y la Virgen del Valle, 8 de septiembre. Cuenta con hospitales y diversos servicios de salud, tanto públicos como privados. Estaciones radiales: Radio Barcelona y Radio Anzoátegui. Se publican los diarios Metropolitano y El Norte. Radiodifusoras: Radio Anzoátegui y Radio Mundial Oriental. Dependen de ella las parroquias: El Carmen, San Cristóbal, Bergantín, Caigua, El Pilar y Naricual. En 1990 censó 219.026 h. S.G.


BIBLIOGRAFÍA: 

ARMAS ALFONZO, ALFREDO, coord. Barcelona la nuestra. Caracas: Editorial Arte, 1972. 2 v. 

BASTARDO Y LOAYZA, FERNANDO. Noticias historiales de la Nueva Barcelona. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986. 

DE LIMA, SALOMÓN. Apaicuar. [Caracas: s.n.], 1970; __. Barcelona en la letra de su cronista. Caracas: Editorial San José, 1975; __. Barcelona y su historia. Puerto La Cruz: Editorial Peláez, 1973. 

FRANQUET, PEDRO. Juan de Orpí y la fundación de Barcelona. [Barcelona: Concejo Municipal del Distrito Bolívar, 196-] 

MARADEI, CONSTANTINO. Historia del estado Anzoátegui. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1981; 

MEDINA ALFONZO, ARTURO. Mi provincia y sus valores. 2ª ed. Caracas: s.n., 1958. 

PARRELLA S., OSCAR. Monumentos de la Barcelona tricentenaria. Caracas: MENEVEN, 1984

 ROMERO, MIGUEL. La primera patria en Barcelona. Caracas: Imprenta Guttenberg, 1895. 

VILA, PABLO. Gestas de Juan Orpín en la fundación de Barcelona y defensa de Oriente. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1975. 

YANES MERCHA, ANTONIO RAFAEL. Historia y leyendas de la patria chica. Caracas: Editorial Ragón, 1954.

HEMEROGRAFÍA: 

«La ciudad de Barcelona vista por don José Diguja y Villagómez». EN: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, núm. 225, enero-marzo, 1974.

 


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