Al recordar tu presencia,
tu recuerdo me subyuga
como cuando de niña
atónita te contemplaba.
!Oh nieve, que belleza!,
manto blanco inmaculado,
espectáculo majestuoso,
!hermoso!...
Las montañas erguidas,
coronadas por tí,
ofrecían orgullosas
la visión maravillosa
de tu presencia.
Mi mente de niña, la mirada
perdida en el horizonte,
absorta al contemplarte,
pudo volar y soñar.
Mis cálidas manos
intentaron retenerte,
no pude,
te escurrías entre mis dedos.
Felicidad efímera...
¡COMO LA DE LOS HOMBRES!
Celia García García ©
7 de junio de 2002
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