LOS ORÍGENES DE LA PERCEPCIÓN

         Al nacer, el niño se encuentra en un mundo con un riqueza de estímulos casi infinita. De alguna forma el recién nacido deberá estructurar ese torrente de estímulos para no verse rebasado por él. El mundo perceptivo del bebé, por tanto, no es caótico o confuso, sino goza de cierto grado de estructuración mínima. Para conocer cómo es este mundo perceptivo hay que recurrir a medidas indirectas pues los niños no pueden informarnos directamente sobre él. Una de ellas es medir el tiempo de fijación visual que el sujeto dedica a un determinado estímulo. De un modo espontáneo el niño se interesa por lo nuevo y dedica más atención a explorar lo desconocido que lo ya conocido. Así, si comparamos el tiempo dedicado a explorar dos estímulos que varían en algún aspecto, por ejemplo un pájaro y una tortuga, podemos obtener si discrimina entre ellos (si los diferencia) y cuál de ellos es más interesante para el bebé. Cuando hay diferencia en la atención prestada a los dos estímulos, generalmente, es porque el niño prefiere el estímulo novedoso, pero, a veces, preferirá el conocido porque lo reconocerá como familiar, y, ese hecho será lo más relevante para él. Sólo cuando el tiempo dedicado a cada uno es semejante inferimos que no capta diferencia alguna entre ellos, o, que los dos son igualmente interesantes.

         Hasta hace poco se pensaba que los recién nacidos eran ciegos o visualmente pasivos. Sin embargo, los bebés de pocas semanas dicriminan entre distintas formas geométricas, y, por tanto, prestan más atención a una forma geométrica que a otra o prefieren más una que otra. De modo que no les es indiferente la forma contemplada. El rostro humano es uno de los estímulos de mayor interés para los infantes. Se ha comprobado que recién nacidos con menos de una hora de vida prefieren dibujos esquemáticos de rostros humanos a dibujos con idénticos rasgos faciales pero puestos en una forma desordenada. Esto indica que el bebé discrimina entre una estructura facial "organizada" y meros rasgos faciales desestructurados.

         El bebé de menos de 10 meses presta más atención a un estímulo auditivo, mientras que, después, al igual que en el adulto, es el estímulo visual el que domina. Sin duda esto está influido por el hecho, no siempre tenido en cuenta, de que en el útero se puede oír, se puede ejercitar la percepción auditiva, mientras que no ocurre lo mismo con la percepción visuaL. Los recién nacidos, con sólo días, diferencian entre un relato "oído" durante las últimas semanas del embarazo leído por su madre en voz alta y un relato nuevo. Esto se comprobó mediante el ritmo de succión de los bebés, que era mayor cuando oían el relato familiar, con independencia de que la voz que leyera el texto familiar fuera la de la propia madre o una voz distinta, lo que demuestra un memoria auditiva sorprendente. Quizás la razón más increíble de este resultado radica en que los infantes poseen una dotación muy rica de mecanismos perceptivos innatos, adaptados a las características del lenguaje humano, que les preparan para el mundo lingüístico al que tendrán que enfrentarse.

(Fuente: "Psicología Evolutiva". Antonio Corral)


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