A nadie le sirven en bandeja la libertad. La libertad ha de producírsela
uno mismo. Si alguien nos la brinda, no tendremos absolutamente nada
de libertad, sino que será una limosna de un benefactor que, invariablemente
nos pedirá algo a cambio.
La libertad significa no tener obstáculo alguno para gobernar la propia
vida del modo que uno elige. Todo lo que no sea eso constituye una
forma de sometimiento. Si no nos vemos exentos de trabas a la hora de
elegir nuestras opciones, si no podemos vivir conforme a nuestros propias
ideas ni hacer lo que nos plazca con nuestro cuerpo -siempre que nuestra
voluntad no dificulte la libertad de otra persona-, en este caso, no disponemos
de nuestro mando y, en esencia, nos encontramos sometidos a una dictadura.
Ser libre no significa rechazar las responsabilidades respecto a nuestros seres
queridos y los que nos rodean. Realmente, incluye la libertad de elegir las opciones
que se nos ofrecen para ser responsables. Podemos ser a la vez responsables y libres.
Las personas que nos dicen que no podemos y que nos cuelgan sobre nuestro intento de ser
libres el sambenito de "egoísmo", ejercen cierto grado de autoridad sobre nuestra
vida y, al pretender convencernos, lo que en realidad están haciendo es protestar de la
amenaza que surge de perder las influencias que les habíamos permitido tener sobre nosotros.
Si no somos dueños de nosotros mismos, no somos libres. Las personas libres simplemente se niegan
a dejarse desequilibrar por los caprichos de los otras personas y son serenamente eficaces en
regir su propia vida; disfrutan de la libertad de respirar el aire que prefieren, sin preocuparse
lo más mínimo de lo que, acerca de sus elecciones, puedan opinar los demás.
Toda esta adquisición sobre la libertad no implica que debamos aislarnos de los demás. Por
el contrario, a las personas libres les encanta divertirse en grupo, se desenvuelven a gusto y
se manifiestan más seguras en sus relaciones.
Aitana López
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