El escritor Jorge Eduardo Benavides nació en Arequipa (Perú), en 1964. Ha sido periodista radiofónico y ha dirigido talleres literarios en España.

Obras: Cuentario y otros relatos (1989), Los años inútiles (2002), El año que rompí contigo (2003), La noche de Morgana (2005)

Libros de Jorge Eduardo Benavides comentados por Javier Agreda en esta página: Los años inútiles, El año que rompí contigo, La noche de Morgana, Un millón de soles.

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Los años inútiles

La novela peruana más publicitada de los últimos tiempos es, sin lugar a dudas Los años inútiles (Alfaguara, 2002) del escritor y periodista Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964). No sólo por tratarse del lanzamiento internacional de un narrador hasta ahora desconocido (incluso en su propia patria); también porque la novela es una ambicioso y complejo retrato del Perú de fines de los 80's, una de las etapas más difíciles de nuestra historia reciente. Radicado en España desde hace años, dedicado a la enseñanza en un modesto taller de narrativa, Benavides ha conseguido con esta novela, y según él mismo ha declarado, dar el tan ansiado salto de la "segunda a la primera división literaria".

Los años inútiles cuenta -a través de grandes saltos temporales, espaciales y de puntos de vista- las historias de tres personajes provenientes de diversos sectores sociales; todos ellos empujados, por la crisis política y económica, a un acelerado proceso de degradación y corrupción. Sebastián es un joven y prometedor abogado que se ve envuelto en asuntos cada vez más sucios, incluyendo el tráfico de niños recién nacidos. Luisa es una empleada doméstica esforzándose para salir de la pobreza, aunque sólo la vemos hundirse más en ella. Por último, Rafael Pinto es un periodista de investigación cuyas denuncias sobre la corrupción política le cierran toda fuente de trabajo. Estas historias están enmarcadas por la hiper-inflación, los atentados terroristas y las protestas populares de aquellos años.

Benavides ha copiado, de manera directa, la estructura y técnicas narrativas empleadas por MVLL en Conversación en la catedral (1969). Desde la conversación que sirve de marco (entre Sebastián y el dirigente derechista Pepe Soler), la elección de los personajes principales (uno de ellos periodista, como el famoso Zavalita de CELC) o el frecuente uso de diálogos "telescópicos", hasta la forma de dividir su novela (capítulos en letras mayúsculas, subcapítulos en números romanos). En lo que respecta a las técnicas, el modelo representa todo un reto (CELC es, en este aspecto, una de las más innovadoras de todo el boom) que Benavides ha logrado superar; y por eso Los años inútiles resulta mucho más compleja y mejor elaborada que la gran mayoría de las novelas peruanas últimas, incluyendo las escritas por autores consagrados.

A pesar de ello, no parece justificarse una copia tan fiel. Especialmente porque no existen en estas historias los "elementos escondidos" que aparecían sorpresivamente en los diálogos de CELC (la homosexualidad del padre de Zavalita, las revelaciones de Ambrosio) permitiendo que identificáramos algunas de las "voces" de los diálogos, y que todo lo narrado hasta entonces adquiriera una nueva dimensión. Incluso la conversación "marco" no tiene ninguna función dentro de la dinámica narrativa, y queda apenas como un guiño, un pequeño homenaje de Benavides a su maestro.

El afán del autor por alcanzar la "primera" división literaria, lo lleva a un cierto abuso de las imágenes y símiles descriptivos, apreciable ya desde la primera página del libro, como ha señalado el crítico Abelardo Oquendo. Una "vocación de estilo" que va contra la propuesta central, la de presentar lo más directamente posible las voces de los personajes. También se siente la falta de capacidad del autor para crear situaciones significativas, que expresen toda la tensión dramática de las historias. Así, muchas páginas del libro no pasan de ser reelaboraciones literarias, sofisticadas y complejas, de situaciones comunes e intrascendentes, como las múltiples peleas y reconciliaciones entre Sebastián y su esposa Rebeca.

Estos y otros problemas deberá superar Jorge Eduardo Benavides para convertirse en el importante narrador que Los años inútiles, una primera novela verdaderamente impresionante, parece prometer. Por lo pronto ya anuncia tener escritas, y listas para publicar, sus dos próximas novelas.

 

El año que rompí contigo

Tras un largo y paciente trabajo como director de talleres de creación literaria, Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) logró una sorpresiva consagración internacional con su primera novela Los años inútiles (2002), un ambicioso retrato de la sociedad limeña a fines de los años 80. La crítica, primero en España (país en el que el autor reside desde hace años) y después en Hispanoamérica, recibió con entusiasmo el libro, señalando siempre la evidente influencia de Vargas Llosa, especialmente de su novela Conversación en la Catedral. A la Lima de Alan García y de la aparición política de Fujimori, retorna Benavides en El año que rompí contigo (Alfaguara, 2003), su recientemente publicada segunda novela.

Dos parejas de jóvenes de clase media son los personajes escogidos por el narrador para graficar, desde las pequeñeces de sus problemas domésticos y cotidianos, la grave crisis económica y política (hiperinflación y atentados terroristas incluidos) de aquellos años. Aníbal es un estudiante de derecho que trabaja eventualmente como taxista para mantener a su esposa María Fajís. Mauricio, periodista de una radio limeña (labor que el propio Benavides desempeñara entonces), y su novia Elsa completan el grupo de protagonistas. En ellos está centrada toda la narración, en sus conversaciones, reuniones y diversiones con las que tratan de encubrir su progresiva decepción con respecto a la amistad, la educación, la política, el amor y el futuro en general.

Si en Los años inútiles, en parte debido a la diversidad y variedad de personajes, el autor empleaba una estructura narrativa demasiado compleja y artificiosa, en esta segunda novela ha superado ese problema limitándose a un grupo social específico, pero sin dejar de lado el despliegue de su vargasllosiano arsenal de recursos técnicos, que esta vez tienen un carácter menos ostentoso y más funcional. Además, al trabajar con pocos personajes, ha podido desarrollarlos más y darles una mayor densidad psicológica. Hasta el lenguaje y el estilo han mejorado, pues Benavides ha dejado la retórica grandilocuente y pasada de moda de su primera novela para optar por otra más moderna y coloquial -en la línea del Cortázar más lúdico- con abundante juegos de palabras, citas y parodias.

"Me interesa más el lenguaje y el estilo que la historia... no hay buenas o malas historias sino historias bien o mal contadas" ha afirmado el escritor en una reciente entrevista, y aunque son evidentes sus progresos y logros en todos los aspectos formales, la obsesión por "contar bien" lo lleva a descuidar los otros aspectos del arte narrativo. Nuevamente muestra una cierta falta de capacidad para crear tramas significativas, con acontecimientos, nudos y peripecias que expresen la tensión dramática de la historia. De ahí que la novela se convierta en una interminable sucesión de situaciones cotidianas e intrascendentes, y que sean las conversaciones de los cuatro amigos (verdaderas competencias de ingenio verbal, erudición y agudeza irónica), y no las acciones ni el retrato social, lo más interesante del libro.

Intuyendo que su propuesta novelística, eminentemente formalista, está más cerca de la literatura light que de sus admirados maestros del boom, Benavides ha ambientado sus libros en una de las épocas más problemáticas de la historia peruana reciente. La falta de una reflexión seria e inteligente acerca de esos años de crisis hace que sus dos novelas se ubiquen en las antípodas de las que suelen escribir algunos intelectuales (sociólogos, historiadores o antropólogos), sin contar con el menor "oficio" literario, para exponer sus teorías e hipótesis de trabajo. El abrumador desbalance entre forma y fondo que frustra las pretensiones literarias de esos intelectuales es también el motivo por el que El año que rompí contigo resulta una novela no del todo lograda, aunque sí consigue mantener vivo el interés en la obra narrativa de Benavides.

 

La noche de Morgana

Después de largo tiempo dedicado a la dirección de talleres de narrativa en España, el arequipeño Jorge Eduardo Benavides se dio a conocer como escritor casi a los 40 años de edad, con la novela Los años inútiles (2002) elogiosamente recibida por la crítica española y peruana. Sin embargo, el género literario con el que más se identifica Benavides es el cuento, pues antes de viajar a España había publicado Cuentario y otros relatos (1989), libro al que ahora se suma La noche de Morgana (Alfaguara, 2005) un conjunto de cuentos escritos durante los últimos diez años y que se inscriben dentro de la tradición del cuento fantástico latinoamericano.

Tigre, el primer texto del libro, es un efectivo relato fantástico que narra la historia de Manrique, un periodista peruano, quien de visita en Tenerife no puede dejar de recordar sus lecturas juveniles acerca del paso del almirante Nelson por esa región. Una serie de tempestades, sumada a una extraña fiebre, obligan al protagonista a aislarse y perder contacto con los demás. Además van creando la atmósfera apropiada para el sorprendente final, cuando Manrique despierta, después de una larga noche de truenos, y se da cuenta que esos truenos en realidad eran el ruido de los cañones durante la batalla que le costó la vida a Nelson.

La filiación cortazariana del relato es más que evidente, tanto por la trama como por el estilo, en el que abundan los recursos retóricos más característicos del escritor argentino. Benavides ha reconocido en diversas entrevistas esa influencia ("estos cuentos me han salido muy cortazarianos") e incluso ha llegado a considerarse a sí mismo como "heredero de Cortázar". Pero esa herencia se hace demasiado evidente en cuentos como Fracasado social, El Ekeko o Deditos, casi un remake del cortazariano Cuello de gatito negro. Y también en frases como "no quería llegar al departamento y encender la radio y leer y coñac y la espera de la llamada desde Lima..." que copian hasta ciertos tics del argentino.

No son esos los mejores cuentos del libro, sino aquellos en los que los elementos fantásticos se unen a los recuerdos de Benavides de la Lima de fines de los 80 y principios de los 90. En La noche de Morgana recrea el angustioso retorno a casa de la protagonista, recorriendo el centro de la ciudad casi tomada por los militares ante las amenazas de atentados terroristas. El problemático y violento contexto urbano encuentra su correlato en la inseguridad y temores personales de Morgana; y algo similar sucede con Señas particulares, ninguna en el que el tema del doble, recurrente en la narrativa fantástica, es llevado al mundo de la política peruana.

El buen manejo de la tensión narrativa y del ritmo de la prosa, las mayores virtudes de estos cuentos, alcanzan su mejor expresión en Tigre, La noche de Morgana y Señas particulares, ninguna. Un poco menos logrados son El Ulysses de Joyce y A micrófono abierto. En el otro extremo, la excesiva fidelidad del autor a los cuentos con finales sorpresivos lo lleva a incluir textos como Fútbol y fricciones y Yo podría ser tu padre, muy inferiores al resto. A ello hay que sumar que el lenguaje resulta a veces demasiado artificioso y recargado, como señaló oportunamente la crítica con respecto a la obra anterior de Benavides.

Este tercer libro, en sólo tres años, confirma la vocación literaria de Benavides y su gran capacidad de trabajo. Pero también sus dificultades para tomar distancia con respecto a sus modelos literarios (en este caso Cortázar, en Los años inútiles Vargas Llosa), que le han impedido hasta ahora establecer un universo narrativo propio, original y reconocible. Por eso La noche de Morgana, a pesar de la calidad de algunos cuentos, tiene un cierto carácter epigonal y menor; algo que Benavides deberá superar para dar definitivamente el, según sus propias palabras, "tan ansiado salto de la segunda a la primera división literaria".

 

Un millón de soles

Después de sus grandes retratos narrativos de la Lima de los 80 –
Los años inútiles (2002) y El año que rompí contigo (2003)–
Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) completa su trilogía de novelas políticas con Un millón de soles, la historia de Juan Velasco Alvarado y su dictadura militar, desde el golpe con el que obtuvo el poder en octubre de 1968 hasta aquel otro golpe que se lo quitó en agosto de 1975. Una ficción que sigue cronológicamente, a la manera de una crónica, el septenato que duró esa dictadura personalista y autoritaria, que con sus polémicas reformas cambió definitivamente el rostro del Perú.

Reconocido admirador de Vargas Llosa, Benavides ha optado en este libro por el modelo de La fiesta del Chivo y no por el de Conversación en La Catedral. Más que una novela total, la suya es una aproximación al entorno del dictador, a los entretelones de sus decisiones políticas, a las intrigas de sus ministros y asesores. El relato está constituido casi exclusivamente por las conversaciones entre estos personajes, entre los que destaca un joven Vladimiro Montesinos, asesor del ministo del Interior. Son diálogos técnicamente bien trabajados, aunque el abuso y reiteración de ciertos detalles (los vasos de whisky, por ejemplo) llegan a hacer tediosa la lectura.

Sorprende que Benavides le haya dado más protagonismo a Montesinos que al propio Velasco Alvarado. Mientras el asesor aparece en diferentes contextos –hasta enamorando a la hija de un ministro– al dictador apenas lo vemos en su despacho vociferando alguna orden o fumando nerviosamente. No se relata ningún episodio de su pasado, ni se dice nada de su enfermedad o problemas personales. El hombre que convirtió su rostro en el emblema más característico del "gobierno revolucionario de las FFAA" es en esta novela una sombra sin voluntad ni vida propia. Incluso varios de sus ministros resultan personajes más logrados.

El énfasis en las intrigas de este oscuro grupo de asesores termina trivializando importantes sucesos históricos, como la reforma agraria –objeto de tantos libros de ensayo y hasta novelas– o la expropiación de los diarios y empresas de TV. Solo al final, en el Epílogo del libro, Benavides se anima a narrar directamente todo lo relacionado con la huelga de los policías (febrero de 1975) y los saqueos que precedieron a la caída de Velasco. Son, sin lugar a dudas, las mejores páginas de Un millón de soles y una muestra del potencial novelesco de esta fascinante etapa de nuestra historia.

 

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