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La Familia, Iglesia Doméstica


Platicaba con mi prima:

- ¿ En qué hemos fallado, Margarita? ¿ En qué ?, me preguntaba angustiada; y continuó: tanto tú como yo hemos procurado formar un hogar cristiano y educar a nuestros hijos en ese ambiente. ¿ Por que ahora, cuando han crecido y son mayores, todo se viene abajo?

- ¿Te refieres a los problemas del matrimonio de tu hijo?

- Sí; su divorcio parece ser un hecho. ¿ Sabes tú lo que eso significa para mí?

- Naturalmente que lo comprendo - le dije- . Tu matrimonio y el mío tienen la base sólida cristiana, pues sabemos que el Creador mismo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana; y el matrimonio es Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia.

La gracia del Sacramento recibida nos convierte a los esposos en cooperadores de esa misma gracia y por tanto, en testigos de la fe; nuestro testimonio nos ha- ce ser más tarde en nuestros hijos, educadores de esa misma fe y nos lleva a procurar formarlos con la palabra y con el ejemplo.

Esa es la base. Pero ahora que me preguntas que qué pasa con nuestros hijos; que en qué hemos fallado, te diré: en primer lugar, debemos situarnos en la realidad. Es esta otra generación la de ellos; el tiempo ha pasado y son nuevas las situaciones de la sociedad; y si la familia como célula primaria influye en la sociedad, también la sociedad influye en la familia. Un ejemplo: Su Santidad Juan Pablo II, refiriéndose en Puebla a los serios problemas que afronta la familia, señaló como uno de ellos la introducción del divorcio en la legislación de algunos países, lo que conlleva una amenaza para la integración familiar.

Es éste el caso de nuestra patria. En 1859, el contrato civil establecía el matrimonio como "vinculo indisoluble"; y después, en 1914 y 1915 se expidieron decretos con los cuales se introdujo el divorcio en la legislación mexicana.

- ¿ Comprendes ahora que lo que está pasando no es porque se trate de nuestros hijos, sino porque ellos toman parte de una sociedad que admite y acepta formas de vida distintas de las establecidas por Dios y por la Iglesia?

¿ Cuál es el clima que respiran nuestras familias? El aire está contaminado y, por supuesto, hay peligro de contaminarse. Esta realidad ya no es una amenaza lejana; nos alcanza en aquello que más nos duele: nuestros hijos.

- Me preguntas si fallamos en su educación. Con franqueza te respondo: ¡ Sí! ¿ Sabes por qué? Porque creíamos que la forma tradicional en que nosotras mismas fuimos educadas bastaría para ellos. Nos faltó visión; no los preparamos para enfrentarse con lo que ahora se les presenta en los tiempos que les tocó vivir.

El Magisterio de la Iglesia nos hace comprender que los tiempos actuales se caracterizan precisamente por una sociedad en proceso de cambio; cambios en todo sentido y de manera vertiginosa. Y a los que empiezan a vivir les pueden ocasionar desorientación y desequilibrio, que repercuten, naturalmente, en la vida familiar

El mismo Magisterio considera a la familia como Iglesia Doméstica, con tres funciones principales: ser educadora de la fe, formadora de personas y promotora del desarrollo.

Nosotras no comprendimos a tiempo esta triple misión y olvidamos muchas cosas. La primera y esencial que el Evangelio de Cristo es mensaje de amor; y al transmitir la fe cristiana, yo no estoy muy segura de haber sabido enseñar el amor en mi familia.

Tal vez no le hicimos comprender al hijo lo que es ser hombre, en toda la plenitud de la palabra, ni le enseñamos a tener conciencia de su propia dignidad. Tampoco le hicimos ver que si el Divino Maestro dijo: "no vine a ser servido, sino a servir", el cristiano, cuerpo visible de Cristo en el mundo, debe hacer lo mismo en bien de sus hermanos: compromiso comunitario, en busca del bien común

.En el caso particular que estamos tratando, el divorcio nos pone sobre aviso a los padres acerca de la preparación que debemos dar a los hijos para el matrimonio; preparación que no es de un momento, sino que es un proceso que abarca distintos aspectos; generalmente sólo nos preocupa el 'material.

Los padres, entre otras cosas, debemos: Primero, advertir que: El pensar que el amor es una aventura del corazón, es impedirles a los hijos que maduren. El amor no es una cosa hecha y simplemente ofrecida por el destino a la mujer y al hombre. El amor se educa, se construye ida a día.

El amor no "es", sino que va siendo" a cada momento, de acuerdo a lo que aporta cada uno de los esposos, según la profundidad de su compromiso. El amor es la obra de dos personas y de la Gracia de Dios. La Gracia de Dios es la participación escondida del Creador invisible, que siendo El mismo Amor, tiene el poder de "formar el amor" integración del Amor, S.S. Juan Pablo II).

Segundo, "procurar, como parte, importante de la educación progresiva en el amor, la educación sexual, que debe ser oportuna e integral y que hará descubrir la belleza del amor y el valor humano del sexo". (Puebla 79).

Tercero, educar para una paternidad responsable.

- ¿Aún podemos hacer algo? - preguntó mi prima.

- No solamente podemos - le dije- , sino que debemos y vamos a hacerlo:


 
 
 
 
 
 
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