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- Señora, vengo a platicar con usted. Quiero que sepa que me voy a divorcian
- ¿A qué? - pregunté incrédula.
- Ya esperaba que le causara extrañeza. Me voy a divorcian
- Espero que no hables en serio.
- Muy en serio; estoy decidida.
- Hablas como si el matrimonio lo formaras tú sola. ¿Y tu esposo?
- Lo diré en otra forma: nos vamos a divorciar.
- Pero, ¿ por qué piensan en semejante disparate?
- Es lo mejor, señora. Ya no nos entendemos, y sobre todo se acabó el amor.
- ¡ Se acabó el amor! ¡ Vaya frase! ¡ Así que el SI que pronunciaste ante el altar el día de tu boda, no significaba el compromiso de verdadero amor, sino sólo el gusto de vestirte de blanco antes que "muchas de tus amigas"
- No diga eso.
- Pero dejemos la aclaración de este punto para después. Déjame hacerte otra pregunta: ¿y tu hijita? ¿ has pensado en ella al decidirte por el divorcio?'
- Pero, señora...
- ¿ No sabes que los hijos tienen derecho a un hogar, a una familia? DERECHO, no concesión de los padres; y la familia la forman el padre, la madre y los hijos viviendo bajo el mismo techo, en el hogar, unidos con el vínculo sagrado del amor.
Te voy a pedir un favor: reflexiona con calma y cuando quieras y tengas un rato libre, vuelve a platicar conmigo. Te invito a que oremos juntas; vamos a llamar a que esté con nosotras a que tiene autoridad y sabe cómo orientar y dirigir nuestras vidas, porque El es el Camino, la Verdad, la Vida.
¿Quieres? Te espero.
Un día sonó el teléfono.
- Señora, le llamo para despedirme.
- ¿Sales de viaje? ¿vacaciones? qué bueno, te felicito: eso quiere decir que se solucionaron los problemas.
- No, señora, al contrario, por eso he decidido emprender el viaje definitivo.
- ¿ Qué quieres decir? - le pregunté, temerosa de dar significado a sus palabras.
- Señora, me voy a suicidar. Es la única solución que encuentro.
- ¿Y tu hijita? ¿ no te detiene el pensar en ella?
- Sí señora, pienso en ella, por eso me la llevo conmigo.
- ¡ Estás loca! ¡ definitivamente trastornada en todos sentidos! No quiero dar crédito a lo que oigo. (Yo estaba aterrada).
No cuelgues por favor. Escúchame: Por rehuir los problemas transitorios de esta vida te encaminas a la puerta falsa; ¿ no sabes lo que vas a encontrar detrás de ella por toda la eternidad? qué, ¿ no eres cristiana?, ¿no tienes fe?
Te podría decir que no piensas sino en ti, pero eso no sería cierto. En quien menos piensas es en ti. No lo harás, pero confío en que ni aún lo volverás a pensar.
- ¿No sabes que Dios, en su infinita bondad, te creó con un plan específico para ti, plan de amor, de salvación, y te da el don de la vida que no es tuya sino de El para realizar ese plan divino? Y no sólo quieres atentar contra tu vida sino también contra la de tu hijita, que empieza apenas. ¡ Es monstruoso el sólo pensamiento! Prométeme olvidar lo que me has dicho, que voy a darlo por no oído.
Serénate: voy a tu lado. No puedo decirte por teléfono
todo lo que necesitas oír; pero mientras llego, trata de musitar
una oración. Llama a tu Creador, a tu Salvador, estoy segura de
que está esperando tu llamada para acudir en tu ayuda, porque te
ama y no quiere perderte.
Qué le iba a decir? Comprendí que sería necio de parte pensar en palabras propias. Le pedí que me escuchase con calma: ¿ Te acuerdas que hace precisamente un año estábamos todos profundamente emocionados con la impresión que nos había dejado la visita a nuestra patria de S.S. Juan Pablo II? Tú me contaste que habían ido tu esposo, tu hija y tú a verlo pasar cerca de la Basílica y que después no te habías separado de la televisión mientras duró su visita. ¿ Por qué lo hiciste? Su Santidad lo supo expresar: porque los mexicanos somos fieles. ¿ A qué? a Cristo, a su Iglesia, a nuestro ser cristiano
Pero no era sólo el verlo; también había que escucharlo. ¿ Lo escuchaste tú? Tal vez eso te faltó; de otro modo habrías comprendido que en uno de sus mensajes te hablaba a ti.
Sí, no me veas con esos ojos incrédulos.
Dijo... "Es como si cada hogar se abriera y el Papa pudiese penetrar en cada uno de ellos, casas donde no falta el pan ni el bienestar, pero falta quizás concordia y alegría..." ¿ No es el caso tuyo?
Y en su discurso inaugural de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se celebraba en Puebla, al referirse a las tareas prioritarias de la Iglesia hoy, habló en primer término de la familia, de esa familia base de la sociedad que tú quieres destruir, de tu familia.
¿ Sabes cómo dijo que debía ser la familia? como "escuela del amor, del conocimiento de Dios, del respeto a la vida, a la dignidad del hombre".
Y le dio tanta importancia, porque comprende que es objeto de muchas amenazas; en primer término está el divorcio que la divide y destruye.
Reflexiona en sus palabras. Es la voz de Cristo que nos habla a través de él.
Tal vez pienses que no te puedo comprender porque no conozco tus problemas. Yo también soy casada y he vivido muchos más que tú, así que tengo lo que se llama experiencia y por eso pretendo saber un poco de la vida.
La vida no siempre es fácil; y la vida conyugal se torna en ocasiones
difícil: las circunstancias van presentando problemas a toda pareja;
económicos, de enfermedades, de dificultades en la educación
de los hijos, incomprensión en las relaciones humanas entre los
miembros de la familia, por tantas cosas mas... problemas no siempre fáciles
de resolver. Naturalmente, a unas más que a otras, pero a todas
se nos presentan en alguna ocasión y la mayoría de las veces
no estamos preparados para afrontarías. El Santo Padre llama a la
familia "escuela del amor" y a la escuela se va a aprender. El matrimonio
es un aprender a vivir en plenitud un sacramento de amor humano bendecido
por el amor divino. Aprender a ser centro de comunión y participación,
unión de dos voluntades, que no debe ser ni de sumisión ni
de dominio, sino armonía de caracteres sin destrucción del
propio yo de cada uno, aprender a ser dos en una sola carne.
¿Qué es fácil cuando hay amor?
Pero el amor no permanece estático ni es pasivo. El amor puede crecer o decaer, incluso, tú lo has dicho, puede morir. Por eso hay tantas parejas como la de ustedes, que un día se juraron amor y después están decididas a separarse.
El amor es el más delicado de los sentimientos del hombre, porque sólo existe cuando hay la voluntad de amar.
Cuando el sí pronunciado con alegría y optimismo un día ante el altar, se renueva constantemente, pero no sólo en los días luminosos en que la vida sonríe, sino con mayor razón en los días nublados o cuando amenaza la tormenta, incluso cuando hay que aprender a perdonar.
La gracia del Sacramento ayuda, pero cuando los esposos piden y aceptan esa gracia salvífica como un don que les es necesario, cuando ese vivir en plenitud el sacramento hace a los esposos crecer en la fe, profundizando en el misterio del matrimonio cristiano, que no es un contrato sino más bien una alianza.
Tal vez el problema de ustedes es que se han alejado de Dios y han creído
poder bastarse a sí mismos en su vida familiar. Recapaciten y pídanle
que reine en su hogar, que con El entrarán el amor y la paz.
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