La primera nota conciliar corresponde a la finalidad apostólica de la Acción Católica.

Su fin es "proclamar la Buena Nueva, fin propio de la misma Iglesia". Paulo Vl es particularmente preciso en este punto: "la tarea de evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia... Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación de la propia Iglesia, su identidad más profunda..." Esta es también la misión y tarea de la Acción Católica. La identificación precisa, clara y firme de esa vocación evangelizadora. La necesaria participación en la misión evangelizadora de toda la Iglesia, es para toda la Acción Católica fundamento seguro de revisión y programación, llevando consigo y consecuentemente, muy diversas exigencias (Mensaje a la ACM 21-10-77).

"La Iglesia evangeliza cuando, por la fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos'. (E.N. 18)

Por su parte la Comisión Episcopal para el Apostolado de los Laicos al nombrar a los dirigentes nacionales de la ACM para el período 1983-1986,los urgía: "Que la evangelización y la formación integral de los militantes, sea su principal preocupación, aunque tengan que dejarse a un lado otras actividades, importantes sin duda, pero en este momento menos necesarias".

Retornar en serio esta finalidad esencial de la ACM, analizar sus dimensiones teológicas y pastorales, confrontar con sus exigencias la propia vida y acción de la Acción Católica actual, constituyen fundamentalmente los motivos y los cauces de su actual empeño de renovación interna.

La seglaridad de la Acción Católica implica no sólo una condición propia de quiénes dirigen y realizan las actividades de la asociación, sino el compromiso de vivir plenamente inmersos en la problemática social (presencia en el mundo de hoy) para, desde dentro, conocer y comprender las urgencias pastorales y evangelizarlas en comunión con todo el Pueblo de Dios. Puebla expresa esta vocación de los seglares en la frase ya consagrada: "ser hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia." (p.786).

La seglaridad, por consiguiente, dentro de la Acción Católica no tiene un carácter excluyente. La Acción Católica en cuanto signo de la Iglesia, es vida en comunión con el clérigo y el religioso, pero subraya la necesidad de que los laicos asociados vivan plenamente su inserción en el mundo para ser evangelizadores del mundo desde dentro.

La Organicidad de la Acción Católica ("trabajan unidos a la manera de un cuerpo orgánico. AA") obedece a dos razones fundamentales: ser signo de la comunidad eclesial y ser eficaz en la acción. De allí que la dispersión de actividades y aun la acción conjunta, cuando ésta no se integra a la pastoral de la Iglesia local, van contra esta nota característica de la Acción Católica.

Juan Pablo II habla primero de la "unidad interna, la comunión que debe reinar en la Acción Católica... Una unidad no cualquiera, sino con un concreto rostro eclesial. Fundada por tanto sobre la virtud unitativa del amor cristiano. Posteriormente la considera como ’llamada a ser una gran fuerza de comunión intraeclesial" y le asigna "como primer compromiso la presencie y el servicio en la Iglesia local". (Disc. 25-IV-86)

La nota de su Jerarquicidad (como se llama comúnmente a la "relación especia/ que la Acción Católica guarda con la Jerarquía) establece algo más que "una sencilla relación de comunión, indispensable para todo fiel", se trata de "un más estrecho vínculo con la Jerarquía y para fines propiamente apostólicos" (Paulo Vl, 25IX-70). Esta nota se desprende tanto de la finalidad como de la Organicidad pastoral de la Acción Católica.

Juan Pablo II hace suya la expresión de Paulo VI al afirmar que la Acción Católica está llamada a realizar una singular forma de ministerialidad laical, orientada a la Plantatio Ecclesiae y al desarrollo de la comunidad cristiana en íntima unión con los ministerios ordenados (Disc. 25-lV-86). Lo cual no significa que la Acción Católica deba reducirse a las actividades culturales y a los auxilios económicos o asistenciales requeridos por la comunidad eclesial.

Tomadas en conjunto sus notas Conciliares, esta singular ministerialidad (ya que se le adjudica a toda la organización y a cada uno de sus miembros) la entendemos como una misión de participar en la evangelización permanente de la propia comunidad eclesial, para servicio del mundo.

"Evangelizadora, (E.N. 15) la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma... a través de una conversión y una renovación constantes para evangelizar el mundo de manera creíble.

Esta "relación especial" (Laicos-Jerarquía) no es, por consiguiente, una nota clericalizante del laico sino la expresión más viva de la necesaria comunión eclesial, mediante la cual el laico puede responder con seguridad a su doble vocación en la Iglesia y en el mundo.