El imperio búlgaro: la gran obsesión.

Tenemos entonces a un emperador con varias obsesiones que lo acompañarían toda su larga vida: limitar el poder de los magnates de Asia Menor, limitar el poder de la iglesia, y obtener un imperio predominantemente europeo, para lo cual debía conseguir derrotar a su gran rival, el inteligente, astuto y poderoso zar Samuel, que había arrebatado gran parte del imperio europeo a Bizancio.

En cuanto a la aristocracia rural y a la iglesia, no se le ocurre a nadie que Basilio II quisiera destruirlas, simplemente no soportaba que hubiera familias más poderosas que el mismo emperador, o una iglesia cuyo poder superara el del Estado.

Con una mentalidad que superaba a las de su tiempo, el soberano bizantino comprendió que, si seguían las cosas como con sus antecesores, el Estado se disgregaría inevitablemente en diversos feudos como el que ya tenía de hecho Eustacio Maleinos cuando el emperador lo visitó después de una campaña contra Siria, y se dio cuenta de que contaba con miles de esclavos y sirvientes, y que de haberlo deseado hubiera podido formar un ejército propio, o como ya lo tenían los monasterios, dueños de pueblos enteros sobre los que no pagaban impuesto alguno al estado, solamente su contribución al obispo, lo que hacía aún más poderosa a la iglesia.

Pero conquistar el imperio de Samuel, esa era la meta principal que se había fijado y no renunciaría hasta lograrla completamente, tal vez por obra de su odio hacia los magnates de Asia Menor dio mas importancia a la guerra en Europa, o tal vez se sintiera humillado con su primer derrota luego de no poder entrar en Sárdica, lo cierto es que Samuel y su imperio eran una espina clavada en el pecho del emperador, que usó todo su tiempo disponible, su ingenio, su poder, para vencer a su adversario.

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