EL REINO DE DIOS


Propongo un pequeño ejercicio de imaginación. Pensemos en lo que seria este mundo si aplicasemos los dogmas cristianos a la vida cotidiana. El asunto consiste en imaginar el cielo. Como el trabajo de situarse en tal lugar resulta arduo de más, imaginemos que este planeta, el viejo planeta tierra, fuese el paraiso. Imaginemos... En primer lugar reinaria una paz idílica. Nada de violencia, ni un asomo siquiera. Que consecuencias traeria esto? El fin de los ejércitos, de la policia, de los tribunales, de los jueces, de los abogados, de los pleitos, de las cárceles, de los muros, de las cerraduras, de los vigilantes, y de cualquier otra cuestión relativa a la seguridad: vídeos, cámaras de vigilancia, alambres de espino, etc. En el Reino de Dios, la única ley válida es el amor. Un amor universal que no conoce de la mentira, ni de la traición. Esto supone para nuestra imaginaria Tierra el fin de los notarios, de los registradores de la propiedad, de las escrituras públicas, de los falsos testimonios, de los estafadores, de los asesinatos, de los adulterios, de los peloteros y de los jefes rastreros que no dudan en echar a un obrero a la calle para quedar mejor con su empresa. Sigamos. Otro factor decisivo de este paraiso terreno seria una consecuencia directa de los dos anteriores: una conducta recta y sin tacha, guiada por un sincero amor al prójimo. Esta actitud conllevaria el fin de todas las enfermedades achacables a vicios como el tabaco, el alcohol, y las drogas. Enfermedades infinitas de enumerar: cancer de pulmón, de tráquea de boca; cirrosis, hepatitis, infartos, y otras mortíferas consecuencias derivadas de estas como los accidentes de tráfico, los atracos para conseguir dinero para droga, el dolor infinito de los familiares afectados... Otras enfermedades derivadas de actitudes erróneas serian las de transmisión sexual: sida, gonorrea, sífilis, cándidas, herpes, etc. Podriamos incluir otros vicios como la gula y sus enfermedades anexas: bulimia, anorexia; y la avaricia sin límites de mucha gente, que consume lo más y lo mejor de sus vidas en un enfermizo afán por acaparar dinero y poder que acaba pasando factura al corazón y al cerebro. Se podria argumentar que muchos médicos podrian quedar sin trabajo, que los abogados, los jueces, los policias y los militares entre otros oficios serian inútiles, con lo que aumentaria el paro. Pero esto no es exactamente cierto. Desde el inicio de la era industrial, con la introducción de la producción mecanizada, la jornada laboral pudo por fin reducirse de las iniciales catorce horas a las diez de hace no muchas décadas, y a las ocho actuales. Si eliminasemos todos estos trabajos inútiles en defendernos de nosotros mismos, podria reducirse la jornada laboral a menos de la mitad. Que sentido tiene enzarzarse en una lucha sin fin contra el afán consumista que nos invade actualmente. Un proceso de acaparamiento ilimitado de riqueza y consumo que, curiosamente, cada vez nos deja más insatisfechos. La prueba de esto último está en el creciente numero de suicidios. Las sociedades del llamado primer mundo tienen un índice de suicidas absolutamente desproporcionado en relación a las de los paises pobres y en estados del norte de Europa ya es la tercera causa de muerte tras los infartos y los accidentes de tráfico. Este dato elimina la ecuación que todo el mundo parece aceptar sin discusión de que el consumismo genera felicidad. El consumismo solo genera vacio cuando no está acompañado por valores morales y religiosos que eleven al hombre por encima de la máquina de producción-consumo a la que la modernidad parece habernos reducido. Y despues que?, se preguntarán algunos. Cuando tengamos este mundo perfecto que el pecado nos impide alcanzar plenamente, entonces que? Pues despues nos queda un mundo de paz, de alegria, de fraternidad y amor. Una deliciosa isla tropical en la que vivir relajadamente, en armonia y en alegre relación con nuestros semejantes y con nuestro Creador per semper aeternam, amén.

La manera como la Tierra y los seres vivientes fueron hechos demuestra que su Creador es un Dios de amor que se interesa en Su creación. Y su Palabra, la Biblia, indica que él realmente se interesa por nosotros; da la contestación a preguntas fundamentales como: ¿Por qué estamos aquí en la Tierra? y ¿qué nos espera en el futuro?

Tenemos que investigar la Biblia para conseguir las respuestas a esas preguntas. La Palabra de Dios dice: "Si lo buscan [a Dios], se dejará hallar de ustedes; pero si lo dejan, él los dejará a ustedes". (2 Crónicas 15:2.) Por lo tanto, ¿qué revela una investigación de la Palabra de Dios acerca de su propósito para nosotros?

Por qué creó Dios a los humanos La Biblia muestra que Dios preparó la Tierra pensando especialmente en los humanos. Con relación a esta, Isaías 45:18 dice que Dios "no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada". Y puso en la Tierra todo lo que los humanos necesitarían, no solo para existir, sino para disfrutar a plenitud de la vida. (Génesis, capítulos 1 y 2.)

En su Palabra, Dios relata la creación de los primeros humanos, Adán y Eva, y revela lo que deseaba para la familia humana. Dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra". (Génesis 1:26.) Los humanos tenían que ejercer control sobre "toda la tierra" y la creación animal.

Dios preparó un inmenso jardín semejante a un parque en una región llamada Edén, localizada en el Oriente Medio. Entonces, "procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara". Era un paraíso que tenía todo lo que los primeros humanos necesitaban para comer. E incluía "todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento", así como otra vegetación y los muchos interesantes géneros de vida animal. (Génesis 2:7-9, 15.)

Dios se propuso que los humanos vivieran para siempre en una Tierra paradisíaca. Ese sigue siendo su propósito

Los primeros humanos fueron creados con cuerpos perfectos, de modo que no enfermarían, envejecerían ni morirían. También se les dotó de otras facultades, como la del libre albedrío. Génesis 1:27 explica cómo fueron creados: "Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó". Puesto que hemos sido creados a la imagen de Dios, no solo tenemos atributos físicos y mentales, sino también necesidades morales y espirituales que debemos satisfacer si queremos ser verdaderamente felices. Dios suministraría los medios para satisfacer esas necesidades, así como la necesidad de alimento, agua y aire. Como lo expresó Jesucristo: "No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Dios". (Mateo 4:4.)

Además, Dios le dio un maravilloso mandato a la primera pareja cuando esta se hallaba en Edén: "Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra". (Génesis 1:28.) De modo que podrían reproducirse y dar a luz hijos perfectos. Y, a medida que la población humana aumentara, tendrían la agradable tarea de extender los límites del paraíso original de Edén, la zona donde vivían semejante a un parque. Finalmente, toda la Tierra sería transformada en un paraíso, habitado por personas perfectas y felices que podrían vivir para siempre. La Biblia nos informa que después que Dios inició todo este proceso, "vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno". (Génesis 1:31; véase también Salmo 118:17.)

Es obvio que los humanos se beneficiarían del control que ejercieran sobre la Tierra. Pero esto debería hacerse de manera responsable. Los humanos tenían que encargarse de cuidar de la Tierra, no saquearla. La destrucción de la Tierra que presenciamos actualmente va en contra de la voluntad de Dios, y los que participan en ella se oponen al propósito de la vida en este planeta. Tendrán que pagar las consecuencias por ello, pues la Biblia dice que Dios causará "la ruina de los que están arruinando la tierra". (Apocalipsis 11:18.)

Sigue siendo el propósito de Dios De modo que desde el comienzo el propósito de Dios era que una familia de humanos perfectos morara para siempre en la Tierra hecha un paraíso. ¡Y ese sigue siendo su propósito! Sin falta se realizará. La Biblia dice: "El dios de los ejércitos ha jurado, y dicho: 'De seguro tal como he calculado, así tiene que suceder; y tal como he aconsejado, eso es lo que se realizará'". "Hasta lo he hablado; también lo haré venir. Lo he formado, también lo haré." (Isaías 14:24; 46:11.)

Jesucristo habló acerca del propósito de Dios de restaurar un paraíso en la Tierra cuando dijo a cierto hombre que anhelaba una esperanza para el futuro: "Estarás conmigo en el Paraíso". (Lucas 23:43.) El apóstol Pedro también habló del venidero nuevo mundo cuando predijo: "Pero hay nuevos cielos [un nuevo sistema de gobernación desde el cielo] y una nueva tierra [una nueva sociedad humana] que esperamos según su promesa [la de Dios], y en estos la justicia habrá de morar". (2 Pedro 3:13.)

El salmista David también escribió sobre el nuevo mundo venidero y lo mucho que duraría. Predijo: "Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella". (Salmo 37:29.) Por eso Jesús prometió: "Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra". (Mateo 5:5.)

El dueño puede pedir cuentas a los inquilinos que le arruinan la casa

¡Qué esperanza tan grandiosa, poder vivir en una Tierra paradisíaca libre de iniquidad, delito, enfermedad, tristeza y dolor! En el último libro de la Biblia, la Palabra profética de Dios resume este maravilloso propósito con las palabras: "[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado". A continuación, añade: "Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: '¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas'. También, dice: 'Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas' ". (Apocalipsis 21:4, 5.)

Sí, Dios tiene un propósito maravilloso. Se trata de un nuevo mundo de justicia, un paraíso eterno, predicho por Aquel que puede hacer promesas y cumplirlas, pues sus "palabras son fieles y verdaderas".

Con que solo existiese un uno por ciento de posibilidades, ya valdria la pena intentarlo. Es tanto lo que se puede ganar, que hasta esa posibilidad ínfima seria una ganga.



POR SIEMPRE JOVEN

Hablando con una anciana señora, sobre su juventud, me recordaba los momentos felices pasados durante su noviazgo y los primeros años de matrimonio. Todo era amor, felicidad, alegria y grandes proyectos. Con el paso de los años, los proyectos quedaron menos grandes de lo proyectado, y aunque el amor matrimonial estaba en plena funcionalidad, los achaques del cuerpo restaban alegria a la vida. Entonces, viendola ya tan vieja y desesperanzada, creí oportuno recordarle que la vejez no es tan negativa si consideramos que es, simplemente, un paso previo a la vida plena. Una vida plena de amor, felicidad, alegria y paz, tal como fue prometida por Jesús. Jesús, el Mesías, que incluso nos mostró, en su transfiguración, un anticipo del futuro cuerpo refulgente que sustentará nuestra alma en el Reino de los Justos. Viendo como mi contertulia se animaba con las noticias que le comunicaba, continué explicando que aún existian más pruebas de aquella juventud sin fin. Le hice notar que la Virgen María murió a una edad avanzada, superior, posiblemente, a los sesenta años; sin embargo, en todas sus apariciones, como las de Guadalupe, Fátima, Lourdes, Vilna y otras muchas, siempre se presentaba con un cuerpo extremadamente joven. Hace dos años, cuando asistí a la beatificación de los pastorcillos de Fátima -explicaba yo- la Imagen que reproducia a la Reina de Todo lo Creado apenas aparentaba los veinte años. "Ciertamente..."; me confirmó mi contertulia con un rostro de felicidad radiante. La conversación siguió algún tiempo; pero no es preciso reproducirla. Dirijo este mensaje a la gente más mayor para animarlos a que mantengan sus convicciones religiosas por encima de los condicionantes mundanos que intenten apartarlos de ellas. Existe un elixir de la eterna juventud: se llama Dios. Todo aquel que confie en Él podrá comprobarlo. Es el manantial de aguas vivas del que habló alguna vez Jesús. AQUEL QUE BEBA DEL AGUA QUE YO LE DARÉ DE BEBER TENDRÁ VIDA ETERNA... (Juan 4, 14)






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