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LITERATURA/Neoestalinismo

Tolerancia a mi conveniencia: los progres queman libros en Canadá

Los mismos que denunciaban la quema de libros y el macartismo son los que ahora enarbolan esas prácticas totalitarias y antidemocráticas en los campus universitarios. Los estalincitos y estalincitas están dando muestra de ello en el hasta hace poco era un tolerante Canadá

"Hay más de una manera de quemar un libro..."

Ray Bradbury en Fahrenheit 451

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SEPTIEMBRE, 2021. Decía nuestro  extrañado Jean Francois Revel que, al asumir el poder, la izquierda "repite exactamente lo mismo que critica en sus enemigos, solo cambia de nombre su programa político". Y eso es precisamente donde nos encontramos hoy, especialmente en Canadá, país que hasta hace poco se preciaba por su libertad de expresión. Años atrás nos referimos cómo un acomplejado mental logró que se prohibiera en ese país la transmisión de la canción "Money for Nothing" de Dire Straits por su "letra homofóbica" (esto pese a que su autor, el guitarra Mark Knopfler, ha reconocido ser bisexual). Desde entonces las cosas han empeorado en el país de la hojamaple.

Tanto en Canadá como en Australia y Gran Bretaña existe una vergonzosa autocensura a la que se ha dado el nombre de virtue signalling, es decir, el mostrar y dar a entender a los promotores del "nuevo discurso" de que están de su lado y que apoyan sus posturas, algo manifiesto en esas megaempresas cuyos anuncios publicitarios están llenos de personajes gay, trasgéneros o de minorías raciales, sin faltar la bandera arcoiris. Es una postura hipócrita, naturalmente: ¿por qué razón, si esta gente se dice tan progre, se "olvida" de estas propuestas cuando anuncia sus productos en China?

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Sabemos sobradamente que todo aquel que promueve la censura es igualmente un hipócrita consumado. Lo vimos hace décadas cuando quienes exigían el cierre de prostíbulos, eran sus clientes habituales, y que quienes exigian sacar de circulación las revistas y fotonovelas "peladas", se masturbaban con sus colecciones de Playboy, Hustler y Caballero. Lo que hacen los progres hoy es exactamente lo mismo, su totalitarismo y su intolerancia, esas que la izquierda dijo denunciar por décadas, se  está repitiendo, con todo e hipocresía, en su propio comportamiento.

Un diferencia radica que en que estos hitlercitos de bolsillo actuaban desde los púlpitos y ahora lo hacen desde los campus universitarios, los cuales pasaron de convertirse en centros de discusión, en virtuales campos de adoctrinamiento.

Veamos este caso de vergonzosa tolerancia a mi conveniencia:

El consejo Providence en la provincia de Ontario y del cual dependen una treintena de instituciones escolares privadas, concluyó que varios libros de sus bibliotecas estaban "desactualizados" o eran "inapropiados" pues ofrecían "estereotipos negativos" de las poblaciones indígenas", de manera que decidieron eliminar todos aquellos libros que presentaran "imágenes racistas y discriminatorias, sexualización  y trato irrespetuoso hacia las prácticas culturales o que incluyan términos tales como 'indio' o 'esquimal'" (así es, amigos lectores, las deliciosas paletas de crema cubiertas de chocolate también han pasado a ser "racistas").

Y al más claro estilo de los camisas pardas durante la Italia fascista, los miembros del comité realizaron una" ceremonia de purificación", incineraron los libros y utilizaron las cenizas como fertilizante para plantar árboles. Según la página libertaddigital.com, la primera "ceremonia" se realizó en el 2019, antes de la pandemia, pero ahora han sido "retomadas", con nuevos agregados, por supuesto.

Entre los libros "inapropiados" se encuentran las historias de Tin Tin, sobre todo uno donde éste visita Norteamérica y se refiere a los indígenas como "pieles rojas". ¿Pero de que otro modo se les llamaba cuando ese libro fue publicado? Igualmente estos camisapardas canadienses ordenaron el retiro del simpático cowboy Lucky Luke porque en sus historias "los indígenas son los malos de la historia". Cosa curiosa que esos neotorquemadas no decidan entonces utilizar como abono los restos y las cenizas de los directores, guionistas y productores de los estudios Disney, MGM, Warner y Twentieth Century Fox quienes en su momento financiaron y estrenaron no una sino cientos de películas donde los "nativoamericanos" eran igualmente los malos de la historia.

Steven Spielberg dirigió en el 2012 una película de Tin Tin. ¿Por qué estos maoistros (como les llama atinadamente el columnista español Amando de Miguel) no "cancelan" a este director, confiscan todas las copias de esa películas que existen en Canadá, las incineran y las convierten en abono para árboles?

También serán echados de los estantes de esas bibliotecas los historietas de Astérix, ese cómic francés de altísima calidad que todavía hasta principios de este siglo la Unesco lo declaró patrimonio de la humanidad, todo por el "pecado" de poner a los indígenas viviendo en teepees durante una visita que Astérix y su compañero Obélix visitan Norteamérica. ¿Quién chingados le da gusto a esta gente?

Y aparentemente también es "inapropiado" insinuar que existan mujeres indígenas atractivas o de cuerpos agraciados, de ahí que también se decidiera mandar a la hoguera Pocahontas y convertirla en abono para árboles. Peor igualmente ¿por qué los maoistros no exigieron igualmente "cancelar" a los estudios Disney, los mismos que promovieron ese "estereotipo" con la Pocahontas que estrenaron en los años 90?

Pero aparentemente Norman Mailer se salvará de la hoguera póstuma pese a que en su libro The executioner's song (La Canción del Verdugo, que narra la condena a muerte del muitiasesino Gary Gilmore) en donde el autor utiliza términos despectivos como "retrasado mental" o "esos indios ignorantes de todo y que habitaban Utah", o el director Robert Zemeckis, donde uno de los actores llama injuns (forma altamente ofensiva de llamar a los indígenas norteamericanos) en la película Regreso al Futuro III tampoco vaya a ser "cancelado", o  bien el autor Gary Tradeau, autor del cómic Doonesbury, quien en una de sus historias menciona términos como "pieles rojas" o "kikes", terminajo ofensivo para la comunidad judía, o el gran Óscar Wilde, quien también habla de los "pieles rojas" en un texto que escribió al poco tiempo de haber visitado Estados Unidos.

Hombres sin Mujeres de Ernest Hewingway, publicada en 1927, es una apología del machismo pero hasta ahorita ninguno de estos maoistros ha exigido que ese libro sea quemado y convertido en fertilizante, lo mismo que Verdes Colinas de África donde igualmente Hemingway alude a los tugurios donde "mujeres negras de faldas cortísimas que las hacen lucir más atractivas a los hombres" o que del mismo modo Hemingway glorificara las corridas de toros llamándolas "actos de virilidad". Pero por lo visto el comité Providence no tiene considerado incinerar sus obras y convertirlas en fertilizante: se trata de un autor de izquierda, amigote de Fidel Castro y admirador de la "virilidad" de Stalin y, por tanto, ese es "fuego amigo".

El primer ministro canadiense Justin Trudeau señaló "no estar de acuerdo" con la quema de libros: "yo nunca haría eso", sentenció. Pero tampoco ha hecho nada para impedirlo o, al menos, denunciar esas posturas maoístas. ¿Habría sido la misma reacción del tontorete primer ministro si la quema de libros para usar sus cenizas como fertilizante hubiera implicado a Hemingway, a Norman Mailer o a Gore vidal? Por supuesto, la indignación sería mundial y se estaría exponiendo como neonazis a los responsables en todos los medios posibles.

Desde haces semana ha habido quema de iglesias y templos católicos y protestantes en Canadá. ¿Dónde está la indignación del Papa Francisco y de los líderes protestantes y anglicanos?

Lo más paradójico (y estúpido del asunto, abusando de las esdrújulas) es que esos estalincitos utilizan la misma mentalidad colonialista que juran denunciar con esta quema de libros. ¿Por qué tienen que ser estas personas y no los nativoamericanos quienes denuncien estos estereotipos, por que requieren de actitudes paternalistas y, sobre todo, ¿por qué estos estalincitos, la mayoría de piel blanca y de ancestros europeos, se autoasumen como los que dictan a los nativoamericanos el modo en que deben pensar y cuáles criterios seguir cuando nos referimos a ellos?

Si anteriormente los blancos de origen europeo decidían qué religión seguir, qué costumbres llevar y qué idioma deberían hablar los nativos, en este 2021 son blancos de origen europeo los que siguen decidiendo cómo deben vivir los norteamericanos y cómo debe de verlos el resto del mundo. Y sobre todo, esos blancos de  origen europeo de entonces y de ahora siguen aferrados a la idea de que los nativoamericanos son incapaces de expresar sus propias ideas, sus inquietudes y, sí, su indignación; tienen que ser blancos de ancestros europeos quienes hablen por ello. ¿No es esto acaso otra forma de colonialismo?

"La indiferencia es la aliada silenciosa de una sociedad en peligro de perder sus libertades", escribió Thomas Sowell, uno de los intelectuales más brillantes de Estados Unidos (y negro, además). Si Canadá no entiende hacia dónde llevó la quema de, libros de autores "pervertidos" durante la Alemania de los años 30, difícilmente estará consciente de lo que le aguarda dentro de sus fronteras.

 

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