FUENTES OLVIDADAS PARA LA HISTORIA DE LA ALIMENTACIÓN. CRÓNICAS, LIBROS DE VIAJES Y BIOGRAFÍAS ©
SHORT
VERSION OF
- VERSIÓN MODIFICADA
DE: Teresa de Castro,
"Fuentes olvidadas para la historia de la alimentación bajomedieval:
crónicas, libros de viaje y biografías", Arqueología
Medieval, VI, 1996, Mértola (Portugal), pp. 247-253 (Forgotten
sources for the History of Food in early Modern Spain: chronicles, travel books
and biographies)
Teresa
de Castro © 2005-2008,
de los textos y el diseño gráfico. Este artículo está sujeto a los derechos de
Copyright
ÍNDICE
Presentación
Fundamentos Teóricos
Información de la Cronística y enfoque elegido
El código alimentario
Una comparación entre Castilla y Al-Andalus ¿Por qué?
Para Finalizar
Hace ya bastantes años
nos pusimos en contacto con una amplia bibliografía sobre la historia
de la alimentación. Llamó nuestra atención la
amplia panoplia de trabajos dedicados al tema, pero al mismo tiempo la
marginación de las fuentes narrativas, en especial la cronística,
en la mayoría de ellos. Está claro que muchas de esas obras
son el resultado de una etapa en la que los estudios alimentarios se centraban
en períodos o temas que tienen como base otro tipo de fuentes, pero
otras reflejan claramente un olvido lleno de prejuicios. Ello no ha sido
subsanado con el pasar del tiempo, a pesar de contar con un sinfín
de investigaciones en curso. Por eso pensamos que no estaría fuera
de lugar dedicar unas líneas a «reivindicar» su utilidad
de una forma nada apasionada...o quizás sí.
Para empezar debemos decir que a pesar de dedicarnos a la historia de la alimentación no somos partidarios de la parcelación del conocimiento histórico y que cuando optamos por un aspecto concreto no olvidamos que está íntimamente ligado a todos los demás.
Dicho esto debemos señalar que todavía creemos que el materialismo histórico sigue siendo un instrumento de conocimiento e interpretación histórica. Pero, se trata de una herramienta cognoscitiva no el conocimiento deificado. Aunque se asuman las desvirtuaciones y los abusos del pasado --sin participar de ellos-- opinamos que hay que retomar los principios originales que lo conformaron, en especial en lo tocante a la aspiración a la globalidad. Obvia-mente, se acepta cierto grado de subjetividad pero ello parece casi consustancial a la labor misma del historiador e inevitable en cualquier posicionamiento. Esta actitud no está en contraposición con que la objetividad que debe presidir el trabajo del historiador, ya que ésta se plasma en el rigor metodológico con el que se afronta el material con el que se efectúa la investigación.
Al contrario que los historiadores españoles gestados en el período 1950-1975 «hijos» de la guerra y de la dictadura, que encontraron en el marxismo un arma combativa de primer orden a nivel político e histórico- no pensamos que sea indispensable adoptar posturas extremas frente a temas que en su momento fueron controvertidos. Ese marxismo combativo, revolucionario y subversivo, que podríamos calificar de «pleistocénico», era más un elemento de oposición que de creación, pues una ideología tomada como instrumento de resistencia pierde su razón de ser cuando el elemento contra el que lucha ya no existe: caído el régimen, muerta la ideología. De ahí, pensamos, que la reflexión histórica marxista haya tenido tan pocos cultivadores desde 1975. Una rara y feliz excepción es la obra de Josep Fontana al analizar, criticar y proponer alternativas a los valores y direcciones de la vieja escuela y recordar que el Materialismo Histórico no siempre ha sido estalinista ni monolítico.
El bagaje ideológico y metodológico que aquéllos nos transmitieron encontró un humus receptivo pero, faltos de su pasión, lo asimilamos de una manera más natural y menos traumática. Se trata, quizás, de un materialismo más utópico porque es más un instrumento de interpretación o explicación de la realidad y de la Historia que de cambio político, pero paradójicamente más pegado a la realidad porque partimos de las escasas y reales capacidades transformadoras del mundo en el que vivimos. Es el sentido de globalidad, de mirada circular el que más nos interesa resaltar aquí.
Pues bien, si volvemos la mirada al medievalismo hispánico en general (siempre hay dignas excepciones) comprobamos que siguen sin estar sin responder muchas cuestiones básicas. Y si no hay respuestas, ¿para qué sirve la reflexión histórica? Ello no puede achacarse al tema de las fuentes porque aunque éstas son hasta cierto punto determinantes también lo son las impostaciones que sobre ellas se hacen. De esta forma, si retornamos al tema de la cronística, debemos criticar a los historiadores de los años 50-70 por la lectura lineal y tendenciosa, atenta fundamentalmente a la historia evenemencial típica de la historiografía franquista, que acudía a ella con fines de justificación política; pero también a los de los años 70-90 por el olvido, el ostracismo, resultado de un período de reacción violenta contra todo lo que tuviera que ver con las líneas de investigación del pasado.
Nosotros creemos que todo vale cuando se trata de hacer historia si se utiliza de una forma coherente. La crisis de la historia no se debe a la ausencia de herramientas con las que trabajar, sino a que se opta por un tipo de ellas y no por otras no sólo a nivel práctico, sino incluso ideológico. Esa discusión bizantina sobre cuáles son las fuentes básicas de conocimiento histórico, la arqueología o los documentos escritos, nos deja a los jóvenes investigadores un tanto estupefactos: ¿Por qué tenemos que elegir si podemos optar por las dos, o por más? No es menos cierto que no somos «superhistoriadores» y que la utópica visión del historiador que usa todo tipo de fuentes sobrepasa nuestras mismas capacidades; pero no hablamos de sueños sino de empresas factibles: lo único imposible es aquello que escapa a la capacidad humana. No menos orientales y a veces vacuas esas disputas sobre terminología, reflejo de la sociedad nominalista en la que vivimos, la cual otorga a veces demasiado rigor a términos que, faltos de su referente material o ideológico, no tienen significado alguno, o, al contrario se dedican a discutir aquéllos que son obvios para todos. La demagogia esconde, como siempre, la ausencia de argumentos para expresar una forma concreta de ver el mundo o de cuestionárselo.
Y es aquí, donde surge la idea de retomar
una fuente altamente ideologizada y leerla sin prejuicios para ver qué
información proporciona sobre la alimentación.
LA CRONÍSTICA Y EL ENFOQUE ELEGIDO
Lo primero que llama la atención es la abundancia de información que estas obras contienen, la cual es fácilmente recopilable y catalogable con sólo copiar lo que nos dicen sobre los alimentos, platos o banquetes allí descritos. De ahí la decisión de proponer dos tipos de aproximaciones complementarias que exigen una exégesis previa de las características de los género examinados: centrarnos en el aspecto cultural, simbólico y «mental», primero, y comparar lo que obtengamos al respecto en la Castilla y Al-Andalus bajomedievales.
Con este término designamos todos aquellos sentimientos, actitudes, opiniones, rechazos y preferencias que los hombres y las sociedades de ciertos períodos y lugares muestran hacia determinados alimentos o comportamientos alimentarios. Estas «opiniones» pocas veces son explícitas, por lo que para proceder a la reconstrucción de éste sin crear una elaboración fantasiosa se impone como base de partida una exégesis de las fuentes, a lo que nosotros añadimos un examen a dos niveles.
A) Análisis textual, teniendo como base de partida el conocimiento general de las características de la etapa considerada.
B)
Aplicación de una aproximación
etnológica/semiótica, mediante la cual hemos analizado,
organizado y categorizado los datos, valiéndonos de diferentes métodos
de «encuesta»:
* Recoger las afirmaciones manifiestas,
pues a pesar de ser tendenciosas, son el referente-guía a partir
del cual iniciar cualquier estudio.
* Evidenciar las asociaciones y las oposiciones
alimentarias (de alimentos y comportamientos).
* Ver las relaciones causa-efecto establecidas
entre unos consumos y/o comportamientos alimentarios y otros.
* Valerse de la visión del otro,
esto es de la proyección de la entidad alimentaria propia que se
produce al juzgar a otra persona, pueblo, cultura o religión.
* Deducir de los fenómenos observados
en las épocas de carestía o crisis cuáles eran
los normales y los que afectaban a las clases sociales más populares,
de otra manera extremadamente difíciles de rastrear.
* La comparación entre categorías
alimentarias permite instaurar una jerarquía entre ellas y verificar
cuáles son las más estimadas, las menos valoradas y por qué.
* Las cualidades asociadas a determinados
productos o actitudes suelen ser indicativas de si éstos son
apreciados por sí mismos o en relación a otros, y cuáles
son los atributos más exaltados y los que menos.
* De la interpretación en negativo
de los testimonios positivos y viceversa conseguimos información
adicional, a menudo la única que podemos sonsacar, por ejemplo,
de los «pobres».
* Estudio de las prescripciones dietéticas
religiosas para comprobar si se cumplen o no, y ponernos al corriente
de los elementos ligados a la alimentación que más resistencia
presentan al cambio y los que tenían un papel lúdico o festivo
más importante.
* Dilucidar de los episodios del género
maravillas
si la influencia de la Antigüedad en las descripciones o percepciones
alimentarias sigue vigente o si ésta permanece como un típico
incorporado al género geográfico. De este modo, contaremos
con otro indicio de la fiabilidad de los comentarios efectuados.
* A veces eso que nuestros mayores llaman sentido
común, consiente dar un significado a gran cantidad de noticias,
a veces aparentemente inconexas.
EL PORQUÉ DE UN ESTUDIO COMPARATIVO ENTRE CASTILLA Y AL-ANDALUS
A) Porque la mayoría de los estudios sobre la población castellana y andalusí han examinado aspectos institucionales, económicos y culturales de cada una de ellas sin detenerse en profundidad a comparar uno de ellos en ambos mundos. La excepción la constituye Ron Barkaï con su El enemigo en el Espejo, centrado, no obstante, en aspectos generales.
B) Porque la abstracción o subjetividad que acompaña a la «Historia de las Mentalidades» ha permitido incursiones un tanto imaginativas o poco documentadas, siendo, creemos, más útil evidenciar la imagen que una sociedad tiene de sí misma y de los otros. Además, los trabajos de alimentación medieval en ocasiones reproducen esquemas ya descartados en otros campos: historia evenemencial o historia-déco.
C) Porque persiste una versión romántica en la que la España medieval es un lugar idílico en el que cristianos, musulmanes y judíos viven armónicamente. La historia medieval peninsular es el marco de una lucha continuada de todos contra todos, con excepcionales períodos de convivencia e intercambios pacíficos.
D)
En definitiva, porque a pesar de tratarse de
dos ámbitos esencialmente diferentes tenemos que tener en cuenta
que hablamos de dos sociedades que conviven en un espacio físico
particular: el de la Península Ibérica, y en un mismo marco
mediterráneo en el que los intercambios son constantes.
La cronística permite obtener información
sobre otros aspectos, el abastecimiento y el consumo, por ejemplo, a través
del análisis de las indicaciones sobre el medio físico, la
organización del poblamiento y de las redes comerciales. La elaboración
de glosarios de alimentos, recetas, productos o utensilios de cocina/mesa
es un instrumento útil para la realización de un corpus documental
sobre cada producto que servirá para llevar a cabo otro tipo de
trabajos en el marco de historia de la cocina, la gastronomía, o
la ceramología. Son muchas las aproximaciones por las que se puede
optar, muchos los argumentos que quedan por afrontar, pero sólo
si estamos dispuestos a hacerlo.
Revisado - Updated:
09/08/2009